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"Serás mío" (Daddy) por Darkness la Reina Siniestra

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Notas del fanfic:

Sólo diré que, me siento tan feliz publicando nuevamente en Amor Yaoi, aunque esta sea otra cuenta y deba de empezar de cero. Aunque el destino de esta plataforma es incierto, voy a quedarme tanto como ella misma exista, que realmente espero sea por mucho tiempo.

Gracias por leer. :)

Notas del capitulo:

Por esta historia me borraron mi cuenta en la plataforma naranja. Pese a no tener temas espinosos o cosas del otro mundo, en fin. Sólo yo sé cuánto me costó escribir esto, así que no dejaré que se pierda :D

—♏❤️♋—


Serás mío”. Capítulo único.


—♏❤️♋—


Las largas falanges de un par de masculinas manos, iban imparables por sobre las teclas de la computadora portátil, escribiendo palabra tras palabra. Tenía demasiados archivos acumulados por revisar, editar y digitar y para colmo de males, el tiempo para concluirlos debía ser dentro de esa misma semana.


Los ojos turquesa viajaron veloces a la hora en el pequeño espacio, abajo a la derecha de la pantalla sin dejar de escribir: las 9:38am anunciaban los honesto números, aumentando más su frustración puesto que a las 11:40 de la mañana, tenía una reunión con los que podrían ser potenciales inversionistas en su empresa tecnológica. Pensaba con hastío que convertirse en el presidente ejecutivo de la empresa que fundó su padre, fue lo más estresante que pudo haberle pasado.


Se tranquilizó un poco al ver una carpeta a un costado de su escritorio. Ese era el currículum de un brillante joven que había ido la semana pasada, con la intensión de llenar la vacante de asistente administrativo que Recursos Humanos publicó por diversos medios días atrás.


Muchas fueron las personas que llegaron con la esperanza de trabajar en tan prestigioso lugar, pero sólo uno llamó su atención dado sus bastos conocimientos en las ramas informáticas, y su formación académica superior pero sobre todo; porque el muchacho de nacionalidad italiana le atrajo como un imán. No lo conocía en persona porque él no le hizo la entrevista previa, pero estaba deseoso de conocerlo ya que al ver la foto de su hoja de vida le pareció bastante hermoso.


—♏❤️♋—


Daba los últimos toques a su cabello para lucir lo más presentable posible, era su primer día de trabajo. Cuando lo llamaron para decirle que fue seleccionado para el puesto laboral en la Corporación Antares, le dieron instrucciones exactas y una de esas era el de estar puntal a las 11 de la mañana porque acompañaría al presidente ejecutivo a una reunión. Estaba nervioso, si bien sabía mucho sobre informática y demás, ese era su primer trabajo y deseaba de corazón no arruinarlo.


Previamente investigó todo lo referente a la AntaresCorp, descubriendo que llevaba más de 28 años operando en el rubro tecnológico. Fue fundada por Kardia Antares y ahora el hijo de éste era el CEO de todo aquello, cuando el fundador original se hubo retirado hace dos años atrás. Milo Antares sería entonces su jefe inmediato y por lo tanto, estaba decidido a mostrar lo mejor de sí.


El joven Ángelo llegó a Grecia hace más de un mes desde Italia, esto porque deseaba independizarse de su estilo de vida y conocer el mundo por su cuenta. Así que empezó por la cuna de los dioses pero para mantenerse, entendía que necesitaba hacerse de un empleo y que mejor que empezar por lo grande.


Salió al fin del bonito apartamento que alquilaba, y se enfocó en abordar el taxi que previamente hubo solicitado. Yendo a su destino con la esperanza de dar el ancho correcto, sin imaginar lo que realmente el destino le deparaba.


—♏❤️♋—


El tele-comunicador de su oficina soltó un breve repique, para pronto dejar escuchar la voz de una mujer con un anuncio:


—Sr. Antares, el joven que será su asistente acaba de llegar.


Milo dejó de escribir para presionar uno de los botones del aparato, permitiéndole dar respuesta a su empleada:


—Hazlo pasar, Shaina —fue todo lo que dijo, volviendo a concentrarse en el teclado.


—Como usted diga —respondió finalmente la chica.


La amable joven de verdes cabellos que lo atendía se puso de pie, y con una sonrisa le pidió que la siguiera. Al presentarse, ella revisó la copia de su currículum que tenía en el escritorio y al notar que compartían nacionalidad, se mostró muy amigable e incluso le expresó que le alegraba tener un compatriota cerca, a lo que Ángelo le dijo sentir lo mismo.


Ahora ambos italianos estaban frente a la puerta de la oficina del CEO, misma que Shaina abrió despacio, invitándole a pasar. El peli-azul así lo hizo, la chica se despidió de él antes de decirle a Milo que ya estaba ahí.


—Buenos días, señor Antares —saludó cortés al estar frente al escritorio del mayor.


Milo terminó de escribir unas cuantas cosas más en la pantalla de su ordenador, antes de alzar la vista y mirar al recién llegado. Cuando finalmente lo hizo, supo que no se había equivocado en sentirse atraído por su nuevo empleado. El hombre frente a él tenía un rostro masculino pero bello, en los azules ojos una chispa de rebeldía y aún debajo de las ropas elegantes y formales, un cuerpo bien formado y estilizado que le llamaba a un acercamiento pronto.


Se puso en pie de su asiento para ir hasta el otro, y estrechar su mano para poder presentarse.


—Buenos días —le dijo con una sonrisa de lado y la mirada afilada en galantería, una que para Ángelo no pasó desapercibida. ¿Acaso su nuevo jefe le estaba coqueteando?—, soy Milo Antares pero supongo que eso ya lo sabes.


—S-sí —carraspeó un poco—, me he informado muy bien sobre esta empresa, el año en que fue creada, su fundador y demás información relevante en cuanto a lo que se dedica y los años que lleva operando —respondió recuperándose un poco de su impresión inicial.


El italiano estaba nervioso, todo estaba resultando ser un poco diferente de cómo se lo había imaginado. Conocía a Milo por las fotos suyas que estaban en las notas, y noticias del ámbito empresarial que consultó cuando investigaba la empresa. No mentiría diciendo que el griego no era realmente atractivo en fotos pero en persona aquello aumentaba por cien, el hombre tenía un aire seductor que parecía más un hechizo en el que se quisiera o no se debía caer. También su voz; era fuerte, masculina y autoritaria pero además tremendamente sensual.


