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Mi querido príncipe... por Yakaylex2

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Notas del capitulo:

Capítulo final, ¡que lo disfruten!

Toc, toc.

Nos separamos jadeantes. ¡Si alguien nos veía!

- ¿Quién llama? - Preguntó.
- El rey se aproxima, su majestad. - Le dijo un chiquillo que siempre fungía como vigilante.
- Gracias, Rajesh. - Le respondió. Luego se volvió hacia mí. - ¿Qué haremos?
- Sería muy peligroso si intento escapar, seguramente ya han rodeado sus aposentos. Solo hay una solución... - Nuevamente tocaron a la puerta, pero esta vez con más fuerza.
- ¡Abra las puertas, por orden del Rey! - Gritó un soldado. Rápidamente me oculté detrás del enorme librero del príncipe. Sobra decir que, en aquel reino tan anticuado, la luz eléctrica no existía, así que solo unas antorchas nos iluminaban. El príncipe movió la pesada viga y se inclinó de inmediato ante su padre.
- ¿Por qué no abrías, Leonardo? - Su tono de voz era bastante grave. Me sobresalté.
- Lo siento, padre. Estaba rezando. - Le respondió aún con la cara en el piso.
- Para eso tienes un horario. - Le respondió fríamente mientras cerraba la pesada puerta. - Levántate.
- ¿Que sucede, padre? - Mi príncipe se puso en frente de mi para obligar a su padre a darme la espalda. Muy listo.
- Quiero que mañana antes del amanecer estés listo. Partimos de viaje. - Mi corazón se contrajo. El día anterior me habían pedido un informe completo de los avances del príncipe en el campo de entrenamiento, pero era demasiado pronto.
- ¿A la guerra? - Preguntó inseguro.
- ¿Qué? No, tú no estás hecho para la guerra. Eres demasiado débil y blando. Te vas a casar.
- ¿Cómo? - preguntó sorprendido. Mi corazón comenzó a palpitar más lentamente. - ¿Con quién, padre?
- La princesa Chise, del reino de B... - sonrió satisfecho. - Linda doncella, buenas tierras. Oportunidades de ampliar nuestro territorio comercial. Ventajas infinitas para nuestro reino, Leonardo.
- Pero… - El Rey lo miró furioso. Nadie le decía "pero" al Rey. Me encogí en mi lugar, pues sabía que no podía hacer nada al respecto para evitar lo que sucedería a continuación.
- ¿"Pero"?, ¿"pero"? - Tomó el látigo de su cinturón y azotó a mi príncipe, quien cayó al suelo ruidosamente. - A mí nadie me dice "pero", mozalbete. Te casaras mañana mismo y se acabó, ¿me escuchaste? No voy a estar manteniendo inútiles en mi reino. Mínimo debes servir para algo. - El príncipe asintió desde el suelo. - Alégrate, mañana será el día más feliz de tu vida. - Dijo con sorna, mientras abandonaba el cuarto. Pasaron unos minutos mientras escuchaba sollozar al príncipe. Salí de mi escondite.
- Príncipe, ¡oh, mi querido príncipe! - Lo ayudé a incorporarse. - ¿Está bien?
- No...
- ¿Le duele algo?, ¿quiere que llame al médico? - Le pregunté con preocupación.
- ¿Para qué? Iría a avisarle a mi padre y es lo menos que quiero. - Se sentó en su cama. - ¿Escuchaste?
- Si, discúlpeme por eso. - Me incliné. – Y por no evitar el azote.
- Eso es lo de menos. No quiero casarme con esa Chise. La conozco. Es demasiado... exuberante y no me gustan las personas tan... enormes. - Sonreí.
- Tiene... tiene que hacerlo, príncipe. - Dije con dificultad. Me dolería mucho verlo comprometido, pero al menos estaría vivo, pues obedecería las ordenes de su padre. - Y pronto el reino estará lleno de pequeños niños, como lo fue usted. - Sonrió con tristeza. Después de un rato, me despedí. - Tengo que irme, eh, su alteza. - Jamás le había llamado así, pero creo que sería impropio seguirle llamando mi príncipe. Me miró con sorpresa, pero no dijo nada. Me acerqué a la ventana y estuve a punto de salir cuando sentí sus brazos alrededor de mi torso. Una corriente recorrió mi espalda y llegó directo a mi corazón.

