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Querido amigo por Cris fanfics

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Jordan y sus cuatro compañeros estaban en el interior del furgón, que tenía unos asientos como el de cualquier coche pero asentados a los lados de tal forma que los chicos estaban los unos frente a los otros.


Dylan se encontraba junto a él mientras que los otros tres jóvenes estaban al otro lado, evitando que sus miradas se encontrasen.


El antiguo capitán sabía que no se sentían cómodos en su presencia después de la frialdad que había demostrado siendo su líder y tras que se hubieran enterado de que había decidido traicionar a su padre para trabajar con la policía.


Por lo menos en ese último punto Dylan estaba igual que él.


Pero decidió ignorar el mal ambiente entre ellos y centrarse en lo realmente importante.


Se acercó a la verja que separa la parte trasera del furgón de donde estaban los dos agentes que habían tenido que escoltarles.


— ¿A dónde nos lleváis? —preguntó sin miedo.


Ninguno de los agentes dijo nada.


— No me ignoréis, ¿qué vais a hacer con nosotros?


El hombre que iba en el asiento del copiloto se dio la vuelta y, bajándose el ala del sombrero, dijo:


— Lo verás cuando lleguemos.


— ¿Por qué no nos dejan darle información a la policía? Sabemos cosas que podrían ser de ayuda para detener a la Alius.


— Esa información no es relevante ahora mismo.


— ¡¿C-cómo que no?! —Dylan se levantó del asiento, indignado— ¡No de-debería haber n-nada más importante que e-eso! ¿Sabéis que s-su auténtico objetivo es pro-provocar una guerra en t-todo el mundo?


El hombre le miró de reojo para, acto seguido, pasar de él.


— Dylan, siéntate y relájate… Por mucho que te enfades no vas a cambiar nada.


Los hombros del más bajito se tensaron.


— P-podría usar una supertécnica p-para escapar, o incluso para lle-llegar al volante o los f-frenos y hacer que es-este ve-vehículo vuelque.


— ¿Tienes una solución que no involucre la posible muerte de alguien o el ganarnos al gobierno como enemigo? —preguntó Pat, la centrocampista, con los brazos cruzados y el entrecejo fruncido.


Jordan agarró a su amigo del brazo y le obligó a sentarse. Entonces, le susurró al oído:


— Estás enfadado y por eso no estas razonando bien lo que estás diciendo, hazme caso y cálmate antes de que se te pasen más locuras por la cabeza.


— Pa-parece mentira que un p-policía de a pie mi-mire más por la gente que los pro-propios políticos…


— Eso no lo sabemos. Tal vez tengan planes para nosotros, tan solo ten paciencia. —Esperaba que lo que acababa de decir fuera cierto.


El resto del viaje transcurrió en absoluto silencio. Esta falta de conversación y el movimiento del coche hicieron que Jordan se quedara dormido; cayendo en sueños que eran el vivo recuerdo de momentos de su infancia.


**********


Las luces artificiales de Tokio en plena noche daban un aire de ensueño a la capital nipona.


Jordan bajó el último del furgón, con tranquilidad, entre bostezos y estiramientos, hasta que vio cómo era el sitio dónde se encontraban.


No dejaba de ser bonito, pero para él —acostumbrado a la tranquila vida a las afueras de cualquier núcleo urbano— era todo demasiado ruidoso y estresante. No entendía a todas esas personas que, aún tras haber terminado sus jornadas laborales, seguían en la calle aguantando la conglomeración de gente y humo en vez de irse a sus casas a descansar y estar con sus seres queridos.


— T-Tokio…


La agente que había estado conduciendo dio un empujón a Dylan y Jordan que, mirando el paisaje, se habían quedado atrás mientras sus compañeros entraban en la gran casa —de estilo tradicional que, además, concordaba con el de los edificios colindantes, pero no con las grandes construcciones que se veían por todo Tokio— que se erguía ante ellos.


— ¿Dónde estamos exactamente?


