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Por ellos. por NNK

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Capítulo IV: 7 de Julio 2018

 

No debe preocuparse, Daniel está estable.

Está en coma.

Pero, está estable y vivo, ante un accidente que pudo costarle la vida.

Sentía su cuerpo caer, movió sus brazos intentando encontrar algo a lo cual agarrarse para detener su caída, gritó, pero tenía la impresión de que la velocidad en la que caía era mucho más fuerte que la del sonido, porque nunca escucho su voz. La voz de sus hermanos mayores, le confirmó lo que había conversado con aquella persona, podría ver a Adriel una vez más y tal vez cambiar su destino.

Tu nombre será Mauricio Alone.

Fue lo último que escucho antes de caer desmayado, pronto sintió que su mente recibía nuevos recuerdos, todos ellos tenían a un Adriel en diversas etapas de su vida desde sus cinco a sus diecinueve años. No eran amigos estrechos, pero en esa mirada sabía que no importara la situación Adriel confiaba ciegamente en él. Sintió su cuerpo ser azotado contra el suelo, sintiendo una punzada apoderarse de todo su cuerpo, se quedó allí, quieto, tratando de recuperar el oxígeno que había quedado atrapado en sus pulmones a causa del golpe secó que recibió.

Abrió sus ojos, sintiendo como sus ojos se secaban producto del sol, mientras respiraba profundamente para sentirse vivo nuevamente, cerró sus ojos, mientras llevaba una mano a su frente, parpadeo varias veces haciendo que su vista se aclarara un poco más, observo para ambos lados reconociendo el lugar, se sentó en el suelo, aun sintiéndose adolorido. Necesitaba saber donde estaba, para poder encontrar a Adriel.

Se observo a sí mismo buscando algo anormal, se tocó la cara encontrando una gafas sin aumento, las retiró, recordando lo que había dicho esa persona sobre encontrarse con su yo del pasado, miró su mano viendo un reloj con sangre que anunciaba un año desde ese momento. Respiro profundamente, calmando ese dolor en la sien que se le había formado a causa de la intromisión de recuerdos. Ahora solo necesitaba una cosa, encontrar a Adriel. Se concentró en el lugar unos segundos, los cuales fueron suficiente para reconocer el cementerio donde se habían despedido de su amigo.

Se incorporó y comenzó a buscar a su amigo a paso apresurado, el lugar favorito de Adriel era el cementerio en el cual estaba enterrado su padre hace aproximadamente dos años desde ahora, si conocía a Adriel debería estar en un lugar cerca del baño. Llegó a la entrada y sonrió al reconocer la bicicleta estacionada de Adriel en aquella época, estaba cerca, solo necesitaba un poco más de paciencia y podría encontrarlo.

Camino hacia el fondo del cementerio, observando las tumbas decoradas y algún que otro familiar que las decoraba, se detuvo entremedio de un claro, preocupado al ver que Adriel estaba acostado encima de la tumba de su padre, usando su mochila de almohada, parecía que dormía, pero no estaba seguro. Avanzó con cuidado, pisando un charco de agua, se miró en él, sintiendo miedo de que Adriel lo reconociera como Daniel en vez de Mauricio. Negó con la cabeza no tenía tiempo para temer, su deseo de ver a Adriel una vez más a los ojos era más fuerte, se acercó y se agacho a su lado, suspirando aliviado al ver que solo se encontraba durmiendo.

¿Cuánto tiempo llevaba durmiendo? ¿Qué día era hoy? Llevaba la mochila de la universidad y los restos de su desayuno estaban a su lado, tomó la pequeña caja de leche, estaba casi llena y el paquete de galletas en igualdad de condiciones. En definitiva no había desayunado, llevó sus manos a su cuerpo y lo zarandeó con cuidado, no quería hacerle daño, pero necesitaba con urgencia ver esos ojos marrones con destellos verdes.

—Cinco…minutos—pidió Adriel, durmiendo, mientras pasaba su lengua por los labios. —Mamá…yo voy—murmuró sin sentido.

Mauricio sonrió, había extrañado las veces en las que Adriel hablaba dormido.