- Te quiero, Kao-kun... - me susurró. Mis ojos se llenaron de lágrimas.
- Y yo a usted, mi querido Leo. - Le susurré también y le di un suave apretón a sus manos. Las aparté de mí y sin mirar atrás, me alejé de sus aposentos.

Al llegar a mi casa, azoté la puerta, los muebles, todo a mi alrededor. Odiaba al Rey, odiaba al destino. Odiaba mi linaje. Odiaba todo. Solo quería permanecer a su lado. Creí que estaríamos juntos para siempre. Solo él y yo. Y ahora sería testigo de esa unión con una chica a la cual no amaba y yo... no podría soportarlo. Me tendí en mi cama y lloré por largo rato, como nunca lo había hecho, como lo prohibió el Rey. Lloré hasta quedarme dormido. Pero no me importaba.

Toc, toc.

Aún estaba obscuro afuera, cuando escuché unos golpes insistentes. Seguía con mi uniforme del día anterior. Sería sospechoso. Rápidamente me coloqué la ropa de casa y corrí a abrir. Me sorprendió ver a mi padre con todo su ejército atrás.

- ¿Qué...?
- Vístete rápidamente, tenemos que actuar con rapidez. - Entré y me coloqué nuevamente el uniforme. Salí a toda prisa. Mi caballo ya estaba ensillado así que solo monté y cabalgué tras el ejército que se alejaba.
- ¿Qué pasa, padre? - Me miró con hostilidad. - Disculpe, General.
- El segundo príncipe ha escapado.
- ¿Cómo? - Le pregunté sorprendido.
- ¿Tienes idea de donde pueda estar? ¿De algún plan? Fuiste el último en hablar con él. – Me miró con expresión grave.
- No... no para nada. - Dije con un titubeo torpe en mi voz.
- Soy tu padre, pero también tu superior. Dime la verdad o el Rey se ensañará contigo y no habrá forma de que pueda evitarlo.
- ¡No, General!, ningún comentario al respecto. – Asintió.

Llegamos al castillo y mientras todo el ejército recorría el reino, mi padre y el Rey siguieron su interrogatorio conmigo.

- Algo que hayas visto o que te haya comentado. - El Rey me miraba con furia. Tenía que ser firme. - Algún evento diferente ocurrido hoy.
- No me comentó nada, su majestad, solo... - el recuerdo de ese beso tan maravilloso llegó a mi mente, pero lo bloquee de inmediato o me descubrirían.
- ¿Solo qué? - Preguntó ásperamente el Rey. ¡Piensa rápido, Kao Kung!
- Lo único que se me puede ocurrir que perturbó al príncipe, es que fue testigo de la muerte de dos hombres esta tarde.
- ¿Quienes? - Miró a mi padre, este no cambió su semblante.
- Dos hombres que estaban cometiendo exhibicionismo en la vía pública, su majestad.
- El príncipe jamás había visto morir a alguien de esa forma, quizá simplemente se asustó. - Mentía, por supuesto, pero se supone que yo no estaba enterado de su reciente compromiso.
-Búscalo, Kao Kung. A donde sea búscalo y no regreses al castillo hasta encontrarlo.
- Si, su majestad. - Me incliné respetuosamente y salí de inmediato a alistarme. Creí que tardaría uno o dos días a lo sumo en encontrarlo.

Pero ya habían pasado quince años desde aquella noche. El príncipe no apareció por ningún lado, como si se lo hubiera tragado la tierra, como si jamás hubiera existido. La vida continúo en el reino, con sus habitantes, con todos; menos conmigo. Y aunque incluso el Rey había perdido la esperanza de que siguiera vivo, yo estaba seguro que algun factor se nos había escapado y que estaba con vida en algún lugar. Me desplomé en el sillón. Ahora yo tenía muchas más responsabilidades en el ejército, pues era mi castigo por no haber protegido correctamente al príncipe Leonardo XVIII. Un rato después recibí una visita inesperada. Tocaron a mi puerta suavemente, así que supuse que no se trataba de algo grave.

