¿Quién eres tú? ¿Por qué tus ojos verdes me contemplan de esa manera a la distancia? Estoy asustado, muy confundido. Tu rostro no me es familiar, tus gestos son extraños para mí, pero esa voz que inunda mis oídos quizás la escuché antes, tal vez… no estoy seguro. Solo sé que aquella sonrisa fingida, que intenta esconder esos ojos tristes no engaña a nadie, no me engañan en absoluto. Sin embargo, lo sigues haciendo cada vez que te acercas a mí.
¿Por qué sigues aquí? Lo siento, no puedo recordarte, ni siquiera puedo saber quién soy yo, pero en estos días me he estado preguntando algunas cosas. ¿Por qué mi corazón se acelera cuando estás presente? ¿Por qué todo parece más sencillo cuando estás conmigo? Quisiera saber la razón, ya que, en mi cabeza solo tengo grabado un “no me olvides”, una frase repetida muchas veces con desesperación.
Gritos, palabras que posiblemente escuché en sueños… cuando estaba en coma, acaso… ¿fuiste tú quien las pronunció?
-------------
El cuerpo humano es como una obra de arte; maravilloso, cuidadosamente elaborado, sorprendente pero misterioso al mismo tiempo. El corazón de una persona puede sentir miles de cosas y aun así, seguir latiendo dentro de uno. Un corazón, un órgano muy especial que fue lo único que siguió luchando para mantenerme en este mundo, aun cuando todo parecía perdido. Jamás se rindió y es que simplemente no podía hacerlo, ya que sabía muy bien que, si dejaba de palpitar, abandonaría aquí en la tierra su bien más preciado.
Quizás yo no podía saberlo en esos momentos, pero el sí. Ese corazón sabía cuáles eran mis secretos y temores más profundos, sospechaba de donde provenía aquella cálida energía que me llegaba noche tras noche por constantes oraciones y súplicas, conocía perfectamente quien era esa persona que me aferraba la mano suavemente aún en la oscuridad, después que todos los demás se hubiesen marchado. Recordaba aquella triste sombra que pocas veces se alejaba de mi lado, alguien que acariciando mis dedos y jugueteando con mi cabello, mientras yacía en aquella cama del hospital, guardaba la esperanza de que despertara pronto.
Y fue aquella cálida mano lo que sentí primero al recobrar la consciencia. Mis ojos no podían abrirse aún, pero su presencia era muy fuerte, podía escuchar su respiración agitada por la emoción que lo embargaba junto a susurros lejanos, de seguro continuaba orando a pesar de todo. En eso mis dedos se movieron lentamente después de muchos días, semanas tal vez, no lo sabía, pero, en vez de ir a buscar a las enfermeras para avisarles sobre aquello, me sujetó fuertemente, como si por medio de ese contacto pudiera transmitirme toda su vitalidad para que me recuperase pronto.
Cuando pude abrir los ojos, débilmente a causa de mis golpes y heridas, al principio no pude distinguir su rostro. Todo era borroso y confuso, pero poco a poco mi visión se fue acostumbrando a la luz blanquecina de aquella habitación. Entonces pude verlo, el rostro de un hombre joven, de cabellos negros y ojos verdes que no dejaban de contemplarme fijamente.
Su mirada era penetrante, algunas lágrimas rodaban por sus mejillas en silencio, pero él permanecía ahí conmigo, aferrando mi mano, mirándome como si fuese la joya más preciada en el mundo.
Y yo lo miré también.
Pero…
No tenía la menor idea de quién era aquella persona.
Mis recuerdos habían sido arrancados violentamente de mi cabeza, mi mente se encontraba como un papel en blanco. Cuando quise decir algo sentí mi garganta completamente seca, el paladar amargo y un dolor insoportable en el cuerpo que hizo que mis ojos se empezaran a humedecer ante todo aquello, sobre todo, porque no recordaba ni mi propio nombre.
Busqué ayuda en aquellos ojos verdes, pero no duró mucho el contacto visual, ya que al verme una de las enfermeras llamó al doctor con cierta voz nerviosa, haciendo que aquel hombre soltara mi mano y saliera inmediatamente de la habitación.
