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Soulmate por Blacky_Swann

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Era la primera vez, que JiMin arreglaba su cuarto con tanto esmero y tan rápido como podía. En toda su vida. Ni siquiera en Busan se había acomedido tanto en limpiar y recoger su habitación; algo que, obviamente, tenía sorprendidos a los señores Park. Luego de salir del estupor en que su hijo la dejó en la cocina, subió alarmada al escuchar tanto revuelo en la planta alta, asomándose a la pieza de su pequeño, notando como este corría de un lado a otro, recogiendo la ropa sucia que tapizaba el suelo y colocarla en la cesta correspondiente, así como tendiendo la cama y escombrando su escritorio. En cuanto su esposo llegó a casa, preguntó también por el alboroto que causaba su hijo en el piso superior. —Está limpiando su cuarto —murmuró al señor Park en cuanto miró a su esposa con la pregunta por todo su rostro.


— ¿Minnie? ¿Qué es eso de que va a venir un... amigo esta tarde? —preguntó su madre, tomando un poco de carne, sonriendo ante la expresión de sorpresa de su esposo y las mejillas coloradas de su pequeño. El hombre solo paseaba la mirada entre su hijo y su esposa, esperando a que alguien terminara de explicarle las sorpresas de ese día. Por un momento, el señor Park dejó los palillos por la paz, estirando un brazo, para poder despeinar un poco el cabello de su hijo, regalándole una sonrisa al momento en que sus ojos se encontraron.


—Un niño me ayudó —comenzó su relato, dejando también su comida, y recargando la espalda en el respaldo de su silla, —mamá me mandó al supermercado a comprar cosas para la comida, y yo... me perdí... y terminé llorando en la calle —confesó, con las mejillas ardiendo y apenas un hilo de voz ante la pena. Ni siquiera notó la mirada de reproche que su padre le lanzó a su madre por dejarlo ir solo, aun sabiendo que Minnie no sabía ubicarse por sí solo. —Hasta que un niño me encontró —una sonrisita se esbozó en su rostro, comenzando a balancear los pies; —y me ayudó a llegar al supermercado. ¡Ya puedo ir yo solito a comprar las cosas que necesite mamá! —sus padres sonrieron ante el repentino ataque de energía de su hijo. —Platicamos mucho... y ahora somos amigos... mi primer amigo aquí —su voz volvió a bajar, ensanchando su sonrisa, haciendo que sus mejillas se abultaran y achicaran sus ojos.


Sin embargo, había algo que ni loco le confesaba a sus padres: aquel niño no solo era su primer amigo en aquella ciudad, también era... es su alma gemela. Inconscientemente acarició su brazo, mordiendo un poco su labio, y sintiendo de nueva cuenta ese calorcito extenderse por su brazo hasta llegar a su pecho. Ni siquiera notó las miradas ilusionadas de sus padres; o los miles de planes que ambos adultos hacían para cuando el misterioso amigo de Mimi llegara. El niño sacudió su cabeza, regresando al presente y concentrándose en terminar su almuerzo. Al terminar de comer, como todos los días, ayudó a sus padres a levantar los platos sucios para llevarlos a la cocina y dejarlos en la barra esperando a ser lavados.


Limpió la mesa y guardó todo lo que ya no se iba a usar, y corrió escaleras arriba a lavarse los dientes. Siguió acomodando su habitación, antes de bajar corriendo nuevamente, para pedirle a su madre, con los mejores ojos de cachorrito desahuciado que tenía, que preparara unos cuantos bocadillos para Jin y él. Acomodó un par de cobijas en el piso, y tiró unas cuantas almohadas y peluches enormes que tenía; le pidió a su padre prestada la pequeña televisión que tenían en su habitación, para poder conectar su consola de videojuegos, y luego le pidió ayuda para conectarla. Incluso se dio una ducha rápida, a punto de caerse al ponerse los pantalones, luego de que el timbre de la casa sonara.


Con el cabello aun escurriendo un poco, bajó las escaleras tan rápido como pudo, recibiendo un regaño de su madre, y una risita de parte del castaño que seguía en la entrada, poniéndose las pantuflas que la señora Park le había ofrecido. — ¡Hola! —exclamó JiMin, sonriendo radiante.


—Hola, JiMin —respondió SeokJin, acercándose a él con una sonrisa.


Ambos niños se quedaron de pie, uno frente al otro, sintiendo esas cosquillas en el estómago y el calorcito en sus cuerpos. Hasta que la fuerte voz del señor Park retumbó por la sala. — ¡Vaya! Así que tú eres el amigo del que nos habló nuestro Mimi —los ojos del menor se abrieron de par en par ante el mote cariñoso por el que sus padres solían llamarlo. —Pero nunca nos dio un nombre —entre risas, el señor palmeó un poco la espalda del menor. JiMin rogaba a todos los dioses porque la tierra se lo tragara en ese instante.


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