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Las lecciones de TaeMin por DenisseZepol

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TaeMin no podía creer que ya fuera lunes. Había querido hacer pucheros y hacer un jodido berrinche cuando había agarrado su bolsa del armario para volver a casa. Casi cierra la puerta de un portazo cuando salía de la casa de su amo ayer noche. Dejarlo había sido lo más jodidamente difícil que había tenido que hacer. 

 

MinHo le había hecho cosas, cosas salvajes y calientes que TaeMin nunca olvidaría mientras viviera. Y le había ordenado que hiciera cosas que ni siquiera había soñado que fueran posibles. 

 

A pesar de todo, las lecciones como sub del hombre habían continuado. La noche del domingo, las alabanzas que MinHo le había dado se habían hundido en él. MinHo le había dicho, que sabía que volvería al lado de su amo. 

 

Eso lo dejó perplejo ya que MinHo no le había dado una respuesta concreta cuando TaeMin le había preguntado si ahora sería su sub a tiempo completo o no. Quería que Choi MinHo lo mantuviera. TaeMin nunca pensó que encontraría un Amo, y menos uno como MinHo. Y ahora que lo había encontrado, no quería dejarlo. 

 

Ya estaba sintiendo la separación de MinHo, y sólo habían pasado doce horas desde que había estado a merced del hombre. 

 

Sus doce horas más largas y angustiosas. 

 

Si pasaba demasiado tiempo, tenía miedo de no ser capaz de abstenerse de correr hacia la oficina de MinHo y suplicarle de rodillas, por supuesto, que azotara su culo, jugara con su tapón o lo follara. Cualquiera de los tres funcionaría. 

 

Mantener su mente en el trabajo y fuera de MinHo le era casi imposible. Por suerte, el humor perverso de Jessica ayudó a mantenerlo bajo control. Jessica y él se dirigían a sus puestos de trabajo después de su reunión de la mañana. TaeMin se echó a reír cuando Jessica le contó acerca de su fiesta de manicura y pedicura. La mujer definitivamente sabía cómo divertirse. Pero TaeMin estaba dispuesto a apostar que no se había divertido tanto como él con MinHo. 

 

Su interior brillaba y las imágenes jugaban una y otra vez en su mente. No pasaron más que unos cuantos minutos sin que pensara en MinHo o en el fin de semana que habían pasado juntos. Maldita sea, estaba duro como una roca y todavía tenía que pasar el resto del día. Pero sabía que no iba a encontrar alivio hasta este fin de semana. 

 

Y eso asumiendo que MinHo le permitiera correrse. El hombre parecía disfrutar torturándolo.

TaeMin no podía esperar para averiguarlo. 

 

―No te olvides que tenemos una cita esta noche en mi casa para cenar ―dijo Jessica, mientras se acercaba al cubículo de TaeMin―. Voy a estar esclavizada en la cocina pidiendo comida china. 

 

TaeMin se rio entre dientes. Esa era Jessica. 

 

Se detuvo en seco cuando vio la nota amarilla pegada a su pantalla de nuevo. TaeMin sintió como si todo su día hubiese sido tirado por el váter en un instante en el segundo que vio el pequeño papel gritándole que lo leyera. 

 

Irrumpió en su cubículo, arrancando la nota de su monitor. Era el mismo jodido mensaje que la primera vez. TaeMin vio rojo. Estaba enfermo y cansado de preocuparse por el chantajista y lo qué quisiera de él. Deseaba que manifestara sus demandas y terminara con esto. 

 

TaeMin finalmente tuvo un pequeño rayo de sol en su vida. No iba a dejar que un jodido cobarde, le pusiera la zancadilla. A medida que echaba un vistazo alrededor de la oficina, se dio cuenta que unos cuantos empleados lo miraban de refilón. Cuando hacían contacto visual con TaeMin, rápidamente miraban hacia otro lado. 

 

Algo dentro de TaeMin se rompió. Sintió que se desmoronaba. Catastróficamente. 

 

TaeMin se subió encima de su pequeño escritorio, agitando violentamente la nota sobre su cabeza. ―¿Quién hizo esto? ―Gritó―. ¿Quién es el jodido cobarde que quiere burlarse de mí, eh? 

 

― TaeMin ―susurró Jessica mientras luchaba para que se bajara de su escritorio. 

 

TaeMin empujó los brazos de Jessica, enojado más allá del sentido común. No iba a dejarse intimidar por más tiempo. Quien quiera que fuera que dejara las notas iba a ponerse de pie y asumir la responsabilidad. 