Pero no conforme con todo lo anterior descrito, Ángelo sentía que Milo se le acercaba cada vez más y sus ojos turquesa lo veían como si deseara desnudarle. Pronto la luz de la razón lo iluminó y dedujo que un hombre como su jefe, bien podía hacer uso de toda su sensualidad para tener a cualquier persona en su cama. Si eso era lo que quería con él, estaba muy equivocado porque no le daría el gusto de convertirlo en uno de los muchos juguetes, que pensaba era más que seguro ese hombre tenía tanto afuera como dentro de la empresa.


Analizó que con mostrarse nervioso frente al empresario, no iba a lograr nada más que ser sometido sin remedio, así que se preparó mentalmente para bloquear cualquier mala intención por parte de su empleador.


—Me parece bien que sepas todo lo relacionado a mi empresa —le sonrió con el deseo brillando en su mirada—. Te llamas Ángelo, ¿no es así?


—Así es, Ángelo Lombardo a sus ordenes —reverenció levemente con la cabeza.


—¿A mis… órdenes? Eso me gusta…


Ángelo se dio un golpe mental, eso sonó muy subliminal para Milo tal parecía. Pero todo eso era apenas el comienzo del juego del gato y el ratón, uno que le quitaría la paz a sus días y aumentaría el calor de su cuerpo.


—♏❤️♋—


Habían pasado cerca de ocho meses desde que Ángelo entró a trabajar a AntaresCorp. En todo ese tiempo su relación con Milo hubo mutado en algo que no creyó capaz llegar a experimentar, es decir, él llegaba a trabajar con la esperanza de que no fuera uno de esos días, en los que Milo le pedía quedarse hasta después de la hora de salida, como llevaba ocurriendo desde unos cuantos meses atrás.


Al principio pensaba que la petición era por cuestión de adelantar trabajo, pero no le tomó mucho tiempo descubrir que todo era una treta del griego para poder quedarse a solas con él en la oficina. ¿Para qué? Bueno, se podía decir que su sensual jefe aprovechaba cualquier oportunidad para tocar sus manos, o acercar el cuerpo al suyo para tocarlo de más de una manera tan descarada, que Ángelo juraba que podía acusarlo de acoso sexual laboral.


—Ángelo, necesito que te quedes hoy después del trabajo, hay cosas que hacer y tú me ayudarás.


Milo le había dicho esas palabras sin dejar de teclear en su computadora, luciendo indiferente a su presencia mientras que él, suspiraba sin poder decirle que no.


Bueno, volvía a ser otro día de esos donde el griego iba a arrinconarlo contra su escritorio o contra la pared. El de Italia estaba nervioso no quería caer, sentía que merecía más que ser un simple capricho. En una ocasión Milo fue claro y le confesó que le atraía, pero Ángelo sabía bien que eran sólo las ganas de llevarlo a la cama. No negaba que el oji-turquesa era realmente atractivo pero no por ese hecho iba a convertirse en su pasatiempo.


—Como usted diga… —contestó con desaliento y sin mirarlo.


Por su lado el de largos y ondulados cabellos cerúleos, miraba de reojo a su atractivo asistente. Algo dentro suyo vibraba ansioso al saber que esa noche, tendría una nueva oportunidad para seducir al joven de 23 años que digitaba en el escritorio a su lado derecho. Su coqueteo empezó casi cuatro meses antes, pero Ángelo se había resistido con enorme convicción a sus avances, no entendía cómo no había caído en sus brazos aún pero eso simplemente, le hacía desearlo mucho más.


♏❤️♋


La noche había caído nuevamente, eran cerca de las diez y ahora estaba revisando un programa que Milo le presentaba como parte de un nuevo proyecto. En lugar de estar en su cómoda cama, iba y venía por la pantalla con el mouse, hasta que el CEO se colocó detrás de su silla para poder ver cómo hacía la exploración de la nueva herramienta.


—Calma, Ángelo… —le susurró sugestivo al menor, logrando que un estremecimiento se apoderara de su cuerpo, tenso por la inesperada cercanía. Milo sonrió ante esto—. Mira te ayudaré.


Los latidos del corazón del italiano se descontrolaron al sentir como Milo, ponía su mano más grande sobre la suya. Presionando más su musculoso pecho por sobre su espalda, para crear mayor contacto con él. ¡Lo estaba haciendo de nuevo!, estaba invadiendo su espacio personal y ahora muy a su pesar se encontraba arrinconado, si quería salir bien librado de esa situación tendría que decir o hacer algo rápido.


—Se-señor Milo… —alejó su mano del ratón para ponerse de pie velozmente.


La mirada del susodicho se afiló, al ver el nerviosismo de su acompañante.


—¿Qué pasa, Ángelo? Te ves pálido, ¿te encuentras bien? —veía al de ojos azules con falsa preocupación. Cada vez que el otro huía de él le atraía mucho más.


—Yo…, yo tengo que irme, si quiere puedo llegar más temprano mañana pero hoy en verdad debo irme.


No iba a ceder, ansiaba responder a la cercanía del otro pero algo le decía que lo mejor era escapar de ahí. Empero, Milo no le iba a dejar tan fácil que se fuera así sin más.


—Ángelo, ¿me tienes miedo?


Milo se acercaba de nuevo a él a paso lento, en verdad se sentía muy atraído por el más joven, no podía entender cómo a sus 30 años se podía sentir así por otro hombre. Era inexplicable pero lo que no toleraba, era el hecho de llevar cuatro meses luchando para que Ángelo cayera en su embrujo, sin obtener ningún resultado hasta la fecha.


—N-no tengo miedo pero, lo mejor será que me vaya a casa. Además ya es algo tarde…


Y no mentía, eran las diez de la noche y la tarea de conseguir un taxi confiable a esa hora sería un reto. Pero Milo sonrió de lado, con una azulina ceja alzada.


—Si tú lo dices está bien, pero al menos deja que te lleva a tu casa. Después de todo, ha sido mi culpa que sigas tan tarde aquí —ofreció con un brillo diferente en los ojos.


