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¿Con quén me casé? por Simca-otaku

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Notas del capitulo:

Comprometerse con un extraño es muy dificil y más cuando ambos son hombres. Pero ¿acaso las cosas podrían ser faciles en un matrimonio arreglado?

CAPÍTULO 2.


NUESTRO PRIMER ENCUENTRO


 


Un mes después de que se acordara el matrimonio del Emperador con Kurama, llegó por fin el día de hacer público el compromiso y asimismo presentarse cara a cara. Ambos estuvieron temiendo ese día, cada uno atareado con diferentes tareas, por un lado, el Emperador tuvo muchos asuntos que atender en cuanto a la boda y gracias a Mukuro logró atender la mayoría en tiempo; mientras tanto Kurama estuvo muy presionado con las lecciones de su madre para convertirla en una señorita de la alta sociedad y lo peor era lidiar con las constantes burlas de sus hermanos.


Dentro del palacio todos estaban muy atareados alistando cada uno de los detalles finales, el salón de recepción fue adornado elegantemente como se esperaba, gracias a que la madre de Kurama se ofreció para ayudar con todos los preparativos, Mukuro no se vio atormentada con muchos quehaceres. Y mientras toda la agitación se realizaba, el Emperador se encontraba alistándose para recibir a su esposa, mientras tanto no podía dejar de pensar que era absurdo todo este circo que se armaba sólo para anunciar un compromiso, y lo peor se preguntaba con qué clase de chica se iba a casar.


Hace unos días había recibido una nota que lo había puesto muy nervioso y lo hizo dudar en cuanto a realizar formalmente ese compromiso. La carta era de la persona que más amaba en esos momentos y temía que todo esto pudiera repercutir en su relación. En ese momento volvió a tomarla para leerla y esta expresaba lo siguiente:


 


Querido Hiei


Me alegra mucho el saber que se acerca el día de tu boda, en verdad y ambos sabíamos que este día llegaría tarde o temprano. Espero que en este tiempo que hemos pasado juntos no haya sido una mentira, que no haya significado una aventura para ti, porque lo que siento por ti ha sido real todo este tiempo incluso me atrevería a impedir esta boda con esa zorra arribista, la mataría con mis manos si tú me lo ordenaras en este mismo instante. Tu cuerpo me pertenece sólo a mí, me asegure de ello hace tiempo, nadie más que yo puede tocarte, así como nadie más que yo merece tus caricias. Lamento no ser yo quien comparta este momento contigo, siempre te amaré y estaré allí para darte el amor y la pasión que tu esposa nunca logrará darte. Mi cuerpo estará ansioso de recibirte en mi cama cada que te sientas solo, te haré fundirte en la pasión que se desborda entre nosotros dos.


Karasu


 


«Siempre tendrás mi corazón Karasu» — los pensamientos de Kurama vagaban devuelta a su amado no podía evitar sonreír al leer esas palabras y le palpitaba fuerte el corazón al pensar en esas noches con él, sin embargo, leer esa carta era lo peor que pudo hacer ese día, sentía la necesidad de salir corriendo, renunciar a su título y fugarse con el amor de su vida. Pero otra parte de sí, sabía que no podía renunciar a su vida a sus obligaciones a lo que le habían inculcado desde pequeño, sin lugar a dudas ese día se encontraba dividido entre su deber y su corazón. Guardo la carta en un cofre junto con otras que había recibido de la misma persona y que atesoraba más que cualquier otra cosa y decidió continuar con el plan.


Mientras tanto en la casa de la familia Yoko, conforme se acercaba el día del compromiso los nervios se apoderaban de cada uno de los miembros. Sabían que tenían que comportarse para sacar adelante la farsa en la cual se habían metido. Kurama se estaba terminando de colocar el traje ceremonial que su madre le prestó ya que no tenían suficiente para costear uno nuevo, sin embargo, ambas lo habían arreglado para que se viera mucho mejor y el maquillaje fue de gran ayuda, difícilmente se podía saber si Kurama era un hombre o una mujer, pero en esta ocasión definitivamente se veía como toda una señorita. Por otra parte, su padre y hermanos estaban terminando de arreglarse y acomodar todo para el viaje hasta el palacio.


— Kurama — dijo su madre en un tono un tanto arrepentido — lamento que tengas que pasar por todo esto y espero que no nos odies por esto, fue lo mejor que pudimos hacer por ti y por toda la familia.


— Descuida madre, sé que no es tu culpa ni de mi padre, tomaron la mejor decisión posible — Kurama tomó las manos de su madre y le dirigió una franca sonrisa.


