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Fuego y miel por 1827kratSN

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—Estoy enojado contigo.

Portugal miró con seriedad a su alfa, el cual le llevó el desayuno a la cama como una muestra de afecto bastante repetitiva pero no menos dulce.

—Fuiste tú quien ingresó al cuarto.

—No hablaba de eso —quiso reírse, pero solo apretó los labios.

—¿Hice algo malo?

—Es por lo que no hiciste.

—¿De qué hablas, querido?

—¿Por qué hasta ahora no me habías permitido pasar uno de tus celos contigo?

—Oh bueno —el británico lo pensó un poco—. Porque estaba casado. Porque antes de estarlo tú y yo solo éramos amigos. Y porque antes de vivir juntos preferí guardar mesura y no asustarte.

—King, mi amor, aun sabiendo lo apasionado que soy… ¿te negaste a aceptarme en tu celo?

—Sí.

—¡King! —regañó y soltó un ruidito agudo como un sollozo fingido.

—¿Qué sucede?

—Eres un tonto.

—No lo soy.

El portugués disfrutó mucho de sus días libres después de que su alma omega quedara satisfecha y regocijante ante el cansancio corporal y las marcas vivaces en su piel. No lo negaría. Era uno de esos sueños eróticos que cumplió y superó en expectativas.

Y después solo se relajó.

Tomó baños de agua tibia solo o acompañado por las caricias y dulces besos de su alfa, durmió en el mullido colchón hasta medio día si quería, se pasaba en pijama mientras revoloteaba por toda la casa, y tuvo tiempo de elegir toda la ropa que llevaría a ese viaje en conjunto que tenía que realizar junto a UK.

Parte del traslado lo harían en barco, porque era un recuerdo de los viajes varios de Portugal, además, era una pasión casi olvidada que UK adoraba. Así que ambos, con las maletas ya acomodadas en sus camarotes, se vieron en los barandales de aquel monstruo flotante que se abría paso firme entre el mar.

Sentían los ligeros movimientos y en sus rostros golpeaba la humedecida brisa, su sentido del olfato envidiable podía claramente capturar el salado aroma salvaje que representaba el mar. Y se quedaron admirando la infinita línea que mostraba la lejana unión del cielo y océano.

—King, ¿puedo hacerte una pregunta?

—Claro, querido.

—En la cena con tu madre mencionaste el no querer hijos.

—Lo que mencioné fue que tú y yo nos cuidamos para que eso no suceda.

Porque era verdad que UK tomaba los anticonceptivos para alfas sin falta cada mañana, y Portugal jamás olvidó su propia rutina también, con controles periódicos. Pero el portugués lo hacía por mera rutina desde que aquella medicina milagrosa se creó y dejó de lado los inestables remedios caseros para evitar un embarazo. Entonces, ¿qué razón tenía UK?

—Lo sé —lo miró un momento—, pero tú, King… ¿quieres hijos?

—¿Y tú?

Se quedaron en silencio un momento, mirándose y buscando alguna señal afirmativa o negativa, pero solo hubo duda.

—No estoy seguro —dijeron al mismo tiempo.

Tal coordinación causó la risita de Portugal y una sonrisa divertida por parte del británico. Entonces buscaron sus manos y entrelazaron sus dedos para seguir en su silente apreciación de las olas que se desplazaban debido al movimiento del barco.

Entendieron que ninguno estaba seguro de aquel tema tan importante para la sociedad, así que lo dejaron de lado, tal y como hicieron con la fea cena que les proporcionaron y por la cual dictaron una queja formal. Porque antes que nada eran representaciones criadas bajo estrictas normas y gustos bastante exigentes, y en su sangre corría la autoridad de expresar su insatisfacción. Valió la pena, pues al día siguiente la comida mejoró de forma abismal.

Tomaron el sol, recostados en esas sillas cómodas, bebieron alguna preparación colorida adornada con una sombrillita, admiraron a un par de humanos corretear detrás de unos niños, y también apreciaron a los jóvenes de la época que disfrutaban de fotografiar lo que pudiesen para mantener sus recuerdos vívidos.

—King, hay que fotografiarnos también.

—Seguro.

Posaron frente a la cámara, agradeciendo la gentil ayuda de un par de esposos, y alternando el favor para retratar al par de jóvenes que disfrutaban de su luna de miel. Por aquel día fingieron ser uno más de aquellos seres con existencias efímeras y vieron el atardecer acompañados por otros adultos que bailaban ante la melodía dispuesta por los músicos en vivo.

Bailaron también.

Tomados de las manos, y mirándose con dulzura mientras imitaban torpemente el nuevo baile de moda, rieron por sus fallos y luego disfrutaron de sus aciertos. Se mezclaron entre toda la alegría, alternaron parejas de baile, probaron alguna bebida dulce, y se quedaron ellos dos junto a dos parejas alejadas, disfrutando de la tranquilidad de la noche y de las últimas tonadas de la banda.

Se movieron lentamente, abrazados, con sus rostros cercanos, iluminados por las pocas luces del barco. Suspiraron entre cansados y extasiados por los maravillosos días en aquel tranquilo barco.  Se repitieron un “te amo” y se dieron un beso recatado mientras se escondían de los demás.

—Debimos viajar juntos antes —Portugal suspiró.

—Sí. Debimos hacerlo.

Caminaban lentamente hacia su camarote, balanceando suavemente sus manos entrelazadas, el británico bostezó casi al llegar, y Portugal se volvió el guía para que su querido alfa adormilado no se tropezara.

—Ahora podemos hacerlo a veces —suspiró cuando pudo sentarse en su cama.

—Cuando quieras, querido.

Apenas cambiaron sus ropas para sentirse más cómodos y fue Portugal quien estiró sus brazos para llamar la atención del alfa quien con una sonrisa se acomodó a su lado en aquel colchón suavecito. Compartieron un beso cariñoso, rozaron sus mejillas con dulzura, y suspiraron satisfechos por la calma de la noche.

Portugal fue quien se acomodó sobre el pecho del británico, escuchando el respirar tranquilo, el latir acompasado con el suyo, y suspirando se acomodó para ceder al sueño. Se sentía tan tranquilo, rememorando sus largos viajes en el mar, pero sonriendo cuando detectaba el aroma tan agradable de su alfa combinado con el suyo.

Su garganta emitió una pequeña vibración, suavecita y casi imperceptible. Era su ronroneo de felicidad por completar otro sueño que creyó imposible. Un ronroneo que incrementó intensidad cuando sintió las caricias en sus cabellos y el beso en su frente.

—¿Estás feliz? ¿O solo es una muestra de tranquilidad?

—Es porque me nació ronronear —Portugal rio bajito.

—Suena muy bonito. Me gusta.

—Entonces te voy a ronronear más seguido.

—¿Quieres que haga lo mismo?

—Sí.

—Lo haré.

—Será mi señal secreta para pedir sexo —volvió a vocalizar el sonidito.

UK soltó una carcajada por la ocurrencia de su omega.

—¿Quieres hacer algo así en el barco?

—Sí, pero no hoy. Estoy cansado y quiero dormir.

—Descansa, dear. Te deseo bellos sueños.

—Ya son bellos, porque tú estás aquí.

Se dieron un beso más, y poco después se dejaron dominar por el sueño.


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