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Las lecciones de TaeMin por DenisseZepol

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MinHo se maldijo por lo que se le había escapado por su boca. Desde que le había llegado el correo electrónico a su bandeja de entrada, TaeMin había sido un gran peso en su mente. El neófito no tenía ni idea del tipo de problemas en los que se podía haber metido colocando un anuncio así con ese pedido. ¿No era consciente de los peligros? MinHo se sacudió recordando el anuncio que había memorizado. 


 


Joven, alegre, veintiún años, en busca de un Amo. Nunca he jugado, pero estoy dispuesto a someterme. Llámame 


 


A continuación, TaeMin dejó su nombre y número de teléfono. Todos los psicópatas caerían sobre él en una fracción de segundo. No quería ni imaginar en las manos en las podría haber caído el lindo sumiso. Por eso MinHo le había hecho prometer que no publicaría el anuncio. Habría sido desastroso. MinHo se estremeció al pensar en las muchas posibilidades de lo que le podía haber ocurrido al muchacho. 


 


―¿Uh, señor? ―Los ojos de TaeMin abiertos como platos. Comenzó a retorcerse en su asiento mientras miraba confundido a MinHo. 


 


MinHo sabía que no podía retirar sus palabras, ahora que colgaban en el aire, ¿pero realmente lo quería? ―Ya me has oído. Responde a mí pregunta. 


 


―Yo... no sé cómo responder a eso. Señor ―agregó TaeMin rápidamente. 


 


El pequeño no tenía idea de lo que esa sola palabra le hacía a MinHo cada vez que la decía. La necesidad de poner a TaeMin sobre su regazo y nalguear su trasero desnudo, hasta que se pusiera de un atractivo rojo, lo sacudía hasta la médula. TaeMin iba a jugar con un experimentado Dom y ni siquiera lo sabía. La palabra era música para los oídos de MinHo. 


 


―Es una pregunta simple que requiere una respuesta simple, TaeMin. ― MinHo tuvo que luchar contra la erección que amenazaba con florecer directamente al nivel de los ojos de TaeMin, pero rechazó retirarse detrás de su escritorio. Si TaeMin la veía, que la viera. MinHo dejaría que las fichas cayeran en su lugar. 


 


―N-No, señor. ―Eso era mentira, y MinHo lo sabía. Los labios de TaeMin podían estar diciendo, no, pero el brote de lujuria en los labios del pequeño sub decía lo contrario. 


 


―Tienes dos opciones, TaeMin. ― MinHo levantó su mano y agitó un solo dedo―. Una, puedes retractarte de esa mentira y decirme la verdad. 


 


―¿Y la segunda? ― TaeMin cortó con demasiada emoción―. Señor. ―La última palabra lo clavó con un pensamiento de último momento. MinHo apretó sus manos debajo de sus brazos, suprimiendo la necesidad de llegar y tocar la suave piel de TaeMin. 


 


―La segunda opción es aceptar el castigo ―señaló MinHo con la mayor naturalidad. 


 


Reproduciendo la escena, MinHo había estado a la búsqueda del perfecto sumiso, que se ajustara a lo que estaba buscando. Siempre encontraba, en aquellos con los que jugaba en los clubes, que algo les faltaba. ¿Quién habría pensado que lo veía todos los días en el trabajo? 


 


MinHo tuvo que admitir que TaeMin encajaba a la perfección, en su gusto. Tenía un pequeño y delgado cuerpo, rasgos suaves, con una mirada impresionante. Su suave pelo castaño con reflejos dorados halagaba su piel pálida y cremosa. 


 


En una palabra, precioso. 


 


MinHo pensaba en lo que le haría si TaeMin fuera su sub, e iba entre darle nalgadas a su atractivo culo hasta que estuviera rojo y atar al hombre a su cama y follarlo hasta que le pidiera clemencia. 


 


MinHo esperó pacientemente a que TaeMin ordenara sus pensamientos y tomara su decisión, una pequeña parte de él tenía la esperanza de que TaeMin optara por la elección número dos. Había tantas cosas que le podría enseñar, muchas formas en las que ellos dos podrían disfrutar mucho uno del otro. 


 


MinHo se puso de pie, cuando TaeMin comenzó a agitarse. El hombre gimió mientras sus manos arrugaban su camiseta sacándola de su pantalón, maltratando el pobre tejido. MinHo rescató la maltratada ropa agarrando las muñecas de TaeMin con suavidad en sus manos. ―¿Por qué te molesta, TaeMin? 


 


Una lágrima comenzó a correr por la cara de TaeMin. Fue rápidamente seguida por otra y otra. ―Porque no sé cómo contestar, señor. 


 


MinHo sonrió y se puso en cuclillas frente a TaeMin. ―¿De verdad eres nuevo en esto, no? ―El calor inundó a MinHo cuando el pequeño asintió. ¿Era él, el que iba entrenar al pequeño? Acercándose, MinHo le enjugó las saladas lágrimas―. Solamente contéstame con sinceridad. 


