Era consiente de donde se encontraba y con quien se encontraba, pero ya eso importaba poco, deseaba ser poseído por aquel ser que encendía su alma, por quien dejaría todo sin importar nada, aquel que le calentaba la piel y le susurraba al oído dulces palabras.
No importaba que fuera en un lugar que después olvidaría el nombre, lo deseaba, quería ser su dueño, aunque fuera por esos escasos minutos… Total la vida está compuesta por muchos minutos, pero solo serán recordados los que fueron intensos y pasaron junto a esos seres que se han querido con el corazón.
Justamente en ese lugar se sentía completamente libre y aquel cuerpo era un nuevo mundo por explorar, tan hermoso, pero a la vez misterioso que no era fácil sacárselo de la mente.
Tenerlo a su lado era la más dulce tentación, más aún cuando sus labios recorrían aquella blanca piel que dejaba marcada a su paso con tintes rojizos para recordarle que antes de andar con cualquier otro… Había sido completamente suyo.
El exquisito perfume de su piel y el aroma de su cabellera era como una droga para sus sentidos. Definitivamente era un alucinógeno sumamente adictivo y difícil de conseguir, no con cualquiera se podía llegar a esos grados de dependencia.
Juntos iniciaban una danza sexual en donde cada cuerpo se sumergía en la esencia del otro, deseo, pasión, lujuria… Todo encerrado en aquel ser que gemía y movía el trasero como si estuviera poseído por una excitante magia que agotaba sus reservas de oxígeno.
Era joven, deslumbrante, alguien que podía manejar a su antojo y aun así caía en picada por aquel ritual de movimientos danzantes que su cintura marcaba rítmicamente con fuertes y leves movimientos que no hacían otra cosa que llevarlo a endurecer más su entrepierna.
¿Quién fuese dueño de aquel angelical ser indomable? Se preguntaba mientras se lamía los labios al admirar aquel cuerpo desnudo tan hermoso y perfecto que un pecado fuese no poseerlo ahí mismo y robarle todo ese encanto y seducción, para que fuese incapaz de darle a alguien más aquel elixir de su piel que lo tenía enloquecido…
Tirar de su cabello y escuchar nuevamente sus gemidos no hizo más que volver a alborotar su mente y mandar al olvido la poca razón que aún le podía quedar. Lo hizo con fuerza, pero también con toda su entrega, aquel cuerpo le pedía a gritos ser su prisionero y él, cual noble caballero, su unión carnal fue una que disfrutó a manos llenas, su niño era el más hermoso y era solo suyo… Al menos por esos instantes, aunque ya de eso había pasado tanto tiempo…
Saga había recordado a su “chico pelirrojo” mientras tomaba un café. Estaba de viaje en Ámsterdam y su inoportuno hermano le había dado una noticia que le había puesto su mundo de cabeza. Pronto regresaría de su viaje y podría profundizar más sobre las noticias y pruebas que su gemelo había conseguido y que ahora eran dignas de toda investigación.
De algo estaba completamente seguro, si lo que Kanon le decía era completamente cierto, tendría que sentarse a habar con su esposo. Comprendía que aquellos años era un loco y no le importaba su matrimonio, sin embargo, los años y los hijos lo hicieron madurar, ellos se convirtieron en razón de vida.
Muy en sus adentros se sentía culpable, nunca tuvo el cuidado de protegerse pues hacía de cuentas que aquel joven lo hacía por los dos. Era un gran irresponsable y esa mañana había recordado a aquel chico que lo volvía loco y por el cual había estado dispuesto hasta abandonar a su esposo… Pero ese chico no mantenía una relación solo con él…
Desde el principio sabía que un idiota era el novio de su pelirrojo favorito… Él no era capaz de reclamarle por esa relación, tomando en cuenta que para ese entonces contaba con alrededor de dos años de casado.
Los años lo enseñaron a atesorar hermosos momentos en su corazón y su pequeño pelirrojo ocupaba aún un lugar especial, aunque ya no como antes, le guardaba un especial cariño… Solo que en aquel instante se sentía incómodo y hasta dudaba…
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Esa tarde tenía practica con el equipo escolar al que se había unido recientemente, después de hacer el respectivo cambio de ropa y guardar sus pertenencias en el loker asignado, se encontró de frente con un chico rubio. Varias veces lo había visto de lejos y sus compañeros le habían preguntado si eran familia, ya que guardaban un cierto parecido, aunque sus cabellos fueran castaños.
Al observarlo detalló varias semejanzas que lo dejaron bastante extrañado, ya que no lo conocía dentro su familia, aunque a lo mejor, era alguien que, por broma del destino guardaba un parecido con él, pero sin tener ningún tipo de relación sanguínea, algo que era posible.
_ Me llamo Isaac Kraken Gemines _ Dijo el joven castaño.
_ ¿Eres tu acaso con el que me confunden? _ Dijo Hyoga algo confundido al ver la apariencia del chico _ Soy Hyoga Acuarium Scorpus.
_ Es un gusto conocerte “gemelo”, aunque no nos parecemos tanto _ rio Isaac.
_ A los demás les gusta molestar ¿Eres delantero medio?
_ Prefiero ser extremo.
_ Pues creo que no llevaremos muy bien “gemelo” _ rio Hyoga esta vez mientras iniciaban la caminata que los llevaba hasta el centro deportivo.
