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Las Alas de la Condenación por uroborosnake

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Notas del capitulo: Capítulo final! (Espero que nadie me mate)
 

XII. CONDENACIÓN

 

 

            Las cosas cambiaron, ciertamente cambiaron de una manera en la que ninguno de ellos podría haberse imaginado que cambiarían, ni siquiera hace unos pocos días; había un profundo sentimiento detrás de todas esas demostraciones de gratitud y experiencias llenas de magia, había una emoción irreprimible y había también un poco de miedo, miedo porque no sabían la reacción de los demás, porque jamás había pasado por la experiencia de estar con un chico antes, porque todo en esta historia era nuevo y un poco extraño. Harry pensaba a veces en la mezcla de repulsión y recelo que habría en las miradas de los curiosos si llegaran a verlo con Draco, y oía mentalmente su respuesta mientras esbozaba una sonrisa, apuesto a que no te has besado con un ángel antes, es lo más espectacular que hay en el mundo...

 

            Y Usher siempre tenía la razón, ciertamente que la tenía, era como si hubiese previsto todo lo que iba a suceder desde un primer momento; el médico era un caso fuera de serie y su historia merecía relatarse aparte algún día. Las palabras de Usher habían sido como un oráculo, Harry se apoyaba en ellas cuando se sentía confundido, la proporcionaban valor y le hacían reflexionar acerca de sí mismo porque Usher era crítico con él, muy crítico, hasta el punto de provocarle incomodidad cuando juzgaba su forma de actuar, su participación en los acontecimientos como héroe. Dejar de pensar como un héroe le había permitido saltarse una serie de incómodas normas que ahora sabían, estaban de más, le había enseñado que no todas las cosas deben pensarse antes, y por encima de todo, que el ser un poco egoísta, era la única manera de proporcionarle una merecida dosis de felicidad a quienes le rodeaban, y de paso, de hacerse un bien a sí mismo. Dejar de pensar un poco en todos los demás era justo lo que Draco y él habían necesitado para armar esta nueva realidad, este pequeño mundo donde ambos eran los personajes más importantes.

 

            Porque ciertamente había una nueva realidad, algo que nadie pudo preveer salvo el mismo Usher, que era un poco infalible después de todo, como dios o como el escritor de la historia, nunca se sabía con Usher...El asunto era que las cosas parecía que acabarían bien, tan bien como no pudieron imaginar.

 

            La vida en Grimauld Palace pasó de ser una existencia tranquila a un escenario permanentemente teñido de ensoñación, como si esa luz de crepúsculo dorado que llevaba Draco, se hubiese esparcido por todas las habitaciones junto a su aroma de hierbas, hierbas húmedas de rocío y de lluvia de primavera, y su energía calmada, estaba en cada rincón, por todos los lugares igual que el eco de sus voces. De pronto Harry olvidaba que había una guerra que crecía y crecía mientras ellos vivían un sueño, incluso olvidaba que esa casa había pertenecido a Sirius, a su padrino amado que había muerto, que Dumbledore, Cedric y los padres que no alcanzó a conocer llevaban tiempo muertos por culpa del Lord con el que debía luchar un día, a riesgo de no volver a Draco, y que había un par de amigos por lo menos, que seguramente estaban preocupados por él y por la situación del mundo mágico. Nada de esto tenía la relevancia que antes le daba, sino que lo relegada a segundo grado, dándole prioridad a pasar estas horas felices junto al chico que amaba...y que lo amaba también.

 

            La cicatriz de Harry desapareció una noche, cuando habían pasado un par de días desde que le confesó su cariño a Draco, le sorprendió verse por la mañana en el espejo y darse cuenta que su marca ya no estaba allí, se sintió como si le hubiesen quitado un letrero que lo delataba en todas partes, y contra su propia creencia, se sintió bastante aliviado de poder ir por la calle sin que nadie le identificara. Era otro regalo de Draco, como si no bastara con toda la alegría que le daba...Continuaron dándose regalos mutuamente, como una muestra de amor y como si trataran de pagarse la felicidad que se daban el uno al otro con pequeños detalles que expresaban sus sentimientos. Draco ya podía ocultar perfectamente sus alas, aunque de vez en cuando frente a una vista muy aguda y por acción de la luz, se veían por un segundo como dos cascadas de cristal, y en su espalda quedó grabado un intrincado diseño de venitas azules, como una filigrana; pero con esto bastaba para poder salir a la calle, además el chico llevaba mucho tiempo sin pisar fuera de Grimauld Palace, y aunque sintió un poco de miedo al principio, accedió a ponerse algo de ropa de Harry, que le quedaba levemente pequeña, y salieron. Pasaron primero por una tienda de vestir, donde Harry le permitió elegir algunas prendas para que pudiese ir con algo más que su pijama, pensando seriamente no importa lo que escoja, es perfecto y todo le irá bien...cierto, todo le iba bien pero había cambiado sus gustos hacia cosas más sencillas, y acabó eligiendo un par de pantalones grises y dos sweaters de lana de color azul oscuro con cuello alto, casi como un uniforme muggle cualquiera, pensó Harry, sin duda conforme porque aún así se veía muy bien, con su figura fina y elegante, y su cabello un poco desordenado y definitivamente largo. Acabaron en un café también muggle, bebiendo chocolate caliente en pequeñas tacitas frente a sendos pedazos de tarta de fresas. Paseaban por el mundo muggle casi como si fuesen chicos muggles. Por algún motivo les agradaba bastante saber que allí nadie los reconocería y podrían tener privacidad.

