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Guía por zion no bara

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Notas del fanfic:

Solo uns historia corta que deseaba con ellos dos.

 

 

 

La escuela era un sitio complicado, era la verdad, Saga de Géminis lo sabía pues ahora sería consejero y tutor escolar pero alguna vez fue un estudiante también, las épocas cambiaban, las modas cambiaban, la forma de hablar cambiaba pero lo que no cambiaba era que se trataba de personas que se estaban formando para el mundo, ya no eran niños pero no se les podía llamar adultos. Les faltaba experiencia de la vida o estaban teniendo experiencia del tipo que hubiera sido mejor no tener, los problemas ya no podían resolverse con facilidad y ya no se confiaba de la misma manera en mamá y papá.

Un guía escolar era un apoyo, estaban ahí y deseaban apoyar a los estudiantes pero sinceramente los jovencitos no estaban muy dispuestos a esa ayuda por lo regular, lo veían como parte de la escuela, como si fuera un deber académico, lo cual por lo regular llevaba rechazo. Aun así Saga de Géminis no se daba por vencido, estaba ahí para ayudar en lo posible y no iba a dejar de hacerlo mientras pudiera. Cuando llegó a la academia Doce Casas estaba recién graduado en psicología con una especialidad en educación, había creado un programa que cubría intervención y prevención de acoso escolar, consejería de estudios, duelo y pérdida, recursos para padres, aprendizaje social-emocional, y bienestar estudiantil.

Toda ayuda era necesaria y la verdad fue que el joven de cabellos azules que le llegaban a los hombros y profundos ojos verdes  era un buen miembro del plantel y su trabajo de verdad ayudaba a estudiantes, aunque principalmente porque los jovencitos iban por cuenta propia, la voz se había corrido que era bueno y no juzgaba, por eso había entrado en contacto con varios de los chicos y algunos de sus padres, donde se vio ante diversos problemas.

—Pero yo lo amo ¿Por qué él no puede amarme?---lloraba una chica por un chico que ya no la miraba siquiera.

—No sé cómo puedo mejorar, de verdad estudio, pero mis notas no mejoran, no sé por qué—decía un joven que resultó tener dislexia.

—Echo de menos mi casa, a mis amigos, no me siento parte de este lugar—le contaba una muchacha que se había mudado meses atrás.

—Solo quiero que mi madre entienda, hacerme un tatuaje no quiere decir que soy un criminal—se quejaba un jovencito airadamente.

Los casos estaban ahí y él estaba para hacer su parte pero hubo uno en especial, había visto antes al joven en cuestión, se trataba de un chico de cabellos rubios, por lo que sabía había sido algo así como el rey del baile en su escuela anterior, el chico con el que todos querían estar, era guapo, buenas notas, buen deportista, algo de músico y bailaba bien. Pero las cosas habían cambiado, se veía enfadado, las notas andaban mal, se metía en problemas, ya había tenido dificultades con varios profesores, no podía seguir de esa forma. Como una especie de último recurso antes de sancionarlo la dirección sugirió que fuera a algunas sesiones con el consejero escolar, su madre aceptó y por eso una tarde el muchacho estaba en la oficina del de Géminis.

—Bienvenido—lo recibió con amabilidad el de cabellos azules.

El jovencito se mostraba hosco, como si le pareciera una estupidez tener que estar ahí, así que no estaba dispuesto a confiarse.

—Tu expediente dice que eres Aioria de Leo, tienes 16 años, hasta hace unos meses eras un estudiante modelo pero parece que has tenido algunas dificultades ¿quieres que hablemos de eso?

Toda la actitud decía que no, esos cabellos rubios sin orden alguno, la mirada glauca retadora, no iba a hacerle sencillo encontrar un puente de comunicación, las primeras tres horas que pasaron juntos en una semana no dieron nada, Aioria ni siquiera abría la boca más que para soltar algún insulto mezclado con sarcasmo.

—Reprobaste tus últimos exámenes—comentaba viendo el reporte.

—No se le va una ¿verdad?

Saga había tenido que hacer algunas averiguaciones por su cuenta y comprendía un poco mejor las cosas, ese joven había pasado por mucho pero necesitaba que fuera él quien se abriera, no podía forzar la relación pues solo podían trabajar si existía confianza entre ambos. Pero a esas alturas ya sabía que sus padres se habían divorciado, se había quedado con su madre pues su padre se mudó de ciudad pero ella debía trabajar dobles turnos para mantenerlos así que apenas se veían, su hermano había fallecido y terminó semanas atrás con su novia, sin duda era demasiado para un jovencito.

—Tenemos que ser directos Aioria—decía el de Géminis—No hemos avanzado y debo hacer un informe sobre nuestras sesiones ¿Qué te parece si me das algo para poder reportarlo? Cualquier cosa ayudaría.

—No me pagan a mí, haga su trabajo—soltó con desagrado.

--No es usual que un estudiante cambie tanto como tú Aioria, no sin un motivo, sé que has pasado por mucho en los meses anteriores, quiero apoyarte.

—No tiene ni puta idea de lo que ha pasado—respondió como un gruñido.

— ¿Por qué no me lo explicas?

Solo soltó un quejido de fastidio, no quería estar ahí, no quería estar en ningún lugar, así que solo se puso de pie tomando su mochila dispuesto a irse, no sería la primera vez que se marchaba dando un portazo, pero cuando estaba por llegar a la puerta el de Géminis le habló de nuevo, con calma.

— ¿Podrías decirme algo antes de irte?

El jovencito iba a irse igual pero el de cabellos azules se limitó a continuar.

—Aioria ¿Por qué crees que el mundo solo gira para joderte?

El de mirada glauca volteó y lo observó como si fuera a golpearlo, a grandes zancadas regresó ante el de Géminis y de verdad parecía dispuesto a golpearlo, apretaba los puños y su cara se veía roja de furia.

— ¿Qué? ¿Me ve unas cuantas veces y ya se cree que sabe lo que es mi puta vida? ¡No sabe nada! ¡¿Me escucha?! ¡Nada! ¡Es como todos! ¡Un pendejo de mierda que no sabe nada!

