Capítulo 1
Los frenos del tren resonaron. Misaki Takahashi, estudiante de la Universidad de Mitsuhashi, de la carrera de economía, cabello castaño, ojos verdes y a primera vista un chico ordinario, se tropezó con la puerta. El tren osciló de nuevo cuando se detuvo con una sacudida, enviándolo tambaleándose hacia el otro lado. Sus bolsas de compra se cayeron al suelo y su hombro se estrelló contra algo cálido.
“¿Estas bien?” Un extraño lo había sostenido antes de que se fuera de cabeza contra el pasillo. El rostro de Misaki se encendió de vergüenza.
“¡Estoy bien! ¡Lo siento! Es lo que me pasa por andar en las nubes.” El soltó una risa nerviosa, y se inclinó para recoger sus compras desperdigadas en el suelo, maldiciendo en voz baja.
“No hay problema.” El hombre se agacho con él, alcanzando una lata de crema de maíz que se había alejado rodando y metiéndolo de nuevo en una de las bolsas. “Déjame ayudar.”
“¡Gracias!” Misaki dijo, todo menos emocionado. ¡En verdad quedan personas genuinamente agradables en este mundo!
El tipo era enorme – más alto incluso que Akihiko – pero tenía unos amables ojos azules y una sonrisa gentil. Sus manos se tocaron mientras él le ofreció las bolsas, y sus miradas se conectaron. Misaki sintió un tipo peculiar de excitación nerviosa que lo recorría, como la primera brisa cálida de la primavera.
“Soy Nowaki Kusama,” el hombre soltó de repente. “Gusto en conocerte.”
Ahí fue cuando los infortunios de Hiroki comenzaron.
………………………
Hiroki Kamijou, Profesor Asociado de Literatura de la Universidad Mitsuhashi, estaba frunciendo su ceño. Esto no era algo inusual, pero la oscura nubosidad de enojo y depresión que se estaba formando sobre la cabeza del castaño ya estaba tan densa que pequeñas tormentas se habrían condensado en un tifón en miniatura, capaz de destrozar todo a su paso.
“¡Oh! ¡My sweet honey! ¿Has estado solo?” El profesor Yoh Miyagi, por otro lado, era la misma imagen de la felicidad y jovialidad mientras arrastraba a la habitación con los brazos cargados de rollos de papel amarillentos y tomos avejentados. El no espero a recibir una respuesta – dejando caer todo el lote en la ya desordenada mesa de centro con un golpe pesado. “¡Esto te animara! ¡Encontré un botín de primera categoría en una librería de segunda mano!”
“Hn.” Hiroki apenas lo escucho, mirando intensamente a la hoja de criterios en la que el había estado trabajando en la última hora, como si este fuera personalmente responsable por cada agravio que había en su vida en ese momento.
Sus intentos para prenderle fuego a ese pedazo de papel a través de solo el poder de su mirada fueron bruscamente interrumpidos por un brazo que forzosamente enganchándose bajo su codo y transportándolo fuera de su asiento. “¡Kamijou!” Las palabras trinaron en un sonsonete gutural. “¡Ven a ayudar a un viejo a organizar todos estos libros en los estantes!”
“¡Tienes treinta y cinco años, no estas viejo!” el refunfuño, más por reflejo que por nada. Sin embargo, el desorden en la mesa lo presionaron a moverse. “¡Profesor! No solo deje tiradas estas cosas por todos lados – ¡Había acabado de organizar este desorden! En serio…” Continuo murmurando a si mismo mientras revisaba las últimas adquisiciones, catalogándolas por autor y género.
Miyagi solo tarareo una alegre tonada mientras desplegaba y examinaba los rollos. “Estas inusualmente malhumorado hoy. ¿Algo te molesta?”
Hiroki se tensó. “Nada.” El mantuvo su atención en la tapa dura que tenía en sus manos, encontrándoles destino en el estante de la preguerra.
El profesor, claro, nunca tomaba la indirecta de dejar un tema en paz. “Problemas en el paraíso entonces.” El asintió sabiamente, como si estuviera impresionado con su propia sabiduría.
“¡No es así!” Hiroki espetó, y luego se refreno visiblemente, para respirar profunda y calmadamente. No funciono.
“Claro, claro.” El profesor en cuestión ni siquiera levanto la mirada de su trabajo. “Tu solo estas frunciendo el ceño todo el tiempo y quedarte viendo a los espacios vacíos y aterrorizando más de lo acostumbrado a los estudiantes porque todo está bien.”
“Eso es inusualmente sarcástico, incluso para usted, Profesor.”
Miyagi solo le ofreció una cursi sonrisa.
Hiroki normalmente no hablaba de sus problemas con las personas. El apenas hablaba a Nowaki sobre sus problemas, así que si su problema era Nowaki…
"En verdad no es nada," él dijo. "El solo no ha estado mucho en casa."
Miyagi volteo a mirarlo ante eso, con un cigarrillo colgando de sus labios. Él ni siquiera tenía que preguntar quién era ‘el’. "Bueno, es un interno, ¿Cierto? De los del tipo médico-"
"¡Lo se!" Hiroki interrumpió con irritación. "Es solo que es menos de lo usual. No es gran cosa." Su voz vacilo en lo último. Menos de lo usual quiere decir que él no lo había visto en una semana, y cuando lo había visto Nowaki actuó extrañamente distante. Incluso en las usuales notas y en las llamadas telefónicas que acompañaban dichas ausencias habían disminuido. Le trajo de vuelta malos recuerdos de esa época cuando cualquier vaga nota se encontraba con un pavor deprimente, preguntándose cuanto tiempo en esta ocasión seria abandonado en ese limbo.
