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Cuentos de amor, locura y muerte. por Agus y Moony

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Notas del capitulo: Hola!!! Volvimos!!! Muchisimas gracias por todos los comentarios lindos!. Este capitulo trae mucho de Gino y Aioria, ojala les guste.
El fantasma de Aioros había venido a acosarlo. No cabía duda de eso.
Se sentó en el rincón de su enorme cama. No sabía porque lo veía raro.
Debía ser porque estaba muerto, y los muertos pueden volver como ellos quieren. Eso le había dicho una vez su hermano, cuando eran chicos, para asustarlo.
Pero Saga no estaba asustado. Era el patriarca, era el dueño de los caballeros y pronto lo sería de Grecia y después, tal vez, del mundo.
Un sueño común y trillado, pero aun así necesario.
Se acomodó la larga túnica porque sentía que lo estaba ahogando. O quizás sería el recuerdo de Aioros.
Otra vez con eso. Sacudió la cabeza con violencia, no quería pensar en él. Pero era inevitable.
Sintió como que un rayo lo golpeaba cuando recordó como era su relación antes que Aioros quisiera convertirse en patriarca. Antes que quisiera robarle el lugar que por derecho y por capacidad le correspondía.
Vio ante sus ojos, como estrellas fugaces, pasar imágenes de ellos, juntos. Besándose. De ellos hablando horas en la arena después de entrenar. De ellos haciendo el amor por primera vez. De él, con sus rizos castaños pegados a la frente despertándose en su cama…
Y después, con la misma violencia que habían aparecido esos recuerdos, se levantó uno más importante. Aioros, como patriarca. Shion diciendo que el no estaba apto para el puesto. Aioros sonriendo, festejando. Abrazado por su pequeño y molesto hermano. Querido por todos.
¡Poco le importó lo que él pudiera sentir! ¿Siquiera se limitó a decirle que lo sentía? ¿Siquiera le lanzó una mirada de compasión cuando no lo habían elegido? ¡No! La codicia de poder de Sagitario era algo de lo que nunca se había percatado, pero ahí estaba, ¡Delante suyo! ¡Pavoneándose delante de sus amigos y admiradores!
No le dejo otra opción. No le dejo otra opción que matarlo. Sacarlo del camino.
Fue un busca de Shion, para explicarle lo sucedido, pero al viejo poco le importó lo que él pensaba o sentía. ¡Igual que a todos! Así que tuvo que correrlo del camino, también. Correrlo del camino de su grandeza.
¡A nadie le importó dónde estaba Saga! ¡Nadie se preocupo por él!
Ni su hermano, demasiado ocupado teniendo pena de si mismo por no ser un caballero de oro, ni su querido novio –el que había jurado amarlo mas allá de las estrellas- demasiado ocupado teniendo todo en la vida.
No, nadie se había preguntado a donde estaba Saga todo ese tiempo,
¿Qué habían creído? ¿Qué se había escapado? ¿Qué estaba de vacaciones? Por eso se merecían lo que les pasó…
Dejó escapar lo que pareció un sollozo ahogado. No se había dado cuenta cuanta angustia le habían producido esas cosas durante estos meses.
La oscuridad en el salón del patriarca era total. Lo agradeció. Se acostó y su mente siguió torturándolo.
Luego vino la niña. La elegida, la que traería la paz a la tierra y la bondad al mundo.
¡Pero también sería la reina de todo! ¡Otra que le quería quitar su lugar!
No quiso hacerlo, ni siquiera supo que era capaz de algo semejante, pero cuando la daga estuvo en su mano, no lo dudo. ¡Debía matarla!
Sintió que transpiraba acostado en la cama, por el solo recuerdo de ese día.
Se le puso la piel de gallina.
Aioros había aparecido de repente. No sabía de donde había salido o que hacia ahí. Seguramente había ido a comprobar que la nena estaba bien, o quizás…Si, quizás también quería matarla, tal vez debería haber dejado que él lo hiciera.
No, no, él no quería matarla. Quería mantenerla a salvo.
Cuando vio quien se escondía debajo de la mascara, cuando lo descubrió, sus ojos perdieron la vida, casi sintió como su corazón se estrellaba en mil pedazos, ¡Nunca fue capaz de pedirle una explicación! Y huyó, como cobarde que era.
Y huyó, y alguien debía perseguirlo y…
Tuvo demasiado calor, demasiado sueño, demasiado cansancio. Los párpados se le cerraban como persianas de metal, duras, pesadas.
Se durmió profundamente, aun con el corazón latiendo deprisa por los recuerdos.