—Sé que estás muy enojado y quiero ayudarte—respondió sin que se le moviera un solo cabello azul.

—Sí, claro, todos dicen eso, todos opinan lo que es mejor, todos joden con que las cosas van a estar bien ¡Pues que les den por culo! ¡No están bien!

—Aioria—dijo el mayor poniéndose de pie con calma— ¿Por qué estás molesto? ¿Por qué todo este enojo?

— ¡No estoy enojado! ¡Solo no quiero estar aquí! ¡Solo quiero que me dejen en paz!

— ¿Eso es lo que quieres?

— ¿Por qué no me dejan solo?—preguntaba con la voz ahogada.

El de cabellos azules se paró delante de él haciendo que lo mirara directamente, necesitaba que supiera que era honesto.

—No, ya mucha gente lo ha hecho y yo no lo haré.

Aioria se sintió extraño, no podía explicarse lo que había sucedido al escuchar esas palabras pero le llegaron a lo más hondo, al grado que por un instante sintió deseos de llorar.

—Sé por tu archivo que has pasado por muchas cosas, tus padres se separaron, tuviste que mudarte, terminaste con tu novia—hizo una breve pausa tratando de ver su reacción—Tu hermano falleció, debió ser muy duro.

No hubo una respuesta por un largo rato pero al final el joven Leo se sentó de nuevo y al final hizo una confesión.

—No sé porque hago lo que hago, no puedo evitarlo, no sé cómo—admitió.

—No tienes que enfrentarlo solo Aioria.

Con una amable sonrisa las cosas comenzaron a avanzar, Saga estaba ahí y deseaba brindarle su ayuda si se lo permitía.

Las cosas avanzaron un poco lento, era la verdad, a pesar de todo el joven de mirada glauca no terminaba de ser honesto pero había atravesado por muchas cosas en muy poco tiempo, cuando el de Géminis llegó más a fondo se dijo que aún una persona adulta hubiera tenido muy complicado poder mantenerse en pie. Al haber tratado a varias personas con anterioridad sabía que en la mayoría de los casos detrás del enfado tendía a haber dolor, mucho dolor, y en el caso del rubio tenía mucho por lo cual dolerse.

El tema del divorcio de sus padres lo había herido, ese hogar que había sido su punto fuerte se había ido pero esa separación y tener que dejar su vida anterior estaba fuertemente ligado a otro punto: la muerte de su hermano mayor, Aioros.

—Mi hermano se suicidó—reconoció un día—Mis padres no lo soportaron, eso terminó costándoles su matrimonio, por eso se separaron y todo lo que nos rodeaba le recordaba a mi madre que mi hermano se había ido, por eso nos mudamos.

Había sido un golpe tras otro pero alg0po que no le había parecido tan urgente como el tema de su hermano resultó ser el detonante final para su comportamiento errático.

—Marín y yo salimos un tiempo, la verdad es que no fue porque la amara—admitía sin orgullo ni disculparse—Ya había tenido fantasías con chicos, pensé que con una novia eso iba a pasar, las cosas se dieron, yo le gustaba y acabamos haciéndolo varias veces, y como somos idiotas no nos cuidamos.

Una novia para tratar de cubrir sus deseos reprimidos y buscando algo de felicidad pero la relación acabó con desconsuelo.

—Marín me dijo que estaba embarazada, yo no sabía ni que hacer, pensaba que tenía que casarme con ella y dejar la escuela para ponerme a trabajar, pero…pero…

— ¿Qué sucedió?

—Perdió al bebé—dijo con un hilo de voz—No hizo nada, fue natural, yo estaba con ella y la llevé a la clínica gratuita del centro, no queríamos que nuestros padres supieran, el doctor dijo que a veces pasaba eso, que no se podía evitar, que estaría bien. Marín me dijo que al final había sido lo mejor, que ya no había de que preocuparse, que todo estaría bien, entonces ella obtuvo su beca y se fue y yo tuve que quedarme, ni siquiera mi hijo se había salvado.

Saga lo escuchó y lo dejó llorar, se notaba que lo necesitaba, era como si las personas a las que amaba o debiera amar lo abandonaran, sin duda se sentía solo y sin poder confiarse, pero al haber llegado a ese punto se pudo trabajar en mejorar, en sanar las heridas y dejar ir el dolor, debía hacerlo si deseaba hacer una vida, cualquier tipo de vida en la que él decidiera y no los acontecimientos.

La verdad fue que el apoyo de Saga resultó vital para Aioria, pudo retomar las riendas de su vida y hacer planes, elegir por sí mismo y volver a conectarse con los demás, para empezar con sus padres quienes lo amaban, pero estaban luchando con su propia pena, aunque eso no significaba que hubieran dejado de amarlo.

Con el tiempo la situación mejoró, lo suficiente para que el de Leo hiciera planes, se entusiasmara con proyectos e hiciera algunas elecciones, como su carrera, le interesaba la programación y Saga lo ayudó a encontrar información y elegir a la escuela que deseaba ir, como sus notas habían mejorado y su problema de conducta parecía un asunto del pasado no hubo inconvenientes en que la escuela enviara buenas recomendaciones en sus solicitudes.

—Me aceptaron—decía sonriendo el de mirada glauca—La universidad me aceptó Saga ¿no es increíble?

—Trabajaste mucho por esto, te lo mereces Aioria, te mereces que te pasen cosas buenas, no lo olvides.

—Sé que ha sido gracias a ti, nunca hubiera logrado nada de esto sin ti.

Diciendo eso fue hacia el de Géminis y lo abrazó con afecto, el mayor le devolvió el abrazo pero cuando lo soltó el más joven no lo hizo, lo miraba de una manera especial, parecía dispuesto a hacer otra cosa, como besarlo, pero el de ojos verdes supo que debía detener las cosas en ese punto. Era verdad que era homosexual, había hablado abiertamente de eso con el joven rubio lo cual lo ayudó a sincerarse con esa parte de su vida, pero de ninguna manera consideraba correcto involucrarse con un estudiante.

