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Tardado por zion no bara

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Notas del fanfic:

Es una historia cortita con una pareja que me agrada.

Dedicado a Mariposa, graias por apoyarme a seguir.

 

Notas del capitulo:

Espero que les guste a quienes lean.

 

 

No había sido una de las mejores ideas suponer que el momento de irse sería cuando llegara Afrodita, los demás no tardaron en recordar cual era el historial de ese joven compañero, claro que era agradable, divertido, hermoso, pero había un detalle con él que a veces salía a la luz y hacía que los demás tuvieran que retrasar sus planes.

—Lo siento, no sé cómo se fue el tiempo.

Ese joven de ojos y cabellos celestes de un tono único y bella sonrisa parecía tener una incapacidad crónica para cumplir con un horario, ya fuera llegar a una cita con compañeros, presentar un proyecto, hacer su declaración fiscal, lo que se pudiera pensar que tenía un horario determinado era como si lo desafiara y nunca ganara. Pero al menos ya había legado y con eso podían irse a pasar esa noche en una salida de amigos como la habían planeado en los días anteriores.

—Al menos ya podemos irnos—decía uno de los organizadores de la salida, su amigo de cabellos negros Shura.

Con eso el grupo se puso en camino en un par de vehículos para llegar a un conocido bar al que iban con cierta regularidad, los conocían y tener una mesa no fue tan difícil, la habían agendado con anticipación, y de paso con una pequeña trampa.

— ¿Cómo lograste que respetaran la reservación?—preguntaba otro de los convidados, un joven de cabellos azules llamado Milo.

—Conociendo a Afrodita dije otra hora—fue la respuesta de un castaño, Aioros.

—Buena idea.

—No lo digas, si Afrodita lo sabe pensará que tiene tiempo extra y llegará más tarde.

Aunque la conversación se dio en voz baja el de cabellos celestes se dio cuenta que lo miraban al hablar, supuso que era por el asunto de la hora, siempre había sido una cuestión con él, desde niño, sus padres habían peleado por lo que consideraban un mal hábito, pero solo hubo resultados parciales, en realidad ser puntual no iba con él.

Al pasar el tiempo y seguir la conversación Afrodita iba conviviendo con los demás, a otros de los presentes les agradaba el lugar y parte de ser compañeros de trabajo era conocerse un poco mejor, también eran esos momentos en que las personas parecían más dispuestas a comentar cuestiones sobre la empresa, una compañía que se especializaba en el manejo del tiempo, es decir en optimizar el manejo de tiempos en otras empresas. Ese tipo de charla daba paso a conversaciones más privadas y dejaba salir ideas de un compañero por otro, Afrodita se retiró unos momentos para ir al baño y cuando regresó se encontró con una pregunta directa sobre un tema en especial.

—Pero a veces debemos lidiar con gente así—concluía un hombre de cabellos azules quien se llamaba Death Mask.

—Tú debes saber de esto Afrodita—decía un joven rubio.

— ¿De qué?—preguntaba el de cabellos celestes tomando su sitio de nuevo.

—Sobre tener que trabajar con un controlador inhumano que parece tener ojos en la espalda y no tolera los fallos.

— ¿Yo sé de eso?

—Por favor—retomaba Milo—Trabajas con Aldebarán porqué diablos estás perdiendo el tiempo de Tauro.

Hubo un pequeño coro de risitas acompañando esa declaración, hay estaba uno de los temas de los que casi no conversaba pero por cuestiones no relacionadas con el trabajo exactamente, aunque justamente era él quien trabajaba con ese hombre de manera directa.

—Tienes mis condolencias—mencionaba Shura con libertad—Trabajar con ese tipo es como pretender decirle a un ordenador que está haciendo mal las cosas, se los digo, es una batalla que no van a ganar.

—No es tan malo trabajar con él—defendía el de mirada celeste—Una vez que lo conoces sabes que solo le apasiona su trabajo.

—Bueno, admito que tiene un cuerpazo—comentaba Shaka dando un trago a su bebida y cuando te mira directamente sientes que te tiemblan las rodillas.

