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Cuentos de amor, locura y muerte. por Agus y Moony

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Notas del capitulo: Hola, holaaa!! Nuevo capi, ojala les guste! Gracias por los comentarios. Se lo dedicamos a Elian por el estreno de su peli. (Aunque no lee yaoi y no creo que pise esta pagina xD)
Valentine estaba adormilado en su casa.
Había llegado del hospital y se había tirado a dormir como hacía siempre. Después se levantaba, se cambiaba, iba al gimnasio que quedaba a dos cuadras de su casa, se ejercitaba hasta quedar rendido, volvía, se bañaba y dormía hasta la nueva hora de ir a trabajar.
Así eran sus días exceptuando las ocasionales visitas que su Radamanthys le hacía. En donde todo se reducía a estar ahí para él. A besarlo, a mimarlo, a escucharlo (al medico le gustaba pasar horas contándole anécdotas de la clínica -la mayoría en donde él terminaba como héroe-) acariciándole su claro cabello con tranquilidad y parsimonia.

A Valentine le había pasado algo trillado pero no por eso menos cierto en su relación con el rubio.
Su mejor amigo, Myu, le había molestado una y mil veces para que averigüe cosas del doctor Wyvern para luego contárselas a él y poder desearlo aun más de lo que ya hacía.
Valentine había cumplido su parte del trato, incluso le había resultado fácil ya que al medico parecía caerle bien su presencia. Y con el tiempo, las conversaciones pasaron a ser mas privadas (y mas escasas también) y Harpy dejo de comentárselas a Myu, y Papillon, quizás demasiado enamorado para darse cuenta de la verdad de la situación, había imaginado que su amigo se había hartado de su tarea y había dejado de molestarlo.

Lo cierto era que Valentine no tenía a nadie para comentarle de su relación con Radamanthys, e incluso le había rogado varias veces a su amante que lo mantuviera en secreto, que el hospital era un pañuelo y que el personal de salud no se caracteriza por la discreción.

Ahora se estaba despertando en su casa, pensando en estas cosas y la culpa, como en tantas otras ocasiones, le caía encima como un kilo de ladrillos. Suspiró profundamente, intentando quitarla de ahí, pero no pudo.
¿Cómo le había hecho eso a su mejor amigo? ¿Cómo había sido capaz?

Le dio angustia, y hambre. Fué a la heladera, que estaba cerrada con un viejo cinturón (había leído en Internet que esa era una buena manera de escapar a la tentación), pero no le importó.
Lo desabrochó suavemente, como si se tratara de un coqueteo con el electrodoméstico. Y la abrió.
La luz iluminó el tranquilo y oscuro lugar y Valentine vió como brillaba la comida dentro de ella. Había postres, de todos los colores, helados llenos de fruta, caramelo y dulce de leche para derretírselos encima y--

-Valen, amor, ¿estás bien? -la voz grave y con ligero acento inglés termino de despertar al adormilado muchacho.

-¿Qué? ¿Cómo--? Si, claro. -contestó Valentine, sintiéndose un tonto.

Había estado soñando con la comida. ¡Había estado soñando con comida, por el amor de Dios! ¡Estaba en un estado muy grave de esa enfermedad llamada obesidad! ¡Y lo peor es que Radamanthys estaba con él! ¡Su amor, siempre tan hermoso y con su escultural cuerpo!

-Balbuceabas entre sueños, ¿estas seguro que estas bien? -volvió a preguntar el psiquiatra.

Valentine se terminó de incorporar y el viento suave que entraba de su ventana entreabierta le produjo un escalofrío.
Recordó vagamente los acontecimientos. Había vuelto con Radamanthys del hospital. Lo habían hecho y se había quedado dormido junto a él.
Todo tenía sentido, salvo el horrible sueño de la comida.
Se dio cuenta que no tenia remera y se apresuró a taparse su verdaderamente delgado abdomen con la manta. ¡No quería que su novio viera su gordura!

-Tranquilo Valen -dijo el doctor, intentando volver a meterlo a la cama, -aun faltan varias horas para que tengamos que volver al loquero.

El joven respiró, intentando controlarse. Lo cierto es que tenía hambre. Mucha hambre. No estaba seguro que Radamanthys fuera capaz de pararlo de unos de sus atracones.
Necesitaba a Myu.