—Aun te pasaran muchas cosas Aioria—le dijo separándose un paso del jovencito—Conocerás gente y conocerás nuevas experiencias, no te apresures, todo llegará a su tiempo, y hay una persona para ti y la encontrarás, pero por ahora disfruta ser joven y recuerda que hay gente que te quiere y quiere lo mejor para ti.

—Pero Saga…

—Sigo siendo un guía pero tú debes recorrer el camino, disfruta el viaje y no corras tan aprisa, las cosas que valen la pena llevan trabajo y tiempo, quien llegue a tu vida comprenderá eso.

Aunque aceptó de un movimiento se notaba que el de cabellos rubios se sentía un poco decepcionado, le gustaba el de cabellos azules, pero ya no se hundía pensando que nadie lo amaba y que estaría solo el resto de su vida, había madurado.

Cuando llegó la graduación Saga vio con gusto que los jóvenes con los que había convivido tomaban nuevas experiencias, le daba gusto, al ver a Aioria se dio cuenta que sus padres estaban con él, estaba seguro que estaría bien, lograría sus metas, y sonrió.

 

 

 

El lugar estaba lleno, resultaba que ese fin de semana largo había sido como un imán para diversas ponencias, conferencias, encuentros comerciales y demás en un importante hotel de la ciudad, la gente iba y venía con diversas identificaciones indicando a qué lugar pertenecían, muchas personas de diversas partes del país y del mundo estaban ahí tratando de completar metas de diversos tipos.  Entre las personas que se habían dado cita ahí se encontraba cierto joven de cabellos rubios que había ganado anterioridad en el año anterior gracias a una red social que había diseñado y lanzado, era un mercado con mucha competencia pero su visión había sobresalido, por lo que estaban listos para hacer tratos.

Su compañía estaba lista para salir a la bolsa y cotizar en el mercado bursátil, lo que lograría que sus acciones pudieran ser adquiridas y un mayor financiamiento y valor se pudiera lograr, no era poco, sobre todo para alguien de menos de treinta años. No estaba solo en su trabajo pero su cara se había hecho conocida, y la verdad era que el diseño en su mayoría había sido hecho por él solamente. Como no estaba muy interesado en negocios, eso se lo dejaba a sus amigos que lo habían ayudado a fundar la empresa, se distraía en eso momentos viendo algunas actividades del hotel pero la verdad nada le interesaba mucho, desde que su empresa triunfara sentía que algo le hacía falta, como un camino, una guía.

Entonces alguien pasó ante sus ojos, no parecía posible.

Al ver pasar ese cabello azul sintió que su corazón saltaba, no terminaba de creerlo, caminó en su dirección y lo alcanzó ante las puertas de los ascensores, se acercó y logró ver su rostro, si, habían pasado unos años pero aun así lo reconocía, era él, con sus rasgos masculinos y aristocráticos, tenía porte, clase, y era como si se hubiera acentuado con el tiempo. Los cabellos azules eran más largos, los rasgos firmes, la manera de moverse segura, no terminaba de creerlo, de verdad estaba ahí y podía verlo otra vez, estaba tan emocionado que no lograba siquiera hablar, pero debía poder decir algo.

Aunque no decía nada.

Para su buena suerte la persona a la que miraba lo sintió y giró  suavemente el rostro, examinó apenas dos segundos a la otra persona, sabía bien de quien se trataba aunque no lo sorprendía menos reencontrarlo en su camino.

—Aioria, esto es una gran sorpresa—dijo con una amable sonrisa.

—Hola Saga.

No pudo evitar que su voz tuviera un dejo de nerviosismo ¿Por qué se comportaba de semejante manera? Ya habían pasado los años, diez años de hecho ¡Diez años, cuanto tiempo! ya no era un muchachito con problemas que no sabía qué hacer con su vida.

Por su parte el caballero lo observaba con gentileza, sus ojos verdes brillaban con suavidad mientras que sus largos cabellos azules caían por su espalda, vestido de forma impecable y semi formal se hacía dueño de la situación y parecía genuinamente contento de ver a ese joven hombre rubio de mirada glauca, había pasado el tiempo pero no tanto como para olvidarse uno del otro pero habían pasado tiempo juntos en el pasado.

— ¿Cómo has estado?—preguntaba amablemente el caballero de cabellos azules—Aparte de lo evidente.

—Me encuentro bien, he estado bien, todo ha ido bien—decía sin dejar de sonreír.

—Pues me alegra, he sabido de ti por las noticias, te felicito, has logrado un éxito notable, me alegra.

—Gracias.

El de cabellos rubios por alguna razón se sentía un poco apenado, recibir halagos y felicitaciones se había vuelto algo usual en su vida en los últimos tiempos pero que fuera ese hombre quien aplaudiera sus logros le daba una sensación especial, tenía un hormigueo en el estómago y una calidez en el rostro que casi se rebelaba como rubor ¿Por qué estaba actuando de esa manera? Acababa de encontrarse con él y no terminaba de comportarse normalmente, necesitaba calmarse un poco.

—Tengo que admitir que cuando supe que estabas involucrado en la creación de redes sociales me sorprendí un poco pero me alegró saber que te iba bien.

—La verdad es que no fui yo solo.

—Pero tu cara se ve bien en las fotografías.

El de cabellos rubios sonrió suavemente, era verdad que estaba involucrado en la creación de nuevas tecnologías lo que incluyó una popular red social que permitía el intercambio de información entre diversos investigadores además de la creación de una singular herramienta que había provocado avances en investigaciones que se habían estancado por un tiempo.

— ¿Qué haces aquí Saga? ¿Estás de vacaciones o algo así?

—De hecho vine a una convención—explicaba el de ojos verdes.

—Una convención, se escucha… importante.

--He estado trabajando en investigaciones sobre los jóvenes ante los retos de la nueva década, la manera en que enfrentan al mundo y las problemáticas que necesitan plantearse y a las cuales deben hacer frente.

—Que interesante.