—Ídem—agregó con formalidad otro invitado de ojos azulados, Camus.

Siguieron una serie de comentarios en un tono similar por lo que aparentemente nadie se dio cuenta que Afrodita casi se ahogó con su bebida, intentaba imaginarse cómo reaccionaría Aldebarán de saber que era tema de semejante conversación, que sus ¿Cómo decirlo? Atributos estaban siendo discutidos en esa salida de compañeros de trabajo.

De pronto lo estaban mirando y sabía que tenía que decir algo al respecto y solo pudo dar una respuesta.

—Debe hacer mucho trabajo en el gimnasio—dijo al final.

—Si hubiera un aparato en el gimnasio que hiciera que Mi Amiguito creciera así ya estaría inscrito en uno—soltó como si nada Aioros.

Los otros se rieron pero Afrodita no pudo llevar a su mente un recuerdo, en una ocasión trabajando con Aldebarán de Tauro había compartido una aventura singular con ese caballero. Aldebarán de Tauro era un hombre alto de cabellos oscuros y ojos verdes tan intensos que parecían negros a momentos, no se parecía a la gran mayoría de hombres con los que trataba, era directo en lo que buscaba y nunca trataba nada personal, el tiempo era dinero aparentemente. Como consultor externo era Afrodita de Piscis el enlace con su compañía y por eso lo conocía un poco mejor que sus compañeros y por eso estuvo a su lado ese día que tuvo un desperfecto con su automóvil.

Aldebarán lo estaba siguiendo para una entrevista con un posible cliente y quedaron varados en el camino, él estaba dispuesto a llamar por una grúa y un taxi pero Aldebarán ni siquiera pidió permiso para hacerse cargo, fue al vehículo y se dispuso a dar una mirada al motor, como no quería llevarse sorpresas se quitó la camisa, así no había posibilidades de que se ensuciara- el de ojos celestes ni siquiera habló mientras la escena parecía ir en cámara lenta, quitarse la prenda, dejar al descubierto su torso y tuvo que preguntarse si era posible que un hombre tuviera semejante cuerpo. Al final, en unos minutos solamente, su automóvil de nuevo funcionaba y pudieron seguir con su canino sin inconvenientes pero lo que había visto no se le había olvidado, de ninguna manera.

La relación se había mantenido en lo laboral, era cierto, pero Afrodita no podía evitar un leve rubor en sus mejillas recordando eso y otras cosas, como esa voz profunda y masculina, las manos que parecían poder tomar lo que quisieran, la firmeza para dirigirse a los demás, jamás perder una discusión… Mejor dejaba el tema, estaba al tanto que sentía algo por el de Tauro, lo atraía, de una forma intensa pero no estaba seguro que fuera solamente un asunto físico aunque no se había atrevido a hacer un movimiento abierto.

—Pues yo no tengo quejas con Saga—seguía con la charla Aioros—No se puede tener quejas con todo ese paquete.

Afortunadamente para Afrodita la conversación había continuado y el de cabellos negros se había sumergido en citar todos los atributos de su novio así que el tema del de Tauro fue dejado de lado, al menos por los demás. El de cabellos celestes no lograba sacar la imagen de su mente, ese hombre estaba ahí, con su fuerza y seguridad, sin permitirle tonterías a nadie, le gustaba el caballero, eso era sencillo de decir pero había algo más y ese algo mas era lo que lo complicaba todo. Y no fue de ayuda que los demás se sumergieran en una charla sobre sus vidas íntimas, o sea sexo, lo que habían hecho en el pasado, lo que vivían en el presente o lo que querían en el futuro, estaba en la mesa el tema y no iba a irse a ningún lado.