Me sentí horrible cuando hizo aquello. Mi mano se quedó vacía, tan vacía como mi mente y fue entonces cuando la desesperación me invadió por completo. Las lágrimas aumentaron y el doctor tuvo que aplicarme un calmante ya que mis heridas aún estaban abiertas y si seguía forcejeando jamás se curarían correctamente.
¿Qué me había sucedido?
¿Acaso estaba atrapado en un confuso sueño?
Lastimosamente todo era real. El calmante invadía mi sistema nervioso rápidamente y los latidos de mi corazón disminuyeron. El doctor se sentó a mi lado e intentó sujetar mi mano, en un afán por tranquilizarme y decirme que todo estaría bien, pero la moví bruscamente a pesar de encontrarme un poco drogado. Aún tenía control sobre mi cuerpo y no permitiría que nadie me tocase. Después de sentir el suave contacto de la mano de aquel hombre desconocido, sentía que, si alguien más lo hacía, arruinaría el único recuerdo agradable que tenía en esos momentos.
Por desgracia el calor de su mano había desaparecido demasiado pronto. Y cuando estuve tirado sobre la cama, ya sin patalear o gritar, pude darme cuenta que estaba semi desnudo y mi cuerpo se encontraba cubierto por gruesas vendas.
El doctor acercó una silla a mi cama y empezó a hablar con el tono de voz más tranquilo que tenía. El calmante me permitía escucharlo, pero no podía prestarle la atención adecuada. No obstante, entendí perfectamente las palabras “accidente y pérdida de memoria”, y simplemente me quedé recostado como un muñeco sin vida. Sé que aun estando sin el calmante hubiera terminado así, no sabía que decir ni pensar, había perdido toda una vida y realmente un cántaro vacío no podía compararse conmigo en esos momentos.
El doctor siguió hablando, el sueño me vencía, pero le entendí que esta pérdida de memoria podía ser temporal, así como permanente, que debían hacerme más estudios y que no me preocupase, ya que había sido identificado hace una semana y mi madre estaba pendiente de todos los trámites del hospital. Mi madre y una persona que el doctor no me dijo quién era, al parecer un alma bondadosa que me recogió y llamó a la ambulancia cuando mi auto quedó atrapado bajo las ruedas de aquel camión de carga.
Estaba casi seguro que se trataba de él, ese hombre de mirada triste que vi al despertar. Eso hacía que una sensación extraña de apoderase de mí, pero solo deseaba verlo una vez más para darle las gracias.
El sueño terminó por vencerme y me quedé dormido, no soñé absolutamente nada y cuando desperté ya era de día, lo sabía porque una de las enfermeras había abierto las ventanas y el aire fresco se colaba a la habitación. Era muy agradable, estaba seguro que habría un jardín justo debajo de la ventana, ya que el olor a césped recién cortado y flores se podía sentir claramente.
El doctor tuvo que aplicarme otro calmante cuando intenté levantarme de la cama, al menos así podía controlarme mejor, pero jamás imaginé que había permanecido en ese lugar casi por un mes, sobreviviendo con suero y vitaminas vía intravenosa, inconsciente o en coma, hablando en términos médicos.
Cuando mi madre, una señora de cabello negro y rostro preocupado llegó a visitarme, intenté sacarle toda la información que pude. Quería saber quién era, tenía que recuperar al menos un pedacito de mi vida. Lo que conseguí saber fue que me llamaba Ian y tenía veinticinco años, estaba a punto de terminar la universidad, una carrera de economía. Y hace un año me había mudado cerca de mi centro de estudios al conseguir mantenerme con un trabajo de medio tiempo.
Por un momento temí ser alguien de mal vivir, que no tuviese un techo para protegerse cuando saliera del hospital, pero doy gracias a Dios que no fuese así. Tengo una madre y un hermano de ocho años que no puede verme aun por reglas del hospital. Si bien no tengo padre, he recibido una muy buena educación y buenos valores de mi madre. Si tan solo pudiese recordarla, si tan solo pudiese comprender el dolor que sentía al verme en ese estado, pero a pesar de sus lágrimas y sus promesas de que todo saldría bien, no podía reconfortarla con un gesto agradable. Ya que no sentía absolutamente nada, para mí era una extraña y por más que lo intentase, no salía ni una sola palabra reconfortante de mis labios.