—Lo sé, lo sé, no es tan emocionante como una plataforma pero es un trabajo que debemos contemplar.

—No, de verdad, es interesante, la vida va tan rápido que ni siquiera estamos seguros de lo que queremos realmente, o si estamos ante un problema o la forma de enfrentarlo, nos alejamos de la gente cuando pensamos que nos estamos acercando.

—Es un punto muy interesante.

Antes de poder seguir hablando el de cabellos azules pareció reconocer a alguien y le hicieron una señal con el brazo, como si le pidiera un momento, los dos tenían compromisos y era el momento de continuar.

—Me ha dado gusto verte Aioria, de verdad, y te felicito por tu éxito.

—También me alegra Saga, sabes que te estoy agradecido por todo.

—De nada—le dijo con amabilidad colocando una mano en su hombro con firmeza—Tengo que irme, me esperan.

Vio como el caballero caminaba hacia un par de personas más, debían ser parte de la convención también, pero no podía dejarlo ir de esa manera, así que dio unos pasos y lo tomó por el brazo haciendo que se detuviera, los dos se miraron por unos segundos antes de que se escuchara alguna palabra pero finalmente sucedió.

—Estaré hasta el domingo aquí Saga.

—Mi convención termina el sábado.

—Entonces podemos vernos ¿no es así?

—Si quieres.

Claro que quería, así que no tardaron en intercambiar números con la promesa de llamarse en las horas siguientes, ahora sí que era la despedida, temporal desde luego.

Saga de Géminis continuó con su camino mientras los otros dos investigadores con los que se presentaba aguardaban por él sin perderse un instante de la escena anterior, por eso le preguntaron de inmediato por lo ocurrido.

— ¿Acaso no era…?—dejaba la pregunta en el aire un caballero de cabellos negros y ojos verdes oliva.

—Si Shura, ese era Aioria de Leo, el mismo de Santuario—explicaba el de Géminis.

— ¿Cómo es que lo conoces?—quería saber el otro de cabellos y ojos azules.

—Estudiaba en una escuela en la que daba orientación a los estudiantes Camus, fui como su tutor durante ese tiempo.

—Parece que le dio gusto verte.

—A mí también me agradó verlo, no fue sencillo para él pero se hizo cargo de su propia vida, solo necesitaba un objetivo.

Los tres caballeros continuaron con su camino, tomaron los ascensores de la otra sala y se dispusieron a descansar un poco y revisar sus notas, tenían que estar listos para sus ponencias, y lo estaban pero no estaba por demás dar otra revisión, aunque el de cabellos azules y ojos verdes no dejó de lado, no del todo, el haber vuelto a ver a ese joven rubio a quien alguna vez diera un poco de guía.

Pero si él dedicó unos momentos a pensar en el joven rubio, el joven rubio apenas lo dejó ir de su mente, aun cuando se reunió con algunos compañeros no dejaba escapar la imagen de ese hombre, sus largos cabellos azules, sus brillantes ojos verdes, las apuestas facciones, las firmes manos, esa manera de caminar que lo hacía…

— ¿Estás escuchando?

Era una pregunta directa y el de mirada glauca tuvo que atender a quien le hablaba, se encontró con dos rostros que lo observaban con sospecha, como si no estuviera poniendo la atención que debía a un asunto importante y siendo honestos lo era, sus compañeros y socios veían que se les ofrecía un trato que difícilmente podrían rechazar. Eran jóvenes y emprendedores, ese tipo de negocios no se les presentaban todos los días a hombres menores de treinta, necesitaban concentrarse.

—Claro, estoy escuchando Mu—dijo un poco apurado.

Mu de Aries era su amigo y socio, fue parte de la creación de su empresa, estaba ahí haciendo su parte como jefe de administración de finanzas, a pesar de su aspecto tan amable con sus ojos verdes y largos cabellos de color lavanda en ocasiones podía demostrar su genio y eso podía ser nada agradable, era mejor poner atención a lo que le señalaba.

—A veces simplemente me desesperas Aioria—continuaba el de cabello lavanda—Necesitamos estar atentos, no podemos dejar que nos estafen.

— ¿Estás bien Aioria?

La segunda voz era de su otro amigo y socio, un alto y corpulento hombre de cabellos oscuros llamado Aldebarán de Tauro quien se desempeñaba como ingeniero en jefe, era extraño pensar que con un físico tan imponente y hasta intimidante resultaba una persona muy amable mientras que el de Aries podía resultar amenazador.

—Sí, es solo que vi a alguien Alde.

— ¿Alguien importante?

Tener que dar esa respuesta lo hizo callar, por alguna razón no se sintió capaz de ser directo en ese tema.

—Solo alguien a quien no había visto en mucho tiempo.

—Entonces puedes seguir sin verlo un poco más—interrumpió Mu—Ahora concéntrate, este negocio no va a acerrarse solo.

Con eso entre los tres el de cabellos rubios respiró con profundidad, era mejor centrarse en su labor…por el momento pues el número de teléfono de Saga parecía arder en su interior, quería hablarle y lo haría, estaba decidido a eso.

 

 

 

De hecho Aioria no tardó tanto en llamarle a Saga, lo hizo un par de horas después pues en verdad quería volver a verlo.

—Hola Saga—dijo de inmediato cuando le respondieron.

—Saga está un poco ocupado, solo me pidió que atendiera si llamaban ¿deseas dejarle un mensaje?

—Yo…solo…que llamó Aioria.

—Muy bien, se lo diré.

— ¿Qué está haciendo Saga?—preguntó sin poderlo evitar.

—Prepara su conferencia, es uno de los invitados principales.

— ¿De verdad? ¿En dónde va a presentarse?

—Sala de conferencias número tres, somos de la convención de Desarrollo, Educación, y Facultades, comienza en media hora.

—Gracias.

Ni siquiera se molestó e decir otra cosa, se escuchaba emocionado, eso lo notó Camus, por eso ni siquiera se sintió ofendido por no haberle sido dirigida una sola palabra directa, no había pasado años estudiando a los jóvenes como para no haberse dado cuenta que a ese chico le entusiasmaba ver a su amigo Saga.

