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Voz por zion no bara

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Notas del fanfic:

Es la historia que les debía, espero que les guste.

Notas del capitulo:

Dedicado a Ikkifenix y a Vendetta 007 quienes querían algo de Milo y algo de Camus respectivamente, espero que les guste pero la verdad fue un fic de un día.


 


En esos días el pequeño de los cabellos azules y ojos del mismo color miraba por la ventana casi con melancolía, veía como el sol bañaba los patios y las hojas de los árboles y que la brisa mecía todo aquello vivo y sin vida en las afueras pero él no podía estar afuera, las órdenes de su padre eran estrictas en ese aspecto, no había manera que él hiciera lo que hacían los demás niños de su edad pues no era como los otros. En realidad si lo era, lo que lo hacía diferente era su situación familiar.

Milo Escorpio era el hijo del señor más importante, o sea el más rico, de esa región, dueño de tierras casi todos trabajaban para él de una manera o de otra, gracias a eso podía dar a su hijo un tipo de vida que la mayoría no podía. Sin embargo también había inconvenientes en todo eso, su padre lo trataba más que con cuidado como si fuera a romperse, el pequeño de ojos azules no podía jugar afuera ni andar a los arroyos ni pasear simplemente por los alrededores, nada de eso, él debía estar seguro en su casa.

Todo eso se debía a una tragedia familiar. La madre de Milo había estado muy grave al nacer su hijo, se temió por la vida de ambos y aunque con ciertos problemas el pequeño sobrevivió, no así su madre que semanas después falleció. El primer año de vida del pequeño de ojos azules estuvo estrictamente vigilado por médicos y sirvientes que no lo abandonaban ni una hora, de día y noche siempre estaba alguien ahí. Todo eso ayudó sin duda a que no hubiera mayores problemas pero el inconveniente fue que el padre de Milo nunca dejó de cuidarlo, más bien de sobreprotegerlo pues nunca se le permitió llevar una infancia como la de los demás.

Esos primeros años habían transcurrido tranquilos, Milo era sumamente cuidado por su padre y al ser éste el hombre más importante de la región todas las deferencias que se hacían al caballero se extendían a su hijo. Era el de cabellos azules todas las esperanzas del futuro para su progenitor, era cuidado, amado, educado y atendido solícitamente por todos.

Aún así Milo sentía que le hubiera gustado hacer más cosas que aquellas que le eran permitidas y enseñadas pero su padre no lo permitía. Sin duda las cosas hubieran seguido de esa manera de no ser por la llegada de nuevas personas a la casa, gente que estaba para servir en el lugar pero entre ellos iba alguien que marcaría la vida del pequeño.

Resultaba que el padre de Milo había contratado servidumbre nueva aunque su hijo no sabía mucho de eso pues era algo en lo que no debía mezclarse, de acuerdo al señor de la casa los sirvientes sólo servían y no podían mezclarse con ellos de ninguna manera pues en sus propias palabras No eran como ellos, fuera lo que fuera que eso significaba. El de los ojos azules estudiaba en su habitación y lo hacía muy bien pero aún añoraba poder salir y sentir el sol y la brisa. Pero ese día llegó hasta él un sonido especial, uno que no era frecuente, eran risas, alegres y abiertas risas que parecían llenar el aire.

Con curiosidad el de los ojos azules se asomó por su ventana dejando el libro que estudiaba a un lado, entonces lo vio, se trataba de un niño que jugaba en las afueras, tenía una vara en las manos y la lanzaba al aire y se reía al atraparla de nuevo; el otro niño se parecía a él tenía ojos azules y cabellos del mismo color y sin embargo no era para nada como ningún otro niño que hubiera visto antes el pequeño señor de la casa, no, éste niño era diferente.

Se quedó observándolo por un largo rato hasta que parecía que el otro se sintió observado pues volteó a la ventana y se le quedó mirando al otro, esa mirada no era de servidumbre, para nada, esos otros ojos azules miraban casi con atrevimiento, como un pequeño aventurero que no se amedrentaba ante nada. Se quedaron mirando mutuamente hasta que el desconocido de afuera sonrió y después echó a correr como animalito en libertad. Milo no sabía quien era ese niño.

