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Cuentos de amor, locura y muerte. por Agus y Moony

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Notas del capitulo:

Como hace un año y varios meses que no actualizábamos este fanfic, aca va un pequeño previously:
Como siempre, que suene con la voz de el personaje más sexy que se imaginen:
Aioros, esta triste y desesperado porque su novio Saga cree vivir en un mundo que es producto de su imaginación (el Santuario), ya que es esquizofrénico. (Eso si lo recordaban, no?) Jaja

Asi que por eso, se encuentra con el sexy Aiacos, (que esta embobado con el arquerito) y se lo lleva a la cama (Oh, no!). Despues se arrepiente y llama a Giovanni, donde nos enteramos que tienen una historia antigua entre ellos.
Finalmente, después de algunos lios con el pobre chinito, se toma licencia.
Por otro lado, Myu, cuya principal obsesion es el inglesito Radamanthys, se entera que este  esta saliendo con su mejor amigo y decide que no vale la pena seguir viviendo,  por lo que se corta las venas. ¿Chau Myu? No, consigue sobrevivir y termina siendo paciente donde antes era enfermero! (las cosas de la vida…)
Para todo esto, Rada, que no tiene idea de lo de Myu, empieza a tener idea de que su novio, Valentine, el bulímico, ya que descubre sin querer, donde guarda sus dulces y le cae la ficha.
Hyoga conoce a Shun, ya que ahora son roomates, y tiene su primer sesión con Milo, pero acompañado de su amigo, el estrambótico Camus.
Finalmente, como para mejorar el panorama, Saga logra salir de sus ropas de patriarca y esta lúcido de nuevo.



La comida era deliciosa. O quizá el hecho de no haberla saboreado durante meses influía. Saga estaba ansioso por ver a Aioros, o a Kanon, pero sabía que no debía impacientarse o ponerse ansioso, esos estados lo ponían propensos a nuevos ataques, y por ahora quería disfrutar de su lucidez.
Había pedido a Marin que lo dejara bañarse solo, a lo que ella había accedido dejándole una pila de ropa limpia a sus pies. Había  redescubierto su cuerpo bajo la ducha, encontrando marcas y heridas que no se conocía (que seguramente él mismo se había provocado, no tenía ni que preguntarlo) y el cabello increíblemente más largo. Había pasado largos minutos solo disfrutando de la sensación indescriptible de estar bajo el agua.
Milo había llegado sonriente y agitado como si acabara de ganar una maratón, y prácticamente se había tirado en la cama para abrazar a Saga. El joven médico sentía que había sido un gran logro profesional, aunque sabía que prácticamente no había cambiado nada del tratamiento que Aioros estaba llevando, así que no le parecía bien presumir. Quizá había sido una casualidad. De todas maneras era algo que se encargaría de evaluar posteriormente, luego de que  reuniera a Saga con Aioros y Kanon.
Milo y Saga se conocían de hacía años (todos los que este último llevaba saliendo con Aioros) pero juntos en la habitación no tenían mucho que decirse, y el gemelo se sentía un poco incómodo de hacerle las preguntas pertinentes de su episodio psicótico al hermanito de su novio, que ahora resultaba, era su nuevo médico.
***
No sabía a quién contárselo, ni si debía hacerlo, pero era muy necesario para él hablarlo con alguien. Aun no podía creer que su novio estuviera pasando por algo así, y sobretodo que él no lo hubiera notado.
Los golpes en la puerta sacaron a Radamanthys se sus pensamientos.
Hizo pasar a la secretaría de Hades, que venía cargada de papeles que depositó en su escritorio.   Lo que faltaba, estúpido trabajo burocrático.
Bufó al ver el legajo al tope de la fila, con un pequeño memo pegado en la tapa.
-Dr. Sagitario, Aioros. –leyó en voz alta- ¡¿licencia?!
