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Fuego y miel por 1827kratSN

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Notas del capitulo:

Un poquito de lime al inicio, nada demasiado fuerte.

 

 

 

 

 

Deslizó su nariz por aquel vientre, depositó suaves besos en ascendencia mientras escuchaba el suspiro tembloroso del portugués. Era ese aroma que lo hacía perder noción del tiempo, o de algo más que en sano juicio le preocupara en extremo. Era una perdición amena de la cual no quería escapar.

No bastaba con deslizar sus dedos por aquel pecho que se movía sin ritmo, tampoco bastaba que sus labios saborearan los pezones erectos demostrando la excitación del dueño, ni siquiera morderle el cuello en señal de dominancia lo dejaba satisfecho. Porque esa voz le pedía por algo más y él gustoso accedía.

—¿King? —susurró bajito.

Pero no recibía respuesta verbal y sentía los besos humedecidos que se encaminaban a sus labios. Le rasgó la espalda en medio de su desesperación, y sintió complacido como la virilidad en su interior se deslizaba lentamente para ofrecerle una estocada precisa que le quitó el aliento.

—Meu amor.

Se aferró con uno de sus brazos a las almohadas humedecidas con su propio sudor, su mano libre se agarró a la espalda del británico, y como pudo separó los labios para exhalar un gemido complacido a la par que otro dulce y preciso movimiento lo hacía llegar al cielo.

Monopolizó a aquel gran reino por un día completo, sin descanso, perdido entre sus delirios en medio del calor, disfrutando de al fin tener al amor de su vida junto a él. Invadido por la dicha de compartir su nido con aquella existencia imponente. Feliz de completar su sueño truncado. Tenía ganas de gritarle a todos que lo había conseguido.

—Duró poco —susurró apenas, cuando despertó.

—Pero fue muy intenso —completó el británico mientras se acomodaba el cabello.

—Hablo de mi celo, por si acaso —rio bajito.

—Es porque nos estamos acoplando al vínculo —se quedó mirando al techo.

—Si así es siempre, estaré muy contento.

—Portugal… esto es serio.

—Yo hablo en serio. Es la primera vez que quedo tan satisfecho en un celo, aunque durara solo un día. ¡Fue excelente!

—Querido —le sostuvo de las mejillas para mirarlo—, concéntrate, intento decirte algo importante.

—Perdón, mi mente aun no está del todo centrada.

UK suspiró, le dio un beso en los labios y juntó sus manos.

—Tu aroma me vuelve loco.

—Gracias.

—No, no —el británico suspiró nuevamente, buscando las palabras—. En serio, mi autocontrol se fue. Siento tu emoción mediante el lazo, si das tan siquiera una pequeña muestra de excitación, miedo, tristeza, alegría, lo que fuere, me altero demasiado.

—¿Por eso llegaste a casa de la nada y sin tu maletín?

—Sí.

El inglés recordó la fuerte sensación que atravesó su cuerpo, calor nacido desde su nuca, del mismo sitio en que Portugal recibió su marca y que para él era como una herida fantasma que punzaba. No pudo contenerse, ni pensar. Tuvo suerte que la reunión fuera con uno de sus padres, Escocia, y le dejara su maletín y documentos importantes para él salir casi corriendo sin dar explicaciones.

Se perdió ante el instinto y el llamado del celo de su omega que llegó de la nada, cuando parecía que iba a tardar aun más. No pudo explicarlo pero el aroma combinado de naranjas y miel que percibió su nariz, le nubló el juicio. Ni siquiera recordaba bien cómo llegó a casa o si es que tan siquiera aseguró la entrada.

Era un problema serio.

—King, te mueres por mí.

—Sí.

—Y yo por ti —sonrió antes de besarlo.

Pero era un asunto de vital importancia, y a pesar de que el británico estaba muy bien dispuesto a seguirle el juego a su omega, tuvo que morderse el interior de la mejilla hasta sangrar y de esa forma detener a su adorada pareja.

La sangre era buena distractora para cualquiera. Hasta Portugal retomó su compostura y detuvo todo para ir por el botiquín. Incluso pudieron asearse y vestirse para retomar el asunto de forma adecuada.

—Te lo pido, querido, y me apena tener que casi obligarte.

—Ey, ey, no te alteres —Portugal le sonrió—.  Ya estoy en mis cabales y entiendo la situación.

—Debes usar tus supresores de aroma, solo un tiempo, hasta que nuestro vínculo se estabilice.

—¿Tú también los vas a tomar? —hizo una mueca de disgusto—. No estoy de acuerdo con eso.

—Será por precaución —le acarició la mejilla—. Necesito tomar control de mi instinto… No me gusta estar tan…

—¿Vulnerable?

—Sí.

—Está bien —Portugal suspiró—. Tomaré lo supresores, pero solo si salgo de casa.

—Me parece justo.

—Pero no quiero que tú tomes los tuyos.

—¿Por qué?

—Me gusta tu aroma a madera y fuego. Me hace sentir seguro.

—Es un riesgo.

—Vamos, UK, no pasará nada. He controlado mis instintos desde hace años, de no ser así me hubiese entregado a ti sin importar que estuvieras casado con Francia.

—Dejando de lado la confesión, admiro tu autocontrol, pero…

—Es la condición.

—Pusiste dos condiciones.

—¿Quieres añadir algo a tu petición?

—Sí —UK miró a Portugal a los ojos—. No nos bañaremos juntos si es que yo tengo juntas en el día.

—¡No es justo!

—Hasta que todo se estabilice, no lo haré.

De mala gana, casi reprochando la inestabilidad de un lazo reciente, Portugal tuvo que aceptar, porque sabía que no podía perder puntos con Inglaterra quien, entre las sombras, vigilaba constantemente la relación de ambos. No quería tener de enemiga a aquella representación, la respetaba y le temía en la misma proporción.

Así que empezó a tomar sus supresores de aroma en las mañanas, bufando porque no quería volver a medicarse constantemente para limitar su aroma, pero resignado a cumplir con el pacto. Solo esperaba que el tiempo en que eso durase no fuera más de un mes.

Lamentablemente, y tras cometer el error “sin intención” de olvidarse la medicación un día, su castigo se extendió a dos meses. Y la verdad no tenía como debatir eso, pero cómo gozó el haber hecho perder el juicio a UK para que se alocaran y tuvieran sexo en una mansión ajena.

No le diría a King, pero era uno de esos sueños pecaminosos que logró cumplir.

Y tenía otros, pero uno a uno los conseguiría.

Por el momento, seguiría tomando su supresor.

 


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