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Another Halloween Tale por VinsmokeDSil

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Notas del capitulo:

Actualizamos todo de golpe ajajjaaj

Muchas gracias a mi Lukkah!! Mil gracias por leerlo y tragarte mis ralladas e inseguridades con los fics, de verdad!! 

Aquí, a principios de diciembre, seguimos estando en Halloween. ¿Porqué? Pues porqué no jajajajaj

Éste es el último capítulo que tenía escrito, con lo que quiero decir que, a partir de ahora, el ritmo de publicación del fic será mucho más lento e irregular. La uni y el curro me absorben, lo lamento!! 

Y pasando al cap, en éste por fin se puede considerar que ya entramos en la acción de la trama. Los dos primeros capítulos fueron más introductorios, y éste ya entra en materia, por lo que espero que os guste éste cambio de ritmo!!

Sin más, ahí vamoos!! 

Dicen que he derramado sangre inocente… pero, ¿para qué sirve la sangre si no es para derramarse?

 

El joven médico no sabía qué estaba pasando. No se había dado cuenta que estaba alguien más con ellos, y menos una loca disfrazada de demonio –o de dragón, por las escamas que parecía haberse puesto en la piel –que le había atacado sin venir a cuento.

Kid lo miraba todo con los ojos como platos, justo al lado, sin saber qué hacer, medio paralizado.

Veía a una atractiva mujer vestida de demonio, con unas inmensas alas de murciélago en su espalda, extendidas, apretando con sus garras el cuello de su pareja. Éste intentaba librarse de ella con las manos, pero no parecía poder.

Una mirada. Una sola mirada de Law fue suficiente. Law le miraba, pidiéndole ayuda, casi suplicando. Ninguno de los dos sabía qué pasaba, pero sabían que estaban en peligro, fuera lo que fuera.

–¡Maldita zorra, aléjate de él! –bramó Kid antes de abalanzarse hacia Robin, en vano.

Robin solo dejó el brazo con el que sujetaba a Law estirado y giró la cara para coger a Kid por el mismo sitio, con la misma fuerza, sujetando a cada chico con cada mano, ahogándoles, jugando a dejar a pasar un poco de oxígeno por sus tráqueas.

–Espera a tu turno –dijo con furia helada, haciendo brillar aún más sus ojos violetas.

Aumentó un poco la fuerza en su cuello y lo sacudió, lanzándole varios metros hasta que el enorme cuerpo de Kid chocó contra una de las criptas, con un golpe seco y sin aliento. Se quedó medio atontado en el suelo.

¿Pero qué coño? ¿Quién es esa mujer?

–Primero quiero disfrutar de esta ricura… –murmuró Robin, relamiéndose los labios, mirando a Law con cierta lujuria, acercándole lentamente a ella.

–Su-suéltame… –consiguió articular Law, con la voz rasposa, mirándola a los ojos.

–No, no, cariño… aún no me has dicho qué deseas… –dijo con hambre, saboreando el miedo que conseguía captar de Law, igual que un ave de presa.

Incluso sus alas parecieron levantarse, como si fuera a alzar el vuelo, visiblemente emocionada.

Law, capaz de mantener la cabeza fría en situaciones extremas, dejó que su instinto actuara por él. Había desviado ligeramente sus ojos grises hacia las alas de Robin, dándose cuenta en ese momento que parecía haber estado hipnotizado por ella.

Seguiría mirando esos ojos morados si no fuera por el estímulo externo que significó su aleteo.

–¿Quién eres? –preguntó, con los ojos cerrados.

Robin pareció volver a emocionarse por eso. Se rió, con esa risa tan sensual que tenía. No era nada común que un humano consiguiera evadir su hipnosis una vez empezada.

–Eres fuerte… eso me gusta… –dijo ella, lamiendo su mejilla, lentamente, sintiendo el ligero temblor de Law. –Los deseos de los hombres fuertes son mis favoritos… siempre tienen ese toque amargo que adoro… –susurró en su oreja.

Kid había conseguido levantarse con cierta dificultad, avanzando hacia ellos, tambaleándose. Trafalgar justo estaba consciente, empezaba a perder la fuerza, con la poca cantidad de oxígeno que el demonio permitía que le llegara a los pulmones.

–Zorra, ¡te he dicho que le sueltes! –gritó, acercándose arrastrando los pies.

–Mi nombre es Robin o Asmodeo, no zorra, niño –dijo mirándole con furia, otra vez. No le gustaba para nada que la interrumpieran mientras se alimentaba. –Ahora, sé un buen chico y espera a tu turno si no quieres que me enfade.

Kid notó como si una pared invisible chocara contra él, tumbándole de nuevo en el suelo.

¿Qué está pasando? No entiendo nada. ¿Asmodeo? ¿Qué tiene que ver “Sobrenatural” con esto?

–¡Eustass! –intentó gritar Law, pero no llegó a nada más que un ligero chillido ahogado.

–¿Ese es su nombre? –fingió desconocimiento Robin. –Que varonil… pero antes, quiero probarte a ti, precioso. –dijo en tono seductor. –Vamos, niño de ojos grises, mírame… déjame saborearte…

Robin usó su voz cautivante, embriagando a Law con su hechizo para conseguir su objetivo.

El médico parecía resistirse. Parecía que abría los ojos y luego volviera a cerrarlos con fuerza.

¿Qué pasa? ¿Por qué no puedo resistirme? ¿Por qué quiero mirarla?

Por supuesto, a Robin no le pasó desapercibido ese detalle, como el joven intentaba resistirse a ella con todas sus fuerzas. Olfateó el cuello de Law, mordiendo su oreja, ronroneando.

–No sabes cómo me ponen los hombres difíciles… estás consiguiendo excitarme… pero ahora, abre los ojos –ordenó al final, doblegando la voluntad del chico que tenía atrapado entre sus garras.

Robin había aumentado la fuerza de su hechizo, haciendo que a Law le fuera prácticamente imposible seguir resistiéndose.

Lentamente, aún con algunos indicios de fuerza, acabó abriéndolos, uniendo su mirada gris a la morada del demonio.

–Ah, sí… así… –gimió Robin, al ver a Law obedecer, adentrándose en los rincones más ocultos de su mente, penetrando en su corazón sin dudarlo.

Law no pudo hacer más, completamente paralizado, notando al demonio adentrarse en su cabeza, viéndola presente en todos y cada uno de sus recuerdos, vivencias y sentimientos.

–Sal… –murmuró casi sin fuerzas, sintiéndose invadido a un nivel muy personal.

–No, esto es demasiado bueno cariño… –dijo ella, saboreando y observando cada cosa nueva que descubría de ese chiquillo, cada vivencia acompañada de diferentes sabores.

Se detuvo en un punto en concreto, observando al pelirrojo dentro de los recuerdos de Law.

