Merie se despertó al día siguiente sintiéndose completamente exhausta. Agradeció internamente que fuera fin de semana y que no tuviera que enfrentar la rutina del trabajo después de una noche tan poco común para ella. El haber salido a un club nocturno realmente había agotado su cuerpo, y todo lo que deseaba en ese momento era no tener que levantarse de la cama hasta bien entrada la mañana, o incluso mejor, no salir de ella en todo el día.
Sin embargo, la realidad la golpeó con fuerza cuando recordó que había hecho una promesa. Su hermano mayor le había pedido que cuidara de sus traviesos gemelos mientras él hacía un viaje, y eso significaba que tenía que estar lista para recibirlos en su casa. Los gemelos, conocidos por ser unos pequeños diablillos cuando su padre no estaba presente, eran una verdadera prueba de paciencia para Merie.
Miró el reloj y vio que eran las 10 de la mañana. Su hermano llegaría en aproximadamente una hora para dejar a los niños a su cuidado. Merie suspiró y se levantó de la cama con pesadez, sintiéndose como si le hubieran pasado por encima un camión.
Mientras se preparaba para el día, la imagen de Luna volvió a su mente. Recordó el misterioso encuentro con la bailarina exótica en el club nocturno y cómo Luna había dejado una impresión duradera en ella. A pesar de estar agotada y ocupada cuidando a los gemelos, no podía evitar pensar en la misteriosa bailarina y en las posibilidades que la vida podía tener reservadas.
Finalmente, cuando llegó la hora, su hermano llegó con los gemelos en brazos y una expresión de alivio en el rostro.
"¡Gracias por hacer esto, Merie! No sé qué haría sin ti. Estos dos pueden ser un verdadero desafío cuando estoy solo con ellos" Merie sonrió y asintió, dispuesta a asumir la responsabilidad de cuidar de sus traviesos sobrinos. Sabía que sería un día agotador, pero también estaba decidida a hacerlo lo mejor posible.
"No te preocupes, estarán bien conmigo. Viaja con seguridad y disfruta de tu tiempo fuera."
Su hermano le dio un rápido abrazo y un beso en la mejilla a los gemelos antes de salir casi corriendo por la puerta. Merie lo vio alejarse y se sintió responsable de cuidar a sus sobrinos mientras él estaba fuera.
Una vez que su hermano se marchó, Merie se preparó mentalmente para enfrentarse a dos niños llenos de energía de 7 años. Sabía que sería un día agotador, pero estaba dispuesta a hacer lo mejor que pudiera para mantenerlos entretenidos y felices.
Los gemelos, emocionados por su aventura en casa de su tía, corrían por todas partes y exploraban cada rincón de la casa. Merie los observó con una sonrisa mientras pensaba en cómo mantenerlos ocupados durante el día. Sabía que en algún momento tendría que llevarlos a jugar a alguna parte si no quería que su casa quedara patas arriba.
Decidió que sería una buena idea llevarlos al parque cercano. Se dirigió a su armario y sacó ropa cómoda y zapatillas deportivas para los pequeños. Cuando les anunció su plan, los gemelos se emocionaron aún más y se apresuraron a ponerse la ropa adecuada.
Merie se dirigía al parque junto a los niños cuando su teléfono sonó. Al mirar la pantalla, vio que era Luis quien la llamaba. Con una sonrisa, contestó la llamada mientras caminaba junto a los niños.
"¡Hola, Luis! ¿Qué pasa?" Sin perder tiempo y con su característico entusiasmo, Luis comenzó a hablar emocionadamente por teléfono.
"¡Merie! ¡Tengo una idea genial para hoy! Vamos a hacer algo emocionante, ¡te va a encantar!" Merie, antes de que Luis pudiera lanzar una de sus ideas locas, decidió ser sincera.
"Luis, hoy estoy cuidando a mis sobrinos, los gemelos de mi hermano me lo pidió ya que está de viaje. Así que no puedo hacer nada demasiado emocionante en este momento" Hubo un breve silencio al otro lado de la línea, y luego Luis preguntó con curiosidad:
"¿Dónde están? ¿Puedo ir a verlos?" Merie suspiró, dándose cuenta de que ahora tenía tres niños para cuidar, en lugar de dos. Los gemelos ya eran lo suficientemente traviesos, pero cuando se les unía Luis, la diversión y el caos se multiplicaban.
