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Sentimientos por Skarlatta

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/····································Capítulo 2: Contrariedad····································


En su camino de regreso a la habitación, Kai suspiró con emociones entremezcladas.

Podría vanagloriarse por la excelente muestra de autocontrol que tuvo al evitar robarle otro beso a su compañero, pero ese no era el momento de enaltecerse a sí mismo.

Nunca antes estuvo enamorado, ni siquiera consideró el conquistar a alguien, y nunca nadie le ha importado como Rei le importa. Así que no tiene ni la más remota idea de lo que está haciendo, o de lo que debe hacer.

Guiarse por su instinto y correr riesgos es, aparentemente, la única opción factible.

Se guardó un nuevo suspiro conforme abría la puerta de la habitación, adentrándose a paso lento debido al cansancio. Tomaría un baño fresco para sentirse mejor y luego bajaría a desayunar. Resistiría sin descanso si tenía en mente las escenas del entrenamiento con Rei; en verdad había valido la pena sacrificar unas horas de sueño. Los recuerdos de esas horas pusieron una suave sonrisa en sus labios, porque no escapó de su interior el cumulo de agradables emociones que le cobijaron mientras combatía con su compañero.

No obstante, apenas sus pupilas color rubí toparon con una cama vacía la sonrisa en sus labios desapareció.

"¿En dónde está Max?"

Se preguntó, conforme su mirada recorría toda la habitación. El lugar estaba claramente vacío, al igual que el cuarto de baño pues la puerta abierta dejaba ver que no había nadie ahí.

Frunció el ceño, considerando si debía preocuparse por el pequeño rubio o si debía preocuparse por sí mismo y la conversación tenida con el moreno. ¿Sería demasiado paranoico pensar que Max pudo haberlos escuchado?

Sí. Se respondió positivamente, tras lo cual retomó sus acciones.

El menor no podía haberlos oído, simplemente estaba permitiendo que la desconfianza le afectara demasiado. Lo mejor sería no hacer suposiciones apresuradas y continuar con lo que tenía planeado hacer. Después se encargaría de buscar al poseedor de Draciel, eso si no volvía a la habitación antes.

Kai debió saber que no solía equivocarse frecuentemente en sus sospechas.

[...]

¿Por qué hiciste eso?

Porque… Tú diste un paso al frente.

Supongo que esto es por lo que pasó después del Torneo Asiático. Escucha, Rei, lo que te hice… No estuvo bien. Lo… Lo siento.

Kai…

Quiero que sepas algo: Puedes estar tranquilo, no volveré a hacerte algo como eso. Y no olvides lo que te dije en la habitación. Este no es el momento para que te distraigas o agobies con otras cosas. Mantente concentrado en el Torneo Estadounidense.

Max no podía parar de recordar lo escuchado hacía tan sólo unos minutos atrás.

Era joven e inocente, pero no era estúpido. Rememoró todo lo sucedido tras el Torneo Asiático y, poco a poco, las piezas se fueron uniendo como en un rompecabezas.

El malhumor de Kai, los labios hinchados de Rei y su nerviosismo cuando le preguntó sobre ello, la extraña forma en la cual Kai interrumpió aquel momento entrando repentinamente en la habitación. Todo, todo encajaba a la perfección con los sucesos actuales. La particular tensión que se palpó en el ambiente a la hora de irse a dormir, la manera poco común en que Rei escogió dormir en un extremo de la cama sin pedirle opinión, el entrenamiento exclusivo de Kai para el poseedor de Driger cuando todos en el equipo necesitaban entrenarse.

Aquellos pensamientos podrían no ser otra cosa sino conjeturas. Sin embargo, no veía muchas posibilidades de equivocarse.

Era casi seguro: Kai estaba enamorado de Rei.

El pésimo humor del ruso habría sido causado por celos debido a lo ocurrido entre Rei y Mariah en el Torneo. Los labios hinchados del chino eran el resultado de algún beso que Kai había robado de ellos, según por lo que pudo entender en la conversación que escuchó recientemente y en el retroceder del moreno cuando el bicolor se le acercó. La tensión entre ambos era porque Rei no correspondía los sentimientos de Kai.

Durante unos instantes no supo qué hacer con tanta información. Pero si él estaba confundido por la situación… No se podía ni imaginar cómo debían sentirse sus compañeros.

Él era más cercano al chico de China, sin embargo, a sus pensamientos acudió primero el capitán del equipo.

No debía ser nada fácil para alguien como Hiwatari enamorarse y ser rechazado, sobre todo porque no le parecía que tuviera muchos amigos con los cuales pudiera hablar de lo que pasaba, o de lo que sentía. Imaginarse ese panorama le encogió el corazón.

Tal vez… Él podría hacer algo por Kai. Quería ayudarlo de algún modo, sólo le restaba averiguar cómo.

Trataría de ser sutil, muy sutil para evitar que su capitán se cerrara por completo a recibir apoyo.