–Vaya, vaya… ¿qué es ese sabor tan agridulce? –preguntó casi divertida.

El mismo Law podía ver lo que Robin veía.

–No lo hagas, por favor… –suplicó Law, sabiendo que Robin iba a observar su rincón más privado, más vulnerable.

–Oh, cariño, va a pasar. –le respondió ella, seductora. Olfateó un momento antes de seguir adentrándose. –Que delicia… chico eres delicioso… huele tan bien… más… quiero más…

La primera vez que lo vi.

Cuando le quise en silencio, completamente invisible para él.

Nuestro primer beso.

–Para… para, por favor, para… –Law tenía ganas de llorar. Todos sus momentos con Kid, todas sus vivencias, expuestas como una película ante ese maldito demonio.

–Tan dulce… como el caramelo… sabe a cereza, a fresas con nata, a licor de frutas… –seguía fantaseando Robin. –Oh. ¿Qué es ese toque picante? –volvió a gemir, casi como si ella misma sintiera lo que Law sintió en esos momentos.

Nuestra primera vez. Y la segunda, esa misma tarde.

Nuestros momentos de intimidad, nuestras charlas, nuestros secretos.

Todas esas semanas encerrados en nuestro apartamento, haciendo el amor en cada rincón que podíamos.

Robin se rió, morbosa.

–Ya entiendo por qué te gusta tanto… sabe moverse muy bien… –dijo con lujuria, casi con placer.

Siseó la lengua, intentando alargar el momento, como si fuera ella en vez de Law la que disfrutara de esos momentos. –El deseo carnal… ah, me encanta ese toque picante…

Su mirada pero, cambió un momento, con cierta curiosidad.

–¿Qué es eso tan amargo? Sabe a café… –se preguntó, adentrándose sin piedad.

Nuestra primera pelea.

La segunda.

La reconciliación.

Nuestra primera ruptura.

–Oh, chico… la tristeza que sale de ahí es muy amarga… –dijo ella, casi con pena, saliéndose un poco del papel que solía interpretar cuando trataba con humanos.

–Detente, por favor… –suplicó el chico.

–No –sentenció ella, yendo más lejos.

Te quiero.

Ya no es como antes.

No entiende que, para mí, mi trabajo es lo primero.

Me habla muy mal.

No puedo estar contigo si tengo que hacer horas para conseguir la plaza.

Dice que soy demasiado frío.

Cree que no le valoro, que me importa más el hospital que él.

Cada vez me habla peor.

Volvemos a cortar.

Te quiero.

¿Por qué solo me hablas bien cuando quieres sexo?

No pegamos.

–¿Es el mismo pelirrojo? Parece alguien completamente distinto… –dijo ella, muy extrañada.

En estos nuevos recuerdos, el pelirrojo siempre estaba de mal humor, ya no era cariñoso como antes, y si lo era, solo era cuando buscaba sexo. Parecía que siempre se enfadara con él, como si siempre quisiera dejarle mal.

–Para… –volvió a suplicar Law, sin fuerzas, sabiendo que no serviría de nada.

Volvemos.

Nos peleamos.

Cortamos.

Amargo. Cada vez más amargo, hasta el punto de empezar a ser desagradable a su lengua.

Volvemos.

Nos peleamos.

Cortamos.

Robin tardó menos de un segundo en entenderlo. Sus recuerdos están alterados por su perspectiva, por eso tienen ese ligero toque a quemado.

Pero ya estaba llegando a lo más profundo, a su auténtico deseo.

Volvemos.

Nos peleamos.

Cortamos.

–No lo hagas… –pedía Law.

–Aguanta un poco más, casi lo tengo… –dijo como si eso fuera un consuelo para el chico.

Volvemos.

Nos peleamos.

Cortamos.

Te quiero.

Robin casi sonrió con ilusión.

–Lo tengo… –dijo adentrándose más en la raíz de sus deseos.

Law ni siquiera contestó. Se sentía demasiado débil, expuesto, humillado. Y sin oxígeno en el cerebro.

Te quiero. Quiero entenderte. Quiero que nos llevemos bien, no quiero que nos peleemos más. Quiero que me comprendas.

Robin sonrió a Law casi con compasión. Aflojó el agarre de su cuello, dejando que respirara, pero manteniéndole cerca.

–Puedo cumplir tu deseo, pero hará falta de alguien más –le susurró de forma natural, acariciando su frente con mucho cariño.

Law estaba sin fuerzas, completamente incapaz de negarse o resistirse a nada. El hechizo de la voz de Robin había sido muy poderoso, y los efectos aún durarían un rato.

Abrazó al chico contra su pecho, sujetándolo con un brazo por los hombros mientras le acariciaba la cara con la otra mano.

–¡Te he dicho que le sueltes! –se lanzó Kid, con todo lo que pudo hacia ella, lo que no era mucho teniendo en cuenta que notaba que le había pasado un camión por encima.

Robin se giró hacia él a tiempo de sujetarle por el pelo y mantenerle cerca de ella, a una distancia prudencial para poder meterse dentro de su corazón antes que Kid llegara siquiera a tocarla.

Sostenía a Law con un brazo y sujetaba a Kid por el pelo con la otra mano, casi como si protegiera al moreno y amenazara al pelirrojo.

–Vamos a ver qué de real hay en lo que he visto –dijo en tono seco, mirando a Kid a los ojos, hipnotizándole sin perder tiempo.

Kid no pudo hacer nada contra Robin. Esta vez, la mujer usó toda su fuerza para meterse de lleno en sus recuerdos sin permitirle a Kid hacer nada, sin darle una mínima oportunidad de resistencia.

–Ghh… –balbuceó Kid, viéndose atrapado por esos ojos morados, demoliendo todo su interior a su paso.

Robin vio los mismos recuerdos que en Law, pero desde la otra perspectiva.

Amor a primera vista. Un amor romántico y salvaje que me hace desearle cada noche.

Adoración. Completa adoración por el chico de ojos grises y los tatuajes.

Law. Qué bien suena. Trafalgar Law. Es perfecto, como él.

Robin se dio cuenta que el pelirrojo se había fijado en el médico de mucho antes que llegaran a conocerse.

Killer me lo presenta. Tiene carácter, como yo. Me encanta. Me gusta todo de él.

Es listo, divertido, carismático, responsable y algo loco. Es perfecto.

Me gustas. Me gustas, Trafalgar. Me lanzo a besarle.

Robin no entendía nada. ¿Cómo habían pasado de lo que tenían al presente?

Su cuerpo me enloquece, es adictivo.

Le adoro. Adoro su forma de ser.

No sabes lo feliz que me hace que decidas compartir tus secretos conmigo, tus intimidades.

Te cuento todo. Te cuento mi vida, quiero que formes parte de ella, de todo lo que me asusta y lo que me encanta.