La agente no le respondió.


— ¡M-mira eso! — Dylan señaló a un punto de la ciudad en la que los árboles se hacían más abundantes, más concretamente a un gran portón que desde su posición se veía bastante pequeño— ¿No es el San-Santuario Meiji e-eso que se ve a-a lo lejos? ¡Es-estamos en Shibuya!


— Suficiente. Entrad —dijo la agente con una sequedad que contrastaba totalmente con la ilusión que sentía el chico tartamudo.


Los adolescentes obedecieron.


Una vez pasaron el portón y la puerta de entrada, tres agentes se acercaron a ellos.


— ¿Ya habéis traído al resto? —preguntó la recién llegada.


— Sí, los hemos encerrado en las habitaciones de la segunda planta; íbamos a unirnos a los que están guardando el edificio desde fuera.


— De acuerdo. Si tenéis cualquier problema poneos en contacto con nosotros de inmediato. Nos vemos en el cambio de turno.


Los hombres asintieron.


— ¿En serio no nos vais a explicar el porqué nos habéis traído aquí? —preguntó Jordan, indignado.


— Mañana tendréis la respuesta a esa pregunta, hoy limitaos a obedeced a lo que os digamos y a descansar. —Se alejó de ellos y se internó en la casa.


Se quitaron los zapatos, como había hecho ella, y la siguieron hasta la segunda planta, que estaba repleta de habitaciones y que a Jordan le recordó levemente a la forma en la que estaba distribuido su orfanato.


Se detuvo delante de una puerta corrediza (como todas las de la casa salvo la de la entrada) y la abrió.


— Tenéis un baño, así que no hace falta que salgáis para nada. Si necesitáis algo gritad, estaremos en la planta baja.


— ¿N-no vamos a co-comer? T-tengo hambre… —Se llevó las manos al estómago.


Ella le observaba con ternura.


— Lo siento. Para compensar mañana tendréis un buen desayuno —le dedicó una sonrisa.


Dylan se sonrojó y desvió la mirada.


Sin darle la oportunidad a ninguno de lo dos chicos de despedirse, empujó al adolescente al interior y cerró la puerta.


— ¿Una habitación para cada uno? —preguntó Jordan, alzando una ceja.


— Obviamente, no íbamos a dejaros juntos para que tengáis la oportunidad de planear una forma de escapar. —Se apartó el flequillo rubio de la cara y siguió guiándole a través del lugar.


«Este lugar… parece un hotel. No es normal que un domicilio para una familia o una persona tenga tantos cuartos y sea tan grande» no pudo evitar pensar Jordan.


— Esta es la tuya.


Su habitación era igual que la de Dylan, tenía un pequeño cuarto para dormir, un baño y un balcón.


Se encogió de hombros y pasó al interior. Aquello era mejor que lo que había tenido en el hospital.


**********


No se escuchaba un alma en todo el edificio, pero aún así Jordan no podía quedarse dormido.


Tenía mucho sueño, pero siempre que sus ojos se cerraban, suplicándole que descansara, su cabeza empezaba a trabajar por su cuenta y no le permitía parar.


Y lo peor era que uno de los pensamientos que le quitaban el sueño tenía que ver con Xavier. El recuerdo de su primer beso le asaltaba sin previo aviso siempre que intentaba olvidarse del tema.


«Deja de pensar en él, hay asuntos más importantes que atender ahora mismo» se repetía a menudo, aún a sabiendas de que era imposible que pudiese hacerlo.


Se sentó en el futón, quitándose la funda de encima, consciente de que aquella noche no conseguiría dormir.


El reloj marcaba la una: era bastante tarde. Se preguntó si los miembros del Servicio Secreto que se habían quedado a su cargo a la tarde aún seguirían allí o si sus compañeros les habrían tomado el relevo…


Una sombra humana tapó por un momento la suave luz de la luna que la cortina de lamas permitía pasar a través de ella.


