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LIE TO ME por Kitana

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Notas del capitulo: Advertencia: hay lenguaje fuerte cortesía de nuestros queridos gemelos XDD
 

Había transcurrido ya un mes desde que tuviera ese encuentro con Saga. No podía dejar de pensar en esa tarde, en ese hombre, en la manera en que lo había tomado, ni en la actitud descarada que tuvo para con él.

 

Simplemente no podía olvidarse de él. A pesar de eso, lo había estado evitando, llegando al extremo de no pararse  por el estudio de Milo para no toparse con él a pesar de que deseaba con todas sus fuerzas yacer de nuevo en el lecho de ese hombre.

 

Sabía que si se acercaba a Milo, lo encontraría, Saga había sido contratado para ser el baterista de su amigo y si era bueno, no prescindiría de él. Milo era obsesivo en el aspecto de mezclar a sus músicos en asuntos de ese tipo y si se enteraba de lo sucedido iba a gritarle hasta quedarse afónico.

 

Aún así, Saga le había gustado más de lo que estaba dispuesto a admitir.

 

Estaba llegando a casa después de pasar la noche con alguien en un hotel. Evadió pensar en aquello. No quería pararse a analizar su conducta. No quería ver más allá de lo que sus ojos registraban, era doloroso.

 

Bajó del auto con gesto cansado. Estaba cansado y dolorido. Necesitaba un baño y una siesta.  La noche no había sido tan buena como se lo había planteado en su mente.

 

Subió directamente a su habitación.  Se sentó en la cama y se quitó los zapatos.  Se llevó una gran sorpresa al ver salir a Marin del cuarto de baño, se veía ojerosa y de mal humor.

- Vaya, al fin te presentas. - dijo ella sin poder ocultar su malestar.

- Creí que estabas de viaje. - dijo Aiolia aparentando naturalidad.

- Volví antes, un imprevisto se presentó y regresé ayer por la noche.

- ¿Qué tal el viaje? - dijo Aiolia sin mirarla.

- ¡Aiolia! No me vengas con eso... ¿dónde estabas? - preguntó Marin temiendo que Aiolia le respondiera con la verdad.

- Por ahí... sabes que no me gusta estar encerrado en esta casa mientras tú estás ausente. No le veo caso a  quedarme aquí si tú no estás.

- ¡Por los dioses Aiolia! - gritó Marín perdiendo la paciencia.

- ¿Para qué quieres que esté aquí? ¡Me asfixio en esta casa! - dijo Aiolia. Marín lo miró sin poder contenerse más.

- ¿Alguna vez te has preguntado como me siento yo?- él apartó el rostro, no quería mirarla y si no quería hacerlo era porque se arrojaría a sus brazos para suplicarle que lo dejara todo de lado excepto a él. - ¿Te has preguntado que siento de tener que preguntarme constantemente en donde esta mi esposo, con quien esta? - Marín lloraba, no sabía como hacerle entender a Aiolia que ella también lo necesitaba, que quería que todo fuera como antes, cuando se veían a escondidas y a espaldas de todos.

- Marín yo...

- No Aiolia, nada de lo que me digas ahora será excusa suficiente para perdonar tu actitud, comprendo que no he estado junto a ti como tú quisieras, ¡pero eso no justifica que te acuestes con quien sea que se te atraviese en el camino! - gritó ella con los puños cerrados y con la mandíbula apretada. Aiolia la miro molesto.

- No tienes derecho a recriminarme... si, lo admito me he acostado con no se cuantos, pero tú no eres inocente... no tienes tiempo para mi  - gritó Aiolia, Marín se quedó callada. - ¿Lo ves? Cada uno hace lo que mejor le parece y nos hemos convertido en eso que tanto criticabas... en un matrimonio de nombre y apariencias, es todo lo que somos ahora.

- ¡Cállate! No te atrevas a juzgarme, me he dedicado a cuidar lo tuyo mientras tú te limitas a observar como lo hago.