[...]

Rei permaneció ensimismado bajo las luces del amanecer.

De algún modo sorprendente y casi imposible, la beybatalla con su capitán se llevó de su ser cualquier rastro de tensión. Por otro lado, las palabras de Kai le provocaron sensaciones… Ambivalentes. Resultó confortable saber que ya no volvería a arrebatarle besos, pero ese mismo hecho también se sintió un tanto… Desagradable.

Sacudió la cabeza, deseando quitarse con ello la multitud de brumosos pensamientos.

Deshacerse de sus dudas fue lo último que hizo; toda la mañana, mientras se bañaba, vestía y desayunaba, estuvo ajeno a casi todo. Lo único que logró sacarlo de tal estado fue el escuchar a Kenny contándoles que irían a entrenar a un lugar especial por instrucción del señor Dickenson.

Agradeció tanto el tener algo en lo cual volcar su atención.

Ya no quería tener la mente ocupada en ideas tan enredadas como madeja de hilo. Ya no quería pensar en cosas que, creía, eran inapropiadas. Especialmente… Ya no quería pensar en Kai.

El día anterior —con todo lo ocurrido en los laboratorios de investigación de la BBA—, se podía calificar como uno de los peores días que los Bladebreakers habían tenido. ¡Había perdido un enfrentamiento! Eso era más importante que el inusual comportamiento de su capitán de equipo y, sobre todo, era más importante que sus propias e innecesarias reflexiones. Si había algo que requiriera toda su atención, eso sin duda era el Beyblade, por ende, pondría toda su concentración en ello, sin importar el costo o la dificultad.

Para su fortuna, y gracias nuevamente al señor Dickenson, terminó muy ocupado junto al jefe; rediseñar su beyblade era el objetivo a cumplir en tan sólo dos días.

Con tan poco tiempo a su disposición decidieron no desperdiciar ni siquiera un minuto. El lugar especial para entrenar se trataba de una cabaña en medio del campo, pero ni Kenny ni él dieron más relevancia al lugar, ni tampoco prestaron demasiada atención a Antonio, el chico encargado de darles más instrucciones de entrenamiento; después de todo, no podía entrenar sin su blade. Descartando el entrenar, permaneció junto a su compañero en una habitación de la cabaña que contenía algunas piezas de utilidad para el cambio a su beyblade. Durante los primeros momentos de trabajo, su mente estuvo en donde debía, es decir, en el rediseño de Driger, mas antes de lo esperado su concentración se quebró al escuchar una frase del jefe.

—Lamento que no podamos hacer esto más rápido. Si no tienes a Driger no puedes entrenar y hubiera sido una buena idea que entrenaras junto a los chicos.

Instantáneamente rememoró las escenas del entrenamiento con Kai.

Le pareció sorprendente la claridad de los recuerdos al manifestarse. Tan increíble como la intensidad de los sentimientos que vibraron en su pecho.

—¿Rei? Oye, Rei, ¿te encuentras bien?

Kenny tuvo que llamarlo un par de veces para hacerle abandonar sus pensamientos, sólo entonces se dio cuenta de lo mucho que se había perdido en su mente.

—Sí, sí, solamente estaba pensando.

La respuesta dada fue un tanto torpe, no pudo evitarlo, ni tampoco pudo evitar preocupar un poco a su amigo; pudo notar al pequeño castaño indeciso entre cuestionarle y ahondar más en lo que le ocurría, o dejarlo estar y continuar con los cambios a Driger.

—Pensaba en el entrenamiento, yo…

Guardó silencio, interrumpiendo repentinamente su propia explicación al encontrarse en un pequeño dilema. ¿Podía contarle a Kenny sobre su entrenamiento con Kai? Supuso que sí, es decir, ¿por qué no hacerlo? No habían hecho nada malo. Todo lo que debía hacer era ocultar la conversación con su capitán y no debería haber ningún problema.

—Yo no creo que debas preocuparte por eso ahora, jefe. Aún tenemos algo de tiempo antes del Torneo, podré entrenar con Driger cuando su rediseño esté listo.

No se reconoció a sí mismo luego de haber ocultado injustificadamente el entrenamiento tenido con el bicolor. Mucho menos se reconoció tras haber pensado en que prefería guardar aquella madrugada como un bonito secreto únicamente entre Kai y él.

Deseó tanto poder enterrar esos pensamientos junto a los nuevos e indeseados sentimientos que tenía.

[...]

—¿Sabes algo, Kai? No te agradecí por salvarme ayer en los laboratorios de la BBA.

Esas palabras de Max le hicieron mirarlo durante unos segundos, antes de colocar otro tronco que el rubio no tardó en cortar con un hacha.

—No es necesario.

Concluyó, esquivo como siempre solía ser. A pesar del agrado que sentía por ese chico, sabía a la perfección que no podía permitirse acercamientos con nadie. Rei era una excepción a la regla, alguien por quien estaba arriesgándose demasiado, su peligrosa debilidad.

