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Reencarnación por zeldenciel shuichi

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Notas del capitulo:

Hola, niñas!!

Lamento informarles que este capi no es la actualización, sino que es la nueva edición del capítulo 1 del fanfic

Todo se debe a un gran error que cometí y del cual nadie me dijo nada ¬¬ y que por esas cosas de la vida, mientras pensaba en qué hacer con el fic, caí en cuenta de él xD

Si revisan la edición antigua del capitulo, verán que la historia transcurre en el año 2000 antes de cristo y que Yuki es un romano.

CRASO ERROR. Roma se fundó alrededor del 750 antes de cristo, por lo que es imposible que Yuki fuera un Romano en el año 2000 xD

así que tuve que arreglar el capi, ahora tengo que revisar el resto del fanfic para arreglar otros capis y como verán, a partir de ahora Yuki vivió en Micenas en la antigua grecia ^^

Espero que disculpen mi error y, debido a esto, la actualización del fanfic se ha atrasado, a parte que, tengo un bloqueo u.u Lo siento

Además, la página no me deja editar el capítulo así que tengo que resubirlo y borrar el antiguo u.u

espero me comprendan. saludos!!

 

 

 

Reencarnación: Mi vida en Egipto

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Año 1307 a. de C. Menfis, Egipto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El Faraón Shuichi, más conocido como el Rey Shesat, se caracterizaba por ser un niño caprichoso y mal criado, con una asombrosa belleza, además de ser muy joven para su cargo. Se trataba de un bello muchacho de tez morena, ojos azul profundo- casi violetas- y, un extraño cabello color rosa. Con tan sólo 16 años,  era el hombre más codiciado del mundo y, a su corta edad, se había visto en la obligación de convertirse en faraón, puesto que él, era el primogénito del rey difunto, además de ser hijo único. 

 

 

 

 

 

Tras asumir como rey de Egipto, cientos de hombres de todo el mundo y de todas clases sociales, llegaban a estas exuberantes tierras con el único propósito de ver en persona al pequeño rey  y tratar de conquistar su juvenil corazón.

 

 

 

 

 

Fue así que el rey de Micenas, deseoso de hacer negocios con Egipto y conocer a Faraón, envió a su hermana Mika junto a los hijos de ésta- Adellus y Adriano- a tantear el terreno africano y hacerse amigos de su majestad.

 

 

 

 

 

Adellus Yuki, el hijo mayor de Mika, conocido por toda la ciudad como un ser totalmente frío y carente de sentimientos, era todo un adonis. Alto, rubio, de ojos dorados y, bien formado cuerpo: el hombre perfecto para cualquiera. Por razones desconocidas para sus familiares, Adellus era muy cruel y frío con las personas que se le acercaban, especialmente si se trataban de mujeres, no creía en el amor y para él todo eran cursilerías, pero aún así le causaba curiosidad conocer a Faraón y saber si era cierto lo de su belleza.

 

 

 

 

 

Tatsuha Adriano, por su parte, era el hermano menor de Yuki, una copia perfecta de éste, sólo que moreno y de ojos azabache, además de ser todo lo contrario a su hermano menor. Se caracterizaba por ser muy carismático y todo un don Juan- sádico- pervertido, a pesar de tener sólo 16 años. Al igual que su hermano, deseaba conocer al rey y, por eso había aceptado la propuesta de ir a Egipto.

 

 

 

 

 

Tras pasar los días, el pequeño barco en que viajaban llegó a orillas del Delta del Nilo, donde tuvieron que desembarcar y dirigirse en camellos hacia la capital real, en donde residía el famoso rey. Agobiados por el inmenso calor del verano egipcio, los hermanos llevaban litros de agua en el estómago, por tratar de escapar del calor, sin obtener resultados, por eso, apuraron el paso de los animales y, tras unos cuantos minutos de camino, se encontraron bajo la sombra de las altas palmeras datileras que habían en el palacio del rey.

 

 

 

 

 

Mientras la madre hablaba con el consejero de faraón, tratando de explicarle la razón por la cual estaban allí, ambos, bajo la sombra de las palmeras, divisaron una sutil silueta que se dirigía hacia ellos a paso lento, haciéndose cada vez más visible un pequeño séquito de sombras tras él.