- Jamás te pedí que lo hicieras... por mí todo eso se puede ir al demonio, Marín... todo lo que quería, todo lo que quiero es que no me dejes solo. ¡Te has olvidado de mí!

- ¿Y tú que has hecho? todo lo que has hecho ha sido buscarte un millón de amantes. ¡Cada noche apestas a un perfume barato diferente! - Aiolia solo sonrió con sarcasmo.

- Si, lo admito... es reprochable ¡pero no lo es tanto si se trata de ti y de encamarte con tu maldito contador! - gritó furioso - Lo sé Marín, no soy tan estúpido como el mundo se empeña en creer, te acuestas con ese y aún así te atreves a reclamarme.

- Esta discusión no tiene sentido...

- Es verdad, deberías irte, se te hace tarde y tienes cosas más importantes que hacer con tu tiempo que perderlo aquí conmigo.

- Aiolia...

- Voy a bañarme. - dijo él y entró en el baño dando un portazo.

 

Marín no se atrevió a decirle nada, lo miró entrar furioso al baño... no sabía que decirle o que hacer para retenerle a su lado, lo perdía, lo perdía lenta e inexorablemente. Lágrimas negruzcas surcaron sus mejillas. Todo se desmoronaba...

 

Aiolia dio rienda suelta a sus emociones cuando se vio a solas en el baño aporreó con furia las paredes del baño, se metió bajo el chorro de agua helada para intentar que su furia se calmara, para no pensar que él era tan culpable como Marín de lo que sucedía, para no darle la razón a todo lo que Milo le dijera un mes atrás.

 

Cuando salió del cuarto de baño, Marín ya no estaba en casa. Estaba furioso. No podía entender que ella lo apartara de esa manera.

 

Se tendió en la cama y unas cuantas lágrimas abandonaron sus ojos... era tan doloroso no poder estar cerca de ella, dolía tanto que la vida se empeñara en verle sufrir.

 

No quería estar ahí cuando ella regresara, no quería verla y encontrar solo reclamos. Sí, admitía su parte de culpa, sí, admitía que lo que les sucedía era culpa también suya... pero no quería estar solo.

 

Tomo el teléfono y marco el número de Milo, esperando que el ahora peliazul no estuviera tan molesto con él.

 

- Gato... ¿ya te diste cuenta de que son las diez de la mañana... ? -dijo Milo al contestar.

- Sí lo sé...

.- ¿Más líos en casa?

- Si, necesito una escapada.

- Es tu día de suerte, viajo a Madrid a grabar unas pistas para el nuevo disco, si quieres venir estás invitado.

-¿Madrid?

- Si, Madrid, cosas de la disquera...

- Empacaré y voy a tu casa.

- Hecho... así podré gritarte por despertarme y por olvidarte un mes completo de que existo. - Milo no dijo más, se limitó a colgar.

 

Aiolia se dijo que no había tiempo de nada más, se vistió a la carrera, vació la caja de seguridad, empacó algunas cosas y tomo todas sus tarjetas de crédito. Media hora después de aparecía en el departamento de Milo.

 

- ¿Por qué solo eres tan absurdamente puntual cuando quieres huir? - dijo Milo al abrirle la puerta.

- También me da gusto verte insecto.

- Ya, entra que me duele la cabeza.

- ¿Mala noche?

- La noche fue genial... lo que no fue tan bueno fue el despertar de hoy. - los dos rieron. - ¿Quieres café?

- No, ya sabes que no tomo café.

- Es cierto... la migraña, creo que hay jugo en la cocina, la verdad no sé... vamos a ver que encontramos.

 

Milo no esperó respuesta, lo jaló a la cocina.

- ¿Qué te esta pasando? - dijo Aiolia intrigado por la actitud de Milo.

-¿A mí? Nada, solo estoy crudo. - dijo y se rió sin ganas.

- No te creo.

- No me importa... por el momento no me importa nada...

- Insisto, a ti te pasa algo, ¿qué es?