Jordan se giró hacia la ventana y, por instinto, se impulsó fuera del futón, en dirección a la puerta, dispuesto a salir corriendo y gritar por ayuda.


Pero una sospecha recorrió su mente y le persuadió de hacerlo.


Se acercó a la puerta que daba a su balcón, preparando una de sus supertécnicas para poder huir si las cosas se ponían feas.


— ¿Xavier…?


Una voz —que Jordan escuchó con claridad porque la puerta que lo separaba del exterior estaba hecha de papel washi— le respondió:


— Sí, soy yo.


El chico abrió rápidamente, casi queriendo que su amigo no estuviese allí de verdad.


Pero no tuvo esa suerte.


Xavier se encontraba sentado en la barandilla, sin ningún miedo a caerse, y estaba serio… al menos hasta que vio a Jordan salir.


— ¿Qué haces aquí? ¿Por qué el Servicio Secreto no te ha detenido? —preguntó este con voz áspera, ocultando la alegría que sentía de verle.


El chico de pelo rojo se acercó a él e hizo ademán de abrazarle, pero se detuvo al ver que a Jordan no le haría la más mínima gracia que lo hiciera.


— Quería verte.


— ¿Y qué pasa con el Servicio Secreto? —reiteró la pregunta.


Como respuesta, Xavier se sacó del bolsillo del pantalón un fragmento de la piedra Alius para volverlo a guardar pocos segundos después.


Sabiendo de primera mano que el meteorito tenía la particularidad de dominar las mentes de la gente, Jordan se imaginó qué era lo que había ocurrido.


— ¿Cómo has averiguado dónde estábamos? —Un escalofrío de miedo le recorrió la espalda.


— Padre tiene contactos en el círculo de Vanguard, y yo solo he tenido que fisgar un poco para saber lo que él sabe… Pero tranquilo, nadie va a venir a buscaros ni a haceros daño.


El de pelo verde sintió que el mundo se le caía encima ante aquella revelación: Schiller sabía dónde estaban y podría ir a por ellos en cualquier momento… la mera posibilidad le dio arcadas. Pero, junto con las ganas de vomitar, consiguió tragarse preocupación por aquel tema.


— Muy bien, pues márchate.


Xavier pareció dolido ante su indiferencia.


— Sé que se supone que no deberíamos vernos más, pero… ¿en serio es eso lo que quieres?


— Si sigues aquí te vas a poner en peligro —fue su única respuesta.


— ¿Crees que el Servicio Secreto podría detenerme? ¿O que los chicos del Tormenta de Géminis se vengarían de padre haciéndome algo a mí? En cualquier caso no les tengo miedo —dijo con convicción—, no pueden hacerme daño, pero es cierto que si te ven conmigo te podría meter en problemas. No había pensado en eso, lo siento.


Jordan apartó la mirada, enfadado.


— Hombre precavido vale por dos. Que esta sea la última vez que vienes a verme ¿entendido?


— No te prometo nada.


— ¡Esto no es un juego! —exclamó en un arrebato de ira, volviendo a mirarle a los ojos— ¿Padre sabe el motivo por el que te has escapado?


— ¿Estás preocupado por mí? —preguntó, emocionado.


— ¡Obvio que sí, estúpido! Creo que no eres consciente de en lo que estamos metidos.


— Lo soy, por eso mi intención era no volver a verte. Te prometo que eso era lo que quería, pero… te echaba muchísimo de menos, no aguantaba más.


Jordan no pudo evitar enternecerse ante aquel comentario sincero y el rostro totalmente sonrojado de la vergüenza de Xavier.


Le abrazó fuerte entre sus brazos y le acarició la nuca, rindiéndose al momento.


— Yo también te he echado de menos…


Xavier correspondió a su abrazo y le susurró en el oído:


— Quiero hablar y pasar tiempo contigo. No sé cuando podré volver a verte, y si ya me sentía solo tras apenas unos días sin ti no sé cómo voy a aguantar todo el tiempo en el que no voy a poder visitarte de ninguna manera.