— Gracias en verdad no sabes lo mucho que me alegra oír eso, y deja de preocuparte por esto, con el contrato que realizamos no deberías correr algún riesgo.


— En verdad que se tomaron todas las molestias necesarias, sin embargo, no puedo dejar de pensar en las injusticias que he pasado desde que nací — el rostro de Kurama se ensombreció ante los tristes recuerdos que brotaban en su mente.


—Kurama ya hemos hablado de eso, tu padre y yo te amamos a pesar de lo que pasó, ya te he contado la situación por la que nos vimos inmersos antes de que tu nacieras. Tu padre no está al tanto que lo sabes, y te agradezco que a pesar de ello aún me quieras hijo mio y de igual modo que ames a tu padre me hace inmensamente feliz.


—Tu siempre serás mi madre y siempre te querré y descuida jamás le diré a mi padre o a mis hermanos lo que yo sé. Algún día podremos hacerle frente a todo esto y podremos solucionar toda esta situación. Ahora lo que más me preocupa, es que tengo miedo de estar frente al Emperador y olvide todo y quedar al descubierto — Kurama mantuvo la mirada baja, sentía vergüenza y miedo ante lo que le esperaba — son demasiados cambios en tan poco tiempo, temo no poder resistir, ¿y si el otro yo decide aparecer?


—No tienes por qué preocuparte por eso ahora, un problema a la vez, además el ambiente del palacio debe ser más relajado que el que tienes ahora, no tendrás a tus hermanos y sólo tendrás que encargarte de tus deberes por obligación; sin embargo, si tienes algún problema sólo diles que no te encuentras bien de salud y necesitas descansar.


—Tienes razón madre, me estoy adelantando a las cosas, trataré de no sobre exigirme y pensar demasiado las cosas.


—Esa es la actitud que debes tener, por ahora debo decir que me siento contenta de todo el progreso que has mostrado en tan poco tiempo, y sólo me queda darte un consejo más, el secreto que toda mujer debe aprender para lidiar con su marido y obtener lo que desea.


—Vaya no sabía que existía tal cosa — Kurama se mostraba sorprendido no podía creer lo que estaba a punto de escuchar.


—Bueno, presta atención nosotras las mujeres sabemos hacer uso de nuestras más íntimas “artimañas” para lograr lo deseado, muestra aceptación y resignación ante tu destino, pero dándole a entender que a pesar del acuerdo no estás ni estarás interesada en su persona. Mantente distante en las situaciones donde estén solos y cuando estén en público limítate a tu rol, sin embargo, para que no sospechen deben actuar como si el compromiso en verdad hiciera aflorar sentimientos más fuertes de los que en verdad existen.


—Mamá dudo mucho que el Emperador siquiera intente seducirme — la simple idea de aquella escena logró que Kurama se ruborizara a tal punto de desviar la vista de su madre, pero ¿qué pasaría si el Emperador, aunque descubriera que era hombre le hacía cosas pervertidas? Al cruzar esa simple idea, trato de alejarlas de su mente no quería saber más del asunto.


—¡Oh por Dios no puedo creer que al fin vea a uno de mis hijos casado! — la alegría que embargaba su madre no puedo contenerse más y las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas.


Tanto Kurama como el Emperador Hiei estaban conscientes de que no podrían defraudar a nadie, aunque tuvieran que sacrificar una parte de ellos en el proceso. Era inevitable resolver los problemas que amenazaban con sofocarlos a como diera lugar y defraudar a las personas que dependían de ellos era impensable.


—Alteza, todo se encuentra listo para recibir a su futura esposa y a su familia — Anunció Mukuro al otro lado de la puerta, lo que hizo que Hiei saliera de sus pensamientos y regresando así a la inminente realidad que tenía que afrontar.


—Estupendo Mukuro, estaré listo en un instante.


—Señor a riesgo de sonar impertinente, debería pensar con calma la situación, no es necesario que haga…


—¡De ninguna manera, mi decisión está tomada! — No pudo evitar reaccionar de esa manera, no quería que nadie le recordara que tenía otra alternativa o que tratara de comprender lo que ocurría porque en realidad, nadie podía entenderlo — Lo siento Mukuro, pero por favor te pido que respetes mi decisión como Emperador, es mi deber después de todo así que haré lo que tenga que hacer aunque me cueste mi libertad y no estoy dispuesto a faltar a mi palabra — La última frase casi queda ahogada en su garganta, el miedo era real pero sabía las consecuencias de no hacerlo, además si era descubierto las cosas podrían ser peor que el casarse con una perfecta extraña. Pero, si la boda no se llevaba a cabo ¿podría imaginar una vida con su amante? Nadie lo extrañaría y de seguro su hermana podría ocupar su lugar.