-Tenes que irte cielo. -le pidió a su amante.

-¿Irme Val? ¡Pero son las tres de la mañana! ¿Qué pasa? -Radamanthys se incorporó también, con los ojos entrecerrados debido al sueño y prendió la luz de la mesita.

La habitación se iluminó tenuemente, formando siluetas extrañas sobre ellos.

-Si, perdón. Vivís cerca, o anda a dormir al hospital. -intento reír para que no se le notara la angustia. Ya tenía la boca seca por el hambre y los nervios.

-No entiendo Valen, ¿me decís que te pasa? -insistió el medico.

Harpy se dio vuelta para mirarlo. Le agarró las manos tibias y le dijo a los ojos:

-Estoy bien, pero necesito realmente que te vayas. ¿Podes hacerlo sin hacer preguntas? ¿Me querés lo suficiente para entenderlo?

¿Cómo negarse a semejante pedido? El rubio tomo sus pertenencias y se despidió.

-No puedo entrar al edificio a estas horas en auto. Lo dejo acá, mañana pasá a buscarme.

Valentine asintió, rogando que se fuera de una vez.

-Te quiero, y te aseguro que esto no va a quedar así. -anunció finalmente el rubio saliendo por la puerta.

No habían pasado ni diez segundos cuando el dueño de casa llamó a su mejor amigo, desesperado, para que fuera en su auxilio.

***

Cuando Myu al fin pudo llegar a la casa de Valentine, su primer pensamiento fue que había llegado tarde. Su amigo no salió a abrirle, a pesar de que tocó el timbre repetidas veces, hasta que decidió abrir con el juego de llaves que Val le había dado.
Estaba oscuro y solo se escuchaba el ruido que su amigo producía al vomitar.
El enfermero chasqueó la lengua en señal de disgusto.
Le había tomado cerca de media hora llegar hasta donde vivía Harpy, el colectivo nunca había pasado, (quizá porque era de madrugada), y finalmente había conseguido que un taxi lo llevara.
Al pasar por la cocina descubrió envoltorios de diferentes comidas.
Al juzgar por la cantidad, su amigo se había dado un gran atracón. Maldijo al transporte público una vez mas.

-Valen...-lo llamó, por si no lo había oído, mientras se acercaba al baño.- Soy yo.

Le partió el corazón verlo tan descompuesto. Se conocían desde la escuela de enfermería y habían sido inseparables desde entonces. Myu siempre había notado la obsesión de Valentin por la belleza y la delgadez, pero no había llagado hasta ese punto sino hasta unos meses atrás. Papillon aun no había descubierto la razón.
Se acercó hasta su amigo y le sostuvo el cabello, hasta que los vómitos cesaron.
El albino estaba exhausto, quien sabe cuanto tiempo llevaba allí, y se dejó hacer por su amigo. Myu le lavó la cara, y le puso un vaso de enjuague bucal en las manos. Luego lo embutió en una bata y lo cargó hasta su cama. Si hubiera tenido los materiales, le hubiera puesto un suero allí mismo.

-Perdón Val- le repitió varias veces durante todo el proceso.-Perdón por llegar tarde.

El aludido no hablaba hasta que, una vez acostado, pareció salir de su trance. Al notar a su amigo rompió a llorar.

Le tomó un rato consolarlo, hasta que finalmente se durmió.
Myu se quedó vigilándolo un rato y luego se dirigió hacia la cocina a limpiar todo el desastre que había hecho Harpy en su desesperación por saciar su hambre. Si este se despertaba y notaba todo lo que había consumido, a pesar de que luego lo había vomitado, entraría en otra crisis.
`Estúpida bulimia' maldijo Myu mientras sacaba la basura.
Esa maldita obsesión por un cuerpo absurdo y distorsionadamente perfecto estaba lastimando a su amigo.
Le había prometido que no diría nada, pero ya no sabía que hacer, y no quería que siguiera empeorando. Tal vez en la Clínica podía encontrar a alguien que lo ayudara, que fuera de confiar y que se hiciera cargo de Valentine. Pensaría en esas posibilidades mas tarde.