Lo único que quería era recuperarme y salir de aquel bendito hospital, empezar a tomar los pedacitos de mi vida anterior que habían quedado esparcidos y armar una nueva, empezar de cero.
Era lo único que me quedaba por hacer.
Pero había otra cosa también y es que aquel hombre misterioso regresó al hospital. Cada tarde después de la visita de mi madre, se quedaba apoyado contra la puerta, viéndome de lejos. Otras, se encontraba yendo y viniendo por el corredor. Sabía que era él, había aprendido a reconocer sus pasos a pesar de no verlo. Como dije antes, había algo especial en él, que hacía que esperase su compañía con cierta impaciencia.
Pero, ese hombre nunca hablaba conmigo, permanecía como un vigilante silencioso y anónimo, no me atreví a preguntarle a nadie acerca de él, quería descubrirlo por mí mismo, tenía que hacerlo.
Cuando pude sentarme sobre la cama y empezar a recibir alimentos, las cosas fueron mejorando para mí. Me sentía un poco más fuerte y al menos mis heridas habían dejado de sangrar y estaban cicatrizando lentamente.
Una de esas tardes después de la visita de mi madre, finalmente, él se acercó a mí con una mirada extraña, como si temiera que fuese a morderle o atacarlo. No podía comprender esa actitud, lo único que pude hacer fue mirarlo fijamente y hacer que mis labios hicieran una mueca, lo más parecida a una sonrisa. Al menos creo que eso ayudó para que se sentara sobre la silla que el doctor siempre utilizaba.
- Soy Ian – dije débilmente, pero él no me respondió. Permanecía con la mirada baja. Pude ver que tenía un libro y que sus manos estaban un poco inquietas. – Mi nombre es Ian – le repetí nuevamente, en un intento por saber algo de él.
El hombre solo respondió con una sonrisa al final, pero no podía engañarme, tenía los ojos hinchados y rojos, como si hubiese llorado mucho. Se puso de pie después de algunos minutos, pero antes de irse rozó su mano con la mía, suavemente como si temiera hacerme daño y luego salió de la habitación.
Aquel simple contacto hizo que mi piel se erizara, que mi ser se estremeciera por completo, empecé a sentirme mareado, las heridas parecían dolerme más después de aquello. No podía comprender nada en absoluto, nada.
En las noches cuando duermo he empezado a soñar nuevamente, sin embargo, son imágenes borrosas que no recuerdo al despertar. Junto a ellas, escucho una voz, unos lamentos que se repiten, una frase que ha quedado grabada en mi cabeza. Sé que aquel hombre es una pieza muy importante para armar este rompecabezas mental, para aclarar un poco mis dudas y preguntas. Dios ¿hasta cuándo seguirá esta pesadilla?
Recuerdo, ¿qué es lo que recuerdo?, ¿quién eres tú?, ¿por qué tus ojos verdes me contemplan de esa manera a la distancia? Estoy asustado, muy confundido. Tu rostro no me es familiar, tus gestos son extraños para mí, pero esa voz que inunda mis oídos quizás la escuché antes, tal vez… no estoy seguro. Solo sé que aquella sonrisa fingida, que intenta esconder esos ojos tristes no engaña a nadie, no me engañan en absoluto. Sin embargo, lo sigues haciendo cada vez que te acercas a mí
¿Por qué sigues aquí? Lo siento, no puedo recordarte, ni siquiera puedo saber quién soy yo. Pero, en estos días me he estado preguntando: ¿Por qué mi corazón se acelera cuando estás presente? ¿Por qué todo parece más sencillo cuando estás conmigo? Quisiera saber la razón, ya que, en mi cabeza sólo tengo grabado un “no me olvides” una frase repetida muchas veces con desesperación.
Gritos, palabras que posiblemente escuché en sueños, cuando estaba en coma. Acaso ¿fuiste tú quien las pronunció? Dime por favor, te lo ruego ¿eres tú el dueño de aquella voz?
¿Nos conocemos de antes? ¿Qué tipo de relación tenemos?
Ayúdame, ayúdame a recordar…
Los días siguieron pasando, ya estaba cansado de permanecer en aquella habitación, pero no podía hacer nada hasta que recuperara mis fuerzas. Sin embargo, poco a poco las enfermeras me permitieron levantarme, ayudándome para sentarme en una silla frente a la ventana y así disfrutar de la vista junto al aire fresco. Ahí fue cuando descubrí que mis piernas casi habían olvidado como sostener el peso de mi cuerpo correctamente, se encontraban temblorosas y eso me frustraba, porque sin la ayuda de las enfermeras o del doctor, hubiese caído al suelo.
