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Juntos por Liss83

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Aro anduvo con ademanes pensativos. Parecía levitar sobre la nieve más que pisarla. Cada paso le acercaba más y más a su guardia, Seth bien que se dio cuenta.

 

 

 

-          Los niños son únicos, singularmente únicos. Sería un despilfarro acabar con una criatura tan adorable, sobre todo cuando podríamos aprender tanto de ellos... — suspiró, simulando una gran renuencia a continuar  —. Pero existe un peligro imposible de ignorar, así de simple.

 

 

 

Nadie respondió a esta afirmación. Reinó un silencio sepulcral hasta que decidió retomar el monólogo. Daba la impresión de estar hablando para sí mismo.

 

 

 

-          Resulta irónico que cuanto mayores son los logros técnicos del ser humano y más afianzan su dominio del planeta, más lejos estamos de ser descubiertos. Nos hemos convertido en criaturas más desinhibidas gracias a su incredulidad ante lo sobrenatural, pero la tecnología ha reforzado a los hombres hasta el punto de que serían capaces de amenazarnos y destruir a algunos de nosotros en caso de proponérselo.

 

 

 

»El secreto ha sido durante miles y miles de años una cuestión de conveniencia y comodidad más que de verdadera seguridad. Este último siglo tan belicoso ha alumbrado armas de tal potencia que ponen en peligro incluso a los inmortales. Ahora, nuestra condición de simples mitos nos protege de verdad de las criaturas que cazamos».

»Intuimos el potencial de esta criatura tan... sorprendente — alzó la mano para luego bajar la palma como si la apoyara sobre el hombro de ambos niños, aunque él se hallaba a cuarenta metros en ese momento, casi en el seno de la formación Vulturis de nuevo  —. Ellos sabe con absoluta certeza que siempre van a poder permanecer oculta tras el velo de oscuridad que nos protege, pero nosotros nada sabemos sobre qué clase de criatura van a ser ellos en su edad adulta. Hasta sus propios padres están llenos de dudas. No hay forma de conocer cuál será su naturaleza al crecer — hizo una pausa para mirar primero a los testigos de los Cullen y luego, y de un modo muy elocuente, a los suyos. Imitaba muy bien el tono de voz de quien está desgarrado por el contenido de su discurso. Sin apartar los ojos de su auditorio, prosiguió — : Únicamente lo conocido es seguro y aceptable. Lo desconocido es... vulnerabilidad.

 

 

 

La sonrisa de Cayo se ensanchó de forma maliciosa.

 

 

 

-          Ahora estás mostrando tu juego, Aro — dijo Carlisle con voz sombría.

-          Haya paz, amigo. No nos precipitemos — una sonrisa cruzó el rostro de Aro, tan amable como siempre  —. Contemplemos el problema desde todos los ángulos.

-          ¿Puedo sugerir uno a tu consideración? — solicitó Garrett en voz alta tras adelantarse un paso.

-          Nómada... — dijo Aro, asintiendo en señal de autorización.

 

 

 

Garrett levantó la barbilla, miró de frente al círculo de testigos situados al final del prado y dirigió a ellos su alocución.

 

 

 

-          He venido aquí a petición de Carlisle en calidad de testigo, al igual que los demás — empezó  —, y en lo tocante a los niños eso ya resulta innecesario. Todos vemos qué son.

 

 

 

»Me he quedado para ver algo más, a ustedes, señaló con el dedo a los desconfiados vampiros. Conozco a dos de ustedes, Makenna y Charles, y compruebo que muchos otros son vagabundos y azotacalles, como yo. No responden ante nadie. Sopesen con cuidado mis palabras.

»Los antiguos no han venido aquí a impartir justicia como les han dicho. Muchos lo sospechábamos y ahora ha quedado probado. Acudieron aquí mal informados, cierto, pero se presentaron porque tenían un pretexto válido para desencadenar la ofensiva. Ser testigos ahora de la debilidad de sus excusas a la hora de continuar su misión. Reparen en sus esfuerzos para encontrar una justificación a su verdadera intención: destruir a esa familia de ahí.

 

 

 

Garrett abarcó con el gesto a Carlisle y Tanya.

 

 

 

-          Los Vulturis están aquí con la intención de borrar del mapa a quienes perciben como unos competidores. Quizá ustedes, como yo, miren a ese clan de los ojos dorados y se maravillen. No es fácil comprenderlos, en verdad, pero los antiguos miran y ven algo más que esa extraña elección, ven poder.