 

 

 

 

 

Se trataba de un joven de rasgos aniñados, vestido tan sólo con una falda y, en vuelto en costosas joyas de oro puro y lapislázuli; sobre su cabeza llevaba un paño blanco que cubría totalmente su cabello y de su frente resaltaba una serpiente y un buitre tallados en oro. Tras el muchacho, iban dos hombres, cada uno con una gran hoja de palma, que agitaban periódicamente para refrescarle y, tras éstos, iban cuatro hombres más que cargaban papiros, frutas y flores en bandejas de plata.

 

 

 

 

 

Los hermanos quedaron estupefactos con la belleza de aquel muchacho que cada vez más se acercaba hacia ellos; a sus bocas les faltaba poco para tocar el piso y extrañamente, sus corazones y respiraciones comenzaron a agitarse. ¿Qué tendrá ese niño que los dejó en shock?

 

 

 

 

 

El joven príncipe, llegó hasta ellos con curiosidad, preguntándose para sí qué hacían esos extranjeros en su jardín, inspeccionándolos de arriba a abajo, en especial al bello rubio que le miraba con lujuria. Sin poder evitarlo, olvidando que era un rey, se acercó entusiasta hacia los muchachos para averiguar sus nombres, de dónde venían y por qué estaban allí.

 

 

 

 

 

 

 

-         ¡¡Hola!!- saludó alegremente

 

 

 

-         Ho-hola- dijeron los hermanos al unísono

 

 

 

-         Soy Shuichi, ¿Quiénes son ustedes?- preguntó con el mismo tono, mostrando su ansiedad

 

 

 

-         Soy Adellus y, él- señalo al moreno- es mi hermano pequeño, Tatsuha

 

 

 

-         ¡¡Whaaa!!- exclamó sorprendido por no estar acostumbrado a escuchar nombres diferente a los egipcios- Sois extranjeros, ¿verdad? ¿De dónde venís?- siguió interrogando con entusiasmo

 

 

 

-         ¡Somos de Micenas!- exclamó el menor de los hermanos

 

 

 

-         ¿Micenas? ¿Eso queda lejos?

 

 

 

-         ¿Eh?- ambos se miraron con signos de interrogación. El rubio agregó- ¿No sabes dónde está Micenas?- el pequeño rey negó con la cabeza

 

 

 

-         No me suena ¿Dónde está eso?- preguntó con un dedo sobre los labios

 

 

 

-         Está al otro lado del Mediterráneo- afirmó Adellus

 

 

 

-         ¡¡¡Genial!!! ¿Y qué hacéis por acá tan lejos?

 

 

 

-         ¡Estamos en una misión secreta!- agregó el moreno, quien inmediatamente recibió un golpe en la cabeza, por parte de su hermano- ¿Por qué me pegas?

 

 

 

-         ¡No digas estupideces, Tatsuha! Fuimos enviados por nuestro tío para hacer negocios con Faraón- explicó el rubio

 

 

 

-         ¿En serio? ¡¿Vienen hablar con Faraón?! Su majestad es un muchacho muy guapo, ¿están seguros que seréis capaces de hablar con él sin intentar algo?- preguntó

 

 

 

-         ¿Por qué dices eso?- preguntaron los hermanos

 

 

 

-         Porque siempre viene gente a “hacer negocios” con Faraón e intentan correrle manos, ustedes entienden, por ende terminan en el calabozo de palacio. Hubo uno que estuvo a punto de violar a Faraón y fue abandonado en pleno desierto, en un día como este, y, por supuesto, murió deshidratado- los jóvenes se miraron con espanto y, tratando de controlarse, comenzaron, inconscientemente, a comerse las uñas- Bueno, ya me tengo que ir, si logran hablar con Faraón sin tener percances, es probable que les permita quedarse en palacio. Fue un gusto hablar con ustedes. ¡Nos vemos!- exclamó el muchacho, alejándose de los hermanos, junto a su séquito.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