- Problemas... cosas absurdas en mi maldita cabeza loca... estoy cansado de esto de ser estrella, estoy cansado de no poder salir a la calle sin que un idiota quiera fotografiarme... estoy cansado de estar solo...

- Viejo...

- No hagas bromas... es en serio.

- Lo sé.

 

Se quedaron callados. Milo no estaba bien y él tampoco, ambos optaron por actuar normales a pesar de que no se sentían nada normales en esos momentos.

 

Llamaron a la puerta. Milo se levantó y fue a abrir de mala gana.

 

- Debe ser Camus... - dijo, estaba de mal humor.

- Si tan mal te cae despídelo. - dijo Aiolia jugando con los restos de su desayuno.

- Merece lo que tiene. - dijo Milo apretando las mandíbulas.  - Si no se quiere largar a pesar de cómo lo trato, es su maldito problema.

 

Aiolia vio a su amigo sacar un par de maletas enormes. A penas entró Camus al departamento, Milo se las dio.

- Pon esto en el auto, ¿ya están todos en el estudio?

- Si, ya llegaron todos.

- Bien, entonces muévete Camus, hay que tomar un avión.

 

Bajaron al estacionamiento. Milo subió al auto sin decir nada, Aiolia notó que era evidente que  estaba sumido en otra de sus depresiones. Paradójicamente, cada vez que se deprimía, Milo escribía mejor que nunca.

 

Camus conducía, no dejaba de mirar a Milo a través del retrovisor. Aiolia se sentía incómodo, de alguna manera sospechaba que Camus tenía algo que ver con el depresivo estado de ánimo de Milo.

 

- ¿Cuánto tiempo estarás fuera? - pregunto Aiolia.

- Lo usual, dos o tres meses, depende de que tan estúpidos se comporten mis músicos. ¿Por qué la pregunta?

- Simple curiosidad.

- ¿Te quedarás hasta el final?

- Si, ¿por qué no? No tengo nada mejor que hacer. Como te dije necesito una escapada.

- Lo que necesitas es divorciarte, pero ese no es asunto mío, ¿correcto?

- No es sencillo tomar una decisión así...

- Gato, no te deprimas, ya verás que las cosas cambian después de este viaje, para bien o para mal, pero van a cambiar.

- Insecto... no te ofendas, pero tus lecciones breves de psicología no pegan conmigo, no vas a convencerme de divorciarme.

- Si, si, ya lo sé... pero ¡abre los ojos animal!

 

En el estudio de Milo, Saga contemplaba a su hermano mientras practicaba la nueva canción que él y Milo habían compuesto. Desde su punto de vista, Kanon estaba esforzándose demasiado.

 

"Podría ser que... no, ni siquiera él es tan bruto... "pensó mientras escuchaba una vez más ese acorde con el que Kanon había mostrado tener problemas.

 

Siendo objetivos, Saga tenía que reconocer que Milo y Kanon eran grandes haciendo música juntos. Todas las canciones que Milo había escrito con ayuda de Kanon eran de lo mejor que había escuchado, parecía como si Milo sacara lo mejor de Kanon y Kanon lo mejor de Milo.

 

Sí, todo era perfecto e ideal, más había un pequeño detalle que su hermano parecía pasar por alto, Milo lo veía como a su músico estrella, cumplía todos sus caprichos, así fuera una soberana estupidez. Tal vez podía significar que quería irse a la cama con él, pero de eso a que estuviera enamorado como creía que Kanon estaba, había una gran diferencia. Milo lo conservaría a su lado porque Kanon fungía de muso. Al principio el menor de los gemelos se había extrañado con la conducta de su nuevo jefe, creía que Milo pretendía algo más. Al percatarse de que Milo solo lo apreciaba por su talento, se tomó las cosas con más calma.

 

Kanon dejó la guitarra a un lado y se puso a hurgar en sus bolsillos hasta dar con lo que buscaba. Saga sonrió.

- ¿Qué haces?