Como fuera media hora después, cuando se declaraba la apertura de la serie de conferencias que reunía a personalidades mundiales en el estudio de diversos problemas relacionados con la juventud, un atento joven de cabellos rubios se mantenía atento a lo que escuchaba, sobre todo por el primer ponente.

—Recibamos a Saga de Géminis—anunciaba el expositor—Agradecemos profundamente que aceptara nuestra invitación.

Se escucharon aplausos pues resultaba que el de Géminis era una personalidad en su campo, en los años anteriores sus estudios y libros se habían vuelto un material solicitado, era bueno y merecía los honores que había ganado, lo sabían bien los presentes. Y aunque el de murada glauca no lo sabía bien sí que estaba seguro por igual que lo merecía.

—Muchas gracias—decía Saga tomando el micrófono—Me siento especialmente comprometido con la causa que hemos abrazado, la educación y el desarrollo de nuestra juventud, decir que son el futuro es poco, son ya nuestro presente.

La presentación continuaba y Aioria no perdía una sola palabra, parecía beberse cada palabra que escuchaba y no podía sino sonreír por comprender que el de cabellos azules continuó con su camino, lo había elegido y no lo dejó, aun pensaba en ayudar a los demás y en hacer lo mejor que pudiera con los conocimientos y habilidades que poseía.

Las horas siguientes marcharon sobre el tema que se había indicado, pero todo tiene su fin, por lo que al declarar cerrada la primera fecha de inmediato se vio a los presentes buscarse, saludarse, comentar, decir opiniones, era importante el compartir puntos de vista pero Saga era un tema especial, quedó en claro cuando se acercaron a felicitarlo.

—Me gustó tu ponencia—le dijeron.

—Aioria, gracias por venir—le dijo tomándolo de la mano.

Los otros presentes lo reconocieron y no pudieron sino mostrarse un poco sorprendidos, no esperaban que le interesara ese tipo de temas, aunque con honestidad le interesaba más el investigador que el tema.

— ¿Tienes planes Saga? me gustaría invitarte a tomar algo—le decía el rubio con una amplia sonrisa.

—Me temo que debo poner en orden mis datos para la conferencia de mañana—le informaba con amabilidad.

—Qué pena—respondió desviando la mirada.

—Pero si me das un par de horas…

—Claro, puedo hacerlo.

—Entonces nos vemos en el bar en un par de horas ¿de acuerdo?

—Es una cita.

Apenas había dicho eso el de Leo sintió que había actuado como un tonto pero suspiró de alivio al ver que el de Géminis estaba distraído con otro de los ponentes, que mejor, podría prepararse para verlo de nuevo. Con eso en mente salió velozmente a su habitación y como nada de la ropa que llevaba le convencía salió de compras, quería verse bien, aunque no resultaba una persona muy dada a hacer ese tipo de cosas. Al final se decidió por algo que se coordinaba pero sin ser una sola pieza, pantalones de vestir, muy segura camisa blanca, y una chaqueta  formal de piel de venado, se veía bien, muy bien de hecho.

La pequeña aventura de las compras le llevó más tiempo del que hubiera querido y cuando se presentó en el bar del hotel tenía diez minutos de retraso, casi llegó corriendo rogando porque Saga no se hubiera ido pero ese temor se esfumó al reconocerlo en la barra bebiendo lo que supuso era un coctel pero al acercarse se convenció que solo era un cooler.

—Qué bueno que llegas Aioria.

—Hola—se escuchó menos seguro de lo que hubiera querido.

— ¿Quieres que nos quedemos en la barra o tomamos una mesa?

—Creo que la mesa estaría bien.

Diciendo eso ordenó lo mismo que el de cabellos azules y tomaron una mesa para dos, estaban dispuestos a ponerse al día y charlar, saber del otro, volver a conectarse, sin duda el de cabellos rubios lo hacía.

— ¿Cómo va tu negocio Aioria?—preguntaba el de Géminis con suavidad—Si es que puedes hablar de eso, claro.

—Dejó eso en manos de mi amigo Mu, él sabrá sacar todo el provecho de un trato, por eso le pedí que me ayudara cuando fundé la empresa.

—Debió ser todo un reto.

—Ni te imaginas.

En poco tiempo ya estaban hablando y poniéndose al corriente de sus vidas, no era difícil de hecho, resultaba sencillo, como si no hubieran pasado todos esos años y tan solo fueran unos días sin haberse visto, apenas si sintieron que el tiempo pasaba entre ambos y solo hasta que notaron que el mesero aguardaba por ellos dos y por nadie más supieron que había llegado el momento de irse.

Caminaron juntos hacia los ascensores para ir cada uno a su habitación, pero continuaban hablando mientras tanto.

—Lamento escuchar lo de tu padre—decía Saga con empatía—Sé lo que es perder a un padre.

—Fue duro pero habíamos mejorado, nos separamos en paz, sin rencores, queriéndonos con sinceridad.

—Y haz seguido adelante, todos debemos hacerlo cuando nos separamos.

— ¿Te has separado de alguien más?—quiso saber con interés.

—Mi última pareja, cuando terminamos fue duro pero necesitábamos parar, no íbamos a ningún lado, era mejor terminar.

Lo pensó en silencio unos momentos, Shaka de Virgo, estuvieron  juntos tres años y llevaban otros tres de haber terminado ¿Dónde se iba el tiempo? Por pensarlo no se dio cuenta que Aioria sonreía, le gustaba mucho saber ese dato.

—Nos separamos aquí, me dio gusto hablar contigo—decía el de cabellos azules—Me alegra saber que estás bien.

—Espero que nos vemos de nuevo ¿Qué tal mañana?

—Si tienes tiempo…

—Lo tendré—aseguraba formal el rubio.

—Entonces nos llamamos y nos vemos mañana, descansa Aioria.

Apenas haciendo un gesto con la mano el de Leo lo vio partir, no se habían encontrado para volver a separarse, una parte de él se lo decía como un eco, no estaba en claro pero sí que estaba ahí.