   ***********************************

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Esa fue la primera vez que vi a Yuki. En ese entonces, su nombre era Adellus, pero luego, al recordar mis otras vidas, me di cuenta que “Yuki” siempre formaba parte de su nombre, por lo que decidí llamarle así, suponiendo que en esta vida también tenga ese nombre. Los siguientes sucesos que ocurrieron no tienen mucha relevancia para mi relato, pero les haré un pequeño resumen para, después continuar. Cuando volví a Palacio, me encontré con Ryuichi- mi Visir- en la sala del trono. Todo el camino hacia mi asiento estaba rodeado por guardias en filitas que se iban cuadrando a medida que pasaba. Al llegar junto a Ryuichi, le pregunté qué hacían ellos ahí y, él me explicó que venían extranjeros a hablar conmigo, por lo que había mandado a llamar a los soldados para que cuidaran de mí. Le pedí a Ryu que fuera en busca de los forasteros, mientras yo me preparaba... 

 

 

 

 

 

 

 

**************************************

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ryuichi condujo al grupo hacia los aposentos del rey y, allí, en lo alto de una escalera, delante de una inmensa cortina y, sentado en una especie de cama con los brazos cruzados en su pecho sosteniendo dos cetros, se hallaba el juvenil rey con expresión seria. Los hermanos miraron a Faraón completamente embelesados, perdidos en su belleza y en el aura dominante que emanaba de él, parecía un verdadero dios entre la manada de soldados que le custodiaban. Visir subió las escaleras y, tras acercarse al muchacho, le dijo al oído que ellos eran los extranjeros.

 

 

 

 

 

Shesat se levantó de su asiento, sin mostrarse sorprendido por la presencia de los hermanos, y, como si no los conociera, caminó hacia ellos dominante, sin flaquear, con una expresión en su rostro que inspiraba respeto. Bajó las escaleras lentamente y caminó hasta quedar frente a la mujer. Observó al trío de pies a cabeza y dándoles la espalda, le indicó a sus sirvientes que trajeran unos lechos. Los jóvenes esclavos no demoraron en traer el pedido, depositando los catres en el suelo.

 

 

 

 

 

Shuichi tomó asiento con delicadeza y le indicó a los visitantes que le imitaran. Luego, llegaron otros sirvientes con comida y vino para el faraón y los viajeros. Visir se quedó de pie atrás del muchacho, mirando con atención a los jóvenes extranjeros, quienes contemplaban boquiabiertos al Faraón.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

-         ¿Qué deseas?- preguntó con tono imponente

 

 

 

-         Majestad- habló la mujer- Como representante de Micenas, he venido para plantear la posibilidad de crear lazos económicos con vuestro país. Me refiero a que si podemos establecer un intercambio mercantil continuo con ustedes.

 

 

 

-         Suena interesante- reflexionó el muchacho bebiendo vino- Pero, no estoy interesado en hacer “intercambios mercantiles”- ironizó, buscando burlarse de la mujer- No conozco tu ciudad ni sé donde queda. No me puedo fiar de gente que no conozco. Además, no eres el gobernante de ese lugar, ¿o sí?- la mujer negó- ¡Entonces, no hay nada más de qué hablar! Si quieren hacer tratos mercantes con mi país, dile a tu gobernador que venga a hablar personalmente conmigo y mi Visir.

 

 

 

-         Pero... Existe la posibilidad de que usted piense lo que le pido…

 

 

 

-         Claro… Pero te repito que por ahora no estoy interesado

 

 

 

-         Disculpe mi atrevimiento, Majestad- Adellus irrumpió en la conversación, saliendo de su trance- pero, como somos extranjeros, la gente nos mira mal y nadie nos quiere dar alojamiento y, no podemos volver aún a nuestro país sino hasta una o dos semanas más… Me preguntaba si usted nos puede ayudar…- Shuichi le miró incrédulo y sonrió

 

 

 

-         Eres muy osado para preguntarme algo así, ¿no crees? ¿Quieres que los aloje en mi palacio? ¿Me viste cara de hospedero o qué? ¿Crees que esto es un albergue?

