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Fuego y miel por 1827kratSN

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Cada cierto tiempo, en raras ocasiones, por cuestiones muy serias, alguno de los dos debía viajar por un largo periodo de tiempo fuera de casa. El británico recuerda haberse ausentado un mes entero hace un par de años, y el periodo más largo fue de seis meses, pero no lo tomaba mucho en cuenta porque pudo darse pequeños descansos y aprovechaba para ver a Portugal aunque sea unas horas antes de tomar otro vuelo y regresar.

Ahora fue el turno de Portugal, quien preparándose con antelación ordenó sus cosas, cambió detalles en esa casa, y se aseguró de dejar su aroma impregnado en diversos sectores para que su ausencia no se notara tanto. Porque el omega sabía mejor que nadie lo que la añoranza dolía, y prefería hacer algo para aminorar el pesar de su alfa.

El inglés lo acompañó incluso hasta el aeropuerto, quedándose con Portugal las horas que fueran necesarias hasta que tuviera que irse en el vuelo retrasado por el clima. Se tomaron de las manos hasta el último momento, desearon buen viaje, y ambos vieron la tristeza de esa despedida en la mirada del otro.

Serían cuatro semanas máximo.

A menos que algo se saliera de su control.

King mudó temporalmente su estudio hacia su sala, porque al ser el centro del primer piso el aroma de Portugal se sentía bastante disperso, pero estaba consciente de que por la misma razón, dudaría más. Se movía entre la cocina, comedor, sala, y el patio rodeado de flores para percibir hasta la última gota de aquella esencia que con los días se iba.

Incluso dejó de limpiar a profundidad, todo por conservar un trocito de Portugal ahí, con él. Lo llamaba en las tardes, después de que su pareja le confirmara su disponibilidad, aun así, hubo días en los que no pudo comunicarse como deseó. Estaba consciente del exceso de ocupaciones e intentó que su nostalgia no se transmitiera por medio de su vínculo, así que se entretenía en su trabajo la mayor parte del tiempo.

A veces revisó archivos hasta tres veces para mantener su mente ocupada.

Cuando el aroma en el primer piso se terminó, cambió su zona de trabajo a la habitación, a la que poco ventilaba para no dejar escapar la esencia de su gran amor. Sabía que no era lo adecuado, pero era su pequeño e insano método para no sentir tanto la distancia, y no generarle problemas a Portugal.

Hasta que se terminó.

Recorrió su propia casa buscado lo último del aroma de su amado, y lo encontró en las prendas que Portugal usó la última noche en su hogar. Guardó aquello en una pequeña cajita de madera, y la sacó cuando todo lo demás se desvaneció. No había lavado esas dos prendas, y en el fondo se sentía un poco disgustado, avergonzado, por eso. Pero al sentir el perfume de miel y naranjas, todo dejó de importar.

—Te extraño —susurró en una de aquellas llamadas.

—Y yo a ti, King. ¿Quieres que vuelva a casa? —propuso con emoción.

—No.

—¿Por qué? —rezongó como un niño—. Vamos, King, dame una excusa para volver.

—Te meterás en problemas.

—A veces es molesto que seas tan correcto.

—Lo siento.

—Serán dos semanas muy largas —suspiró, porque su viaje se extendió todavía más.

—Al menos tengo tu pijama.

—¿Mi qué?

—Tiene tu aroma, tu pijama.

Hubo un silencio largo mientras UK deslizaba sus dedos por el bordado, y luego la apretaba contra su pecho para cerrar los ojos y captar el rastro que con cada día se iba perdiendo. Al mismo tiempo, Portugal buscaba un apartado solitario en el balcón de esa oficina para poder continuar con su investigación.

—Estás…

—¿Qué?

—¿Estás haciendo cosas sucias con mi pijama? —susurró el portugués.

—No.

—Ay, qué lástima. Yo esperaba que sí.

—Si la ensucio tendía que lavarla y tu aroma se iría. No me voy a arriesgar.

Portugal empezó a reír.

—Eres encantador, King.

—Espero pronto tus deberes sean menores y así podamos planear una visita, sin importar lo corta que sea.

—También lo espero.

En silencio, como un plan secreto, ambos prepararon una prenda impregnada con su aroma para intercambiarla cuando se vieran. Portugal cedería su abrigo favorito, y UK su saco más preciado. Solo esperaban confirmar la fecha y el lugar para encontrarse, nada más.