- Nada. - Kanon le había dado la espalda.

- ¿Qué demonios es eso? - le dijo Saga al notar que se trataba de un paquetito envuelto en papel metálico.

- Es un maldito parche de nicotina ¿feliz pendejo? - Saga se rió.

- No me digas, ahora si quieres dejar de fumar.

- Sí, ¿y? no es cosa tuya.

- Cabrón claro que es cosa mía, al fin dejaras de apestar la casa. Lo que se me hace raro es que lo intentes ahora, nunca habías querido.

- Solo se me ocurrió.

- No me veas la cara de pendejo...

- ¿Qué?

- Ya me di cuenta.

- ¿De qué?

- De que el patrón te gusta, y para algo más que un acostón. - Kanon se puso nervioso. - No me digas eres tan pero tan pendejo que ya te enamoraste de él.

- Cállate el hocico. - dijo Kanon enfadado.

- ¿Lo ves? Estás enojado.

- Sí, ¿y qué? Tengo derecho a enojarme cuando te pones a hablar puras pendejadas.

- Aquí el único pendejo eres tú. Se nota desde un avión que el patrón te tiene loco.

- Mejor cállate o te parto el hocico cabrón.

- Eres incapaz... nena. - dijo Saga entre risas.

- Pendejo. - murmuró Kanon antes de alejarse.

 

Saga se rió burlón mientras su hermano se buscaba otro rincón para practicar. Lo miró y sonrió, no entendía porque se le hacía tan difícil reconocer que podía gustarle Milo, y es que Milo tenía ese atractivo tan interesante que hacía que todos voltearan a mirarlo. Y esos cabellos azules no hacían sino que llamara más la atención.

 

Por alguna razón terminó comparándolo con Aiolia. Cierto, el morenito no era tan exótico como Milo, pero vaya que tenía lo suyo, era excelente en la cama y para ser francos, le había gustado cantidad tenerlo.

 

No quiso pensar más en ese asunto, ya se encargaría de hacerle entender a Kanon que no era ni siquiera algo que pudiera considerarse eso de enamorarse del patrón. Lo cierto era que Milo no parecía ver más allá de su música.

 

Estaba muy distraído pensando en el posible enamoramiento de su hermano que no se dio cuenta que Aiolia estaba entrando siguiendo a Milo.

 

- Saga - dijo el peliazul al pasar por su lado.

- Patrón.

- Viejo, ya te he dicho docenas de veces que no me llames patrón, me purga, me llamo Milo.

- OK, no te alebrestes Milo.

- Bien, eso esta mejor. - Milo le dedicó una sonrisa desdibujada. - ¿Dónde esta Kanon? - Saga le señaló a su hermano con un despreocupado movimiento de cabeza, Milo sonrió - OK, ¡hey todos listos porque casi nos vamos! - gritó Milo. - Gato, quédate con Saga, voy a arreglar unas cosas con Camus antes de salir. - Aiolia se quedó de una pieza, la forma en que Saga lo miraba estaba poniéndolo nervioso.

- ¿Gato? - dijo Saga con un matiz en su voz que Aiolia halló sensual.

- Sí, así me ha dicho siempre.

- Ah.. ¿por qué?

- No te lo diré.

- ¿Te acuestas también con él? - Aiolia se sonrojo, solo que no supo si de furia o por el comentario tan atrevido.- No estoy diciendo que estoy celoso, solo que mi hermano esta interesado en él, ya sabes. A Kanon le gusta Milo, ¿si entiendes?

- A Milo solo le gusta su guitarra. - dijo Aiolia, Saga se carcajeó.

- También me ha dado esa impresión. Aunque por lo que sé, es no es obstáculo para que se acueste con quien quiera.

- ¿Ya se acostó contigo? - dijo Aiolia, Saga se sonrió, pudo detectar celos en la voz del castaño.

