Invierno y verano.
Mello estiró el cuello y levantó el mentón, mirando hacia arriba con asombro. Estando boquiabierto, se paró de puntitas para lograr ver toda la inmensidad de aquel enorme árbol que tenía al frente. Retrocedió unos pasos e inclinó el cuerpo hacia atrás, inevitablemente cayendo en la suave hierba con un pequeño plaf. No le dolió. Y de hecho le gustó.
Se quedó tendido ahí mientras miraba con ojos brillantes y curiosos las ramas gruesas del árbol, la cantidad de hojas verdes que poseía, y como apenas se podían ver algunos cálidos rayos de sol cuando el viento movía aquellas hojas.
Se quedó embelesado por la imagen y el ruido que ocasionaban las hojas al moverse por la suave y cálida brisa de verano, viniendo acompañado de unos pequeños pájaros que pasaban volando magistralmente por los cielos y emitiendo unos suaves: ¡pío, pío!
El pequeño niño de vivaces ojos azules sonrió.
—Sss sss sss —Mello trataba de imitar el ruido del viento, largandose a reír momentos después.
Todo era tan precioso y se sentía tan bien, demasiado cálido y agradable.
Sus ojos azules de repente captaron algo que no concordaba con lo verde de la imagen. Era algo blanco. Con sus ojos siguió aquel pequeño copo de nieve hasta que cayó directamente sobre su nariz, haciéndolo estornudar.
—¿Eh? —Mello se incorporó, frotando su nariz y teniendo los ojos ligeramente llorosos—, ¿de dónde vino eso? —se preguntó en voz alta, levantándose del lugar en donde estaba, sin siquiera sacudir la tierra de sus pantalones negros.
Vio más de esos copos de nieve y rodeó el árbol, mirando asombrado como esa mitad estaba cubierto con una blancura asombrosa.
Pero más llamativo que eso fue el niño que estaba sentado en la nieve, vistiendo solo un pijama de color blanco.
Era un niño demasiado pequeño, con una piel de porcelana extremadamente blanca que se veía suave y tersa. Tenía unos ojos grandes y plateados, labios rosados, y unos bonitos rizos blancos como las nubes, y estaba jugando con la nieve con sus pequeñas manos desnudas, sin inmutarse, haciendo un pequeño muñeco de nieve.
Fue deslumbrante.
Mello lo siguió mirando, sintiéndose atraído hacia él, jamás había visto algo tan... puro y bello.
Se acercó con cuidado, sin darse cuenta de como derretía la nieve con cada paso que daba, volviendolo de color verde.
—Oye... —susurró Mello, acercándose más, curioso, intrigado.
El pequeño niño se sobresaltó al escuchar la repentina voz viniendo de su lado. Giró el rostro y se quedó mirando fijamente y con miedo al intruso, dejando caer la nieve que había acumulado en sus manos congeladas. Se levantó bruscamente y se alejó, como un pequeño animalito asustado, y Mello retrocedió un poco.
—Ey, no te haré daño, soy inofensivo —dijo rápidamente Mello, levantando las manos para darle algo de tranquilidad.
El pequeño niño lo miró otra vez, con más atención, quedándose sin aliento y completamente maravillado por aquellos ojos de un color azul increíblemente hermoso y fascinante, comparable a la belleza de un zafiro.
Aturdido, como si una luz lo estuviera llamando, Near avanzó unos pasos casi sin pensarlo, mirando deslumbrado el hermoso rostro que tenía el niño, muy expresivo y vivaz, siendo perfectamente enmarcado con aquellas hebras doradas que lucían suaves y sedosas.
Y ese atractivo niño le sonrió. Una sonrisa tan cálida y brillante que lo dejó sin palabras.
Sus dedos cosquillearon, con ganas de jugar con aquellos cabellos dorados. Debía ser agradable poder tener la luz del sol entre sus dedos.
La mente de Near quedó en blanco, sintiéndose hipnotizado al ver algo tan... vivo y radiante.
—Me llamo Mello —se presentó el niño de sonrisa preciosa, estirando una mano en dirección al más pequeño.
Ahí Near se asustó, estaba sintiendo algo extraño en su pecho, una calidez que jamás había experimentado.
