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Hasta el final por Ranking

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1909

 

La oscuridad ya se levantaba una noche de agosto de 1909 cuando Albus se dirigía a pie a Hogsmeade. Agosto es una fecha temprana para relajarse, pero en las "tres escobas" podría despejar la mente y quizás encontrar algo interesante. Cuando entra al local, no alza la mirada para ver a los quisquillosos clientes, estaba absorto en sus pensamientos más que nada. Se sienta en su sitio preferido con las piernas cruzadas tras pedir un vaso de whisky de fuego.

 

Cierra los ojos.

 

Puede sentir su magia.

 

—Vaya, mira quién está aquí. Mi profesor preferido —Se volvió mientras abría los ojos y se encontró cara a cara con Gellert. —.Hola, Albus —lo saludó. Él miró a su alrededor con una mirada nerviosa alrededor de la habitación, comprobó que nadie más parecía notar nada fuera de lo común. ¿Las personas no lo veían? Al parecer cada persona estaba concentrada en sus propios asuntos. Él leyó su pregunta—. Estaba leyendo, te vi entrar y decidí hablar con mi viejo amigo.

 

—Vete, por favor —le pidió mientras observa sus rasgos físicos.

 

Su cabello estaba cortado de una forma muy particular, en punta, su apariencia juvenil disminuía, resaltaba las arrugas alrededor de su frente, boca y ojos. Lo único que le resultaba familiar son los colores de sus ojos, uno color negro y el otro blanco azulado, que le devolvía la mirada fijamente.

 

Parecía que Gellert finalmente había decidido verlo después de su último encuentro. A decir verdad, Albus no esperaba ver a Gellert faltando una hora y media para que se cumpla cinco años del pacto. Verlo en el último momento traía nostalgia. Él había esperado, a veces incluso anhelado, ver al rubio aparecer en su ventana, queriendo hablar sobre su último encuentro. Pero Gellert no había venido y él había dejado de esperar. Lo habia marcado para sienpre. 

 

—¿Todavía me amas? —preguntó el rubio mientras se sentaba.

 

—¿Y tú? —Respondió Albus.

 

Los dos se quedaron en silencio. Ambos sabían la respuesta del otro.

 

—Puedes quedarte con la joya

 

—¿Qué bien me va a hacer? No la quiero. —Albus estiró su mano en su dirección, esperando deliberadamente que él la tocara. —Terminemos esta tontería.

 

Su mano permaneció suspendida sobre la mesa, intacta.

 

—¿Qué estás esperando?

—¿Cómo estás?

 

Hablaron al mismo tiempo, se miraron el uno al otro. Albus no recordaba la última vez que alguien le había preguntado cómo estaba. No tenía una respuesta, solo podía reflejar la pregunta.

 

—¿Cómo estás? —Volvió a repetir Gellert 

 

—¿Cómo crees que me siento? ¿Crees que estoy feliz? Por supuesto que eso no te importa. Sólo te interesa tu ideología del cual has ocasionado el derramamiento de sangre innecesaria. —Albus se burló. 

 

—Lees los periódicos 

 

La mano de Albus golpeó la mesa.

 

—¿Cómo te atreves a hacer algo inimaginable?

 

—Los dos acordamos en hacerlo

 

—¡No de este modo!, —Gritó —Todo esto podría resolverse ahora si te detengo Gellert. Ni semanas, ni meses, ni siquiera años. Sólo en cinco minutos.

 

Gellert sintió la magia emerger de Albus.

 

—No hay necesidad de comenzar un pleito. —Dijo tras observar líneas rojas aparecer en la mano de él. 

 

De repente, Albus giró la cabeza hacia un lado y la mesera se paró justo frente a él.

 

—¿Algo más que desee? —Preguntó, completamente ajena a Grindelwald sentado a su lado.

 

—Traeme otra vaso de whisky de fuego, por favor. —Dijo tras mantener la mente tranquila

 

Asintió y se fue.

 

—Vamos, Albus. Siento cómo acabaron las cosas la última vez. 