Los azules orbes se contrajeron en pánico, en verdad lo que Ángelo quería era correr lejos de él. No podía permitir que Milo supiera dónde estaba su casa.


—No se moleste jefe, encontraré un taxi. Estaré bien —masculló en respuesta, yendo casi a trompicones a su escritorio para recoger sus cosas. Todo bajo la ansiosa mirada del griego.


Milo no podía más, miraba como el italiano iba a su propio escritorio para recoger su saco y su maletín con todas las ganas de salir de ahí pero antes de que lograra abrir la puerta, fue hasta él y con un rápido manotazo cerró de nuevo, haciendo que el más bajo se girara a verlo con extrañeza y nerviosismo.


—¿Señor Mi…?


Silencio, eso fue lo que cayó de golpe interrumpiendo con violencia sus susurrantes palabras. Ángelo tenía angustia en sus ojos mientras que sus labios, estaban siendo devorados por los expertos labios de Milo. Éste le había aprisionado la cintura con sus fuertes brazos, el italiano dejó caer sus cosas al suelo y a duras penas pudo colocar sus manos sobre el pecho de su jefe, para tratar de separarlo de sí pero era inútil ya que en lugar de crear distancia, ocasionó el efecto contrario que fue ser apretado con mayor fuerza.


La deseosa lengua griega le invadía con esmero, y las respiraciones se escuchaban turbias, aceleradas y pesadas al mismo tiempo que una boca trataba de adueñarse de la otra que por el contrario, intentaba resistirse y escapar. Ángelo se vio apabullado por la fuerza de Milo, no había nada que pudiera hacer mas esperar a ser liberado.


Tras segundos que al extranjero le parecieron minutos, Milo lo soltó sin desear realmente hacerlo, se limpió con un sensual movimiento de sus dedos la comisura derecha de su boca y sonriendo le dijo:


—No te resistas, belleza… —liberó una leve risilla para luego morder su propio labio inferior en gesto travieso, alejándose con dirección a su escritorio—. Te espero mañana temprano —concluyó sin verlo.


Ángelo parpadeó un par de veces antes de recoger con torpeza sus pertenencias, y salir de ahí como si su vida dependiera de ello. ¿¡Qué acababa de pasar!?


—♏❤️♋—


Una semana pasó desde aquel primer beso que Milo le diera, desde esa noche todo se fue más lejos de lo que estaba; ahora era más frecuente que su empleador lo tomara desprevenido para devorar su boca o la piel de su cuello, al mismo tiempo que las grandes y masculinas manos recorrían imparables sobre sus redondos glúteos y la extensión de su tibia espalda por encima de la ropa.


La tensión que le provocaba la cercanía de Milo cada vez era mayor, antes era por no saber qué esperar del otro, ahora era porque no sabía en qué momento el griego iba a aparecer para arrinconarlo. Aún así todavía se resistía para no sucumbir a los caprichos ajenos.


—Vaya, es bueno verte por aquí después de tanto tiempo —le hablaron de modo risueño tras la espalda—. El señor Antares no te suelta, ¿eh?


Esa voz lo sacó de sus pensamientos, era un joven español que trabajaba como diseñador gráfico, desde una semana antes de que él ocupara el puesto como asistente administrativo. Se conocieron en una pequeña reunión para presentar al personal nuevo, así como también a los jefes de área y demás.


Se habían caído muy bien y solían charlar cuando iban a buscar café, en la sala de empleados del departamento, donde estaban el área de publicidad y área directiva. Pero después de que Milo mostrara su interés por él, ya no tenía tantas oportunidades de salir de la oficina de éste ni por café, así que ahora se sentía aliviado de ver a su amigo de nuevo después de mucho tiempo.


—Shura —le sonrió mientras tomaba su taza con café de sobre la mesa—, sí, es que hay mucho por hacer y de igual modo estoy aquí para trabajar —se alzó de hombros en actitud apenada.


—Pues sí, tienes razón pero ya me hacía falta saludarte —comenzó a servirse del humeante líquido en una taza blanca con estampado de cabra.


—Igual a mí, es bueno verte aunque sea de cuando en cuando —dio un sorbo a su taza—. Estoy aprovechando que el señor Antares aún no llega para poder darme una escapada —rió suave, siendo imitado por el español.


Se sentía bien estar con un amigo, hace mucho que no sentía algo de paz.


—♏❤️♋—


Milo entraba al ascensor para llegar al piso 12, donde estaba su oficina. Estaba seguro de que iba a encontrar a Ángelo ya trabajando. Tenía ansias por ver a su sensual italiano indomable. A pesar de quien era y todo lo que poseía, su asistente se mantenía firme en su actitud de no dejarse doblegar por él y poco a poco se daba cuenta de que ese muchacho era auténtico, y no como tantos otros que hubo conocido y que sólo buscaban su dinero. Le gustaba Ángelo porque él no fingía para agradarlo, y había decidido que lo haría suyo sí o sí.


Llegó por fin al último piso, los empleados lo saludaban respetuosos y él respondía, caminaba por el largo pasillo hasta que giró por una esquina, específicamente una que daba buena vista a la sala de empleados donde estaban las cafeteras y ahí lo vio. Su italiano, hablando más que feliz con un joven bastante apuesto de cabellos negros y cortos. La escena le hizo sentir un pinchazo de molestia, ninguno de los muchachos había notado su presencia así que decidió acercarse para recordarle a Ángelo que era suyo, y mostrarle al otro hombre que el oji-azul ya tenía un dueño.


Lentamente llegó junto a la pareja, colocándose detrás de Ángelo acarició su lindo trasero ocasionando que el menor se pusiera tenso de golpe, y los azules ojos se agrandaran impresionados por el tacto sinvergüenza del que acababa de ser víctima sin ningún pudor.


—Buenos días… —con la barbilla sobre el hombro izquierdo de su asistente, les saludó con una sonrisa que Shura identificó como de superioridad aunque no comprendía el motivo del gesto.


El italiano por otro lado estaba en shock. ¿¡Cómo era qué Milo se atrevía a manosearlo frente a Shura!? Se sentía avergonzado y molesto, en verdad aquello era el colmo.