Al pasar de vuelta por el pequeño recibidor, algo llamó su atención. ¿Era eso lo que el creía que era? Parpadeando confuso tomó el llavero entre sus manos y lo acercó a la luz para observarlo mejor.
Se quedó atónito al confirmar sus sospechas, había visto las llaves del auto de Radamanthys tantas veces mientras se masturbaba en su escritorio que las reconocería en cualquier parte.
La pregunta era, ¿qué demonios hacían en la mesita ratona de Valentine?

* * *

Milo estaba nervioso. Aioria lo podía notar, ya que se había puesto a sellar sus recetarios como un poseso.

-¿Para qué haces eso? -le preguntó de pronto, cuando iba por el tercer talonario.

El rubio lo miró extrañado.

-¿Cómo para qué?, ahorro tiempo futuro. -explicó casi dolido.

Aioria le dirigió una mirada escéptica.

-Claro...

Se acercaba la hora del consenso semanal del sector de Psiquiatría, donde cada uno narraba su progreso con los pacientes atendidos.
Era la primera vez que Milo y Aioria participarían.

-¿Por qué se hace a esta hora? -preguntó Milo mirando su reloj. -Son como las seis.

-Se eligió ese horario porque las rondas terminan a las cinco, y no hay mucho movimiento de tarde. -respondió Aioros, hablando por primera vez.

Los dos residentes y el medico se hallaban en el consultorio del último para que pudiera explicarles lo que se hacía en dichas reuniones. Al oír a su hermano, Aioria se tensó. Los nervios también estaban comenzando a acosarlo.

-Radamanthys dirige la batuta, obviamente. -explicó el mayor. -él empieza con sus pacientes y después va por orden de antigüedad.

Milo soltó un suspiro sabiendo que sería uno de los últimos.

-¿Vos cuando vas? -inquirió Aioria a su hermano mayor.

-Después de Wyvern va Griffon, en realidad llegaron juntos, pero el jefe es el jefe. Luego Cáncer, y después recién ahí yo. Ustedes irían después de mí.

Ambos residentes se relajaron. Aioros seguro les daría un buen pie para empezar a hablar.

-¡Primero vos! -cantó Milo y los hermanos le dirigieron una mirada reprobatoria. Luego el mayor sonrió.

-Perdiste Aio, -comentó mediando entre los amigos, como hacía desde que eran muy chiquitos.

El perdedor bufó como un gato. Recordó que a pesar que siempre había querido muchísimo a Milo, se moría de celos cuando su hermano se ponía de su parte. Aún hoy no sabía que sentir.
Aioros sonrió nuevamente, podía leer a Aioria como si fuera un libro abierto.

Las seis al fin sonaron en el reloj digital de Milo y los tres se pararon al mismo tiempo.

-¿Listos? -preguntó el mayor. No obtuvo respuestas.

Mientras caminaban hacia la sala de reunión, se encontraron con Giovanni, que llegaba desde el sector pediátrico.


-¿Puedo unirme a ustedes?-preguntó Giovanni tranquilamente, sin mirar a nadie en particular. Cosa que Aioria agradeció.

-Por supuesto- afirmó Aioros cordialmente.

Ya había gente en la sala cuando estos ingresaron. Radamanthys, Minos y para sorpresa del resto, Aiacos, los esperaban.

-¿Que hace él acá? -preguntó desafiante Cáncer, refiriéndose al cirujano.

No le agradaban para nada los metidos.

-Le interesa los temas que se van a tratar en la reunión de hoy-explicó tranquilamente Wyvern.

-¿Es eso o es que no tiene nada mas importante que hacer?

Aiacos sonrió pícaramente.

-¿Por qué te molesta tanto Giovanni?-le preguntó sin perder la cara de niño travieso.

-Creo que los problemas de los pacientes debe quedar entre los psiquiatras.- dijo Aioros seriamente.

Garuda posó sus ojos en él.

-Si me lo pedís vos, me voy- le dijo sensual.

Minos soltó una carcajada ahogada y Aioros se ruborizó violentamente.

-Creo que eso estuvo de mas- lo reprendió Radamanthys sin mucho esmero. Incluso parecía estar aguantando la risa, -Vas a tener que irte A'cos.-añadió.

El cirujano revoleó los ojos y se fue arrastrando los pies hacia la puerta.
Milo sujetó con disimulo la mano de Aioria, por si su actitud impulsiva le provocaba un despido.

Finalmente se sentaron en la mesa y Radamanthys abrió la sesión como siempre hacía.
Resultó mas tranquila de lo que había comenzado, y poco a poco todos narraron los acontecimientos de su semana.