 

 —¡Me aturdistes y luego me violastes! ¿Qué significa eso para ti? 

 

Bebió todo el vaso antes de que siquiera se atreviera a levantar los ojos de nuevo, hirviendo de ira.

 

—Era necesario.

 

—Agarra mi mano —volvió a estirar su brazo hacia el.

 

La camarera caminó hacia él un segundo después y él soltó su mano. Ella le sonrió mientras llenaba su vaso 

 

—Deje la botella, por favor.

 

Ella simplemente le sonrió y se fue.

 

—¿Por qué sigues aquí Gellert? ¿Crees que este es un show? Donde tú y yo somos los actores principales fingiendo lo nuestro o lo que sea esto, —señaló entre ellos, —¿qué sé supone que es?. Ya estoy cansado de tus juegos. Sólo agarra mi mano y acabemos con esto para que te vayas.

 

—No, no he terminado.

 

Albus suspiró. 

 

—Yo si.

 

Se levantó, pagó la cuenta y comenzó a caminar hacia la puerta. Antes de cruzar hacia la calle posterior, con muros a ambos lados, se dio la vuelta y vio a Gellert saliendo del local.

 

—¡Espera! 

 

Geller corrió a su lado y lo agarró por el brazo con fuerza. 

 

—Albus, a pesar de todo sé que me quieres y esto lo demuestra. —Dijo tras sacar la joya —aún no está roto. 

 

Él arrancó el brazo con sus manos.

 

—¡No me toques! 

 

—Lo siento. Sabías que no tenía opción por eso tomé esa decisión tan desesperada de realizar el pacto. Ahora nos queda poco tiempo antes de que se cumplan los cinco años. Exactamente en una hora. 

 

—Te negastes tres veces

 

Albus cruzó la calle dejando a Gellert en la vereda.

 

—¡No puedes irte! tenemos que hacer el pacto.

 

Albus se quedó clavado en el lugar, incapaz de moverse, sacudiendo la cabeza.

 

—¿Sólo te interesa hacer eso? ¿Cumplir el pacto e irte como si nada?

 

—Vamos Albus

 

Albus se dio media vuelta para ir donde estaba él. Con toda su fuerza lo empujó contra un lado de la calle, con los ojos cerrados. Sus narices se tocaron primero, la ahora familiar corriente eléctrica corriendo a través de ellos. Congelados así, se miraron el uno al otro.

 

—¿Vas a tocar mi mano?

 

—Si.

 

Gellert cogió de la mano de Albus y en ese instante notó cómo los dos giraban sobre sí mismo; no se veía ni se oía nada: alrededor todo estaba oscuro, lo único que notaba era la mano de Albus, que apretaba la suya, mientras los dos surcaban el espacio y el tiempo alejándose de la bulla de las tres escobas.

 

—¿Dónde estamos? 

 

La habitación no ofrecía señales de que allí, últimamente, viviera alguien. En el centro hay una cama y al costado un velador.  Había una pequeña ventana junto a una puerta que daba acceso a un pequeño baño. Nada más. 

 

—Eso no importa—respondió Albus—. ¿Empezamos?

 

El rubio se despejó de la ropa de igual manera su compañero. Quedaron desnudos uno al frente del otro. 

 

—¿Te importa si… —Gellert agarró su mano para guiarlo a la cama. —...nos sentamos?

 

—¿Ahora te preocupas por ser gentil después de la última vez?

 

—Trato de ser cuidadoso. 

 

Gellert agarró su mano izquierda y la colocó sobre su pene erecto, no le pareció inadecuado a estas alturas. Tenía que apresurarce, el tiempo jugaba en contra de los dos.  

 

—¿Qué crees que estás haciendo?

 

Albus retiró la mano como si hubiera tocado fuego.

 

—Shhh 

 

Gellert lo silencio dándole un beso en la boca tras colocarse encima de él. Su compañero no se apartó pero sin darle oportunidad para reaccionar, le dio la media vuelta y lo colocó a cuatro patas y, sin preparación ni delicadeza, lo penetró.

