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A Reason To Live por elyon_delannoy

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Notas del capitulo:

Les recuerdo que esto ya es viejo y lo estoy copiando tal cual esta en ff.net...por lo que las notas de los capis pueden resultar ridículas y algo desfasadas en el tiempo xD (como cuando digo que trabajo en el tercer capi y que lo subiré la semana que viene =P)

 

Las advertencias ya fueron hechas en el capitulo anterior.

Estos primeros capítulos son algo...fomes, porque en realidad no he pensado mucho en ellos y porque son más bien bastante introspectivos. Al menos en este ya hay un poco de interacción entre los nenes =D

Gracias al campo y al rio en una tarde de verano, fui capaz de empezar el tercer capi de la nada...espero subirlo la proxima semana. Como ya dije antes, cualquier idea para llegar a tal capitulo xD, es bienvenida :P

Gracias a los que han leído ^^

 

 

Tired.

No se alejó demasiado del templo de Athena pero si se preocupó de esconder su cosmos lo mejor que pudo y de escoger los peñascos más escondidos de los alrededores para sentarse. Después de todo, no quería enfrentar las preguntas respecto a su comportamiento que, de seguro, le harían los Santos al salir, si llegasen a toparse con él.

La frustración nuevamente corría por sus venas al rememorar lo acontecido minutos atrás. Odiaba esa sensación fuera de su control, que iba y venia a su antojo. Pero esta vez, de la mano de su frustración, se cernía sobre sus hombros una sensación de vacío. Una sensación de desorientación que le impedía pensar y sentir con claridad, acrecentando el conflicto entre lo que deseaba y lo que sabía era su deber. El agotamiento frente a dos siglos de fiel servicio contra la necesidad de no tirar esos mismos años y esfuerzos por la borda.

¿Qué pretendía Athena dándole esa nueva vida? ¿Qué esperaba que encontrara; de qué otra forma quería que le sirviera si ya había hecho lo sobrehumanamente posible por ella? Comprendía la necesidad de que permaneciera con vida hasta la pasada guerra contra Hades; como sobreviviente de la Guerra Santa de hace dos siglo poseía un conocimiento fundamental sobre el transcurso general del conflicto. Pero ¿y ahora? De seguro dentro de los nuevos santos había gente más capaz y mucho más dispuesta que él para tal tarea. Como tantas otras veces, las maquinaciones de su Diosa eran un idioma completamente desconocido para él. La diferencia es que en esta ocasión no era capaz de obedecer ciegamente.

Levantar el santuario, había dicho ella. Eso si podía traducirlo: preparar y reclutar más soldados para enfrentar las nuevas guerras. La reconstrucción de la que hablaba la Diosa no era más que el rearme de sus fuerzas bélicas.

Dohko suspiró. Si hace años ese habría sido un buen motivo para enfrentar lo que se pusiera por delante, en ese momento no lograba concebirlo como un motivo para continuar. ¿Cómo enseñarles a sus alumnos a usar la fuerza de su corazón para combatir en nombre de Athena, para que estuviesen dispuestos a morir por ella a edades demasiado tempranas, cuando ni siquiera él tenía deseos de hacerlo?

Durante más de dos siglos ese fue el motor de su vida. Luchar por Athena, honrar a los caídos combatiendo al límite de sus fuerzas, transmitir sus conocimientos a los más jóvenes para impulsarlos por el mismo camino, enseñarles a olvidarse de si mismos por un bien mayor.

Por el bien de Dioses para los que no somos más que herramientas, pensó con rabia para arrepentirse inmediatamente segundos después. Athena también era misericordiosa. No sabía si decir justa luego de este suceso pero siempre había demostrado respeto y aprecio por sus caballeros. Estar conciente de que se encontraba en un estado de profunda negativa lo hacia sentir aún más agobiado. Sintiéndose de aquella forma, desmotivado frente aquella nueva vida, sólo era ir en contra de su naturaleza. Sonrió con pesadumbre, la apatía lo carcomía y tan solo llevaba un par de horas de vuelta.

Levantó la cabeza para fijar la vista en las estrellas que se esparcían a millones de kilómetros de distancia. La desventaja de vivir tantos años, se decía, es que los recuerdos se acumulan en cantidades tan grandes que es imposible no estar repasándolos constantemente. Y eso era lo peor. Es cierto que tenía recuerdos agradables y hermosos, pero su vida como guerrero favorecía aquellos llenos de dolor.