Aioria se quedó extasiado observando la profesionalidad que Giovanni demostraba al hablar de pacientes psiquiátricos menores de quince años.
Y por primera vez lo miró como un modelo a seguir. A pesar de su relación, y de que amaba todo de él, también lo maravillaba cuanto sabía del tema. Habló de Mu, de las cosas que él pensaba que le habían estado sucediendo, y que probablemente todo se debía a que era un gemelo y que cuando nació, su cordón umbilical había producido que el otro niño muriera.
Todos se quedaron pensando la posibilidad en silencio y con cierta pena.

Cuando le tocó el turno a su hermano, Leo notó las diferencias que había entre las dos personas más increíbles que conocía.
Giovanni hablaba de sus experiencias desde el punto de vista medico, pero conociendo al paciente, como si se tratara de un narrador omnisciente. Aioros en cambio, apenas despegaba su vida de la del paciente y casi sufría con ellos cada patología. Rayaba la línea de distancia que debía mantener un psiquiatra. Resultaba muy arriesgado, pero su hermano sabía controlarlo y obtenía buenísimos resultados en muy poco tiempo.

Aioria siempre lo había admirado por eso, pero ahora, teniendo otro posible camino a seguir, no sabía cual era mejor para él.
Aioros evitó hablar de Saga, pero si comentó que Dohko Libra, progresaba rápidamente, y que, luego de la intervención de Minos con su paciente D'Virgo, este aun no estaba listo para el alta.

Cuando al fin les tocó a los residentes, Milo habló sin parar de Hyoga, su más reciente paciente, y dejó que Aioria hablara de Shion. No se entendió del todo, y el joven Leo notó las caras risueñas que ponía su amante del otro lado de la mesa. Intentó no ruborizarse demasiado, y supuso que los demás lo atribuirían al hecho de hablar en público.

* * *


-¿Así que eso era todo?-dijo Milo un tanto decepcionado. -¿Parlotear veinte minutos?

Aioros se rió de las palabras de su amigo. Luego de la reunión se encontraban solos en la sala de médicos.

-¿Qué esperabas?-le preguntó el mayor, curioso, él les había explicado lo que harían, no sabía que se podría haber imaginado Milo.

-No sé...debates que terminan en peleas, y esas cosas-

Sagitario soltó una carcajada.

-Hace un par de años era mas ceñido-le contó- Pero llegamos a la conclusión de que, dentro de lo legal, cada uno puede hacer el tratamiento que le parezca, siempre y cuando obtenga buenos resultados.

-¿A que te referís con el "tratamiento que le parezca"?-cuestionó Milo.-No hay tantos, que yo sepa.

-No me refiero a que corriente de la psiquiatría usar, sino a como usarla, como interpretarla.-le explicó Aioros.-"Acompañante terapéutico" puede significar cualquier cosa, ¿no te parece?

Milo se mordió el labio. Solía hacerlo cuando se ponía a pensar en algo puntual.

-Tenes razon.-dijo al fin, comprendiendo.

Aioros sonrió de manera paternal. No sabía adonde había ido su hermano, pero intentó no pensar en la manera que miraba embelesado al pediatra mientras hablaba.

-¿Queres saber lo que avance con Saga?-le dijo Escorpio de repente, luego de unos minutos de silencio.

-Por supuesto Milo, contame.-accedió Aioros para olvidar un problema y adentrarse en otro.

* * *

Saga creía que lo habían estado visitando varias veces estos últimos días. Quizás demasiadas.
Le molestaba un poco todo eso, le incomodaba. Cuanto mas tiempo pasara con alguien, mas rápidamente podrían darse cuenta quien era en realidad. Aioros lo había hecho en solo unos minutos.
Por eso ahora estaba muerto.
Sonrió, presa de la alegría y la excitación.
Lo había mandado a Shura porque sabía que a Shura le atraía Aioros desde el primer momento en que se habían visto. Saga lo recordaba perfectamente, era una tarde calurosa en Grecia, para variar, el español recién había abordado y ya estaba dando vueltas por todo el santuario intentando entablar conversación con alguien. Y ese alguien había sido Aioros. Su Aioros. El arquero, con su amabilidad habitual había salido a recibirlo y le había enseñado su nueva casa y a varios de sus compañeros.
Saga había detectado enseguida el destello de admiración en los ojos del recién llegado. En ese momento supo que algún día lo pagaría.