—Adriel, vamos reacciona—pidió en tono desesperado, lo escucho quejarse antes de observar con atención, como esos ojos se abrían, mirándole confundido.

Una ola de felicidad invadió el corazón de Mauricio al ver esos destellos verdes brillar con la luz del sol en los ojos marrones de Adriel, pero ese sentimiento combatía fuertemente con el miedo de que su amigo pudiera reconocerlo.

—Mau… ¿Mauricio?—le nombró. Sus ojos se abrieron mostrando una mueca de alegría y enojo al verlo.

Mauricio pensó seriamente en que lo golpearía, pero sentir que Adriel lo abrazaba como si lo extrañara de toda una vida, le sorprendió mucho, le correspondió muy confundido y hasta pensó que era un sueño que duraría una fracción de segundos. Pero, todos sus pensamientos fueron interrumpidos cuando el tono de llamada del celular de Adriel, llamó la atención de ambos, pero su amigo no contestó.

Se concentró en esos ojos marrones con destellos verdes, sus párpados estaban algo hinchados y su mirada mostraba una tristeza profunda. No recordaba que la mirada de Adriel en aquella época fuera de esta manera, pero es que Adriel no le miro directamente a los ojos hasta después de dos años. Y cuando volvió a hacerlo su mirada era neutra y no mostraba expresión alguna.

— ¿Por qué estás triste, Adriel?—preguntó preocupado, anteriormente no había podido ayudarlo, pero ahora trataría de hacer todo por conseguir que sus días fueran un poco más alegres.

—Yo no quería ser el del corazón roto, pero lo fui—respondió con una sonrisa, que solo intensificó el dolor que sentía—Pero, voy a estar bien, siempre lo estoy.

—Fingiendo estar bien y minimizando tus problemas—comentó Mauricio como un regaño, que le hizo arrepentirse al ver la sonrisa fingida que le dedicó Adriel.

—Necesito ir al baño antes de irme a la universidad—comentó Adriel, fingiendo ver la hora de su reloj, para luego tomar su mochila.

—Te acompaño—se ofreció Mauricio, siguiéndole.

—Mejor vete a casa, mi madre estará feliz de verte—le aconsejo, adelantándose para perderlo de vista.

—Prefiero ir contigo, me aburriré en casa esperándote—confesó con una sonrisa, poniéndose en frente suyo—Hoy voy a ser tu muro de los lamentos y no me quejaré de ningún comentario ofensivo—se ofreció, sorprendiendo a Adriel.

Mauricio espero paciente una respuesta, una vez más el miedo lo invadió cuando Adriel lo miró de forma inquisitiva, tal vez le recordaba a alguien. Mordió su lengua, al reconocer el error que había cometido, la frase dicha, solo era un secreto entre Alejandro y Felipe, usualmente el no la ocupaba, de hecho era primera vez que lo hacía.

—Haz lo que quieras, pero no te quejes luego, que no me voy a arrepentir de nada—le advirtió antes de dirigirse hacia el baño.

Mauricio sonrió viendo como su amigo desaparecía dentro del baño, sabía perfectamente lo que esa frase significaba y por primera vez estaba dispuesto a morderse la lengua para escuchar la voz de Adriel una vez más. Levantó su mirada al cielo, respirando profundamente, repasó los pasos que debía seguir según las indicaciones de esa persona, ahora necesitaría encontrar a esa persona en la cual podría confiar ciegamente y aquella persona estaba en la universidad a tres horas de impartir su clase sobre Criminalista nivel 1.

Su cuerpo se tensó al sentir una presencia conocida a su lado, observo de reojo como una persona completamente de negro pasaba directo al baño, sus ojos se abrieron sorprendidos al reconocer a Alejandro, fueron solo dos minutos de silencio antes de escuchar como Adriel gritaba y salía del baño siendo arrastrado por el otro a través de la mochila. Fue una escena muy vergonzosa de ver y estuvo dispuesto a salir huyendo de la ira sin sentido de Alejandro, pero los gritos de su amigo fueron mayores.

— ¡Mauricio, sálvame!—exclamó, pidiendo su ayuda— ¡Suéltame! ¡No quiero ir a clases, no quiero!—le gritó a Alejandro, mientras intentaba zafarse de su mochila, pero su amigo fue más rápido y le tomó el brazo, haciendo que suspirara frustrado.