Cuando Mello avanzó, Near retrocedió asustado y luego se echó a correr al no comprender los sentimientos que lo estaban embargando. Mello se sorprendió y corrió detrás suyo.
—¡Espera! ¿A dónde vas?
Unos conejos blancos y algunos cuantos pájaros fueron testigos de aquella persecución, como Mello corría detrás de Near mientras este daba lo mejor de sí para no ser alcanzado, ambos corriendo alrededor del árbol, cambiando los colores. De verde a blanco, de blanco a verde.
—¿Por qué corres? —preguntó Mello, dejando de perseguir al pequeño niño de nieve.
El chico más pequeño también se detuvo al ver que el otro ya no lo seguía. Se tomó unos momentos para recuperar el aliento y finalmente habló.
—No debes acercarte a mí. Tú eres verano y yo invierno —explicó el más pequeño con una voz neutral, sin poner ninguna expresión en su rostro tan tierno y joven.
Mello pestañeó, sin comprender porque no podía acercarse al otro por ese motivo.
—¿Es… algo malo? —preguntó lentamente, frunciendo el ceño por la incertidumbre que sentía—. ¿Qué pasará si te toco?
El pequeño dudó, también frunciendo ligeramente el ceño.
—No lo sé... Pero no debemos.
Mello volvió a pestañear confundido.
—Si no lo sabes, ¿por qué dices que no debemos hacer eso?
Near volvió a quedarse sin palabras, abriendo y cerrando su boca.
—Solamente… no debemos —dijo con una voz más baja, inseguro, pasando a sentarse otra vez en la nieve.
Mello lo imitó, solo que él volvió a dejarse caer de espaldas en la suave hierba, mirando el cielo.
—Mmm, así que no estás seguro y sin embargo afirmas cosas de las cuales no sabes. Es muy tonto.
Near frunció el ceño ante las palabras de Mello.
Un niño bonito pero bastante desafiante y grosero.
—¿Y tú cómo sabes que no pasará nada? —preguntó Near, mirándolo con un brillo retador en sus ojos.
Mello simplemente se rió cuando unos copos de nieve cayeron sobre su rostro, sintiéndose como pequeños besos fríos.
—Es cierto —admitió, incorporándose—. No lo sé, y tampoco tengo idea de que podría ocurrir. Por eso quiero descubrirlo —sonrió abiertamente, inclinándose hacia un lado para ver al pequeño niño.
—No —se negó Near, abrazando sus delgadas piernas que anteriormente atrajo hacia su pecho—. Prefiero no arriesgarme.
—¿Por qué no?
—Por lo que pueda ocurrir.
Mello se quedó en silencio, mirando el enorme árbol que los separaba.
—También me asusta, pero... ¿Vivir con miedo no es aburrido?
Near jugó nerviosamente con un mechón de su cabello blanco.
—Es seguro.
Mello tarareó suavemente.
—Si, pero eso no es vivir... No estás viviendo, solo estás sobreviviendo.
—Lo prefiero.
Mello se hizo hacia atrás, colocando sus manos detrás suyo como apoyo, mientras jugaba con la suave hierba con los dedos de sus pies.
—¿No tienes frío con esa camisa? —preguntó Mello, curioso.
—Me gusta el frío.
—Que estés acostumbrado al frio no significa que te guste. Te falta conocer más para elegir cuál te gusta.
Near solo se encogió de hombros, nervioso con toda esa plática.
Se quedaron en silencio por unos momentos, momentos en los cuales Near estaba pensando que hacer, ¿debería huir? No, Mello era más rápido que él, si se alejaba del árbol y corría en línea recta, Mello probablemente lo alcanzaría.
—Creo que me gustas.
Near se sonrojó profundamente al escuchar la repentina confesión de aquel niño con apariencia de ángel. Sintió como un calor extraño se iba acumulando en sus mejillas, poniéndose otra vez a jugar nerviosamente con uno de sus rizos blancos como el azúcar.
—N-no sabes lo que dices...
—Me gustas —volvió a decir Mello, incorporándose y mirándolo con seriedad—. Y quiero tocarte.
Near se mordió el labio inferior. Si, él también quería hacer eso, no lo iba a negar. Pero también tenía miedo, ¿y si algo malo pasaba? ¿y si uno de los dos desaparecía? ¿Y si…?
