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Cuentos de amor, locura y muerte. por Agus y Moony

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Notas del capitulo:

Hola a todos!!!

Aca les traemos un capitulo un poco corto y un tanto extraño. Lo que pasa que queríamos contar unas cosas y no queríamos que se interpusiera con el día a día de los pacientes.

Ojalá les guste, (en especial a vos, Cybe ^^). Tiene LEMON, y mucha ANGST.

 

Cuando Myu abrió los ojos, lo primero le vino a la mente, era que se había dormido en el trabajo. Era obvio que estaba en la clínica, pero no recordaba las circunstancias que lo habían llevado ahí.
Un intenso dolor en las muñecas le trajo un torbellino de recuerdos. Se las observó con decepción. Estaban cuidadosamente vendadas. Se sintió un idiota.
Recordaba todo, incluso el despertarse medio atontado en la sala de emergencias de la clínica.

Miró su gotero. No llegaba a leer la droga que le estaban administrando, pero supuso que seria un sedante, ya que era obvio que no se trataba de un analgésico para el dolor.

Siguió la tubuladura que conectaba el medicamento con su cuerpo, y notó que acababa en su mano. Se sorprendió. Tenía venas finas y ponerle el abocatt* en las de la mano había sido todo una hazaña. De repente sintió curiosidad por quien había sido el artífice de ella. Solo conocía un enfermero en esa clínica capaz de algo así.

Colocar la vía en la mano resultaba muy cómodo para los pacientes, ya que podían movilizar su brazo tranquilamente sin riesgo de romper la vena.

Miró la firma que respaldaba al responsable del trabajo.

-¡Valen!-dijo Myu sonriendo-Me lo imaginaba, que genio…

Pero súbitamente se quedó paralizado. Si su amigo se encargaba de atenderlo…
¿Eso quería decir que estaba internado en psiquiatría?

Cerró los ojos con pesar. La depresión que había sentido previa al suicidio, volvió a apoderarse de su corazón. Estaba en el lugar de sus pacientes. No era muy diferente a Shion con su trastorno obsesivo, ni al pequeño e insoportable Mu robando un cuchillo de la cocina.

Sintió que las lágrimas le empezaron a brotar de sus ojos, sin darle tiempo a contenerlas.
Aun sentía ese nudo en la garganta que se había instalado allí luego de ver las llaves de Radamanthys en el departamento de su amigo.

Había salido de allí como poseído, con el corazón palpitándole fuertemente. ¿Acaso era un error? Quizá se habría apresurado a sacar conclusiones y después de todo esas no eran las llaves de su jefe.
Pero por otro lado, conocía todas las posesiones de Radamanthys con pelos y señales, y había que admitir que cada vez que le confiaba a su amigo sus visitas al despacho del psiquiatra este se ponía muy nervioso.

La opresión en su garganta le impedía respirar con normalidad y llegó a su casa muy agitado, pensando en todo lo que le había contado su amigo últimamente.
Hacia unos minutos, al ver el estado de Valentine, el mismo se había preguntado porque había empeorado tanto su obsesión. ¿Podía deberse al hecho de estar saliendo con el mismísimo Radamanthys Wyvern? ¿Acaso necesitaba verse perfecto para él?

Apoyado contra la pared de su pequeña cocina, Myu se dejó caer hasta quedar sentado en el piso.
No podía asimilar que su mejor amigo saliera con el amor de su vida. Era como un chiste de mal gusto.
Aunque siempre había anhelado que Radamanthys se fijara en él, sabía que el medico jamás se fijaría en alguien tan inferior, así que, de alguna manera, había aprendido a aceptarlo sin amargarse. Pero si podía fijarse en su amigo…

Rompió a llorar como un niño desconsolado.
No podía volver a pensar en el psiquiatra nunca más. No debía hacerlo. Debía sentirse bien por su amigo y olvidarse de ese hombre. Se lo debía a Valentine, era su amigo, y se había reprimido todo este tiempo porque sabía lo que el sentía por su novio.

¿Pero acaso podía hacerlo? ¿Podía dejar de soñar con él? ¿Podía dejar de meterse en su despacho para sentir el embriagante y masculino aroma que todas sus pertenencias poseían? ¿Acaso…? No, no podía. Simplemente no concebía su vida sin eso.