Continuaron viéndose hasta que llegó el último día de la conferencia, Aioria de hecho no pensaba en irse, se quedó más tiempo del que tenía contemplado pero no quería irse si podía estar cerca de Saga, contemplando hacia el pasado se preguntaba cómo era que no se había dado cuenta que ese hombre había sido tan importante, era verdad que le había gustado pero hubo algo más, algo que en ese instante no había comprendido pero ahora parecía bastante claro.

Tenían una cita más, aunque no lo llamaban así, pero se reunirían en el mismo lugar a la misma hora para pasar un agradable tiempo juntos, y para esa ocasión eligieron una especie de invernadero, no lo habían visitado así que parecía lo mejor. El lugar era agradable, de haber sabido que era así el rubio se decía que desde el primer momento se hubiera reunido con el de cabellos azules en ese sitio, conforme se acercaba distinguió que el caballero estaba en una de las mesas esperándolo, siempre puntual, algo que para él formaba parte de ser serio.

Estaba a gusto con él, era verdad, pero no podía evitar preguntarse qué sucedería cuando tuvieran que separarse, se habían visto en ese tiempo y no quería dejar de hacerlo pero no estaba seguro de lo que deseaba hacer para lograrlo.

—Qué bueno que llegaste Aioria—lo recibieron con una sonrisa.

—Hola señor Géminis—soltó un poco nervioso.

—Fuiste mi estudiante hace años, la graduación ya pasó.

Con esa respuesta los dos se miraron, el de Leo desconcertado y el de Géminis sonrió haciendo que ambos terminaran riéndose, el recién llegado tomó su lugar a la mesa con lo que estaban dispuestos a pasar unas horas tan agradables como las anteriores. El rubio no pudo sino notar que el de Géminis vestía un poco diferente, menos formal, más causal, tal vez para hacerlo sentir más cómodo a él y no quedarse en su papel de maestro y alumno.

— ¿Qué me dices Aioria? ¿Han logrado el trato que buscaban?

—Dejé a Mu hacerse cargo, te lo juro, parece todo amabilidad pero no deja de hacerse sentir como el que manda.

Un atento mesero apareció y les dio sus cartas para que eligieran, no tardaron en hacerlo pues ya conocían el menú y de hecho eligieron algo bastante ligero y bebidas, con eso pudieron continuar hablando por un largo rato, las personas cuando se entienden pueden decirse toda la vida en muy poco tiempo.

— ¿Cómo ha ido todo?—preguntaba el mesero presentándose de nuevo— ¿Desean algo más? ¿Otra bebida, un postre?

—Por mi parte es todo, gracias—decía Saga.

—Nada más—agregó el rubio.

—Les traigo su cuenta.

Eso significaba que estaban por retirarse, de hecho ya no había gente alrededor, solo ellos dos, la conversación se había alargado y ni siquiera lo habían sentido, también quería decir que la despedida estaba cerca, se había quedado más tiempo solo por estar cerca de él y ahora tendrían que seguir con sus vidas sin verse.

—Pensaba—admitió con cierta pesadez—Saga, quiero decirte que te estoy muy agradecido por apoyarme, por darme la confianza de seguir adelante, no lo hubiera hecho sin ti, no sé qué hubiera sido de mí sin ti.

—Tú trabajaste por esto Aioria, te mereces todo lo bueno que te suceda, no dudes de eso.

—Pero me ayudaste, me apoyaste, nunca lo he olvidado—pero tenía que ser honesto—Nunca te he olvidado Saga.

—Aioria…

—Aquí tienen—dijo el mesero entregando la cuenta.

Era mejor dejar eso resuelto, el de Géminis fue más veloz y pagó la cuenta pero no hablaron en ese tiempo, tenían que hacerlo y lo harían pero no hasta dejar las interrupciones detrás, con la cuenta pagada podían terminar con su charla. Se miraron por unos instantes y el de Leo decidió ser directo, era un asunto de hablar ahora o callar para siempre o al menos él lo sentía de esa manera.

—Siempre significaste mucho para mí Saga, lo sabes.

—Era tu tutor, eras muy joven, tenías muchas cosas por vivir pero debías vivirlas a su tiempo, sin apresurarte.

—Y te agradezco que me hablaras de forma directa sobre eso pero, Saga, ya no soy tu estudiante, ya no soy un jovencito perdido sin saber qué hacer.

Al mismo tiempo que hablaba buscaba esa mano que estaba sobre la mesa, estrechándola un poco sin perder de vista esa mirada verde, no pensaba perder el tiempo ni la oportunidad, era momento de progresar.

—No puedes decir que no hay algo entre nosotros Saga, los dos lo hemos sentido al volver a vernos, estoy seguro de eso.

—No era correcto Aioria, yo era tu profesos, tu tutor, eras un jovencito vulnerable buscando su camino en la vida.

—Pero ya no lo soy.

Diciendo eso le tomó la mano por completo estrechándola con suavidad y sonreír de forma abierta, haciendo que el de Géminis pensara en las posibilidades, era verdad que a quien tenía enfrente ya era un hombre, uno guapo y atractivo, y él estaba solo, hacía tanto que estaba sin alguien a su lado, era tan cansado estar solo…

—Aioria—lo llamó con seguridad de forma masculina— ¿Quieres que sigamos hablando en un sitio más privado?

El de Leo sonrió haciendo que su rostro brillara, estaba dispuesto a ir a cualquier sitio si era a su lado.

El mesero tan solo esperaba que esos dos hombres se marcharan, eran los últimos clientes y cuando partieron tomados de la mano se dijo que él podría irse a descansar y que esos dos eran candentes como un incendio.

 

 

 

Al llegar a la habitación del de Géminis parecían dos personas seguras de lo que querían pero no se lanzaban de inmediato a hacerlo, observaban alrededor, se veían entre ellos, podían hacer lo que desearan y lo primero que hicieron fue sonreír.

—No pensaba que un día estaríamos así Aioria.

— ¿Y no te alegra?

—Es muy especial, definitivamente.

—Por supuesto que lo es Saga.

