“Está nevando”
SagaxShaka
Diciembre. Frío Invierno.
Aquél que penetra y cala hasta los huesos.
La más fría estación, en la que sucumbimos ante el calor de una cálida fogata, una taza caliente de chocolate preparada con amor, arropados con una frazada de lana y protegidos por los brazos de la persona amada.
¿Así se pasa el invierno?
La verdad, no.
No todos lo pasan así.
Porque a veces las personas pierden el verdadero sentido de la orientación. Se empeñan en olvidar que existen pequeños detalles como éstos para hacernos felices. Se concentran en materializar la vida, ocupan tanto su tiempo en mejorar al mundo. Siendo que tu mundo está al lado tuyo… Esperando en casa. Paciente a tu regreso, con la cena preparada, que ya fría aún está servida sobre la mesa.
Recordando su aniversario…
Que de nuevo volviste a olvidar.
Y por errores como éstos, las personas se fusionan con la tempestad del invierno, tomando la frialdad en sus sentimientos, haciendo de roca el corazón. Envueltos en una capa fina de dolor. Nevando en su interior…
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Habían pasado días después de su aniversario. El hindú había preparado una gran cena para celebrarlo. El griego lo había olvidado. Llevaban siete años casados, cuatro de los cuales habían sido muy felices, los otros tres ya no los recordaba. Y es que de un momento a otro, el amor había pasado, se había guardado…
Saga mucho contribuyó a eso. Se empeñaba en estar fuera de casa, se olvidaba de las grandes fechas, de los compromisos. Se había olvidado de Shaka.
El trabajo contribuía mucho en la empañada relación. El peliazul no tenía tiempo más que para los negocios. Lo encontraba primordial, el hacer dinero para la vida acomodada que deseaba, junto a Shaka. Más a mitad del camino se esfumó el verdadero sentido.
La motivación.
Shaka ya estaba cansado. Era la tercera vez que olvidaba su aniversario. La tercera vez que ni una disculpa había llegado. A pesar de todo le era fiel. Bien pudo irse con su hermano, abandonar a Saga y consumirse en la pasión que desbordaba el fuego del verano.
El fuego de Kanon.
Pero prefirió quedarse.
Recibir solo la frialdad del invierno. Ser tocado por los aires gélidos de su compañero.
Al lado de Saga.
Y en este momento se hallaban en medio del bosque, de camino a la casa que compartían Asmita y Defteros. El coche estaba descompuesto y la noche fría como la estación, anunciaba su máximo apogeo.
Una tormenta de nieve se presagiaba.
-¡RAYOS!- Saga trataba de hallarle la falla al coche. Estaba totalmente desesperado. El silencio de Shaka lo tenía peor aún. Ya no recordaba desde cuando los reclamos del rubio habían cesado. Ya le era indiferente.
Y dolía…
-¡¡Defteros no contesta!!- Marcaba desde su celular pero parecía que todos los Dioses Griegos le había dado la espalda.
Y en la negrura de la noche el murmullo que arrulla…
-Tal vez salieron…- Shaka estaba sentado bajo el regazo de un árbol, con su cabello trenzado de un lado, sus ojos cerrados inundados de largas pestañas, su fina nariz, sus pómulos sonrojados, sus labios rosados delgados. Una imagen celestial…
Traía puesto el suéter beige de cuello alto que le había regalado hace años, en su cuarto aniversario. El ultimo regalo. Hacia juego con el pantalón caqui que se amoldaba a sus delineadas piernas.
Era un Dios…
Su total adoración…
Se sintió ciego…
Lo echaba de menos…
¿Lo seguiría queriendo?
Dejó el carro de lado. Cerró el cofre y se recostó encima de el. El cielo estaba estrellado, la fresca brisa tocaba su rostro sereno. A pesar del tiempo, de sus 31 años ninguna marca surcaba su faz. Recordaba cuando había hecho su viaje a la India por primera vez junto con su primo Defteros, ahí había conocido a Shaka. Tan bello. Tan etéreo.
Fue amor a primera vista.
Un año duró el cortejo.
Tenía solo 16 años cuando se lo llevo de casa. Saga ya contaba con 24. El hermano de Shaka, Asmita, se había opuesto al matrimonio, pero gracias a la intervención de Defteros y la súplica de Shaka, había accedido.