 

 

En otra ocasión Milo estaba una vez más estudiando en su habitación, hacia afuera un día precioso pero él no lo sabía, no más que aquello que podía ver por su ventana. Entonces escuchó un golpecito en su ventana, primero lo dejó pasar pero el sonido se repitió y entonces se acercó para ver que estaba sucediendo, se encontró con el mismo niño que había visto jugar antes pero no sabía que estaba haciendo ahí. El otro pequeño le hizo señas de que bajara pero Milo dijo que no de un movimiento, entonces el otro sonrió y le insistió para que lo hiciera.

En un principio el de la casa dudó pero después se convenció y salió de la casa a hurtadillas por las puertas de atrás para llegar donde el desconocido.

--Hola-dijo el que jugaba fuera.

--Hola-dijo Milo.

--Te vi el otro día ¿no quieres jugar?

--No puedo, tengo que estudiar.

--¿Por qué?

--Mi padre así lo quiere-respondió Milo.

--¿Y tú que quieres?

Pero ante eso ya no supo que responder pero el otro no se amilanó con eso.

--Vamos a jugar-insistió el otro.

--Pero ni te conozco.

--Eso se arregla, yo soy Camus ¿y tú?

--Milo.

--Ahora nos conocemos, vamos a jugar.

Y sin más y con mucha libertad lo tomó de la mano y se lo llevó con él, así fue como todo dio inicio. Por ese tiempo que permanecieron juntos Milo hizo más cosas de las que hubiera hecho en años, Camus era un niño alegre y que parecía reírse por todo, se escondieron entre los arbustos, corrieron persiguiéndose, se arrojaron hojas y rieron por todo ello, hasta que les pareció que era mejor irse cada uno a su lugar.

--Tengo que irme-dijo Camus-Mis padres deben estar esperándome para comer.

--Bueno.

--Nos vemos Milo.

--Adiós Camus.

Con eso el otro le hizo una seña con su mano y se alejó corriendo, dejando al de la casa sonrosado por la agitación de haber estado jugando afuera pero sonriendo, nunca se había divertido tanto. Aún con las señales de la actividad física su padre lo vio e hizo llamar al médico para que lo revisara, nunca lo había visto así y temió que enfermara pero a Milo no le importó, había sido un día muy divertido.

Entre los dos niños dio inicio una amistad de lo más especial, se veían por las tardes y jugaban en los jardines traseros de la propiedad donde corrían, se revolcaban sobre el suelo y la tierra, se ensuciaban, gritaban y hacían todo lo que los niños hacen cuando se divierten, corrieron aventuras en algunas escapadas como perseguir ranas y trepar árboles, aunque a veces también hablaban, de ellos o de sus familias.

--Nosotros venimos aquí a trabajar-le dijo un día Camus sentado a la sombra de un árbol-Mi madre trabaja en la cocina y mi padre en el establo.

--Mi padre siempre está trabajando-le dijo Milo-Se ocupa de las tierras.

--¿Y tu madre?

--Ella falleció cuando yo era muy pequeño.

Ante eso se puso triste pero un instante después Camus lo abrazó con suavidad.

--¿Por qué me abrazas Camus?

--Para que tu tristeza no pese tanto Milo.

El de Escorpio lo abrazó a su vez y sonrió, estaba acostumbrado a los cuidados pero no a la ternura.

A Milo le gustaba la amistad de Camus porque lo hacía sonreír y reírse y le mostraba todo ese mundo que para él había sido desconocido hasta entonces, no le importaba que el otro niño fuera tan diferente de él pues mientras uno estaba siempre arreglado y bien vestido el otro andaba como desarrapado, pero eso no era fundamental, no para ellos y por eso el de la casa tuvo algo que pedirle a su compañero de aventuras y juegos.

--Prométeme algo Camus.

--¿Qué cosa Milo?

--Que siempre serás mi amigo.

--Claro que lo seré.

Se sonrieron y parecía que todo seguiría igual entre los dos pero no fue así, no siempre se puede seguir con nuestra vida como la deseamos.

 

 

Sucedió que un día los dos estaban jugando, la cuestión fue que sus andanzas los llevaron al establo de la casa, era una parte bien cuidada y atendida pero en ese momento no había nadie.

--Mi padre dijo que tu padre estaba viendo lo de otros caballos-dijo Camus.

--Puede ser así, mi padre compra muchas cosas-respondió Milo.