 

 

 

»He presenciado los lazos de unión de esa familia, y digo familia, no aquelarre. Estos extraños de ojos dorados niegan su propia naturaleza, pero ¿acaso no han encontrado algo más valioso que la simple gratificación del deseo? Los he estudiado un poco a lo largo de mi estancia en esta zona y me parece que algo intrínseco a esos vínculos familiares tan intensos, los cuales hacen posible todo lo demás, es el carácter pacífico de esta vida de sacrificio. No hay entre ellos el menor atisbo de agresión, a diferencia de lo visto en los grandes clanes sureños, cuyo número aumentaba y disminuía enseguida durante el transcurso de sus salvajes venganzas. Nadie se molesta en pensar en la dominación, y Aro lo sabe mejor que yo.

 

 

 

Jacob contempló el semblante del aludido llena de tensión, esperaba su reacción mientras el errabundo le lanzaba aquella invectiva. Pero el dirigente Vulturis mostró en sus facciones esa expresión de amable burla propia de un adulto que confía en que al niño se le pase el berrinche cuando comprenda que nadie le presta atención.

 

 

 

-          Cuando nos informó de lo que se avecinaba, Carlisle nos aseguró a todos que no nos llamaba para luchar. Esos testigos de ahí — dijo mientras señalaba a Siobhan y Liam — estuvieron de acuerdo en dar testimonio a fin de ralentizar el avance de los Vulturis con su presencia y que así Carlisle tuviera la ocasión de defender su causa.

 

 

 

»Pero algunos de nosotros nos preguntábamos — prosiguió al tiempo que sus ojos se posaban en el rostro de Eleazar — si a Carlisle le bastaría tener la razón de su parte para detener la así llamada justicia. ¿Qué han venido a proteger los Vulturis? ¿Nuestra seguridad o su propio poder? ¿Pretenden eliminar a dos criaturas ilegales o una forma de vida? ¿Se quedarían satisfechos cuando el peligro resultara ser un simple malentendido o echarían los restos sobre el tema sin contar con la coartada de la justicia?

»Ahora tenemos las respuestas a esas preguntas en las palabras falaces de Aro, alguien provisto del don de conocer la verdad de las cosas, y en la sonrisa ávida de Cayo. Su guardia es una simple herramienta sin inteligencia, un instrumento en manos de sus maestros para lograr su objetivo: la dominación.

»Por eso, ahora se plantean nuevas preguntas que deben responderse. ¿Quién los gobierna, nómadas? ¿Responden ante alguien que no sean ustedes mismos? Diganme, ¿van a ser libres de elegir su camino o van a ser los Vulturis quienes decidan su forma de vida?

 

 

 

»He venido a prestar testimonio y me quedo para luchar. A los Vulturis no les importa nada la muerte de los pequeños. Persiguen la muerte de nuestro libre albedrío — entonces, volvió la cara a los ancianos  —. ¡Sea lo que sea, díganlo! No suelten más mentiras elucubradas. Sean consecuentes con sus intenciones y los demás lo seremos con las nuestras. Elijan ahora, y dejen que estos testigos vean cuál es el verdadero tema del debate.

 

 

 

Garrett volvió a posar una mirada inquisitiva en los testigos de los Vulturis. Sus rostros reflejaban el efecto evidente de la alocución.

 

 

 

-          Pueden considerar la posibilidad de unirse a nosotros. Si acaso piensan que los Vulturis los van dejar con vida para que puedan contar esta historia, se equivocan. Tal vez nos destruyan a todos, pero también es posible que no — se encogió de hombros  —. Quizá tengamos una posición más segura de lo que creen. Es posible que los Vulturis hayan encontrado al fin la horma de su zapato. En todo caso, les aseguro una cosa: si nosotros caemos, ustedes nos acompañaran.

 

 

 

Garrett retrocedió y se situó junto a Kate nada más terminar su acalorado discurso. Luego, se inclinó hacia delante, medio en cuclillas, dispuesto para lanzarse a la matanza.

Aro sonrió.

 

 

 

-          Un gran discurso, mi revolucionario amigo.

-          ¿Revolucionario...? — gruñó Garrett, que se mantenía listo para atacar  —. Si me permites la pregunta, ¿contra quién me sublevo? ¿Acaso eres tú mi rey? ¿Deseas que también yo te llame amo, como esa guardia tuya tan servil?