Había dado su bendición.
Siete años habían pasado de haberse jurado amor eterno. Siete años en los cuales la mayoría le había sido fiel, amándolo, venerándolo, cuidándolo.
Y después…
La rutina lo descapacitó.
Cada día que pasaba se encerraba más en su mundo e inconscientemente alejaba más y más a la única persona que lo aceptaba tal y como era. Su Shaka.
Supo de la propuesta que Kanon le había hecho a su esposo.
-¡Me lo llevaré! Si tú no lo cuidas me lo llevaré y nunca lo volverás a ver- había dicho.
Saga no hizo caso.
No le dio importancia a las palabras de su hermano…
Al final Kanon se fue.
Shaka siguió a su lado.
Estaban atados.
Pero ahora sentía que se hundía. La soledad le embargaba, ya no se acordaba cuánto había pasado sin tocar el cuerpo inmaculado. Sin estar compenetrados… Fundidos.
Haciendo el amor.
Y dolía, claro que le dolía.
Ahora se daba cuenta cuánto le había hecho falta Shaka a su vida. ¿Sería demasiado tarde para recuperarlo?
¿Y si él ya no quería?
Pero sigue a tu lado…
-Empieza a nevar-
Volteó. Le vio.
Ahí junto a él. Shaka estaba recostado, mirando el negro cielo, su rostro iluminado por los rayos lunares, su cabello cubierto por pequeños puntitos blancos, sus ojos hinchados. Se le partió el corazón.
Tan cerca y tan lejos.
Su mano tembló de impotencia.
Una más fina y blanca la afianzó.
-Saga…- mirada zafiro colapsando con la suya esmeraldina- ¿Me sigues queriendo?
Un nudo que se atoró.
Sendero que era cubierto por una lágrima del alma.
¿Cómo no quererte mi Shaka?
¿Cómo no alabarte? Sí eres todo lo que mi vida necesita.
¿Y entonces por qué lo olvidaste?
Fui ciego… Olvidé lo más importante. Olvidé lo que me daba vida. Olvidé a mi pequeño soporte.
A mi Shaka.
Entonces aún hay tiempo…
-Cómo cuándo te conocí… Cómo cuándo te casaste conmigo. Cómo la primera vez que te hice mío… Incluso más- Cuerpo que cobijó el más pequeño, temblando del frío. El abrigo olvidado en el interior del carro. Las manos que hicieron contacto, limpiando las saladas lágrimas.
-Yo lo sabía…- manos que se hicieron una- Sabía que aún me querías…- boca que exhaló aliento- Por eso me quedé-
Una oleada de dolor que penetró.
Un sollozo que se agudizó.
Los fuertes brazos que tomaron el tesoro guardado.
Perdido.
Escondido.
Hallado.
-Shaka, mi Shaka… Perdóname, perdóname. Fui tan ciego, fui cobarde, te alejé, te olvidé. Perdóname Shaka… mi vida perdóname-
Manos que acariciaron la larga cabellera azul. Labios que consolaron la pena añeja. Labios que libraron la penitencia. Labios que penosos reconocían los contrarios.
Beso de vida.
Beso que intercambiaba saliva.
Beso que con años se dio.
Beso… Beso.
Con paciencia. Con presencia.
Con delicadeza.
Y manos gruesas que afianzaban cintura. Y manos delgadas que descendían por la espalda.
Saliva que resbalaba por la comisura.
Lenguas que luchaban.
Manos temblorosas que subían el suéter de cuello alto, que surcaban, que escalaban los picos de los Himalayas de la India… Deteniéndose en uno, hacerlo suyo, provocando la orogenia para pronunciarlo.
-Ámame Saga ¡Mhnn! Ámame como nunca-
-Aunque esté nevando…-
El terreno que empezaba a tapizarse de copos de nieve, temperatura que bajaba alrededor, temperatura que subía en su interior.
Cuerpos que se reconocían.
Y las falanges hindús que se atrevieron a quitar el seguro, a bajar el cierre amoldado. Que sintieron la hierba fresca del sendero, dónde más adelante la bestia se encontraba durmiendo.
Esperando a la bella princesa.
Para ser despertado…
Para que con toques de guerra se pusiera en defensa.
Para después atacar.
