La msica sonaba tan fuerte que a duras penas poda orlo; supo que le hablaba a l.
—Y? Qu dices?
Quizs cansado y avergonzado de preguntarle una y otra vez, slo asinti.
La afirmacin que el pelirrojo necesit para robarle el beso que reclamaba.
***
Lo esperaba; lo esperaba como siempre, a las 23:26 horas en la entrada de su departamento.
Pero supo que ya no llegara… nunca ms.
Tal vez en otra vida, cuando reencarnasen.
No olvidaba que a l todava le quedaba una ms por vivir.
***
Un papelito, luego otro que impact en su sien; volte, fastidiado. No pensaba darle las respuestas del examen, no hasta haberlo castigado lo suficiente por mantenerlo toda la noche en vela, haciendo cualquier otra cosa menos estudiar.
Adems… ni l poda, en ese momento, hallar el resultado.
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—Nerd…
—Mono…
—Cuatro ojos!
—Feo!
—Homosexual!!
—Asexual!!
Ok, Ishida haba ganado.
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Sus manos temblorosas buscaron apoyar la punta en el reducido orificio, abrindose camino con suma dificultad. Aquella labor le result tan placentera que al final comprenda los motivos de Uryuu para realizarla.
En pocos minutos el botn qued mal cosido; mal, pero cosido al fin.
***
—Es tu novio? —La pregunta de fuego que ningn hijO quiere or.
—No.
—Tu amante?
—No —se ajust los lentes.
—Tu amigo? —otra negativa—Qu es, entonces?
—Mi nuevo pasatiempo favorito.
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No era tan grave como para ponerse as, errar es humano. Cualquiera puede equivocarse de nombre estando en los brazos de otro.
***
Le haba pedido que modelase la ropa para l. Acept, contento y lujurioso. Lo que nunca le dijo era que se trataban de diseos femeninos.
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A qu idiota se le puede ocurrir hacerle un vestido rosa al gigai de un HOMBRE? Esto significaba dos cosas:
1) Uryuu estaba trastornado.
2) Lo haba visto desnudo.
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Una mano posada sobre su glteo, golpeando fuerte, y la vaga excusa de “tenas un bicho”
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Zabimaru atraves sin piedad el corazn del ltimo Quincy.
Slo de esa forma podran envejecer juntos, sin mundos de por medio.
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—Te amo —le dijo el Quincy lo ms serio y formal que pudo serlo pese a su borrachera—: te ha mordido un perro—y estall en carcajadas.
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Olfate el ambiente:
—Estuviste fumando? —inquiri juicioso y alarmado.
—No~ —El tono forzado de su voz lo delat.
Renji supo que haba una forma infalible de averiguarlo:
—S, estuviste fumando, Ishida —reproch una vez que se distanci de sus labios.
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—Qu es eso? —seal el teniente.
—Ropa interior —obvi sin dejar de hurgar en su cajn—Nunca usaste en tu vida?
—No… “Eso” —puntualiz tomando entre sus dedos el delgado dildo que el -ahora plido- Quincy haba olvidado esconder.
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Limpio; todo el departamento tena que quedar impecable, pero la toalla hmeda sobre el suelo del bao arruinaba su “obra de arte”:
—Abarai!
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—Y?... Qu haces? Estudias, trabajas? —dio una fuerte pitada al cigarrillo.
—Soy shinigami, seor.
—Shinigami —musit—. Pero cuando ests en el mundo humano Qu haces?
—Cazar Hollows, seor.
—No sabes hacer otra cosa?
—“Follarme a su hijo, seor” —Lo pens, pero en respuesta rompi a rer con estrpito desconcertndolo.
***
Silencio; excepto por los ruidos nocturnos, siempre presentes.
Bostezo. Renji estir sus brazos, aburrido.
Dio vuelta la pgina, quebrando ese mutismo.
Estara toda la condenada noche leyendo?
Sonrisa, macabra y ladina.
Tom el libro y sali corriendo.
Por qu nunca poda leer en paz cuando Abarai lo visitaba?
Ya… en la maana buscara el compendio; su “nio” grande le estaba reclamando atencin.
***
—Me duele Abarai, eres muy bruto.
Qu le hizo pensar que su afirmacin “soy un excelente masajista” era cien por ciento cierta?
—No, es que t eres un blandengue. Cllate y qudate quieto y ya vers que bueno soy en lo que hago —sus manos siguieron recorriendo la anatoma del joven.
—A-Abarai… —balbuce rojo de vergenza—Ah termina mi espalda.
—Shh! Qu dije Ishida? —reprendi.
El Quincy obedeci: silenci y permaneci inmvil en la posicin.
***
De un color tan vivo como sus cabellos.
Rojo, como un corazn.
Su mano cubierta por la sangre que brotaba de esa herida.
Que inslito darse cuenta, recin en ese momento, de cuanto lo amaba… y qu lstima que ya fuese tan tarde.
***
Cmo haba averiguado su direccin? No lo supo, pero en su puerta aguardaba el teniente de la sexta divisin.
—Qu haces aqu?
El otro, en respuesta, le extendi con algo de dificultad su gigai.
—No confo en Urahara ni en Kon Puedo dejrtelo?
Se ajust sus lentes antes de contestar austero:
—Y qu te hace pensar que yo no le har “cositas”?
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