Con eso el de cabellos rubios fue hacía el de ojos verdes para fundirse en un abrazo y de inmediato pasar a un beso, suave, iban conociéndose en ese terreno pero estaban a gusto con velocidad por lo que no solo continuaron sino que estaban dispuestos a ser bastante entregados en ese momento. Aioria no dejaba de sentirse emocionado, era especial ese momento, había pensado en el pasado que Saga sería bueno besando y no se había equivocado, esos labios se sentían suaves, tibios, abiertos a recibir y amables en dar, ese hombre podía hacerlo sentirse expuesto nuevamente, como cuando había sido su bienhechor.

—Ven por aquí—murmuró el de ojos verdes.

Con mano segura sujetó la del otro joven para guiarlo y sinceramente el de cabellos rubios se dejaba llevar sin inconvenientes, pasó por el lugar dejándolo atrás con velocidad, cruzaron la puerta y ahí estaba, el dormitorio, impecable y con esa amplia cama cubierta con sábanas de color marfil, caso blancas e igualmente resplandecientes. Fue el de Géminis quien llevó una mano a la camisa del rubio, besaba su cuello y los labios, casi no daba espacio para nada más, abrió los primeros botones para dejar al descubierto el deportivo pecho al mismo tiempo que lograba que ambos dieran unos pasos hasta quedar a un lado del colchón.

Literalmente estaban a un paso para continuar, dejándose llevar por un más experimentado hombre de ojos verdes el de Leo sintió que quedaba de espaldas sobre la cama, aun con esos labios despertando su deseo, pero hubo un cambio, esa misma mano que abriera su camisa ahora se hacía cargo de desvestirlo sacando la prenda por encima de sus hombros, dejando su pecho al descubierto, mostrando la piel dorada y los músculos producto del ejercicio. El de Géminis se dio unos momentos para acariciar ese cuerpo pasando su mano con firmeza por cada línea y curva, para después besar lo que tenía a su alcance, disfrutando de sabor y el aroma de esa piel, haciendo sentir a ese joven que le gustaba estar a su lado.

Pero había algo más, no iba a negarlo.

Aprovechando su posición el de largos cabellos azules no lo pensó para meter una de sus piernas entre las del otro joven y con determinación frotó sus caderas contra el rubio quien por un impulso acarició ese mismo cabello con sensualidad. Pero el de mirada verde aprovecho estar arriba para incorporarse de nuevo con una sonrisa haciendo que Aioria se levantara a su vez y fuera él quien se encargara ahora de esa prenda que cubría al de Géminis, no pudo sino sonreír al contemplarlo.

—Parece que alguien sigue haciendo ejercicio.

—Necesitaba mantenerme ocupado en algo—fue la respuesta que recibió.

El de Géminis hizo que el rubio se recostara de nuevo para levantar sus piernas poniéndolas por encima de sus hombros, besándolo con necesidad en los labios para besarlo también por lis muslos y las pantorrillas, era un excelente aliciente, bastaba para hacer que entre ambos dieran cuenta de las zapatillas y las medias que terminaron en algún lugar en el suelo de la habitación. Saga no esperó para frotarse de nuevo contra la entrepierna de su compañero, Aioria gimió de forma abierta, había una sensación de deseo y necesidad corriendo pues ambos querían continuar pero había algo en medio que lo impedía, en ese caso se trataba de la ropa que continuaba en su lugar.

Con velocidad Saga bajó de la cama para colocarse entre esas bien formadas piernas, abriendo de un par de movimientos el pantalón y haciendo a un lado la ropa interior dejando a la vista lo que quería en ese momento, tomó con sus dedos el suave miembro, acariciándolo en un suave masaje para asegurarse que estaba listo y si eso no bastaba no dudó en llevarlo a su boca con seguridad. El de Leo sentía cada caricia, como fue abrigado entre esos labios, la forma en que unos labios lo estrujaban y al final una lengua aleteaba por la corona al final, unos dedos llegaban a la base y pasaban por el tronco, haciendo un movimiento hacia arriba y hacia abajo, a momentos  muy abajo, llegando a los testículos que proporcionaban un placer extra.

El de mirada glauca no podía perderse el espectáculo y de hecho logró ver la mayoría apoyándose en sus antebrazos, entre gemir y sonreír se sentía bastante complacido pero sabía que no era todo cuanto quería de ese encuentro, por eso logró moverse  lo suficiente para comenzar a bajar sus pantalones por sus caderas llegando hasta sus muslos, contó con ayuda pues el de largos cabellos azules hizo el resto, retirando la prenda y de paso la ropa interior que se deslizó a lo largo de su cuerpo. Con una sonrisa y una intensa caricia en su intimidad el de Géminis no vaciló en volver a su labor, sujetando firmemente la base y besando la corona, incitando el sensible frenillo hasta que el sexo estaba completamente erecto.

—Dios—gimió el rubio.

—Tú puedes llamarme Saga—dijo sonriendo el de ojos verdes.

Siguiendo a sus palabras el de Géminis no esperó para levantarlo por la cadera para besarlo, rodeaba la zona como si fuera un investigador recorriendo un nuevo territorio, a los dos les gustaba, de verdad, pero no dejaba de ser menos intenso por ello, así que el de largos cabellos azules alcanzó una botella de aceite de vitamina E, lo usaba como humectante corporal, y en ese momento le venía bien para lo que necesitaba. Aplicó una porción directamente a la delicada entrada para empezar a frotarlo con suavidad, ayudando a que el joven rubio se relajara, que se acostumbrara pronto y permitiera que su intimidad se dilatara, la verdad fue más aprisa de lo que hubiera esperado pero eso era porque el de Leo no pensaba dejar de cooperar.