Las luces en el lugar estaban un poco bajas lo cual fue de ayuda al de ojos celestes pues no podía notarse que el sonrojo en sus mejillas fue en aumento, su vida sexual se había tomado un receso, largo, para ese momento su relación más significativa era con su mano. No era por falta de interés, claro que no, el joven de cabellos celestes era una belleza pero había aprendido en su época de universidad que no quería algo casual solamente, así que por eso no avanzaban mucho las cosas con otras personas. Por eso y porque con mayor frecuencia se encontraba pensando en el de Tauro, cuando estaba cerca de él no lograba evadirse de ciertas sensaciones, como esos sexys pensamientos en los que el de cabellos oscuros resultaba un protagonista frecuente lo cual lo hacía sentirse agitado y algo preocupado. Le preocupaba porque sin importar lo que él sintiera no estaba seguro que el otro hombre tuviera siquiera interés en él.

En ese momento justamente el teléfono del de cabellos celestes comenzó a llamar y vio el número, no era posible.

—Aldebarán—dijo—Lo siento, tengo que responder.

Diciendo eso abandonó la mesa y se dirigió a los baños, sitio que parecía más tranquilo y pudo atender después de respirar con profundidad.

—Hola ¿Qué sucede Aldebarán?

Hola—fue el seco saludo de esa voz—Que bueno escuchar que no estás preocupado Afrodita, no tengo tu informe sobre las proyecciones de la empresa Poseidón.

—Son para el día trece.

—Hoy es doce.

— ¿Qué? No, no apenas es…

Comenzó a hacer cuentas en su mente y de pronto se dio cuenta de lo que sucedía ¡Rayos! Estaba al límite de la entrega.

¿Tienes el reporte?—preguntaba Aldebarán.

—Solo tengo que terminarlo.

Un silencio de segundos le indicó al de cabellos celestes que el otro hombre no estaba exactamente contento con lo que escuchaba, siendo un hombre formal y puntual ese tipo de cosas no le gustaban precisamente pero aparentemente apareció un poco de calma y ofreció un plan.

—Si trabajamos juntos podemos unificar tu reporte con mi proyecto ¿Qué te parece?

—Excelente—respondió sin pensarlo.

Tal vez no debió poner tanto entusiasmo en su voz con la respuesta que dio pero ya no podía cambiar eso.

—Te veo en tu casa, podremos trabajar mejor desde ahí—decía el de Tauro.

—Voy para allá.

— ¿Qué? ¿Dónde estás?

—Salí con los chicos del trabajo y…

—Voy para allá, no tardaré.

—Nos vemos.

—Estaré esperando.

La llamada se terminó apenas le dio los datos de su dirección y el resultado era ambivalente, por un lado estaba la excitación de ver al de cabellos oscuros pero por otro lado se hacía una pregunta directa.

— ¿Qué quiere decir con que me va a esperar?

Tan solo tenía que ir a su casa, no iba a tardarse en eso.

Resultó que si se tardaría más de lo planeado en irse.

 

*****

 

Cuando Afrodita llegó a su casa se preguntaba cómo iba a poder trabajar esas horas que vendrían con el de Tauro sin demostrar que le gustaba el caballero, no era que generalmente se mostrara tímido pero definitivamente ese hombre lo hacía comportarse de otra manera.

—Tal vez si me doy una ducha fría…—intentaba decirse.

El plan podría haber funcionado si hubiera llegado temprano a su casa, pero resultaba que un vehículo ya estaba estacionado frente a la propiedad y en cuanto divisó el suyo no tardó en aparecer el alto caballero de ojos profundamente verdes.

—Hola Aldebarán—saludó intentando escucharse casual.

— ¿Dónde habías estado?

—Te dije, salí con los chicos.

Eso explicaba su ropa, hasta ese momento el de Tauro siempre lo había visto con ropa formal, juvenil y elegante, pero esa noche iba de otra manera, los pantalones entallados, los botines, la camisa que lo envolvía, era otro. De la misma manera el joven de los ojos celestes veía a ese hombre en otra ropa, era algo similar, siempre lo había visto con trajes o su versión más cercana pero en ese momento llevaba mezclilla y un suéter de vestir, el cabello suelto, las botas militares, era complicado no mirarlo.

