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sombras del pensamiento por daeva

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Las clases llegaron a su fin y se había librado de salir con Daeva diciendo que tenía cosas importantes que hacer y prometiéndole que al día siguiente irían a algún sitio.

La verdad, era que ni el atractivo, ni la simpatía de la chica habían sido las razones por las que comenzó a salir con ella. No había nada en Daeva que despertara su interés. Todo fue para acallar rumores y para que dejaran de señalarlo y fastidiarlo

A principios del año, en el pasillo, conversaba con Massimo y con Gabriel. Massimo era un buen tipo, alto y fuerte destacado por todos los deportes que hacia, su mejor amigo. Gabriel en cambio, era de esos mujeriegos empedernidos que se creían los mejores en todo Claude realmente lo detestaba, vivían peleando, cada vez que él demostraba el mínimo interés por una chica Gabriel comenzaba a salir con ella. Siempre intentaba rivalizar con él.

Gabriel era amigo de Massimo pero a él le caía terriblemente mal. No tenia idea de porque alguien como Gabriel se juntaba con ellos, no era de las personas que mantuvieran un bajo perfil.

Se les acerco un chico de un curso inferior llamado Franco, tenía el pelo castaño y el rostro de un niño, era muy lindo, podía despertar ternura hasta en el hombre mas frío de la tierra. Se veía muy nervioso.

-¿Qué quieres?- preguntó Gabriel, al ver que el chico estaba ahí paradote sin decir nada.

-pue…puedo hablar contigo- dijo tímidamente, mirando a Claude, se sorprendió un poco ¿que querría ese chico?

- si, dime- contestó amablemente y fue entonces cuando debió escuchar, enfrente de sus dos queridos “amigos”, los sentimientos de Franco. ¡Fue tan vergonzoso!. Y Gabriel no dejaba de reírse, seguramente para alguien como Gabriel era patético que un chico se fijara en ti. <> << ¿o lo eres?>> << ¡vaya! Así que por eso no tomas en cuenta a ninguna chica>> decía esto entre carcajadas y dándole una que otra palmadita en la espalda.

Que se puede decir, Claude era una persona que se estaba reprimiendo constantemente, que nunca mostraba sus sentimientos pero las palabras y las burlas del idiota de Gabriel habían sido la gota que rebasó el vaso, lo que lo hizo estallar. Lo tomó del cuello de la camisa y lo golpeó con fuerza contra la pared

- ¡ya cállate idiota!- lo soltó haciendo que perdiera el equilibrio y cayera al piso. Miró a Franco con una intensidad que daba miedo- no me interesan los hombres, así que déjame en paz- el chico retrocedió intimidado y se fue rápidamente mientras intentaba contener las lágrimas.

El problema fue que el asunto no quedo hay, si Claude alguna vez había dudado de que Gabriel tuviera cierto resentimiento hacia él, ahora sus sospechas eran confirmadas, había hecho que todos supieran de lo acontecido, cambiando algunos detalles, tergiversando algunas cosas, para terminar dejándolo como un gay que le prestaba el culo a cualquiera y al que le gustaban los menores. En su escuela no había ninguna pizca de altura de miras, y tampoco mucha tolerancia con esas cosas, podía notar como susurraban a sus espaldas y eso ya lo tenía harto, del más completo anonimato había pasado a ser una especie de bicho raro. Fue entonces cuando apareció Daeva y así fue como comenzó a salir con la sexy y un poco torpe chica, de la que no había podido librarse hasta el día de hoy.

Comenzó a deambular por las calles, en días así le gustaba caminar. Estaba nublado y la lluvia amenazaba con caer en cualquier minuto, fue entonces cuando llego a una plaza, vacía y llena de juegos. Se sentó en una de las bancas y sin querer lo asaltó de nuevo el recuerdo de aquella sonrisa molesta, de aquellos ojos inquietantes, y se reprendió mentalmente. Quizás había visto antes a ese tipo en alguna parte y su subconsciente, por quizá que extraña razón, lo había representado en sus sueños. Esta era, de entre las pocas explicaciones lógicas, la más probable.

