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Nuestra luz por aisaka-san

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Una joven chica hermosa, de tez albina de ojos rojos caminaba furiosa en las calles de un pintoresco vecindario de clase media. Entre sus dedos apretaba con fuerza un papel que hace poco el director le regresó, habían rechazado su solicitud.

 

Su mirada enfurecida así como el ceño fruncido de su rostro ocultaban sus hermosos rasgos delicados, el blanco cabello largo ondeaba delicadamente con el viento pero eso no le importaba en absoluto ahora mismo.

 

Llegó hasta una pequeña casa, que por fuera se miraba cómoda y acogedora y que por dentro emitía el mismo ambiente. El apellido “Kurenai” yacía grabado en la entrada.

 

Abrió la puerta con agresividad, casi con una patada. Entre gruñidos y bramidos entró alertando a la persona dentro. Al verlo su mirada enfureció más.

 

—¡Papá! —reclamo la muchacha a su progenitor quien la vio sin entender mucho.

 

—Emmm, ¿hola? —saludó el adulto a su hija con cierta sorpresa en su voz, en sus manos sostenía un papel que no era de tanta importancia y en su nariz reposaban unas gafas muy delgadas. La muchacha lo miró con furia.

 

Extendió el papel frente a él logrando que en un instante su padre entendiera todo el conflicto.

 

—Hikari…

 

—¡No papá, sin excusas! Tu sabes lo importante que es el campamento Beyblade para mi y no firmaste los papeles para ir este año —reclamó la chica entre enojo y preocupación auténtica por la situación en su voz, Shu dejó de lado los papeles que estaba leyendo y se quitó los anteojos, miró con seriedad a su hija.

 

—Hikari, el campamento Beyblade es para niños pequeños y tú ya vas a entrar a la universidad —dijo Shu a la chica quien lo miró indignada.

 

—¡No hay límite de edad! Además que iré como promotora y no como campista.

 

Shu suspiro, tenía que decirle de una vez por todas lo que hace tiempo se estaba reservando. Se levantó y miró de frente a la chica con esa expresión seria que Hikari odiaba.

 

—Hija… —tragó algo de saliva antes de continuar, sabía que lo que diría sería cruel pero su hija ya estaba pocos pasos de ser una joven adulta así que debía aceptar ciertas cosas del mundo real.

 

—¿Qué pasa? —preguntó ella después del largo silencio que se estableció, Shu despertó de su ensimismamiento y nuevamente continuo.

 

—Has ido por años, desde que tenías cinco años a decir verdad y él… —Se rascó un poco la nuca nervioso, Hikari abrió muy grandes los ojos al saber de qué hablaría—. Él nunca ha ido, no va a ir.

 

En el rostro de la joven se plasmó una expresión incrédula, no era posible que le dijera eso, no era algo que podía concebir. Miró a su progenitor con furia antes de gritarle.

 

—¡¿Tú que sabes?! ¡Siempre me dices que cualquier cosa es posible si me esfuerzo pero dices estas cosas horribles ahora!

 

—¡No me hables así! —regañó el mayor a la chica que respiraba agitadamente, a punto de soltar otras palabras Shu cla interrumpió—. Soy tu padre y debes respetarme.

 

Ella se quedó callada, más enrojeció por la furia. No dijo más cuando subió las escaleras directamente a su habitación dejando atrás a su padre quien la miraba aun autoritario pero aun así algo preocupado.

 

Hikari entró a su habitación y cerró la puerta de un portazo furioso.

 

—¡Agh! —soltó un grito ahogado a la par que se lanzaba sobre la cama, enterró su cara en la almohada mientras gritaba más y más fuerte.

 

Siguió así por un rato más hasta que empezó a sentir la falta de aire, se separó de la almohada y respiro agitada. Se quedó un largo rato mirando el techo blanco de su habitación.

 

Luego desvió la mirada hacia uno de los posters que adornaban su habitación, era una imagen de su ídolo. La miró un rato más, luego observó a los demás posters que adornaban su habitación, casi pintandola de azul.

 

Admiraba mucho a Valt Aoi.

 

Desde siempre. Cuando era casi una bebé y miraba las repeticiones de los viejos torneos en la televisión donde ese chico salía y ganaba de una forma espectacular fue que nació su amor y admiración a ese muchacho.

 

Pero nunca pudo conocerlo, por más que se esforzara en tener un contacto cercano con él nunca lo logró.

 

Ni siquiera entendía porque su padre no lo contactaba, se suponía que eran amigos cercanos. ¿Por qué no le hacía el favor de llamarle para poder hablar con él?

 

Pero no se rendiría, incluso si no iba al campamento beyblade de ese año, hallaría el modo de conocerlo.

 

—Voy a conocerte Valt Aoi, algún día se que lo haré.

 


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