 


―¿C-Cómo me castigaría, señor? 


 


―De una forma que lo disfrutarás, TaeMin. ―Se rió entre dientes ante la confusa mirada en la cara del pequeño hombre. 


 


―¿Cómo disfruta usted de un castigo? 


 


―¿De verdad quieres averiguarlo? No me tomo este tipo de cosas a la ligera, por lo que si no vas en serio, tengo que saberlo ahora. Una vez que aceptes, me obedecerás. ― MinHo miró muy de cerca a TaeMin para detectar cualquier signo de que se echaría atrás. Algo acerca de este pequeño hombre le decía que valía la pena. 


 


TaeMin asintió, parecía que había tomado una decisión. ―¿Qué...? ¿Qué tengo que hacer, señor? 


 


MinHo cerró los ojos por un momento, rezando para controlarse. Una vez que se compuso a sí mismo, abrió los ojos y se levantó. No lanzaría a TaeMin encima de su escritorio y lo follaría hasta la inconsciencia. No aquí. 


 


―Tu formación comienza este viernes. Te daré mi dirección. ― MinHo lentamente fue dando vueltas alrededor de la silla de TaeMin―. Hasta entonces, existen algunas reglas que debes obedecer. 


 


―Sí, señor. ―El pecho de TaeMin comenzó a subir y bajar rápidamente. MinHo podría decir que seguía allí sentado luchando por contener su emoción. Infiernos, MinHo luchaba contra la misma cosa. 


 


―Uno. No follarás con nadie. Tu cuerpo me pertenece ahora. 


 


―Sí, señor ―estuvo de acuerdo TaeMin y se movió en su asiento. 


 


―No más interrupciones. ¿Entendido? 


 


MinHo tuvo que morderse de nuevo una sonrisa ante la cara de seriedad que puso TaeMin, quedándose sentado completamente inmóvil. ―Sí, señor. Entendido, señor. 


 


MinHo se rió entre dientes. TaeMin tenía un largo camino por recorrer, pero tenía la confianza de que lo lograría. TaeMin gritaba sumisión desde la parte superior de su morena cabeza hasta la parte inferior de sus pies, y cada centímetro que había entre ellos. Gritaba ser dominado. 


 


Y MinHo era el Amo para hacerlo. 


 


―Dos. No vas a hacer nada que te ponga en peligro. Eso incluye publicar anuncios personales. 


 


Sonrió cuando TaeMin se ruborizó. Afortunadamente, la cabeza de TaeMin estaba baja y no veía su sonrisa. No serviría de nada que TaeMin pensara que MinHo estaba encantado, no en este momento. Necesitaba mucho más entrenamiento antes de llegar a ese punto. 


 


―Y en tercer lugar, me vas a obedecer sin cuestionarme. ― MinHo siguió alrededor de la silla, hasta que hubo dado un círculo completo. Quería inspeccionar a su nuevo sub sin la dificultad de la ropa, pero eso tendría que esperar hasta que tuviera a TaeMin, solo, fuera de la oficina. Por suerte, era miércoles. Sólo dos días más hasta que MinHo pudiera comprobar lo bien que TaeMin podría seguir sus reglas. 


 


―¿Entendido? ―preguntó MinHo. 


 


―Sí, señor. 


 


―Y no me he olvidado de tu castigo por ser malcriado. Pero nos ocuparemos de eso antes de continuar con tu formación. Tráete una bolsa de viaje al trabajo el viernes, pero la dejarás en tu coche. Te quedarás conmigo el fin de semana. 


 


MinHo pudo ver la sonrisa que TaeMin estaba luchando por esconder. El hermoso hombre iba a hacerlo pasar por un infierno hasta que estuviera completamente entrenado. 


 


MinHo esperaba con interés el desafío. Se sintió vigorizado. La vida había sido una mierda. Ahora sin embargo, tenía un propósito. 


 


Pasando sus manos por el pelo de TaeMin, MinHo sintió el estremecimiento de su sub. ‘Receptivo’. Genial. Los hilos de seda se deslizaban entre los dedos de MinHo hasta que llegó a la parte de atrás de la cabeza de TaeMin. Cogió un puñado de pelo y tiró de su cabeza hacia su espalda, mirando fijamente hacia abajo a sus ojos. Esos ojos verde musgo brillaban bajo su tacto. 


 


―Tendrás una palabra de seguridad, TaeMin. La usarás cuando desees que me detenga. Si utilizas esa palabra, todo se detiene. Todo. ¿Lo entiendes? 


 


―Sí, señor ―le susurró TaeMin en un tono reverente cuando parpadeó hacia MinHo. 