De pronto empezó a llover, no le molestaba la lluvia, al contrario, le agradaba esa sensación de abandono, le agradaba pensar que la lluvia era inevitable como el destino, que lo cubría todo con su sonido, con sus gotas, con su monótona y suave melodía, cerró los ojos y sintió como el agua resbalaba por su rostro, la suave sensación era como la caricia de un fantasma. Pero de pronto la lluvia ya no llegaba hasta él, abrió los ojos con sorpresa y se dio cuenta de que sobre su cabeza había un paraguas, y a su lado, el impertinente habitante de sus pensamientos, con su hermosa y extrañamente exasperante sonrisa.

-Vas a pescar un resfriado- le dijo en un tono que intentaba ser fraternal

- No es asunto tuyo- respondió cortante ¿porque ese hombre estaba ahí? ¿Que? ¿Acaso lo estaba siguiendo? que el tipo se le apareciera en sueños sin permiso y que después estuviera dándole la lata era el colmo.

-¿Siempre eres tan insolente con tus profesores?- preguntó el rubio con sorna

- Ahora no estamos en la escuela- lo que esa frase quería decir era; no estamos en la escuela, ¿¡porque estas aquí!?- ¿vive por aquí cerca?- le preguntó intentando saber que hacia un casi desconocido en ese lugar, sentado a su lado. La mirada de Claude podía delatar su desconfianza.

- No. te estaba siguiendo- contestó descaradamente, mirándolo a los ojos con esa mirada de un verde tan extraño. De todas, Claude no se esperaba una respuesta tan sincera y creyó haber escuchado mal.

-¿¡Que!?- su tono era entre sorprendido y amenazador

-¡Es broma!- exclamó Marcel lanzando una carcajada- vivo por aquí, esa es mi casa- señaló la casa de la esquina. ¿Qué acaso no sabía que con eso no se bromeaba? ¿O su intención era que él comenzara a verlo como a un psicópata en potencia?

Claude se quedó callado, estaba furioso, el hombre tenía una actitud insolente, muy diferente a como se mostraba en clase. Miraba al frente, esperando a que Marcel se diera cuenta de que quería estar solo y terminara yéndose, miraba los árboles intentando parecer concentrado en el paisaje, pero se sentía observado y cuando miraba por el rabillo del ojo, podía ver a Marcel con la vista fija en él.

-¿Que no tiene cosas que hacer?- preguntó ya bastante hastiado

-no, no tengo nada mejor que hacer- respondió de forma despreocupada. Era increíble pensar en que alguien con una personalidad tan infantil pudiera ser profesor. Claude dio un suspiro resignado y se cruzó de brazos.

-¿porque no te vas a tu casa? Hace frío, ¿o es que eres de esos a los que les gusta pasear bajo la lluvia por que es melancólico y esas cursilerías? – había usado un tono altanero y Claude se molesto aun más porque en esas palabras había algo de cierto.

- lo que haga es asunto mío- ¡ya estaba bueno!, no tenia porque seguir soportando a ese hombre. Se levantó e iba a tomar la mochila que estaba al lado de Marcel.

- Devuélvamela- exigió, serio, al ver que el rubio escondía la mochila tras su espalda. definitivamente el tipo estaba chiflado, parecía un crío.

- ¿Que me darás por ella?- preguntó soltando otra de esas exasperantes sonrisas

- Dámela- insistió ofuscado, ignorando las palabras insinuantes de Marcel.

Si el tipo no entendía por las buenas, lo golpearía, por muy profesor que fuera, se estaba pasando del límite.

-bueno, es cosa de que la tomes- volvió a dejar la mochila en su lugar, y cuando Claude se aprestaba a tomarla, Marcel lo tomó del brazo, lo atrajo hacia él y para sorpresa e indignación de Claude, separó las distancias con un beso.

Simplemente estaba choqueado, no atinaba a nada. Marcel le dio una leve mordida a su labio inferior intentando profundizar el beso.

Estaba choqueado, nunca lo había besado un hombre.

-Bueno, con eso es suficiente- le susurró con esa voz aterciopelada cerca del oído, haciendo que Claude sintiera escalofríos. Se separó lentamente, regocijándose con la expresión de su alumno- toma aquí esta tu mochila- dijo alzándosela- ¿Qué pasa? ¿ya no la quieres?- Claude estaba paralizado, poniendo en orden lo ocurrido. Ese tipo… ¡lo había besado! ¡Y lo miraba tan campante! ¿se estaba burlando de él? ¿Qué clase de idiota se arriesga a perder su trabajo a primera de cambios? Maldito pervertido ¿y porque a él no le parecía grave y lo miraba como si nada?. Algo en su interior estaba más que en caos. ¿Por qué sentía algo tan distante del asco? aun sentía cierto cosquilleo en su brazo ¿¡por que lo sentía!?. Le arrebato torpemente la mochila y se fue, simplemente no atinó a hacer nada mas.