 

 

 

-         No quise ofenderle, Majestad- se apresuró a decir para tratar de arreglar lo dicho. Faraón le miró enojado, pero luego suavizó la mirada y se dirigió a Visir

 

 

 

-         ¿Tenemos habitaciones para los extranjeros?- preguntó

 

 

 

-         ¡No, señor!

 

 

 

-         ¿Estás seguro?

 

 

 

-         ¡Si, señor!

 

 

 

-         Búscales un lugar a donde puedan quedarse un par de semanas- ordenó sin quitar su vista del rostro del rubio- No me importa si es aquí o en otro lugar. ¿Algo más?- preguntó a las visitas

 

 

 

-         Dinero- pronunció el moreno- no tenemos con que pagar la comida, porque no reciben nuestro dinero…- Shuichi suspiró con pesadez

 

 

 

-          Dile a los cocineros que aumenten las raciones de comida. Y corre con todos los gastos que tengan las visitas

 

 

 

-         Como ordene, Señor

 

 

 

-         ¡¡Llévatelos!!- ordenó un tanto enojado, haciendo que Ryuichi condujera a los visitantes fuera de palacio, pidiéndoles que visitaran la ciudad y que dentro de unos horas volvieran a palacio. Cuando Visir desapareció de sus vistas, Adellus le pidió a su madre y a su hermano que fueran a la plaza a dar una vuelta mientras él conseguía un poco de agua para beber. La mujer y el muchacho le obedecieron y cuando ya no los pudo ver, se escabulló dentro de palacio.

 

 

 

 

 

Entró despacio tratando de no advertir su presencia y se fue acercando lentamente hacia la figura del Faraón, quien se hallaba de espaldas hacia él. Caminó hasta que quedó más o menos cerca y desde allí decidió llamar su atención.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

-         ¿Por qué no nos dijiste que tú eras el Faraón?- preguntó serio y algo enojado, produciendo que el muchacho se asustara, dando un brinco

 

 

 

-         ¿Qué haces aquí?- Shuichi volteó para mirarle y reclamarle

 

 

 

-         Para hacerte esa pregunta…

 

 

 

-         No es de tu incumbencia… Yo hago lo que quiero

 

 

 

-         Hace un rato era tan amable y alegre y, ahora, es tan serio y malcriado.

 

 

 

-         ¡¡Déjame!! ¡¡No te importa!! ¡¡Vete!!

 

 

 

-         ¡¡No quiero!!

 

 

 

-         ¡¿Quieres que llame a un soldado?!

 

 

 

-         ¡No! Sólo quiero hablar

 

 

 

-         ¡¡Pues, yo no!! ¡¡No me interesa hablar contigo!!!

 

 

 

-         ¿Estás seguro? ¿Por qué me miras tanto? ¿Te parezco atractivo?

 

 

 

-         ¿Atractivo? ¿Te has mirado en el espejo? Parece que no, porque de atractivo no tienes nada. ¡¡Eres un arrogante!!

 

 

 

-         No lo creo…- Adellus tomó suavemente el mentón del muchacho y depositó un tierno y largo beso en sus labios.

 

 

 