Robin siguió indagando, con más fuerza. El inicio fue igual en ambos, Robin veía a dos chicos salvajes enamorarse perdidamente el uno de todo. Pero ese no era su objetivo, no.

Kid ni siquiera podía hablar, el demonio estaba yendo con todo, aplastando su voluntad como una apisonadora.

Olfateó en el aire, volviendo a buscar ese ligero aroma a quemado que había notado en los recuerdos de Law, y que estaba segura que Kid también tendría. Lo tengo.

Es responsable… ¿o es adicto a su trabajo?

Le importa más su trabajo que yo.

Es frío. Ni siquiera me coge de la mano cuando vamos por la calle.

Ya sé que has conseguido graduarte antes de tiempo, no hace falta que alardees tanto.

¿Broma? Pues tienes el sentido del humor en el culo.

¿Por qué ya no me tocas? ¿Ya no te gusto?

Robin ladeó la cabeza.

–Lo mismo… ¿Pasaste de ver lo mejor de él a ver solo lo peor? Pobre niño orgulloso…

Kid la miró con furia. Si tuviera fuerzas, le arrancaría la cabeza por atreverse a hurgar en su intimidad más profunda, pero el hechizo de Robin le impedía hablar.

–Deja de intentar echarme, no servirá de nada –dijo de forma calmada, notando las intenciones de Kid.

Robin vuelve a ver todas esas discusiones, todas esas veces que cortaron y volvieron. La misma situación, con una perspectiva muy diferente. Lo que antes era culpa del pelirrojo, ahora es culpa del moreno.

Si no fuera un demonio experimentado, ella misma sentiría esa furia creciendo en su interior, ese sentimiento de abandono por parte de Law, esas ganas de querer tenerle a su lado y que nunca estuviera.

–Déjame alimentarme de tu deseo, y podré ayudaros –murmuró, de la misma forma que había hecho antes con Law.

Kid no podía hacer nada. Al final, dejó de resistirse y le dio paso a lo más profundo de su corazón, ahí donde se escondían sus miedos y sus deseos.

No me dejes. Por favor, no te vayas, te necesito. Te necesito, te necesito. Estoy perdidamente enamorado de ti, pero no sé cómo hacerlo.

Te quiero. Quiero entenderte. Quiero que nos llevemos bien, no quiero que nos peleemos más. Quiero que me comprendas.

Robin aspiró el aire y suspiró con la boca, apartando por fin la mirada de Kid, como si acabara de deleitarse con uno de los mejores manjares.

–Que exótico… un deseo compartido… es muy raro que me encuentre uno de esos… –murmuró, visiblemente complacida.

Volvió a mirar a Kid, con dulzura y lascivia.

–Permite que me alimente de vuestro deseo… –dijo antes de lanzarse a besarle.

Kid estaba demasiado aturdido como para hacer nada. No se esperaba para nada que ese ser, fuera lo que fuera, después de dejarle como a un muñeco empezara a besarle.

Mi primer beso con una tía… y ni siquiera sé lo que es.

Robin le besó con desesperación, buscando su lengua y jugando con la del chico, desesperada, anhelándolo. Igual que si llevara mucho tiempo deseándole, echándole de menos, buscando una muestra de cariño que por fin le había sido otorgada.

Las firmas de sus contratos siempre eran acorde a los deseos de los humanos.

–Muy bueno… –susurró cuando se separó de Kid, absorbiendo los últimos resquicios de su deseo –pero le falta algo… lo que lo complementa –dijo girando la cara, mirando a Law, aún apoyado en su pecho.

Dejó caer a Kid al suelo como si se tratara de un peso muerto.

–Él desea con pasión, amor y romanticismo… pero tú…

Robin tomó su cara con la otra mano, atrayéndole hacia ella, acercándolo a su rostro.

–Tú deseas de forma más calmada, con autonomía, apego y comprensión –murmuró antes de besarle de forma más delicada.

Movió sus labios encima de los de Law, con tranquilidad, como si tuviera todo el tiempo del mundo, degustando sus deseos por encima de su lengua, bebiendo de ellos, alimentándose de forma calmada.

Levantó la cabeza hacia el cielo cuando acabó con su manjar.

–La mezcla perfecta… –murmuró, soltando a Law y dejándole caer también al suelo, prácticamente inconsciente.

Law, al haber estado mayor tiempo bajo el hechizo de Robin, y encima mientras esta le ahogaba, era quien estaba peor de los dos, incapaz de hacer nada.

–Qué… qué coño nos has hecho… –preguntó Kid, desde el suelo, arrastrándose hacia Law.

Porque, por muy ciego espiritual que fuera Kid, había notado un martillazo en su pecho cuando ella le besó, un martillazo que se repitió cuando la mujer besó a Law. Al igual que pudo notar como se metía en su cabeza y rebuscaba por todos los lados.

Robin desplegó más sus alas, moviéndolas y elevándose un metro sobre el suelo.

–“Dos almas alejadas. Dos almas predestinadas. Dos almas encontradas, una criatura que ya las codicia. Vuestros oscuros deseos, satisfechos por un precio. Vuestro ser ciega vuestra visión, deberéis aprender a ver.

“Deseos compartidos, sentimientos compartidos, recuerdos distorsionados, cuerpos compartidos para mentes distantes: he aquí vuestros deseos cumplidos.

“Ambos cumpliréis cuando vuestro sol deje de impedir ver el suyo.

“Al amanecer acabará vuestro plazo para cumplir el contrato, o vuestras almas me pertenecerán para toda la eternidad. De vosotros depende vuestro destino. Dos almas. Dos cuerpos. Un final.

Al igual que en anteriores ocasiones, Robin habló con múltiples voces salidas de su garganta. Voces graves, voces agudas, voces adultas, infantiles, de hombre, de mujer, todas y cada una de ellas antinaturales.

Kid, que ya estaba al lado de Law, sujetándole contra él, miraba visiblemente alucinando al demonio que elevaba el vuelo.

–¿Que? ¡No he entendido nada! ¿A qué te refieres?

Su mente, teniendo en cuenta la de series de televisión que había visto, le permitía deducir que esa mujer era un demonio.

Y, si era eso, se había visto 15 temporadas de Sobrenatural como para saber que un beso significaba que habían firmado un contrato.

Pero Robin seguía alzando el vuelo, sin hacerle caso.

–¡OYE! Si vas a soltarme esa parrafada con voces raras, ¡al menos déjamelo por escrito! –gritó molesto.

Robin bajó un momento la mirada y le guiñó un ojo mientras le tiraba un beso. Kid notó un ligero escozor en su mano.

Bajó un momento la mirada para observar un papel ardiendo, como parecía formarse de la nada, escrito con una perfecta caligrafía lo que Robin acababa de decirle.

–¡Gracias! –dijo de forma algo irónica, señalando el papel.

Robin sonrió con pena, mirándole desde lo alto.

–No me las des, no te va a gustar. –dijo en voz alta para que le oyera.