- nos vemos más tarde- susurró Marcel, pero Claude no lo escuchó, estaba como en trance.

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Llego a su casa, saludo a su madre, que estaba tan alegre como siempre. Se estaba arreglando, tendría alguna cita o alguna reunión de trabajo. Su madre le preocupaba un poco, desde que su padre los había dejado ella salía con cada tipo…

Se tendió en el sillón y se puso una mano en la cabeza, no quería pensar en el incidente pero era imposible.

- ¡Claude cámbiate esa ropa! Vas a pescar un resfriado- ya era la segunda persona que se lo decía.

Cuando lo recordaba el corazón volvía a latirle de prisa, eso no era normal, ningún beso de los que Daeva le había dado le hacia sentir tantas cosas.

Tomaría una ducha, necesitaba pensar en otra cosa. Tenia ganas de golpearlo todo; los sillones, la mesa, las sillas. Tenía mucha rabia, ¿Qué le estaba pasando?

De cierta forma intuía la respuesta pero a toda costa quería quitarlo de su mente.

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Luego de darse una relajante ducha, se puso su pijama e intento dormir, pasaron las doce, la una, hasta que el reloj-despertador dio las dos de la madrugada, suspiró resignado: la realidad era que no podría dormir. A eso de las dos treinta se escucharon unos ruidos provenientes de la cocina. Al principio creyó que era su madre. Pero los ruidos eran persistentes y escandalosos y fue cuando un miedo súbito llegó como una brisa hasta él. Tenía la certeza de que alguien había entrado a robar. Temía que su madre llegara y se encontrara con el ladrón así que tomó lo primero que encontró; la raqueta de tenis, eso serviría para defenderse, mientras encontraba algo mejor con que golpear al intruso.

Bajo las escaleras lo más silenciosamente que pudo, cosa difícil porque su casa era algo vieja y el piso crujía con cada paso que daba. Llegó a la cocina y se asomó cuidadosamente por el umbral de la puerta para ver cuantos eran; si era mas de uno tendría que llamar a la policía. Trataba de mantener la calma pero sentía que el corazón se le iba a salir por la boca. Tenía la raqueta sujeta con fuerza, eso le daba cierta seguridad.

Su sorpresa fue inmensa al encontrarse al intruso con una copa del vino de su madre en la mano, apoyado en el mueble de la cocina y mirándolo con algo de sorpresa, como si estuviera en su casa y él fuera el extraño. El pelo rubio, la mirada de un color verde pardo, la expresión infantil, hicieron que Claude lo reconociera de inmediato. Era Marcel quien lanzó una carcajada arrogante y divertida. ¿Cómo es que podía comportarse con tanta naturalidad en situaciones tan extrañas? Estaba confirmado ese tipo estaba loco. Era un lunático.

-¿de verdad ibas a golpearme con eso?- señaló entre risas. Por supuesto que una raqueta no era un arma mortal ni mucho menos, pero el plan era pillarlo por sorpresa.

Ahora, analizando las cosas, la situación era bastante escabrosa, porque si ese hombre estaba ahí significaba que lo había estado siguiendo y aun tenia fresco en la memoria lo que había pasado en la tarde, no sabía que tan peligroso era así que tomó con determinación la raqueta e intentó darle un golpe, pero Marcel fue mas rápido y detuvo su brazo, sus miradas se encontraron y Claude sintió un escalofrió.

- tienes que acompañarme- dijo Marcel adoptando una actitud seria, pocas veces vista, Claude intento zafarse pero Marcel le dio un pequeño golpe en la frente, no fue fuerte, pero ya no pudo moverse, no sentía sus piernas y lentamente las cosas comenzaron a verse borrosas, a perder su forma, hasta que finalmente ya nada existía. Había perdido la conciencia.

Notas finales: muchasss gracias a todos los que dejaron review y leyeron el fik!!! ^^

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