* * *

Marin anotó en el report de enfermería la medicación que le había administrado al paciente Geminis y miró con cariño la firma de Aioros indicando la dosis.
Sentía lastima por el chico. Eran buenos amigos y más de una vez Aioros había querido emparejarla con su hermano, y aunque a ella le gustaba, no podía dejar de notar que los pensamientos del más pequeño estaban en otro lado. Habían salido un par de veces pero él la había tratado como una mera amiga y ella tenía el suficiente respeto por si misma como para no hacerlo mas.
Se dispuso a controlar los sueros de los pacientes que tenían vías con tranquilizantes.
No eran muchos y lo cierto es que la noche estaba tranquila.
Era una clínica pero también una especie de “asilo” para los enfermos mentales que no tenían otro lugar a donde ir.
Por ejemplo, Shion Seira, Marin dudaba que tuviera una familia.
Sacudió la cabeza con tristeza.
Se cruzó en el pasillo con Papillon que siempre parecía estar con la mente en otro lado, transpirado y despeinado. Este la saludó con un movimiento de la cabeza pero sin mucho interés. ¡Vaya estúpido!
Enamorado del jefe. Un jefe que además parecía odiar a los enfermeros y a todo aquel menor de su rango –o sea a todos- Tenía cierta relación de cordialidad con el pediatra Cancer, pero solo porque este parecía ejercer una especie de control sobre las personas.
Marin río tristemente pensando en cuantos de los pacientes que estaban en la sala debían su patología a la falta de cariño.

* * *

A la mañana siguiente, caminando hasta su consultorio Milo tuvo una idea que materializó en una especie de grito ahogado:

-¡Aioros me odia!

Un enfermero castaño que iba llevando un paciente al comedor lo miró con cara de extrañeza. El paciente, en su locura, lo aplaudió.
Milo negó con la cabeza mientras entraba al despacho y se sentaba en el escritorio.

-Bueno, no, no me odia. De hecho me ha cuidado y criado desde que tenía 5 años, pero…

Pero le había encomendado una de las peores tareas que podía tener un psiquiatra. Atender al paciente de un amigo.
Y no solo el paciente de un amigo, sino que era su novio, el amor de su vida y estaba completamente perdido.
Resopló. Las carpetas con el nombre de Geminis ya estaban prolijamente acomodadas en su escritorio.
Eran un montón.
Al parecer Aioros había estado documentando cada cambio en su conducta. De hecho tapaban la mayoría de las fotos que había debajo del vidrio que cubría la mesa.
Milo sonrió al ver la de ellos dos, él y Aioria, chiquitos colgados de “su” hermano mayor. No recordaba quien le había sacado la foto, pero se veían muy felices. Si que eran pequeños, y si que eran insoportables.
No sabía como Aioros había podido con los dos.
Y encima los había criado medianamente decentes. Rió como un tonto al pensar en esto ultimo.
No, tendría que hacerlo. Tendría que curar a Saga, devolvérselo sano y salvo a Aioros. Se lo debía.
Pidió un café por el interno y se puso a estudiar las historias clínicas.

* * *

Seiya corrió hasta el comedor, el alboroto se escuchaba desde el pasillo.
Shaina, la enfermera de guardia, que además era su novia, lo llamaba a los gritos.
‘Como para no alterar a los pacientes’ pensó el joven enfermero riendo.
Se adentró en el tumulto del problema. Un compañero sostenía a Mu, el chico nuevo, que se debatía con un cuchillo en la mano. En el piso se encontraba Myu, intentando detener la hemorragia que le causaba varios cortes en sus manos.

-¿Qué demonios paso? ¿Cómo consiguió ese cuchillo?

- No tengo idea, debe de haberse colado en la cocina.

-¿Colado en la cocina? Esto no es Howgarts.

Seiya miró a Myu con irritación. Nunca se habían llevado del todo bien.
La habitación de Mu pertenecía al sector del otro. ¿Cómo había permitido que un chico suicida de hiciera con un instrumento cortante? Deberían sacarle la matricula por algo así.