Pero Valentine…

La solución le pegó como un martillazo en la cabeza. El era el que estaba de más.
Su amigo podría tener un lindo romance y el dejaría de sufrir tanto por algo que jamás sucedería. Era perfecto.

Mientras se trastrabillaba hacia el cajón de los cubiertos, se le cayeron los platos que dejaba secando en la mesada. No le importaron en lo mas mínimo. Alguien ya se tomaría el trabajo de juntarlos.

Buscó el cuchillo más afilado que tenía, el que solía usar para cortar pollo. Pensó que tenía bisturís en el botiquín pero no tenía el suficiente ánimo para ir a buscarlos. De cualquier manera sería el mismo resultado.

La sangre que salió de sus muñecas dejó extraños dibujos en las baldosas color crema.
Myu pensó que la dueña del departamento tendría muchos problemas para limpiarla y volverlo a poner en alquiler. Sintió un poco de culpa. Nunca lo había molestado con el pago del lugar y era muy simpática.

Mientras esperaba, se tomó un tiempo para pensar en sus pacientes. ¿Lo extrañarían? Algunos, como Dohko, quizá si, otros, como Saga, ni notarían la diferencia.
Sus compañeros sí lo sentirían, hasta incluso algunos médicos, como Aioros y sus hermanos.
¿Radamanthys? Al pensar en el médico se sintió tonto. Había tomado la decisión tan rápido que ni le había dado tiempo para mirar su foto una última vez.
Intentó pararse pero ya no tenía fuerzas. Al menos pensaría en el.

Cerró los ojos y se concentró en sus ojos ámbar y en sus cejas tupidas. Intentó mantener la conciencia y seguir pensando en ese hombre por el que vivía y ahora moriría. En ningún momento se le pasó por la cabeza si realmente valía la pena.



* * *

Aioros tomaba café en el office de los médicos.
Se sentía un poco culpable.
Siempre le habían dicho que tenía un don para descubrir los problemas de la gente. Que el los notaba con tan solo mirarlos a los ojos. Y, aunque eso le parecía una exageración por parte de unos hermanos mimosos, el sabia que tenían algo de razón.
Incluso antes de ser psiquiatra, la gente le contaba sus problemas, en la escuela, en el trabajo de medio tiempo, incluso en el colectivo.
¿Cómo había pasado por alto que un compañero de trabaja se encontraba en un estado tan profundo de desequilibrio emocional?

Cuando Shura había aparecido para comentarle lo sucedido, no había podido creerlo. Forzosamente le había tenido que pedir el caso a Radamanthys, (que estaba visiblemente afectado, para ser él) con la meta de ayudar a Myu, al menos ahora. Este se lo había cedido sin muchos miramientos y haciendo como que nada hubiera pasado, como que el hecho que había amenazado con matar a su novio era cosa del pasado. Estúpido insensible, pensó Aioros aún molesto.


Shaka había cedido al tratamiento y ahora estaba tranquilo. Por ahora no tenía nada que hacer, asi que se dedicó entonces a torturarse de su forma favorita: Saga.

Sabía que ya era problema de Milo, y cuanto menos se metiera en el asunto mejor, pero no podía evitar pensar en él cada momento que tenía libre. Incluso cuando no los tenía.
Esta noche estaría de guardia e iba a ser muy difícil no pasarla llorando junto a su cama.

Tal vez Seiya podría ayudarlo, Aioros le preguntaría si estaba de guardia a la noche también. El chico era muy comprensivo y siempre había sentido un cariño profundo por él.
Pensó también en lo tonto que era tener guardias nocturnas en el sector de psiquiatría, pero recordó porque las había tomado. Quiso convencerse de que las había cambiado con Milo para que el chico, que era más joven y mucho mas divertido que él mismo, pudiera disfrutar sus momentos libres. Pero sabía que no era totalmente cierto.

La triste verdad era que no quería estar solo en su casa de noche. ¿En su casa? Mas bien en su cama, ya que Aioria, cuando estaba, pasaba prácticamente toda la noche despierto haciendo ruido, escuchando música, viendo la tele e incluso comiendo.
Aioros se preguntaba a donde había ido a parar su crianza cuando a los veintitantos años su hermano menor se seguía comportando como un adolescente. Movió la cabeza con culpa y resignación.