—Vamos a trabajar de una vez, no podemos perder el tiempo, el informe completo tiene que presentarse mañana.

—Ya casi tengo terminada mi parte.

—No puedo presentarme con un informe casi terminado, si hacemos eso casi nos pagan.

Remarcaba las palabras donde deseaba dirigir su atención y el de ojos celestes decidió que no diría otra cosa, era mejor hacer su trabajo, entraron a la casa y por un segundo le dio la impresión que esos ojos verdes lo seguían, pero no podía decir el motivo por el que lo hacían. Terminaron en el pequeño salón del joven dueño del lugar, un sitio lleno de pequeños recuerdos especiales para el de mirada celeste, fotografías y objetos que significaban algo, como una reproducción del apellido de su familia, los Piscis. No tardaron en tomar su sitio en los muebles, Afrodita en el sillón, Aldebarán en el sofá, y con la mesita de centro tuvieron de inmediato todo lo que requerían, sus computadoras portátiles estaban ahí y el trabajo se finalizaba con velocidad.

A esas alturas el de cabellos celestes sabía que cuando Aldebarán se centraba en una labor la seguía hasta finalizarla, no dejaba pasar nada, atento a los detalles, sabía lo que necesitaba saber y en ese caso no tardó en hacerse cargo pues daba las indicaciones y el otro lo seguía, no estaba nada mal.

—La presentación está lista, aunque hubiera querido no hacerla de último minuto.

—Perdona Aldebarán, de verdad no sé porque me cuesta cumplir con los plazos.

—Está bien. Ya tenía adelantado lo más importante.

Era cierto, lo que hacía que el de ojos celestes se preguntara porqué había querido reunirse cuando pudieron trabajar en línea pero generalmente no cuestionaba lo que el de Tauro dijera, además de verdad le gustaba estar cerca de él aunque le resultaba complicado mantenerse bajo control. Sin más no dejaba de notar cuanto se le entallaban los pantalones, lo fuertes que eran sus brazos bajo la camisa arremangada, cuan masculino lucía con su rostro concentrado, y fue justo en ese constante cuando se vio sorprendido por esos ojos verdes que lo observaban como tratando de saber lo que sucedía.

—Parece que hemos terminado—decía el de cabellos oscuros estirándose como gato al sol—Si logramos que el proyecto…

A esas alturas Afrodita no escuchaba mucho, solo pensaba en lo delicioso lucía comportándose de esa forma, y que tenía que sacarlo de su casa antes que hiciera algo que no pudiera detener o cambiar.

—Aldebarán, de verdad no creo poder hablar más de trabajo, ya es tarde y quiero descansar, podemos solucionar el resto mañana.

Vino un silencio breve y medio hosco desde el sofá, Afrodita procuraba mantener su vista en otro sitio pues no podía confiar en su autocontrol y sin terminar de decidirse de si debía aterrarle o gustarle notaba que el otro hombre no dejaba de mirarlo directamente. Debía decirle algo, debía hacerlo, pero por alguna razón continuaba actuando como adolescente que no quería que el chico que le gustaba supiera que le gustaba, no imaginaba que pudiera sentirse así de nuevo pero bueno, ahí estaba, sin saber qué hacer o cómo hacerlo.

— ¿Te sientes bien Afrodita?—preguntaba con mayor atención el de cabellos oscuros—Tu rostro se ve afiebrado.

Uniendo acciones a sus palabras fue a su lado, la cercanía hacía que el de cabello celeste se sintiera con menores posibilidades de controlar las cosas.

—Estoy bien pero creo que es mejor que te vayas—decía con algo de urgencia tratando de no dejarse llevar por esos ojos verdes.

— ¿Qué te sucede?—preguntaba de forma directa el de Tauro—Actúas de manera extraña ¿Cuánto bebiste?

—No bebí casi, no es por el alcohol.

Sin pódelo evitar sus ojos celestes se encontraron con la mirada del más alto, no podía más con eso.

—Afrodita…

—Tienes que irte Aldebarán antes que comience a besarte hasta que te pongas azul por la falta de oxígeno.