-¿Van a ayudar o que?- protestó Pharao que forcejeaba con el joven.

El japonés recordó el sedante que había manoteado tras el llamado de Shaina y en una rápida maniobra se lo inyectó al paciente.

Cuando finalmente se calmó, lo subieron a una camilla y lo regresaron a su habitación. Radamanthys iba a matarlos.


***

Hyoga Cisne se observó a mi mismo. Las ropas del hospital eran de un insípido celeste. Pensó que su madre hubiera dicho que le hacían juego con los ojos. Se sintió un poco más feliz.

Había visto varios médicos ir y venir por el pasillo, de lo que ahora sería su habitación. Era bastante amplia, aunque una segunda cama indicaba que tenía o tendría un compañero. Genial.

El rubio se sentó en la cama. Increíblemente había dejado que su amigo lo convenciera para internarse. ¿Lo vendría a ver de vez en cuando? Hyoga lo dudaba. E incluso si aparecía, ¿Qué sentido tenía? No era quien el quería ver.

Natassia jamás vendría.

Unas transparentes lágrimas brotaron de sus ojos, que se volvieron más celestes aun y cayeron silenciosas hacia sus mejillas.
Hyoga no se molestó en limpiarlas. Ni siquiera cuando sintió el picaporte de la puerta y dos médicos entraron por ella.

-Hola Hyoga, soy el Doctor Leo, y este es mi compañero el Doctor Escorpio.

-Hola- respondió este sin ánimo.

Aioria y Milo se miraron. Era el caso mas extraño que se les había presentado. “¿Complejo de Edipo?, eso es para la psicóloga” había dicho Milo y Radamanthys había alzado una ceja reprobatoria.

Según el director, este joven se encontraba en un estado depresivo severo causado por la muerte de su madre, a la que amaba de una manera poco fraternal. Lo curioso era que era recíproco, ya que él y la mujer habían mantenido relaciones por años. Lo trágico se presentaba cuando, meses atrás Natassia fallecía de un cáncer del que el joven siquiera estaba enterado.


-Que lindo es-le susurró Milo a Aioria y este intentó no reírse.

-No seas estúpido- le reprendió.

-¿Estúpido? Encima que estoy a full con el caso de Saga, tengo que venir a ver a este chico, por lo menos dejame descontracturarme.

El castaño se sorprendió de la desfachatez de su amigo, pero prefirió dejarlo para después. Siempre les pasaba lo mismo cuando iban juntos, o se ponían a reír o se ponían a pelear. Tenía una imagen que defender, así que suspiró una vez más para concentrarse.

-Bien, Hyoga, ¿te gustaría contarnos algo?- le preguntó finalmente, fiel al estilo de su hermano de entrevistar primero, medicar después.

El aludido negó con la cabeza.
No tenía sentido hablar con esos desconocidos. A decir verdad, nada tenia sentido.

Milo se acercó a la cama y se sentó junto a él. Ya estaba de buen humor de vuelta.

-¿Por qué no? Queremos ayudarte.- le dijo corriéndole el rubio cabello del rostro.

***

-¿A dónde estabas?-le gritó por quinta vez Pegaso.

Myu se miraba las manos vendadas evitando los ojos de su superior.

-Estaba higienizando a un paciente- le repitió monótono.

Seiya suspiró con rabia mientras registraba todo lo sucedido. Siendo el Jefe de enfermería era tarea suya informar del episodio a Radamanthys. Estaba seguro que Papillon no estaba en la sala en el momento que el chico salió de se metió en la cocina y robó un cuchillo.

-¿Lo registraste?

Myu por fin le alzó la vista.

-¿El qué? ¿La maldita higiene?-respondió violentamente.- ¡Eso no se registra!

-Todo se registra-se metió Pharao que observaba todo desde un rincón del office.

-¿De qué lado estás? –le preguntó atónito a su compañero- ¡Vos estabas ahí!, ¿te parece que quería cortarme así, tratando de sacarle el maldito cuchillo?

-Esto no se trata de lados- lo reprendió Seiya. –Ahora vos vas a ir a ver a Wyvern y decirle a él tus excusas. No tengo porqué cubrirte cuando deberías haber vigilado al paciente y no se donde diablos estabas.

El corazón de Myu dejó de latir unos momentos.

-¿A- a Radamanthys?- preguntó olvidando la pelea.