Y ese día había llegado. Rió dentro de sus aposentos, tan alto y fuerte que creyó que desde la casa de Aries lo habían escuchado.
Pensó en Aries. Mu estaba muy perdido últimamente, y no había venido a reportarse en varias semanas.
¿Qué le pasaba? ¿Acaso desconfiaba de él?

Sintió nuevamente una figura ingresar en el Salón del Patriarca. ¿Quién era y que quería?
Le pareció que era una mujer, ¿Águila? ¿Qué hacía sin la máscara?
Quiso obligarla a usarla, como correspondía, pero notó el poco caso que le hacía, no tenía ninguna injerencia sobre ella.
Tampoco se había arrodillado y tampoco había reparado siquiera en su presencia.

Saga se sintió de repente más intranquilo que nunca.
¿Y por qué se acercaba tanto a él? Iba vestida de manera extraña para estar en el Santuario y tenía algo en la mano.
Algo que le hizo doler. Algo que le hizo olvidar de todo.
Algo que por un momento le dió el poder al Saga de verdad, al Saga que amaba a Aioros y lo extrañaba tanto que le dolía el alma, al Saga que sabía que estaba enfermo y que necesitaba ayuda. Al Saga que...

La enfermera Marin tuvo la leve sensación de que Géminis se movía de manera extraña mientras el goteo con el sedante caía.
Lo anotó en la hoja de enfermería por la si las dudas y salió de la habitación con una leve energía renovada.

* * *

Aiacos caminaba por el pasillo, aburrido. Rada había accedido a que se quedara en su reunión, y los otros psiquiatras lo habían echado.
Estúpidos todos. Bueno, todos salvo Aioros. Se veía delicioso cuando se avergonzaba.
Desde que había llegado a la clínica que estaba obsesionado con tener algo con él y nunca se le había dado. Sus indirectas habían pasado a ser tan obvias que incluso los mas locos internos lo hubiesen notado, y aun así nada.
Y luego había llegado Géminis, esquizofrénico y todo, y Aioros había caído rendido a sus pies.
Si, quizá le había robado el novio, pero al menos estaba del lado de afuera de la habitación.

-¿Quien se ríe ahora?-dijo en voz alta y un enfermero que pasaba por ahí lo miró raro.
Al cirujano poco le importó.

* * *

Radamanthys se lavó las manos antes de ingresar a la sala de Kido y recordó lo sucedido esa mañana con Hades.
El rubio había golpeado repetidas veces la puerta del despacho del director sin que contestara. Al cabo de unos minutos, había aparecido por detrás en su usual traje azul oscuro.

-¡Jefe! ¡Me asustó! -confesó el psiquiatra.

Hades había reído con suavidad.

-Estarías haciendo algo malo. -lo picó.

Radamanthys no supo como interpretarlo, pero no dijo nada, el Jefe era el jefe.

Cuando se habían sentado en el escritorio, el más joven tuvo la sensación de que iba a dar un examen oral. Hades no era malo con sus "alumnos", pero no le gustaba perder tiempo sin un objetivo concreto, por lo que tendría que ser claro y consiso.

-No quiero tratar a Shun Kido.--comenzó tomando aire, pero Hades lo interrumpió; una leve linea de fastidio cruzó su bello rostro.

-Rad, ya hablamos de este tema.

Dejame terminar de hablar, pensó el rubio.

-No se, lo que quiero decir es que no quiero atenderlo con dos policías mirándome continuamente y escuchando la sesión. ¡No es ético! ¡Ni siquiera creo que sea legal! -agregó.

Hades se enojó, hacía muchos años que estaba a cargo de la institución, y Radamanthys nunca le había traído problemas, era su mejor psiquiatra y lo quería casi como a un hijo.
Pero esto era realmente infantil. La justicia había determinado que ese chico debía estar custodiado por dos policías y así sería. Hades no se consideraba a sí mismo un rompedor de reglas.

Debía incentivar a Ramanthys, darle ganas de resolver el caso y también que se dejara de quejar por los malditos policías. ¿Cómo lo hacía?

-Vas a trabajar con Sagitario, él es bueno con los pacientes dificiles. -le dijo después de un rato de meditación.