De pronto tuvo que respirar como si lo que terminaba de decir hubiera estado luchando por emerger durante el tiempo juntos y más o menos era la verdad, pero dejaba al de mirada celeste en una situación que lo resultaba difícil, con otra persona ser directo hubiera sido sencillo, de aceptar o no las consecuencias no serían un problema. Con Aldebarán las cosas eran diferentes, no se trataba solamente de atracción física, ese hombre le gustaba más allá de eso, dar una declaración como la que terminaba de tener lo angustiaba porque no sabía si el de ojos verdes sentía algo por él y si no era así tendría que dejar de verlo, no soportaría seguir a su lado sin ser correspondido.

El de Tauro no se movía haciendo que Afrodita no se animara a hacer un solo movimiento pero escuchó cuando le habló.

—No creo que eso sea posible Afrodita—le dijo.

En un primer momento el de ojos celestes se dijo que solo deberían despedirse pero lo que hizo en su lugar fue girar hacia el de Tauro y levantándose sobre la punta de sus pies colocó las manos en esos fuertes hombros besó esos labios con intensidad, llevaba tiempo queriendo hacerlo, pero apenas lo había hecho cuando el sentido común pareció darle un papirotazo y se apartó poniendo distancia entre ambos.

—Lo siento—murmuraba—No sé porque…yo nunca…

No pudo seguir hablando, un fuerte brazo lo alcanzó y lo rodeó por la cintura, de paso logrando que se miraran de frente y una mano sujetó su barbilla por lo que pudo contemplar esos ojos oscuros observarlo intensamente.

—Si piensas iniciar algo será mejor que lo termines—le dijo directamente—O yo lo terminaré por ti Afrodita.

— ¿Qué?

—Como siempre, te ayudaré a terminar.

Sin otra palabra lo atrajo hacia él y lo besó con firmeza, haciendo no solo que sus labios se unieran, también permitiendo que esas manos lo acariciaran y unos momentos bastaron para que el beso fuera profundo y sus lenguas se conocieran un poco mejor. El de Piscis no podía dejar de sentir algo de sorpresa bajo el poder de ese asalto pero la sensación prontamente se convirtió en suaves vocecitas de placer mientras sentía que esas fuertes manos lo acariciaban tratando de hacerlo sentir en confianza.

—No lo sabía—murmuraba el de cabellos celestes—No sabía que sentías lo mismo que yo.

— ¿Qué? ¿Sentías que deseabas hacer algo pero no lo hacías? ¿Te gustaba pero no solo eso? ¿No sabías cómo acercarte?

—Si—admitió buscando su rostro—No sabía que te sentías igual.

—Yo no me sentía así—aseguró el de ojos verdes—Pero notaba que tú sí.

— ¿Por qué no me dijiste nada?

—La verdad esperaba a que te decidieras, pensaba que si te daba tiempo terminarías por llegar a buenos términos contigo mismo y te decidirías pero al final eso era demasiado optimismo de mi parte, en definitiva no te llevas bien con los plazos.

—Creo que nunca he podido.

—Podía haber trabajado a distancia contigo y no lo hacía, incluso esta noche, solo podía haber esperado tu reporte, pero quería estar contigo.

Por un instante bajó la mirada pero el de Tauro sonrió, era encantador ese muchacho aun si no podía apegarse a un horario.

—Lo que importa es que ahora estamos aquí Afrodita, ahora podemos seguir, juntos.

—Aldebarán.

Fue todo lo que pudo decir pues el de cabellos oscuros volvió a besarlo y no estuvo seguro de cuánto tiempo pasó entre besos y caricias pero comprendió que las cosas habían cambiado cuando sintió que su espalda quedaba sobre el sofá, esa boca probaba su cuello mientras una mano se hundía en su cabello celeste; no dejaron de besarse con sensualidad, como si buscaran comprobar que sus cuerpos se adaptaban bien, parecía que si cuando el de ojos celestes se arqueó haciendo que todo su cuerpo se apretara contra el de Tauro dispuesto a entregarse sin guardar nada para sí mismo, no valía la pena que perdieran el tiempo.