-Si, y no me importa que tan malo sea- le respondió Pegaso equivocando su reacción.

- El chico estaba bajo tu cargo y — - se detuvo cuando el pelirrojo saltó de su asiento y salió disparado hacia la oficina del director.

-¡Yo me ocupo!-gritó Myu desde el pasillo mas alegre que nunca.

Seiya miró sorprendido a Pharao pero este lo ignoró.

* * *

Aioria restregó sus manos con nerviosismo, la noche caía a su alrededor mientras buscaba la manera de tocar el timbre en la casa de Giovanni.
‘Dios, que chiquilín soy’ pensó mientras su tembloroso dedo se paraba sobre la tecla.

Tocó una vez y esperó, la casa era muy bonita, y la puerta era de roble. En una placa reluciente se leía “Giovanni Cancer, Psiquiatra de Niños”. Acompañado por el numero de su matricula que termina en 4.
Alguien gritó: ¡Ya va! Y Aioria continuó retorciendo el vino que llevaba en una de sus manos.

Había terminado su turno y había vuelto a su casa para “producirse”, se sentía en su primera cita. Respiró hondo para despejarse y afrontar la situación. Oyó un traqueteo que solo podía significar que alguien hacia girar una llave.

-Acá vamos. –susurró Leo para si mismo, cuando la puerta se abrió.

El Dr. Cancer apareció detrás de ella. Llevaba una remera blanca sin mangas y unos jeans desgastados. Iba descalzo sobre el parquet y con una manopla de cocina sostenía una cuchara de madera. Parecía un cocinero sexy salido de un catalogo.

Aioria pensó que no podía verse mejor y se alegró que su elección de ropa informal no hubiese quedado ridícula y descuidada.

-¡Hola bombón! –saludó Giovanni invitándolo a pasar.

La casa tenia una decoración minimalista, muy al estilo del pediatra. Estaba todo ordenado.

-Te traje—comenzó Aioria, pero el otro lo silencio de un beso.

-Me encanta que estés acá—le dijo suavemente cuando se detuvo para respirar.

Los miedos y nervios del más joven desaparecían conforme la lengua de su amante se adentraba en su boca.

-Hola. –dijo de repente alguien y Leo estuvo a punto de soltar la botella del susto.

Sin el mínimo rastro de vergüenza, Giovanni cortó el beso y se volvió hacia el recién llegado.

-Aioria, este es Afrodita. –los presento visiblemente feliz.

El joven residente miró al chico que tenia a pocos metros.




* * *

Las carcajadas de Aiacos y Radamanthys se escuchaban por el pasillo.

-¿Y entonces se fué?- Preguntó cuando pudo dejar de reírse el morocho.

-Sí, se levantó muy ofendido y tuve que pagar todo yo.-le respondió Minos.

Wyvern negó con la cabeza todavía sonriendo:

-Eso te pasa por tener citas a ciegas-

-No, eso le pasa por psicoanalizar a la gente en medio de una cena- corrigió Aiacos – Yo ya estoy acostumbrado, pero es molesto ¿saben?

Minos y Radamanthys intercambiaron una mirada pícara. El cirujano siempre los molestaba con eso.

Ya estaba por caer la noche y los turnos de los tres habían terminado. Una vez a la semana se juntaban en el despacho del director de psiquiatría, ya que, como siempre le recordaban, era el mas grande; y se quedaban charlando varias horas.

-¿Y vos Rada?- Le preguntó Minos –Contanos algo de tu novio fantasma.

-Eso, podrías empezar por decirnos quien es-añadió Aiacos.

El rubio se ruborizó.

-Es alguien de acá- confesó con una sonrisita, dispuesto a contarles a sus amigos.

-Si es Aioros te mato- amenazó el morocho

-¡Dios, Aiacos! ¿Por qué crees que saldría con ese?- lo descartó Radamanthys rápidamente.

-Me sobran los motivos- respondió el aludido.

-¿Tenés un trapo por acá, Rad?-se metió Minos- A’cos está babeando de nuevo.

Los tres volvieron a reír a carcajadas.

-Entonces… - retomó la conversación el morocho- Si no es Sagitario… ¡No me digas que es Jr!

-¿Jr? ¿Te referís a Leo?

