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Erase una vez, una familia infeliz. por RLangdon

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Naruto odiaba llorar. Lo detestaba con cada fibra de su ser. Las lágrimas te hacían ver débil, y además, era cansado. Asi que, cuando estaba a punto de romperse por cualquier cosa, solo veía su imagen en un espejo. Veía cuan derrotado lucía y se reprochaba por no aprender a controlar un sentimiento tan fútil como lo es la tristeza. Claro que, no era ningún muñeco tampoco, era una de las desventajas que conlleva el tener un corazon de papel.
 
Tarde o temprano, se rompe. Y para bien o para mal, había descubierto que el suyo podía quebrarse más de una vez.
 
Ese día tenía una cita muy importante. Según había entendido, Madara tendría un relevante debut dentro de la sociedad aristocrática. Por ello debían salir a cenar como una familia unida.
 
Había pasado de ser hijo adoptivo para convertirse en su esposo. Y aquello le había valido a Madara una buena suma de dinero, junto a los múltilples trámites que sus abogados se encargaron de ejecutar. 
 
Un año viviendo una mentira. 
 
Todo sería perfecto de no ser porque...
 
-Trata de no moverte demasiado- le advirtió la estilista en tanto pasaba las tenazas sobre la densa cabellera rubia que constituía la peluca. -Casi termino.
 
Pero Naruto sabía que no era así. Ya había pasado por eso en más de una ocasión. Los prejuicios en la alta sociedad, seguían siendo un problema. Y él tenía que hacerla de mujer para evitar escandalos que pudieran afectar los acuerdos económicos de su marido.
 
Sentía tanta tristeza de ver como lo moldeaban para "enbellecerle". En realidad lo estaban transformando en algo que no era.
 
El martirio siguió prolongandose dos horas mas. Mismas en las que fue depilado, maquillado y vestido con un atuendo que derribaba no solo su orgullo, sino su hombría.
 
-Perfecto.
 
Cuando la sesión terminó, Naruto no atinaba a dar un paso. No eran los zapatos ajustados ni el hecho de usar peluca, no, nada de eso. Su inmovilidad se debía a una severa desconexión consigo mismo. Madara había pedido que se le arreglara (disfrazara) como una mujer. Y actualmente se sentía como un maniqui.
 
¿Acaso Pinocho habría llegado a sentirse de tal modo alguna vez?
 
Que tonteria. Pinocho no existía, pero Naruto si. Y no era una chica de verdad, sino de mentira. Que terrible era prestarse a algo así.
 
Cuando se miró al espejo, ni siquiera se reconoció. Allí veía a una chica muy mona, de larga cabellera rubia y vestimenta de tentación.
 
Estuvo a nada de arrancarse la peluca cuando Madara entró al salón, acompañado de su hermano.
 
Nada podía empeorar.
 
-¿Papá?
 
Pero tarde se dio cuenta Naruto que si podía.
 
Lo hizo cuando un flash lo cegó momentaneamente.
 
Madara sonreía radiante, de forma picara, como si estuviera conforme con el resultado.
 
-No olvides que tu nombre es Naruko.
 
Naruto fue a protestar pero ya estaba siendo conducido hacia afuera. Ojala todo fuera un sueño.
***
 
Estaban en el restaurante mas lujoso de la ciudad. Rodeados de celebridades, cotilleos, e hipocresía desbordando por todos lados.
 
Naruto no se había aburrido tanto en su vida como en ese momento. Lo peor del caso era que ni siquiera se sentía cómodo. Entendía poco y nada sobre finanzas, bolsas de valores, estadisticas, y todo aquel chismorreo femenino lo hacía doler la cabeza. O se hablaba de politica o se hablaba de belleza. El no entendía nada de nada. Era como encontrarse en la torre de babel. Cada individuo expresandose en diferente idioma.
 
En más de una ocasión, alguna dama trató de hacerle participe de una conversación. Naruto sabía que debía hablar poco y por lo bajo para evitar delatarse a sí mismo. Fue una suerte que terminaran dejandole de lado al ver que no tenía nada bueno o interesante para decir.
 
¿Qué podía aportar?
 
¿Qué se sentía al borde de la asfixia con ese atuendo tan diminuto? 
 
¿Qué odiaba los temas que tocaban y que solo quería comer algo lo más pronto posible?
 
De un momento a otro, Boruto golpeó la mesa con los cubiertos, hasta que Madara le tendió su telefono para mantenerle ocupado.
 