El hijo del señor de la región nunca había visto tan de cerca de un caballo, esos animales para él resultaban más bien extraños, no así para su compañero que incluso sabía montar.

--¿Te gustaría acariciarlo?-preguntaba Camus acariciando a su vez a un caballo acanelado.

--Está bien.

El pequeño Milo se acercó y lo acarició, el animal parecía muy manso y por eso se le ocurrió otra cosa.

--Voy a montarlo.

--¿Sabes montar Milo?

--No puede ser tan difícil.

Sin más trepó por la caballeriza y subió al animal que seguía sin moverse.

--¡Arre!

El grito del pequeño no fue del todo atendido por el equino pero cuando el inexperto jinete tuvo la imprudencia de espolear al animal éste respondió, primero relinchó y después se encabritó, eso no fue lo peor, lo verdaderamente malo fue que el padre del pequeño había regresado antes y al escuchar que un animal se quejaba de esa manera entraron de inmediato para observar como el caballo mandaba a tierra al ignorante montador.

--¡Milo!-gritó su padre.

Afortunadamente no pasó más allá de un susto pero el padre del de ojos azules no se lo tomó tan bien.

--¿Qué estás haciendo aquí Milo?-preguntó su padre.

--Estaba jugando con Camus y...

Pero el caballero no quiso escuchar una palabra más. Se dio vuelta al padre del otro niño y le habló directamente.

--Para esta tarde los quiero fuera de mi propiedad.

--Pero papá...

--Te callas Milo.

El niño no se atrevió a decir nada más pero vio como el padre de Camus lo abrazaba y bajaba la cabeza, si el señor ordenaba ellos sólo podían obedecer. Ese mismo día tendrían que marcharse mientras un médico fue llamado a toda prisa para qué revisara al pequeño Milo. No había pasado de un golpe y el susto pero aún así el señor de la casa ordenó que su hijo no dejara su habitación, lo cual por cierto el pequeño no respetó, apenas lo dejaron a solas se escabulló de la casa para ir a buscar a alguien.

--Camus.

El otro niño llevaba todas sus pertenencias, que no eran muchas, envueltas en una manta y aparentemente esperaba a sus padres.

--¿Qué haces aquí Milo?

--Yo...lo siento, no quise que los echaran.

--No tienes que sentirte mal por eso, estas cosas pasan.

--¿Adonde te vas?

--Donde haya trabajo Milo. Así es como debe ser.

En eso vio como los padres del otro niño se dirigían al camino y supo que era el momento de despedirse.

--Tengo que irme Milo.

--Camus...

--Siempre te recordaré.

Diciéndole eso le dio un beso en el rostro. Le sonrió y corrió con sus padres quienes de inmediato se pusieron en marcha a un nuevo destino, dejando atrás a un pequeño que estaba seguro nunca olvidaría a su amigo.

 

 

Los años pasaron y en ese tiempo Milo pasó de niño a joven, el joven más importante de la región pues su padre era aun más rico que antes. El joven de ojos azules apoyaba a su padre en lo que éste le indicaba que hiciera y nunca protestó, estudió como lo deseaba y aprendió todo aquello que su progenitor le indicó por creerlo importante y jamás dio un disgusto, era un muchacho muy respetuoso. Cumplía con sus deberes a su padre y los que le encomendaba de la tierra que les pertenecía pero la verdad era que no parecía una existencia dichosa la suya.

En ese tiempo Milo se había convertido en un muchacho silencioso y pasivo, escuchaba atentamente cuando su padre le hablaba de jornales, tierras, cosechas, todas esas cosas que el joven no estaba seguro que fuera el destino que deseaba pero era el que su padre le había planeado.

--Quiero que vayas a la región vecina para que lo veas Milo-decía su padre un día.

--Si padre-respondió el joven educadamente.

--No tardarás mucho, es asunto casi hecho hijo, pero entre más te acostumbres a esto mejor será para ti.

--Entiendo.

--He estado pensando en algo más hijo.

--¿Qué sucede padre?

--Pues veo que ya eres un joven, quizás quieras dar una vuelta por los alrededores sólo para conocer gente.

--Ya conozco a nuestros vecinos.

--¿Sabes que en la casa de la familia Kido hay unas muchachas?

--Si-respondió Milo como si nada-La nieta y las sobrinas del señor Kido.

--Deberías visitarlas.

--¿Para qué?