Al rubio por poco se le cayó la quijada.

-¿Sagitario? -inquirió, enojadísimo. -Ese tipo no puede sostenerse en pie y queres que se quede con mi paciente.

-No es lo que quiero, Rad. -aseguró el Director. -Es lo que me estás pidiendo a gritos. Una competencia, alguien que te haga dar todo de vos...

-Por favor Hades, no lo hagas. -pidió Radamanthys, sintiendosé asqueado por el ruego, por la forma en que había salido su vos.

Es que no podía dejar que ese castaño histérico y con claras deficiencias en el terreno profesional se entrometiera en sus pacientes.

-Que se quede la policía, lo voy a tratar con ellos ahí y además lo voy a sacar a flote enseguida. -aseguró de pronto, jugándose las últimas cartas.

Hades sonrió. Lo tenía en la palma de la mano. Lo conocía desde muy jóven, desde que había entrado a la Clínica, y siempre había sido igual, lo único que le importaba era superarse. Había dado justo en el clavo.
Puso cara de que lo estaba pensando, aunque lo tenía claramente decidido.

-Esta bien, podés quedartelo solo, pero no quiero volver a oír ninguna queja.

Radamanthys se paró sonriendo y le tendió la mano.

-Gracias señor, -añadió.

Hades se recostó en su sillón reclinable y se quedó sumido en sus pensamientos de triunfo.
No era nada fácil dirigir personas, pero él tenía muchos años en el negocio. Y como dicen, el diablo sabe por diablo pero más sabe por viejo.

Radamanthys entró a la habitación que le habían ordenado a Shun Kido y evitó el soplo de resignación.
Los dos policías gemelos lo miraron con sorna, sabiendo lo mucho que le molestaban al psiquiatra.
El chico ni se inmutó. Estaba mirándo hacia la ventana en silencio, con sus rubios cabellos cayéndole de forma despareja a ambos lados de la cara.
De lejos parecía una chica, sus facciones eran muy delicadas y sus brazos eran delgados y suaves. Radamanthys pensó que ese chico hubiera tenido muchos problemas en una cárcel común, y lo cierto
es que un poco de pena, sintió.
Saludó con una cabeza a los oficiales y se sentó en una silla junto a la cama de Shun. Miró la mesita en la que los pacientes dejaban sus pertenencias y notó con cierta tristeza que estaba casi vacia. Sólo había una figurita de un ave fenix y algo escrito en japonés.

-Hola Shun, ¿cómo la estás pasando? -preguntó al paciente.

Este pareció no escucharlo y siguió mirando la ventana.

-¿Quiere ayuda, doc? -se ofreció Hypnos sacudiendo la macana que traía colgada en el cinturon.

Radamanthys negó con la cabeza. Con miedo a perder la paciencia de un momento para otro.

-Shun, ¿me escuchás? -intentó nuevamente.

El chico siguió sin responder.
Los policías largaron una risita.

Radamanthys pensó distintas tácticas aprendidas en la facultad para cuando los chicos no querían hablar. Se sintió bastante tonto utilizando el método Lovaas de premios y castigos, con un paciente que tenía mas de veinte años pero no le importó.

-Shun, si me mirás puedo hacer que te traigan una tele.

Los policías aplaudieron.

Shun no se inmutó. ¿Cómo hacer que un incendiario te preste atención?

Según los estudios, las motivaciones mas comunes de las personas que prenden fuego los establecimientos o los parques forestales son la regeneracion de pasto y limpieza del lugar y con ello ganar plata. Radamanthys desechó esta idea rápidemente. Shun era un chico que estaba estudiando el profesorado, no iba a obtener ninguna ganancia de la recontrucción de la Universidad. Otra de las opciones eran las venganzas o las disputas entre las personas que habitaban el lugar incendiado, y el psiquiatra lo anotó como una de las posibles causas. Pero para eso debería ir a averiguar al establecimiento sobre las conductas del chico.
Pensó en las accidentales, como lanzamientos de cohetes, cigarrillos...no, las descartó enseguida, había sido completamente premeditado.

Tocaron la puerta y Radamanthys se incorporó:

-¿Quién es? -inquirió desde adentro, con fastidio.

-El doctor Sagitario. -contestáron a traves de la puerta.