- Diga... - Abrí la puerta y me sorprendí sobremanera. De inmediato hice una reverencia. - Princesa Elsa.
- Deja tus modales para otro momento, Kao Kung. Tenemos que hablar. - Entró sin ningún titubeo a mi casa. Esperaba no tener problemas por ello.
- ¿Que sucede, Princesa? - Le pregunté con un ligero toque de familiaridad, que ella siempre agradecía. Se trataba de la sobrina del Rey y con la que por un breve tiempo tuve una relación - a escondidas, por supuesto. -
- ¿Recuerdas la noche en la que mi primo Leonardo escapó? - Asentí con tristeza. - ¿Recuerdas que un mes después de su desaparición aceptaste salir conmigo, ¿verdad? - Volví a asentir. Siempre eran las mismas preguntas. Todo para llegar a la misma conclusión de siempre. Había jugado con sus sentimientos. - ¿Y recuerdas que terminaste conmigo porque dijiste que no estabas listo para enamorarte de alguien más? - Volví a asentir. - ¿Era por Leonardo, verdad?
- Ya le he dicho, Princesa, que no era así. - Siempre la misma respuesta ensayada. - Amaba a mi trabajo y...
- ¡No mientas! -Suspiró. - Escúchame, lo encontré. - La miré sorprendido. - Encontré a mi primo y está vivo.
- Cri...Cristo... - susurré mientras me arrodillaba en el suelo, como si de pronto todo el peso del mundo cayera de mis hombros para irse directo a mis piernas. - ¿Dónde está?
- Está en un país de América. - Me respondió directamente, la miré sin comprender. ¿Cómo había llegado a América? - Hace unos meses visité a una amiga allí. Recuerda que mis padres y nuestro reino no están tan... alejados de las demás civilizaciones. - Asentí. - Lika es escritora y me estaba contando que se inspira en sus conocidos para escribir. Me llamó la atención un personaje que describe como el más mujeriego y conquistador del vecindario, llamado Leonardo. Le pregunte que si la descripción era realista y me dijo que sí. Coincidían a la perfección. Incluso el lunar en su ojo. Me dijo que ese chico alguna vez alardeó que había sido de la realeza, pero francamente ella no lo creía.
- ¿Crees que pueda ser? No podemos estar seguros, además... - Me mostró una vieja fotografía. LA tomé entre mis manos. Allí, entre varios muchachos, estaba mi príncipe. El mismo corte en su cabello castaño, la ropa parecida a la que usaba aquí. Si bien se veía un poco mayor, era él. Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos sin que pudiera evitarlo.
- Entonces si era él la persona de la que estabas enamorado. - Asentí humildemente, ya nada me importaba quería verlo otra vez.
- ¿Sabes que puedo decirle a mi tío sobre esto? Tú, tus sentimientos, tu llanto... Y sobre todo la ubicación de mi primo... - La miré horrorizado. - Pero no lo haré.
- ¿Qué? - No podía creerlo.
- Yo te quise mucho, Kao Kung. Desde muchos años antes de que te hicieras mi novio, ya estaba enamorada de ti. Pero sabía que tu corazón le pertenecía a Leonardo. - Me sonrojé. - No me preguntes cómo, pero lo sabía. Cuando te vi llorando en su habitación, quise aprovecharme de tu debilidad y por eso me acerqué a ti. - Suspiró. - Pero eso ya es historia pasada. Te quiero ayudar.
- Gracias, Princesa. – Me puse de pie y le hice una reverencia. Después limpie mis ojos. - Pero ¿cómo podríamos llegar a él?
- Le pedí a mi tío que seas mi guardia personal para este viaje. Les he dicho a mis padres que quiero ir a Egipto, y como sabes ese país es muy peligroso. Pero en lugar de ir hacía allá, iremos hacia América. Así que prepárate, en un par de días nos iremos.
- Gracias, gracias Princesa Elsa. - Besé su mano y noté un ligero sonrojo. - No sabe lo feliz que me hace saber que volveré a verlo.
-Tal vez haya cambiado su forma de ser, así que no vayas con muchas ilusiones. - Me dijo en un tono preocupado.
- No me importará. Solo quiero estar a su lado, así sea solo como su guardia personal. - Me sonrió burlonamente.
- Como quieras. - Cuando se dirigía a mi puerta me advirtió. – Y tal vez no puedas regresar.
- Lo sé, no me importa.
- Excelente. – Sonrió y se marchó.