--Milo, hijo, ya estás en edad de buscar una buena muchacha y quizás con el tiempo formalizar algo.

Pero el joven guardó silencio ante eso, no sabía que decir y prefirió retirarse.

--Tengo que prepararme para el viaje padre.

Con eso se fue pero su progenitor se quedó pensando más en el asunto, tenía que buscarle una buena muchacha a su hijo y así asegurar su porvenir.

En cuanto al joven no pensaba en muchachas, se limitó a prepararse para el viaje, no sería largo ni complejo pero le interesaba más que lo dicho por su padre aunque no por eso le importaba mucho.

Al llegar Milo a la región en la que necesitaba arreglar el asunto al que lo enviara su padre no tardó en cumplir con el encargo, no era una cuestión complicada, sólo se trataba de la adquisición de otras tierras que aumentarían su capital, con eso estaba dispuesto a volver al hogar pero algo se cruzó en su camino que le impidió querer volver de inmediato.

Estaba por marcharse montando su caballo cuando se dio cuenta que había como un carnaval en las calles, al menos eso le pareció pero con un poco más de atención se convenció que no era tal cosa, se trataba de un espectáculo callejero, estaba por dejarlo pasar y marcharse cuando encontró algo, algo especial. Los que actuaban era como una caravana de saltimbanquis pero no era eso lo que llamaba su atención, era el número que se presentaba, lo que hacía que se quedara ahí y se acercara en ese instante era que alguien tocaba el violín y sabía quien era.

--Camus.

Pero ese joven no era aquel Camus que él conociera, no, este era un joven sin nada de niño y deseó saber como estaba, así que aguardó y vio todo el espectáculo, era entretenido, la gente parecía disfrutarlo bastante y al final aplaudieron con entusiasmo, sobre todo al violinista que no dejaba de sonreír mientras hacía una graciosa reverencia a la audiencia. La gente se iba alejando poco a poco pero Milo se acercó, fue tras el músico y antes de que despareciera lo llamó esperando que lo recordara.

--Camus.

El joven de cabellos azules volteó y se le quedó mirando por unos instantes pero no tardó en responder.

--Milo.

Sin más lo estrechó entre sus brazos y el otro joven le correspondió, si lo recordaba después de todo, hacía tanto que estuvieron en el mismo sitio...

--¿Qué haces aquí Milo?

--Vine porque mi padre me envió a concluir uno de sus tratos.

--Eso se escucha importante.

--No, no mucho, aquí sigue siendo lo mismo Camus, sigo estudiando y ayudo a mi padre en lo que me dice que necesita que lo ayude.

--No está mal ¿O si?

Pero el de Escorpio no respondió a eso sino que deseaba saber otra cosa.

--¿Cómo es que tú estás aquí Camus?

--Pues cuando dejamos la casa de tu padre anduvimos buscando otra para trabajar, tuvimos suerte y encontramos a otra familia que necesitaba de sirvientes, no tantos como en tu casa pero estaba bien, era una familia de músicos, todos hermanos y ya grandes pero tocaban que parecían quinceañeros-dijo con una sonrisa-como yo los rondaba cuando tocaban me preguntaron si quería aprender y acepté, así que me enseñaron a tocar el violín y el flautín.

--¿Acaso ellos son los que dirigen este espectáculo Camus?

--No, nada de eso, pero un día hace un par de años pasaron por esas tierras y se me presentó la oportunidad de viajar con ellos, acepté y desde entonces soy músico con ellos. Mis padres estaban algo tristes pero me quieren demasiado para negarse a que siguiera lo que deseaba de la vida.

--Tocas muy bien.

--Gracias, debo decirte que todos dicen que soy el mejor violinista que han tenido. Hemos recorrido casi todo el territorio en nuestros viajes, me gusta eso, ver el mundo.

Milo observaba a Camus con detenimiento, era tan alegre y abierto hablando de su vida y lo que había hecho y los sitios que había visto mientras él seguía sintiéndose como un niño delante de ese joven. Siguieron charlando un poco pero se hacía tarde y el de Escorpio supo que era momento de retirarse aunque no quisiera hacerlo.

--Tengo que irme Camus, lo siento, mi padre me espera.

--Es una pena Milo, de todas maneras me dio gusto verte.

--A mi también.

--¿Por qué no vienes a verme de nuevo?

