Había pasado una semana desde, ‘el incidente’, como Jessica había comenzado a referirse a él. MinHo lo ignoró, como de costumbre le encantaba darle a TaeMin la patada hasta el final. El hombre había cumplido su palabra, y el maldito correo electrónico había desaparecido.
Poco a poco, dejó de golpear las cosas cada vez que MinHo pasaba cerca de él, o por su cubículo, o cuando escuchaba su profunda voz. La tensión disminuyó con el tiempo, y todo volvió a la normalidad. TaeMin todavía no había enviado el anuncio, de alguna manera creyó a MinHo, cuando le había dicho que lo sabría.
Las cejas de TaeMin se juntaron al entrar en su oficina después de la reunión de la mañana, cuando vio una nota de color amarillo pegado a su ordenador. Era una nota de oficina estándar, la típica nota, por lo que no pensó nada raro y la cogió mientras se sentaba. Pero cuando comenzó a leerla, su corazón comenzó a golpear con furia.
‘Conozco tu pequeño secreto, y te costará mantenerme en silencio.’
¿Quién demonios había dejado esto, y cuál era el secreto? Sólo había un secreto en el que pudiera pensar, y le molestaba que MinHo jugara con él después de que había aceptado sus condiciones. ¿Qué iba a ganar el hombre chantajeándolo?
TaeMin sabía a ciencia cierta que MinHo ganaba mucho dinero por trabajar para Kim Inc. ¿Por qué iba a querer el mínimo salario de un empleado que estaba por debajo de él? Simplemente no encajaba. Algo estaba fuera de contexto. TaeMin lo sentía.
Sabía que su mensaje de correo solo se lo había enviado a MinHo. ¿Quién más podría saberlo? ¿Jessica? A ella no podría importarle menos. Rechazó la idea. No era el estilo de Jessica. Si quería algo, iba y lo cogía, como darte un puñetazo sólo por el placer de hacerlo. La conocía desde hacia demasiados años. Si lo iba a chantajear, tenía mejor munición que eso.
TaeMin necesitaba averiguar quién lo había enviado, y solo podía pensar en otra persona que lo supiera. TaeMin arrugó la nota en su mano y se dirigió a la oficina de MinHo. Tomó una profunda respiración y llamó a la puerta de Choi MinHo.
―Adelante ―una voz profunda gritó desde el otro lado de la gruesa puerta de madera.
TaeMin se sorprendió cuando su cuerpo respondió con un temblor a la riqueza tímbrica de esa voz. ‘Contrólate joder’. Empujando la puerta abierta, TaeMin caminó por la alfombra y se puso delante de la mesa.
Por como MinHo estaba vestido parecía que estaba en una pasarela en lugar de detrás de un escritorio. Su pelo negro cortado profesionalmente colgaba sobre sus amplios hombros, su cuadrada y fuerte mandíbula bien afeitada, y maldita sea si no olía como un sueño húmedo andante. TaeMin quería comprar acciones de cualquiera que fuera la empresa de la colonia que MinHo llevaba porque al instante se empalmó.
Por miedo a que MinHo viera el bulto que ahora lucía en sus pantalones, TaeMin tomó asiento. Sus ojos centrados en el anillo en el dedo pulgar que MinHo llevaba, junto con el Rolex de plata. Ese reloj podía pagar el alquiler de TaeMin durante todo un año y algo más. No tenía ninguna pista sobre el anillo. ¿Y desde cuándo los hombres usaban anillos de pulgar?
―¿Hay algo que necesites? ― MinHo levantó la vista de lo que estaba haciendo.
Había algo que necesitaba directamente. Era una lástima que MinHo fuera hetero y estuviera en una posición superior a la suya como para conseguirlo. Sería como un pez persiguiendo a un tiburón.
Recordando la nota en su mano, TaeMin la deslizó a través de la mesa de MinHo.
Su jefe la cogió y la abrió, escaneándola con los ojos, su ceño fruncido por la confusión. ―¿Qué es esto? ―Le echó un vistazo a TaeMin, mientras sostenía la nota arrugada.
―No lo sé. Cuando regresé a mi oficina, estaba pegada a mi pantalla.
TaeMin pudo ver como una expresión ofendida cruzó la cara de MinHo al instante.
―¿Y crees que escribí esto? ― MinHo arrugó la nota y la arrojó sobre su escritorio, una mirada de disgusto desfiguraba su hermoso rostro.
―No, señor. Me preguntaba si tal vez, no lo sé ― TaeMin se encogió de hombros―, podría averiguar quién lo hizo. ―A medida que retorcía los dedos en su regazo, TaeMin comenzó a preocuparse de que se diera cuenta de su mentira. Había sospechado de su jefe, sólo por un segundo, pero la reacción de MinHo le dijo que no era culpable.
