# Capítulo 2: Mis últimos deseos. #
Todos los presentes quedaron helados y Sergio no paraba de temblar. Si al menos lo hubiera alcanzado antes; si al menos hubiese sido más hábil, el pequeño frente a él no estaría muerto.
-Chico tú... -uno de los trabajadores reconoció a Sergio-. Eres el actor con el que trabaja Alberto, ¿no? Él... él es tu representante sino mal recuerdo.
-Si -responde con la voz aún temblorosa.
-Será mejor que te lleve con él. Esta aquí cerca, ¿verdad?
-Si, vamos a grabar.
-Por favor -pide Isabel-, llévate también a Cris contigo. No quiero que... que vea... que vea a mi hijo así. Llévalo a casa.
Cristián no deseaba dejarla allí, tampoco quería abandonar a su primo, pero entendió que no debía protestar. Sin decir una sola palabra, se fue con Sergio y aquél trabajador.
......
Sergio miraba de reojo a Cristián. Quería consolarlo pero no sabía si era correcto. Se sentía culpable, no había logrado salvar a su novio, o al menos eso era lo que creía que eran, ya que había visto como basaba su mejilla mientras gritaba una y otra vez "yo también te quiero."
Cristián por su parte sentía que el mundo le daba vueltas. Si le hubiera dicho en ese momento que le quería no habría muerto, pero sintió que fue un cobarde y esos pensamientos ya no saldrían de su cabeza. Incluso ahora se castigaría vistiendo lo que tanto odiaba. Sentía que debía de sufrir por haber cortado la vida de su primo.
-¿Sergio? -se acerca Alberto extrañado al verlo con compañía.
-Hola.
El señor habló con Alberto.
-Será mejor que descanse.
-¡No! -protestó el chico-. Estoy bien. Por favor no se preocupen por mí.
-Pero...
-Por quien deben de preocuparse es por aquella niña.
-De acuerdo. Me retiro.
-Gracias - Sergio estrecha su mano.
......
De camino a casa Cristián estuvo en total silencio. Aún no podía creer que Eduardo había muerto, que ya no volvería a ver su sonrisa, a escuchar su voz, a sentirlo. Que ya no tendría a su mejor amigo cerca de él, que perdería tan pronto a su primer amor.
-Hemos llegado.
-Gracias. Estaré bien. Sé que aún tienen cosas que hacer así que puedes ir.
-Pero...
-En serio estaré bien. Además no me siento con ganas de tener compañía.
-Esta bien. Pero si necesitas algo...
-Les llamaré. Si, muchas gracias.
Cristián entró a su casa, el señor se quedo unos minutos más allí y se fue.
-Eduardo -soltó una vez más a llorar. Sentía un terrible dolor. Si eso sentía ahora, ¿cómo se sentiría mañana? ¿en una semana? ¿en su cumpleaños? -¡Eduardo! ¡Eduardo! ¡¡Eduardo!! ¡Por favor no te vayas! Prometo decirte... decirte que te quiero todos los días, pero por favor... no me dejes.
......
Sergio terminó la grabación sin haberle dicho nada a su representante.
-¿Ahora si vas a hablar?
-No. Yo -suspira-, en realidad no hay nada que contar.
-Respetaré tu silencio, pero si quieres hablar sabes que estoy aquí chico.
-Le agradezco.
-Vamos a casa.
......
Por fortuna habían estado trabajando hasta tarde porque Sergio sólo tenía ganas de llegar a casa y dormir. Olvidarse de todo, de aquél niño al que no salvó, de aquella afligida madre, de esa culpa que sentía y sobretodo de aquella hermosa niña a la que le falló.
-Nos vemos mañana -se despide de él Alberto.
-Hasta mañana -entra a la casa, cierra la puerta y va corriendo a su habitación. Ya allí se tumba en su cama. Aunque hubiese querido olvidar todo aún recordaba tan nítido todo lo ocurrido-. Lo siento tanto.
-¿Por qué?
Sergio dio un brinco. Él vive solo, entonces, ¿de quién era esa voz? Su corazón palpitaba con fuerza, tenia miedo de ver pero debía hacerlo, con suerte y era solo su imaginación.
-Hola.
-¡Tú! -frente a él, a un lado de su cama, estaba Eduardo.
-¡¿Q-qué?! ¡¿Qué demonios?! ¡Tú...!
-Estoy muerto, lo sé. Por alguna extraña razón lo sé.
-¡Lo lamento no pude salvarte! -Sergio se disculpó entre lágrimas- Yo...
-Por favor, no sigas -le dice con una cálida sonrisa- Yo vi que hiciste todo lo posible para salvarme. Te lo agradezco.
-¡No me agradezcas! ¡¡No pude salvarte!!
-No fue tu culpa que muriera. De hecho no fue la culpa de nadie, más que mía. Debí fijarme donde pisaba. Tampoco quiero que Cris se culpe por ello. Quise decirle, pero nadie más que tú puede verme. Tal vez sea porque fuiste la última persona con la que tuve contacto en vida y la primera en muerte. Aunque la verdad no sé.
-Cris... ¿te refieres a la niña que estaba contigo?
-¿La ni...? ¡Si esa! Necesito pedirte un favor.
-Claro, dime. Haré lo que sea por ti.
-Necesito que hables con mi mamá y le digas que estoy bien, que no se preocupe por favor, tampoco que se culpe. Nos habían dicho que nos mantuviéramos alejados de allí, pero no obedecí.
-Si, claro. Hablaré con ella.
-Y por favor habla también con Cris. Dile que me hizo muy feliz saber que también me quiere y que no fue su culpa. Quiero que sea feliz y que encuentre a alguien que le quiera tanto como yo a él ¡ella! Yo a ella, por favor.
-¿Eh? -se preguntó si quizá se había confundido al hablar, pero prefirió no darle mucha importancia a ese pequeño detalle -De acuerdo, cuenta conmigo.
-Y por favor, diles que fueron mis últimas palabras, que después de eso pude descansar en paz. No quiero que se preocupen por mí.
-¿Por qué?
-¡Oh vaya! ¡Ya es demasiado tarde! Tienes que dormir.
-Pero yo no... -Eduardo pasó su mano frente a él y como por arte de magia puso a dormir a Sergio.
-Eres un buen chico.
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