--¿Qué?

--Que vengas a verme de nuevo Milo ¿no puedes?

--Es que...

--Estaremos aquí por unos días solamente, por favor, ven.

El otro muchacho vaciló unos segundos pero al final se decidió.

--Vendré a verte Camus, lo prometo.

--Entonces nos vemos Milo-dijo sonriente el joven violinista alejándose.

Con eso Milo volvió a su casa.

Esa misma noche el joven cenaba con su padre y el caballero le hablaba de lo bien que se había encargado del asunto y siguió hablándole más o menos de lo mismo pero la verdad Milo no escuchaba mucho, pensaba en Camus y en que deseaba verlo de nuevo ahora que estaba cerca de él.

 

 

Ciertamente Milo cumplió su promesa al día siguiente, apenas tuvo la oportunidad de hacerlo montó su caballo y fue a buscar a Camus, durante el trayecto iba pensando en los recuerdos que compartieron de niños y lo mucho que lo extrañó cuando su progenitor los echó, había sido su único amigo en años y eso seguía significando mucho en su vida. Al llegar no tardó en encontrarse que el joven estaba tocando justamente, nunca hubiera pensado que ese joven fuera capaz de ejecutar las notas de la forma en que lo hacía, con una delicadeza casi sublime hacía que el violín rompiera con el silencio y nadie se atrevía a decir nada para poder escucharlo.

Una vez más el espectáculo terminó y Camus como ya lo había visto fue hacia el directamente.

--Que bueno que viniste Milo.

--Te dije que lo haría.

--Así es, lo dijiste.

Sin más lo abrazó y le sonrió. De inmediato se pusieron a charlar pero de inmediato se notó que Camus gobernaba la conversación pues estaba acostumbrado a la gente y a tratar con ella por el espectáculo mientras que Milo se mostró un poco tímido pero eso sin duda por estar sujeto a la voluntad paterna durante todos esos años. Y ese no sería el único encuentro sino que vinieron más, varios más y siendo sinceros el de Escorpio parecía necesitarlos cada vez más.

En alguna ocasión que los dos charlaban sentados a la orilla de una fuente Milo tuvo una pregunta que hacerle a su compañero.

--Camus.

--¿Qué pasa Milo?

--Pues me he preguntado algo.

--¿Qué cosa?

--Ese día que tuvieron que irse...

--¿Si?

--Pues antes de irte tú me besaste.

--Así es. Lo hice.

--Pues es que me he preguntado porqué me besaste Camus.

--Fue porque quería que siempre me recordaras Milo.

El de Escorpio se sintió enrojecer ante esa respuesta, no la esperaba, y el otro agregó.

--¿Funcionó Milo?

--Siempre te recordé Camus, siempre.

Con eso bastó para que sonrieran y sus ojos brillaran por verse reflejados en los del otro.

A partir de ese momento vinieron algunas confidencias, que Milo no se sentía tan seguro del camino de su vida pero sentía que no podía decírselo a su padre, Camus lo escuchó atentamente pero prefería no intervenir.

--Mi padre se preocupa mucho por mí-decía Milo-Para él es muy importante que yo siga sus pasos, después de que mi madre falleció creo que se convirtió en su obsesión que yo fuera quien lo heredara todo.

--¿Recuerdas a tu madre Milo?

--No, yo era muy pequeño pero una vez me dijeron que ella cantaba, que era muy alegre y siempre cantaba.

--Debió ser una persona muy agradable.

--Yo también canto Camus.

--¿De verdad?

--Si.

Más bien sin pensarlo Milo empezó a cantar, casi no lo hacía pero en ese instante sintió que podía cantar lo que fuera, veía como los ojos azules de Camus no lo perdían de vista por estar escuchándolo y cantó aún mejor, tan sólo deseaba que el joven delante de él lo escuchara y así sucedió pero no fue el único en hacerlo. Cuando terminó de cantar se escucharon aplausos, las personas que iban pasando y lo escucharon se detuvieron y por como sonreían parecía que les había gustado bastante.

--Es muy hermoso Milo.

--¿Qué?

--Tu voz-dijo emocionado el músico-Tu voz es tan hermosa.

--Gracias-dijo algo ruborizado.