Para bien, o para mal, estaba perdidamente enamorado.

—Sí lo es —volvió a mirar a su compañero luego de oírlo insistir—. Gracias. Te debo una.

No estuvo muy seguro de cómo responder a eso. La idea de que alguien le debiera algo no sonaba mal; siempre podía utilizar esto a su favor cuando lo necesitara. Así fue como terminó por aceptar la idea, aunque… Su respuesta se limitó a un asentimiento leve sin más palabras de por medio.

Vio un pequeño brillo en las celestes pupilas del rubio; parecía un brillo triunfal, pero no podía asegurarlo.

El resto del día continuó haciendo labores extrañas, las cuales formaban parte del entrenamiento de Antonio, y siempre tuvo como compañero a Max, pues no toleraba lo suficiente a Tyson para hacer trabajos a su lado.

Las horas transcurrieron más rápido de lo imaginado al principio.

Ante sus ojos el sol comenzó a descender, dándole coloraciones índigo y lilas al cielo, mientras que el horizonte, entre las altas montañas, se tiñó de anaranjado y rojizo.

Era una gran vista, aun así, optó por no prestarle atención y entrar a la cabaña, dejando a las afueras de esta a Antonio, Tyson y el abuelo de este. En principio, creyó que Max también se quedaría ahí a disfrutar del atardecer; un ruido de pasos a sus espaldas y una mirada oblicua tras él le hicieron saber su error. El pequeño rubio le seguía, pareciendo empeñado en hacerle compañía, lo cual le hiciera considerar el dedicarle una gélida mirada para apartarlo de sí.

La compañía de Max no le molestaba, y ese era el problema.

No estaba ahí para jugar. Tampoco estaba ahí para hacer amistades. Podía permitirse una anormalidad a su objetivo —Rei—, pero no podía permitirse dos.

Tomada su decisión, solamente le quedó esperar el momento adecuado para alejar al menor y, dado que el muchacho le seguía de cerca, no tendría que esperar demasiado. Vio la oportunidad perfecta minutos después de entrar a la cabaña, cuando comenzó a preparar algo de té en la cocina. Max se había sentado en la mesa tras él y le observaba en silencio.

Sin pensarlo más se giró, dispuesto a darle una mirada con la cual le dejaría en claro que su compañía no era bienvenida, incluso si era mentira.

Cualquier intento de ahuyentar al chico se vio interrumpido por Rei, quien llegó a la cocina pensativo, ensimismado, pero justo detrás del menor y justo a tiempo para aparecer en su campo de visión, provocando al instante que cualquier sentimiento negativo se esfumara de sus pupilas, dándole paso a un sosiego fuera de lo normal.

Tras unos segundos, el recién llegado puso atención a su entorno, conectando su mirada con la de su capitán.

Rojo y dorado chocaron, e irremediablemente se perdieron el uno en el otro por un tiempo impreciso, porque no podían apartarse, eran como imanes atrayéndose. Y ahí, entre esa incapacidad para dejar de mirarse, ambos chicos se encontraron con pensamientos que, más tarde, considerarían irracionales, pero en ese mismo instante parecían los más lógicos del mundo.

Los dos apreciaron la mirada contraria y compararon, compararon a qué les recordaba o siquiera si había algo en el mundo que pudiera compararse idealmente.

Rei consideró si el rojo de las pupilas de su compañero era como el del cielo al atardecer. Tal vez en algunas ocasiones, pero no siempre. Algunas ocasiones los colores del cielo eran muy vibrantes, a diferencia de las pupilas de Kai. Aunque últimamente había visto más brillo en ellas.

Kai consideró si el dorado frente a sus ojos encajaba bien con el oro. Sí, así era, y no sólo en apariencia. Esa mirada le pareció tan valiosa como aquel metal; daría cualquier cosa para que le mirara sólo a él, inclusive si no lo merecía.

Por segunda ocasión en el día, ambos terminaron profundamente sumergidos en sus pensamientos al grado de no notar a Max intercambiando miradas de uno a otro, siendo testigo de la situación que intentaron ocultar, siendo testigo de los sentimientos que Kai admitió, y siendo testigo de los sentimientos que Rei fingió no tener.


Continuará...

Notas finales:

Hola~

Iba a actualizar hasta el viernes, pero recordé que éste capítulo es un poco corto, así que me dije... ¿Para qué esperar más?

Ojalá haya sido de su agrado, y como no habrá actualización hasta enero, de una vez les deseo feliz Navidad y feliz Año Nuevo. No soy muy buena para éstas cosas, sólo puedo decirles que para éstas festividades les envío mis mejores deseos de que lo pasen bien, disfruten y tengan mucha alegría.

Dicho eso, nos leemos el próximo año. Hasta pronto ^^


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