-Obvio.-aclaró Aiacos- Por cierto, me pregunto por qué se apellidan distinto, son hermanos…

-Y yo me pregunto por qué siempre terminamos hablando de Sagitario…- comentó Minos fingiendo vos cansina

-Uno usa el apellido del padre y el otro de la madre-explicó Radamanthys para cerrar el asunto.-Y no, no es Leo, por Dios le llevo como quince años.

Ante esta declaración, los otros dos empezaron a tirar nombres sin éxito. Cuando por fin Radamanthys iba a decir el nombre del afortunado, golpearon la puerta.

-¿Doctor Wyvern? Soy Myu Papillon, ¿Podría hablar con usted un momento?-

Los médicos se miraron.

-¿Papillon? –susurró Radamanthys.

-El enfermero- le recordó Minos.

-Ya se quien es-

El director había terminado su turno ya, así que no tenia porque atenderlo, pero sabia que el chico y su Valentine eran amigos, quizá le había pasado algo a este ultimo.

-Enseguida salgo- respondió rápidamente bajo la mirada extraña de sus amigos.



* * *

Nunca había visto a Afrodita personalmente, ni siquiera en una foto, pero definitivamente no se lo imaginaba así.
Parecía un adolescente tan normal como cualquier otro. Era muy bonito, tenía el pelo muy rubio y largo hasta los codos, desprolijamente cortado.

-Ho-hola-balbuceó Aioria todavía impresionado.

-Hola- repitió el chico.

La sonrisa de Giovanni no podía ser mas amplia.

-Afro, este es el Dr. Aioria, del que te hablé.

-Afro-dijo el aludido como toda respuesta.

Leo tragó saliva inaudiblemente. ¿Qué hacía ese chico en la casa de su amante? Sabía que era muy importante para Giovanni, pero nunca le había comentado que lo tenía --¡viviendo con él!
Aioria intentó que su turbación pasara desapercibida.
¿Acaso era legal eso? ¿Debía denunciar a su novio?...No, no tenia que dejarse llevar por las apariencias, seguramente todo tendría una explicación racional.
Suspiró profundo y eso captó la atención del joven que se había quedado mirando a su médico.
Dirigió su mirada hacia el, pero evitó mirarlo a los ojos.

-¿Gino?-preguntó.

El pediatra rió.

-Cuando no entiende algo dice mi nombre-le explicó a Aioria que sonrió torpemente.

Afrodita sonrió también. Luego, sin previo aviso, lo tomó de la mano y lo arrastró hacia el pasillo.

-¡Woa!-exclamó Aioria mientras era conducido con una gran fuerza.

El joven se detuvo al llegar a lo que, según parecia, era su habitación.

-Afrodita- dijo entonces el mismo señalando el interior del lugar.

Aioria observó los dibujos que había desparramados por todos lados y reconoció el mismo estilo que los que adornaban el despacho de su amante.

-¿Así que vos sos el gran artista?-le preguntó intentando comportarse adecuadamente a su profesión. No quería que Gino pensara que le había caído mal la presencia de su paciente.

-Vos sos el gran artista-repitió el joven.

Aioria sonrió. Sabía que los autistas podían llegar a hacer eso. Si no recordaba mal se llamaba Ecolalia.

Afrodita lo condujo dentro de la habitación y le puso un puñado de lápices en la mano. El tomó otro tanto y se dispuso a dibujar.
Giovanni los observaba desde el marco de la puerta.

-¿Queres quedarte acá mientras termino de preparar la cena? –le preguntó.

Aioria lo meditó. Le gustaba la idea de verlo cocinar, pero le atraía mas la idea de observar al chico.

-Si, quiero conocerlo un poco mas.- le confesó algo avergonzado.
Ante las palabras de su novio, Cancer sintió que no podía ser más feliz.

Afrodita hizo varios dibujos, todos bastante parecidos. Sin soltar los lápices que tenía en la mano. Pareció olvidarse que Aioria seguía allí, y una vez que hubo terminado, comenzó a ordenar las cosas metódicamente. Cuando notó que le faltaban lápices su expresión relajada se endureció.

-¿Gino?-preguntó mirando el lugar vacío que ocupaban los lápices que Aioria tenía en su mano.

-¿Buscabas esto?-Le preguntó poniéndolos dentro de su visión.

El chico se los arrebató visiblemente enojado.