-         ¡¿Qué haces?!- gritó separándose del rubio, asestándole un fuerte golpe en la cara- ¡¡No te atrevas a hacer eso de nuevo!!- dijo dando la media vuelta y yéndose a su habitación…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Después de eso, pasaron varios días, de hecho, Yuki y su familia se quedaron por un mes viviendo en palacio. Muchas veces me lo encontré en los pasillos y a medida que pasaban los días comencé a sentir mariposas en mi estómago cada vez que le veía y pienso que a él también le pasaba lo mismo, puesto que más de alguna vez, terminamos besándonos en los pasillos. Así, un día, cuando tenía ganas de placer, en vez de llamar a un esclavo, le pedí a mi sirviente que fuera en busca de  Adellus. Recuerdo que estaba confundido por mi repentino llamado a altas horas de la noche, pero no demoró en descubrir lo que yo necesitaba. Esa noche, no me importó que los sirvientes nos estuvieran mirando mientras hacíamos el amor, a pesar que a él le incomodaba.  Esa fue nuestra primera vez juntos y, desde allí, nunca más nos volvimos a separar. Cada noche, Yuki se escabullía entre los pasillos y llegaba a mi habitación. Pasábamos la noche juntos y nadie se enteraba, nos entretenía mantener nuestro amor en secreto y, poco a poco, nos fuimos enamorando más… Sin embargo, ese bello sentimiento se vio interrumpido por la inesperada llamada del rey de Micenas, quien les ordenó volver lo antes posible. De esta manera, tuve que acostumbrarme a ver a mi amado cada dos o tres meses, en los cuales se quedaba tres semanas y luego volvía. Sufríamos mucho estando separados, pero el poco tiempo en el que estábamos juntos, lo disfrutábamos al máximo.  Pasaron los años y nuestra relación seguía igual, con la diferencia que Adellus se quedaba en Egipto por un mes y medio o dos. Ahora pasábamos más tiempo juntos y, cuando menos lo esperaba, mi amado Adellus me pidió matrimonio. Cuando lo hizo, casi me desmayé de la impresión, no podía creer que me lo pidiera y, creo que estuve varios días en las nubes, producto de la impresión que me lleve. Preparamos nuestra boda para el año siguiente, pues en Egipto comenzaban las fiestas anuales y Yuki no estaba pasando por un buen momento con su familia. Sin embargo, comenzamos hacer los preparativos poco a poco, después de todo se casaría el Faraón, el hombre más codiciado de África y Egipto. Ahora, el problema es que esa boda nunca se llegó a consumar. Les contaré porqué.  Un día, durante la estadía de Yuki en Egipto…  

 

 

 

 

 

 

 

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Adellus y el joven Faraón, se hallaban sentados en el jardín de palacio disfrutando de la música y los bailes del grupo de entretenimiento real. Bellas mujeres danzaban al ritmo de las melodías que salían de los típicos instrumentos del lugar. Dos sirvientes agitaban al aire gigantes hojas de palma para apaciguar el calor del imponente verano desértico que azotaba las tierras africanas, mientras otros, ofrecían vino y alimentos al rey y su amante y a los otros nobles que disfrutaban del espectáculo.

 

 

 

 

 

Palacio estaba de fiesta, ese día era el cumpleaños de Faraón y sería una celebración en grande: habría una cena, baile e invitados especiales de los reinos vecinos. Sin embargo, a pesar de toda la algarabía del espectáculo, Shuichi no estaba feliz, puesto que su amado Adellus, debía volver a Micenas al día siguiente, lo que le tenía muy triste.

 

 

 

 

 

El día anterior, Yuki había recibido una carta desde  Micenas de su hermano menor, diciendo que debía volver urgentemente a la urbe. No explicaba los motivos de la urgencia, pero tenía un mal presentimiento y se vio obligado a comunicarle la noticia a Faraón, quien tuvo que aceptar la decisión del rubio de volver. Sin embargo, por alguna razón desconocida, Adellus había notado un cambio en la apariencia de su amado, de hecho, se veía más flaco y un tanto demacrado y, ni siquiera disfrutaban hacer el amor como antes. Shuichi se notaba desganado, ya no asistía a sus cacerías y a penas salía, definitivamente, algo le ocurría y él no se enteraba.

 

 

 

 

 

Varias veces le preguntó a su niño si le pasaba algo, pero siempre recibía la misma respuesta: “nada, estoy bien, no te preocupes”, le decía. Pero…

 

 

 

 

 

Una vez que Yuki volvió a su tierra natal, después de un mes, los problemas se desataron, producto de una carta del rubio, dándole aviso a faraón, que probablemente no iría a Egipto hasta dentro de 3 o 4 meses más, lo que los obligaba a correr la fecha de la boda. Shuichi cayó en una profunda depresión por la larga ausencia de su amado y, poco a poco se fue sumiendo en una terrible enfermedad, por la cual miles de doctores, de todos los lugares del mundo, llegaban a Egipto para tratar de sanar al faraón.