La única persona que sabía los secretos del Emperador era Mukuro y deseaba su felicidad antes que cualquier otra cosa, pero sabía que la felicidad no podía ser obtenida con tanta facilidad y mientras más alto sea el cargo que posea, más difícil es alcanzarla. Como buena amiga del emperador, no podía evitar sentir el dolor que él se negaba a demostrar, ella siempre lo ayudo con su orientación, siempre estaba al tanto de sus amoríos y lo ayudaba a mantenerlos ocultos lo mejor posible. Sabía claramente que ese tipo de secretos lo atormentaban y sabía que serían difíciles de mantener una vez estuviera casado.


—Es hora de cumplir con el deber — el Emperador salió luciendo más serio de lo habitual, pero se notaba la firmeza de su decisión — Mukuro, es hora de poner fin a todo esto.


—Como usted ordene señor — Hizo una reverencia y acompañó al Emperador hasta el gran salón donde se llevaría a cabo la presentación.


Una vez en el salón, el Emperador tomó su respectivo lugar a la cabeza de todos los presentes, esperando así la entrada de su prometida y dar por formalizada la relación. Las puertas no tardaron en abrirse y poner en su campo visual a la familia de la novia. Los padres precedían la caravana seguidos de hijos Yusuke y Kuwabara y finalmente su prometida, Kurama.


Para Kurama le parecía imposible caminar con todos los accesorios y los zapatos, no envidiaba a las mujeres para nada, cuando entraba en el salón le costaba trabajo respirar por los nervios que cada paso suponía. Como costumbre no podía alzar la vista hasta encontrarse frente a su prometido, así que no sabía con qué clase de hombre se comprometería y eso aumentaba sus miedos e inseguridades. Pero en ese momento cuando sentía más deseos de irse de ahí, recordó lo que sus hermanos le dijeron mientras se alistaban para la salida.


 


— Kurama, lamentamos lo que nuestros padres te obligaron a hacer — las palabras de Yusuke hicieron que Kurama se sobresaltara no esperaba algo así.


—No tienes por qué disculparte.


—Pero claro que tenemos que disculparnos contigo — Kuwabara al igual que Yusuke se sentía culpable y no podía quedarse callado más tiempo — te prometemos no ser una carga, haremos lo posible para que nuestras conductas no afecten lo que estas a punto de hacer por la familia, es lo menos que podemos hacer.


 


Su familia se instaló en el lado correspondiente a la novia, mientras que Mukuro se acercaba para ayudar a Kurama a instalarse junto a Hiei y no pudo evitar susurrarle al notar lo tensa que se encontraba — No se preocupe señorita, relájese verá que todo saldrá bien, mejor partido no pudo tener.


A pesar del consejo recibido a Kurama le resultaba difícil seguirlo, estaba tan nervioso que sólo logró asentir con la cabeza. Kurama no tardó en hacer una reverencia sin despegar los ojos del suelo, los adornos de su cabeza no le permitían ver apropiadamente, además estaba tan avergonzado como para mirar al Emperador. Ya que estaban sentados el uno al lado del otro, era difícil verse con claridad, y a pesar de que no deseaba saber nada de su futura esposa, su curiosidad lo hizo mirar de reojo percatándose de su belleza, o más bien de algo más, algo había en su rostro que lo dejaron sin palabra. De igual forma Kurama no pudo evitarlo tenía que ver al hombre con quien pasaría el resto de su vida y le sorprendió lo atractivo que era, no podía entender por qué seguía soltero pudiendo tener a cualquier mujer a sus pies. Fue en ese momento que en la cabeza de ambos se formulaba la pregunta “¿Qué es esto que siento, acaso siento algo alguien a quien no conozco?”, sin duda eran sentimientos que no podían comprender y que de alguna manera querían mantener alejados pues sentían que habían sido destinados a no encontrar la felicidad.


Durante toda la ceremonia ambos trataron de concentrarse en su deber, pero al notar ese extraño sentimiento las preguntas afloraban en su mente, sin embargo, era necesario alejarlas a toda costa. Por un lado, Kurama se sentía extraño al pensar que un hombre le gustara, claro que era atractivo pero que le atrajera más allá que cualquier otra mujer que hubiera conocido le daba miedo, eso era imposible un hombre no podía sentir algo así por otro hombre, le aterraba pensar que era parte de su otra personalidad el tener pensamientos tan indecentes. Asimismo, Hiei no podía evitar creer que finalmente conoció a una chica que pudiera hacerlo cambiar de opinión en cuenta a sus gustos; su prometida no era nada fea y sentía un extraño sentimiento al estar con ella, temía que pudiera ser feliz, porque eso no parecía ser lo que el destino quería; además su corazón ya le pertenecía a alguien más.