Miyagi se veía pensativo. Hiroki espero por el acostumbrado comentario jocoso, pero ninguna llego. "¿…En serio?" El volteo de nuevo su atención a sus rollos.
Un largo silencio se estiro entre ellos, salpicado solo por el revuelo de los papeles y el golpe de las tapas duras en las estanterías. La habitación se volvió naranja con la puesta del sol – La constante charla enmudecida del otro lado de la puerta se disminuía en un reverente silencio mientras los pasillos se desocupaban con el fin de las clases de la tarde.
No duro mucho, por supuesto. “Ya sabes lo que dicen,” Miyagi eventualmente comento. “Las relaciones en donde realmente no se hablan mutuamente no tienden a durar.”
No era la primera que el profesor escupía sobre ese tema – aunque en esta ocasión, él no se estaba refiriendo a su fallido matrimonio.
Hiroki silenciosamente seguía guardando los libros, y no distinguió el comentario.
Cuando el último de los libros del día había sido catalogado y guardado en la estantería, el profesor lo ahuyento hacia la puerta. “Es tarde. ¡Ya ve a casa! ¡Prácticamente vives aquí en ocasiones!”
Ignorando la pura hipocresía que había en ese comentario, Hiroki recogió sus cosas y se fue. El solía quedarse hasta así de tarde últimamente – ya no había razón para llegar a tiempo a casa.
El retorno a casa hizo poco para mejorar su panorama. Las nubes se acumulaban sobre el para equiparar a su ánimo, y para cuando el llego a su edificio, gruesas gotas de lluvia empezaban a puntear el pavimento.
La puerta estaba cerrada – el apartamento estaba oscuro y vacío. El encendió la luz, y fue hasta la cocina. Adherido en el refrigerador había, como siempre, una nota, los caracteres habían sido garabateados familiarmente.
‘No llegare a casa esta noche. –Nowaki’
Su frente golpeo contra la fría puerta del refrigerador. “¿Cuándo vendrás a casa?”
………………..
Miyagi se preguntó si el debería decir algo.
Las señales estaban allí. Él las había vivido. El sabia como se veían.
La diferencia era, que él no estaba realmente tan comprometido con la relación. Su esposa había sido tolerable, una buena amiga, y él había estado allí con una libido saludable, y en la edad en que las personas esperaban que sentara cabeza. Pero no había un sentimiento genuino allí, y en algunas ocasiones, simular podía ser agotador. Cuando empezó a sospechar, apenas a dos años de matrimonio, casi sintió alivio. Lo libero de responsabilidades, por así decirlo.
Kamijou, por otro lado…
Bueno, habían estado teniendo problemas antes de esto. Por al menos un año, su profesor adjunto había sido una tormenta constante de miseria. Luego estaba ese incidente afuera de la oficina, y esa noche él había venido deambulando por la lluvia, llorando…
Se necesita demasiado para hacer llorar al ‘Demonio Kamijou’.
Lo que lo traía de vuelta a ese dilema.
¿Era Kamijou más feliz sin saberlo?
El picaporte de la puerta se volteo, y el malhumorado castaño en cuestión entro a pisotones.
“¡Oh, my sweet honey!” Miyagi saludo con su acostumbrada sonrisa y abrazo. “¡He esperado por tu rayo de sol especial toda la mañana!”
Sus hombros estaban rígidos, y parecieron decaerse por un breve momento antes de que, predeciblemente, los brazos se levantaran y alejaran de un empujón a Miyagi. “Profesor…”
Cierto. Los niveles de advertencia eran inusualmente críticos. “Ah, cuanto trabajo, cuanto trabajo,” el alegremente retorno a su mesa y abrió el periódico.
En realidad, no era de su incumbencia. Pero le tenía un cariño genuino a su profesor adjunto. Tanto como… bueno, ese era un pensamiento muy peligroso. Pero le molestaba, solo un poco, en pensar lo mal que lo habían tratado. El nunca logro sonsacar la historia completa de su hermético colega, pero de lo poco que había logrado reconstruir…
¿Quién desaparecía por un año sin hacer una solo llamada a su amante? Eso tiene que ser una exageración, ¿Cierto? ¿O uno de esos ‘accidentes-en-la-oficina-postal’?
Al demonio con eso. “Sabes, Kamijou…”
“¿Que?” el espeto, rápido como una serpiente atrapando un ratón.
Su coraje vacilo. Él podía ver de dónde venía el apodo de ‘Demonio’ en algunas ocasiones.
“¿Cómo ha estado todo en casa? Estas inusualmente malhumorado hoy. Ahhh, esta arruinando mi café,” se lamentó amigablemente. Tal vez irse por la tangente era una mejor ruta.
Solo el silencio respondió a esa pregunta. Cuando él pudo dar un vistazo, Kamijou estaba inmóvil mirando a la nada. “Hey, ¿Kamijou?”
En un rápido movimiento, recogió sus papeles y las metió en su maletín, e hizo camino hacia la puerta. “Van bien,” dijo escuetamente. “No es que sea de su incumbencia. Ahora si me disculpa, tengo que dar una clase.”
Miyagi se encogió de hombros ante la descortés evasión y encendió otro cigarrillo.
Clases, después de todo, no comenzarían hasta dentro una hora más.
Oh bien… el esperaba plantar esas semillas de duda. Un poco de preaviso le dará una decepción más gentil.
No podía hacer más, aunque… Como Kamijou dijo, no era de su incumbencia.