-¿Pasa algo?-Preguntó el psiquiatra llegando rápidamente.

Afrodita no le prestó atención.

-Creo que el arte no es lo mío.- explicó Aioria parándose. Giovanni soltó una carcajada.

-Vamos a la cocina, quiero que pruebes algo.

-Así que…-comenzó Aioria la pregunta que estaba torturándolo -…¿vive con vos?

Giovanni, que revolvía una salsa de la cual se desprendía un delicioso aroma, hizo una media sonrisa.

-¿Eso te pone celoso, gatito?-

-Claro que no, solo que nunca me lo habías comentado-se defendió el mas joven.

-No, no vive acá- explicó Gino,- viene algunos días como parte de un tratamiento. Cuando empecé a trabajar con el, estaba en una clínica mucho peor que la nuestra. Busqué a sus padres para convencerlos de que no era un buen lugar y me dijeron que habían renunciado a él, así que les pedí la tutoría del chico.

-Si, sé que no fue la mejor de las decisiones-añadió al ver la cara que había puesto Aioria.- Pero para cuando me quise dar cuenta ya me había involucrado demasiado y no podía dejarlo ahí.

-Así que lo trasladé a nuestra clínica, y hace poco empezó a venir acá. Como yo decido legal y clínicamente por el, Hades me lo permitió.

-Wow, estas peor que mi hermano-comentó Aioria asombrado.
Luego ambos echaron a reír.

* * *

Aioros estaba intranquilo.
Sabía que Milo era muy capaz. De hecho había estado junto a él durante la carrera y lo había ayudado en muchos de sus trabajos y había festejado con él muchas de sus mejores notas.
Pero aun así, aun así…
Sin atender a Saga se sentía vacío. Sin tener que verlo se sentía tonto e inútil.
Se estiró en su mullida cama y sintió profundos deseos de llorar.
No, no podía llorar, no podía caerse, no ahora cuando su novio y su protegido lo necesitaban. Se quedó en silencio, conteniendo las lágrimas.
Pensar en Milo le hizo pensar en Aioria. ¿Dónde estaba? ¿Por qué no había llegado ya?
Miro el reloj, eran las 7. Aioria salía del turno tarde y siempre iba derecho a casa, sobretodo este ultimo tiempo en que las cosas habían estado tan mal con Saga.
Nuevamente sintió como la angustia lo invadía al verse solo en su bonito departamento. Se sintió enfermo de repente y quiso llamar al hospital para avisar que no iba a poder ir a su turno de noche.
No, no podía quedarse. Capaz esta seria la noche en que Saga “volvía en si” y tenia que estar ahí para él.
Se incorporó con lentitud de la cama, sintiendo los músculos entumecidos. Pensó en darse una ducha, eso lo reanimaría.
Tuvo un acceso de querer comunicarse con Kanon, pero desistió rápidamente. Se sentía muy culpable cuando se encontraba con él.
No quería admitirlo pero su cuerpo lo deseaba. Lo veía reírse igual que su gemelo, lo veía mirar con los ojos entrecerrados de la misma manera y su cabello se movía igual cuando estaba enojado.
Era algo extraño, no le atraía para nada la personalidad complicada y metódica del arquitecto, y jamás pensaba en otro hombre que no fuera Saga, pero era imposible no compararlos. Sobretodo después de tanto tiempo en que el gemelo mayor no lo reconocía y parecía temerle desde lo mas profundo de su corazón.
Un espasmo de tristeza lo recorrió nuevamente, pero antes de que llegaran a formarse las lágrimas en sus ojos ya se había metido bajo el agua.

* * *

Cuando Giovanni terminó la comida se sentaron a la mesa. Incluso el comedor tenía una apariencia elegante y minimalista.
Aioria se sentía un poco nervioso, no quería hacer nada que molestara nuevamente a Afrodita, pero los conocimientos sobre el síndrome autista que había adquirido en la facultad no eran suficientes para saber como comportarse, y además no todos seguían una misma regla.

El italiano pareció notarlo porque le puso una mano en el hombro.

-No te preocupes gatito- lo tranquilizó- Todo esta bajo control.

-Raro en vos, -se burló con ironía.

El pediatra le respondió con un efusivo beso.

-¿Gino?- preguntó Afrodita llegando al comedor. No parecía del todo contento con lo que veía.