Kid la miró con algo de miedo, dándose cuenta de la realidad de la situación. Mierda. Hemos hecho un trato con un demonio. Esto no es bueno.

Law, en sus brazos, empezó a gritar, abrazándose a sí mismo y retorciéndose sin parar.

–¡Trafalgar! –gritó Kid, asustado al ver el repentino estado de su pareja.

–Ya empieza… –susurró Robin, lo justo para que Kid la oyera.

–¡Qué le…! –la frase que Kid iba a soltar murió en sus labios, en el mismo instante en que notó como el fuego le abrasaba por completo.

Al igual que su pareja, se tiró al suelo, gritando de dolor.

Quema. ¡Quema, quema, quema, quema! ¡QUEMA!

Notó como otro martillazo volvía a golpear su corazón, pero esta vez fue diferente a la anterior. Esta vez, era como si un metal ardiente se hubiera pegado a su pecho y le hiciera arder, desde dentro hacia afuera.

Demoliéndolo todo a su paso.

Su corazón era como un volcán en erupción, y las venas y arterias que salían de él se convertían en ríos de lava que ardían como el fuego del infierno, como el magma salido de lo más profundo del centro de la tierra.

El fuego se extendía por cada capilar debajo de su piel. Desde el pecho hasta la punta de sus dedos, ese dolor tan profundo de su pecho se extendía por todo su cuerpo, destrozándole sin que él pudiera hacer nada.

¡Haz que pare, haz que pare! ¡QUEMA! ¡QUEMA MUCHO!

No era nada exterior lo que le provocaba esa sensación, provenía de su propio cuerpo. Incluso tenía la sensación de ver vapor salir de bajo de su piel. Estaba sudado y tenía mucho calor, tanto que ni siquiera el frío suelo conseguía calmarle.

Kid nunca había sentido semejante dolor. Era como si le arrancaran el corazón del cuerpo y volvieran a pegárselo, cauterizando las heridas con metal ardiente y comprobando que volviera a funcionar con fuego.

No podía hablar. No podía pensar. Solo podía gritar y sentir dolor, cada vez más. Dejó de ser consciente de su alrededor, no había nada más salvo ese horrible dolor que ardía cada vez más Ya ni siquiera era capaz de escuchar los gritos de Law, justo a su lado. 

Perdió la cuenta del tiempo que se pasó sufriendo y retorciéndose en el suelo mientras su cuerpo se fundía y volvía a formarse, solo que, cuando aún estaba gritando y ardiendo en vida, perdió la consciencia.

*

–¿Has oído eso? –pregunto Killer a su acompañante.

Estaban en el bar del hotel, tranquilamente tomando algo, aún disfrazados los dos.

–¿El qué? ¿La canción? –preguntó Penguin antes de pegar un trago a su piña colada, apartando la sombrilla como podía.

–No, era como… ¿un grito? –preguntó.

Penguin le miró algo sorprendido, volviendo a fruncir el ceño.

–Y a mí que me cuentas, lo has oído tú, no yo. –espetó, con su simpatía natural. –El pasaje del terror hace un rato que ha acabado ya. Te lo habrá parecido.

–Supongo… –murmuró Killer, no demasiado seguro, mirando aún por la ventana, en dirección al cementerio de Robin.

A Killer no le molestaba que Penguin fuera un borde rematado. Le daba bastante igual, de hecho. Estaba tan acostumbrado a Kid y Law, que ya lo veía como algo normal.

Se apartó un poco la máscara para beber de su whiskey, intentando dejar estar esa mala sensación que le vino de golpe.

–Por cierto, ¿por qué sigues llevando esa máscara, Freddy? –preguntó Penguin, que no entendía por qué el chico se complicaba la vida de esta manera.

Porque no paro de quedarme embobado mirándote, y teniendo en cuenta tu buena personalidad, como me pilles me mandas a tomar por culo en cero coma.

–Porque es parte de mi disfraz, si me lo quito, pierdo el encanto –contestó la primera excusa que le vino a la cabeza.

Al final se va a pensar que soy tonto de verdad.

Este es tonto. Puede que sea buen tío, pero eso tonto.

A Penguin no le hizo falta decir lo que pensaba, ya que se veía perfectamente reflejado en su cara.

–Ya, haz lo que quieras… –murmuró, yendo a darle otro trago al cóctel.

Pero esta vez, la sombrilla se puso en medio antes de poder conseguirlo. Molesto, tuvo que quitarla para poder beber, peleándose un poco con ella hasta dejarla a un lado del vaso.

Por dios, que mono, que mono, que mono, que mono. Es que es mono hasta enfadado.

–A parte… –dijo Killer, aclarándose la garganta. –¿No crees que así nuestra presentación tiene un aire de misterio? No sabes como soy. –dijo intentando utilizar un tono de voz un tanto seductor.

Por supuesto, pasó totalmente desapercibido para Penguin, igual que su mirada intensa y la ligera caída de ojos, que era totalmente incapaz de ver.

–Pues no. Me parece raro, pero allá tú. –respondió tal cual le salió de dentro, sin contenerse ni un poco.

Killer sonrió algo frustrado. Ese chico era más difícil de lo que parecía a simple vista, pero no le importaba. Solo lo hacía más emocionante.

–Bueno, cuéntame un poco. ¿A qué te dedicas? –preguntó Killer, intentando remontar la conversación.

–¿A parte de a no asustar gente y escaparme del trabajo? –preguntó, con un deje de sonrisa traviesa que lo hacían ver más que adorable.

Killer soltó una carcajada, divertido. Penguin era borde porque esa era su forma de ser y de expresarse, pero no significaba que estuviera enfadado, solo que hablaba así.

–A parte de a eso –respondió Killer, sonriendo. Aunque no se le viera la cara, se le notaba por su tono de voz.

Penguin soltó otra carcajada, bebiendo un poco más de su bebida.

–Pues, estudio enfermería. Estoy en mi último año, pero en casa andamos algo cortos de pasta, y no quiero que mis padres me lo paguen todo. –explicó Penguin.

Él era un chico sencillo, no tenía ningún problema en hablar de sus cosas, y aunque pudiera no parecerlo, Killer le había caído bien.

El rubio le miró con curiosidad.

–¿Último año? ¿Cuántos años tienes? –preguntó. Tanto él como Kid estaban en el máster, y Law acababa de sacarse la especialización, en menos tiempo del esperado porque era un genio.

Pero de la forma que hablaba Penguin…

–Veinte –respondió tranquilamente. –Tú tienes la edad de Law y Kid, ¿no? –preguntó.

¿Veinte? Que tierno… me gusta que sea algo más joven.

–Veintiséis, uno más que ellos. –explicó.

Vio como Penguin le miraba, y supo que estaba a punto de meterse con él. Ponía la misma cara de niño travieso que Law cuando iba a hacerlo, pero en él se veía tremendamente adorable.