— ¿A qué te refieres?


— Padre me ha mandado a… un lugar bastante lejano a hacer algo importante. Y en cuanto acabe con eso, me voy a encerrar en la base para entrenar.


— ¿Qué lugar lejano es ese?


Xavier se apartó de él y le cogió de los hombros mientras empezaba a reírse.


— ¡Qué crees que voy a decírtelo!


Consiguió sacar una carcajada a Jordan.


— Suponía que no iba a ser tan fácil… Una pena, así podría haberte detenido.


— ¡Chitón! Baja la voz, que aún nos van a descubrir —le puso el dedo índice sobre los labios.


Estuvieron un rato así, sin decir nada, hasta que Jordan alzó mano para coger la de Xavier y empezar a acariciarla.


— Te quiero, Jordan —fue lo único que dijo el más pálido ante aquel acto.


— Yo también te quiero, ojala no tuviéramos que separarnos nunca más.


— Justo quería hablarte de eso, considero que es justo que sepas los motivos por los que me distancié de ti. ¿Me escucharás?


Jordan se sentó en el frío suelo entarimado, de espaldas a la pared, y le hizo un gesto con la mano para que le imitara.


Xavier lo hizo y empezó a hablar con rapidez. Aquel tema era importante, pero quería aprovechar la noche; en unas horas sus obligaciones lo conducirían a Ehime, en pos de nuevos jugadores para la Alius, y deseaba pasar cada segundo con Jordan antes de que ese momento llegase.


**********


Dylan había conseguido escapar de su cuarto sin ser visto.


No había sido demasiado difícil teniendo en cuenta que no había nadie vigilando la planta de dormitorios asiduamente.


Quería hablar con Jordan sobre lo que iban a hacer a continuación. Que el gobierno hubiera decidido que Smith no debía saber lo que ellos estaban dispuestos a contar sobre la Alius le olía muy mal. Sospechaba que los políticos estaban metidos hasta las cejas en los planes de Schiller… y eso difícilmente podía ser algo bueno para ellos.


No sabía cual era la habitación de su amigo, así que iba a tener que llamar de una en una hasta que fuera este quien le abriera, y eso era lo que le hacía dudar de sus intenciones, ¿de verdad valía la pena preocupar a todo el mundo solo por una sospecha?


Se detuvo delante de la puerta de Jordan —sin ser consciente de que lo era— dispuesto a abrirla un poco y preguntar por su ocupante.


«Todos tienen que estar saturados tras lo ocurrido… y es tarde» se forzó a detener su mano, aún dubitativo.


Tras un momento de debate interno, acabó decidiendo.


«Mañana será otro día, yo también debería descansar para estar más despejado».


Sintiéndose en parte frustrado por no poder hacer nada para superar su desconfianza, volvió a su habitación tan sigilosamente como había salido de ella.


**********


— Tal y como me lo has contado resulta difícil odiarte. Te comprendo bastante, aunque siempre me han gustado los chicos me dio algo de miedo admitirlo aunque solo fuese para mí mismo, es raro sentirte el único con gustos… raros.


Ambos estaban tumbados en el suelo del balcón con unos cojines, que Jordan había ido a recoger dentro de su habitación en algún momento de la conversación, esparramados a su alrededor.


El moreno había puesto los brazos detrás de su cabeza a modo de almohada, y Xavier estaba a pocos centímetros de él, acostado de lado, mirándole.


— Por eso no me atreví a comentarte nada —le respondió—, ya de por sí la idea de sentirme atraído por mi mejor amigo me carcomía, pero el pensar que lo que estaba sintiendo por ti era solo un capricho y todo lo que podía acarrear una relación entre nosotros hizo que me echara para atrás. —Suspiró con resignación—. Aún así lo siento por la forma en la que te traté, me hubiera gustado haber pasado nuestros últimos momentos en el orfanato como los buenos amigos que éramos; es algo que siempre me dolerá, te lo aseguro.