 

—Esta vez serás el que recibe

 

Gellert no gritó ni tampoco se quejó. Su orgullo valía más que ser penetrado por él, a pesar que el dolor era más fuerte que el placer. Lo hicieron en un silencio tan sólo roto por algún que otro quejido y por un me corro pronunciado por Albus, luego ambos se quedaron dormidos, no si antes sentir la corriente eléctrica de la magia.

 

—¡Levántate Albus! ¡Ahora!

 

Los dos se despertaron con un sobresalto. El hermano menor de Albus, Abelforth, llamó a la puerta a primera hora de la mañana.

 

—¡Rápido! —chilló de nuevo. Albus oyó sus pasos en dirección al pasillo. Gellert se dio la vuelta y trató de dormir otra vez.

 

Su hermano volvió a la puerta.

 

—¿Ya están levantados? Debo limpiar la habitación para mi otro huésped. Desde afuera puedo sentir el hedor a sexo. Veo que te has divertido sea con quien sea que este a tu lado.—quiso saber.

 

—No te preocupes —respondió Albus avergonzado.

 

Se aseguró que su hermano se haya alejado para poder hablar

 

—Bueno, date prisa, quiero que te vayas de inmediato. 

 

—Buenos días 

 

—Te tienes que ir. 

 

—A mi también me gustó lo de la noche. 

 

—No estoy bromeando —dijo tras levantarse y limpiar su pene con la sábana, tenía rastro de sangre.

 

—¿Quieres ir a desayunar?

 

—Lo único que quiero es que te vayas

 

—Prefiero un desayuno ligero para poder ir a caminar sin molestias por la digestión

 

—No me oíste o ¿qué?

 

—Si a mí también me agrada la idea ir a montar escoba

 

Albus gimió.

 

—¡Por Merlín Gellert tienes que irte!

 

—No quiero irme, —dijo, mirando a su compañero —quiero pasar este día contigo después me iré.

 

—Acaso te olvidas que tengo responsabilidades

 

—Hoy es domingo no hay clases en Hogwarts

 

—Dar clases no es todo. Debo prepararme y corregir exámenes

 

—Puedes darte un descanso. Se cómo eres, el gran Albus Dumbledore ya lo ha alistado con una semana de anticipación. A mí no me engañas.

 

—No quiero estar contigo esa es la verdad

 

—Mírame a los ojos y dime si en verdad quieres que me vaya, —ordenó Gellert —si es así me iré.

 

Albus gruño 

 

—Te lo advierto —dijo, acercando su rostro al de Gellert— Te estoy avisando ahora: cualquier cosa sospechosa o mala intencionada te detendré.

 

—No haré nada—dijo Gellert tras agarrar la mano de su compañero y caminar juntos al cuarto de baño— te lo prometo.

 

El rubio cerró la puerta tras de sí y lo abrazó con todas sus fuerzas y luego, con la misma intensidad, sus bocas se juntaron, el rostro de Gellert se raspaba con la barba de Albus, la líquida saliva se acumulaba, apretados uno contra otro, pecho, entrepierna, muslo y pierna, pisándose mutuamente los dedos de los pies hasta que se separaron para tomar aliento. Albus aprovechó ese momento para abrir la llave de la regadera. El agua empezó a llover sobre sus cuerpos. Luego, con la misma calentura, sus bocas se juntaron y el sexo fue eminente. 

 

Su amante se aferró al toallero a tiempo antes de resbalar al suelo. La fuerza de cada estocada lo empujaba hacia adelante. 

 

—¡Por Merlín! 

 

—Albus... —dijo su amante con voz entrecortada, que no hizo aminorar la fuerza de la penetración. 

 

Los dos se vinieron al mismo tiempo.

 

Ambos respiraron hondo hasta tranquilizarse un poco, Albus mancho la pared del baño mientras que Gellert se vino dentro de su amante. 