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_ Camus… Camus…
Escuchaba a lo lejos su nombre, pero reconocía bien aquellos labios que lo pronunciaban y dejaba salir aquella ronca voz que tanto le agradaba, hasta que sintió como le daban palmadas en sus mejillas que lo hizo despertar…
_ Lo siento _ dijo incorporándose aun algo atontado.
_ ¿Cami, será posible?
_ ¡No! _ respondió enfático _ No lo creo, es solo que tengo una fuerte migraña.
_ Debiste haberte quedado en cama.
_ ¡No quiero! Antes de llevar a Hyoga al juego, pasaremos a la farmacia para que me inyecten _ dijo Camus levantándose solo del suelo.
_ ¡Niños, apúrense! _ dijo Milo mientras llevaba al baño a Yakoff y Shoko preparaba su cereal _ Nos iremos más temprano que de costumbre.
Al cabo de unos silenciosos minutos en los que Hyoga depositaba su desayuno en un plato se acercó nuevamente a su padre Camus, aunque un poco avergonzado.
_ ¿Pa, dije algo malo? _ dijo el chico inclinando la cabeza.
_ No, para nada, es la migraña, mi estrella de futbol _ dijo alborotándole el cabello _!A desayunar! Que los campeonatos no se ganan solos.
Después de pasar a una droguería, siguieron camino al centro deportivo donde el mayor de los Acuarium Scorpus, disputaría un juego con el equipo escolar, teniendo como rival otro equipo escolar de la región a la que pertenecían.
Fue poco antes del medio tiempo cuando, ante la necesidad de su hijo menor, necesitó llevarlo a los sanitarios del complejo. Mientras cuidaba la puerta del baño de su pequeño, se miró en el espejo grande que había en frente suyo, mirando su rostro triste y ojeroso que lo había achacado al malestar de su cabeza, justo en ese momento escuchó que pronunciaban su nombre algo sorprendidos.
_ ¿Camus? ¿Qué haces aquí, escoria?
_ Lo que esté haciendo aquí no es algo que te deba de importar, además a alguien de tu clase no deberían permitir la entrada a partidos escolares.
_ Entro cuantas veces se me plazca, idiota, mientras mi hijo participe en el equipo de esta escuela vendré a verlo.
_ Entonces es mejor que mantengas a distancia, no busco problemas.
_ ¿Se te olvida quien ha sido el que nos ha traído problemas siempre?
_ Basta, Radamanthys _ dijo una voz tras el rubio fornido de mal carácter _ Ya Isaac nos había adelantado la posibilidad de encontrarnos con la familia de su compañero Hyoga, somos adultos y vamos a comportarnos como tal _ dijo Kanon tomando del brazo a Radamanthys.
_ Concuerdo contigo, Kanon, el baño es todo suyo, ya nos íbamos _ Dijo lavando las manos de su pequeño hijo y saliendo del lugar con calma.
_ ¿Qué te pasa? ¿Acaso no lo hablamos ya? Dejé a Tetis cuidando a Alone porque algo me decía que debía seguirte.
_ Sabes muy bien lo mal que me cae Camus, recuerda todo el daño que le hizo a nuestra relación.
_ No fue solo Camus, mi hermano estuvo metido de lleno en eso.
_ Pero tu hermano es familia, en cambio ese idiota no es nada nuestro.
_ Recuerda que estamos aquí por Isaac, así que mejor regresemos al partido.
_ ¿Ya lo has visto?
_ No, pero ya Isaac me había comentado de ese compañero suyo “algo parecido a él”, así que creo ese muchacho no es hijo del drogadicto de Milo, sino de mi hermano y si es así, Camus lo va a pagar caro por negarle a Saga ver a su hijo… Esto lo va a saber Saga de alguna manera.
_ Recuerda que él tiene una familia _ dijo Radamanthys serio.
_ Lo sé, pero recuerdo bien como lloraba mi hermano al saber que Camus estaba embarazado del drogadicto de Milo y no de él, así que si esos muchachos se parecen entre si ¡Es porque la sangre llama!
_ De eso no me cabe la menor duda, pero que le dirías tu a ese idiota.
_ ¡Nada! A Camus no tengo que decirle absolutamente nada…
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Después de un difícil encuentro futbolístico y con un ajustado margen, el equipo de los muchachos ganó por la mínima, así que en los camerinos todo era fiesta…
_ ¡Hemos clasificado! _ les decía el entrenador Minos a los jóvenes _ más tarde conoceremos el nombre del instituto al que nos enfrentaremos en las regionales, así que seguiremos entrenando duro para lograr nuestros objetivos… _ decía mientras la bulla del grupo se escuchaba desde fuera del camerino.
Pero todo debía volver a la rutina diaria, así que después del baño tanto Isaac como Hyoga dialogaban sobre el partido mientras se vestían.
_ Noté algo en tu espalda que me llamó la atención _ le dijo Hyoga.
_ ¿Qué tengo?
_ Una mancha muy parecida a esta _ Le mencionó el rubio mientras le enseñaba su espalda, algo que hizo que Isaac se asombrara mucho _ ¡Es igual que la mía! ¡Justo en el mismo lugar! Entonces sí somos familia…