- Ummm ¿quién te preocupa? ¿Él o yo? - Aiolia se quedó callado, estaba algo avergonzado. - Tranquilo minino, Kanon lo vio primero, hay cosas que no comparto con mi hermano ¿sabes? Aunque el patrón esta para comérselo, no le pienso tocar ni un pelo, no soy tan cabrón. - Aiolia no supo definir la emoción que le produjo el comentario, ¿alivio tal vez?- No creas que me he olvidado de nuestro asuntito pendiente, ¿qué dices? ¿aprovechamos el viaje?

 

Aiolia no pudo responder, Milo salió en tropel sin decir nada, detrás de él estaba Camus.

- ¡Vamos, es hora de partir señoritas! - gritó Milo desde la puerta. Todos los presentes se pusieron en movimiento. Saga tomó sus cosas y salió sin dejar de mirar a Aiolia. Se dijo que ese chico le estaba gustando más de lo debido, él jamás repetía compañero de cama. Y se le estaba antojando repetir con ese chico. Aunque, ¿quién podía culparlo? Aiolia era muy guapo, era jodidamente sexy con ese cuerpo de atleta y esa cara de niño asustado.

 

"Estás pensando como Kanon... "se dijo a modo de auto regaño mientras subía a la camioneta en la que irían al aeropuerto.

 

Aiolia no podía dejar de pensar en las palabras de Saga.

 

"Ni creas que se me ha olvidado nuestro asuntito pendiente."

 

No podía dejar de mirarlo, de imaginarse  una vez más en sus brazos. Cierto, Saga era todo sensualidad, era muy vulgar pero a su modo era sensual, sexy, bello como un dios, masculino a morir, fantástico en la cama, pero...

 

Prefirió no pensar. No quería darse cuenta de que lo que Saga le inspiraba iba más allá de lo físico. Lo cierto era que la personalidad del mayor de los gemelos actuaba como un imán que le atraía poderosamente, nunca había conocido a nadie como él.

 

Llegaron al aeropuerto, viajarían en un avión privado propiedad de la disquera de Milo. A los pocos minutos, el grupo se encontraba instalado en el avión en espera del despegue.

 

Milo no dejaba de hablar con Kanon, Saga los miraba, aquello no podía resultar bien, al menos no para su hermano. A su parecer, Milo no estaba interesado de la misma manera en que Kanon lo estaba.

- ¿Te gusta o qué? - dijo alguien, era Camus.

- Ah... vaya, el chico francés.- dijo con burla. - No, mi hermano nunca llegaría a gustarme, eso se llama incesto y no esta dentro de mis inclinaciones. - sonrió triunfante, era claro que Camus se refería a Milo. - El patrón no es mi tipo... - dijo el mayor de los gemelos, Camus solo lo miraba -¿Celoso francesito? Solo deja que te advierta que a mi hermano no le gustan los apretados.

- Eres un imbécil. - siseó Camus molesto.

- Yo también te quiero francesito. - dijo Saga con voz ronca y sensual. - Y si no fueras tan apretado ya habríamos pasado un buen rato juntos, déjame decirte que tienes un muy buen par de nalgas.

 

Camus se alejó furioso, como disfrutaba Saga haciéndolo rabiar. Era obvio que de quien estaba celoso era de Milo y no de Kanon, pero había sido divertido verlo enfurecer.

 

Aun después de catorce horas de vuelo, Kanon y Milo no dejaban de hablar, Aiolia los miraba intrigado, Milo jamás había actuado así con nadie. Empezaba a creer que Milo se interesaba en algo más que el talento de Kanon.

 

Aterrizaron y de inmediato se dirigieron al hotel en el que habían hecho reservaciones para todos.

 

Milo se adelantó a solicitar la reservación, el resto se quedó un poco atrás. Poco a poco vieron a Milo enfurecer.

 

- Pero, ¡qué demonios! - dijo dándole un sonoro manotazo al mostrador de recepción.

- Lo sentimos señor Scouros, pero su reservación no aparece en el sistema. - dijo el acongojado empleado del hotel.