Gracias a Dios poco a poco fui fortaleciendo mis piernas, hasta ser capaz de levantarme por mí mismo y caminar hasta la silla con ayuda de un bastón, era un poco humillante para mí, pero era mejor que estar dependiendo de los demás a cada instante.
Todo parecía estar yendo bien, mi cuerpo se recuperaba más pronto de lo que el doctor había previsto y las visitas de mi madre eran más constantes al recibir la noticia que podría ser dado de alta en dos semanas si todo seguía así. Pero mis recuerdos se rehusaban a regresar, si bien había aprendido nombres y algunas cosas útiles, aún no recuperaba mi vida.
Mi vida, todos estaban satisfechos de mis resultados, todos menos yo, seguía tan vacío como el día en que desperté de aquel coma.
Y como no podía permanecer mucho tiempo sentado en aquella silla porque el aburrimiento se apoderaba de mí, el doctor me permitió que fuese acompañado por una enfermera hasta el jardín. La luz del sol me cegó por algunos instantes cuando salí al exterior, pero cuando me acostumbré a aquello, pude contemplar el enorme jardín o patio trasero, mejor dicho, por donde paseaban otros internos que se estaban recuperando como yo. No podía estar de pie por mucho tiempo, así que me senté a la sombra de un árbol mientras observaba a los demás. Realmente, el viento fresco era mucho más agradable fuera de aquella habitación, el césped y las flores, las voces de las personas y aquel cielo azul allá a lo alto, eran realmente confortadores.
Por eso le rogué a la enfermera que me dejara solo al menos por una hora, deseaba liberarme de su compañía ya que el estar vigilado todo el tiempo, era realmente agobiante. Cuando ella se hubo marchado, me dejé caer suavemente sobre el césped para admirar aquel hermoso cielo, quedándome dormido por la sensación fresca y calmante del lugar.
Una voz me despertó, una voz infantil que, al no obtener respuesta al principio, me movió un poco sujetándome del hombro. Al abrir los ojos vi a un niño que pude reconocer gracias a las fotos que mi madre me trajo una vez, como mi hermano menor. Por fin lo habían dejado ingresar al hospital y traía consigo algunos dibujos de la casa de mi madre, en un intento porque recordase algo. Pero a pesar que todo fue en vano, pude tener una charla amena con él, realmente es un niño muy inteligente y me alegro que sea mi hermano.
Estuvimos sentados bajo el árbol hasta que llegó mi madre, ella nos había dejado a solas para que conversáramos. Sin embargo, antes de que se fuera, Alexander, como se llamaba mi hermano, sacó un papel que tenía doblado en uno de sus bolsillos y me lo entregó, se inclinó y me dijo en voz baja: - Es el primer dibujo que hice para ti, pero mamá dijo que no debía mostrártelo, no sé por qué, pero como me salió bonito te lo regalo – terminó por decir con una seriedad extraña para un niño de su edad. Luego de eso se despidió de mí y salió corriendo para reunirse con mi madre que me lanzó besos desde la puerta antes de marcharse.
Esperé que se alejaran y me quedé solo de nuevo, así que aproveché para desdoblar aquel papel y ver el dibujo que estaba ahí. Me quedé en silencio, ya que el dibujo mostraba una casa con tejado rojo, a mi madre en el jardín, mi hermano sobre una bicicleta, y yo estaba sentado sobre unas pequeñas escaleras cerca a la entrada. Pero junto a mí había alguien más, un hombre de cabellos negros y ojos verdes según había pintado mi hermano. Mi corazón empezó a palpitar a una velocidad diferente, pero sólo me quedé contemplando aquel dibujo mientras forzaba mi mente a recordar, tenía que recordar ¿Quién era aquella persona junto a mí? ¿Un familiar? ¿Un amigo? No sabía, pero los rostros pintados con crayolas y colores, eran realmente felices.