 

 

 

 

 

Sus síntomas evidenciaban una enfermedad grave, en nuestros tiempos se denominaría enfermedad bacteriana, una de las cuales era la más común del mundo antiguo y que hasta hace pocos años era mortal para el ser humano.

 

 

 

 

 

Shuichi cayó con una terrible fiebre, una noche de verano. Su situación no mejoraba y cada vez estaba peor, obligándole a estar en cama por el resto de sus días. No podía dormir, estaba preocupado por su amado, temía cerrar los ojos y no volver a abrirlos y sentía la horrible necesidad de morir para no seguir sufriendo. 

 

 

 

 

 

Un día, decidió enviarle una carta a Yuki. Llamó a un escriba y, durante todo el día, se dedicó a dictarle un extenso relato que llegaría a manos del rubio, días después. A pesar de estar más tranquilo por haberse comunicado con su amante, Faraón no presentaba mejoría alguna; de hecho, había empeorado. Una molesta tos le impedía hablar de corrido, le costaba respirar, vomitaba sangre, había bajado considerablemente de peso y a penas comía. Faraón se estaba muriendo bajo la angustiosa mirada de sus sirvientes, que sólo podían rogar a sus dioses, por la vida de su gobernante, puesto que no había poder humano capaz de curar su dolor.

 

 

 

 

 

Cuando Adellus leyó la carta, no lo pensó dos veces y tomó el primer barco rumbo a Egipto que encontró en la bahía. A su manera, pedía a sus dioses que protegieran a su amado Faraón, o por lo menos, les pedía que le dejaran estar con él en su deceso, puesto que el rubio ya se había mentalizado para recibir la peor noticia de su vida.

 

 

 

 

 

Sin embargo, el destino le jugó una mala pasada: para cuando arribó en Delta, era demasiado tarde. Allí se enteró de la terrible noticia, su amado había fallecido la noche anterior.

 

 

 

 

 

Con el dolor de su alma, se maldijo por no llegar a tiempo. Tomó el primer caballo que encontró y a toda velocidad se dirigió a través del desierto hasta Menfis, donde probablemente aún se encontraría su amado. Egipto estaba de duelo. La ciudad completa se hallaba paralizada, todos se agolpaban en las entradas de los templos para rezar y ofrecer ofrendas a los dioses. Palacio era todo un caos y, si no fuera por visir, todo estaría peor.

 

 

 

 

 

El cadáver del rey había sido depositado en la sala de rituales de palacio, para la visita pública, antes de que el sacerdote real diera la orden de momificarle. A pesar del duelo, los obreros tenían la misión de abrir la tumba real, en la cual sería dejado su majestad, cosa que no sería fácil, puesto que las tumbas estaban llenas de trampas y estaría lista, ojala, antes de terminada la momificación.

 

 

 

 

 

Tras unos cuantos minutos de camino, Adellus ingresó a la ciudad real, con el corazón partido. A lo lejos, divisó a la multitud en palacio, apuró el tranco del caballo y a pocos metros de llegar al lugar se bajó de éste y camino hacia adentro, abriéndose paso entre el gentío. En la puerta, Ryuichi esperaba con impaciencia que la gente se retirara para poder descansar, pero cuando observó al rubio, sus ojos verdosos se iluminaron y su corazón dio un respiro: por lo menos, tendría un poco de ayuda.

 

 

 

 

 

Adellus, abrazó a Visir con cierto cariño, lamentándose el repentino deceso de su bello niño. Un esclavo le sirvió agua y le ofreció frutas, pero el rubio sólo deseaba ver a su amado. Ryuichi le condujo a una sala de estar, lejos de la multitud, para hablar tranquilamente. Allí, Yuki se desahogó e interrogó al peliverde, obligándole a contar todo la historia con lujos y detalles.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

-         ¿Cómo ocurrió?- preguntó con voz quebrada

 

 

 

-         No sabría decirte, todo fue tan repentino que cuando nos dimos cuenta, ya era muy tarde. Los médicos no pudieron curarle, pero dijeron que su causa de muerte es muy común en Egipto.

 

 

 

-         Comprendo… Me pilló totalmente desprevenido. Traté de llegar lo antes posible, pero, por alguna razón, el destino no quiso que le viera, sino hasta ahora.