–Te diría que pareces más viejo, pero no te veo la cara –bromeó el zombie.

Killer se echó a reír, algo satisfecho de adivinar la reacción de Penguin. Es muy sincero y expresivo. Me encanta.

–Es parte del misterio –dijo alzando el vaso de whiskey, como si brindara con él, antes de volver a levantarse un poco la máscara para beber.

Penguin ladeó la cara, bajándola un poco, intentando ver más que de sus labios para abajo.

–¿Tanta curiosidad tienes? –preguntó el mayor, sonriendo al darse cuenta que Penguin parecía hacer esfuerzos para lograr ver su cara.

–Pues sí. Law dice que estás bueno, y no puedo comprobarlo. –soltó tal cual, con toda la naturalidad del mundo.

Killer se atragantó con la bebida, casi tirándosela por encima. Eso no lo he visto venir.  

–Qué directo eres –soltó, intentando recuperar la compostura. Para nada el rubio esperaba que Penguin tomara la iniciativa y empezara a tirarle los trastos.

Creo que ya entiendo por qué no nos lo ha presentado.

Penguin levantó los hombros, con un gesto indiferente.

–Siempre digo lo que pienso –respondió el zombie, volviendo a su postura al ver que Killer había dejado de beber y dejaba otra vez la máscara en su sitio.

Killer se colocó bien en la silla, afilando la mirada, hablando de forma seductora, con su tono de voz algo más grave.

–Y… ¿te gustaría verme? –preguntó, preparándose para entrarle al chico.

Que Penguin le hubiese pillado por sorpresa no significaba que no fuera a corresponderle. Al contrario, parecía que por fin veía alguna señal clara.

Penguin levantó la vista hacia él, completamente ajeno a los intentos de seducción del chico que tenía enfrente.

–En verdad me da un poco igual, solo era simple curiosidad. –respondió con simpleza.

Killer se quedó algo chocado ante la actitud de Penguin.

¿Me está tirando la caña o me está vacilando?

No lo entendía. No le decías a un chico que quieres ver lo bueno que está y luego sigues tan tranquilo. ¿Verdad? Claro que, no conocía lo suficiente al zombie como para saber de su forma de actuar.

Joder, ojalá Law nos hubiese explicado un poco como era… tendría algo de ventaja.

Killer estaba totalmente descolocado. No sabía qué hacer, ¿seguía intentándolo o echaba marcha atrás, y lo probaba en otro momento?

–Dicen que la curiosidad mató al gato… –me arriesgaré.

Killer volvió a hablar con tono seductor, esperando alguna respuesta por parte de Penguin, que empezaban a prever que podrían ser dos: o le seguía el juego como si no pasara nada, o le mandaba a la mierda.

Penguin frunció el ceño, confundido.

–Ya. ¿Y eso qué tiene que ver? –preguntó antes de pegar otro trago a su bebida. Ya casi se la había terminado.

Creo que acaba de pegarme un corte, pero con este chico es difícil de saber.

–¿Y si te gusta lo que ves? –ahora sí. O me mata, o me sigue el rollo.

Penguin pareció meditar un poco, con una mano en la barbilla y mirando al techo, como si acabaran de hacerle una pregunta complicada en clase y estuviera pensando cómo responderla.

–Pues me jodería muchísimo –respondió al final. 

¿Qué?

Ahora Killer lo entendía todavía menos. ¿Por qué iba a molestarle eso?

–¿Y eso por qué? –preguntó de nuevo, confundido.

–Porque tendría que darle la razón a Law, y es insoportable cuando lleva razón… –respondió Penguin con algo de fastidio.

Killer se echó a reír en voz alta. Era una risa extraña, algo excéntrica. Killer nunca se reía de esa forma enfrente de nadie, odiaba su forma de reír, pero el chico que tenía delante le descolocaba de tal forma que no podía evitarlo.

La madre que…

Y aun así, le encantaba que le sorprendiera de esa forma. Le parecía sumamente estimulante, y en cierto modo incluso divertido.

–Ahí no te falta razón –respondió al final Killer, algo más calmado.

Penguin le miró sonriendo ligeramente. Le parecía agradable poder estar así con alguien, hablando tranquilamente, e incluso riendo.

Tiene una risa algo curiosa, pensó para sí mismo. No le pareció desagradable, solo diferente.

Penguin no era un chico muy popular. Al contrario, tenía un círculo de amigos algo reducido. Su mal carácter no le ayudaba, pero no podía cambiar su forma de ser. Normalmente, cuando conocía a cualquier persona, o esta o él mismo le mandaba a la mierda.

Le costaba mucho conocer gente, precisamente por eso. A Penguin no le importaba demasiado, pero a veces sí se sentía algo solo. Para su suerte, tenía a Law, con quien tenía una personalidad parecida, pero la del médico era más suave.

En cambio, Penguin saltaba a la mínima. No era astuto como Law, de hecho era muy ingenuo y casi siempre decía lo que pensaba, pero ambos tenían mal carácter.

Pero Law sabía guardárselo para sí mismo cuando tocaba, mientras que Penguin no. Él lo soltaba todo tal cual le venía, cosa que su hermano, Sachi, le había echado en cara muchas veces.

Sachi era su hermano mayor, tenía un año más que él, y siempre le decía que debería relajar un poco su tono de voz al hablar. Penguin sabía que tenía razón, pero no le daba la gana.

Por esa misma razón, Penguin tenía muy poca experiencia en relaciones. Se había acostado con un par de chicos, pero de eso hacía tiempo ya, y fueron relaciones cortas, nada serio.

Por lo claro que era él cuando hablaba y por su poca experiencia, le costaba ver cuando alguien intentaba coquetear con él. Podía verlo si era muy claro, pero si no, a sus oídos, podían pasar por comentarios normales.

Y eso exactamente era lo que le pasaba con Killer. No captaba bien su forma de hablar ni sus miradas debido a la máscara que llevaba, y por supuesto, no entendía que estaba intentando entrarle.

Se acabó el cóctel y dejó la copa a un lado.

–Law me dijo que tú y Kid lleváis juntos toda la vida, que vais a la misma clase, ¿pero tienes un año más? –preguntó con curiosidad.

Killer asintió con la cabeza, jugueteando con el vaso de whiskey, haciéndolo girar de tal manera que los cubitos de hielo dieran vueltas en el líquido.

–Soy francés, vine a vivir aquí a los diez años y me bajaron a su curso para que me adaptara tanto al idioma como a la educación que hay aquí –explicó de forma calmada.

Penguin ladeó la cabeza con curiosidad, incluso había abierto un poco más los ojos. Se notaba que Killer de alguna forma había llamado su atención.

Y yo que ya iba a preguntarle qué curso de primaria había repetido… Pensó Penguin, en un nuevo intento para meterse con Killer.