Haciendo memoria, podía recordar perfectamente que para la primera guerra contra Hades, su juventud era el factor primordial en su disposición a luchar. Recientemente había recibido su armadura dorada y la fuerza de voluntad, la impulsividad, la pasión y el oculto deseo de querer hacer algo grande por la humanidad, que caracterizaron sus primeros años como santo, siempre serían más fuertes que cualquier enemigo que pudiese enfrentar. Además, estaba Shion con su sentido del honor y esa grandeza que emanaba a borbotones, regalándole una amistad que le obligaba a hacer promesas de aquellas que involucraban la vida, el alma y todo cuanto tuviera cerca con tal de cumplirla. De todo eso, no quedaba nada salvo la presencia de Shion. Quien también había sido revivido después de años de servicio. Quien no debería haber mostrado tan buena disposición y debería haberse sumado al rechazo de la medida tomada por Athena.

Enfurruñado, agachó la cabeza nuevamente y fijó la vista en sus pies, que intentaban desquitarse pateando las piedrecitas sueltas bajo ellos.

En espera de la segunda guerra contra Hades, sólo su sentido del deber lo hizo mantenerse firme. Se le había encomendado una importante misión y de que la cumpliera dependía en gran parte la seguridad de la humanidad. Se dedicó a entrenar nuevos guerreros, a guiar a los caballeros ya existentes, a investigar cada movimiento que pudiese indicar un nuevo enfrentamiento contra los dioses. Y nuevamente se lo había prometido a Shion. Sin embargo, aquellos fueron los peores años. Las imágenes de la anterior guerra vivirían frescos en su mente por muchos años, sintió morir a muchos compañeros de armas sin poder intervenir ya que no debía abandonar su lugar en Rozan. Crió a muchos jóvenes caballeros para verlos morir al cabo de unos años. No quería recordar el número exacto de estudiantes que había tenido que enterrar pero estaba seguro de que no quería pasar por eso de nuevo. Pensó en Shiryu; en qué pensaría al verlo tan abatido y sin ganas de nada. Y pensó en Shunrei, la muchacha a la que había criado como su propia hija. Era conveniente que no la volviese a ver, ya había estado en peligro una vez, no quería exponerla nuevamente. Además de que su nueva apariencia podría ser un poco chocante para ella. Sentía que para esta ocasión ya no le quedaba nada por lo que pelear. Salvo, claro, su Diosa.

- Si me pidieran adivinar…- Dohko levantó la vista de golpe al escuchar la profunda voz a sus espaldas pero no volteó. No quería que notara que, además de lo deprimido que estaba, no se había percatado en absoluto de su presencia -… diría que no estas muy contento con toda esta…"resurrección".

- ¿Qué haces aquí Kanon?

- Lo mismo que tú, al parecer – respondió el geminiano sentándose junto a él y clavando la mirada en las estrellas – Bonito lo que hiciste allá adentro. Y gracias. No habría podido arrancarme de allí si no lo hubieses hecho.

Dohko resopló molesto. No necesitaba esto. No en esos momentos. Kanon observaba su reacción de reojo.

- Si te sirve de algo…- comenzó a decir nuevamente el geminiano, no muy seguro de si Dohko realmente le prestaría atención - …esto no me gusta más que a ti.

El Santo de Libra volteo a verlo. Había pretendido ignorar al gemelo, pues sabía que no escucharía nada que no tuviese el fin de hacerlo perder la calma, pero no se esperaba aquella declaración. Esperaba que Kanon se sintiera molesto con la situación, pero no esperaba que se lo admitiera tan abiertamente a cualquiera. Kanon miraba al frente, perdiéndose por momentos en algún lugar escondido entre los peñascos que daban al mar, antes de continuar al no oír respuesta de Dohko.

- Creí que esta…vida, si la puedes llamar así, acabaría en el Inframundo. Y creí que moriría haciendo algo lo suficientemente grande y honorable como para opacar todos los errores que cometí. Que ya no tendría que preocuparme por sentir culpa ni nada. Y aquí estoy, con las memorias más frescas que nunca. – Hizo una mueca, como si no creyese que había dicho todo eso en voz alta – Quiero decir, si querían revivirnos y ponernos a pelear nuevamente, ¡al menos podrían habernos borrado la memoria o algo! ¿No crees?

En ese momento Kanon volteó a mirarlo a los ojos. Sus labios se curvaban en una gran sonrisa y Dohko podía ver la risa bailando en sus pupilas, como si lo que acababa de decir fuera algo realmente gracioso. Dohko solo pensó en lo estúpido que el geminiano podría ser a veces, mirándolo algo sorprendido. Sin embargo, el otro caballero tenía razón.

- ¿Qué es lo que te ocurre? – volvió a hablar Kanon – Sé que lo que yo he pasado no debe ser ni un cuarto de lo que tu debes haber visto, pero no es común verte perdiendo el control. Se supone que eres el más optimista y relajado de todos. ¿No te golpeaste la cabeza al despertar o algo por el estilo?