Se estiró un poco en el asiento y se quedó mirando la nada, sumido en sus pensamientos.

* * *

Aiacos Garuda sufría terribles migrañas. Sólo su mejor amigo Radamanthys era capaz de sacárselas, siempre lo había sido. Medio tambaleándose por los pasillos caminó entre las habitaciones oscuras y silenciosas.

Nadie pensaría el mundo aparte que era una Clínica de noche. Una sensación de vigilia permanente que sería la delicia de los insomnes. Los enfermeros se movían en un murmullo de zapatillas, los médicos dormitaban en sus habitaciones y se despertaban de manera sobresaltada cuando había alguna urgencia. Los pacientes mas afortunados descansaban y los que no, se mantenían sedados para poder cumplir las funciones vitales. Los sonidos eran mas audibles que durante el día y la sensación de estar atrapado en una maquina llena de pitidos y luces era inquietante.

Aiacos estaba acostumbrado a eso y le gustaba. Pero no hoy. Hoy prácticamente no podía respirar del dolor de cabeza. Los ojos se le cerraban y en contra de su voluntad muchas veces se le escurrían algunas lágrimas. Tenía que ver a Radamanthys ya mismo. Grande fue su sorpresa, cuando al llegar al sector de psiquiatría escuchó la voz de Aioros Sagitario hablando con un enfermero.

Sonrió, a pesar del dolor. Pero no podía intentar nada en el estado en que se encontraba, debía buscar primero a Radamanthys.

Tocó la puerta con delicadeza y un enfermero del sector, un castaño bastante petiso y su fantasía con rulos le devolvieron la mirada sorprendidos.
Aioros enseguida se sonrojó. Aiacos sintió una punzada de ternura combinada con deseo seguida con una de dolor en la frente.

-¿Sí? –inquirió Seiya, incorporándose.

Aioros se sentó mejor y se le quedó mirando, esperando su reacción.

-¿El doctor Wyvern está? –preguntó Aiacos dando un paso para entrar al office.

-No –negó el enfermero –se fue como a las ocho, terminó su turno temprano.

Al igual que Valentine, pensó Seiya irónico, pero no lo dijo.

Aiacos sintió como si la información le hubiera dado una descarga eléctrica provocando nuevamente más dolor si era posible.

-¿Necesitas algo? –preguntó ahora Aioros, sacándolo de la nebulosa en que se había metido.

Aiacos abrió un poco los ojos, no sabía si decirle o no, tal vez lo tomaba a mal.
Pero no le importaba, estaba ahí, tan hermoso, vestido con un ambo blanco tan largo que casi le tapaba las rodillas. Bastante arrugado, adivinó Aiacos, lo que significaba que había estado acostado. El morbo le subió por la punta del pie y se le estancó en la entrepierna.

-En realidad, sí. ¿Podemos hablar en privado? –le dirigió a Seiya una mirada de superioridad.

Aioros revoleó los ojos pero el enfermero salió sin inmutarse, acostumbrado a los tratos de los médicos.

-Cirujanos…-se lo escuchó murmurar al cerrar la puerta.

Aiacos sonrió, sin darle importancia. Se sentó frente a Aioros y le comentó su problema de migraña sin dejar de observar atentamente su atractivo rostro.

-…¿Entonces Radamnthys te receta diazepam para que se te pase? ¿Algo tan obvio como eso?

Aiacos asintió.

-¿E hiciste salir al enfermero para pedirme una receta de Valium? ¿Eso es todo?

Aiacos nuevamente asintió, el dolor apenas le dejaba abrir los ojos.

-No quiero que se malinterprete que un cirujano se medica en sus horas de guardia. –contestó, seriamente.

Aioros frunció el ceño pero no agregó nada. Intentando por una vez en su vida no meterse en problemas ajenos.

-¿Queres que te haga una receta? –preguntó finalmente a Aiacos que lo miraba como si se lo fuera a comer a través del escritorio.

Este asintió por tercera vez.

-También quiero que me hagas otras cosas. –respondió, seductor.

Aioros se sonrojó violentamente, pero buscó el recetario y se dispuso a escribir.