—Buenos días, señor Antares —respondió el hispano—. Se me hace tarde para comenzar a trabajar, con su permiso jefe, nos vemos luego, Ángelo —dijo retirándose, no sin antes regalarle una sonrisa al oji-azul, gesto que volvió a producir enojo en Milo.


Cuando Shura se alejó por completo y estuvieron solos en ese espacio, Ángelo se alejó y encaró molesto al mayor. No se le hizo correcto que llegara a toquetearlo enfrente de su amigo.


—¿¡Por qué hizo eso!? —reclamó con el ceño fruncido y las mejillas sonrojadas—. Shura pudo haber visto y podría malinterpretarlo.


—Lo lamento, no pude resistirme —su vista se posó en el otro llena de deseo, le miraba de pies a cabeza admirando la fantástica anatomía de atractivas formas que el saco ocultaba. Se relamió los labios antes de volver a hablar—, tienes un cuerpo que hace que desee hacerte mío, dime. ¿Me dejarías poseerte? —le sonrió seductor, haciendo al joven ponerse más rojo de lo que ya estaba.


Ángelo no sabía qué decir o hacer y su confusión fue aprovechada por Milo, que sin dudar y sin importarle que alguien pudiera llegar y verlos, rodeó la estrecha cintura ajena para acto seguido, encerrarlo entre él y la blanca pared. Un ligero gemido fue liberado de los labios italianos al sentir el leve golpe de su espalda, contra el cartel de evacuación en caso de emergencia que decoraba la superficie. Milo le veía entre divertido y excitado, el imaginarse a sí mismo sobre ese hermoso hombre lo ponía a mil y si por él fuera, ahí mismo desnudaba a Ángelo y lo hacía suyo con todas las ganas que le tenía desde que lo conoció.


No pudiendo resistirse más, la boca del más alto volvió a apoderarse de la del menor, cada vez los besos eran más apasionados nublándole a Ángelo todo rastro de razón. El tiempo y el espacio dejaban de importar pero aún con eso, no quería claudicar en su voluntad, pensaba que debía de estar ebrio para que Milo pudiera hacer lo que quisiera con él, y a decir verdad no estaba tan seguro de que pudiera aún en esa condición. Vaya error de su parte subestimar a su jefe…


—♏❤️♋—


El día pasó sin mayores contratiempos, Milo se comportaba indiferente y profesional en presencia de otras personas pero en la soledad de los rincones, se las arreglaba para agarrar a Ángelo, besarlo y manosearlo a su antojo sin detenerse por las peticiones que el menor le hacía para que parara.


El reloj digital en la pantalla del ordenador anunciaba las 7:00pm estaba a la hora correcta, ese día su jefe no le ordenó quedarse después de la hora de salida, esperaba que no saliera a último minuto diciéndole que había trabajo. Arreglaba sus cosas tan rápido como podía antes de que el griego llegara, éste salió a atender unos asuntos en el área de logística desde hace una hora. Lo mejor era que se fuera antes de que hubieran sorpresas.


Dio un último vistazo para asegurarse de no olvidar nada antes de abrir la puerta, su corazón latía con un mal presentimiento como si fuera la víctima de un secuestro, que ha encontrado la manera de escapar de su captor y tuviera miedo de ser descubierto. Giró el picaporte y abrió de prisa pero el asombro lo hizo suyo al ver frente a él a Milo, mirándolo interesado con una sonrisa de lado adornando sus carnosos labios.


—¿Ya te ibas, belleza? —recargó un brazo en el marco de la puerta, impidiendo que el otro saliera.


—B-bueno…, es temprano y no me dijo algo respecto a que me quedara después de la hora, así que pensé que podía retirarme… —contestó, retrocediendo al interior.


Al ver que volvió a entrar a la oficina, Milo también ingresó cerrando tras de sí para pronto tomar al italiano, besar su cuello y embriagarse con su dulce colonia.


—Es verdad —le besó en los labios—, no te pedí que te quedaras pero quiero que me acompañes esta noche —le miró fija e intensamente.


La duda brillaba en las azules orbes de Ángelo, Milo por su lado había estado planeando aquello desde que se decidió a tener a su mediterráneo sólo para él. Lo llevaría a pasar el rato a un lujoso bar, donde muchas veces tuvo una que otra aventura. Quería saber qué tanto aguantaba ese niño antes de caer por su cuenta entre sus brazos.


—♏❤️♋—


Las luces de colores le impedían ver con claridad, Ángelo era casi arrastrado por Milo entre las personas que bailaban demasiado juntas para su gusto, la música era rítmica y alta pero no lo suficientemente estridente para impedirle escuchar lo que decía la gente que conversaba a su alrededor.


Pocas veces estuvo en un bar antes pero eso era cuando fue un poco más joven, y sus amigos lo llevaban allá en Italia. Por fin llegaron a una mesa en lo que perecía ser una parte exclusiva del lugar, incluso estaban en una segunda planta donde la iluminación dejaba de ser tan colorida pero de igual modo se mantenía un tanto oscuro.


Milo tomó asiento, jalando al más joven junto a él, haciendo que quedara sentado en sus gruesas piernas. Un sonrojo adornó las mejillas italianas pero por la poca luz del lugar, el gesto no fue perceptible para el más alto.


Ángelo se removía incómodo por la situación, logrando hacer reír a Milo. Una risa que le erizó la piel al ser demasiado coqueta para poder resistirlo.


—Relájate, cariñole susurró, rodeando su cintura con el brazo izquierdo, a la misma vez que con su mano derecha, le volteaba el rostro para reclamar su boca una vez más.


El joven no pudo resistirse a la caricia que el empresario le ofrecía, era una sensación que hubo comenzado a disfrutar. Sintió como la mano que acariciaba su cara bajaba por su cuello, su pecho y finalmente a sus piernas. Ángelo por su parte, llevó su brazo derecho hacia la nuca del mayor para rodearlo, y su mano izquierda acariciaba el musculoso pecho de Milo, provocando en éste que su deseo creciera y se reflejara en la tienda de campaña que comenzaba a formarse en su pantalón.