 

―No ―le espetó a Jessica―. Quiero saber quién es el cabrón hijo de puta. Quiero saber por qué no puede venir y pedirme a la cara lo que quiere en lugar de esconderse detrás de las cripticas notas. 

 

―¡TaeMin! 

 

‘¡Oh, Dios!’ 

 

Esta vez TaeMin se calmó. Conocía esa voz. Anhelaba esa voz. Choi MinHo. ‘Maldita sea’. 

 

TaeMin tragó saliva, miró a su alrededor a sus compañeros de trabajo. Sus ojos muy abiertos llenos de terror, y de alivio a la vez porque no estaban en el punto de mira de MinHo. Oh, infiernos, MinHo estaba de pie detrás de él. Lo sabía. Podía sentirlo. Los pelos de su nuca estaban de punta. 

 

―¡Bájate, TaeMin! 

 

‘Doblemente maldita sea’. 

 

La voz de MinHo estaba llena de ira. TaeMin nunca le había oído usar ese tono en su dirección antes, ni siquiera cuando la había jodido. Estaba demasiado asustado para moverse. 

 

―Choi, ¿Qué significa esto? ―preguntó el Sr. Lee cuando doblaba la esquina―. ¿Por qué uno de tus empleados está sobre su escritorio, gritando con toda la capacidad de sus pulmones? Incluso la recepcionista en el vestíbulo lo ha oído. 

 

TaeMin sabía que el señor Lee estaba exagerando, ¿pero iba discutir ese punto con el Director General? 

 

‘Diablos, no’. 

 

Iba a rezar para aún tener un trabajo al final del día. Infiernos, al final de los próximos diez minutos. O en menos, si no era arrestado. Había política de tolerancia cero para la hostilidad en el lugar de trabajo en Kim Inc. 

 

TaeMin se mantuvo de espaldas a MinHo mientras lentamente bajaba de su escritorio. Estaba jodidamente asustado de que MinHo se lavara sus manos por lo que TaeMin se negó a darse la vuelta. No sólo estaba su jefe de pie junto a él, sino el jefe de MinHo también. 

 

Maldita sea, cuando metía la pata, realmente la metía. 

 

―A mi oficina, TaeMin ―dijo MinHo con los dientes apretados―. ¡Ahora! 

 

TaeMin casualmente le dio una mirada rápida a Jessica para verla mirar fijamente a MinHo y, a continuación al Sr. Lee. Sabía lo que estaba a punto de suceder. 

 

Todo el mundo lo sabía. 

 

TaeMin bajó la cabeza mientras se dirigía a la oficina de MinHo como si estuviera caminando hacia su propia sentencia de muerte. Eso era lo que sentía. No sólo había decepcionado a MinHo, sino que lo había avergonzado delante de su jefe. 

 

Dios, ¿dónde estaba ese botón para darle y dejar de existir? 

 

Seguro como la mierda que lo necesitaba ahora. 

 

TaeMin se sentó frente al escritorio de MinHo cuando entró junto con MinHo y el Sr. Lee en la oficina. TaeMin vio que MinHo tomaba asiento detrás de su escritorio, y el Director General sentado junto a TaeMin. 

 

Hubiera preferido que MinHo se sentara a su lado. 

 

El Sr. Lee le ponía los pelos de punta. 

 

Cuando TaeMin miró hacia arriba y vio la rabia en los ojos de MinHo, reconsideró a quién quería sentado a su lado. Por lo menos sentado detrás de la mesa, MinHo no podía estirar la mano y estrangularlo. 

 

―Ahora ―comenzó MinHo mientras se hacía hacia delante, colocando sus dedos entrelazados sobre la mesa pulida delante de él― ¿Me cuentas por qué estabas actuando como si hubieras perdido tu mente? 

 

TaeMin se retorció en su asiento, sintiendo las acaloradas miradas de MinHo y el Sr. Lee. ―Encontré esto, más... Señor. Choi. ― TaeMin se controló como el infierno para que el título de amo no cayera de sus labios frente al Director General. 

 

Su culo ya estaba frito. 

 

TaeMin dejó la nota en el escritorio de MinHo y luego se acomodó en su silla, poniendo las manos sobre sus muslos, las palmas hacia abajo. No era lo mismo que tomar la posición de reposo mientras se encontraba en casa de MinHo, pero le daba una pequeña cantidad de comodidad. 

 

MinHo tomó el trozo de papel y lo leyó, suspirando profundamente. 