Pero a pesar de todo se sentía encantado de la manera en que esos ojos azules del violinista lo miraban. Trataron de seguir hablando pero había algo que les hacía difícil hacerlo, no para mal, era entre timidez y desasosiego pero ahí estaba y sentían que debían hacer algo más; estaban en el camino pues Milo iba a marcharse pero antes de hacerlo aún faltaba algo por hacer.

--¿Vendrás de nuevo Milo?

--Si.

--Que bueno.

Sin más Camus se acercó y lo besó, fue intenso y suave a la vez, al separarse Camus sonreía y Milo estaba sin palabras y como soñando.

Ya en el camino el de Escorpio notaba cuan diferente era Camus pero le gustaba, le gustaba esa forma de ser que tenía, abierta y franca, que sabía reírse y le contaba todo ese mundo que él desconocía, eso y no se negaba que ese muchacho tenía un cierto esplendor como de tío lanzado, así era, Camus no se tomaba más tiempo que el que creía necesario para demostrar lo que deseaba hacer y con él terminaba de probar su punto. Le gustaba a Camus. La simple idea hizo latir su corazón más aprisa y que llegara sonriendo a casa.

 

 

El padre de Milo no había cejado en sus planes, uno en especial se estaba formando y ya parecía decidido, se lo informó a su hijo de inmediato.

--Vamos a tener una fiesta Milo.

--¿Una fiesta?

--Si hijo, vendrá la gente de la región, conocerás gente, habrá música y baile, te hará bien divertirte.

--Está bien padre.

El joven aceptó todo pero lo que gobernaba sus pensamientos era ese beso que Camus le había dado. Cuando pudo estar a solas en su habitación se preguntó que significaba eso, si había algo entre ellos o era sólo un beso pero también imaginaba un futuro...que Camus estuviera en ese futuro. Era lo que más deseaba. Y antes de dormirse se le ocurrió algo más pero hasta el día siguiente podría hacerlo saber.

--¿Quieres que vaya?-preguntó Camus.

--Así es-dijo Milo con seguridad-Será una fiesta, tal vez te diviertas si vas.

--Bueno, si lo pones así, entonces iré-dijo sonriendo-Nos veremos ahí.

--Camus...

--¿Qué?

Pero como seguía sonriendo el de Escorpio sentía que le faltaban las palabras pero el otro prefirió actuar así que se acercó y lo besó de nuevo.

--Te veré ahí Milo.

Al alejarse lo hizo con un guiño y sin dejar de sonreír, Milo se quedó ahí con el corazón latiéndole aprisa.

El día de la fiesta llegó, a la casa de los Escorpio llegó mucha gente de los alrededores, era una fiesta espléndida en la que la gente no dejó de ser bien atendida y homenajeada ¿Cuál era el motivo? A los invitados no les impostaba demasiado pero el padre de Milo estaba seguro que era un buen paso para que su hijo conociera a las muchachas de la región. El joven se mantenía a su lado elegantemente vestido pero sin sonreír, tan sólo aguardaba. Cierto que el joven se mostró atento y educado, bailó con las jóvenes que su progenitor le indicó pero el muchacho de cabellos azules aún esperaba.

Cuando la gente estaba más animada y convivía fue cuando sucedió, entre toda la gente Milo vio llegar a Camus, el joven no iba de una manera especial y aún así él lo reconoció en cuanto se acercó y fue hacia él en el acto.

--Camus.

Pero su padre se dio cuenta de eso, supuso que sería algún amigo del que él no estaba enterado pero lo dejó pasar. Aún así en cuanto estuvo cerca el de los Escorpio no dejó que el músico se separara de su lado. A Milo le gustaba estar con Camus, sentía que si estaban juntos podían hacer cualquier cosa en cualquier lugar, estando a su lado veía como se desenvolvía y charlaba con los demás, los tenía atentos a él en segundos y estaba seguro que era el muchacho más especial de su vida y quería que se quedara con él.

Aunque divertidos pues Camus era alegre y abierto y pese a que Milo andaba medio silencioso no dudaba en compartir su alegría, el músico tuvo algo que comentar.

--Es una buena fiesta pero el ambiente es como muy rígido.

--Mi padre así organiza sus fiestas Camus.

--Deberías hacer algo.

--No hay nada que yo pueda hacer.

--Claro que si Milo, sólo necesito un violín y tú me vas a ayudar.

--¿Yo?

--Si.