Jordan resopló.


— ¿Pasa algo? —preguntó el pelirrojo.


El moreno empezó a reír.


— Nada, es solo que me ha aliviado mucho saber todo esto. No creo que entiendas lo feliz que me siento —lo miró con los ojos negros brillantes de alegría y con una gran sonrisa.


— Sí que lo entiendo. Lo que no comprendo es cómo has conseguido perdonarme, yo siendo tú no lo haría.


— Cuando estás más de dos años sintiendo un odio insano por todo y todos, lo menos que quieres cuando sales de esa espiral es seguir odiando. Ya estoy cansado —su tono de vez era triste pero se le notaba… liberado, como si declarar aquellos pensamientos en voz alta hubiera sido un desahogo para él— ¿Es tan raro?


— No, creo que me ocurre algo similar con respecto a mis sentimientos por ti. Pensé que iba al hospital únicamente por arrepentimiento, que también, pero lo cierto es que no soportaba la idea de no verte más; cuando te encontré en Kioto intenté rehuir de ese sentimiento porque pensaba que no había nada del Jordan que conocía en aquel chico sin recuerdos… pero a pesar de todo no podía dejar de verte como mi amigo de la infancia y la persona a la que quería —declaró con evidente esfuerzo, se le notaba que le costaba ser tan sincero—, no podía abandonarte sin más. Aquellos meses callándome que te quiero más que como un amigo y observando desde lejos cómo intentabas igualar al resto de equipos de la Alius en fuerza sin yo poder hacer nada para apoyarte explotaron de repente y no pude evitarlo más… —dejó de hablar, sonrojado de la vergüenza.


Sus ojos se cruzaron en una mirada comprensiva y serena, creando un momento de complicidad entre ellos en el que no hizo falta añadir nada más para que se entendieran mutuamente y que permitieron a Xavier tranquilizarse; de nuevo seguro al ver que Jordan no se reía ni utilizaba lo que le había confesado en su contra.


Pero el de melena verde se vio en la necesidad de interrumpir el momento:


— A pesar de todo, esto no cambia para nada la situación en la que estamos.


— ¿Por qué lo dices?


— No podemos estar juntos —afirmó con rectitud—. Ni como amigos ni como… pareja.


— Si tú no me das un motivo que me valga para dejar de verte me temo que tengo que estar en tu contra en eso.


— ¡Xavier! —Le dio un golpecito en el hombro—. ¡Esto es serio, no podemos vernos más o nos meteremos en problemas!


— ¿Eso es lo único que tienes en contra? Si no quisieras saber más de mí porque me odias o porque te sientes dolido no dudaría en dejarte en paz. Pero si lo que tienes es miedo de las repercusiones de vernos entonces no hace falta que te preocupes, que no nos van a descubrir, yo me encargaré de eso. —Sus ojos tenían una chispa picarona.


Jordan se mordió el labio, intentando no sonreír. Aquello era como si fuera de nuevo un niño haciendo una pillería inocente que no haría daño a nadie pero que sí rompería las normas y le haría sentir aquella emoción típica de cuando sabes que estás haciendo algo mal pero te encanta.


— ¿Decidido entonces? —preguntó Xavier consciente de qué estaba pasando por la cabeza de su amigo.


De repente, a Jordan se le subieron los colores. Momentos después soltó un grito a la noche.


— ¡¿Qué?! ¿Qué pasa? —El pelirrojo se incorporó, alarmado de que su amigo hubiera visto algo que le asustará.


— ¡Qué vergüenza! —Jordan se tapó los ojos y se giró en la dirección contraria a la que estaba Xavier— ¡Ahora que vamos a seguir viéndonos me siento estúpido por lo que te dije la última vez!


Xavier recordó su conversación en Kioto y se empezó a reír.