Pero antes que Wyvern pudiera decir algo mas, Aioros ya estaba asomando su cabeza llena de rulos dentro de la habitación.
Al psiquiatra mayor le estaba por dar un ataque.

-¿Qué queres? -ladró.

Aioros solo sonrió.

-¿Problemas en el paraiso? -dijo en voz baja, señalando a Shun con un gesto.

Radamanthys pensó que le estaba tomando el pelo, ¿qué clase de paraíso era la consulta con un paciente que prendía fuego las escuelas y con dos policías insoportables mirando?

-Tenes una idea de paraíso muy retorcida, aunque no me extraña. -contestó, mordáz.

Aioros se ruborizó un poco, pero lo ignoró:

-Pasaba por acá y te escuché llamando al paciente. ¿Será que no obtenes respuesta de él?

A Radamanthys le subieron un par de milimetros de mercurio la presión arterial, pero estaba delante de los polis que no se perdían detalle de la conversación, no quería ponerse a discutir.
Capaz al insolente de Sagitario se le ocurría algo.

-¿Tenes alguna idea? -preguntó, falsamente tranquilo.

-Ay Rad, Rad. Me extraña de vos. ¿Cómo llamas la atención de un incendiario?

Sacó una cajita de fósforos del bolsillo y prendió uno.
Al insntante Shun giró su cabeza y sus ojos verde claro brillaron de emoción.

Radamanthys apagó enseguida el fuego con un slopido y retó a Aioros:

-Es un incendiario, no un pirómano. ¿Sabés la diferencia, doctor Sagitario?

-¿La sabés vos, Rada? -contestó el aludido.

Y volvió a prender un fósforo.

Shun sonrió ahora y los polis gemelos aplaudieron. Radamanthys salió dando un infantil y poco profesional portazo.

* * *

Milo caminó hasta la sala de espera pensando en cuanto tiempo más retrasaría la reunión con Kanon, el hermano de su flamante paciente esquizofrénico. Suspiró profundo, intentando pensar en cosas más urgentes, como lo que iba a hacer ahora.
…l y Aioria habían comenzado a tratar a Hyoga Cisne, y quería investigar más de su historia con los allegados del muchacho.
Como no tenía familia, contactó con la persona que lo había llevado hasta la clínica. Un amigo.
Milo sabía que Aioria, al ser tan temperamental, no se llevaba bien con los familiares de los pacientes, así que él se haría cargo del asunto.

No había nadie mas en la sala de espera, por lo que fue fácil reconocer a la persona a la que estaba esperando.
Era un hombre joven, un poco más grande que él. Parecía una especie de drogadicto rehabilitado.

-¿Camus Acuario?-preguntó el psiquiatra.

El aludido lo miró.

-Dr Escorpio, asumo-contestó con una voz fría.

Milo hizo pasar a Camus a su despacho. Su apariencia era tan extraña que dudaba que este pudiera decirle algo que le sirviera para ayudar a Hyoga.
El pelirrojo miraba todo con sorpresa, como si fuera un lugar demasiado bonito o como si nunca hubiera estado en un sitio como ese.
Milo desechó la idea de adicto rehabilitado, al menos lo de "rehabilitado".

-¿Y bien Doc? -dijo Camus, cortando el silencio. El medico carraspeó:

-La verdad es que no sé por donde empezar. -se sinceró.

Se había puesto nervioso y su mente se había quedado en blanco.
Acuario rió, sin creerlo.

-¿Acaso quiere que empiece yo? -bromeó seductor.

Milo enrojeció, avergonzado.

-En realidad quería que me cuente lo que sabe de Hyoga Cisne -dijo en un intento de recuperar su dignidad.

Camus también se puso serio, como recordando porqué estaba allí.

-Bueno, la verdad, la historia de Hyogui es bastante dura, yo lo conocí cuando era chiquito. -marcó con la mano la distancia desde el piso. -el padre era un borracho que vivía pegándoles, a él y a Natassia.

-Su madre -puntualizó Milo y el hombre asintió.

-En Siberia, donde vivíamos, el alcohol es muy común, por el frío, ¿vió? y la mitad de los hombres trabajadores vuelven a su casa bastante pasaditos, así que nadie les daba mucha importancia ni les prestaba ayuda.

Milo empezaba a entender por donde venía la historia. La madre y el chico se unían en la desgracia y el odio al padre.