—Se que no quieres verlo y lo entiendo, pero no puedes faltar a esa clase en especifico—le recordó Alejandro con paciencia, mientras Adriel le miraba molesto—No me mires así, conmigo no. —le advirtió, viendo que alguien se interponía entre su amigo y él. — ¿Quién eres?

Mauricio se plantó en frente de ambos, temiendo más por su propia seguridad que por la de Adriel, en sus diez años de amistad con esos dos, había aprendido que cuando ellos peleaban era mejor correr lo más lejos posible y no acercarse hasta que ellos reían a carcajada limpia. Los ojos marrones de Alejandro eran humildes y se notaba que había sufrido demasiado. Su gestó de enfado no había cambiado, sus ojos se oscurecían y su rostro mostraba una frialdad absoluta.

Sabía que no debía estar allí, pero se sentía culpable, Adriel estaba en esa posición porque no quería verlo, siendo más específico a Adriel le dolía verlo con David. Conocía que en un futuro podría verlos nuevamente a los ojos y desearles felicidad, pero en ese momento, estaba siendo egoísta para protegerse y estaba en todo su derecho. Quería apoyarlo, pero Alejandro tenía razón, ambos entendían su dolor, pero debían empujarlo a vivir una vida lo más normal posible, aunque fueran fríos con él.

—Soy Mauricio, primo de Adriel—dio a conocer, saboreando aquellas palabras que le daban la seguridad de que estaría junto a Adriel un año completo. —Suéltalo.

—Si lo suelto escapara y debe ir a clases—respondió, presionando el brazo de su amigo con firmeza.

—El va a ir a clases, acompañado por mí. —le hizo saber un poco enrabiado. Estaba enfadado por ese carácter sobreprotector de Alejandro y aun cuando lo entendía. De todos modos, sentía nervios al enfrentarse a él.

—Voy a ir con ustedes, te guste o no—le reclamó Alejandro a Mauricio, sintiéndose molesto al ver la pequeña sonrisa de burla que se formó en los labios de Adriel al ver sus signos de derrota.

—No me interesa, devuélvele el brazo—enfatizó Mauricio.

Observo que Adriel hacía una expresión de alivio, mientras escondía su brazo de la mirada de ambos,  tomó su otro brazo y lo empujó en dirección al estacionamiento en cuanto Alejandro se movió, mientras rodaba sus ojos, molesto. Sonrió al reconocer el auto de su amigo Sergio, había olvidado que Alejandro en esa época siempre acudía a Sergio, cuando se trataba de locomoción rápida.

—Oye me dijiste que solo Adriel ¿Quién es este?—preguntó algo receloso al ver que abría la puerta del auto.

—Deja de decir estupideces y solo llévanos a todos a la universidad—le reclamó de mal humor, asustando más a Mauricio y Sergio, que a Adriel. —Es el niñero de Adriel ¿Qué estupidez hiciste ahora? No me interesa, te acusare al profesor de todas maneras. —le advirtió a Adriel con rabia.

Mauricio se acomodó al lado de Adriel en el asiento del auto, lo observo de reojo, viendo que Adriel rodaba sus ojos, pidiendo paciencia. Prefirió guardar silencio y esperar a que ambos se reconciliaran lo más pronto posible. De camino a la universidad, mientras observaba la carretera y el zumbido débil pero constante de los audífonos de Adriel, pensó en la mejor manera de presentarse a su profesor sin llamar la atención de todos sus conocidos.

En su memoria sabía que tanto el seis y siete de julio del año 2018, fueron los días más incómodos y felices de su vida, estaba feliz por ser el novio de David, pero el deseo de ver los ojos de Adriel lo incomodaban tremendamente y aun cuando no lo quisiera admitir, en el fondo de su ser, agradeció que Adriel se volviera frió y burlón con su relación, mientras no le miraba a sus ojos.

Suspiro, ahora solo le quedaba encontrar a su profesor, para que le ayudara a cuidar de Adriel el año completo.

Notas finales:

Gracias a todos por llegar hasta aqui. Nos vemos en la siguiente publicación.


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