Entre su dolor implacable, Aiacos notó con regocijo como las cosas habían cambiado, como se habían tornado hasta un punto en que quizás él saliera victorioso. Bueno, no tenía nada que perder, ya lo había rebotado tantas veces.

Pero primero tenía que sacarse ese molesto dolor de cabeza.
Agarró la receta y antes de dirigirse a la farmacia anunció:

-Esperame.

* * *

El primer beso que Aiacos le proporcionó, desestabilizó su cabeza y también la precaria cama donde los médicos pasaban sus guardias. Fue pegajoso y necesitado. Incluso un poco brusco.
Pero Aioros lo respondió. Se dejó llevar. Recordando como era cuando alguien lo deseaba, recordando cada beso que Saga le había dado con el paso del tiempo y cada relámpago de electricidad que le había recorrido en esos momentos.
No estaba sucediéndole lo mismo ahora, pero no le importaba. Estaba disfrutando, ya habría tiempo de comerse la cabeza después.

El cabello oscuro y llovido de Aiacos se le pegaba en la frente perlada de sudor. Lo hacía ver realmente atractivo y Aioros deseó quererlo con todas sus fuerzas y entregarse a él.
Pensó fugazmente en Shura, otro de sus incansables admiradores, pero lo desechó rápidamente, a Shura lo quería como un hermano, no era capaz de lastimarlo con algo así.
La mano clara de Aiacos se posicionó en su entrepierna, aún cubierta por el jean, pero Aioros se la detuvo con un gesto suave.

-¿Estás seguro que entendes de que va esto? –le preguntó, en voz baja, casi susurrándoselo en el oído.

El joven cirujano pareció estremecerse ante el contacto de los labios del otro con su oreja. Asintió, sonriendo, extasiado.

-¿Te va a servir para algo? –siguió Aioros, esta vez, tocándolo adrede.

El otro dejó escapar un ligero jadeo de placer y una vez mas sonrió.

Que así fuera entonces.
Se besaron solo un par de veces, tampoco había tanta confianza.
Aioros se sorprendió de lo fácil que le resultaba todo aquello después de tanto tiempo. Al parecer era como andar en bicicleta. Se posicionó de varias maneras mientras Aiacos se saciaba de tocarlo y besarle cada vena, cada pliegue de su piel.
Se preguntó si sería él el que lo tomaría, por alguna razón no le importaba. Con Saga lo hacían una vez cada uno, el que tuviera ganas en ese momento, nunca había sido un problema para ninguno de los dos.
La angustia amenazó con paralizarlo, y estuvo a punto de echarse atrás, pero en ese momento sintió como la boca de Aiacos atrapaba su miembro y la oleada de placer desterró cualquier signo de raciocinio.
Jugaron un rato hasta que ambos estuvieron preparados.

Aiacos volvió a besarlo, con desesperación y un sabor agridulce en su boca, algo que Aioros agradeció, ya que necesitaba volver a la realidad.
Por un momento temió que el ruido de la enclenque cama alertara a los enfermeros, pero se tranquilizó pensando que solo Seiya y Pharao estaban de guardia y ninguno iba a ser capaz de molestarlos.
Tal vez Seiya se desilusionaría un poco de él, pero no le importaba mucho. Su desilusión no se comparaba con la que sentía de sí mismo.
Aiacos lo miró con los ojos azules brillando por el deseo y la alegría que sentía y le preguntó sin palabras que quería hacer a continuación.
Aioros sólo se dio vuelta para quedar boca abajo, así sería más fácil ocultar las lágrimas que sabía que le caerían de un momento a otro.
El cabello de Aiacos ahora le recorría el cuello dándole pequeños escalofríos. Aiacos sonrió ante la escena, completamente conmovido por lo que estaba pasando.

-No quiero que te quedes con la cabeza aplastada contra la almohada. –le susurró en el oído, como anteriormente lo había hecho Aioros. –Quiero ver tu linda carita. –agregó el cirujano.

Aioros suspiró, no quería darse vuelta, no quería ver su cara y tampoco de hecho quería seguir ahí. Pero lo haría. Se había obligado a sí mismo a hacerlo, y a disfrutar.
Hubiera sido injusto con el pobre Aiacos.

