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Amor entre rejas por AGR

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Notas del fanfic:

Informo a los presentes que cada personaje que se menciona en este fic no fueron creados por mí, en cuanto a la historia que se desarrolla en este fic, es original y fue escrito por mí persona.

-AGR-

Para recordar solo tengo que cerrar los ojos y los recuerdos se acumulan en destellantes capítulos de lo que hemos vivido. Aprendí a tener miedo a la oscuridad, pero le temo más al ser humano, que con su vestimenta fina y su cuerpo bañado en aromas de mentiras, logran atemorizar a cientos de hombres, los fieles seguidores son los peones que preparan el camino de la denigración; se vuelven bestias, víctimas y la mayoría difuntos.

Tenía tan solo veinte años de edad cuando todo en mi vida cambió, el giro fue inesperado al enfrentarme con un panorama del cual aún quema mis entrañas. La encontré llorando semidesnuda en un rincón de la cama, su delgado cuerpo mostraba la evidencia de la brutalidad con que fue sometida, la sangre seca entre sus piernas y las sabanas, le habían robado la hermosa sonrisa y yo solo deseaba venganza, pero ella no quiso hablar, prefirió guardar su dolor en un amargo silencio y llanto.

La convivencia entre nosotros era de ausencias, no importaba cuanto hiciera para ayudarla salir de aquel estado, pero no fue suficiente. Al llegar a nuestro departamento la encontré sin vida, en sus manos aún tibias un papel donde escribió una sola palabra.

Grité y lloré como jamás pensé hacerlo, la abracé pidiendo perdón por no haber estado con ella y protegerla. Siempre me caractericé como un hombre alegre y activo, pero hay circunstancias que obliga a un hombre volverse ciego a la realidad, porque el dolor es tan profundo que solo deseas arrancarlo del alma.

Ya para ese entonces nada me importaba, solo recuerdo haber corrido entre los transeúntes, la ira, los recuerdos se repetían continuamente, me nublaron por completo. Esperé a que abriera la puerta y él mostraba aquella sonrisa jovial y su dulce mirada, pero por dentro era un monstruo que robó los sueños de quien amaba y mi felicidad.

—Aioria, ¡maldito!

— ¿Quién te crees?

Silencié sus palabras al accionar el arma, lo ejecuté, tuve la venganza de Sahori y la mía. Los gritos de los vecinos me aturdían, pero era comprensible que estuvieran en un estado de conmoción al ver a un hombre con la ropa llena de sangre, un arma en sus manos y un sujeto tendido en el suelo. Tenía presente lo que había hecho, él debía de pagar su barbarie.

Llamé en aquel entonces a Saga con el fin de que se hiciera cargo del sepelio de mi amada y desde aquel momento todo pasó tan rápido que no me había dado cuenta de que la policía me estaba sometiendo y esposando mis muñecas que no dejaban de temblar, recibí insultos por parte de la autoridad que me sacaba a empujones de los condominios.

Las culpas de inmediato recayeron en mí persona, siendo sentenciado por la condena más alta en aquel entonces. Fue cuando comprendí que empezaría una nueva vida y muy distinta a la que solía tener; los guardas me llevaron a una celda provisional en la que pasé tres días sin probar alimento, hasta que me llevaron a la cárcel donde pugnaría el crimen que había cometido.

No estaba acostumbrado al maltrato tanto verbal como físico y eso solo provocó la ira de los custodios cuando luchaba por soltarme ante el proceder agresivo que estaban utilizando en mi contra, no comprendía esa actitud, ¿cómo podían tratar de esa forma a un ser humano?, pero me golpearon tanto hasta que perdí el conocimiento.

Desperté horas después del suceso con los hombres uniformados que iban y venían, se podían escuchar unos gritos de súplica provenientes en una de las celdas del pabellón donde me encontraba. Aún esos gritos desesperados los puedo escuchar, como otros, palabras cubiertas de sangre, lágrimas y dolor.

—Por piedad, no me lleven.

—Eso no lo decide usted, así que camina maldita rata.

La incógnita de lo que sucedía en ese lugar no se hizo esperar, los guardias irrumpieron a la celda donde me encontraba. Uno de ellos me sujetó el cabello con fuerza golpeando repetidas veces mi cabeza en los barrotes, el hilo de sangre ya comenzaba a deslizarse, podía saborearla.