“¿Qué estás diciendo?, además estoy de camino al parque” Merie iba a seguir diciendo más cosas pero una bocina sonó a su lado. Giró la cabeza y se encontró con la sorpresa de ver a Luis en su automóvil, con una sonrisa de oreja a oreja.
“El parque suena como un buen plan, ¿quieres un aventón?” Merie abrió la boca ya que no esperaba verlo justo en ese momento.
"¿Qué eres, un acosador? ¿Cómo llegaste tan rápido?" Luis salió de su automóvil, aun sonriendo, y se acercó a Merie y a los gemelos.
"Bueno, venia de camino a verte para pasar el rato, pero no me molesta en lo absoluto la idea de ayudarte a cuidar a los pequeños diablillos eso y que parece que estas más agotada que otra cosa así que me después me lo agradeces" Merie iba a decir algo, pero los gemelos miraron a Luis con entusiasmo, sintiéndose emocionados por la llegada del tío Luis.
“¡Tío Luis vamos a jugar!” Merie suspiro sabiendo que ya había perdido, ahora ya no podía decir que no.
"¡Bien!, supongo que te unirás a nosotros después de todo” dijo Merie, resignándose a la idea de que el día sería aún más caótico de lo que había planeado
“Ya escucharon a tía Merie vamos al parque” Luis, con una sonrisa traviesa en el rostro, decidió llevar a todos en su auto al parque. Merie, los gemelos y Luis se acomodaron en el automóvil mientras Luis encendía el motor. Merie no podía evitar regañar a Luis por estarla siguiendo y apareciendo tan repentinamente.
Los niños rápidamente se sentaron y Luis les indico que se pusieran los cinturones haciendo una vez los niños asegurados empezó a conducir.
“¡Chicos vamos al parque y de ahí tia Merie nos invitara helados!” Merie miro a Luis con molestia mientras los niños gritaban con emoción.
"¡De nuevo, recuérdame por qué somos amigos!" Luis solo rió y cambió la música en el automóvil a una que sabía que los gemelos disfrutaban. Los pequeños se emocionaron al escuchar la música y comenzaron a moverse en sus asientos, acompañando la canción con risas y gestos animados.
A medida que el automóvil avanzaba rumbo al parque, Merie observó a los gemelos riendo y a Luis tarareando la melodía. A pesar de la sorpresa inicial y la idea de un día largo y caótico, no pudo evitar sentirse agradecida por tener a un amigo como Luis dispuesto a acompañarla en sus locuras. La risa de los gemelos llenaba el auto, y Merie sabía que, a pesar de las dificultades que pudieran surgir, ese día sería inolvidable.
Los cuatro llegaron al parque, y los gemelos no tardaron ni un segundo en salir corriendo rumbo a los columpios, sus risas llenaron el aire mientras se acercaban. Luis, lleno de entusiasmo y espíritu juvenil, los siguió animadamente, saltando a la acción sin pensarlo dos veces. Merie, en cambio, se sintió resignada y le gritó a Luis mientras trataba de mantener el ritmo.
"¡Oye, Luis! Tú ya tienes 27 años, no eres un niño como para jugar", le reprochó en tono de broma.
Sin embargo, Luis no le prestó atención a su amiga y se unió a los gemelos en los columpios, riendo y disfrutando como un niño en un parque de diversiones. Merie intentó seguirlos, pero su falta de energía la hacía avanzar más lentamente.
Merie se esforzaba por seguirle el paso a los gemelos y a Luis, quienes corrían hacia los columpios con una energía envidiable. Mientras intentaba mantener el ritmo, uno de los gemelos, emocionado y sin prestar mucha atención a su entorno, chocó accidentalmente con una chica que caminaba junto a su grupo de amigas.
El pequeño se detuvo de golpe, un poco sorprendido por el choque, mientras las amigas de la chica se giraban con expresiones de sorpresa. Merie, preocupada por la situación, corrió rápidamente hacia el lugar del choque, dispuesta a disculparse por la travesura de su sobrino.
Sin embargo, su disculpa quedó a medias cuando se dio cuenta de quién era la chica a la que había chocado el gemelo. La incredulidad se apoderó de Merie al ver el rostro familiar. En un susurro apenas audible dijo.
"Debes estar bromeando"