¿Hades le había dado vacaciones a Sagitario sin consultárselo? ¿Y por qué demonios Aioros no se lo había notificado primero a él? ¿Es que el estúpido no sabía lo que era la cadena de mando?
Maldijo un par de veces más. Luego de lo de Valentine había pensado seriamente en tomarse unos días libres para hablar del tema con su novio. Ahora ya no podría si tenía a un psiquiatra menos en el equipo.
Intentó serenarse y pensar como organizar el servicio y cubrir la ausencia de Sagitario. Él se quedaría con los más complicados y mandaría a los inoperantes pero útiles residentes a cubrir los restantes.
El último paciente que ese médico arrogante se había asignado era Myu Papillon, el enfermero.  De repente una sonrisa cruzó su apuesto rostro. Tenía entendido que Papillon era muy amigo de Valentine y probablemente la única persona que lo entendería. Quizá costara un poco abordar esos temas, debido al estado en que se encontraba su nuevo paciente, pero poco a poco llegarían a entenderse.
Se levantó con más energía y salió  del consultorio dispuesto a trabajar duro para ganarse a Myu, ayudar a Valen y de paso, demostrarle a Sagitario como se comportaba un profesional.
***
-¿Cubrir a Aioros con los pacientes D’Virgo y Libra?- leyó Aioria un papel que había en la cartelera interna de la sala de médicos.
-¿Cubrirlo de que?- repitió tontamente.
-Tu hermano se tomó una licencia-le explicó Seiya cuando lo vio con expresión confundida aun sosteniendo la notificación en la mano mientras con la otra intentaba batir un café.
-¿En serio? ¿Por qué no me lo dijo?-preguntó avergonzado de que él no estuviera enterado de nada.
-Esta mañana las cosas le salieron mal con Libra y pensó que no estaba del todo bien como médico al no preveer esa situación. Fue a hablar con Hades y le concedió una licencia por stress.
Aioria se quedó atónito al escuchar lo que le decía el enfermero, pero reconocía que últimamente a Aioros le afectaba cada vez mas el estado de su novio. Imaginó que debía ser por eso. Las cosas no estaban tan mal en otros ámbitos, ¿o sí? ¿Finalmente Aioros se había cansado de esperar al gemelo? Terminó de preparar el café, pero no lo probó.
Decidido a hacerse cargo, por primera vez, de la situación de su hermano, agarró las historias de los pacientes que ahora estaban a su cuidado para darse una leída.
Parecían bastante manejables y a punto de recibir el alta. Aioria pensó con orgullo que su hermano no los hubiera abandonado si estaban en estado crítico. Explayó las historias en la mesa con cuidado de no volcar la taza y las ordenó por estado de urgencia. Las leyó un buen rato, escuchó a Seiya entrar y salir varias veces del office, reconoció a Aioros en cada una de las anotaciones y de las indicaciones.
Finalmente pensó en su novio y en que quizá la licencia de su hermano era una buena oportunidad para contarle de su relación, ya que el riesgo de que ahorcara al italiano en algún pasillo disminuiría notablemente.
***
Kanon había llegado a la clínica sin aliento. No había parado de correr todo el camino del estacionamiento hasta la entrada. Tenía un nerviosismo que le subía desde una pierna y le atenazaba el estómago. Quería ver a Saga, sin que este lo mirara con terror, o le dijera alguna cosa ilógica.
Respiró hondo varias veces, antes de tomar el coraje para anunciarse en la recepción.
Le dijeron que llamarían al Dr. Escorpio, a lo que se quedó momentáneamente confundido hasta recordar que Aioros y el no eran hermanos biológicos.
-Se nota que leí el consentimiento-se dijo irónicamente en un intento de despejar su mente.
Milo llegó unos minutos después y le dedicó una gran sonrisa, a lo que Kanon se descubrió pensando que era muy hermosa.
-¿Aioros ya lo vió?-le preguntó ansioso, pensando que si su hermano ya había visto a su novio estaría mas relajado con el.