Kanon se llevó una mano inconcientemente a la nuca y Dohko tuvo que hacer esfuerzos para no recalcar el hecho, aun cuando no pudo evitar levantar una ceja, ligeramente divertido. Estaba claro que el muchacho no había tenido un despertar libre de accidentes. Dejó escapar pesadamente el aire que se había acumulado en sus pulmones. Kanon había confesado más de lo que al parecer estaba dispuesto a admitir. Bien podría devolverle un poco de la confianza entregada diciéndole algo, aun cuando ni él mismo le hubiese puesto un nombre a lo que sentía hasta ese momento.

- Creo que solo estoy cansado – terminó siendo más simple de lo que esperaba y aunque sospechaba que no necesitaba decir más, su lengua tenía otros planes – No quiero ver a más niños sacrificando sus vidas por cosas como estas. No quiero enterrar más alumnos. No quiero perder más amigos. Estoy cansado de hacerlo. Se supone que estas vidas tienen fecha de expiración temprana…la mía ha sido al menos diez veces más larga que la de cualquier otro santo. Y puedo comprender que le hayan dado esta oportunidad a los demás; a Aioros, Aioria, a Shura, incluso a ti. Tienes toda esta nueva oportunidad para arreglar las cosas con tu hermano. Pero, en mi caso, no tengo la voluntad para hacer todo de nuevo.

- Dohko, estuviste doscientos años sentado frente a una cascada. Esa fuerza de voluntad no desaparece de un momento a otro. Por doscientos años resististe un sin numero de penurias…- Al escuchar las palabras de Dohko, Kanon sintió la desesperante necesidad de entregarle una salida. No sabía bien porqué pero se le hacia insoportable oírle hablar de esa forma. A él precisamente, el optimismo en persona - … ¿Qué diferencia harán, cuántos, 20 años más si tenemos suerte, 40 si tienes un ángel demasiado bueno cuidándote las espaldas?

- Es diferente – contestó Dohko, mordisqueándose el labio.

- ¿Por qué?

- Porque aquellas veces tenía ideales que proteger y una misión que cumplir – replicó ignorando la mirada estupefacta de Kanon y sonriendo con tristeza. Al final, todo se reducía a eso – Estoy harto y ya no tengo nada por lo que pelear.

Y antes de que el gemelo pudiese hacer más preguntas y siguiera hurgando en sus sentimientos, se levantó y sin despedirse, se dirigió al templo de Libra. Tenía la pequeña esperanza de que allí nadie lo molestaría.

Kanon lo vio partir con una expresión pasmada en el rostro. Siempre había sospechado que bajo aquella apariencia afable y sonriente habían historias o, al menos, situaciones un poco más turbias. Era un santo de Athena después de todo, su vida no podría haber sido color de rosa. Pero no esperaba que fuesen sentimientos tan…deprimentes. La conversación con Dohko lo había dejado descolocado y había removido algo en el fondo de su alma. Algo que no sentía desde hace demasiados años. La necesidad de hacer algo por alguien, aparte de él mismo.

Se colocó de pie suspirando. Era mejor ir al templo de Géminis antes de que Saga saliera a buscarlo. Eso sería demasiado embarazoso dada la condición emocional con la que su hermano había revivido. Mientras tanto idearía una forma de acercarse más al santo de Libra.

Desde que éste lo buscara para ofrecerle una oportunidad de expiar sus pecados, luchando por Athena contra Hades, había desarrollado una especie de aprecio hacia el más viejo. Una vez que Dohko recuperó su cuerpo y su cosmos luchando contra Shion, ya recuperado de la sorpresa, comenzó a sentir algo muy parecido a la admiración. Cosa que no recordaba haber sentido por nadie salvo por su hermano cuando eran más jóvenes. Sentimiento que se acrecentó al verlo liberar su cosmos, con aquel tatuaje que tanto había llamado su atención aquella vez. Un tatuaje que representaba toda su pasión así como la impulsividad guerrera que lo caracterizaba, con su cosmos ardiendo al máximo mezclado con un cosmos que Kanon conocía muy bien: el cosmos de Athena. Gran parte de su admiración por aquel hombre parecía recaer en el hecho de que por su cuerpo corría algo de la sangre de Athena. De ahí quizás, se decía cada vez que pensaba en el asunto, la necesidad de seguir sus pasos de cerca. Y luego estaba, claro, toda esa sabiduría, calma y tranquilidad con la que enfrentaba cada altercado. El hecho de ser quien determinaba el bien del mal y el único digno de usar las armas de Libra cuando la situación y su juicio lo ameritasen. Decir que era algo interesante de conocer para Kanon, era reducir al mínimo la fuerza con la que aquella personalidad llamaba su atención.