Cuando todo lo que TaeMin oyó fue silencio, alzó la vista para ver a MinHo estudiar la nota de nuevo.
―No te puedo decir quien lo escribió sólo por esto, pero si te dejan más, tráemelas. No voy a permitir este tipo de comportamiento en mi departamento.
TaeMin asintió. ―Gracias, señor. Yo... eh... no quiero que nadie lo sepa, ya sabe.
La tensión en sus hombros se relajó un poco cuando vio la esquina de la boca de MinHo elevándose en una sonrisa de complicidad. ―Lo sé. Voy a llegar al fondo de esto.
TaeMin, aliviado de que su erección se hubiera suavizado, se levantó. ―Gracias, señor. Si me dejan más, se las traeré directamente.
MinHo asintió mientras alejaba su atención de TaeMin. ―Hazlo.
TaeMin sabía cuando estaba siendo despedido. Apresurándose fuera de la oficina, cerró la puerta sin hacer ruido detrás de él. Odiaba la forma en la que se convertía en un cabeza de chorlito siempre que estaba alrededor de MinHo. El hombre demandaba la atención y el respeto de todos con sólo entrar en una habitación. Era un líder nato. Lo que arrasaba a TaeMin como una llama.
Alejando la nota de su mente, TaeMin regresó a terminar su trabajo. El resto del día se arrastró a paso de tortuga. Cualquiera que pasara por su cubículo, TaeMin no podía dejar de preguntarse si era el que conocía su pervertido secreto. Sus nervios estaban de punta para el final de la jornada de trabajo. Se sentía nervioso y tenso. No podía dejar el trabajo lo suficientemente rápido.
*****
Acostado en la cama esa noche, TaeMin se preguntaba cuanto le costaría callar a su chantajista. No tenía mucho, unos pequeños ahorros y su 401K. ¿Qué cantidad exorbitante le pediría? Agitado y quebrado, no consiguió dormir mucho después de la medianoche, preocupado de que toda la oficina averiguara lo de su maldito correo.
Por la falta de sueño y la amenaza de un rescate pendiendo sobre su cabeza, TaeMin le gruñó a todo el mundo al día siguiente. No fue una sorpresa en lo más mínimo cuando MinHo lo llamó a su oficina. En este punto no le importaba. Necesitaba que el que estuviera haciendo esto expusiera sus demandas para poder volver a su patética vida.
―Toma asiento, TaeMin. ― MinHo cerró la puerta cuando TaeMin entró.
Obediente, se sentó.
―¿Hay algo más en juego que deba saber?
―No, misma mierda. ― TaeMin hizo un mohín mientras cruzaba los brazos sobre su pecho. No quería escuchar una conferencia en este momento. Su vida se había vuelto patas arriba ya que... que... ¡Maldita sea!
―¿A quién crees que le estás hablando con ese tono?
TaeMin parpadeó ante el ruido áspero que provenía de MinHo. Oh mierda, había ido demasiado lejos, y lo sabía. TaeMin bajó los brazos y empezó a torcer los dedos en su regazo. Bajó la cabeza. ―No a usted, señor.
MinHo se paró frente a TaeMin frunciendo el ceño hacia él, con las manos enterradas profundamente en sus bolsillos. TaeMin se dio cuenta que las manos del hombre estaban cerradas en puños por la forma abultada en sus pantalones. Cuando su jefe se echó hacia atrás contra su escritorio, liberó sus manos y cruzó sus brazos sobre el pecho, TaeMin empezó a temblar.
―Recuérdalo, TaeMin. Ahora ¿Por qué estás tan gruñón hoy con todo el mundo? ¿Tienes algún problema, además de con el que estoy tratando de ayudarte, que deba saber?
TaeMin se sentía como un canalla. Normalmente era un buen tipo, ayudando a todo el mundo que lo necesitara en la oficina, ¿pero no se le permitía tener un mal día como todos los demás? Ninguno de los otros chicos era llamado a la oficina del director cuando eran menos amables. Esto no era justo. ¿Por qué era él, el seleccionado?
Reprimiendo la jodida respuesta que quería dar, TaeMin sacudió la cabeza.
―No es bastante. Respóndeme.
TaeMin tenía ganas de gritar. Quería golpear con su pie ante la injusticia.
¿Por qué estaba MinHo metiéndose con él? ―No, señor. No hay ningún otro problema aparte de en el que me está ayudando. ―Sabía en el momento en el que el sarcasmo salió de sus labios que se había equivocado.
―Castigo a los pequeños hombres a los que les gusta comportarse como unos malcriados. ¿Es eso lo que quieres?
TaeMin tragó saliva. ―¿Castigar, señor?