-Todavía no- respondió el joven médico con un dejo de angustia- Le deje un mensaje en el contestador, porque no me atendía.
Kanon asintió con la cabeza, para darle a entender al medico que entendía, porque le era imposible hablar ahora que habían llegado a la puerta de la habitación de su hermano. Hacia seis meses que no veía al verdadero Saga.
Milo parecía tan nervioso como él cuando finalmente giró el picaporte. Kanon no sabía si eso lo hacía sentir mejor o peor.
Saga estaba comiendo un postrecito mientras leía una folletería religiosa que probablemente alguien le había dejado. Parecía un niño pequeño.
Miró a su hermano con una sonrisa y Kanon sintió que parte de la angustia que lo acompañaba a todos lados desaparecía.
Los gemelos se miraron por un largo rato sin decir nada y luego el mayor saltó de su cama para ir al encuentro de su hermano.
Se abrazaron y Milo, orgulloso, vio algunas lágrimas escurrirse por los ojos de Kanon. Después de sentirse extrañamente reconfortado y cálido por haber ayudado a ese hombre que por años le había resultado “el-hermano-del-novio-de-Aioros-que-es-igual-al-novio-de-Aioros”, sintió que sobraba en esa habitación dónde dos personas iguales de cuerpo pero bastante distintas de mente se abrazaban y en silencio, dio media vuelta y se fue satisfecho. Solo quedaba Aioros.
Saga era prácticamente el mismo que solía ser antes de caer en esas alucinaciones que lo habían tenido perdido tantos meses. Incluso se hallaba confuso en el tiempo, ya que no recordaba cuanto había pasado.
Kanon no sabía si eso era bueno o malo para su hermano y se anotó mentalmente preguntárselo a Milo luego.
Le contó a Saga  en lo último que había estado trabajando y en como seguían las cosas con la familia.
Sabía que, aunque estuviera lúcido, debido a su patología, Saga nunca prestaba demasiada atención a lo que uno le hablara, porque simplemente  perdía el hilo de la conversación. Kanon quiso saber, de repente, si él también era esa clase de persona, y con desesperación, se encontró con que no tenía a nadie de confianza para preguntarle. Quizás no había llegado al límite de alucinar, pero tal vez, todo este tiempo que se presumía sano, había estado dejando a los constructores con la palabra en la boca mientras debatían sobre metros cuadrados y presupuestos, de la misma manera que Saga lo estaba haciendo con él ahora.                                   La angustia disminuyó un poco al aparecer momentáneamente la figura de Milo en sus pensamientos, como un salvador con criterios clínicos a los que preguntárselo, pero Kanon no estaba muy seguro que solo fuera por su sapiencia como psiquiatra.
Lo despejó de su mente por ahora y siguió disfrutando de la sensación atenazante llena de adrenalina que le producía estar con su hermano.
Se quedaron juntos bastante tiempo, y aunque se siguió exasperando y angustiando cuando su hermano hablaba en esa voz tan baja y mezclaba las palabras en algunas frases, se sentía feliz por volver a verlo bien. Se dijo que ya conocía esa parte de Saga y sabía que era esa maldita enfermedad la que lo provocaba y estaba acostumbrado. De última no era tan malo. Las alucinaciones eran otra cosa. Ya lo charlaría con Milo.
***
Aioros miraba con aire ausente a  los chicos que jugaban en la plaza. Desde que había salido de la clínica no había querido volver a su departamento, porque si sabia que si se encontraba allí solo, la angustia lo abrumaría.
Aun recordaba los ojos aterrorizados de Dohko y sentía como la culpa abría un hueco en su estómago.  