Y aunque trató de protestar de nada le sirvió, terminó ayudando a Camus en lo que le dijo, en unos momentos el músico ya había convencido a uno de los otros músicos que le prestara el violín, el joven al principio no quería pero el de ojos azules le sonrió y eso bastó, después de eso Camus tomó el instrumento, lo apoyó, tocó algunas notas y cuando se sintió seguro comenzó a interpretar. Música alegre y jocosa empezó a llenar el aire, la gente se animó en poco tiempo y estaban riendo y acompañando con sus palmas la interpretación, Milo también lo hacía pero entonces Camus se detuvo y le habló.

--Cántanos algo Milo.

El joven se quedó sorprendido.

--Canta Milo, vamos.

Le sonreía mientras le hablaba pero el joven como por instinto volteó a ver a su padre quien con una sola mirada le indicaba que no estaba de acuerdo en eso pero al volver a ver a Camus éste le sonreía con sus ojos brillantes y le extendió su mano como invitándolo, con eso ya no dudó y tomó esa mano sonriendo para empezar a cantar mientras el otro joven tocaba, lo hacía con todo su corazón y sabía que era de esa manera porque se sentía feliz. La demás gente primero se sorprendió y después lo aplaudió, era increíble, nunca hubieran imaginado que se joven tuviera una voz tan prodigiosa  y hacía que la gente simplemente se detuviera y lo escuchara, más bien los escucharan pues Camus tampoco se quedaba atrás, sin duda juntos no había manera de dejar de escucharlos.

Milo cantó hasta el final y se sintió terriblemente feliz al hacerlo, como si fuera a lo que deseara consagrar su vida.

 

 

La fiesta siguió muy animada pero los dos jóvenes de cabellos azules lograron escabullirse para no quedar en medio de las felicitaciones de los invitados, estaban aún en la propiedad pero lejos de la fiesta.

--Eres dueño de una voz maravillosa Milo.

Y aunque el joven escuchó los halagos de su compañero supo que era momento de hablar, lo sabía y para eso se mostró tierno con su compañero.

--Camus ¿Qué sientes por mí?-pregunto directamente.

Los primeros momentos no tuvo respuesta así que continuó.

--Nos hemos besado Camus, eso debe significar algo, por favor ¿Qué sientes por mí?

--Eres muy guapo Milo.

--¿Solo ha sido por eso?

--Milo, eres especial.

Diciéndole eso le acarició el rostro, ya no parecía posible hablar, tuvieron que acercarse y se besaron una vez más, un beso que de suave se convirtió en apasionado.

--¡¡Milo!!

Los dos se separaron sorprendidos y quedaron ante la mirada furiosa del padre del joven.

--¡Largo de aquí!-le gritó a Camus.

--Pero padre...--quiso intervenir el joven.

--Silencio Milo.

Camus no pudo decir nada y se marchó de inmediato pero Milo sintió que era de nuevo como cuando niño, quería que Camus se quedara pero no sabía como lograrlo.

La fiesta había terminado.

Milo fue a su habitación y no tardó en ser seguido por su padre que estaba más que dispuesto a dejar en claro su punto sobre lo sucedido.

--No volverás a ver a ese sujeto-dijo su padre con firmeza.

--No-dijo Milo.

--Soy tu padre y me obedeces, esto no es una petición Milo, no lo volverás a ver.

--No puedes ordenarme eso.

--Así tenga que encerrarte no lo volverás a ver.

Su padre se fue y Milo sintió que era definitivo lo que acababa de decir y no se sentía seguro por el camino a tomar.

 

 

Camus se marchó aprisa en un principio pero conforme se alejaba de la casa se sentía más y más cansado hasta que no pudo continuar, terminó a un lado del camino preguntándose qué era lo que iba a pasar. Sincerándose sabía que quería estar con Milo, no estaba seguro en calidad de qué pero si estaba seguro que lo alegraba cuando estaba a su lado, eso y que le gustaba besarlo y tenerlo cerca pero sin duda su padre quería lo mejor para el joven y eso no incluía a un saltimbanqui que tocaba música. En medio de sus pensamientos algo lo interrumpió.

--Camus.

Volteó y no tardó en encontrarse con la figura de Milo delante de él.

No sabía que hacer ante eso y el otro muchacho se acercó.

--Camus.

--¿Qué haces aquí Milo?

--Iba a buscarte pero logré verte.

