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Fuego y miel por 1827kratSN

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—¿Qué haces?

—Desayuno.

Portugal se sirvió un poco de leche para completar lo que parecía ser una mezcla de frutas rojas con avena. Emitió un sonidito gustoso cuando probó su preparación y con una sonrisa agitó la botella de leche para ofrecerla.

—Cariño, ¿desayunas en nuestra cama?

—Sí —Portugal miró su plato—. ¿Quieres?

—¿No te preocupa ensuciar todo?

—Más de lo que ensuciamos en la noche, no creo.

—Portugal —regañó pero solo recibió una risita divertida.

—Que no te de pena, mi amor —le dio un besito—. Que aquí el que está desnudo eres tú.

—Oh —se miró—. Acabo de despertar, es diferente. No he tenido tiempo de arreglarme.

—Desayuna conmigo —le dio un besito más—. Podemos compartir.

El británico suspiró, se acomodó y aceptó el plato con frutas que Portugal le había traído. Aun no se acostumbraba a lo espontáneo que podía ser su omega, cumpliendo caprichos al azar, siendo vivaz y enérgico la mayor parte del tiempo, siempre con algo que contar y compartir.

Eran muy diferentes.

Siempre habían sido polos casi opuestos.

Pero era interesante, porque cuando la personalidad cuadrada del inglés superaba un límite imaginario, era Portugal quien detenía todo y le daba descanso a esa alma envejecida por los diversos problemas. No fue diferente en esa ocasión.

Se perdieron entre besos fugaces y caricias sin malicia, siendo Portugal quien se trepó al regazo ajeno para abrazarse a ese cuerpo cálido y juguetear hasta rodar en el lecho desecho. Se olvidaban de la hora, de los planes, y UK solía sonreír cada vez un poco más, retomando aquella expresión de antaño tan bonita y tranquila.

Pero cierto día, cuando el gran reino volvía de una reunión bastante larga, algo cambió.

—Ya cené.

—Está bien, querido. Me serviré algo.

—King, ¿te molestaría cenar solo esta vez? Tengo algo importante que hacer.

Eso fue extraño, pues desde que vivían juntos, jamás se perdieron una cena juntos, a veces almuerzos sí, pero la primera comida de la mañana y la última era sagrada. Aun así, y aunque UK sintiera algo raro, lo dejó ser.

—Claro, querido.

—Te veo más tarde —Portugal le dio un besito fugaz y desapareció en las escaleras.

Entonces se dio un periodo extraño de calma y cierta distancia. Portugal desaparecía desde las seis de la tarde, cuando podía cenaban temprano, pero en otras ocasiones UK yacía solo en el comedor. Así también, la hora en la que el portugués regresaba a compartir el lecho bordeaba las diez u once de la noche.

Le preguntó obviamente, para tal vez ayudarlo o acompañarlo con la sobrecarga de trabajo, pero el omega se negó.

Respetó el espacio de Portugal, guardándose aquellas dudas extrañas que tenía en el pecho, e incluso calló la incertidumbre de qué tanto hacía Portugal en la que sabía era la habitación de invitados. Se sintió desplazado en algún punto, deprimiéndose un poquito porque se había acostumbrado a lo unidos que eran como cualquier pareja recién formada.

Pero lo que calmaba su arrugado corazón era la sonrisa y felicidad que transmitía aquel aventurero, quien nunca olvidó sus besos cariñosos antes y después del descanso nocturno. Portugal era el mismo, solo que mantenía ese misterio tan notorio en su propia casa. UK seguía durmiendo abrazándolo por la cintura, apreciando ese rostro sereno y feliz al dormir, estaba aquella energía de siempre cuando se perdían entre las caricias nocturnas.

Una semana después hubo un cambio más.

—Tu aroma principal y el segundario se mezclaron —susurró cuando se daban el beso de despedida antes de que Portugal partiera a una reunión importante.

—Ya sé, pero solo tu naricita lo notará, no te preocupes.

—Me gusta.

—Y te gustará más aun —sonrió—. Te veo más tarde, cariño.

Estando solo, con unas horas libres, UK empezó a analizar aquel comportamiento tan raro y que a la vez se le hacía un poco conocido. Los secretos en la habitación de invitados, las noches tranquilas donde Portugal solo quería caricias y nada más, el aroma un poquito acentuado y combinado de naranjas y miel.

—Oh…

Subió entonces a la habitación que compartían y empezó a revisar los cajones. Hace tiempo que había traído sus cosas, las suficientes para no quedarse sin trajes o implementos en su vestuario, así que era imposible que tuviera tan pocas prendas a disposición. Para confirmarlo buscó en la ropa sucia donde poco había, revisó el armario de Portugal sin mover nada porque ni siquiera fue necesario.

—Se llevó nuestra ropa.

Y poco a poco fue descubriendo que no solo fue la ropa, sino mantas, sábanas, sus guantes, y hasta un par de sus sombreros habían desaparecido.

Sonrió al darse cuenta.

Y aun así guardó silencio y dejó todo como estaba, esperando pacientemente hasta que el propio Portugal le presentara el resultado de aquella travesura.

—¿Ya lo adivinaste?

—Estoy sorprendido.

—¿Por qué?

—Generalmente una pareja tarda un buen tiempo hasta acoplarse y que algo así suceda.

—King… Tú y yo hemos estado acoplados desde hace mucho, incluso sin un lazo. No tenía que esperar más.

El británico sonrió.

—No sabes lo feliz que estaba mientras construía mi nido, porque ahora tú puedes ayudarme a completarlo.

—Será un placer.

—Ven, ven.

Portugal casi arrastró a su alfa hacia la habitación que acomodó sigilosamente durante esos días, cambiando cosas de lugar, volviendo a acomodar, desorganizando y ordenando todo hasta que se sintiera satisfecho con el resultado.

Formó un sitio acogedor, cálido, con el aroma impregnado en la ropa de ambos, las cuales rodeaban el suave lecho que los acogería en sus días de calor. Todo formaba un círculo perfecto, de tamaño adecuado, con colores pasteles en el centro, y con colores más fuertes alrededor. Hasta las cortinas eran las favoritas de Portugal, las cuales tenían un bordado de flores en primavera.

Estuvo tan feliz cuando su alfa admiró todo y sonrió.

Y se emocionó más cuando el británico sacó de entre su saco un pequeño bulto rodeado por una cuerdita de color blanco. Casi moría de desesperación al ver la lentitud de su alfa para mostrar lo que ofrecería para completar su nido. Y sintió sus lágrimas acumularse cuando reconoció el detalle.

—¿Recuerdas esto?

—Como no hacerlo —rio bajito—. Lo bordaste para mí.

—No lo había terminado cuando nos separamos, pero lo terminé y añadí un detalle más… —entregó la prenda con una sonrisa—. Bordé otras, pero te las daré una por una en cada celo que tengas, hasta que termine de entregar cada regalo.

Era parte de un pijama, la prenda superior, con el nombre de Portugal bordado en letras cursivas y la bandera que lo representaba en aquella época de antaño. La tela era suave y de alta calidad, era un regalo muy personal y Portugal lo sabía. Britain le había contado apenas del futuro regalo, y ahora siendo UK completaba el obsequio.

—Gracias.

Se abrazó a su alfa, besándole numerosas veces, riendo también porque no creía que todo fuera así de bonito, sintiendo cómo lo abrazaban por la cintura.

Su nido nunca había sido tan bello como ese.

El primero de muchos más.

 


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