Desde que estudiaba y hacía las residencias le había costado dejar de creer que si los pacientes no mejoraban o direcamtente empeoraban toda la responsabilidad era suya. Su tutor,  ahora colega, se reía de él y le decía que ni los cirujanos se culpaban tanto si algo salía mal. Que  las patologías mentales eran tan volubles e inestables, tan desconocidas aun para el hombre, que era imposible adelantarse a todas sus reacciones. Que se alegrara de haber nacido en una época en que no lobotomizaban a los pacientes. La forma en que el italiano curvaba la boca para decir lobotomizaban en su pésimo griego, seguía siendo un recuerdo muy vívido.
Pensó en Giovanni y en su encuentro reciente y eso lo turbó. En su mente floto el rostro de Aiacos y tuvo unas nauseas repentinas. Miró a todos lados pero nadie lo había notado. Unas madres con bolsones a juego estaban sentadas cerca, pero no le prestaban atención y solo tenían ojos para sus críos que correteaban felices. No sabían de crisis económicas sociales o de bonos o de ajustes.
Aioros los envidió. Tampoco sabían de engaños y de culpas. Su novio estaba atado a una cama, siendo incapaz de ir al baño solo, y él se estaba revolcando con la primera voz seductora que había pasado cerca de su puerta.
Se apretó el estomago, para aminorar el malestar y lentamente se levantó del banco en que se encontraba para empezar a caminar rumbo a su departamento. Necesitaba calmarse bajo una ducha bien caliente y alejarse de ese mundo irreal donde todo es alegría y bienestar.
Las escasas cuadras que lo separaban de su destino, las pasó buscando inconscientemente excusas para su encuentro con el cirujano.
Aiacos lo miraba con un deseo, que ni en las mejores épocas de Saga veía en él.
El sexo con su novio siempre había sido romántico y satisfactorio, pero el gemelo era incapaz de sentir ese deseo sexual tan  salvaje e instintivo. Aioros sabía que estaba relacionado con su patología, sabía que los esquizofrénicos podían desviarse hacia la falta completa de líbido o a la voracidad y bromas continuas. A Saga le había tocado el primero.  Aioros lo entendía,  lo suyo había sido a base de prueba y error, y con mucho esfuerzo por parte de ambos, habían llegado a una intimidad casi ensayada que a los dos les había bastado.
Pero hacía seis meses que no tenía ni eso.
Seis meses de fidelidad absoluta, manchados por un instante de debilidad. Se sentía el peor.
Llegó a su departamento al fin,  y se sorprendió al ver que su teléfono titilaba con varios mensajes. Se apresuró a sacar de su mochila el beeper y el celular, recordándolos por primera vez desde que había dejado la clínica. Tenía varios mensajes de texto y algunos correos de voz.
-Maldición -dijo, con los dedos temblorosos, pensando paranoicamente que le había pasado algo a algunos de sus hermanos o a Saga.
Los mensajes de texto eran de Milo y todos le urdían a que escuchara los mensajes. Con un suspiro de alivio se acercó hasta el teléfono de línea. Era mucho más fácil acceder a ellos. Quizá solo quería preguntarle algo de uno de sus pacientes.
Se quedo paralizado cuando escuchó el primero. La alegría en la voz de su hermano le trasmitía una corriente de emociones.
La necesidad de ver los ojos verdes de Saga, reconociéndolo y sonriéndole, y la vergüenza que le impedía hacerlo chocaban en su cabeza de forma tan fuerte que le dolía.
***
Mu no dejaba de incordiar a Afrodita, lo que provocaba que este chillara, y que los demás chicos lo miraran con desconfianza.
El Dr. Cancer miraba a todos sus pacientes desde un escritorio que había en el cuarto de juegos.
Teneo  jugaba con plastilina, haciendo pequeños monigotes que luego corría a regalárselos, por lo que tenía gran parte del escritorio lleno de ellos. Era un niño tranquilo que pronto se iría a su casa totalmente recuperado de un ataque psicótico producido por una dependencia a los videojuegos. Increíble pero real, los últimos estudios realizados en España indicaban que entre los niños de 9 a 14 años, un 8 y 10 % tenía tendencias adictivas a las consolas. Había varias explicaciones, pero la verdad que todas radicaban en la falta de atención familiar.