- ¡Al demonio con su jodido sistema! - gritó Milo - ¡En mi perra vida vuelvo a poner un pie en esta pocilga que tienen a bien llamar hotel! - estaba francamente furioso.

 

- Uf. - resopló Kanon al ver el ataque de ira de su jefe.

- ¿Quién diría que se carga ese pinche carácter? - dijo Saga con una sonrisita en los labios.

- Maldita sea Saga, yo no sé de que carajo te ríes. - dijo Kanon

- Pues de todo esto, ¿qué quieres? ¿qué me ponga a llorar?

- Mejor cierra tu pinche hocicote...

- Pero si es de lo más divertido, apuesto a que no es frecuente ver así de encabronado al patrón.

- Como no consigamos en donde dormir, él no será el único encabronado. - dijo Kanon aferrando su guitarra.

- Relájate hermanito, el patrón esta podrido en billetes. - dijo Saga socarronamente - Lo único que tiene que hacer es mostrar su gorda billetera en algún buen sitio y seremos admitidos.

- Mejor cállate cabrón estas diciendo puras pendejadas.

- La única pendejada aquí eres tú.

- ¿Se pueden callar? Hay mucha gente escuchándolos. - dijo Camus. Saga solo se rió.

- Francesito, por favor... te lo voy a decir en una frase, hago lo que me da mi chingada gana y cuando se me antoja, si no te gusta como hablo no me escuches y no me vengas con pendejadas porque el cabrón del bajo habla igual que yo, pero claro, a él no le dices nada porque te quita el frío por las noches, ¿o no cabrón?

- ¡Imbécil!- dijo Camus indignado y se alejó.

- Adiós francesito. - dijo Saga cínicamente.

- Vale madre... ahora si nos van a poner de patitas en la calle, ¿por que nunca cierras tu pinche hocico a tiempo? - dijo Kanon molesto.

- Relájate Kanon, deja que todo fluya. - dijo Saga en tono juguetón.- Antes corren al francés desteñido que a ti, eres su músico estrella, ¿Dónde crees que se va a encontrar a otro guitarrista más chingón que tú?

- Mejor ya cállate... - dijo Kanon resignado.

 

Un poco alejados de ellos se encontraban Milo y Aiolia, este último intentando calmar a su enfurecido amigo.

- Esta gente no tiene vergüenza... -dijo Milo hecho una furia.

- Tranquilo, ya verás que habrá una solución. - le decía Aioria.

- ¿Y cómo demonios se supone que me calme si tengo a  siete tipos cansados y explosivos que todo lo que quieren es bañarse y dormir? - dijo Milo

- Vamos a mi casa. - dijo Aiolia

- ¿A tu casa? ¿Estás seguro?

-Sí, a mí casa aquí en Madrid

- No creo que sea buena idea amigo, seremos un grupo de tipos locos en tu casa.

- ¿Y qué? Nunca me ha gustado estar solo.

- De acuerdo... pero tendrás que admitir también a Camus.

- ¿No podemos dejarlo olvidado aquí?- dijo  Aioria y Milo se echó a reír.

- Gracias gato, te debo una... - dijo Milo sonriendo, enseguida se dirigió a sus músicos.- ¡Hey gente! ¡Nos vamos de esta pocilga! Tomen sus cosas y dejemos este maldito lugar. - dijo voz en cuello. El peliazul tomó sus maletas y abandonó la recepción del hotel.

 

-Ummm, tal parece que ese gato tienen el don de dominar al patrón, ¿no lo crees? - dijo Saga burlón al notar que su hermano no dejaba de mirar de mala manera a Aiolia.

- Ya cállate, ¿sí?

- ¿Celoso hermanito? Podrías unirte al club del francesito...

- Cierra ya tu pinche hocico. - dijo Kanon furioso, finalmente echó a andar detrás del resto del grupo. Estaba cansado y de mal humor y encima tenía que soportar el absurdo sentido del humor de su hermano.


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