Sin embargo, ahora le parecía que nada de lo que tanto había despertado su curiosidad existía. De ese fuego solo parecían quedar un par de brasas y de ese espíritu quizás solo quedaba el recuerdo.

Kanon empuñó las manos en un arranque de ira mas las relajó casi inmediatamente. Estaba decidido. Al igual que Dohko, no sentía que hubiese mucho para él en el Santuario pero estaba decidido a no dejar que Dohko se consumiera en su melancolía. Pensó que, después de todo, si seria algo que haría por si mismo. Necesitaba recuperar esa imagen que le permitía recobrar el equilibrio. Quería traer de vuelta a la persona que con una sonrisa le había dicho Siempre hay tiempo para corregir errores. Siempre puedes hacer algo más, sólo depende de ti y lo había sacado de su propio abatimiento antes. Quizás así, ayudando a Dohko a encontrar un nuevo propósito para luchar, podría ahuyentar los fantasmas que lo perseguían desde que había despertado en el templo de Athena, hacia ya un par de horas.

*****

Suspiró cansado al llegar al templo de Géminis. Esperaba que cumplir la misión que se había autoimpuesto lo ayudara a enfrentar las sombras del pasado. Sinceramente esperaba que fuera así. No quería desperdiciar esa nueva vida reprochándose lo que había hecho y menos aun, sintiendo rechazo por la figura que, impaciente, se sentaba en los escalones del templo esperando su regreso. No quería pasar el resto de sus días intercambiando insultos con su hermano, echándose la culpa entre ellos o simple y llanamente ignorando la existencia del otro. Ya había tenido suficiente de eso. Elevó un poco su cosmos y sonrío al ver como aquella figura se ponía de pie casi de un salto al sentirlo cerca.

- Creí…creí que habías decidido marcharte ya – susurró Saga, casi como si estuviese avergonzado de dirigirse a él.

- Nah – contestó Kanon haciendo un gesto para restarle importancia al asunto – Tengo un par de asuntos que resolver aquí aun.

Saga sonrío. A pesar de todo, Kanon seguía teniendo esa actitud despreocupada ante la vida. Como si nada fuese lo suficientemente importante para demandar su atención, como si supiese todas las respuestas antes de que incluso se formulasen las preguntas. Esa actitud que lo hacia parecer tan fuerte en comparación al resto. Nunca comprendió que la gente lo apuntara como el más poderoso de los dos. Cierto, su poder en batalla siempre había parecido superior pero su fuerza interior, esa que le demostraba al resto que era capaz de separar sus sentimientos de sus acciones y le ayudaba a simular calma y frialdad ante cualquier situación, no eran más que una careta. Kanon en cambio, se mostraba mucho más relajado ante todos, rompía las reglas porque sabía que eran estúpidas y grandes consecuencias no iban a generar. No le daba más importancia a las cosas de la que merecían. Y eso lo hacía más fuerte. Porque las cosas sin importancia no le quitaban el tiempo y eso le permitía tener todo bajo control, aun cuando se esforzaba en mostrarle al resto que en realidad no era así. Kanon aparentaba debilidad así como aparentaba rebeldía y desobediencia. Y todo lo que Kanon aparentaba era, en general, lo contrario a lo que pensaba, sentía o sucedía.

Por eso cuando Kanon le pasó el brazo por los hombros y lo llevó de vuelta al templo, aparentando que absolutamente todo estaba bien, Saga sabía que no era así. Suspiró apesadumbrado y ya comenzaba a rebuscar las palabras con las que pedir perdón cuando la mano de su hermano se cerró con fuerza sobre su hombro.

- Tengo demasiadas cosas que reclamarte – le oyó decir.

Al girar el rostro se topó con el ceño fruncido de Kanon pero pudo ver una sonrisa luchando por no escaparse de sus labios. Saga sonrío abiertamente como respuesta. Con esas palabras Kanon le aseguraba que, ciertamente, no todas las cosas estaban bien en su mundo pero que al menos entre ellos, no existía nada que los alejara nuevamente. Quizás les costaría absolverse a si mismos pero para con el otro, todo había quedado atrás y había sido perdonado.

Kanon, pensó Saga, seguía siendo una contradicción entre lo que sentía y lo que expresaba, igual que cuando eran niños.

- Entonces tenemos una larga, larga noche por delante – murmuró Saga sonriendo y viendo como Kanon asentía fingiendo tedio pero sonriendo una vez dentro del templo.

 

 


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