 

—El sexo es tan jodidamente maravilloso debo admitirlo

 

—No creía que íbamos a meternos en esto otra vez… 

 

—Después de diez años, es bastante tiempo

 

—Diez años. A punto de renunciar a ti. Extrañaba esto. ¿Tú no lo haces con otros? ¿Gellert?

 

—No nunca se me ha pasado por la cabeza hacerlo con otro hombre o mujer, pero sí me la he roto diez años pensando en ti.

 

—Los dos lo sabemos. Ese verano nos ha unido y es evidente que no lo hemos superado.

 

—Pensé que no me habías perdonado lo del accidente con tu hermana. 

 

—Aún no te he perdonado —dijo Albus mientras se enjabona —aquel verano cuando nos separamos, después de que mi hermana falleció, entré en una depresión tan fuerte, no sólo por su muerte si no por tu partida. 

 

—Tardé estos diez años en descubrir que no debería haberte dejado. 

 

—A buena hora lo descubriste

 

—Estamos metidos en un gran problema. Tenemos que pensar qué vamos a hacer.

 

—Dudo mucho que haya algo que hacer —dijo Albus—. Ya sabes, Gellert, que en estos años me he construido otra vida y tu igual. Tomamos diferentes caminos. Uno muy diferente al otro.

 

—Oye, estoy pensando una cosa, tú y yo podríamos iniciar una nueva vida. Tener una casa propia y quizás iniciar un negocio, sería una vida agradable. Soy capaz de dejar todo lo que construí e inclusos mis ideales. Es un buen plan, Albus, sobre cómo podemos hacerla, tú y yo. 

 

—Es imposible. No puedo dejar lo que tengo, he sufrido para tener ese puesto y aparte Hogwarts es mi hogar. Por otro lado, no puedo escaparme, el Ministerio está buscando una manera de acorralarme por haber tenido vínculos contigo. Y si hago eso, sospecharían de mí por irme del colegio sin ninguna razón.  

 

—Eso no es mentira, en cierto modo nos une el pacto.

 

—Y sólo eso, no puedo arriesgarme más. Lo único que se me ocurre es que nos veamos de vez en cuando en algún lugar.

 

—¿Cuándo es en vez de cuándo? —Le preguntó.

 

—No lo se 

 

—No puedo soportar otros cinco años más. Te necesito. 

 

—¿Me necesitas? ¿Lo dices solo por tener intimidad?

 

—Claro que no, te necesito a mi lado porque te amo.

 

—No mientas, no trates de engañarme, Gellert. Sé muy bien a que te refieres por un te necesito. Han pasado diez años en que sólo te vi dos veces. La primera fue la noche en que me violaste y la segunda hoy. Si me amaras de verdad hubieras venido mucho antes e incluso enviado una simple carta. 

 

Gellert lo agarró por la muñeca; el jabón se estrelló contra el suelo. 

 

—¿Cuándo es en vez de cuándo? 

 

—Una o dos veces al año. No quiero que sospechen.

 

—Mira me estoy cansado de hacerme el tonto a lo mejor tu pero yo no

 

—Así tiene que ser 

 

—¿Así? Si así tiene que ser, mejor me voy.

 

—Gellert detente—, suplicó mientras cerraba la llave de la regadera— ¿Y lo que íbamos hacer hoy?

 

—Eres un tonto ¿no? ¿piensas que estoy aquí por eso? ¡Estoy aquí por ti ¡contento! estoy aquí por ti 

 

—Sabias que estoy en auge en mi carrera. Además yo no soy así. 

 

—¿No eres así? 

 

—No.

 

—Eres todo un hombre ¿no? Todo un macho respetado por todos y ¿yo que soy? ¿Uhm? ¡No sé qué eres tú pero veo tu cara cuando cojimos y lo rico que gozas!

 

—¡Vete a la mierda!

 

—¡Vete a la mierda tu Albus! 

 

Ante esto, Gellert se volvió para irse y cerrar fuertemente la puerta del baño.

 


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