Pronto el dolor de cabeza se presentó, mientras que era arrastrado por dos oficiales que me adentraron a empujones al cajón de una patrulla dónde suelen transportar a los criminales hasta la cárcel cual muchos temían llegar por sus terribles historias contadas por aquellos sobrevivientes al infierno.

El viaje fue largo y se hacía más pesado por el calor tan intenso, como la incomodidad de mantener las muñecas y tobillos atados, éramos como ganados que se llevan al matadero.

A eso de las diez de la noche llegamos a lo que sería nuestro nuevo hogar. Muchos de los presos se rehusaban a bajar. De seguro ya sabían el terrible lugar que resultaba ser aquella edificación de concreto ya deteriorado y cubierta de hombres uniformados con armas siempre apuntando a la cabeza de algún reo.

Me liberaron de las ataduras al llegar a la que sería mi celda por largos años, recibí como bienvenida un empujón donde me estrellé con una espuma vieja y maloliente y así comenzó una azotina con esa vara de hierro por todo mi cuerpo. Solo intentaba protegerme la cabeza, hasta que ese sujeto se detuvo dejando en claro lo que sería mi estadía en la prisión.

No fui el único en recibir esa bienvenida, uno de los presos logró marcar el rostro del guarda que antes se había deleitado golpeándome, pero pronto quedó todo en silencio, no quiero ni recordar lo que esos hombres le hicieron.

No había forma de conciliar el sueño, el dolor y las heridas sangrando, el estómago comprimido por el hambre, pero tenía la esperanza de que al amanecer todo sería distinto, para ello debía aprender las reglas del lugar y evitar a toda costa a los guardas y sus varas de hierro.

—Seiya, el pobre está herido.

—Sahori, no podemos tenerlo en casa.

—Será mientras se cure, no podemos dejarle morir.

— ¿Por qué, nunca te puedo decir que no?

—Por qué, me amas.

Los momentos compartidos, unas veces eran buenos y otras no tanto, sus celos siempre resultaban ser un problema, siempre me tiraba un conejo de peluche, el primer regalo que le di, como sufrió cuando el inocente perro de mi mejor amigo se lo destruyó, pero después de gritarme me tiraba al suelo para montarse sobre mis caderas y llenarme de besos. Podrán pasar miles de años y me seguirá doliendo, la amaré más allá de mi muerte.

La noche era fría y no podía dejar de tiritar de frío, pero soñé con Sahori, esa amarga noche la sentí en mis brazos, acurrucada y el aroma de lavanda de sus cabellos calmando mi propio dolor. Su imagen se me proyectaba y hasta le hice el amor, pero al final de todo mis brazos estaban vacíos, solo era producto de una remembranza que no se haría nunca más realidad.

— ¡Despierta!, que este no es un hotel de siete estrellas.

— ¿No escuchaste, animal rastrero?

Un fuerte latigazo en mi costado izquierdo, me obligó a incorporarme, tenía la intención de golpear a quién me alejaba de ese tranquilizador sueño, pero solo conseguí un severo castigo al punto de vomitarme. Eso bastó para que ellos se sintieran satisfechos y de esa forma dejarme en paz.

Me llevaron hasta el patio dónde suelen sacar a los reos por un par de horas, según ellos “para que no se mueran de aburrimiento”. Como si fuera una bolsa de basura me lanzó contra la arenosa tierra y se ciñeron marcando el látigo en mi espalda, comprendí en ese momento que esos hombres desalmados con vestimentas de autoridad, eran la justicia ciega de una corrupta parte de la sociedad que nos dirige.

—Bienvenido a su peor pesadilla.

Encontré un rincón y de ahí no me moví, podía ver las miradas perdidas de los hombres, sus cuerpos esqueléticos que danzaban de un lado a otro por el corto terreno cercado por muros y arriba de estos decorado por alambres de púas que rodeaban toda la edificación. Se podía ver pequeños grupos de hombres que nos señalaban, por lo que sabía buscaban a los novatos para que fueran las putas, eso lo había escuchado de uno de los prisioneros, yo solo esperaba sobrevivir a ese día.

Un hombre intentó robarle a otro un pedazo de pan lleno de moho, era notorio el hambre que tenía y no le culpo así estaba yo, pero su hazaña de robar ese trozo le costó costillas rotas gracias a uno de los guardas, él otro hombre igual recibió parte de ese tratamiento, pero lo más triste era ver como quitaba el polvo al descompuesto pan y le hablaba a este.