 

*****

 

Aldebarán no dejaba de sentir a esa hermosa criatura entre sus brazos, podía probar sus labios y su cuello, sentir su piel, era no solo hermoso, era compartido y aunque en un primer momento podrían parecer diferentes la verdad era que se acoplaban muy bien estando juntos. como si no quisiera separarse pero teniendo que hacerlo, el de mirada verde sacó la sexy camiseta que cubría ese suave cuerpo de los pantalones que se entallaban tan bien en esas largas piernas y deslizó sus manos por debajo de la tela. El de Piscis se retorció un poco, como si tuviera cosquillas, bajo el toque de esos dedos sobre su piel y bastante animado lo ayudó a comenzar a desvestirse, la prenda tenía que dejar de interponerse.

Lo que estaba ante sus ojos verdes gustaba al más alto de los dos, apenas un suspiro y comenzó a pasar sus manos por ese torso desnudo, acariciando el pecho, frotando con sus dedos los sensibles pezones, para terminar besándolos y probándolos con su lengua. Afrodita se dejaba llevar, disfrutaba del momento solamente, ese hombre era fuerte y decidido, le gustaban ambas cualidades, pero se daba cuenta que deseaba un poco de control en su deliciosa situación y supo lo que haría. Pequeño y ágil como gato hizo un movimiento no solo veloz sino acrobático y de pronto el de cabellos oscuros se encontró con que era él quien estaba sobre su espalda en el sofá y además con un joven Piscis a horcajadas sobre él, tuvo que arquear una ceja como preguntándose por lo que tenía planeado el otro y vio ese hermoso rostro darle una sonrisa como de alguien que planea una travesura.

—No tan rápido chico veloz—decía el de ojos celestes marcando la línea de esos labios que lo habían besado con su dedo índice.

El de cabellos oscuros tomó ese mismo dedo y lo mordió suavemente sin dejar de mirar esos ojos que no perdían un solo movimiento, parecían oscurecerse por el deseo.

—Tú fuiste quien empezó todo esto chico impuntual.

Afrodita soltó una risita y se acomodó sobre el de Tauro, haciendo que lo sintiera.

—No parece que tengas de que quejarte.

El de cabellos celestes susurraba al oído del de ojos verdes al mismo tiempo que marcaba con su dedo el delineado torso hasta llegar a la entrepierna para frotar suavemente el bulto que comenzaba a elevarse dentro de los pantalones.

—De cualquier forma…—continuaba Afrodita acariciando con sensualidad.

Observaba como esos ojos verdes se iban cerrando lentamente al mismo tiempo que su dueño dejaba escapar un sensual gemido ahogado, sin duda apreciaba lo que hacía por él y eso que apenas iba comenzando pero para seguir tenía que asegurarse de algo; con seguridad despojó al de cabellos oscuros de su camisa, quería ver su piel, quería probarlo, quería sentirlo por completo y no esperar más. Se inclinó hacia el frente y lo besó por el pecho, marcaba esos músculos con sus labios, parecía que no tenía suficiente de él.

—No juegas en igualdad—murmuró el de Tauro.

— ¿Para qué? No pienso perder.

Era como si olfateara su pecho, lo lamía y presionaba con un poco de fuerza esa piel que se hacía cálida con el contacto, sintiendo como se tensaban sus músculos, pero el otro no pensaba quedarse quieto, así que deslizó sus manos por la delicada espalda para después alcanzar el pecho y no esperó para masajear esos mismo pezones que había probado. Afrodita gimió mientras esas fuertes manos atendían su sensible piel y se agitaba por la sensualidad de sentirlo, de saber que le gustaba de esa manera haciéndolo más sensitivo a las caricias. Con el deseo en aumento el de cabellos celestes abrió la cremallera de esos pantalones que aún estaban en su sitio y los hizo bajar por las masculinas caderas, ayudando a liberar ese excitado miembro de la ropa interior que lo apresaba.