-          Paz, Garrett — terció Aro con ánimo tolerante  —. Me refería únicamente a tu época de nacimiento. Veo que sigues siendo un patriota.

 

 

 

El mencionado le devolvió una mirada fulminante.

 

 

 

-          Preguntemos a nuestros testigos — sugirió Aro  —. Adoptaremos una decisión tras conocer su opinión — le dio la espalda a los Cullen con despreocupación y se desplazó unos metros en dirección a las lindes del bosque para estar más cerca de sus nerviosos espectadores  —. Decidan, amigos míos, ¿qué opinan de todo esto? No son los niños lo que tememos, se los puedo asegurar. ¿Corremos el riesgo de dejarlos con vida? ¿Ponemos en peligro nuestro mundo para preservar a su familia? ¿O acaso tiene razón el impetuoso Garrett y se van a unir a ellos contra nuestra repentina búsqueda del poder?

 

 

 

Los testigos soportaron el escrutinio del líder Vulturis con la prevención escrita en las líneas de la cara. Una mujer menuda de pelo negro miró de soslayo a su compañero, un vampiro de pelo rubio oscuro situado junto a ella.

 

 

 

-          ¿No tenemos más alternativa? — le preguntó de pronto, devolviéndole la mirada a Aro  —. ¿O estamos de acuerdo con ustedes o luchamos contra ustedes?

-          No, por descontado, mi encantadora Makenna — repuso Aro, fingiendo estar horrorizado de que alguien hubiera podido llegar a esa conclusión  —. Pueden irse en paz tal y como hizo Amun, por supuesto, incluso aunque discrepen con la decisión de esta asamblea.

 

 

 

Makenna intercambió otra mirada con su compañero. Éste asintió de forma casi imperceptible.

 

 

 

-          No hemos venido aquí a luchar — hizo una pausa, suspiró y agregó — Acudimos sólo para oficiar de testigos, y nuestra conclusión es que la familia acusada es inocente. Todo cuanto afirma Garrett parece cierto.

-          Ah, cuánto lamento que lo veas de ese modo — repuso Aro con tristeza  —. Sin embargo, ésa es la naturaleza de nuestro trabajo.

-          No es lo que veo, pero sí lo que siento — intervino el compañero de Makenna, el vampiro de pelo color maíz, con voz aguda y nerviosa. Miró a Garrett  —. Él mencionó que los Vulturis tienen una forma de identificar las mentiras. También yo tengo modo de saber cuándo oigo la verdad y cuándo no.

 

 

 

Dicho esto, se acercó un poco más a su compañera con el miedo brillando en los ojos mientras aguardaba la reacción de Aro.

 

 

 

-          No nos temas, amigo Charles. El patriota se cree su discurso, eso no lo pongo en duda — comentó Aro riéndose entre dientes.

 

 

 

Charles entornó los ojos.

 

 

 

-          Hemos cumplido nuestro cometido y ahora nos vamos — anunció Makenna.

 

 

 

Ella y Charles echaron a andar hacia atrás con paso lento y no se atrevieron a dar la espalda al claro hasta estar entre los árboles, ocultos de cualquier mirada. Otro desconocido emprendió una retirada idéntica y tres más le siguieron, corriendo como balas.

Seth evaluó a los treinta y siete vampiros restantes. Unos pocos parecían demasiado confusos para adoptar una decisión, pero la mayoría había tomado buena nota de los derroteros de la confrontación. Renunciaban a irse en ese mismo momento y tomar ventaja a fin de saber con exactitud quién iba a darles caza, o eso supuso.

 

 

 

Seth estaba convencido de que Aro lo veía como él. Se alejó de los testigos y regresó con su paso mesurado de siempre junto a su guardia. Se detuvo y se dirigió a ellos con voz clara.

 

 

 

-          Nos superan en número, queridos amigos — anunció — y no podemos esperar ayuda exterior. ¿Debemos dejar sin solucionar esta cuestión para salvar la piel?

-          No, amo — susurraron al unísono.

-          ¿Es más importante la protección de nuestro mundo que algunas bajas en nuestras filas?

-          Sí — contestaron en voz baja  —. No tenemos miedo.

 

 

 

Aro sonrió y se volvió hacia sus compañeros de ropajes negros.

 

 

 

-          Es mucho lo que debemos considerar, hermanos — afirmó con voz lúgubre.

-          Deliberemos — pidió Cayo con avidez.

-          Deliberemos — repitió Marco con voz de absoluta desidia.