 

 

 

-         Deberías descansar… Supongo que deseas estar a solas con Faraón y creo que ahora no es el momento… Espera a que la gente se retire…

 

 

 

-         No te preocupes…- Yuki se paró de su asiento y, salió del lugar rumbo a la habitación de Shuichi. Varios esclavos removían las cosas del rey para llevarlas a su tumba, pero el rubio los obligó a salir y a dejar las cosas como estaban. Observó la habitación con melancolía, recorrió cada rincón del lugar y, al final, se recostó en el lecho de su niño, acariciando las sábanas, mientras recordaba, uno tras otro, los momentos que pasaron juntos. Lágrimas cayeron por su pálido rostro, dejando un pequeño camino  húmedo que a penas era visible. Aferróse a la almohada llorando amargamente, deshaciéndose de las opresiones en su corazón. Sin embargo, cansado por largo el viaje y la impresión recién llevada, se fue sumiendo en un sueño profundo, del cual sería despertado en la noche.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ryuichi se encontraba a su lado, intentando despertarle. La ciudad y el país entero había vuelto a la normalidad y, ahora, el cuerpo de su niño se hallaba solo y esperándole. Con desgano, se levantó y siguió al hombre hacia la sala, donde allí, le dejó solo. Yuki se acercó con timidez, observando el cadáver de pies a cabeza. Vestía como siempre, con su falda y sus costosas joyas de oro, su brazos cruzados entre su pecho sosteniendo los cetros y su cabeza llevaba una corona simple.

 

 

 

 

 

Su cuerpo estaba frío a pesar del inmenso calor. Y aunque el ambiente se había vuelto tétrico, se armó de valor y abrazó a su amado niño depositando un beso en sus labios

 

 

 

 

 

 

 

 

 

-         ¿Por qué? ¿Por qué no me esperaste? Te dije que volvería por ti…-susurró mientras que de su rostro caían lágrimas- te amo tanto… que será de mi sin ti… no puedo seguir mi vida si tu no estás… Qué hago… llévame contigo, amor mío… llévame a donde sea, sólo quiero estar a tu lado…los días son fríos y sombríos, mi vida es opacada por la profunda tristeza de mi corazón. Me pregunto, por qué los dioses nos hicieron esto… qué les hicimos nosotros para que nos negaran la felicidad… Faraón…te prometo, que iré contigo a donde vayas y estoy dispuesto a buscarte hasta en el fin del mundo. No me importa tener que vivir o morir mil veces… yo sólo quiero estar junto a ti…soy capaz de reencarnarme todas las veces que sean necesarias hasta que pueda alcanzar la felicidad junto a ti…te prometo que volveremos a vernos y la próxima vez será para siempre…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Adellus besó una vez más a su niño, sacó la daga que portaba entre sus ropas y, sin pensarlo, enterró el arma en su propio cuerpo, sintiendo como el dolor le embargaba, viendo como sus ropas se teñían de rojo y cómo poco a poco comenzaba a perder la visibilidad, hasta perderse completamente en la inconsciencia de la muerte…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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 Sobre los funerales no tengo los detalles, pero sé que fuimos enterrados juntos en algún lugar del Valle de los Reyes, en Egipto. Fue un final trágico, bastante triste, pero, si hay algo que me alienta a seguir con mi misión, es la libertad de opinión que hay en este nuevo mundo, pues la gente tiene más posibilidades de expresarse sin tener miedo a los prejuicios.  Hace poco, mientras recordaba los síntomas de mi enfermedad, leí un artículo sobre las causas de muerte recurrentes en el antiguo Egipto, sacadas de varios análisis hechos a diferentes momias y, creo que morí de una enfermedad llamada Tuberculosis, que, por supuesto, en nuestros días, tiene cura. Bueno, ahora iré a descansar. Ya es tarde y, deseo recordar por completo mi segunda reencarnación para ver si encuentro algún detalle que me lleve a Yuki y, poder relatárselas.  

 

 

 

 

 

 

 

Continuará…

 

 

 

 


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