A pesar de la tensión conforme avanzaba la ceremonia algo dentro de ellos les decía que querían conocer un poco más de futura pareja. Mukuro quien estaba al pendiente de como se desarrollaba la situación se percató inmediatamente de como la distancia que el compromiso arreglado había puesto entre ambos se iba haciendo cada vez menor. Por lo que una vez que pudo intercambiar una rápida mirada con el emperador, se atrevió a mover los labios en una simple frase “hable con ella”, cosa que hizo que Hiei se sonrojara, pero sabía que debía romper la tensión en primera porque debían aparentar que era mutuo más allá que un simple arreglo y segunda porque tenía la curiosidad de conocer más sobre la persona que estaba a su lado.


—Disculpa mi comportamiento hasta ahora, pero la verdad es que no me imaginaba que mi prometida fuera tan hermosa — para sus adentros Hiei se maldijo por decir algo tan directo, no quería decir algo así en un momento donde sus sentimientos parecían más que confundidos así que decidió arreglar la situación — no me malentiendas, es sólo que como tus padres me dijeron que vivías lejos y nunca había escuchado de ti así que supuse que por alguna razón te ocultabas.  


—Ah…si es verdad, es sólo que soy demasiado tímida y luego de crecer con mis hermanos pues es natural que no quisiera ser comparada con ellos — el poder hablar con el Emperador le resultaba un poco difícil, pero intentó hablar como cualquier chica como lo había estado ensayando, tratando de evitar los nervios que eso le provocaba — si no mal recuerdo Emperador, mis padres ya lo pusieron al tanto de mi situación en el pasado ¿no es así?


Fue así como la conversación empezó a fluir entre los dos a tal punto de que comenzaron a sentirse cómodos el uno con el otro, ya no era difícil mantener contacto visual y los sentimientos que habían empezado a remolinarse en su interior fueron calmándose conforme el tiempo pasaba, inclusive se les ocurrió que tal vez estar casados entre ellos no fuera tan malo como lo habían supuesto en un principio y eso también hizo que su tensión fuera desapareciendo.


—Discúlpame, pero ¿puedo ser honesto contigo?


—Adelante Emperador usted no tiene por qué disculparse de nada.


—Antes que nada, no tienes que hablarme por mi título y con tanta formalidad, además de todo seremos esposos en poco tiempo.


—Está bien…Hiei — el sólo hecho de llamar al Emperador por su nombre, sin ninguna formalidad le resultaba vergonzoso y extraño pero relajante al mismo tiempo.


—Sin duda eso está mejor así que si me lo permites te llamaré por tu nombre, Kurama — Hiei hizo una leve pausa esperando una respuesta aunque lo único que obtuvo fue una cara sonrojada y un sí con la cabeza — bueno con eso basta, la verdad es que no creía estar preparado para sentar cabeza, es decir, ya bastantes responsabilidades tengo como Emperador como para cargar las responsabilidades de una familia; y siendo un matrimonio arreglado la situación es un poco más complicada por lo que quiero saber ¿te molesta casarte conmigo?


—Respondiendo con toda honestidad — y para esto Kurama no pudo evitar ver a los ojos de Hiei al contestar — Le confieso que no me molesta casarme con usted en sí; estoy molesta con el hecho de tener que casarme con un extraño de quien no sé nada y que me alejara de las personas que amo. La decisión que tomaron mis padres sé que fue por nuestro bien y entiendo que es por el suyo también, las mujeres muchas veces se ven atadas a la decisión de los demás antes de sus intereses personales; además nunca creí que llegara el día de mi casamiento, nunca tuve esperanzas en ello. Es muy duro asimilarlo en tan poco tiempo, pero le juro que no estoy dispuesta a dar marcha atrás así que le aseguro que hare lo mejor para que esto funcione.


—Entiendo — a pesar de que esperaba dicha respuesta, Hiei no pudo evitar sentir una opresión en el corazón al escuchar esas palabras — yo tampoco tengo la intención de retractarme, agradezco que aceptaras estar dentro de todo esto y juro que ayudaré a tu familia, así como tú lo harás por mí, ¿tus padres te pusieron al tanto de todo?


—Estoy enterada del contrato que firmaron y pierda cuidado no haré nada que vaya en contra de lo ya acordado.