Los húmedos besos eran equivalentes en fogosidad y entrega. Pronto una chica llegó colocando unos tragos que Milo previamente hubo ordenado, al notar como la muchacha los dejaba sobre la mesilla frente a ellos, abandonó esa boca que se había vuelto su vicio más fuerte, para tomar uno de los vasos y ofrecérselo al de ojos azules.


El griego no era tonto, había planeado esa noche con meticuloso cuidado y algo en lo que Ángelo no había reparado, era en el hecho de que su jefe no estaba consumiendo alcohol a diferencia suya. Milo ya tenía su plan trazado y dado a que era quien conduciría, no era apropiado embriagarse. Además, quería estar completamente cuerdo para lo que iba a pasar más adelante.


Ángelo por otra parte y frente a lo que se le ofrecía, alzó una ceja con una sonrisa desafiante y tomó el cristalino vaso sin oposición alguna. Milo se vio complacido por la soltura que su amado estaba mostrando, agarró su propia bebida y ambos bebieron sintiendo como los diversos sabores llenaban sus bocas y bajaban por la garganta.


Estuvieron tomando y besándose con descaro, les encantaba la sensación de humedad que proporcionaban los líquidos y aumentaba la delicia del sabor de la boca contraría, convirtiéndolo casi en un afrodisíaco increíble. Mientras esto continuaba, Ángelo seguía ignorando el que Milo tenía mucha más sobriedad pues él en realidad, no había consumido ninguna bebida embriagante a diferencia suya, que ahora se liberaba como nunca de las ataduras de una moralidad que le impedía lanzarse sobre el griego, y devorar con anhelo la piel de su cuello y sus labios que tanto deseaba.


Milo le veía malicioso, aprovechando el estado de su acompañante para lamer, morder y besar su cuello. Quería dejarle su marca en la piel para que al verse al día siguiente supiera que era suyo, y que nadie que no fuera él tenía el derecho de tocarlo.


Las bebidas seguían llegando por petición del heleno, quien miraba sonriente como Ángelo se las llevaba a la boca, y las consumía por completo en un abrir y cerrar de ojos; logrando que se escaparan algunos rastros por las comisuras de su boca, mismos que eran limpiados con la lengua del peli-largo para seguidamente, introducirla en esa cálida y dulce cavidad sintiendo el sabor del alcohol de la boca ajena.


Las mejillas de Ángelo estaban totalmente rojizas por la ingesta de licor, pero a él parecía no importarle. Se sentía como nunca aunque más embriagado quería estar pero de Milo.


Pasaron cerca de tres horas en las que la bebida hubo hecho más que bien su trabajo, Milo yacía plenamente consciente, en cambio su asistente no podía decir lo mismo. Ángelo se encontraba bastante alegre y muy deseoso de contacto. el CEO pagó la cuenta por lo consumido y se decidió que ya era momento de que Ángelo fuera suyo.


—Ahora sí no tendrás escapatoria, serás mío de una vez por todas —sentenció cuando estuvieron en el auto, besó al mareado copiloto para pronto poner en marcha el vehículo hacia su hogar.


Esa era la noche, nada ni nadie impediría que ese italiano le perteneciera, no recordaba haberse obsesionado con nadie de la forma en la que lo había hecho con Ángelo, aunque bueno, quizás fuera porque nunca nadie le hubo dado tantas vueltas y evasivas. Normalmente cuando él insinuaba algo, la persona en cuestión no perdía el tiempo para abrirle las piernas pero con ese hombre, fue todo muy diferente y eso realmente le encantaba como no creyó.


Las calles estaban vacías, eran casi la una de la mañana cuando llegaron al lujoso apartamento del empresario. El portón principal se abrió para que el auto ingresara, cerrándose después. Milo aparcó el vehículo en el parqueadero, apagó el motor y bajó para ayudar a Ángelo a hacerlo también, descubriendo que el muchacho no había caído en la somnolencia como él creyó. En verdad le sorprendía que el menor siguiera un poco despierto pero era mejor, así podría disfrutar también lo que iba a suceder.


—♏❤️♋—


Tras un trayecto un poco trabajoso, por fin los dos hombres llegaban a la vivienda de Milo, éste se encaminó aún con el de Italia sujeto de la cintura para evitar que cayera. Y con pasos torpes arribaron a la habitación. Una vez dentro, lo primero que Milo hizo fue arrojar a su asistente a la mullida cama. Ángelo comenzaba a recuperar un poco más la cordura al notar que su entorno hubo cambiado sin que fuera consciente de ello.


Movió la cabeza hacia un costado mirando con ojos vidriosos como su jefe le veía serio, a la par que se despojaba de su saco, corbata y de su blanca camisa de manga larga. Seguido de esto vio como Milo se quitaba el cinturón y desabrochaba sus pantalones, un temblor recorrió por completo su cuerpo al comprender lo que estaba por ocurrir.


Intentó ponerse torpemente de pie, pero el mayor se posesionó sobre su cuerpo. Con sus manos trataba de apartarlo aunque por los efectos de su pequeña borrachera, no contaba con la fuerza suficiente. Milo sonrió, viendo divertido los intentos de escapar de su hermosa y apetecible presa.


Agarró ambas muñecas de Ángelo con una sola de sus manos y las llevó sobre su cabeza, con la mano libre empezaba a desabotonar la camisa que impedía el contacto de sus labios con esa tibia piel más clara que la suya. Milo ansiaba besar el pecho bien formado, y cuando abrió del todo la camisa, recorrió con la palma de su mano cada tramo de piel expuesta, relamiéndose impaciente.


Era el momento que más esperó desde que besó por primera vez a Ángelo, iba a aprovechar cada minuto de tenerlo sobre su cama, lo haría tocar el cielo en una danza caliente donde las sábanas desordenadas serían la pista, y los ahogados gemidos las melodías que cegaran sus sentidos.


—E-e-espere… —Ángelo seguía luchando, cosa que divertía a Milo— ¿Q-qué va a hacerme?


—Algo que te gustará mucho, tú sólo déjame a mí y verás como lo disfrutas…


El miedo a todo aquello ahuyentó la ebriedad de Ángelo, no comprendía a qué horas fue que llegaron a ese punto, todo su esfuerzo para evitar terminar en el momento actual se estaba yendo a la basura y lo que más lo molestaba, era que a Milo simplemente le costó unos cuantos tragos tenerlo a su merced.