El razonamiento no existe en un lugar así, la locura resulta ser lo mejor para olvidarse cuan terrible puede ser cumplir una condena de la forma más intimidante. El sonido de una alarma, era el aviso de que todos teníamos que hacer una larga fila para adentrarnos a nuestras celdas, pero para llegar a ese oscuro y hediondo hueco debías pasar por revisión.

Brazos y piernas separadas, un carcelero con guantes nos requisaba, no había rincón de nuestro cuerpo que no fuera explorado, terminado eso nos guiaban a golpes hasta el encierro. Uno de los guardas resultaba ser un cocinero y te lanzaba en el suelo una bolsa y dentro de ella arroz rancio, un trozo de pan añejo.

Abrí desesperado de hambre aquel paquete y al mismo instante vomité, el aroma era asqueroso, pero era todo lo que tenía para alimentarme. Me obligué a comer dando arcadas de asco cada que lograba bajar un poco de arroz.

No había letrina dentro de la celda, apenas tenías espacio para dar unos cuantos pasos en tan reducido lugar, así que amontoné el restante de arroz sobre el pan y en la bolsa defequé, con la lullida espuma me las ingeniaba para limpiarme rasgando partes de esta.

No puedo evitar no llorar ante tantos recuerdos, incluso hay días en que despierto gritando, sintiendo el dolor en mi cuerpo, no puedo dormir con la luz apagada. A veces te castigaban de forma injustificada, solo por el placer de ver a su semejante rendido e implorando piedad, pero eso solo alimentaba el ego de poder de los verdugos ejecutores, sabían que nadie se atrevería a imponerse a ellos y quien lo llegaba hacer sufriría las consecuencias por rebelarse a la autoridad que se debía de respetar como regla principal de ese presidio.

—Deberías descansar un poco, te haré un masaje, verás que todo saldrá bien.

—Podré descansar cuando me aprueben en el hospital. Con el salario de un mensajero no podremos vivir.

—Es verdad, pero he conseguido un trabajo. No es lo que he estudiado, pero tengo posibilidades de ascender en la empresa.

—Lo que me duele es que no te he llevado de luna de miel, pero te prometo tenerlas cuando me ingresen.

Los sueños y las esperanzas de una vida se fueron como la arena entre las manos cuando el mar reclama lo que es suyo. Solo te aferras a las plegarias cuando miras al cielo, en las noches cuando lograbas dormir pocas horas conseguías un poco de libertad anhelante.

Mi amada esposa parecía escucharme, porque cuando mi corazón se encontraba afligido, ella venía a mí, sus delgados dedos rizando mechones de mi cabello. Era lo que me mantenía cuerdo, hasta que los días comenzaron a pasar y las cosas en el penal comenzaban a volverse más escabrosas.

Las constantes inspecciones y los abusos por parte de los carceleros iban en aumento, se debía permanecer en alerta a cualquier ruido o mormullo que escucharas, era cansado, pero esa fue la vida que nos tocaba vivir a muchos. Claro está que varios no compartían la idea de ser tratados como bestias y conservaban su ideal.

Vi como un soñador cayó al suelo al recibir un golpe en la sien, no se movió, nadie lo hizo solo se podía elevar una plegaria por esa alma que al final encontró la libertad deseada. 

 

Notas finales:

¡Hola!

 

Me he ausentado por mucho tiempo, pero ahora volví con un nuevo proyecto el cual espero que sea del agrado de todos ustedes, que con los años me han seguido y siempre han dejado su mensaje de apoyo.

 

Aún no lo he terminado, pero estoy cerca de un final de este fic y así comenzar con otro que espero igual pueda terminar sin inconvenientes.

 

Este es un fic que tenía hace muchos años guardado en mi baúl de los recuerdos cuando comencé a publicar en este foro. Ahora me he decidido terminarlo y compartirlo con todos ustedes.

 

A decir verdad hay muchos más que no he sacado ni terminado, pero ya es hora de sacarlos.

Les dejo esta historia para que la sigan y si me tienen que dar de tomates y jalones de pelo igual responderé a ustedes sus mensajes como siempre lo hago.

Gracias a todos por el apoyo brindado.

Kisus pervertidos a todos y que disfruten de la lectura.

 


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