—Gracias y espero que eso no te moleste todo esto.


—En realidad también me parece correcto, ya es bastante obligación el casarnos por pura conveniencia como para presionarnos a algo más, así es que me parece lo mejor.


—Me alegra escuchar eso en verdad, a mí también me parece muy drástico lo que hacemos, pero no debemos hacerlo más difícil de lo que ya es, sin duda tu respuesta me tranquiliza. Veo que eres una chica que sigue al pie de la letra lo que le han enseñado, es una lástima, yo soy de la idea de que las tradiciones, al menos la mayoría de ellas, son muy poco convencionales.


—Tal vez para usted, pero no se aplica a mi caso, ya bastante he hecho sufrir a mis padres como para defraudarlos en este momento, respeto su postura y espero que usted respete la mía — Kurama no podía entender bien porque se estaba enfadando, pero trato de controlarse, no era un buen momento para que su otro yo saliera a la luz. ¿Por qué sus sentimientos erán un caos?, ¿era posible que se estuviera enamorando del Emperador o simplemente sus comentarios le hacían dudar de sí mismo al hacer lo que estaba haciendo? Necesitaba tiempo para meditar y aclarar su mente, las cosas no debían complicarse más, y enamorarse de un hombre que resultaba ser también el Emperador, no ayudaba en nada.


—Créeme que te respeto, nunca creí que tuvieras fuertes convicciones y espero que no haya impedimentos para llevar a cabo nuestros futuros roles — hasta ese momento había intentado conocer un poco más de la personalidad de su futura esposa, le impresionaba su convicción al hablar, su honestidad y su entereza ante todo el asunto del casamiento; aunque en algunos puntos sus opiniones diferían completamente ya estaba decidido así que tomó la mano de Kurama se levantó para hacer el anuncio que todos llevaban esperando — Yo, el Emperador Hiei Jaganashi ante todos los presentes declaro formalizado mi compromiso con la señorita Yoko Kurama, la boda se celebrara dentro de dos meses y espero nos deseen los mejores deseos.


-¡¡Que vivan los novios!! – Gritaron todos los presentes al unísono por la felicidad de tener al fin la boda imperial que venían esperando por largos años, ya no dudaban del Emperador y empezaron a suponer que su tardanza se debía más a un miedo al compromiso y deber con su pueblo que cualquier otra duda y rumor.


A Kurama le sorprendió que el emperador hiciera tal anuncio, sin duda era una persona firme en lo que hace. Además, el hecho de que lo hiciera con tanta firmeza lo hizo sentir un raro sentimiento, ¿acaso lo hizo de esa manera porque se convenció de que era un buen prospecto como esposa o era que le gusto por quién era? Sin duda no era el mejor momento para generar sentimientos y mucho menos sentimientos prohibidos. Cuando se retiraba junto con su familia el Emperador y su consejera se acercaron para intercambiar algunas cuantas palabras.


—Estoy agradecido con ustedes, la verdad su hija es maravillosa, agradezco su ayuda — felicitó el Emperador a los padres de Kurama.


—No tiene nada que agradecer emperador, estamos orgullosos de que todo marche bien y de poder ayudar a nuestro señor Emperador — el padre sin duda se mostraba complacido por la unión y no estaba dispuesto a ocultarlo.


—Kurama sé que sonará un poco apresurado, pero me gustaría que vinieras de vez en cuando al palacio o si ustedes no encuentran inconveniente podría ir a visitarlos, de esa manera podemos seguir conociéndonos más.


—Usted siempre será bienvenido a nuestra humilde morada mi señor — se aventuró a decir la madre pues su hijo parecía atónito ante esa petición que no pudo responder por sí mismo, de haberlo hecho seguramente se hubiese negado.


Sin nada más que decir se despidieron del Emperador para regresar a casa, Kurama iba más callado que antes, creyó haber hecho todo para que el Emperador lo dejara en paz ni siquiera se dio cuenta de la felicidad de sus padres ante lo bien que marchaban las cosas, al punto de olvidar la mentira en la que estaban involucrados. Mientras tanto, Hiei sentía que tendría en su futura esposa una buena amiga, su convicción de expresar lo que pensaba y sentía fueron una cualidad que el sin duda respetaba, y sus diferencias de opinión, seguro le darían largas horas en las cuales encontrar puntos medios que los ayudarán a ver más perspectivas de las cosas. Lo que ambos no sabían es que tal vez encontrarán más el uno en el otro, si tan solo no fuera por algunos impedimentos tal vez pudiesen disfrutar de todo esto, aunque de ser así no sería emocionante.


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