 


―Correo. La palabra parece adecuada. ―Sonrió MinHo en cuando el sonrojo cubrió la cara de TaeMin―. ¿No te parece? 


 


La respiración de MinHo se congeló ante la sonrisa deslumbrante que su sub le dio. ¡Oh, sí! Iba a ser un problema. 


 


―Correo ―respondió TaeMin―. Lo tengo. Es adecuado, señor. 


 


―Vándalo. ― MinHo soltó, sentándose detrás de su escritorio. Si se quedaba más tiempo cerca de su sub, iba a mandar a la mierda la política de la oficina, inclinaría a TaeMin sobre la mesa y se lo follaría estúpidamente―. Vuelve a trabajar. Ni una palabra de esto a nadie, TaeMin. Ni siquiera a Jessica. 


 


―No, señor. No le diré ni una sola palabra a nadie. 


 


MinHo observó como TaeMin se metía la camisa de nuevo en los pantalones, enderezó sus pantalones para darle cabida a su erección, y luego le sonrió una vez más antes de salir de su oficina. MinHo negó, riéndose entre dientes suavemente, y luego miró hacia abajo a la nota que sobresalía de debajo de su teclado. 


 


Ahora, sólo tenía que averiguar quién estaba tratando de chantajear a TaeMin. Había eliminado el correo electrónico incriminatorio, incluso lo había eliminado de la carpeta de recuperación. Ya no existía ni en su equipo, ¿Quien podría haber logrado recuperarlo? ¿Lo tendría TaeMin todavía en el suyo? Tenía que preguntárselo. 


 


MinHo se echó hacia atrás, preguntándose por qué estaba cogiendo un sub, a un sub novato en esto. Él no era así. Pero TaeMin parecía llamar algo muy dentro de él. Dios sabe que el chico necesitaba protección. 


 


¿Viviría TaeMin siempre tan descuidadamente? Pensó en los profundos ojos verde musgo llenos de inocencia. 


 


Un fin de semana. 


 


MinHo le daría al hombre un fin de semana para ver si esto es lo que realmente quería. Si TaeMin podría someterse a él con la promesa de mejorar, MinHo se lo llevaría a tiempo completo. Si no era así, se lo tomaría como un divertido fin de semana y se alejaría. 


 


Tres horas más tarde, MinHo autorizó a entrar a la persona que llamaba a la puerta de su oficina. Se mordió el interior de la boca para evitar dejar salir la risa que amenazaba con romperse libremente, cuando TaeMin entró y cerró la puerta tras él. El hombre no podía mantenerse alejado. 


 


MinHo observó como TaeMin empujaba un rizo rebelde de su rostro, sus grandes ojos mirando al suelo. Lo estudió, MinHo encontró al hombre impresionante, sólo le enfurecía la idea de lo que podría haberle pasado si accidentalmente no le hubiera enviado el correo electrónico, y lo hubiera enviando a la sección de anuncios en su lugar. 


 


―Yo... eh... sólo quería preguntar... ― TaeMin se acercó a su escritorio, empujando su cabello lejos de nuevo cuando puso una carpeta sobre el escritorio de MinHo. Era el informe que necesitaba, el único que se suponía que TaeMin le entregaba en mano, MinHo tenía curiosidad en cuanto a lo que TaeMin quería preguntarle. Esperó a que lo soltara, sin decir una palabra. 


 


La frente de TaeMin se arrugó cuando frunció el ceño y miró a sus manos, torciendo los dedos. Estaba nervioso. MinHo podía verlo. 


 


―Sólo di lo que quieres decir, TaeMin. ― MinHo utilizó su fuerte voz de mando y vio la reacción de TaeMin cuando el hombre se estremeció y luego se puso de pie derecho, levantó la cabeza y dejó caer sus manos a los costados. 


 


No era una postura suficiente para un sub, pero se acercaba. 


 


―Es el final de la jornada, señor ―dijo TaeMin―. Sólo quería preguntarle si necesitaba algo antes de que me fuera. 


 


MinHo podía pensar en mil y una cosas que quería de TaeMin, tal vez incluso que necesitaba, pero no en el trabajo. No había tiempo suficiente o la privacidad que quería. Sin embargo, era difícil negarse, cuando MinHo veía el deseo en los ojos de TaeMin. 


 


Lamentablemente, negó. ―No, TaeMin, esto es todo por hoy. 


 


La frente de TaeMin cayó por un momento, la decepción claramente en sus sensuales labios, pero luego pareció animarse. Enderezó los hombros y asintió educadamente. ―Muy bien, señor. Nos vemos mañana. 


 


MinHo casi llama a TaeMin y lo hace volver cuando el hombre se giró y salió de su oficina. El anhelo y la necesidad que brillaban en los ojos del hombre estaban a la espera de ser aprovechados. 


 


MinHo suspiró mientras se sentaba de nuevo, sabiendo que TaeMin podría ser su caída.


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