–Anda, ¿francés? –preguntó Penguin con visible curiosidad.

Oui – respondió Killer –Je suis français. –dijo, con un acento perfecto.

Siempre dicen que el francés es sexy… a ver si así puedo…

–¡Si sabes hablarlo y todo! –respondió Penguin emocionado, como si fuera un niño.

Killer se echó a reír de nuevo. ­Qué mono es, por dios.

–Claro, viví diez años en Francia. Y lo sigo hablando con mis padres y mis parientes de París. –explicó Killer, con calma.

–¡Yo también sé decir algo en francés! –dijo Penguin en el mismo tono emocionado que antes.

–¿Ah sí? ¿Qué es? –preguntó Killer con curiosidad, sonriendo al ver lo emocionado que parecía el pequeño zombie para algo tan mundano para él.

Supuso que diría alguna de las palabras típicas. Oui, eau, merci, bonjour…

Voulez-vous coucher avec moi? –dijo Penguin tan tranquilo, incluso emocionado de saber pronunciarlo mínimamente bien.

Killer esta vez sí que se atragantó con el whiskey, tosiendo y casi escupiendo lo que tenía en la boca. Esa para nada no se la había visto venir.

Se secó la boca con un pañuelo de papel y esperó a calmarse.

–¿Pero tú sabes lo que significa eso? –preguntó, aún con la voz algo ronca, mirándole con los ojos como platos.

Penguin le miró algo sorprendido, ladeando la cabeza.

¿Por qué se pone así por la frase de una canción? Tampoco hay para tanto.

–Claro, que si quieres acostarte conmigo. Todo el mundo sabe de qué va Lady Marmalade, de la peli de Moulin Rouge. –respondió algo sorprendido Penguin por la exagerada reacción de Killer.

Killer quiso darse de cabezazos contra la mesa.

Joder, claro, la de Christina Aguilera… la de veces que tuve que traducir esa maldita canción…

Pero claro, para Killer, esa frase era más que en estribillo pegadizo de una canción. Era una propuesta indecente con todas las letras en su idioma natal, y mentiría si dijera que oírlo de labios de Penguin no le había puesto un poco cachondo.

¡HUYE! Oyó Killer, casi en un grito desgarrador.

Se giró de golpe a su derecha, frunciendo el ceño.

–¿Qué pasa? –preguntó Penguin, al ver como Killer se quedaba más tieso que un palo.

–¿Has oído eso? –preguntó.

Penguin se giró en dirección a donde Killer miraba.

¡VETE DE AQUÍ! ¡HUYE!

–Yo no oigo nada… –murmuró Penguin algo sorprendido, pero sí que sentía un ligero estremecimiento. Como si algo no anduviera bien. 

Pero Killer seguía muy tenso. Él lo oía con toda claridad, incluso podía reconocer la voz.

¡ACE, RÁPIDO! ¡NO TE QUEDES AQUÍ!

–¿Marco? –murmuró en voz baja, solo para él.

*

Marco había pegado un fuerte tirón a Ace al oír esa voz. Había sido un simple susurro, algo casi inaudible incluso para Ace, pero no para Marco.

–¡Tú! –gritó Marco reconociéndole al instante.

Sin importarle nada más que la protección de su pareja, se situó entre el intruso de poderosa presencia y él, sacando los colmillos de forma amenazadora, con los ojos completamente rojos, ansiosos de la sangre de su enemigo.

Enfrente de Marco, se encontraba un hombre alto, muy alto. Rubio, con el pelo corto y una siniestra sonrisa que nunca dejaba de acompañarle. Llevaba gafas de sol aunque fuera de noche, y un abrigo de plumas rosas sin nada debajo, mostrando su pecho al descubierto.

–Cuánto tiempo, Coronel Phoenix. –dijo de forma casual, aunque su postura también fuera amenazadora –¿Esa es la forma de saludar a tu General? –preguntó en un tono claramente burlesco.

Marco gruñó como respuesta, intentando mantener a ese hombre alejado de él y su pareja.

–Estás muerto –respondió Marco en un gruñido, algo incrédulo. Él no estaba para bromas.

–Vaya, ¿lo estoy? –preguntó el otro hombre, riéndose en voz alta –Como mi asesino, debería ponerte una hoja de reclamación. Pensaba que te había enseñado mejor, Coronel. Cuando matas a alguien, debes de asegurarte que esté muerto antes de irte –dijo el rubio de forma amenazante, casi como si fuera una promesa.

Pero eso no fue lo que asustó a Marco, sino que ese hombre había mirado directamente a Ace mientras lo decía.

No vas a tocarle ni un pelo.

–Ace, sal de aquí –gruñó Marco –yo le entretendré.

Ace, que había estado callado durante un rato observando la interacción entre esos dos, se atrevió a hablar.

–¿Eso es una continuación del espectáculo? –preguntó un tanto confundido.

–No. Vete, ya –ordenó Marco.

–¿Participo como actor? –preguntó emocionado, ignorando por completo el tono de voz de Marco.

Alucinante. Nunca había hecho algo así.

–Tu niño no va a ir a ningún lado. –amenazó de nuevo el rubio.

–Entonces tengo que quedarme aquí, entiendo, ¿no? –preguntó al hombre, señalando el sitio, como si el rubio fuera una especie de director de teatro y estuviera dando instrucciones.

Marco se desesperó al ver el poco sentido común que podía llegar a tener el vaquero.

Ace, como topo espiritual que era, era incapaz de notar nada raro. Al contrario, estaba tan tranquilo. Incluso algo emocionado, su novio había montado un espectáculo privado de terror solo para ellos, y eso le encantaba.

–Así, es pequeño. Quédate justo aquí –le dijo el hombre, señalando un punto detrás de Marco y él, siguiendo la película que Ace se había montado en la cabeza.

–¡Esto es buenísimo! –sonrió visiblemente emocionado, situándose justo donde le había señalado.

–Ace, esto no es un juego, vete –volvió a repetir Marco, al que por primera vez le molestaba la actitud despreocupada de su pareja.

Porque claro, él seguía en sus trece.

–Sí, sí. Yo me siento aquí. –Dijo Ace soltándose de Marco, sentándose en el suelo –ya podéis seguir –respondió el chico, al que solo le faltaban las palomitas.

–Claro, chico. En cuanto acabemos… tocará tu momento estrella –susurró el hombre de las gafas, divirtiéndose de lo lindo con ese pequeño inconsciente.

–¡HUYE! –le gritó Marco, mirándole por primera vez en todo el rato.

No quería que Ace le viera así, con su verdadero rostro. Los colmillos asomando amenazadores, la cara todavía más pálida, las venas en su cara marcándose, los ojos completamente rojos. Definitivamente, esa era una cara que esperaba que Ace no tuviera que ver nunca.

De la impresión, el chico se echó un poco para atrás, paro rápido recuperó la compostura.