Volvió a rotar sobre su eje y esto produjo una sonrisa extasiada en la cara de Aiacos, que comenzó nuevamente a masturbarlo, ahora con su mano clara y delicada. ‘Debe ser muy bueno en su trabajo’, pensó Aioros tontamente, totalmente fuera de contexto.

Cuando Aiacos no pudo contenerse más, dejó su labor y lo penetró con cuidado pero firmemente, soltando un jadeo prolongado.
Aioros también jadeó, sintiéndose nuevamente dentro de la situación que estaba viviendo.

Aiacos comenzó a moverse deprisa, sin mucho más preámbulo, pero con una sonrisa triunfante en su bello rostro. Aioros lo acompañó como pudo, desconcentrándose de a momentos y disfrutando en otros.
Cuando sabía que terminaba, Aioros se tensó, sintiéndose completamente asqueado de sí mismo, y en un sollozo contenido, eyaculó entre su vientre y la mano frenética de Aiacos.

Al cabo de unos minutos él también terminó, con un gemido ronco de verdadero placer. Se quedó sonriendo, con la frente apoyada en la de Aioros y cuando pudo recobrar el aliento le dijo al oído:

-¿Siempre terminas llorando o solo las noches de guardia?

Aioros se sintió herido en lo más profundo de su ser, pero al mirar la cara de Aiacos vió que este no sonreía y que estaba genuinamente preocupado por él.
Sonrió tristemente:

-Te lo advertí, te pregunté si era lo que necesitabas.

Aiacos asintió con la cabeza, cayendo finalmente al costado de la pequeña cama.

-A mi me sirvió, lo que me parece es que a vos no.

La voz de Seiya llamando al cirujano hizo que la conversación quedara inconclusa. Aiacos se estiró, ladró un: ‘ya voy’ y se cambió con parsimonia.
Se acomodó el pelo como pudo y le dio un rápido beso a Aioros que seguía tirado en la cama, sumido en sus pensamientos.

-Gracias grieguito. Lamento no haber sido de más ayuda.

Y con su característica sonrisa pícara, se fue.


* * *

Hacía años que Giovanni no recibía una llamada de Aioros, aun mas de Aioros llorando.
Mientras se dirigía a la Clínica a encontrarse con él, recordó cuando había sido esa última vez.

Era tarde y las horas sin su “sidekick”, como a él le gustaba llamarlo, se hacían largas y pesadas. Se había acostumbrado tanto a la presencia de Aioros, que se preguntaba como soportaba tal soledad antes. El chico había trabajado duro y al día siguiente tendría un examen práctico para defender todo lo que Gino aseguraba que había aprendido junto a él.
Había agarrado el teléfono para llamarlo cuando este le había sonado en sus manos. Vaya coincidencia.

-Estaba pensando en vos- le dijo como saludo el medico en forma seductora.

Claro que habría tenido el efecto deseado de no ser que un angustiadísimo Aioros le hablaba del otro lado de la línea.

Tardó quince minutos en hacer que Aioros parara de llorar. Y media hora más en convencerlo de que todo saldría bien, que era extremadamente capaz, y que dejara de llamarse inútil. Al parecer el estrés por el examen, había colapsado sus nervios. Después de todo, no era más que un muchacho.

Cuando el pediatra se enteró de que debería hacerse cargo de un estudiante, no lo podía creer. ¿Qué demonios podía enseñarle a un chico?
Rió al recordarlo.
Se había presentado de manera tan tímida y respetuosamente que se había llevado el primer sermón a los cinco minutos de conocerse.
El médico estaba seguro de que había visto lágrimas en los ojos verdes del muchacho.
Aun así las cosas habían salido mejor de lo que Cáncer esperaba y a los pocos días había llegado a disfrutar la presencia de ese grieguito insoportable.


Pero Aioros ya era un adulto. Y hacía mucho que no le pedía su ayuda. Por eso Giovanni había agarrado su auto y sin pensarlo dos veces había salido a encontrarse con él.


Lo descubrió hecho un ovillo en el cuarto de los médicos. Entendió de qué se trataba el asunto al entrar en la pequeña habitación. Aioros aún lloraba.

-¿Con quien?- preguntó algo fríamente. A pesar de todo, a pesar de que amaba a Aioria, aun sentía que algo se agitaba en su interior cuando veía a su sidekick con otro.