—Se-señor M-Milo…, esto no es correcto, por favor —intentaba inútilmente de librarse de esa posición. Pero ahora en lugar de que el otro lo soltara, sentía la diestra mano pasearse por sobre su hombría, encima de la tela de su pantalón.


Las orbes azules se contrajeron asustadas al sentir como los dedos de su jefe, tomaban el broche para abrir su prenda seguido de eso, la bragueta que comenzaba a ser bajada dejándolo así desprotegido de la hambrienta mirada turquesa.


Milo volvía a atacar su cuello, pero ahora también introdujo su mano dentro de su pantalón, para tocar su sexo sobre el bóxer negro que mantenía segura se piel. Sentía los largos cabellos cerúleos haciéndole cosquillas sobre el pecho y el vientre desnudo, consiguiendo con esto que se removiera inquieto, cosa que no logró más que ser apretado en el miembro, ocasionando que arqueara la espalda y soltara un suave grito de sorpresa.


—No te desesperes, amor, aún falta para que tengas la motivación de moverte así, pero lo harás cuando estemos unidos. Créeme, no le envidiarás nada a una chica con lo que te haré sentir…


—¿¡Qu…!? —su exclamación se vio interrumpida por un salvaje beso que le estaba robando hasta el alma, nunca se esperó que el griego realmente fuese tan apasionado. Ese hombre era fuego puro.


—♏❤️♋—


—¡Vamos, dímelo! Ruega que te deje venir… ¡Pídele a tu hombre que te deje venir!


Los minutos habían pasado formando una hora ya, y Ángelo estaba completamente desnudo con el pecho sobre el colchón y con sus ojos cerrados. Lágrimas se acumulaban en sus pobladas pestañas y sus manos apretaban fuertemente las sábanas. El labio inferior fue soltado de la presión tortuosa que ocasionaban los blancos dientes, para dejar salir un gemido doloroso desde lo más hondo de su garganta. Milo besaba y mordía su nuca y espalda, al mismo tiempo que refregaba la pelvis contra sus glúteos, y con su mano derecha manipulaba su miembro pero sin dejarlo liberarse. El vientre le dolía por aguantar aquello, no tenía más opción que obedecer al mayor.


—¡Aaahhg! —soltó un ahogado gemido, casi parecido a un sollozo—. ¡Por favor, déjeme venir!


La excitación del griego ante esas palabras que sonaban en una mezcla de súplica y placer, hizo endurecer su sexo por completo. Apiadándose del italiano lo estimuló un poco más, soltándole en el momento justo para que dejara salir su blanca y lechosa semilla, llenando su mano con la caliente esencia.


Por tal descarga Ángelo se desplomó del todo en la cama, tratando se regular su acelerada respiración y el temblor que recorría su cuerpo. Pensó erróneamente que eso había sido todo pero estaba muy equivocado, sintió a Milo levantarse y alejarse un poco de él dándole algo de alivio. Pero sus ojos volvieron a abrirse agrandados al sentir al CEO abriendo sus piernas, y pasando dos de sus dedos bañados en su propio semen por su estrecha y sonrojada entrada.


Milo introdujo lentamente uno de sus dedos dentro de Ángelo, éste resintió la invasión con un gemido de dolor a lo que el mayor le dijo:


—Perdóname cariño, no deseo lastimarte quiero que lo disfrutes pero estás deliciosamente estrecho —rió.


—M-Mi-lo… —gimió, sintiendo la falange entrar y salir con suavidad.


—Está bien, ya pasará… —le susurró con un tono dulce.


Percibió aquel dedo invasor saliendo de su ser del todo, en eso su cuerpo fue girado para quedar con la espalda sobre la cama, algo que Milo aprovechó para ir a su rostro y besarlo a la par que volvía a meter su dedo medio en su intimidad. El griego estuvo con el mismo movimiento de entrar y salir por unos breves minutos más, hasta que ingresó otro dígito con el que imitó el abrir y cerrar de una tijera para ensanchar un poco el canal caliente que estaba explorando. Y tal parecía que encontró un punto sensible en su amante, porque notaba como éste arqueaba la espalda y gemía de placer aún contra sus labios, la respiración de Ángelo se aceleraba, sin duda lo estaba haciendo disfrutar de su jugueteo previo.


—M-Milo… Mi-Mi-lo…


La cordura de nombrado cada vez se iba más y más lejos, el deseo lo consumía, su mirada se afiló en determinación cuando supo que ya no podía más. Retiró con lentitud sus dedos del interior de Ángelo y se colocó sobre él. Al principio de todo aquello el italiano se mostraba reticente a participar de buena gana en el encuentro, pero ahora se notaba desde lejos que gozaba de todo lo que pasaba.


Las caricias sobre el cuello del menor no se hicieron esperar, los ojos azules fueron ocultos tras los parpados, entregándose a las despiertas sensaciones de estar entre las manos de un hombre como Milo Antares, en su mente se formó la posibilidad de que en esa cama en la que ahora lo estaba poseyendo a él, antes debieron existir hombres y… mujeres, tal pensamiento le hizo sentir una punzada de dolor en el pecho.


Abrió los ojos de golpe al sentir a Milo acomodándose entre sus piernas, lo miró entero, realmente era un hombre atractivo, masculino; su cabello ensortijado de un azul casi violeta, suave, perfumado y alborotado. Y sus ojos con ese brillo fiero e indomable que le hacía sentirse intimidado y vulnerable, algo que al inicio no le gustaba pero luego de tantos besos robados le parecía la más deliciosa sensación nunca antes experimentada.


Sentía algo por Milo, algo que pensaba no llegar a sentir por otra persona pero no creía que el empresario sintiera lo mismo por él, en especial porque era su empleado y lo más seguro era que si le confesaba sus sentimientos, el otro creyera que lo hacía por cuestiones económicas que a él poco o nada le importaban realmente. Ya no había nada que Ángelo pudiera hacer, sin remedio se hubo enamorado de su jefe, además de que fracasó en el plan de mantenerse lejos de su cama. Si Milo lo despedía al día siguiente de esa noche, al menos le quedaría el recuerdo de que estuvo entre sus brazos, aún cuando quizás el otro lo olvidaría como a muchos de sus posibles amantes.