Primero se asustó un poco, pero rápido encontró una explicación “perfectamente lógica”.

–¡Ahora pillo tu disfraz de vampiro! –dijo Ace, sonriendo, aún más emocionado que antes –es muy realista. ¿Cuándo te has puesto las lentillas? –preguntó, tan tranquilo, sentado en el suelo.

Marco por un momento tuvo ganas de matarle a él. ¿Cuán ciego podía estar? Tenía delante suyo un vampiro de más de cien años y a otro ser de la noche, uno claramente peligroso, y se comportaba como si estuviera viendo una película de cine.

El hombre rubio empezó a reírse a carcajada limpia con la actuación de esos dos.

–¿Es que tu niño no tiene instinto de supervivencia? Bueno, supongo que por eso está contigo… –se burló este.

Ace ladeó la cabeza, viendo que ese hombre tan extravagante con pintas de mafioso cutre hablaba sobre él.

–Marco, ¿acaba de insultarme o me lo ha parecido? –preguntó Ace, con inocencia. No sabía que eso entraba en el guion. –supongo que ahora me toca a mí… eh… ¡Cállate, maldito flamenco! –dijo Ace, con unas frases muy sobreactuadas.

Incluso yo ahora mismo tengo ganas de insultarte… Marco no podía seguir perdiendo el tiempo. Tendría que luchar contra el rubio a la vez que protegía a Ace, y debía hacerlo rápido. Y para hacer eso, sería mejor que su novio no estuviera presente.

–¡VETE DE AQUÍ! ¡HUYE! –volvió a gritar Marco, desesperado.

–Que yo no me voy de aquí, que quiero ver el espectáculo. –Soy actor –dijo muy digno –Que por cierto, ¿cuál es mi papel? –preguntó de nuevo, con inocencia, casi en un susurro, como si pidiera la chuleta en un examen.

Marco, si pudiera, se daría de cabezazos contra un árbol.

–La madre que te parió… –soltó Marco, viendo que no había nada que hacer. Cuando al moreno se le metía algo en la cabeza, era imposible sacárselo.

¿Por qué estoy medio mareado? Se preguntó, notando que le bailaba la vista desde hacía un rato.

–Mejor. Quiero conocer muy bien al niño que consiguió amansar a la bestia… –dijo el otro hombre, empezando a acercarse en dirección a Ace.

Marco se puso enfrente del hombre a velocidad de la luz, empujándole a cinco metros de distancia en un ataque sorpresa.

–No vas a ponerle una mano encima, Doflamingo. –dijo Marco, en un gruñido amenazador.

Ace aplaudió la escena.

–¡Alucinante! ¡Marco, que bueno eres! ¡Casi como cuando te cojo la maquinilla de afeitar! –halagó el joven.

Ace empezó a mirar alrededor de Marco y Doflamingo, intentando localizar los arneses que debían de llevar para dar esos saltos tan largos.

Ambos hombres ignoraron su ignorancia.

Esta vez, en vez de reírse, Doflamingo le miró muy serio, casi con asco. Se levantó del suelo, limpiándose con el dorso de la mano un hilo de sangre que le salía de la comisura del labio.

–Soy tu General. No me trates de igual a igual. –respondió con rabia en la voz. Se acercó hacia Marco para pegarle un puñetazo en la boca del estómago tan fuerte que lo mandó volando hacia el árbol más próximo.

Casi al mismo momento que Marco aterrizó contra el tronco, también lo hizo Doflamingo sobre este, presionándole con los puños, cogiéndole por el cuello de la camisa.

Ace se preguntó qué tipo de mecanismo debía haber en el árbol para hacerlo temblar de esa forma. Parecía que, solo con la fuerza de ese golpe, fueran a partirlo.

Marco estaba visiblemente atontado por el golpe, pero logró recomponerse rápido.

–No, Doflamingo. De eso fue hace mucho, y tú nunca fuiste un auténtico General –murmuró Marco con rabia.

Aprovechando que lo tenía cerca, olfateó el poco aire que los separaba.

Huele a…

–¿Hiciste un trato? ¿Así conseguiste sobrevivir? –preguntó el doctor.

Esta vez, Doflamingo empezó a reírse en voz alta, de forma muy exagerada.

–No, Marco. Ese día morí. Enhorabuena, conseguiste matarme, y tengo que agradecerte eso. Gracias a ti, recuperé mi verdadero poder. –susurró, mirándole con una sonrisa siniestra.

Con una de sus manos, cogiéndole por la camisa aún, le lanzó varios metros a su espalda, como si de un muñeco de trapo de tratara y haciendo que Marco rodara por el suelo.

Marco aprovechó las vueltas para poder volver en posición, levantándose de golpe, de nuevo listo para otro ataque. Por su explicación, solo podía tratarse de un ser.

–Eres… un demonio celestial –murmuró Marco, con los puños en alto.

Doflamingo sonrió complacido.

–Veo que no eres tan tonto como pareces. Así es, Marco. Demonio celestial, ángel caído… llámalo como quieras. Fui castigado por mi desobediencia a vivir una eternidad como humano, pero gracias a que tú, un vampiro, me mataste, renací como demonio celestial. –explicó Doflamingo.

En ese momento, Ace levantó la mano, como si fuera un alumno en una clase.

–Oye, no entiendo nada de lo que estáis diciendo, y en la guía tampoco hay nada escrito… –se quejó éste, mirando lo que había escrito por los alrededores del mapa.

Doflamingo volvió a reír. Ese crío empezaba a hacerle gracia de verdad. Y lo cierto es que era muy atractivo. Puede que se lo quedara por su propia diversión…

–¿Quieres que te lo cuente todo, niño? –preguntó Doflamingo volviéndose a acercar a él, relamiéndose los labios.

Miró de reojo a Marco, indicándole la amenaza que se venía.

–Absolutamente todo –recalcó mirando a su enemigo.

No. No, no, no, no. Tengo que decírselo yo. Tengo que explicárselo todo bien. No quiero que crea que soy un monstruo. No quiero que se aleje de mí.

Marco casi temblaba de miedo. Su historia era complicada, quería que Ace supiera los motivos que le llevaron a hacer lo que hizo, que le entendiera. Quería que supiera que no era un asesino despiadado.

Y claramente, Doflamingo no tenía los mismos planes.

–Claro –contestó Ace, sentado en el suelo en tono natural.

Doflamingo sonrió y volvió a acercarse a él, de forma siniestra.

–¡ACE, RÁPIDO! ¡NO TE QUEDES AQUÍ! –casi suplicó Marco, intentando interponerse entre ellos.

Doflamingo le dedicó una última mirada cargada de odio.

–Voy a quitarte todo lo que quieres enfrente de tus ojos, Marco. Y mami no estará aquí para salvarte. –dijo en un gruñido gutural, justo antes de dirigir su mirada hacia Ace.