Pero la llamada tan esperada se volvió en una mala broma.

—Hubo un incidente, señor United Kingdom.

No era la voz de su pareja, no había risas o buen humor, solo una seca resonancia que le daba la mala noticia. Solo era la confirmación para la horrible sensación que lo invadió hace apenas unos momentos, el dolor punzante en su cuello, su corazón alterado y un miedo que recorría la piel de su cuerpo.

—Su pareja está bajo nuestros cuidados.

—Dame la ubicación.

—No debe preocuparse, nosotros…

—¡La ubicación! —le gritó al teléfono—. ¡Ahora! —fue la orden.

—Sí. Le mandaré las coordenadas por mensaje.

Empezó a hiperventilar mientras empacaba cosas al azar en una pequeña maleta de mano, solo lo necesario para pasar por la seguridad de aeropuertos y con los recursos con los que se costearía los pasajes de emergencia que solicitó por llamada mientras se calzaba los zapatos.

Pánico.

Eran altos sus niveles de adrenalina debido al miedo de perder aquello que tanto amaba. Sus manos desnudas le sudaban, ni siquiera se había puesto la corbata o tomado su sombrero. Solo podía pensar en Portugal, solo en él, intentando que alguna buena sensación se transmitiera a través de su vínculo dado por la marca de enlace.

Pero solo había dolor y tristeza.

No supo cómo no colapsó pues hasta la azafata que lo ingresó en el avión tuvo que ofrecerle algo para que se calmara y estuvo pendiente de él durante todo el viaje. Respiró en una bolsa de papel hasta que su sistema se controlara, y aun así, continuó respirando agitadamente mientras permanecía en el aire.

Se le salía el corazón del pecho pensando en cualquier barbaridad.

Y sin esperar el auto dispuesto para las representaciones visitantes en el territorio, UK se trasladó en taxi y a pie hasta que llegó al lugar indicado. Tembló al hallarse frente a las puertas de un hospital, pero sin perder el tiempo ignoró todo para ir directamente a recepción y exigir saber qué cuarto debía buscar.

—Los implicados están localizados —el custodio que lo guiaba al cuarto, quien casi corría para seguirle el paso, le dio detalles.

—Los quiero en una celda esperando a por mí.

—Señor, no puedo asegurarle ese servicio —jadeó—. No es su jurisdicción.

—Es una orden.

—No puedo…

UK soltó un gruñido en alerta hacia la persona que le daba el reporte, el mismo que carraspeando volvió a negarle aquella posibilidad. Firme, consciente de que no debía prometer en falso a aquella representación. Pero antes de que el alfa estallara en ira, el guía señaló la habitación en la que Portugal reposaba.

El británico olvidó su enfado instantáneamente.

Sin esperar siquiera a que le dieran autorización, empujó la puerta y después de ingresar la cerró para no ser molestado. Ya lidiaría posteriormente con los detalles de aquella afrenta hacia su persona.

—¿King?

La sorpresa del omega fue tal que soltó el libro que le habían facilitado hace poco y se sentó de un solo movimiento. Olvidó que estaba lastimado. Solo pudo sonreír emocionado y después añadir.

—Estoy bien, solo hematomas y una pierna rota —forzó una risita susurrante—. Sanaré.

De pronto, sin esperarlo, dos perlitas transparentes nacidas de aquella mirada color de cielo cortaron sus palabras. La primera lágrima brotó del ojo izquierdo, la segunda del derecho, y los labios se apretaron.

El gran reino se había derrumbado.

El británico se acercó con rapidez y con alivio soltó el aire antes de abrazarse a Portugal, y cuando por fin pudo sentir el agradable aroma a miel, su cuerpo se relajó y se deslizó hasta caer de rodillas con la cabeza reposando en la camilla. Se aferró a esas manos con gentileza y respiró profundo.

Portugal sintió el miedo y la desesperación de King irse casi al instante. Ya no había esa fea sensación que lo recorría desde que despertó en ese hospital. Solo había alegría y alivio.

No dijo nada, solo acarició los cabellos de UK hasta que este se calmó y por fin se miraron de frente. Se dieron un beso y con cuidado se acomodaron en esa cama para descansar en paz. Porque ya todo estaba bien.

Estaban juntos.


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