-No seas celoso-le retó Giovanni.

-Celoso-repitió con recelo.

-Sentate que ya vamos a comer.-le ordenó el medico seriamente y el chico obedeció.

La comida, ravioles, estaba deliciosa.

-¿Así que también sos buen cocinero?-preguntó Aioria mientras saboreaba la exquisita salsa.

-Ya te dije que soy bueno en todo- respondió el psiquiatra con una sonrisa picara y sensual.

Aioria se ruborizó tontamente.

La cena transcurrió en tranquilidad. Afrodita comió normalmente, aunque todavía se lo notaba un poco molesto y al terminar se dirigió a su habitación.

Giovanni y Aioria se quedaron tomando café.

-¿Crees que le caí bien?-preguntó el mas joven.

-Al menos no le caíste mal-le respondió sinceramente el otro.

-¿Qué se supone que signifique?

-A pesar de todo el tratamiento, le cuesta mucho relacionarse y no suele hacerlo con nadie, excepto conmigo.-le explicó Giovanni -Además es muy celoso-añadió.

Aioria se rió.

-Yo tampoco querría que un desconocido te besuqueara- comentó para restarle importancia y relajar a su novio que se había puesto un poco tenso.

-Siempre le hablo de vos, no sos un desconocido.

-Pero nunca nos habíamos visto- lo excusó

Giovanni soltó su café para acariciar la mejilla de su amante.

-Sos una dulzura-

-Hey, se lo importante que es para vos.-

Los besos sucedieron a las caricias y pronto se encontraban en la habitación del dueño de casa.
El italiano empujó a Aioria sobre el colchón y luego se situó junto a él.
A pesar de que el joven aun se sentía inquieto por la presencia de Afrodita a una habitación de distancia, se dejaba llevar por Giovanni que parecía más demostrativo que nunca.

La ropa comenzaba a molestar, pero Aioria no estaba seguro si debían seguir con eso o no. Por un instante pensó también en su hermano. Odiaba mentirle, y nunca lo había hecho a tamaña instancia, pero no sabia como afrontarlo.
La relación entre ambos doctores era poco menos que conflictiva.
Giovanni enseguida se deshizo de su musculosa y antes que pudiera decir algo mas, escucharon una serie de ruidos de la habitación contigua.
En menos de un suspiro, Gino se volvió a vestir y salió corriendo dejando a Aioria sentado en la cama, confundido y, porque no, algo decepcionado.
Sabia que el chico era alguien muy especial en la vida de su novio, pero, ¿y él?
Mientras se ponía las zapatillas visiblemente tenso se regañó a sí mismo por ser tan infantil y malcriado. Suspiró profundo, mirándose al espejo que había en la mesita se acomodó un poco el cabello y salió de la habitación resignado.

Afrodita había tirado deliberadamente todos los libros que había en la pequeña biblioteca que estaba en lo que parecía ser un cuarto de huéspedes.
Aioria, al entrar, no pudo sentirse menos que ofendido. Lo había hecho apropósito, sin duda. Y Gino, en vez de retarlo, le preguntaba si estaba bien y si no se había lastimado.
Leo se cruzó de hombros, nuevamente ofuscado. El pediatra no le prestaba la más minima atención y Afrodita lo miraba con sus grandes ojos.
Aioria estaba seguro que llevaba mucho tiempo hacer mirar a los ojos a un autista, pero al parecer Giovanni lo había logrado, había invertido mucho tiempo y esfuerzos en él, eso era evidente.
Nuevamente no supo como sentirse, la culpa, la envidia, la ternura y admiración se debatían en su interior pugnando por ganarle a las demás emociones.
Por suerte en ese momento le sonó el teléfono.
Giovanni al fin pareció darse cuenta que estaba ahí y le dirigió una mirada de disculpa y pena.
El castaño negó con la cabeza como para que no se preocupara y salió a atender.
Era Milo. Al parecer había tenido un problema con Saga y no podía solucionarlo. No sabía que hacer y estaba desesperado.
Aioria suspiró sintiéndose profundamente decepcionado, pero era mejor salir de ahí e ir a ayudar a su amigo.
Sin saludar, mas tarde le enviaría un mensaje, volvió a su auto y se dirigió al departamento.
Notas finales: Que idas y vueltas con estos chicos, ojala les haya gustado. Besitos!!

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