Por primera vez, Ace sintió algo parecido a un ligero peligro.

–Oye, esto es un poco raro –dijo no muy convencido.

Marco no estuvo a tiempo de detener a Doflamingo, el demonio celestial era más veloz que él. Doflamingo se tiró sobre Ace, cogiéndolo por el cuello, estampándole contra un árbol y levantándole un par de palmos del suelo.

Ace abrió mucho los ojos, totalmente sorprendido. No podía respirar, no podía ver nada, a parte de unos ojos completamente negros a través de los cristales oscuros de las gafas.

¿Pero qué? Vale que tenga que hacerlo realista, es actor, pero joder, como aprieta el cabrón…

–No voy a matarte aún, pequeño. –susurró Doflamingo en su cara –antes necesito que él pague por lo que hizo.

–¡SUÉLTALE! –Marco se abalanzó sobre la espalda de Doflamingo en ese momento, lanzándose directo a su cuello para morderle y arrancarle un buen pedazo de carne.

Doflamingo siseó con los dientes y soltó al chico, dejando que cayera como un peso muerto. Marco se apartó de él a toda velocidad, quedando justo detrás del ángel caído.

–Eso pica, ¿sabes? –dijo Doflamingo poniéndose la mano sobre herida abierta, aún sangrante.

Marco notó como su garganta empezaba a escocerle. Tenía la boca llena de la sangre del ángel, y sin querer había tragado un poco.

Se sentía más mareado que antes, le costaba mantenerse en pie, incluso enfocar la vista.

Mierda. ¿Qué es eso?

Marco se tambaleaba sobre sus piernas, mirando a Ace, que lo miraba algo confundido. En su cabeza, seguía siendo todo parte del espectáculo.  

–¿Qué pasa, Marco? ¿Aún no lo has adivinado? –preguntó Doflamingo, que ya había dejado de sangrar. Su herida se estaba cerrando –¿No pensabas que iba a enfrentarme a ti sin algún truco bajo la manga, verdad? –preguntó, casi tratando a Marco como si fuera idiota.

Marco se tambaleó como un potrillo recién nacido, escupiendo la sangre de Doflamingo mezclada con la propia. Toda su boca ardía, sentía las quemaduras por la lengua y la garganta, ampollas formándose y sangrando.

–Ajenjo… –murmuró el doctor, conocedor de esa planta.

Ese era el olor que notaba en él. En todo su territorio. Ahora lo entiendo, ha puesto un portal y ya no estamos en el territorio de Robin, este es el suyo. Y está infestado de ajenjo, por eso yo…

–¡Correcto, Coronel! Merece una insignia de reconocimiento –se burló Doflamingo. –Ajenjo, artemisia, hierba santa… llámala como quieras. Es letal para los vampiros y los demonios, pero yo soy un ángel, así que no me afecta lo más mínimo. Ni siquiera si me bebo una infusión pura de ajenjo, no me hará nada. Pero si a algún pobre vampiro desesperado se le ocurriera beber de mi sangre…

Ace seguía desde el suelo, mirándolo todo con curiosidad. No entendía nada de lo que estaban diciendo, pero tenía que admitir que el espectáculo estaba muy currado.

Observaba como Doflamingo se acercaba a Marco, le cogía por el pelo y le hablaba con desprecio.

–¿Sabes? Debo agradecerte que me mataras, gracias a ti, he vuelto a ser lo que era… –murmuró al hombre, que seguía tosiendo sangre –pero no lo hiciste como un favor… fue para herirme. De verdad querías matarme, Coronel, y a eso se le llama traición. ¿Te acuerdas de lo que hacía el ejército inglés con los traidores? –preguntó muy cerca de él.

Marco escupió directo en la cara de Doflamingo al tiempo que le dio una patada por detrás de las rodillas, para dejarle tumbado en el suelo.

Se levantó y fue directo hacia Ace, cogiéndole por el brazo.

–¡CORRE! –ordenó Marco, huyendo de ese claro, donde estaba tan expuesto.

Doflamingo se reía desde la distancia, aún en el suelo.

–Corre, polluelo, pero no podrás huir. Éste es mi territorio, ¡os encontraré donde sea que os escondáis! –les gritó a los fugitivos.

Tiene razón, pero necesito cada mínima oportunidad que pueda aprovechar. Almenos, debo sacar a Ace de esta.

Marco corría a toda velocidad, huyendo, oliendo el aire. Necesitaba encontrar un sitio donde el ajenjo no llegara a sus vías respiratorias para poder recuperarse, o almenos, para frenar el envenenamiento.

–Oye, ¡ese actor es una pasada! ¡Y tú también, Marco! –le felicitó Ace, corriendo mientras se reía en voz alta.

En su cabeza, esto era un show hiperrealista que Marco había montado para él, porque sabía que le encantaban estas cosas.

Y estaba encantado, la trama que habían montado –de la cual no entendía nada, así que se la preguntaría a Marco– las actuaciones, los golpes… incluso la sangre. Todo era muy realista, se notaba que se trataba de una compañía profesional. Y que Marco se hubiera esmerado tanto… le encantaba.

Tú a tu bola… pensó Marco, viendo que no había forma que Ace entendiera nada.

–¡No hables y corre! –le ignoró Marco.

Notas finales:

Y hasta aquí!! Bueno, bueno, ¿qué os ha parecido?

Cuando están solos, Kid y Law se pelean como perro y gato, pero fuera de eso, cuando tienen que estar ahí para el otro, lo harán sin dudar. Robin ha sabido ver cuál es el problema de ambos, les cuesta entenderse y empatizar el uno con el otro. No saben ver la perspectiva del otro. 

¿Qué terápia de choque creéis que va a aplicarles para eso? Teorizad tanto como queráis!!

 

En éste capítulo se conoce un poco más a Penguin y se ve como avanza su ¿posible? relación con Killer. Personalmente, me reí mucho escribiendo los planchazos que le mete al pobre jajaajaj. Y la verdad, me encanta Peng borde. Soy fan de Peng borde. Adoro a los personajes bordes de gratis, que lo son sin pretenderlo. Me parecen realistas y divertidos. 

Y Killer... parece que lo suyo no es solo un extra de sensibilidad... sino que realmente es capaz de sentir, e incluso oír eso. ¿Tendrá algún tipo de poder? ¿Podrá hacer algo por sus amigos? 

Y por último, hemos conocido al propietario de esa voz susurrada. Tenía que meter a Doflamingo, es de mis personajes favoritos y en la trama de estos dos, es el mejor villano posible!! Lo siento, le adoro ajajaj

¿Marco se recuperará? ¿Doffy conseguirá cazarles? Pero, más importante: ¿Ace va a enterarse de algo? Vive en su mundo!! Pero es hermano de Luffy, así que... 

Y después del pedazo speech, me despido jajajaja 

Espero con ganas vuestros comentarios!!


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