Dégel, más allá, escribía sin parar en una libreta. Un pasado de abuso, físico y sexual, lo habían llevado al aislamiento  y en varios meses, la única forma de comunicarse que había encontrado Giovanni era leer lo que el chico ponía allí, que no era muy alentador. A veces describía con detalles las violaciones  y el médico hacía un esfuerzo sobrehumano para no correr a la casa del chico y apalear a sus padres por haberlo descuidado tanto.
Un grito, ahora de Mu, atrajo su atención y al levantar la vista vio que Valentine corría hacia los jóvenes.
-¿Qué pasó?-dijo con voz firme al llegar a ellos.
-Doctor Gino, Doctor Gino, Doctor Giiiiino- gritaba Mu, para nada adolorido.
-Afrodita mordió a Mu-explicó el enfermero, que aun sostenía al chico rubio.- se lo tuve que sacar de encima.
Giovanni le dirigió una mirada dura a su paciente preferido.
-¿Por qué hiciste eso Afro?-inquirió
-Afrodita mordió a Mu-repitió este entre dientes.
-Si, ¿Por qué lo hiciste?
-Mu malo, Gino- dijo como toda explicación.
El doctor miró a Valentine y ambos retuvieron una carcajada.
-¿Se puede quedar solo Doctor? Tengo que ir a curar a Mu.
Giovanni asintió despreocupadamente, y observó como el enfermero sostenía el brazo herido del paciente mientras este, excitadísimo le preguntaba toda clase de cosas y se miraba la sangre con los ojos como platos.
Algunos chicos  que se habían acercado volvieron a sus actividades y el Dr. Cancer se quedó frente a Afrodita.
El joven le sonrió, al ver que finalmente se había desecho de su acosador.
-Mu malo, Gino-repitió.
-No se hace eso Afrodita-lo regaño.
-Pelo Afro no.-explicó.
-Nada, no hay excusa jovencito, no se le hace eso a un amigo, ni aunque te toque el pelo-
Afrodita le mostró una trenza a medio hacer que tenía en las puntas de su cabello rubio.
-Nada Afro.
El chico, al no verse respaldado dio media vuelta y se alejó, visiblemente enojado.
Giovanni regresó a su escritorio pensando en que tenía que ponerle mas limites a ese niño. Cosa que se le hacía imposible.
* * *
Myu ya se encontraba en una habitación privada. Se rió al darse cuenta que si no hubiera sido porque trabajaba en la clínica nunca hubiera podido costearse una internación así. La Clínica del Dr. Hades no atendía sueldos de enfermeros. Se miró las muñecas aun cubiertas. Recordaba vagamente cuando Marin había venido a cambiarle las vendas. Lo había mirado con aire de preocupación maternal y le había cambiado las sábanas. No era necesario, él se podía movilizar tranquilamente, pero estaba demasiado sedado para hacerlo.
Supuso que los médicos tenían miedo que intentara otro nuevo ataque contra si mismo, y habían tenido respeto en medicarlo en vez de atarlo a la cama como él mismo había hecho varias veces con pacientes suicidas.
Entre las nubes de fármacos la palabra suicidio le golpeó con fuerza. Había sido capaz de algo así, ¿por qué? ¿por amor? ¿por descubrir la traición –que no era tal- de Valentine? No quería ni podía pensar en un momento así, pero lo cierto es que todos sus instintos le obligaban a hacerlo. ¿Qué tan enfermo estaba para cortarse las venas? ¿Era peligroso..?
-Papillon, soy el Dr. Wyvern. –lo interrumpió una voz seria.
Myu parpadeó en el soponcio que le infligía la sedación, pero no pudo dejar de notar como la figura que adoraba y que ocupaba todos sus pensamientos y deseos se corporizaba en la habitación junto a él.