Días después llegamos a América, a un pequeño pueblecillo lejos de cualquier parte turística.
- Es en aquella casa. - Señaló.
- ¿No va a ir, Princesa? - Le pregunté extrañado.
- Más tarde, no quiero interrumpir su momento especial. Aprovecho para visitar a mi amiga Lika, - se relamió los labios en un gesto sugerente. Me sonrojé. - Y creo que voy a tardar un poco. Nos vemos, Kao Kung. –

Al fin entendía las causas de sus viajes. Como todos, estaba siendo muy oprimida en ese reino.
Me dirigí a la pequeña casa. Toque el timbre, esperando lo peor.

- ¿Hi? - Me preguntó en inglés un hombre bien parecido. No tenía ni idea de ese idioma.
- Perdone... ah... I am looking... ah ... a friend... Leonardo... - Dije en mi incipiente inglés.
- ¿Leonardo, what? - Lo miré con cierta duda en mi rostro. Sonrió. - Estoy bromeando my friend. Yo también se hablar español. - Suspiré. - ¡Cariño! - gritó con fuerza hacía el segundo piso. - Te buscan.
- ¡Voy! - Gritó. Mi corazón se hizo pedazos. Tenía a alguien. Era lógico. Quizá a mí solo me había querido como su amigo. Un nudo en mi garganta me oprimía, pero traté de ignorarlo. Con paso rápido llegó a nosotros. Me miró y por un momento trató de reconocerme. Me quité los anteojos de sol que la Princesa me había prestado y lo miré directamente.
- ¡Kao! - Gritó emocionado y me abrazó con fuerza. Correspondí al abrazo como un autómata y de inmediato lo solté. No quería causar problemas con su actual pareja. - ¡Que gusto me da verte!
- También a mí, mi... eh... su alteza. - Le realicé una reverencia, mientras apretaba mis ojos. No iba a llorar, si algo me había enseñado el ejercito estos años era que un hombre no debía mostrar sus sentimientos frente al enemigo. Mi príncipe solo sonrió.
- No has cambiado en nada. - Se dirigió al otro sujeto. - Freddy, él es Kao. Justo de quien te contaba hace unos días.
- ¡It's a sign from the stars! - Me tendió la mano. - Tanto gusto Kao, yo soy Freddy amigo-novio de Leo. - Leo, que lo llamara así era una puñalada en mi estómago, pero que dijera que era su novio era todavía un golpe más fuerte en mi corazón.
- No le creas, Kao. Llevo más de seis años sin pareja. - El pesar se aligeró un poco. - Y tu Fred, ¿no ibas a salir con Shin hoy? ¿O quieres que vaya en tu lugar? - Freddy se mostró sorprendido.
- It's true! Don't wait for me, please. - Besó su mejilla con afecto y después se despidió de mi con un apretón de manos. - ¡Nos vemos, pretty boy!
Seguimos sus pasos mientras salía por la puerta. Un escalofrío me recorrió al verlo caminar de esa manera.
- No le entendí ni una palabra. – Dije sin pensar. Mi príncipe sonrió.
- Nada importante. -Tomó mi mano. - Ven, Kao. Vamos a mi habitación. - Me vio titubear un poco. - No te preocupes, aquí no hay que ocultarnos de los guardias. - Sonreí mientras lo seguía.
- ¿Quieres una cerveza? - Me preguntó de manera informal. Lo miré sorprendido. - No pongas esa cara de susto, Kao Kung. Ya tengo treinta años.
- Lo sé... -Susurré, mientras aceptaba la cerveza. Tomé un sorbo. Sabía demasiado amarga. - Gracias, su alteza. - Titubee, pero no podía con la curiosidad. - ¿Cómo fue que llegó aquí? ¿Y por qué me recibió de esa manera tan efusiva?
- Pues el viaje estuvo muy complicado, la verdad. Pero no quiero aburrirte con esa historia. En resumen, logré salir del reino, le pagué a un barco pesquero para que me trajera a esta parte del mundo y conseguí un trabajo. Después conocí a Freddy y el me enseñó la mejor parte de este país y por supuesto el idioma.