Y yo empecé a envidiar aquella felicidad…
El resto de la tarde permanecí en el cuarto del hospital, donde almorcé, vi televisión y después me quedé recostado sobre la cama con cierta expresión de tristeza en mi rostro que no podía explicar. De repente quería llorar, una angustia muy profunda se apoderó de mí, y por más que quise deshacerme de ella, no lo conseguí.
Aquella misma tarde, él llegó a visitarme, ese hombre causante de todas aquellas confusas emociones. Por un momento fingí estar dormido, ya que me encontraba de espaldas a él. Dejé que se acercara y me tocara suavemente el hombro, sentí el calor de su mano en aquella zona y nuevamente esos intensos sentimientos se apoderaron de mí, no pude evitar que algunas lágrimas escaparan de mis ojos junto a un gemido, sonido que fue escuchado por él. Tal vez creyó que estaba teniendo una pesadilla o algo así, ya que en esos momentos se agachó hacia mi oído y dijo con voz baja:
- Ian no llores, todo saldrá bien. Estoy aquí contigo y no te abandonaré - dijo mientras sus labios casi rozaban mi oreja – Lo único que te pido es que no me olvides por favor, sé que me recordarás pronto y las cosas serán como antes.
Él se marchó antes de que reuniese el valor suficiente para darme la vuelta y hablarle. Mis ojos estaban totalmente llenos de lágrimas, pero no dije absolutamente nada. Lo único que hice fue obligarme a mí mismo a dormir, tenía que hacerlo ya que sentía que mi corazón explotaría, aquella voz era la misma que escuché en mis sueños, estaba seguro, era de lo único que estaba seguro aquella tarde.
Tuve un sueño, otro, pero esta vez más claro, un sueño que se parecía mucho a aquel dibujo que mi hermano hizo para mí. Me encontraba en una casa con puerta blanca y tejado rojo, mi madre estaba en el jardín, removiendo la tierra para sembrar algunas semillas, mi hermano reía mientras daba vueltas en su bicicleta nueva, mientras yo me encontraba sentado en aquellas gradas cerca de la puerta. Me sentía feliz, demasiado feliz, me gustaba aquella hermosa escena familiar, pero, lo que llamó mi atención fue que alguien sujetaba mi mano, y al voltear a ver quién era, me encontré con la mirada de aquel hombre, con aquellos ojos que tanto amaba. Un momento…. ¿dije amaba? Desde que me puse a analizar aquella palabra, el sueño cambió de giro y todo se volvió un caos, una pesadilla. Felizmente desperté y al ver la hora en el reloj de pared, me di cuenta que pronto amanecería, pero no podía dormir más, después de todo eso, me sería imposible.
Al amanecer las cosas no estuvieron muy bien que digamos. Me sentía inquieto, alterado, no podía concentrarme en nada, estaba tan fastidiado que fui muy grosero con las enfermeras y traté con brusquedad al doctor que me atendía. Y cuando él salió murmurando acerca que debía ponerme un calmante para terminar de revisarme, no pude soportar más, me puse de pie rápidamente y empecé a romper todo lo que tenía a la mano en un ataque de ira, empezando por el jarrón con flores que trajo mi madre y algunos cuadros. Empujé la mesita donde estaban los frascos de medicina que se estrellaron contra el suelo. Grité, grité lo más fuerte que podía llamando a ese hombre, sé que mi voz podía escucharse por todo el corredor, pero no me importaba, quería verlo otra vez, ya no podía más, era demasiado para mí. Grité una y otra vez a las enfermeras para que me dejasen tranquilo, para que trajesen a ese hombre cuyo nombre desconocía, y cuando el personal masculino vino a sujetarme para que el doctor me pusiera la inyección con el calmante, él apareció por aquella puerta.
- Por favor, déjenme a solas con él, prometo que me haré cargo, pagaré los destrozos que hizo, pero se lo ruego doctor, no le aplique el calmante, debo hablar con él. Usted sabe muy bien quien soy, no tema dejarlo a mi cuidado – dijo el hombre con una voz un poco alterada.
El doctor accedió extrañamente a su petición y cuando me vi liberado, me quedé en un rincón de la habitación, aun sollozando, intentando calmarme un poco, pero lentamente me dejé caer al suelo sintiendo como aquellas fuerzas me iban abandonando.
- Ian, ¿estás bien? Mira todo lo que has destrozado, tú no eres así – dijo él mientras se agachaba hacia mí y cogía mi cabeza con ambas manos para hacer que lo mirase.