 

            Caminaron por las calles nevadas, recorrieron las calles del Londres mágico y del muggle como si nada importara, Harry tenía la completa seguridad de que era imposible que alguien reconociera a Draco y sin duda tenía razón porque nadie reparó especialmente en él de no ser por que era un chico muy, pero muy bien parecido, y aunque trató de sentir celos, entendió que era una especie de atracción, un ser que transmitía magia por cada uno de sus poros, y que además, lo quería sólo a él. A mí y a nadie más que a mí, sonreía para sí mismo, y le acariciaba la mano, satisfecho y feliz como un mocoso en la mañana de Navidad.

 

            Pasaron cuatro, cinco y seis días de su declaración y las cosas iban funcionando como un río que nunca va a detenerse, Harry tenía la sensación de que las cosas estaba demasiado bien así como estaban y no quería que nada cambiara, que ni una sola cosa viniera a romper este delicioso equilibro en el que transcurrían sus horas junto a Draco y así parecía que sería.

 

            Hasta que esa tarde se dio cuenta de algo. Después de la merienda, sentados en el sofá frente al fuego, habían comenzado con su rutinaria ronda de besos y cariños, después de un tiempo que no quisieron aventurarse a contar, fue Harry quien se inclinó sobre Draco, buscando más contacto, manoteando y masajeándole los hombros como si temiera perderlo; de pronto estaba sobre él, y aunque sintió un poco de miedo porque todo estaba yendo demasiado rápido, entendió que lo estaba deseando, deseando como un desesperado. La mirada de Draco y ese invisible puente de comunicación entre ellos le dijo que súbitamente el chico lo miraba con temor, temor porque entendía muy bien lo que él buscaba de su cuerpo, algo que otros buscaron con diferentes intenciones, algo que él no podía entregar aún porque no estaba preparado, porque todavía no desaparecían sus pesadillas, porque en un rincón de su cabeza, a pesar de querer olvidar, persistía el recuerdo de esa noche terrible en la que destruyeron su corazón y su cuerpo. La excitación de Harry fue desapareciendo rápidamente y se sintió como un monstruo, como un ser horrible que en sus propios deseos, había olvidado que su prioridad era Draco, un poco de egoísmo, sólo un poco, no más que un poco porque mucho es dañino, como todo en demasía.

 

            Se incorporó y quedó sentado en el sofá con el rostro entre las manos, con las mejillas cubiertas de lágrimas.                   

 

            -No pasa nada -le susurró Draco-; sólo...sólo dame un poco de tiempo, nada más que un poco de tiempo...        

 

            La mano del chico que le acarició los hombros le transmitió otra información, aún no podemos, le dijo, mis entrañas son todavía una maraña de cicatrices, y era cierto, tan cierto que se estremeció de culpabilidad.

 

            Esa noche, cuando se fue a la cama, Draco lo siguió hasta allí y lo abrazó como el día en el le quitó las pesadillas, cuando destrozó el vínculo que tenía con el Lord, sólo que ahora, se besaron por largo rato, como si entrar en el mundo de los sueños fuese un viaje muy largo, demasiado largo...

 

            Te amo... Te daré un gran regalo...confío en tí, Harry...

 

            En mitad de la noche, lo despertó alguien que no era Draco, eso estaba seguro porque no había cariñosa energía dorada ni aroma de hierbas, sino una luz molesta proveniente de una varita a la que había aplicado el hechizo Lumos! Lo primero que hizo fue incorporarse y encender las luces, delante de él estaba Hermione, con una extraña expresión en el rostro, una expresión en la que había miedo y confusión.

 

            -¿Qué pasó? -reclamó, sentándose y cogiendo sus gafas, molesto de alguna manera por la presencia de la chica- ¿Cómo entraste? ¿Dónde está Draco?