Con lentitud tortuosa Milo comenzaba a abrirse camino entre esa ardiente carne, las manos del italiano se aferraban a las telas ya desordenadas de la cama, al ritmo en que su espalda se arqueaba y sus ojos se cerraban con fuerza.


El dolor era intenso y más aún considerando el tamaño de la hombría del griego, Ángelo sentía que lo partía en dos, era un ardor en su parte baja que no tuvo la desdicha de sentir antes y Milo pudo darse perfecta cuenta de que ese joven debajo de su cuerpo, no había recorrido tanto camino como él. Aquel descubrimiento lo dio una extraña alegría, haciéndolo pensar que su asistente en verdad era único.


Logró estar completamente dentro del cuerpo ajeno, ambos respiraban agitados puesto que el menor se encontraba adolorido por la invasión, y el mayor por la presión alrededor de su dureza, pero comprendían que era un dolor que valía mucho la pena y se sentía muy bien estar experimentándolo junto con su compañero.


Milo acariciaba el rostro de Ángelo con delicadeza, y trazando el camino desde su barbilla, llevó sus dedos a uno de los rosados pezones del joven, logrando que suspirara y se sonrojara con mayor fuerza. Lo besaba con pasión asfixiante en los labios, robándole suspiros quedos y tímidos.


—N-no, no te muevas aún, m-me duele… — se encogió un poco y sus ojos llorosos vieron a Milo, suplicantes cuando éste se movió hacia atrás buscando acoplarse mejor.


—Sshhh… —susurró repartiendo besos por la extensión del cuello ajeno—. Tranquilo, soy el mejor en esto, ahora te duele pero luego te gustará tanto que no querrás que pare y me pedirás más —dejó un suspiro caliente sobre la piel del otro. Sintió a Ángelo estremeciéndose.


—Pero… —trató de decir pero una caricia sobre su miembro lo hizo gemir.


Para que no sólo sintiera dolor al estarlo penetrando Milo inició a masturbarlo al mismo tiempo en que se hundía en su estrecho interior. Ángelo tenía la boca abierta inhalando grandes cantidades de aire, y entre más minutos pasaban más audibles eran sus gemidos que parecían ser el motor para que las caderas de Milo cobraran vida, y se moviera de atrás hacia adelante entre sus piernas. Se estaba acostumbrando bastante bien al tamaño del griego y ahora sentía una presión deliciosa en su vientre junto con una descarga eléctrica que subía por toda su espalda hasta su cabeza.


Milo por su parte también tenía la boca abierta, dejando escuchar al italiano sus roncos gemidos de éxtasis, aumentando la excitación del menor con esos eróticos sonidos creados por ese semidios griego.


Los embates del peli-largo eran cada vez más fuertes y rápidos, llegando mucho más profundo en él logrando que sintiera que Athena lo estaba saludando. Sus cuerpos se bañaban de sudor dándoles una apariencia perlada y etérea. Y en la entrada de Ángelo la humedad natural de tal estimulación hacía su trabajo, ofreciéndole al heleno mayor facilidad de movimiento, logrando con ello que cada segundo fuese más glorioso.


Para Milo era la primera vez que estaba con un joven cuyo cuerpo, no hubo sido tocado antes de la forma en la que él lo estaba haciendo. De alguna manera eso lo convencía de que no iba a encontrar a alguien como el italiano al menos no en esa vida, y por lo tanto estaba decidido a no dejarlo ir de su lado. Estaba seguro de que su deseo por Ángelo se hubo convertido en amor, lo amaba y deseaba hacérselo saber en esa entrega. La primera de su amado.


Milo dio un par de estocadas más antes de salir de Ángelo, el joven le miró con un puchero de reproche en el bonito rostro y el más alto le sonrió.


—No me mires así, belleza, seguiré haciéndote sentir bien. Sólo quiero que me sientas más adentro, ven aquí…


Y sin decir más palabra que esa última, atrajo al peli-corto para comerle la boca con renovado deseo.


Sin romper el contacto de bocas se sentó a orillas de la cama, guiando al mediterráneo a colocarse a horcajadas sobre sus piernas, para que pudiera de esa manera auto penetrarse. Ángelo lo hizo sintiendo nuevamente un poco de dolor, pero también pudo sentir las manos de su hombre tomarlo de las caderas para ayudarlo a marcar el ritmo de sus movimientos.


El cuerpo más delgado se movía arriba y abajo, cuando se separaron del beso los gemidos salieron indecorosos de la boca mediterránea, mientras que Milo besaba incesante la piel del pecho a su alcance. Los brazos del asistente le abrazaron por el cuello, donde las finas manos acariciaban con dulzura sus cabellos ondulados.


En lo que el italiano se movía sobre su falo, él quiso aumentar las sensaciones de su amado tomando su miembro de nuevo y estimulándolo con una de sus manos. Aquel contacto pecaminoso hizo temblar el cuerpo del de ojos azules, quien ya sentía la cúspide del placer alcanzarlo. Su espalda formó un armónico arco al sentir que sus partes íntimas, estaban siendo estimuladas de esa sublime manera. Milo al ver que su joven amante estaba cerca de explotar, dejó el miembro ajeno para tomarlo de la cintura y levantarse con él.


Ángelo enredó sus piernas alrededor de la cadera del mayor, éste lo llevó hacia la pared cerca de la cama, tomándolo por detrás de las piernas para evitar que cayera, arrinconándolo como muchas veces antes con la diferencia de que esta vez ambos se estaban poseyendo, amándose y queriendo que aquello no terminara.


Milo aumentó la velocidad de sus estocadas a ese hermoso cuerpo, los gemidos de Ángelo se fusionaban con los gruñidos extasiados de Milo hasta que finalmente, las estrellas explotaron en sus interiores; desembocando en la liberación absoluta de sus cuerpos. Un gemido más ronco que el otro más agudo, fue lo que se escuchó antes de que el de Italia terminara entre el vientre de los dos y el CEO llenara las entrañas del contrario. Respiraban agitados y sudorosos ahora entregados a las distintas tonalidades de los ojos ajenos, que se veían con satisfacción y paz.