- De… déjame - fue lo único que pude decir.
- Jamás lo haré, quieras o no, siempre estaré contigo.
- ¿Quién eres tú? ¿Por qué me siento extraño cuando estás aquí? Dímelo, ¡dímelo! – dije arqueando las cejas y mostrándole una expresión agresiva. Había perdido horriblemente la calma y ahora me era difícil controlarme, mi respiración aún se encontraba agitada, sus manos eran lo único que me detenían para que no siquiera rompiendo más objetos o intentase pegarle.
- Lo siento, aún no es tiempo. Me gustaría que recordaras todo, pero lo único que puedo hacer es que te acostumbres a mi presencia poco a poco.
- No te entiendo.
- Perdóname Ian, perdóname, fue mi culpa. Merezco que no me recuerdes, pero al menos espero que lo hagas con tu familia.
- No sé quién eres tú, solo deseo que me dejen solo.
- ¿Así? ¿Entonces por qué gritabas desesperadamente para verme? Te escuché, pude escucharte cuando subía las escaleras.
- ¡No lo sé! ¡No entiendo nada!
- Ian tranquilízate, ya verás que pronto recordaras todo, solo deseo que, al recordarme, me perdones.
- ¿Perdonarte qué?
- Aquella noche discutimos y saliste en el auto, te seguí ya que estabas un poco ebrio, pero fue ahí cuando tuviste el accidente, no supe que hacer, sólo llamar a la ambulancia y maldecirme mentalmente por haber discutido contigo.
- Sigo sin entender - dije fríamente a pesar que sus palabras estaban atravesando mi alma, tenía deseos de tocarlo, pero me contuve, debía saber la verdad, eso era lo único que quería en esos momentos.
- Lo harás, lo prometo – respondió con voz más calmada.
- Al menos dime tu nombre ¿Qué tipo de relación tenemos?, ¿eres algún amigo de la universidad?
- Soy William.
Y antes de que pudiese preguntar más, William me abrazó fuertemente, haciendo que soltara unos gemidos de dolor a causa de las heridas. Mi mente no lo podía recordar, pero mi cuerpo parecía hacerlo, pronto mis manos se movieron solas y me vi abrazándolo también, lo único que quería era que aquel calor que emanaba de su cuerpo no me abandonase otra vez. Pero tuve más de lo que habría imaginado, antes de soltarme Will se inclinó hacia mí y me besó, fue un beso rápido, pero me quedé totalmente inmóvil cuando lo hizo. Luego de ello salió de la habitación rápidamente, quise seguirlo, pero había perdido el control de mi cuerpo.
¿Qué había sido aquello?
Un hombre me había besado, pero… ¿Por qué sentía esta extraña alegría envolviendo mi ser por completo?
¿Por qué sentía como si la felicidad mostrada en aquel dibujo inocente de mi hermano, hubiera salido del papel para entrar a mi cuerpo?
Al menos esta vez había obtenido su nombre, sin embargo, aquel beso me había tomado por sorpresa. En esos momentos, más que nunca, supe que debía recordar mi pasado, mi único temor ahora era no volverlo a ver ¿acaso estaba enamorado de él? O tal vez ¿ya lo estaba desde hace mucho tiempo?, en aquella vida que dejé atrás.
Esa noche el doctor no me administró el calmante para mi alivio, ya que, después de aquella charla permanecí en silencio, sin causar más problemas.
Pero, a eso de las once de la noche, me levanté de la cama como si una voz en mi interior me obligara a hacerlo, caminé descalzo y giré la manija de la puerta lentamente, saliendo hacia el corredor sin hacer ruido. Solo cuando estuve seguro que nadie me había escuchado, apresuré mis pasos y bajé lo más rápido que pude las escaleras, dispuesto a salir al exterior, ya que, si no podía recordar nada con ayuda de los doctores, tenía que hacerlo por mi propia cuenta.
Me escapé por una de las puertas traseras, por donde sacaban la ropa sucia, salí a la calle y me sentí totalmente perdido, no sabía por donde debía ir, todo eso era una locura, pero tenía la fe que, si recorría esas desconocidas calles, pronto recordaría algo. Así que a pesar de la lluvia que caía en esos momentos, me arriesgué a avanzar y después de dar vueltas y más vueltas por aquel laberinto nocturno, terminé vagando por un parque cercano, buscando refugio entre los árboles.