Todos los ornamentos eran de terciopelo rojo. Manteles, servilletas y alfombra a juego. El ambiente que se respiraba dentro estaba contaminado de una amplia diversidad de colonias que, en algún momento, llegaron a marear a Naruto.
 
Tantas joyas, tanta elegancia, tantas sonrisas fingidas.
 
Mirara a donde mirara, no hallaba un solo acierto que amenizara su estadía en tan odiosa velada. Sin embargo, no podía ser bocazas o terminaría enfadando a Madara.
 
Si bien era cierto que recibía halagos de personajes de relevancia, Naruto no se sentía ni un poco bien.
 
Decidió ver qué ponía el menú, pero su ignorancia en el ramo culinario lo hizo dudar infinidad de veces.
 
-¿Puedo tomar su órden?
 
La voz aterciopelada lo sacó de sus cavilaciones. Naruto optó por dejar la carta a un lado y, al alzar la mirada, se encontró con un joven extremadamente apuesto. Rostro de porcelana, rasgos suaves, cabello negro como el ébano y mirada enigmatica. Llevaba la charola bajo el brazo y lucía bastante seguro de sí mismo.
 
-Yo...- intentó ajustar su tono a uno suave y femenino pero estuvo seguro de haber fracasado. -Quiero...
 
-Scargott para los tres.
 
En cosa de segundos, Madara se había vuelto sobre su silla para retirarle a Naruto el menú de las manos.
 
-¿Es todo?
 
Naruto jugueteó con los dedos, asintiendo sumiso a lo dicho por el mayor. Jamás lo contradecía para evitar las represalias.
 
-¿Bebidas?- volvió a preguntar el mesero, garabateando la orden en su libreta de bolsillo. Tan apacible y sereno, que Naruto no pudo evitar mirarle una vez más.
 
-Será refresco de hierbas, Sasuke.
 
Naruto miró de soslayo a Madara, quien actualmente lucía molesto en tanto tamborileaba con desespero los dedos sobre la mesa. De no haber estado distraído, habría notado mucho antes la familiaridad entre ellos.
 
-¿Algo más, tío?
 
-Es todo.
 
Confundido, Naruto observó a uno y otro. El mesero se retiró enseguida, y él no entendió por qué si eran familiares, Madara no los había presentado.
 
-Papá- aburrido, Boruto botó el móvil y se dirigió a Naruto. Madara fue el primero en silenciarlo con un firme golpe bajo la mesa.
 
-Es mamá- le recordó mediante una mirada severa que no admitía replica alguna.
 
Cohibido, Boruto tragó pesado y asintió. Se había olvidado.
 
Cuando Madara empezó a beber, Naruto empezó a sentirse cada vez más desplazado. Estaba siendo una noche interminablemente larga e incomoda. Ya no solo se le había prohibido opinar sobre cualquier tópico del que no poseyera conocimiento, sino que además no había podido disfrutar de una buena cena. No le había gustado en lo absoluto lo que pidió su esposo por él. Tan solo se bebió el refresco y tuvo que abandonar la mesa al notar que el maquillaje (o parte de lo que quedaba) se regaba.
 
Fue así que se encaminó al pasillo al final del restaurante. Y su mano titubeó al tener el picaporte de la puerta del baño de hombres entre sus dedos.
 
¿Cuál se suponía que debía usar?
 
Se quedo quieto hasta que una silenciosa figura avanzó en su dirección. Naruto ya esperaba una segura reprimenda cuando notó que era el mesero quien se aproximaba.
 
-Linda peluca- el comentario fue hecho sin dobles intenciones o sarcasmo de por medio. Simple y llanamente había sido directo.
 
Naruto se llevo por reflejo los brazos a la cabeza, como alguien más se enterara, le iría muy mal.
 
En medio de su miedo interno, se apresuró a entrar al baño de hombres y grande fue su sorpresa al verificar que no había ningun fallo en la peluca. Todo estaba en orden.
 
¿Entonces cómo...?
 
El altivo mesero se posicionó a su lado, accionando la palanca del lavamanos, su mirada fija al frente.
 
-¿Cómo lo supiste?- preguntó Naruto, desconcertado.
 
Sasuke terminó de secarse las manos y la mirada que le dirigió, hizo a Naruto estremecerse involuntariamente. No obstante, no era miedo lo que sentía, sino algo más fuerte.
 
-Tenía mis dudas- expresó a modo de respuesta, repasando el cuerpo del rubio con la mirada. -Ahora ya no las tengo.
 
Fue tarde. Naruto se percató de que la había jodido al entrar al baño de hombres. Salió inmediatamente, rogando en su fuero interno no ser visto por Madara.
 

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