¡Radamanthys estaba sentado al lado suyo!
-¿Papillon? Repitió. Su acento inglés se hizo notorio a medida que se ponía mas nervioso.
-S-si, doctor, ¿qu—qué necesita? –le preguntó, con esfuerzo.
-¿Pero qué--? Inquirió Radamanthys sorprendido. Y luego noto el suero que le ingresaba a su recién adquirido paciente.
-Demasiada alta la dosis de diazepam. –comentó en voz baja, más para si mismo que para Myu.
-Esperame acá. –le indicó a Papillon que intentaba darse vuelta para mirarlo mejor.
No voy a ir a ningún lado. Pensó Myu cuando lo vio salir sin explicaciones.
***
Hacía apenas nueve horas que había salido de la clínica pensando en tomarse un respiro de ella,  y ya estaba cruzando la puerta de nuevo.
Luego de enterarse de lo de Saga, se había pasado largos minutos bajo la ducha, decidiendo que hacer.
Había optado por omitir la terrible culpa que sentiría al ver a su novio sonreírle luego de haberse acostado con otro, solo por volver a verlo bien y abrazarlo por horas.
Se dijo que Saga no tenía porque saberlo, y mucho menos ahora, y que podría olvidarse de ese instante de desesperación y deseo absurdo.
Tomó el ascensor para el personal y caminó apresuradamente por el pasillo del ala de psiquiatría ante la extrañada mirada de Pharao, que seguramente ya estaría al tanto de su licencia.
Buscó a Milo antes de meterse en la habitación de Saga. Quería agradecerle por todo.
Lo descubrió en la sala en una sesión de terapia de grupo con algunos pacientes.
Ver el rebelde cabello de su novio cerca del ventanal que daba al balcón le aceleró en corazón. No quería que el resto de los internos lo vieran interactuar románticamente con Saga, así que, aunque cada célula de su cuerpo le gritara lo contrario, decidió ir a esperarlo a su habitación.
Le daría una sorpresa cuando apareciera después de la recreación que ya estaba por terminar.
***
Prácticamente no conocía a nadie, por lo que se había recluido cerca de la ventana para mirar el paisaje.
Algunos de los otros pacientes lo habían mirado con desconfianza, supuso que ellos tampoco lo reconocían.
Había logrado sacarle a Kanon que hacía varios meses que llevaba catatónico en su propio mundo, aunque no recordaba nada de el. Su hermano se había quedado un par de horas, pero un llamado desde su oficina se lo había llevado con la promesa de que volvería antes de que terminaran los horarios de visita. Para combatir la soledad Milo la había llevado hasta la sala de recreación, donde se podía ver la tele, jugar a algunos juegos de mesa  y mirar los terapéuticos jardines traseros de la clínica.
Su nuevo médico le había ofrecido la terapia de grupo, pero todavía estaba un poco confundido como para integrarse.
Estaba cansado, con la lucidez habían vuelto los odiosos efectos secundarios de la medicación y se sentía mareado y agotado, pero quería ver a Aioros antes de irse a dormir.
Alguien le toco tímidamente el hombro y se volvió para ver a un hombre rubio con una expresión de paz.
-Creo que te están llamando-le dijo con una voz suave y relajante. Aunque estaba vestido como paciente, Saga creyó que toda su apariencia era terapéutica.
Miró hacia atrás y descubrió que la terapia grupal había terminado y que Milo lo llamaba para retornar a su habitación.
-Gracias-le dijo al rubio ofreciéndole una sonrisa, y se levantó lentamente para combatir el vértigo.
No habló camino a su habitación y Milo tampoco acotó nada.
El medico le abrió la puerta gentilmente y una gran sonrisa apareció en sus labios. Saga sonrió también, sintiendo como su estomago se llenaba de mariposas.