Con gentileza el de ojos celestes frotaba la columna a su alcance, sonriendo por la reacción a sus esfuerzos, sus dedos se deslizaban hacia arriba y hacia abajo, presionando especialmente en la corona y empujando el sensible prepucio dejando al frenillo como objeto de sus atenciones. Dando en gutural gemido, Aldebarán no pensaba quedarse como el que aguardaba, aprovechando su tamaño y fuerza invirtió nuevamente los papeles, haciendo que el de Piscis quedara bajo su cuerpo, con lo que él estaba arriba otra vez. No esperó para asaltar esos labios que se abrían con placer para dejarlo invadir la boca y encontrar esa lengua que se enredaba contra la suya, sus manos encontraron el camino hacia los pantalones del otro joven desabrochándolos para después hacer que descendieran por ese bonito trasero para después, con singular habilidad, sacarse los suyos.

No había sido sencillo pero el de tauro lo consiguió y también logró llevar sus fuertes manos a la cara interna de los muslos del de ojos celestes, masajeaba la cálida piel y al alcanzar la unión de sus piernas no dudó en atender su sensible entrepierna al mismo tiempo que lo besaba con sensualidad por el cuello y el pecho. Afrodita casi suspiraba con las sensaciones que corrían por su interior, cada movimiento parecía destinado a enloquecerlo, deseaba a ese hombre, quería sentirlo en su interior, que le hiciera el amor sin perder el tiempo.

—Alde… Aldebarán…

Intentaba hablar para hacerle saber lo que sentía, pero no era sencillo, ese hombre estaba haciendo cosas deliciosas a su cuerpo, lo desnudaba con habilidad, separaba sus piernas y no dudó en usar su boca para comenzar a probar su sexo, la lengua lo recorría desde los testículos hasta la corona, sonrió como lo besaba con entusiasmo para después presionar la punta, volver a bajar y tomar sus genitales hasta hacerlo gemir. Siguió así por unos momentos pero continuó finalmente con lo que deseaba, su masculina intimidad que quedó al descubierto cuando lo flexionó sobre el sofá separando sus nalgas con firmeza, entonces sus dedos comenzaron a acariciar el delicado pasaje, presionando y rodeando, dejando caer su saliva para lubricar el anillo que se estremecía como su dueño, dejándose guiar al placer conforme su intimidad era invadida, sus paredes separadas y al final su próstata que era rodeada y embestida por esos dígitos que le provocaban gemir pidiendo que siguiera.

—Alde… Alde… ahora… sigue…

El de Tauro tuvo que buscar su rostro de nuevo, las cosas iban un tanto más aprisa de lo que le hubieran gustado, pero admitía que ambos se deseaban y apenas haber logrado llegar a términos con eso sin duda los orillaba a ser un tanto impacientes, le hubiera gustado darse un tiempo pero ¿Cómo resistirse a ese hermoso hombre desnudo que le pedía que continuara? Era organizado, firme, decidido pero nada de eso valía cuando un Afrodita de Piscis quería hacer el amor con él, así que se colocó entre sus muslos, dejando reposar el peso de su entrepierna contra la del joven de ojos celestes, lo besó por la barbilla y la mejilla para mirarlo directamente.

—No esperemos entonces—le dijo con un tono nuevo en la voz.

—Pensaba que era yo el que no hacía las cosas a tiempo—dijo con una sensual sonrisa el de cabellos celestes.

—No seamos impuntuales con esta cita entonces.

Se besaron largamente, querían hacerlo, y al final Aldebarán encontró la posición adecuada y comenzó a penetrar ese delicado cuerpo que no se resistió a su avance, gimió a media voz al mismo tiempo que su cuerpo se arqueaba por la invasión, sintió como las fuertes manos del de ojos verdes guiaban sus muslos por encima de sus caderas rodeándolo como un sensual abrazo, aumentando la presión y haciendo que ese rígido sexo se hundiera en su cuerpo, conforme se hacía más profunda la penetración lo deseaba con mayor fuerza. Aldebarán tenía la mano derecha en las delicadas caderas del otro joven, mientras que la izquierda sujetaba ese cabello celeste como un punto de apoyo para darle control mientras se besaban en el rostro y los labios con pasión.