Cuando los dedos cubiertos de aceita lograron entrar en el sensible pasaje masculino lo hicieron moviéndose con destreza, dilatando la zona con gentileza y lubricándola lo mejor posible, haciéndose sentir, estimulando el deseo no solo por la promesa de la penetración, también con besos suaves, insinuantes y caricias que estaba dispuesto a dar, además de mostrar su deseo  al frotar su rostro contra ese firme trasero. A esas alturas estaban lejos de poder esperar, nuevamente fue Saga quien decidió el ritmo del encuentro sujetando al de mirada glauca por un muslo y el tobillo, dejándolo abierto para él, ya de por si estaba excitado verlo en esa posición vulnerable no hacía más que intensificar su anhelo, guio su sexo con seguridad y con ayuda del de Leo, quien voluntariamente separó sus nalgas con las manos, entró con firmeza y profundidad en esa masculina intimidad.

Aioria se movía sobre la cama con sensualidad, reconocía que nunca antes se había sentido así con otro compañero, como si no pudiera hacer otra cosa que dejarse llevar por el deseo, ese hombre sabía excitarlo y complacerlo, llevó su mano a su sexo y no dejó de atenderlo mientras se sentía embestido al principio con suavidad, despacio, entrando y saliendo con lentitud hasta que avanzaban y encontraron el ritmo que les gustaba, era más veloz, llegando más profundo, hundiéndose de una manera que no esperaba pero le gustaba tanto que solo podía gemir con placer.

— ¿Te gusta?—preguntaba con voz ronca por el deseo el de Géminis.

—Sí.

Fue una respuesta cortante pero directa y por el brillo rojizo en su apuesto rostro sin duda estaba disfrutando de lo que hacían, sobre todo cuando el de ojos verdes embestía a un nuevo compás, retrocediendo menos pero a mayor velocidad.

El de Géminis para esos momentos había buscado de nuevo ese apuesto rostro, no dejaba de besarlo con intensidad logrando que sus salivas y sus lenguas se unieran para después hacer algo que definitivamente el de mirada glauca no esperaba, abandonaba su cuerpo para volver a tomarlo con su boca estrujándolo con sensualidad, entonces volvía a penetrarlo y embestía con necesidad sujetándolo firmemente por las caderas. Si no bastaba cambió un poco el proceso ya que al abandonar ese delicioso cuerpo subió por el mismo e hizo que el de Leo lo tomara con sus labios, lo probara con su lengua, quien lo recibió pasando de lamerlo a chuparlo con entusiasmo y besarlo sensualmente.

Ya estaban muy lejos de tomarse las cosas con calma, no se pasa una noche con alguien que podía provocar semejante necesidad para hacerlo con tranquilidad, no, querían hacer algo más y el de Géminis iba a hacerlo, no había pensado en que algo así podría suceder a diferencia del de Leo quien alguna vez fantaseara con ello. Por eso el de largos cabellos azules lo besó hasta dejarlo sin aliento y salió de la cama con velocidad, antes de poder preguntar nada o hacer cualquier observación sintió como esas fuertes manos lo jalaban sobre las sábanas y lo hacían darse vuelta para quedar sobre sus manos y rodillas, no hacía falta mucha imaginación para saber lo que vendría.

El joven de mirada glauca sintió esas fuertes manos una vez más en sus caderas, un instante después ese turgente sexo entraba en él con firmeza, se quedó quieto por tres segundos y cuando iba a moverse fue el otro hombre quien comenzó a empujar en su interior, con fuerza y necesidad, dejándose llevar por la pasión. Ambos hombres gemían sensualmente, sus grititos de placer llenaban la habitación, eso y el sonido de sus cuerpos chocando uno contra el otro, rodeados por el aroma del sexo que se liberaba como una fragancia. Sentían la fuerza del clímax que los iba llenando, esa sensación que comenzaba en sus entrañas y llegaba a todos los rincones de su cuerpo, un fuego que no se podía pagas ni extinguir, tan poderoso que los estaba dejando sin poder hablar ni respirar.

Llevado por la pasión Saga estrechó con ambos brazos a Aioria, apenas sin separarse, embistiendo con fuerza, dejando sentir su peso sobre el otro joven, disfrutando de la manera que ese hermoso cuerpo temblaba, sabía que estaba como él, el final se acercaba, pero el rubio no era capaz de moverse de donde estaba. El de largos cabellos azules fue a su rescate, tomando su sexo con seguridad y masturbándolo velozmente, no había espacio para nada, solo entregarse a su culminación. Pasaron unos segundo apenas, de pronto estallaron las voces de satisfacción, la simiente de ambos se presentó casi al mismo tiempo, dejándolos estremecidos viviendo esas palpitaciones que los estrujaban aun culminando su deseo hasta que lograron quedar sobre las sábanas recuperando el aliento.

Necesitaron un poco de tiempo para relajarse, habían sido dichosos pero necesitaban pensar un poco ¿y ahora qué?

—Me alegra haberte visto de nuevo Aioria—decía el de cabellos azules—De verdad me da gusto saber que estás bien.

—También me alegra Saga, no sabes cuánto me alegra haberte encontrado de nuevo, que estés en el mismo sitio que yo.

Necesitaba decirle el resto, lo que sentía ¿Por qué era difícil hacerlo? No se comprendía del todo, ya era un adulto y actuaba de nuevo como muchachito balbuceante ante ese caballero que tanto significaba en su vida, a quien no dejó ir de sus pensamientos en realidad, que tanto había hecho por él.

—Me alegra haber recuperado a mi amigo—dijo algo somnoliento el de Leo.

— ¿Amigo? ¿Es todo lo que has encontrado?—preguntaba directamente el de ojos verdes.

Aioria sonrió al escucharlo, siempre había sido mejor que él para comprender lo que le sucedía, para indicarle el camino a seguir.

—Démonos tiempo Aioria, veamos hasta donde podemos llegar, descubramos lo que podemos tener ¿Qué te parece?

—Me parece que voy a disfrutar del viaje.

Unos instantes más y se miraron directamente para besarse de nuevo, podían estar juntos, podían lograrlo, ya no eran los de antes, pero no estaba mal tener a un buen compañero de aventura, descubrir caminos juntos, saber que su corazón les daría la mejor guía.

 

 

 

FIN

 

Notas finales:

Gracias a quienes han sido tan amables de leer.

Espero que les gustara el fic.

Nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


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