Fue cuando sus ojos grises se encontraron con los azules de Mello que todo miedo e inseguridad desapareció de su corazón.
—Podemos intentarlo...
Mello sonrió radiante ante su respuesta, trotando hacia donde estaba Near. Está vez él no huyó y se quedó quieto. Mello se detuvo a unos centímetros de él, notando que era al menos media cabeza más alto que el otro.
Con una sonrisa suave y calmada, levantó su mano, mirando emocionado a Near.
Near lo miró tímido, pero también levantó su mano, colocándola con cuidado contra la de Mello.
Cuando sus dedos se rozaron, ambos sintieron un escalofrío sacudir sus cuerpos.
Un escalofrío que se sintió muy bien y que despertó diversos sentimientos en el otro.
Con un poco más de confianza, apoyaron finalmente sus manos, sintiendo aquella calidez y frialdad que el otro tenía.
—¿Ves? ¡Nada malo pasó! —Mello se rió suavemente y entrelazó sus dedos con los delicados de Near para después arrojarse emocionado sobre él.
Near soltó un pequeño quejido por la caída, cerrando los ojos cuando sintió el peso del chico caer encima suyo.
El pequeño niño se tomó unos momentos para acostumbrarse a la sensación y abrió lentamente los ojos, observando al niño que tenía la luz del sol.
Y Mello sonrió, radiante, hermoso, resplandeciente para Near, que se sonrojó aún más, sintiendo como su corazón comenzaba a palpitar con más fuerza, bastante frenético, con sus manos cosquilleando, teniendo ganas de jugar con aquellos sedosos mechones rubios.
No. Quería más que eso. Su corazón le pedía hacer algo más.
Algo mucho más íntimo y especial.
No lo pensó, atrajo a Mello del rostro y presionó sus labios contra los suyos, provocando que un escalofrío aún más intenso recorriera sus cuerpos. Fue un beso corto, pero para Near significó tanto. Se sintió bastante bien y se maravilló con los labios suaves y llenos de Mello, de su calidez y de su olor a sol.
Se apartó ligeramente, con un adorable tono rosado en sus tiernas mejillas, y vio que Mello dejó de sonreír, luciendo sorprendido, extrañado.
Mello miró a Near, con atención, pensativo, aquel contacto entre sus labios se sintió aún mejor que tocar sus manos. Por otro lado Near se ahogó en su vergüenza, creyendo que hizo algo mal o algo incorrecto, pensaba disculparse por su atrevimiento cuando aquel niño volvió a sorprenderlo.
—Fue dulce. Tienes un sabor dulce —Mello acarició con suavidad la mejilla regordeta del niño, acariciando luego sus labios con la yema de los dedos, y Near lo miró, apenado y muy sonrojado. Mello se inclinó y volvió a presionar sus labios juntos, con suavidad, con ternura, moviéndolos con una delicadeza que encantó a Near.
Ambos cerraron los ojos y disfrutaron de aquella mágica sensación, sintiendo un calorcito instalarse en sus corazones.
Lentamente Near fue rodeándolo con sus brazos, atrayéndolo más cerca mientras se dejaba llevar por aquel beso y por el agradable aroma del niño rubio.
Sin que ninguno de los dos lo notara, aquel color blanco y verde desapareció, desapareció y se llenó de colores vivos, brillantes, hermosos... Muchas flores comenzaron a invadir el lugar en donde estaban. Aquel árbol dividido en dos colores, terminó teniendo solo uno, un precioso color rosado gracias a las flores de sakura que florecieron.
Ambos jóvenes se separaron ligeramente y apoyaron sus frentes juntas, mirándose con amor, sintiéndose tan cómodos, cálidos, amados y… completos.
Continuaron mirándose con especial cariño mientras pétalos de cerezo volaban a su alrededor, y Near acarició sus cabellos dorados como quiso hacer desde el inicio, embelesado por la suavidad de aquellas hebras. Tuvo razón, era como tener el sol en los dedos. Deslizó sus manos más hacia abajo para acariciar el bonito rostro del chico mayor, pasando con lentitud sus dedos por las cejas de Mello, su nariz, sus labios...
Volvieron a besarse, sintiéndolo más natural, más especial, más maravilloso.
Se besaron y entrelazaron sus dedos, sintiéndose tan felices al estar juntos.
The end.