Las embestidas continuaban con necesidad, Afrodita sentía que sus entrañas se derretían conforme el placer lo llenaba al encontrar el perfecto ritmo entre los dos, se estrechaban con fuerza dando de voces placenteras que llenaban la habitación, no había manera que se apartaran cuando se habían encontrado, debían estar juntos desde ese momento. Sus voces se hacían pesadas, sus sentidos se embotaban, todo en su interior era ardor y entrega pues no podían dejar de sentirse, ese calor que los llenaba como a oleadas, iba por sus venas inflamando su ser, llenándolos como una corriente que no podía ser contenida. No facilitaba las cosas que un fogoso Aldebarán sujetara su sexo y lo frotara con fuerza, dando leves lamentos apasionados clavó las uñas en esa fuerte espalda sintiendo que su cuerpo podía estallar.

Alcanzaron su clímax casi al mismo tiempo, el de ojos celestes terminó dando un gemido placentero y algo elevado, temblando un tanto contra ese masculino cuerpo que lo cubría, diciendo algo que parecía el nombre de su amante, aferrándose a él hasta que su ´propio cuerpo se relajó un poco. En cuanto al de ojos verdes no tardó en seguirlo al sentir la forma en que su sexo era estrujado, su simiente abandonando su ser y haciéndolo tensarse para vivir su éxtasis abandonándose a ese joven que lo era todo en ese momento.

Se quedaron sobre el sofá como si fueran un desastre, ambos respirando con fuerza al despertar de la sensualidad que podían compartir; fue Aldebarán el primero en moverse, apartándose un poco para despejar ese rostro al quitar unos mechones del celeste cabello que no le permitía ver bien a ese joven que significaba algo especial.

—No puedo quejarme—murmuraba para después besarlo en el hombro—Valió la pena la espera, eres maravilloso Afrodita.

—No me sentía seguro Aldebarán pero ahora que sé que queremos lo mismo pues…

Se notaba su expresión soñadora, podría estar despeinado, sudando, algo cansado y sin embargo se veía increíblemente hermoso ante el de ojos verdes, no podía dejar de sonreír por estar a su lado.

—Hace tiempo que quería estar contigo—confesaba con suavidad sin dejar de acariciarlo—Pero no me indicabas algo, a veces pensaba que a lo más podría ser tu amigo, tanto tiempo desperdiciado en solo aguardar.

Lo besaba por el cuello con tranquilidad haciendo que Afrodita sonriera con alegría, no esperaba que esa noche terminaría de esa manera pero resultaba fantástica para él, estaba con un hombre al que lo unía algo que no era solo deseo y quería descubrir hasta donde podrían llegar si estaban juntos tomándose de la mano.

—Valió la pena esperar, de verdad Alde…

El de cabellos oscuros soltó una leve risa haciendo que su compañero lo mirara con atención, no parecía comprenderlo en ese momento.

— ¿Qué es tan gracioso?

—Parece que ni siquiera terminas tus frases Afrodita—le respondía con humor—De verdad no terminas las cosas a tiempo.

—Algunas las termino en el momento más apropiado—contestó con toda la intención del mundo en su voz.

Hundiéndose en esos ojos celestes el de Tauro sabía que era verdad, que aun cuando se retrasara en algunas cosas no eran las verdaderamente importantes, se había tomado su tiempo para llegar a donde estaban pero había resultado increíble, podrían seguir unidos averiguando que tan increíbles podían ser juntos, ni antes que podría resultar prematuro ni después que pudo acabar en nada, para entregarse en el momento indicado realmente no se había tardado.

 

*****

 

FIN

 

Notas finales:

Espero que les gustara a quienes fueron tan amables de leer.

Nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


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