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Last Song [Hyunlix] por Derian Wild

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Felix

Le gustaban los días grises, esos que anunciaban lluvia, un aguacero fino, constante, melódico. Quizás porque solían ser buenos días para estar solo, caminar, perderse, olvidar por un momento cuál era su vida real, a la que estaba atado y de la que no podía huir por más que lo intentara.

Muchas veces las personas que no pasaban por lo que él se atrevían a decirle que no era su responsabilidad seguir y aguantar, pero no entendían que si no lo hacía él, ¿entonces quién? Uno no podía simplemente dejar de lado todo de manera egoísta y hacer como que el problema no le pertenece en parte, cuando es por alguien importante, cuando no hay nadie más…

Su madre llevaba un año enferma, un año sobreviviendo al dolor, al miedo.  Un día había ido a médico por un dolor de cabeza y a la semana siguiente estaba en el hospital, siendo intervenida por un tumor cerebral. La operación no había salido del todo bien y le habían pedido a Felix y a su hermana menor que se despidieran, pero su madre había conseguido salir adelante, aunque luego vinieron las terapias, cuidados, recaídas…

El padre de ambos chicos había desaparecido cuando Felix ni siquiera había podido hacerse un recuerdo claro de él, así que solo eran los tres… y tenían que salir adelante, así que con 16 años había comenzado a trabajar en distintos lugares por poca paga, sin contrato, sin seguro, teniendo que seguir asistiendo a clases y cuidando a su hermana. El mundo no era sencillo y él lo había aprendido desde joven.

Durante los últimos meses las cosas habían comenzado a mejorar un poco, su madre había conseguido un trabajo desde casa y él había podido regresar por completo al colegio, aunque no había dejado de buscar formas en las que aportar económicamente a la familia, además siempre estaba el fantasma de la enfermedad sobre sus hombros.

Se miró en el espejo que había en su oscura habitación y su rostro triste le devolvió la mirada, muchas personas lo encontraban atractivo, pero hubo un tiempo en que él hubiese dado todo por quitarse las pecas que pintaban su cara, incluso probó con maquillarlas, pero tras un tiempo comprendió que eran parte de él, a pesar de que no terminaban de convencerlo.

Era una mañana fría, su madre dormía y su hermana ya había salido a sus clases, era solo dos años menor pero parecía una niña que siempre buscaba su atención, tal vez porque nunca había tenido una imagen paterna real.

Sacudió la cabeza y se apartó del espejo, tomando un abrigo y colocándose un gorro sobre los cabellos rubios, se acomodó los auriculares en los oídos y puso una canción antes de salir a la lluvia, venía bien con su estado de ánimo y con lo que estaba pensando, o quizás era que Imagine Dragons tenía siempre alguna letra para personas como él.

Se acomodó la mochila en la espalda y salió, cerrando con llave justo cuando la canción comenzaba a sonar…

Afuera había viento, pero no lluvia, al menos no aun. Era agradable salir así, no el destino, por supuesto, estar en el colegio no le atribuía a nada inmediato y eso lo desesperaba un poco. Tenía amigos, claro, y sabía que en el futuro le daría oportunidades, pero en el ahora lo que necesitaba era dinero para ayudar a su familia y la educación no le proporcionaba el tiempo para conseguirlo.

Felix solía ser un chico que cubría con alegría las tormentas en su corazón, las personas solían verlo como alguien brillante, siempre dispuesto a ayudar, siempre de buen humor, pero no conocían su interior porque él no los dejaba verlo, nunca nadie había cruzado esa línea y, cuando alguien lo había intentado, terminaban decepcionándolo antes de que se abriera, entonces volvía a esconderse en su sonrisa y un buen humor distante.

Ya no esperaba que alguien lo entendiera, pero quería algo de emoción en la vida, estaba cansado de solo esperar, estaba cansado de la soledad y justo en ese hilo de pensamiento, tras los cuatro minutos y treinta y tres segundo de la canción, lo vio.

Jamás había tenido la necesidad de definirse como parte de algo en el amplio espectro de la sexualidad porque sus intereses amorosos habían variado de lo idealizado a lo imposible en personajes de ficción, ya que en la realidad había sido principalmente entorpecido por su poco tiempo disponible, sus preocupaciones y sus responsabilidades a tan corta edad, así que, a pesar de eso, no le extrañó sentirse atraído por un chico.

Fue el brillante cabello rojo tras la ventana de una cafetería lo que atrajo su atención al inicio, los jóvenes de colegio no solían llevar ese color aunque en esa época ya no era un problema, pero por eso creyó que sería mayor, hasta que, al acercarse un poco más, notó el uniforme. Luego se fijó en su rostro que se distorsionaba un poco por el cristal, facciones finas, ojos rasgados e intensos fijos en la nada… Parecía tan perdido como él y eso fue lo que terminó por llamar su atención, entonces… ¿qué debía hacer ahora?

De pronto el chico pareció despertar y lo miró tras el vidrio, Felix rápidamente desvió la vista al frente y puso la expresión más seria que fue capaz de hacer, esperando no haber sido atrapado, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho por la adrenalina, preguntándose por qué no podía tomarse como normal tener curiosidad por el aspecto de alguien, porque en ese caso, ¿cómo se suponía que se conocían las personas? Mientras avanzaba sintió que el desconocido lo seguía con la mirada y entre tanto cuestionamiento decidió entrar en el lugar, ¿qué podía perder?

Dudó unos instantes en la puerta del sitio que lo ocultaba del campo de visión del extraño mientras apagaba la música de su teléfono, volviendo a guardarlo en el bolsillo, tras esto se atrevió a cruzar el umbral, la campanilla sonando para advertir su llegada, miró de reojo al desconocido, pero este parecía haberse perdido nuevamente en sus pensamientos, ahí notó cierta melancolía en su expresión y abajo, en sus piernas, un instrumento musical apoyado, ¿guitarrista? Parecía uno.

La chica que atendía lo saludó, así que regresó su atención a la realidad y se acercó a ver qué le ofrecía el lugar aquella mañana. Terminó ordenando un Caramel Macchiato, pagó, dejó su nombre y se giró para ver dónde sentarse, ahora que estaba ahí no sabía cómo hablarle, solo tenía la idea de querer hacer algo distinto ese día, no tenía mayores expectativas. Hasta que de pronto se le ocurrió algo…

Avanzó por el lugar hasta estar a la altura del chico, luego, casualmente pasó a empujar el instrumento con su pie, aunque por supuesto se preparó para sujetarlo antes de que diera contra el suelo, no podía darse el lujo de costear una guitarra nueva, sin embargo, cuando la sostuvo, lo que sintió fue también la mano tibia del muchacho.

Un escalofrío lo recorrió y sorprendido miró al pelirrojo, encontrándose con esos ojos intensos… Era realmente guapo.

-              Lo siento – fue lo único que salió de sus labios, el resto fácilmente podría olvidarlo, se había puesto nervioso e intentaba aparentar tranquilidad, pero no estaba seguro de estar consiguiéndolo, sobre todo porque no solo había empujado el instrumento, sino que también había provocado que derramara su café.

Tras ofrecerle una nueva bebida, pudo notar que el chico apagaba la música, como él ya no estaba escuchando había alcanzado a identificar a la artista, casi sonrió, no se hubiese imaginado que alguien como él escuchase ese tipo de canciones, pero de algún modo la letra tenía sentido… quizás las cosas no saldrían tan mal esa mañana…

El contrario accedió por fin al café y se puso de pie, era alto.

Tal vez el inicio de todo podría durar cinco minutos y cincuenta y dos segundos.


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