— ¡Oye! ¡A mí me pareció muy épico todo aquello de que la situación te pareciera un sueño y que lo fueras a cumplir haciendo que nos volviéramos a ver cuando cumplieras tus objetivos! Fue muy romántico...—A pesar de decir esto, su carcajada cada vez era más ruidosa, tanto que al final de la frase cayó de nuevo al suelo (desprovisto de fuerzas para seguir incorporado) y se tuvo que poner un cojín delante de la cara para que nadie le escuchase.


— Cualquiera lo diría… —Jordan giró la cabeza y le observó por encima del hombro, aún sonrojado.


— ¡Ja, ja, ja! ¡Lo siento! ¡De verás que lo siento! ¡Te juro que no te miento, pero es que no puedo parar de reír!


Jordan infló las mejillas, haciendo un tierno puchero.


— Así que te ríes de mí, ¿eh? —Gateó hasta Xavier y se posicionó encima de él, apoyando los brazos al lado de su cabeza y con las piernas alrededor de su cuerpo.


Xavier se quitó el cojín de encima, más calmado pero aún con un amago de sonrisa en la cara que en cualquier momento podía volverse a convertir en una carcajada.


Jordan le agarró del mentón como lo había echo en su primer beso y le miró fijamente, con una expresión decidida en el rostro.


A Xavier le empezó a latir el corazón más rápido. Cerró los ojos, a la espera de que su compañero diera el primer paso… Y precisamente por bajar su guardia la pedorreta que le hizo Jordan en el cuello le tomó totalmente desprevenido.


Las cosquillas y el sonido en sí hizo que la risa volviera con aún más fuerza que antes; esta vez coreada por la del propio Jordan, que en aquella ocasión tampoco había podido aguantarse.


Por suerte, Xavier había ordenado al Servicio Secreto irse a dormir hasta el amanecer al encontrarse con ellos en la entrada, porque en aquellos momentos estaba seguro de que si no lo hubiera hecho y simplemente se hubiera colado, con aquella escandalera cualquier persona fuera del edificio podría descubrirles.


Lo único que esperaba es que las habitaciones contaran también con unas paredes lo suficientemente gruesas o que todos estuvieran profundamente dormidos.


Ya no podía continuar así, Xavier dejó caer a un lado la cabeza e intentó recuperar aire.


Jordan —también cansado de tanto reír— apoyó el antebrazo en el suelo y, con suavidad y lentitud, se acostó encima de su amigo, atento a cualquier quejido que este pudiera soltar para incorporarse inmediatamente.


— Te quiero mucho, Xavier. —Acercó una de las manos del otro hacia sí y empezó a besarle los nudillos con infinita devoción.


Como respuesta el otro empezó a juguetear con su flequillo, intentando de paso peinárselo como sabía que a él le gustaba; el viento se lo había descolocado.


— Xavier… —le llamó al cabo de un rato—, quédate esta noche conmigo.


— No puedo, por la mañana tengo que irme.


— Por favor. No tiene que ser toda la noche, solo un ratito más.


Xavier se dejó ganar por los ojitos suplicantes de Jordan.


— Muy bien, pero que conste que no me gusta nada esto de quedarnos a la intemperie para coger un resfriado.


— No he dicho que tengamos que estar en el balcón… Vamos a mi cuarto.


A Xavier se le agrandaron los iris. El tono tímido y anhelante de su amado le hacía intuir que no estaba hablando de pasar la noche como solían hacer de pequeños.


— ¿No quieres? —Jordan temía que su respuesta fuera negativa, estaba tardando mucho en contestar.


— Sí, sí quiero —se apresuró en responder.


Jordan se levantó apoyándose en el suelo para no hacerle daño y se dirigió a la puerta. Mientras él hacía eso, Xavier incorporó la mitad del cuerpo y le observó fijamente.


— ¿Vamos? —Estaba aguantando la puerta para que su amigo pasara primero y se sintiera invitado.


Xavier no respondió.


Se incorporó y pasó al interior seguido de Jordan, al cual el corazón le latía a cien por hora.


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