 

 

 

Aro dio la espalda a los Cullen una vez más y se puso de cara a los otros dos ancianos. Los tres se tomaron de las manos hasta formar un triángulo velado de negro.

Otros dos testigos de los Vulturis desaparecieron de manera sigilosa por el bosque en cuanto Aro centró su atención en el silencioso conciliábulo. Jacob deseó por su bien que fueran de pies rápidos.

 

 

 

Había llegado el momento. Jacob lamio a sus hijos en la cabeza y el lomo

 

 

 

¿Recuerdan lo que les dije, mis cachorritos?” a los gemelos se les llenaron los ojos de lágrimas, pero asintieron

“Te quiero” dijo Renesmee.

“Y yo” dijo Elijah “a los dos” y miro a Edward

 

 

 

Edward miraba a su familia con sus ojos de color topacio muy abiertos, Seth y Bella hacían lo propio por el rabillo de sus ojos.

 

 

 

Más que a mi propia vida” —  aseguro el alfa mientras Edward acariciaba el medallón.

 

 

 

Seth soltó un sonido quejumbroso mientras Edward besaba la frente de sus hijos y Jacob los volvía a lamer.

 

 

 

“Espera a que estén distraídos para huir con ellos — pensó Jacob — Bella ira con ustedes. Vete lo más lejos posible. Cuando se hayan distanciado lo suficiente para poder caminar como hombres, Renesmee y Elijah llevan todo lo necesario para poder manteneros y escapar.

 

 

 

Los rostros de Edward, Bella, y Seth eran el vivo retrato del horror a pesar de que uno de ellos era un animal.

Renesmee y Elijah se lanzaron a los brazos de su papi. Él los tomó en brazos. Se abrazaron con fuerza.

 

 

 

-          ¿Era esto lo que me ocultabas? — preguntó Edward con un hilo de voz.

 

 

“A ti no, a Aro” — pensó el alfa.

 

 

-          ¿Fue cosa de Alice?

 

 

Jacob asintió.

El dolor y la comprensión le crisparon el semblante. ¿Había puesto él la misma cara cuando uno todas las pistas de Alice? Seth gruñó por lo bajo. Era un sonido áspero y sin altibajos, continuo como un ronroneo. Tenía de punta el pelaje del cuello y los colmillos al descubierto.

 

 

 

Edward besó a sus hijos en la frente y ambas mejillas; luego, la depositó sobre el lomo de Jacob. Los pequeños caminaron hábilmente encima del lomo hasta encontrar la hoyada situada entre las dos enormes paletillas. Allí se aferraron con sus pequeñas garras al pelaje para no caerse.

Seth se volvió hacia Jacob con el dolor refulgiendo en los ojos. El gruñido todavía retumbaba en su pecho.

 

 

 

-          No entiendo — dijo Bella — asustada

-          Deben irse — dijo Edward — huir

-          Debe haber otra solución — dijo Bella

-          Pienso como Jacob. No podríamos confiarlos al cuidado de nadie más — murmuró Edward  —. No podría soportar esto de no saber cuánto los quieren y sus capacidades para cuidar de ellos.

 

 

 

El lobo profirió otro aullido lastimero y agachó la cabeza para frotarme el hombro.

 

 

 

“Lo sé — musitó  —. Yo también los quiero, siempre serán mis mejores amigos.”

-          Bella… — suplico Edward

-          Los cuidaremos con nuestras vidas — dijo subiendo al lomo de Seth mientras lagrimas caían

 

 

 

Una lágrima del tamaño de una pelota de béisbol se deslizó por el pelaje bermejo de Seth.

Edward inclinó la cabeza junto al lomo donde había colocado a los gemelos.

 

 

 

-          Adiós, Seth y Bella, hermanos míos..., hijos míos...

 

 

 

Los demás apenas fueron conscientes de la escena de despedida. Tenían los ojos fijos en el silente triángulo de brujos, pero Jacob habría jurado que algo sí oyeron.

 

 

 

-          Entonces, ¿no hay esperanza? — susurró Carlisle. La voz no delataba miedo alguno, sólo resolución y resignación.

-          Siempre hay esperanza — contestó Edward en voz baja. Eso podría ser verdad, dijo para sus adentros  —. Sólo conozco mi propio destino.

 

 

 

Jacob unió su cabeza a la de su esposo, sabedor de que estaba incluido en él. No hacía falta precisar que se refería a los dos cuando hablaba de «mi destino». Ellos eran dos partes de un todo.

 

 

 

 


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