-Cuando Hyoga fue un poco mas grande, empezó a hacerle frente al viejo, defendiendo a Natassia sobretodo, no le importaban los golpes a sí mismo, pero no los soportaba contra la madre.

Camus se detuvo sumido en los recuerdos, Milo pensó que bajo su cara algo demacrada tenía unas facciones muy delicadas y bonitas.

-Un día el rubio me vino a ver, hecho mierda, el padre le había dado una paliza y él había perdido la pelea. Pensé que Cisne había matado a golpes a Natassia, pero me confesó que había sido todo lo contrario.

El medico, que ya estaba muy compenetrado abrió los ojos con sorpresa.

-¿Qué?

-Sí, la buenita Natassia se cansó de que le pegaran al hijo y le metió cinco puñaladas. Hyoga estaba desesperado pensando que su madre podría ir a la carcel por eso.

Milo se quedó de piedra.

-¿La madre mató al padre? -preguntó estúpidamente.

Camus asintió.

-Sip, y Hyoga, sólo se preocupaba por el bienestar de ella. No lo culpo, el tipo era un maldito.

Milo trató de ordenar el relato en su cabeza.

-Pero ella no fué a la cárcel...¿O sí? -preguntó dándose cuenta lo importante de este punto.

-No Doc. Nunca nadie más que yo, y ahora usted, lo supo. Hyoga vino a pedir ayuda y yo se la presté. Sí, era encubrimiento, pero no podía dejar que ese rubito se quedara solo. Así que entre los tres lo enterramos.

El medico estaba cada vez mas atónito. Camus debió notar su miedo ya que su mirada se ensombreció.

-No nos va a delatar usted, ¿no, doc?

Milo lo pensó. ¿Debía hacerlo?

-Claro que no. -respondió con fingida seguridad. Ya hablaría del tema con Aioros, pero por ahora no haría nada.

-Continuá con el relato, por favor. -pidió amable. Camus sonrió:

-¿Que, ahora como piensa que soy un asesino me trata de vos? ¿O es que ya llegamos al punto en que nos tuteamos?

Milo se ruborizó violentamente pero solo respondió con un: lo siento.

Camus tomó aire, no desconfió de él y siguió:

-A partir de ese momento su vida cambio. Ahora estaban libres y felices. A los pocos meses, parecía que solo yo recordaba el muerto en el jardín.

-¿Lo enterraron en el jardín? -se horrorizó Milo.

-No, es una forma de decir, doctor. Me refiero a que ni Hyoga ni Natassia recordaban al viejo Cisne, y año empezaron a extender su relación más allá de lo fraternal. Cuando le pregunté porqué lo hacía me dijo: "nos amamos, Cam, lo nuestro es mas grande que cualquier norma de ética y moral". No me animé a decirle nada después de esa declaración, así que lo dejé pasar. Hyogui es mi mejor amigo y yo lo banco en todas, como él a mí.

Milo anotó eso mentalmente. Si Hyoga lo apoyaba de manera incondicional a él, quería decir que también tenía sus temitas truculentos.
Cuando Camus volvió a hablar, el medico se descubrió mas interesado en la historia del pelirrojo que en la de su paciente. Se reprendió por eso.

-Hace como dos años, y tres después del asesinato, Natassia me confesó que estaba enferma, que tenía cáncer y que por supuesto no se lo dijera a mi amigo, me hizo prometerle. Cumplí y creí que estaba haciéndole un bien a Hyoga, pero me equivoqué, supongo.

El psiquiatra pudo notar la melancolía y la culpa en los ojos oscuros de su interlocutor. Se notaba que quería mucho a esa familia, por muy loca a perversa que fuera.
Camus se quedó en silencio unos minutos. Parecía un poco afectado, y Milo prefirió dejar el resto para una entrevista futura.

Luego de planearla, le agradeció su tiempo y lo observó irse, contento, por todo lo que había avanzado y porque volvería a ver a ese extraño pelirrojo.

Una vez más pensó en que estaba dejando pasar la entrevista con Kanon, pero prefirió dejar eso para otro momento.
Notas finales: Medio gracioso quedo el final, pobre Rada xD pero bueno, Aioros es el mejor y tiene que demostrarse siempre xDDDD

Besitos y ojala les guste!

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