Para después irrumpir en tierras sagradas.
Decidieron cantar. Decidieron tocar para él. Le iban a danzar.
-¡Annghhhh! Sha…ka- marejada de placer que sintió por el tacto que recibía su hombría por las falanges albinas.
-Saga… ¡nghhnn! Mi Sa…ga-
Miradas que intercambiaron sentimientos, miradas ahogadas, sumergidas en un mar de amor, en un océano de placer, sumidas en arrepentimientos, perdones y exclamaciones de adoración.
Excitación que se desbordaba.
Que se precipitaba.
Caderas que bailaban al par de la ventisca, que danzaban para iniciar la cosecha. Mano griega traviesa que se aventuraba a seguir explorando, a seguir bajando las telas que protegían las columnas del Taj Mahal… Que irrumpían en el pórtico de la entrada, que abrían camino en el templo de mármol.
Gemidos que se liberaban.
Gemidos que eran acallados por suaves besos.
Que morían, que se perdían en la garganta.
Índice que orbitaba en la ventana del manantial. Espalda formando el arco del triunfo. Haciendo más profunda, más candente la invasión.
La bestia ya estaba despierta, ya apuntaba hacia la estrella gemela Pólux. Buscaba traspasar la bóveda celeste y encontrar a su compañera.
-Saa ¡Mnnnhhnnn! Te quiero… dentro- Labios rosados que dejaron escapar.
Saga fue llevando su miembro hasta quedar a centímetros del templo. Bestia que avisó de su llegada, que pidió permiso para la entrada. Que se adentró al virgen templo.
Dolor
Fino dolor.
-¡Mhnnn! Saaa… ¡¡SAGA!!-
-¡Nnghhnn! Caliente… mmhn está ¡¡calientee!!-
Y la bestia que luchaba, que forcejeaba con el guardián, quería engalanarse, vestirse con las cortinas de seda, admirar las paredes de piedra, perderse entre un millón de estrellas para buscar a la principal.
Y el guardián que defendía, que ahorcaba a la bestia, que la laceraba, la endulzaba. Usando su poderosa técnica.
El tesoro del cielo.
Ataque y defensa.
La perfección.
Atacaba sin que la bestia diera la retirada. Uno a uno quitaba los sentidos.
Sólo un momento de tensión…
La bestia que contraatacó.
Empujó hasta llegar al lugar de meditación y ejecutó la Exclamación de Athena.
Cuerpos que se entregaban a la pasión, que danzaban sobre una capa de hielo. Derritiéndose por el calor.
Cánticos que resonaban en la estación.
Cantos de amor.
Dos almas fusionadas
Dos almas enamoradas.
Apareándose.
Para hacer el big bang.
Bestia guerrera de sangre griega, proveniente de la acrópolis de Atenas, que atacaba con la exclamación.
Guardián que dejaba sin sentidos a la bestia, que ya no tenia vista, ya no tenia oído, sin gusto ni olfato… sólo le quedó el tacto.
Movimientos rítmicos de danza griega e hindú. Baile que fue llevado a la velocidad de la luz.
Y Pólux se erguía a lo alto…
Entonces el cortejo…
El encuentro.
La bestia que halló a Spica, la estrella principal de la constelación de virgo.
Saga que tocó el vibrato.
Shaka que gimió en el staccato.
Las columnas de la Acrópolis quedaron unidas a las columnas del Taj Mahal. Y las tierras sagradas de la India se unieron con las santas de Grecia.
La exclamación de Athena que colapsó con el tesoro del cielo.
El big bang que explotó.
Buda y los Dioses Griegos que se pusieron de acuerdo…
Saga y Shaka que alcanzaron el Nirvana y llegaron a Elíseos.
Respiración agitada.
Orgasmo inundado de lotos, jazmines y bosque.
-Te amo, te amo-
-Saga… mi amor eterno-
Saga salió de la entrada de Shaka, sus hebras azules, su ropa negra, cubiertas por blanca nieve.
-Sigue nevando…-
Encontrados arriba del cofre del carro abrazados. Disfrutando del tibio contacto.
-Pero pronto llegará la primavera-
Y su amor gritará de alegría.
Se reirán en la travesía.
Mientras aún siga nevando.
Mientras el invierno se va descongelando.