—♏❤️♋—


Los latidos del corazón junto con los mimos que su cabello recibía comenzaban a causarle somnolencia. Ángelo cerró los ojos, dejándose llevar por las caricias que Milo le proporcionaba.


—Y, ¿qué tal estuve? —Milo rompió el silencio con aquella interrogante que le tomó por sorpresa.


—¿Ah? —no había entendido a lo que el griego se refería, además de que estaba más dormido que despierto.


Milo por otro lado, se acomodó en la cama de tal manera que Ángelo ya no estuviera sobre su pecho sino más bien que descansara la cabeza sobre su brazo izquierdo. Quería ver la cara de su ahora amante, le parecía más bello aún después de hacerlo suyo. Los ojos de azul metálico le miraban con cariño y cansancio y la mano más pequeña le acarició el rostro con cuidado. Milo le sonrió usando su mano libre para cubrirle mejor con la sábana granate.


—Te preguntaba, ¿que qué tal estuve? —rió bajito besándole la frente.


—Grandioso… —susurró con una sonrisa enamorada, gesto que el otro imitó.


—¿Era tu primera vez verdad…? Con un hombre, digo.


Los ojos del italiano se agrandaron por la sorpresa, no creyó que su jefe notara ese detalle. Asintió con las mejillas ruborizadas.


—Sí… He tenido novias antes pero realmente, es la primera vez que me enamoro de un hombre…


Ahora los ojos que se agrandaron fueron los turquesa.


—¿Enamorado? —le miró con alegría.


—S-sí, Milo yo no sé cómo fue pero… Olvídalo…


Milo se extrañó al ver al joven alejándose de él, y sentándose en la cama con la clara intensión de salir de ella.


—¡Espera!, ¿qué ibas a decir, Ángelo?


Milo también se sentó para poder impedir que el peli-corto lo abandonara, dejándole con esa duda plantada en su cabeza. Le tomó del brazo pero el menor se negaba a verlo y con justa razón, Ángelo lloraba en silencio al no dejar de pensar que para Milo, él era un amante más que pasaba por su lecho para ser olvidado al día siguiente.


—Nada, no tiene sentido, me tengo que ir —se limpió las lágrimas y trató de hablar lo más claro que el llanto le permitiera.


—No, tú de aquí no te vas hasta que me digas lo que te pasa —se dio cuenta del llanto ajeno y se preocupó, pensaba que lo había lastimado de algún modo, no quería dejarlo ir en ese estado.


—No deberías preocuparte tanto por mí, al final lo más seguro es que yo sea sólo un amante más, mañana me olvidarás y como ya tuviste lo que querías de mí, me botarás sin más…


La boca y ojos del griego se abrieron incrédulos de las palabras escuchadas, no comprendía por qué Ángelo pensaba eso.


—¿Por qué piensas eso de mí? —le dijo serio—. No te he dado motivos para que creas que soy uno de esos tipos.


—Quizás no, pero sólo mírate en un espejo. ¿Quién podría negarte una noche? ¿Quién no caería en tus juegos de seducción? —hablaba en un tono herido de voz. Milo escuchaba aquello y su mente se aclaró.


—Tú… —declaró relajando sus facciones—. Tú has sido el único que se me ha resistido a cualquier avance, y si lo hicimos hoy fue porque estabas un poco ebrio…


Ángelo volteó a verlo impresionado.


—¿Q-qué?


—Como lo oyes —dijo acercándose al rostro del joven—, tú has sido el único que me demostró valer más que cualquiera. Logrando incluso que te ame, yo te amo Ángelo, y no quiero dejarte ir porque siento que si lo hago me arrepentiré toda mi vida.


—Milo… —iba a decir algo pero, el dedo índice de la mano derecha del mayor sobre sus labios se lo impidió.


—Sshhh, no digas nada, déjame amarte, amarte de verdad.


Volvieron a besarse ahora con suavidad y romance, uno que era el detonante para un futuro brillante.


—Yo también te amo, Milo, desde hace mucho lo supe pero temía que fuese una fantasía —le confesó cuando el beso hubo terminado, dejando feliz al griego.


—Fantasías era lo que tenía yo contigo, belleza —le sonrió sugestivo. Ángelo agrandó los ojos y se ruborizó de nueva cuenta, Milo rió de buena gana antes de atraer al menor—. Ven aquí, cariño —le pidió con una suave sonrisa.


Cuando la sorpresa pasó Ángelo accedió a tomar su lugar junto al griego. Con una sonrisa se acomodó sobre el pecho desnudo de Milo.


—E-entonces, luego de esto. ¿Qué sucederá con nosotros? —Ángelo se sentía intranquilo ante el futuro que le deparaba de ahora en más. Milo comprendía esto y no se complicó a la hora de responder.


—Es sencillo, Ángel mío. Quiero que te quedes conmigo de todas las formas posibles. Te quiero en mi vida, y quiero ser parte de la tuya. ¿Te quedarás conmigo a pesar de todo lo que hice antes?


Para Ángelo la respuesta recibida había sido más de lo que se esperaba de parte de Milo, un cosquilleo agradable se sentía en su estómago. De verdad amaba a ese hombre, y al parecer él y también era honesto en lo que sentía hacía él. No había otra respuesta que pudiera darle que no fuera una afirmativa.


—Milo, siempre querré quedarme. Me quedaré tanto como tú me lo permitas… —le sonrió conciliador.


El heleno se sentía feliz como hace mucho no experimentaba.


—Mi amor, soy yo quien nunca te dejaré ir —le apretó juguetonamente con el brazo que mantenía rodeando el cuerpo del otro—. Pero, ¿sabes algo?


—¿Qué? —alzó el rostro para ver al contrario, encontrando en éste una sonrisa grande y traviesa.


—A diferencia tuya yo nunca he tenido una novia, así que yo seré el hombre y tú serás mi chica, belleza


La aclaración impresionó al italiano pero ya no pudo decir nada más, porque Milo se lo comió a besos de nuevo. Sin duda su vida sería más interesante de ahora en más al lado de un amor que se formó con el tiempo, como debe de ser.


—♏❤️♋—


 

Notas finales:

Muchas gracias a quienes se tomaron el tiempo de leer este refrito de mi fanfic "Daddy", mismo que se puede encontrar en mi vieja cuenta tan cual lo escribí la primera vez.


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