* * *
Radamanthys se había ido, pero dijo que volvería –pensó Myu con esperanza al comprobar que todo el esfuerzo que le había llevado rotar en la cama había sido en vano. Tuvo un impuslo de arrancarse la sonda sedativa que lo alejaba de su rubio amor, pero pensó en Valentine, su amigo, y no lo hizo. Esperaría pacientemente –cómo él siempre indicaba a los internos que lo hicieran- a que el doctor volviera.
Y sucedió al fin. Con una sonrisa de superioridad en el rostro, y con un Seiya muy fastidiado detrás suyo, el doctor Wyvern ingresó a la habitación.
-Myu, ¿cómo estás? –saludó el enfermero cambiando el semblante y tornándolo más comprensivo.
Un gruñido salió de los labios del enfermo. La cara de Seiya volvió a cambiar, esta vez en preocupación y culpa.
-No me había dado cuenta que la dósis era tan alta que apenas podías hablar. –se disculpó.
Al final era cierto que Aioros no andaba bien y que necesitaba urgente las vacaciones.
Cambió el Baxter por uno limpio y sólo le añadió algunos analgésicos suaves y con un goteo lento, que permitiera a Papillon la menor cantidad de dolor posible y la mayor cobertura de tiempo.
Radamanthys pareció feliz y satisfecho cuando Seiya se fue.
-Gracias. –dijo, sonriendo cómplice.
-¿Por qué? –preguntó Muy sintiendo que comenzaba a despejarse.
-Por tu numerito del paciente dopado. –Radamanthys se extrañó que le preguntara tal cosa.
Myu sintió como los colores de la vergüenza ascendían por su rostro.
-Es que yo también quería que la disminuyeran. –se justificó.
Radamanthys le quitó importancia con una mano y se sentó nuevamente junto a él. Myu sabía que si no hubiera sido por el diazempam algo mas que la vergüenza hubiera ascendido en su organismo. Se sintió aliviado al comprobarlo. Miró al médico que hablaba lentamente mientras le tomaba los datos de la ficha junto a la cama.
La forma en que se movían sus labios era completamente hipnotizante, y Myu sintió la necesidad imperiosa de tocar esos labios con los dedos.
Aceptó que estar alejado de ellos bien valía el suicidio. No quería volver a sentir el dolor de estar separado de aquel hombre.
-¿Papillon?
Myu se dio cuenta que estaba perdido en sus fantasías y que hacía rato que Radamanthys había empezado la sesión.
-¿Estás de acuerdo?
-Perdon, doctor, la verdad es que no lo estaba escuchando.
El gesto de fastidio de Radamanthys fue palpable, pero al enfermero se le antojó delicioso.
-El doctor Sagitario se fue y te voy a atender yo, ¿estás de acuerdo? –repitió.
Myu asintió, sorprendido que el doctor Sagitario simplemente se hubiera “ido”, pero no le importaba en lo más mínimo.
-Bueno, a lo que vinimos. –comenzó el rubio, inspirando profundo y mirándolo fijamente.
-¿Por qué? –inquirió con voz calma y segura.
Radamanthys era esa clase de psiquiatra. Los que acribillan al paciente a preguntas y lo fuerzan a ahondar en el trauma. Era una versión amarga de la psiquiatría, pero también bastante eficaz y rápida. Muchos de los pacientes terminaban con angustia, pero era problema del psicólogo, decía siempre Radamanthys en las reuniones mientras Hades se reía.
Myu quiso decirle la verdad.
Y lo hizo:
-Por usted, doctor, porque es la razón por la que me levanto cada mañana y me enteré que tenía una relación con mi mejor amigo que es la persona más importante en mi vida.
Radamanthys se quedó helado.
 
 

Notas finales:

Gracias a todos y a todas, y en especial a Cybe, Sofhi y Miiza que son nuestras Kyotas xDD Las queremos, perdon por esta desaparicion tan larga.

Besitos


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