 

―¿Qué es?―preguntó el Sr. Lee mientras miraba entre TaeMin y MinHo―. Explique sus acciones, joven. 

 

― TaeMin ha estado teniendo algunos problemas con un chantajista. ―Dijo MinHo mientras colocaba la hoja de papel sobre su escritorio. 

 

―Eso no se tolera en Kim Inc. ―bramó el señor Lee―. ¿Por qué iba alguien a querer chantajearlo? 

 

TaeMin miró a MinHo, rogándole con los ojos que mantuviera su secreto. Si el señor Lee descubría por qué estaba siendo chantajeado, estaba jodido. 

 

TaeMin giró los ojos interiormente. ‘Como si no lo estuviera ya’. 

 

MinHo se aclaró la garganta, la rabia en sus ojos deslizándose lejos cuando miró al Director General. ―Todavía estamos tratando de averiguar por qué lo están chantajeando. 

 

TaeMin quería saltar y besar jodidamente a MinHo. Podía estar cabreado hasta al punto de que terminara lo que tenían juntos, pero el hombre no iba a traicionarlo. Eso sólo hacía que se sintiera diez veces peor por poner a MinHo en esta situación en primer lugar. 

 

Vaya sub que estaba resultando ser. 

 

El Sr. Lee señaló el papel sobre el escritorio de MinHo. ―¿Estás recibiendo notas de chantaje y ni siquiera sabes por qué? ―Carraspeó, como si no nos creyera. 

 

―Estoy trabajando con diligencia para encontrar al culpable ―dijo MinHo. TaeMin deseaba que MinHo lo mirara. Necesitaba el conocimiento, la afirmación de que no lo odiaba. Estuvo a punto de pasar del Director general y arrojarse a los pies de MinHo, pero se contuvo. Aunque eso le llevara todo su auto-control. 

 

MinHo ya estaba lo suficientemente cabreado. 

 

―Bueno, necesitas averiguar quién dejó esas notas en tu pantalla y hacerle frente a la persona. Como ya he dicho, no voy a permitir este tipo de comportamiento en Kim Inc. ―El Sr. Lee puso de pie, dirigiéndose hacia la puerta. Se volvió antes de abrirla―. Y creo que el Sr. Lee TaeMin necesita encontrar empleo en otro lugar. 

 

TaeMin se quedó totalmente sorprendido. 

 

¡Acababa de ser despedido! 

 

―¿Señor Lee? ― MinHo dijo que antes de que el Director General tuviera la oportunidad de salir. 

 

El hombre se volvió, su agitación clara y por escrito en toda su cara. ―¿Sí, señor Choi? 

 

MinHo se aclaró la garganta, cuando se puso de pie, caminando alrededor de su escritorio. Se paró frente a TaeMin, se apoyó contra el frente de su escritorio mientras cruzaba los brazos sobre su pecho. ―Tengo una pregunta para usted, señor. 

 

Sonaba raro como el infierno escuchar a MinHo llamarle a alguien señor. ¿No era eso privilegio de TaeMin? No le gustaba oír que MinHo le llamara señor al señor Lee. Quería expresar su protesta, pero apretó sus labios en su lugar. 

 

Ya estaba de mierda hasta el cuello.

 

No quería añadir eso a sus problemas.

 

El despido era el mayor problema de todos.

 

Su mamá lo iba a matar.

 

―Que sea rápido ―dijo Lee.

 

―¿Me preguntaba cómo sabía dónde dejaban las notas? 

 

TaeMin se volvió en su silla, con la boca abierta. Sí, ¿cómo sabía donde dejaba el chantajista sus pequeñas y crípticas notas? TaeMin no recordaba haber dicho nada al respecto, y estaba casi seguro que el Sr. Lee no había estado en la habitación cuando tuvo su crisis. 

 

―Y también me estaba preguntando ¿cómo sabía que había más de una nota? 

 

TaeMin quería saltar sobre MinHo y que chocaran sus manos. Sin embargo, resistió a la tentación.
Apenas. 

 

El Sr. Lee parecía nervioso. Sus mejillas se volvieron de un rojo color rosa, sus ojos entrecerrados. ―Debido a que usted me lo dijo, por supuesto. 

 

MinHo negó. ―No, no lo hice. 

 

―No tengo porque responder a sus preguntas irracionales, señor Choi. Acusar a un miembro de la junta de chantaje es suficiente para que te despidan. 

