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Cocina con el corazón por Mascayeta

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Cansado y con hambre salí del consultorio de la empresa donde los médicos realizaron todo tipo de pruebas para convencerse que mi celo no llegaría en el transcurso de esas semanas, luego me dieron unos supresores con una medicación especial con el fin de evitar cualquier sorpresa.


Recorrí el pasillo para ir donde me indicaron sería el almuerzo, a lo lejos vi a varias personas que asumí por las filipinas que algunos se colocaban, que ese era el restaurante, me ubiqué en la fila tratando de no inmutarme por los comentarios despectivos al reconocer en el color de mi collar mi condición de padre soltero.


De repente un olor conocido se coló en mi olfato y memoria, era difícil pensar que, en un momento tan particular de mi vida, su esencia danzara a mi alrededor, más cuando los noticias sobre como triunfaba en el mundo de la edición junto a aquel pelirrojo demostraban que superó completamente a Onodera.


Por eso limpié mi nariz e ingresé al comedor donde una vez recibí mi bandeja vi las mesas estaban llenas y como siempre tendría que ir a la más alejada, no me interesé en mirar más a las personas que serían mis contrincantes había llegado allí preparando lo más raro que encontré en los menús de diferentes partes del mundo. La cara de chica que me evaluó demostraba que no comprendía muy bien porque me arriesgue a hacer un helado con semejantes sabores, pero de verdad al probarlo, el queso azul y la vainilla junto a las peras cocinadas en oporto, fueron mi salvación frente a la avalancha sabores tradicionales o de la repostería internacional como el postre de una de las herederas Usami especializada en París en ese tema.


Destapé la caja con el bento y cuando iba a llevar los palillos a mi boca, dos hombres se colocaron a mi lado señalándome la puerta. ¿Ahora qué?


—Era de esperarse que uno de su "tipo", no podría estar aquí.


—Quizás venía a mostrarse para que supiéramos que íbamos a tener diversión.


Las carcajadas lograron que mi mandíbula se apretara lo suficiente como para hacerla crujir. Resignado exhalé al ver a Henmi en la puerta con una maleta que llevaba mi nombre, mi expresión debió decir lo suficiente porque de inmediato negó con la cabeza.


—Producción me encomendó entregarle sus uniformes y cuchillos, de igual manera decirle que usted se quedará en una habitación en este mismo edificio.


El alma regresó a mi cuerpo, que importaba donde me fuera a hospedar, permití que me guiara en lo que me explicaba lo que no pude escuchar por los exámenes médicos. La puerta tenía mi nombre y mis datos como concursante. Con una reverencia me dio la llave y uno de los hombres pasó para colocar mi almuerzo en la barra de la cocina americana que resplandecía por lo funcional.


En lo que realmente era un aparta-estudio se hallaba mi equipaje, en la medida que revisaba el espacio, Kazuma explicó que a diario después de las grabaciones se me entregaría un celular, donde, con un poco de vergüenza, comunicó que podría hablar con mi hijo siendo las conversaciones grabadas por la seguridad y el acuerdo de confidencialidad que había firmado con la empresa.


Desde que pudiese mantener ese contacto con Kiseki que grabaran lo que iba a decirle no me importaba, respondí procurando sonar amable, el pelinegro indicó que a las dos debía estar en el set 201-B, donde comenzaríamos las pruebas.


Todos se despidieron para darme un tiempo a solas y poder cambiarme, acompañé a Kazuma a la puerta para susurrarle un gracias.


—Tu postre fue delicioso, la señorita Akanegakubo dijo que te pediría la receta cuando pudiese —con una sonrisa se acercó lo que más pudo para evitar ser escuchado por los Beta que le esperaban—. Armó todo un escándalo cuando supo que no estará en tu equipo como juez.


—Kazuma sabe que está prohibido —el hombre que llevó mis alimentos colocó suavemente la mano en el brazo del pelinegro como si tuviese miedo de romperlo.


—Cosas de Omegas Katou, gracias por la paciencia.


Me acerqué a la mesa, prendí el televisor y comencé a comer, no me había dado cuenta del hambre que tenía, descansé media hora y faltando veinte minutos salí rumbo a donde Henmi señaló. Todo hubiese sido perfecto si mi uniforme fuera igual a los otros, tanto hombres como mujeres se sorprendieron no sólo de que continuara en el lugar, sino también que mi atuendo resaltaba mi subgénero.


A las catorce horas las puertas se abrieron para entre aplausos ser dirigidos por producción a las estaciones con nuestros nombres. A mi lado estaba el hombre que había hecho el comentario de que estaba ahí como entretenimiento, cuando se escuchó «corten», lo vi dirigirse a la Kayama-san, parado a su lado arribaron dos personas y nos solicitaron salir para regrabar la entrada.


El conteo se escuchó con claridad, la escena se repitió, pero la disposición de las mesas era diferente, las estaciones estaban separadas en una disposición de zigzag que logró enviarme a una de las esquinas, al ver la cámara enfocándome recordé las palabras de Yukina, así que con una sonrisa similar a la que utilizaba al atender las mesas del salón de té, miré el lente para pasar mi mano por el cabello y despeinarme con coquetería.


Esto lo hacía por mi hijo, nadie me iba a quitar a Kiseki y menos iba a doblegarme ante a un Alpha que me quería como trofeo en su casa.


Los treinta minutos que siguieron fueron indicaciones y reglas para las pruebas, cada enfrentamiento tendríamos que cocinar tres veces en un reto de presión, uno de salvación y uno de eliminación.


Al final nos pidieron representar una equivocación o un evento fortuito en la cocina, fue gracioso ver masas volando, espaguetis contra la pared, espumeros rebosando y otra cantidad de situaciones que en algún momento vivimos en la cocina, al llegar a mi lado, el operador me miró servir una copa de vino para espectáculo, empero la orden fue que la bebiera y la ofreciera a la filmadora como si fuese un brindis.


Me desilusioné, fue tan simple mi actuación que a mi espalda los «era de esperarse», «un Omega como él no se le puede pedir más», «ni cerebro tiene que debieron decirle que hacer», los comprendí y acepté porque eran verdad.


Lo que me quedó de satisfacción es que mientras les ordenaron limpiar su estaciones, yo pude leer el manual de los equipos que no conocía y revisar donde se encontraban los materiales que requeriría. Bien dice que quien ríe de últimas, ríe mejor.


Ese día se fue en entrevistas y grabaciones en distintas locaciones donde nos preguntaron de nuestras vidas y aspiraciones. A las seis la camioneta con los Beta y los Alpha se marchó quedándonos los Omegas en el edificio.


Nos acompañaron al restaurante para comer, a la mesa llegó Kazuma con el aparato celular marcando él a mi madre y colocando en altavoz el equipo para después del saludo reglamentario indicarle que pusiera a Kiseki al teléfono.


—¿Mami? —mis ojos se humedecieron al oírlo hablar.


—Si amor, soy mami.


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