El médico balbuceó algo pero Giovanni no pudo entenderlo.
Se sentó en la cama y puso una mano grande en la cabeza llena de rulos. Con un poco de esfuerzo logró que esta quedara sobre su regazo.

-Aiacos- repitió Sagitario, entendible esta vez.

El italiano se quedó estupefacto. ¿Ese? Sabía muy bien que el cirujano estaba enamorado de Aioros, pero nunca hubiera creído que pasara de eso.

-No sé porque lo hice- se excusó el mas joven, a pesar de que no tenía porque. –Sabía que no era lo mejor, pero creí que era lo que necesitaba.

-¿A Aiacos?-lo interrumpió Cancer incrédulo.

-No, el sexo, tonto.-

Gino sonrió y Aioros también, a medias.

-¿No sirvió de nada?-preguntó luego el pediatra, esta vez con seriedad.

-En algún punto- contestó el otro- pero ahora tengo depresión y culpa.

-Ya veo.

Se quedaron en silencio unos minutos, en los que Giovanni no dejo de acariciar la cabeza con rulos. A Aioros le resultaba relajante y reparador. Hacía años que no compartían esa clase de momentos y la comodidad con que se estaba dando todo les sorprendía gratamente a ambos.

-¿Cómo te convenció?- preguntó de repente Gino. Aun pensándolo le resultaba sorprendente.

-No lo hizo- contestó Aioros un poco avergonzado- Vino a buscar una receta para el dolor de cabeza y yo—

-No digas mas- lo cortó –Sé muy bien como te pueden los animalitos sufridos.

-¿Animalitos sufridos?-

-Claro, si había alguna forma en que te fijaras en él, era si estaba sufriendo de algún modo.-explicó Giovanni, y prosiguió- Te conectas con las personas que sufren para hacerte cargo de sus sufrimientos como propios.

Aioros se incorporó de golpe, ofendido.

-¿Qué queres decir con eso?-preguntó.

-Sabes lo que quiero decir. Tenes un gran problema de autoestima Aioros, siempre fuiste así. Desde que quedaste huérfano sentís como que nadie va a querer estar con vos porque sí, por ende, buscas a la gente que tiene problemas para ayudarla, pensando que así mereces su aceptación.

Aioros negó con su cabeza. No entendía que quería decir con todo eso. ¿Qué el buscaba aceptación…?

-No es así- murmuró dolido.

-Claro que sí. Milo, Saga, yo, y siguen las firmas, sin contar a tu pacientes…

-Pero por favor Giovanni – sabes muy bien que quiero a Milo como a un hermano, y no
busqué su aceptación, ¡solo le di asilo cuando se quedó solo!, y me enamoré de Saga cuando lo ví, ni siquiera sabía que era esquizofrénico…

-Pero lo viste en tu consulta, era obvio que algún problema tenía, solo que aún no sabias cual, además, tranquilo, es algo inconsciente, no es que- -

-¿Y vos? ¿Qué problema tenes?-exigió saber- ¿O tenías?-se corrigió.-Porque claro, el hecho de que te asignaran como mi tutor para las prácticas no tiene nada que ver con mi necesidad de vincularme con vos…

-Admito que lo mío fue mucho más sutil. En esa época estaba muy solo y me resultaba difícil tener amigos y comunicarme con las personas. A pesar de que era por obligación, pasar esas horas con vos, calmaron el sentimiento de soledad que ni sabia que tenía. De repente mi vida se sintió mucho mejor, mucha mas llena.

Aioros no sabia si emocionarse por el cumplido o darle un golpe por lo que decia.

-Pero eso no es lo que importa ahora- cambió de tema Giovanni como si lo otro no tuviera demasiada importancia. -Lo que importa ahora es tu problema actual, lo que nos lleva…

El psiquiatra mas joven lo miró ofendido. Aun no había asimilado lo que el italiano le acababa de decir y este ya estaba cambiando de tema.
Finalmente intentó concentrarse en su tema actual, ya que por eso había llamado al otro. Ya habría tiempo para lo demás.



Notas finales:

¿Y? ¿Lo odiaron? ¿Les gustó?

Gracias por leer!

Besitos


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