 

TaeMin miró con los ojos muy abiertos como MinHo se irguió, caminando a través de la alfombra de felpa y parándose justo en frente del señor Lee. TaeMin se mordió la uña del pulgar, preguntándose lo malas que estaban a punto de ponerse las cosas en la oficina de MinHo. 

 

Esperaba que MinHo le diera al hombre una patada en su culo. 

 

―¿Se me olvidó mencionar que tengo cámaras de seguridad instaladas en la oficina exterior para poder ver el rendimiento de mis empleados? 

 

¿En serio? 

 

TaeMin tragó saliva y se devanó los sesos tratando de pensar si había hecho algo malo en los últimos tiempos. Pero vio al señor Lee pálido, y eso no podía ser bueno. 

 

―¿En serio? ―preguntó el Sr. Lee, su voz tambaleante. 

 

MinHo asintió. ―¿Qué cree que voy a ver cuando reproduzca el de vídeo, Sr. Lee? 

 

El Director General parecía muy nervioso. Esta era la primera vez que TaeMin lo había visto realmente asustado. Habría sentido lástima por el hombre si no hubiera sido el que lo estaba chantajeando. 

 

―Sólo quiero saber por qué ―preguntó MinHo. 

 

La tez pálida del Sr. Lee enrojeció cuando le frunció el ceño a MinHo. ―Porque sé lo de ese perverso e-mail ―le espetó―. ¡Deberías haberlo despedido! 

 

―¿Así que recurrió al chantaje? ―preguntó MinHo, sus ojos abiertos ligeramente. 

 

―El hombre está despedido, por lo que ya no importa. ― Oh, sí. TaeMin se había olvidado de ese pequeño detalle. 

 

―No, no lo está ―respondió MinHo―. Usted también ha violado política de la compañía en lo que se refiere a chantajes. Además de que es un motivo para ser detenido. Y TaeMin podría presentar una seria demanda. ― MinHo se volvió hacia TaeMin, pero la expresión de su rostro no era una sonrisa feliz. De hecho, francamente asustaba a TaeMin―. Pero le voy a decir qué. 

 

―¿Qué? ―El señor Lee preguntó su postura pomposa desapareciendo. 

 

―Ya que ambos han roto la política de la empresa, olvidaremos el asunto y no hablaremos más de él. 

 

―Trato ―dijo el Sr. Lee rápidamente. 

 

―Pero ―continuó MinHo―. TaeMin no será despedido. Y usted nos sacará fuera de su radar tanto a él como a mí. 

 

―¡Qué! ―El señor Lee chirrió. 

 

MinHo sonrió, y parecía diabólico como el infierno. Así que ¿por qué no darle otra oportunidad? ―Porque sé que no chantajeaba a TaeMin, porque pensara que era perverso. 

 

¿No lo hacía? 

 

―¿No lo hago? 

 

―No, lo chantajeaba porque está interesado. 

 

―¡Mentira! ―Gritó el señor de Lee. 

 

MinHo se encogió de hombros. ―Di lo que quieras. Sé la verdad, y así lo pensaran todos los demás, si TaeMin tiene algún problema más con usted, si una palabra de esto se filtra. Ahora, ¿sería usted tan amable de salir de mi oficina? Tengo un sub al que castigar. 

 

TaeMin se volvió en su silla y se sentó, confuso y eufórico al mismo tiempo. MinHo seguía considerándolo su sub. Eso era bueno, pero no estaba seguro de que el castigo lo fuera. Había ido demasiado lejos esta vez. 

 

―Puedes ―el Director General se lamió los labios, los ojos acariciando a TaeMin―. ¿Puedes compartir? 

 

―¡Por supuesto que no! ―Gritó TaeMin antes de poder contenerse. 

 

MinHo hizo una mueca. ―Tiene su respuesta. 

 

El Sr. Lee asintió y salió de la oficina de MinHo. TaeMin quería danzar alrededor de la oficina de MinHo, era tan feliz. Su chantajista había desaparecido. 

 

TaeMin miró a MinHo, asombrado por el hombre. ―¿Usted tiene cámaras colocadas en la oficina? ¿Por qué no pilló al Sr. Lee la primera vez? ¿Por qué esperar tanto? 

 

MinHo hizo una mueca. ―Mentí. 

 

La mandíbula de TaeMin cayó. ―¿Mintió? 

 

Los hombros de TaeMin se movieron debajo de la blanca e inmaculada camisa cuando se encogió de hombros. ―Tenía que decir algo, TaeMin. Podía ver la forma en la que te miraba, y sabía que te quería, pero- 

 

―Pero le pertenezco ―dijo TaeMin esperanzadoramente. 