No tengo la menor idea a qué hora fue cuando notaron mi ausencia, pero mientras pasaba el tiempo hacía más frío y el viento que corría era gélido, no tuve de otra que apoyarme lo más que pudiera contra el árbol, esperaba de alguna manera que fuese William quien me encontrase, pero era imposible, estaba pensando solo tonterías.
Sabía muy bien que había cometido un error grande al salir del hospital en esas condiciones.
Pero aun así pensaba en él, mientras escuchaba la lluvia caer sobre la tierra y el viento moviendo las hojas y algunas ramas de los árboles cercanos. Pensaba en él, aún al sentir como el lodo embarraba mis pies, cerré los ojos por algunos minutos, pero su voz se escuchaba tan clara que parecía que estuviese junto a mí de nuevo,
Cuando en el hospital notaron mi ausencia al fin, llamaron a mi madre y supongo que también a ese hombre. Por alguna razón le avisaron que había escapado, aunque lo más probable era que solo habían cumplido con la obligación de informar a las personas que se encontraban registradas en mi historial. Todos empezaron a buscarme, usando paraguas o abrigos plastificados para protegerse de la lluvia, llevando linternas, una ambulancia salió a patrullar las calles por si me encontraban herido o en malas condiciones.
Honestamente sé que fue una tontería haber huido, me estaba congelando y sentía que perdería el conocimiento de un momento a otro. Mis pies descalzos estaban helados y mi ritmo cardiaco empezara a disminuir ¿Acaso terminaría así?, sin conocer nada acerca de mi pasado, ¿moriría como un vagabundo? Pero, a pesar que consideré mis deseos tontos y ridículos para que se hicieran realidad, él… ¡si me encontró al final!
No tengo la menor idea cómo sucedió aquello, quizás solo se guio por el instinto y supo que debería buscar algún refugio para protegerme de la lluvia. Ese parque quedaba a algunas calles del hospital. Me encontraba tan mal que solo recuerdo cuando él se acercó a mí en medio de la lluvia, me habló, pero no podía entender sus palabras, luego al darse cuenta que no respondía, me levantó en brazos y me llevó inmediatamente a su auto.
Al reaccionar horas más tarde, él se encontraba junto a mí, como la primera vez, me dijo en voz baja que, a pesar de haber pasado la noche en el frío, no me enfermaría, había tenido suerte de ser rescatado a tiempo. También anunció que pronto me darían de alta y que podría regresar a casa, esto me entristeció, pensé que no lo volvería a ver, pero lo que dijo a continuación, fue algo realmente esperado e inesperado al mismo tiempo.
- Yo te cuidaré Ian, tu madre ya lo sabe. Regresarás a casa, pero… a nuestra casa, sé que no me recuerdas, pero me di cuenta que tus sentimientos siguen ahí, dentro de ti y esperaré a que recuerdes todo. Mientras tanto, esos vacíos que tengas los iremos llenando con nuevos recuerdos, momentos buenos y agradables. Si es que aceptas claro.
- Aquella voz en verdad te pertenecía ¿no es así?, fuiste tú el que gritaba “no me olvides”.
- Sí, fui yo quien las pronunció, porque eres la persona más importante en mi vida. Eres mi amigo, mi confidente y mi pareja hace dos años, pero no quise decírtelo antes por temor a que te confundieras más.
- Si bien mi mente no te recuerda, mi corazón jamás te olvido, gracias por no abandonarme aquí.
- Te amo Ian, aun tuviese que esperar mil años para que recuperes la memoria, lo haría.
Y así fue como, después de que me dieran de alta regresé a casa, al departamento que compartía con William. Tenía muchas cosas que aprender de nuevo, una vida por reconstruir, pero el amor que sentía jamás había sido olvidado, solo fue creciendo día tras día y estaba seguro que al llegar el momento en que recuperase la memoria, ese amor se iba fortalecer aún más.
Solo me pregunto… ¿habré sido tan feliz antes?, la respuesta no la sabía, pero en esos instantes no importaba, ya que esos vacíos en mi cabeza, eran llenados con cada beso y caricias que Will me proporcionaba.
- Fin -