 

            Miró por todos los rincones, pero no vio al chico, así que creyó que estaría en su habitación. Hermione lo observaba como si no pudiera contener por más tiempo lo que tenía que decirle.

 

            -Eso es lo que vengo a preguntarte, Harry -su voz se dulcificó como si de alguna manera entendiera los sentimientos que había entre ellos-. Harry, ¿dónde está Draco? ¿Qué pasó con él?

 

            Él la observó extrañado.

 

            -Estuvo aquí hasta hace un rato -le respondió, comenzando a sentir un miedo monstruoso- ¿Por qué me preguntas eso? ¿Qué es lo que pasa?

 

            Sin darse cuenta, una molesta presión en su pecho le estaba arrancando lágrimas y Hermione se sentó en la cama, temblando como si tuviese mucho frío. Su intuición le decía que su mejor amigo se había encariñado mucho con el chico, quizás más de lo que había llegado a imaginarse.

 

            Hermione le tomó la mano antes de hablar y él presintió lo peor.

 

            -Harry, no había nadie más que tú cuando entré en esta casa -comenzó, con voz suave-. Busqué a Draco por toda la casa antes de despertarte...

 

            -¡¿Qué es lo que pasa!? -aulló Harry.

 

            -Malfoy desapareció -sentenció ella, medio atragantada por sus propias lágrimas-. Cuando alguien con las Alas de la Condenación extingue su fuerza, sólo desaparece...

 

            -Qué es lo que estás diciendo...-murmuró él, aterrado, sollozando.

 

            La chica le pasó un brazo por los hombros y notó con qué fuerza se estremecía.

 

            -Harry, el padre de Ron me llamó hace un rato -dijo ella-. El Ministerio de Magia está revolucionado, hallaron a Voldemort muerto, y regados en todos los sitios donde los halló el exterminio, encontraron a todos y cada uno de los mortífagos, no queda uno solo con vida, ni siquiera Snape o Lucius Malfoy  que estaba en Azkaban. No hay una sola de sus obras en pie, cada una de las guaridas, construcciones, y obras, desde escritos hasta monumentos, han colapsado, se han venido abajo miles de casas y edificios donde llevaban a cabo sus reuniones y ritos.

Le llaman El Exterminio, fueron acabados de raíz, y sólo hay una persona capaz de hacer algo como eso.

 

            Él la miraba con ojos enormes y llorosos

 

            -Sólo Draco pudo hacerlo -acabó ella.

 

            Harry se abrazó las rodillas, se sintió sin fuerzas, pequeño y vulnerable como el primer momento en que tuvo noción de que era huérfano y estaba solo.

 

            -Lo hizo por mí...-balbució entre las lágrimas.

 

            Y porque ya no podía soportarlo, porque se sintió al borde de la locura, perdió el conocimiento.

 

            Cuando despertó, Hermione estaba con él, pero a su lado se hallaba alguien más, Usher para ser exactos, Usher que lo miraba con curiosidad y con una expresión que quería decir no eres más que un crío porfiado. No obstante la tensión de la escena, era muy claro que la chica observaba con fascinación al médico, a pesar de que él no le dedicaba mucha atención...

 

            Antes de que Harry hablara, Usher se acercó con un sobre en la mano.

 

            -No has aprendido la lección -le recriminó, como si lo que hizo Draco no tuviese importancia alguna-. No te hundas en la tragedia, señor héroe que le enseña a los demás a ser héroes también. Te dije que no moralizaras al chico, y en lugar de sólo moralizarlo, te enamoras también de él, así que te tienes merecido este susto de muerte; ahora aprenderás a no contradecir las órdenes del médico.

 

            Luego lo miró con simpatía y un poco de lástima.

 

            -No sufras tanto -le dijo-; lamento que las noticias hayan llegado tan rápido como para que el plan de Draco no haya funcionado como él quería. Si te hubieses levantado tranquilamente por la mañana, como siempre, las cosas habrían tenido mejor cara, pero bueno...

 

            "Definitivamente Draco entiende mejor las cosas que tú.

 

            Acto seguido, le extendió el sobre a Harry.

 

            Te amo, Harry, confío en tí. Esta es la segunda parte de tu regalo. Así rezaba el sobre, y cuando Harry echó un vistazo dentro de él y vio la larga y blanca pluma de las alas de Draco, supo de inmediato que el segundo deseo era suyo y tuvo claro, demasiado claro, cuál sería ese deseo.

 

            -No olvides ser un poco egoísta -le replicó Usher.

 

            -Nunca más olvidaré eso -dijo el chico, llorando ahora de alegría.

 

            Y todo estaba bien, francamente bien, extremadamente bien. Las cosas marchaban de hecho, mejor que nunca.

 

            Se preparó para formular su deseo.

 


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