 

MinHo sonrió. ―Sí, lo sabes. Tú eres mi sub, y nadie puede meterse contigo, excepto yo. 

 

TaeMin sintió que sus rodillas flaqueaban cuando MinHo se acercó. Cuando se agachó y cogió un puñado de su pelo, TaeMin gimió. Lo necesitaba tan malamente, y no era sólo por el sexo, a pesar de que era fantásticamente follado. Necesitaba la fuerza inherente de MinHo, su control. Necesitaba sentir que MinHo lo quería a pesar de sus cagadas, porque eran un montón de ellas. 

 

―Amo ―le susurró TaeMin, rogando, suplicándole con la mirada. 

 

―Te voy a mantener, TaeMin. ― MinHo apretó su agarre en el pelo de TaeMin, tirando de su cabeza hacia atrás aún más lejos―. ¿Lo entiendes, mascota? 

 

TaeMin rápidamente cayó de rodillas, asumiendo la posición de reposo. ―Sí, Amo. ―Estaría de acuerdo en todo si MinHo realmente quería decir que nunca iba a dejarlo ir―. Gracias, Amo. 

 

MinHo liberó de repente el pelo de TaeMin y se puso en cuclillas frente a de él. Agarró TaeMin por la barbilla y levantó su cara. ―¿Es esto lo que deseas, TaeMin? ¿Ser mío para siempre? 

 

―Sí, Amo ―le susurró TaeMin. Podía sentir las lágrimas picando en las comisuras de sus ojos cuando las manos de MinHo se deslizaron más allá de su barbilla hasta la suave curva de su desnudo cuello. 

 

―Vas a tener que usar mi collar, TaeMin. ― MinHo acarició con su pulgar la garganta de TaeMin―. Eso significará que eres mío. Tienes que entender lo que eso significa. 

 

TaeMin sonrió a través de las lágrimas que obstruían su garganta. ―Eso significa que va a tenerme como su mascota, ya que se está enamorando de mí. Soy su perfecto sub. 

 

Los ojos de MinHo recorrieron la cara TaeMin por un momento, y luego el hombre se rio entre dientes, sus labios extendiéndose en una amplia sonrisa. ―Vándalo ―dijo MinHo, levantó a TaeMin, y lo colocó sobre la mesa bien pulida―. Vas a ser castigado por eso, mascota. 

 

―Sí, Amo. ¡Oh dioses, sí, por favor! 

 

TaeMin gimió cuando sintió las manos de MinHo pasando por su culo, apretando en todos los lugares correctos. TaeMin jadeaba, su pierna atrapada cuando trataba de abrirse para su amo. MinHo le dio un manotazo en el culo, luego molió su polla cubierta de tela sobre el culo TaeMin. 

 

―Vas a hacer las maletas y venirte a vivir conmigo, TaeMin. Necesitas más formación, como originalmente sospeché. Eres demasiado malcriado. Tienes de plazo hasta este fin de semana para recoger todas sus cosas y mudarte. Sin embargo, pasarás las noches conmigo hasta entonces. 

 

TaeMin se derritió contra el escritorio cuando MinHo le concedió su sueño más salvaje. ―¡Sí, señor! 

 

MinHo se rio entre dientes mientras le bajaba los pantalones y sacaba el tapón anal del culo. TaeMin escuchó la pequeña rotura de un papel. Con una rápida mirada por encima del hombro vio que MinHo estaba poniéndose un condón en su duro pene. 

 

―¿Lo tomo como un sí? 

 

―Diablos, sí ―exclamó TaeMin ―. Señor. 

 

Arañó el escritorio cuando MinHo colocó su polla en su ansioso orificio. Oh, sí, esto es lo que se había estado perdiendo todas las mañana. Un hombre podría acostumbrarme a esto muy rápidamente. 

 

MinHo agarró las caderas TaeMin, empujándose con más fuerza en TaeMin, después se acercó, y le susurró al oído. ―Pero no puedes gritar o correrte hasta este fin de semana. 

 

‘¡Mierda!’ 

 

MinHo se rio entre dientes y luego gimió cuando su polla latía apretadamente en ese culo. TaeMin no iba a hacer pucheros porque sabía que iba a pasar el resto de sus días con MinHo, aprendería a ser el mejor sub que su amo deseara y, sería bien follado a lo largo del camino.

 

 

 

 

 

 

 

 

FIN. 


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