- ¿Era su... eh...? - Se me trababa la lengua de solo intentar pronunciarlo.
- Nada sexual entre nosotros, Kao. - Me sonrojé. - Y si te recibí de esa forma es porque de verdad que te extrañé. Y me dio mucho gusto volver a verte. – Sonreí avergonzado. - Ahora dime tú ¿cómo fue que me encontraste y por qué tardaste tanto en venir? - Sonrío maliciosamente. - Tu príncipe te lo ordena. - Procedí a explicarle todo tal cual había pasado desde la noche en que se fugó hasta el momento en que la princesa Elsa me mostró la foto. - Ya veo. - Agachó la mirada tristemente. - Lo siento, Kao. Te metí en muchos problemas.
- ¡No, su alteza! Nada de eso me afectó de verdad. Agradezco mucho que haya tomado esa decisión porque ahora es libre y puede ser feliz. - Le tomé la mano, como nunca me hubiera atrevido a hacerlo. - Y eso me hace muy feliz a mí.
- Siempre has sido muy amable conmigo, Kao Kung. -Estrechó mi mano con más fuerza y me miró a los ojos. De pronto se puso de pie muy cerca de mí. Pude notar que seguíamos teniendo la misma diferencia en la estatura. - ¡Quédate conmigo! Podemos vivir en este país sin que nadie se entere. Para que seas libre tú también.
- Creo que no es lo más conveniente, su alteza. - Me miró con tristeza.
- Ya veo, tienes una esposa. - Retrocedió un paso. - Debí darme cuenta antes.
- ¿Qué! ¡No, no! Nunca me he casado. - Le dije en tono de disculpa. Me miró inquisitivo.
- ¿Concubinas, novias?
- Tuve una novia, pero hace más de diez años. Pero mis sentimientos no están comprometidos y... - Me tomó el rostro, como hacía tantos años. Me paralicé.
- Estás soltero, ¿correcto? -Asentí. – Entonces no te molestaría hacer esto de nuevo ¿verdad? - Me besó con una intensidad diferente a la de antaño. La temperatura de mi cuerpo, ya no solo de mi rostro, se elevó peligrosamente. Jamás había sentido algo así. Sabiendo que ningún guardia ni el mismísimo Rey llegarían a interrumpirnos, lo abracé con fuerza de la cintura, acercándolo más hacía mí. Correspondí al beso de la misma manera, mientras un torrente de emociones se arremolinaba en mi pecho. Sentí su lengua tocarme, la mía hacia lo mismo. Con pasión y lujuria. Nos separamos un poco por la falta de aire. Agaché mi rostro un poco, pero lo pensé mejor. Lo miré directo a los ojos y le dije lo que había sentido toda mi vida:
- Lo amo, mi querido príncipe. Siempre lo he hecho. Más que a nadie en la vida. - Miré su sonrisa y supe que todo estaría bien.
-Siempre estuve buscando a alguien como tu Kao, pero me di cuenta de que jamás habrá nadie que pueda igualarte. - Besó mis labios con ternura. -Yo también te amo.

Fue entonces que perdí el control de mí mismo. Lo acerqué de nuevo y mis labios no se quedaron quietos. Había estado enamorado de él toda mi vida, pero ahora podría demostrárselo sin ningún miedo. Con rapidez lo recosté en la cama y entonces seguí besándolo. Mis manos recorrían por encima de la ropa ese cuerpo tan exquisito para mi vista. Era un ángel por completo. Recorrí todo su cuerpo, queriendo memorizar todas aquellas sensaciones que me producía cada parte de su piel. Lo recorrí de pies a cabeza. Hice cosas que jamás había hecho y que estuve reservando para él. Le demostré mi amor de una manera mágica y especial. El miedo de perderlo se había esfumado y solo tenía en mi mente que a partir de ahora estaríamos juntos por la eternidad. Seriamos uno mismo.

Mi querido príncipe y yo…

Notas finales:

Espero que les haya gustado y les agradezco por haberla leído. ¡Nos vemos pronto!


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