--Si tu padre se entera de esto...

--No me importa-interrumpió el de Escorpio-Sólo quería verte y que hablemos Camus.

Los dos entendían que era el momento de sincerarse.

--Quiero estar contigo Camus-dijo directamente.

--Pero Milo...

--Sólo quiero estar a tu lado, no importa lo que diga mi padre.

--Milo, aunque no fuera así yo estoy por irme, no me quedaré más en este lugar.

Ante eso el otro joven se quedó sin palabras pero ambos se miraban con sus azules pupilas destellando, se acercaron con suavidad y se besaron, no era momento de palabras, si en verdad había algo entre los dos tal vez no tuvieran otro momento o quizás si pero en ese instante no se detendrían a pensarlo.

Empezaron a besarse con suavidad pero ya sabían que era sólo antes de llegar a la intensidad, Camus estrechó en sus brazos a Milo para que no se separara de su lado, lentamente el joven músico hizo que los dos cayeran sobre la hierba en medio de la noche y todo sin romper el beso que compartían. Las manos de los dos avanzaban por encima de sus cuerpos dibujando caricias suaves y firmes, se miraban en ocasiones compartiendo en sus pupilas el claro sentimiento de lo que los unía, simplemente iban a demostrárselo. El que tocaba el violín empezó a recorrer con sus labios el rostro de su compañero, llegando a su cuello con leves mordidas y alcanzar su pecho y besar sus pezones por encima de la tela para apartar la ropa con decisión, abriendo la camisa y descubriéndolo para poder tocar mejor la sensible área que provocaba en el otro ligeras llamas desde su vientre.

Esa sensación de poder que despertó en Camus por sentir a Milo fue intensa, le gustó darle placer con su cuerpo y estaba dispuesto a hacer todo para complacerlo, así que se apartó un poco para mirarlo y frotar suavemente su entrepierna contra la de su compañero, la temperatura de sus cuerpos aumentaba y su respiración se agitaba así que era momento de deshacerse de su ropa por completo pues no la necesitaban de por medio. Camus se quitó la camisa y después llevó sus manos a los pantalones de Milo, el joven sintió como los desabrochaba y los bajaba lentamente por sus caderas y sus piernas, se quedó muy quieto mientras lo hacía pues no se atrevía a moverse por su cuenta. Al sentir de nuevo al joven músico contra él supo que estaba sin su ropa también.

En unos segundos sus erecciones se hicieron presentes, Camus lo acaricio con ternura en la zona y lo estimuló con dulzura.

--Aaahhh...Camus...

Se besaron de nuevo con deseo y estrechándose.

--¿Quieres que siga Milo?

--Sssiii...

Recostados sobre la hierba seguían besándose y frotándose pero Camus se separó y quedó entre las piernas de Milo, el que tocaba el violín no dejaba de mirarlo con sus ojos azules mientras retiraba la prenda que le quedaba y después se quitaba la suya, quedando los dos desnudos en la noche. Por unos momentos el de Escorpio miró a su compañero sin estar seguro de cómo un hombre podía ser tan seductor y sensual como lo era el que estaba delante de él, pero no era el momento de hacerse preguntas, mucho menos cuando los labios de Camus estaban de nuevo recorriendo su cuerpo y excitándolo con delicadeza para que respondiera a las nuevas sensaciones que estaban descubriendo en él.

Con cuidado y suavidad Camus separó las piernas de Milo y quedó entre ellas, besándolo con más intensidad y marcando sin perder el tiempo el sitio que deseaba conocer, lo acarició suavemente con los dedos tomando la base de su turgente sexo para después besarlo desde la corona y recorriendo todo el tronco, poniendo especial atención al frenillo y arrancando nuevos gemidos de placer en su compañero que elevaba sus caderas como un intento de pedirle que continuara y no se detuviera, también indicándole que no se resistiría a nada.

Camus no quiso esperar más y tomó con cuidado la punta del erguido sexo en sus labios sólo para acariciarla con su lengua y estimularla más, obteniendo el transparente lubricante que esperaba antes de llegar al máximo de la excitación, cubrió uno de sus dedos lo mejor que pudo con ello y un poco más de saliva para acariciar la masculina entrada del otro joven pero lo sintió tensarse y supo que necesitaba aclarar las cosas antes de seguir.

--Si no quieres seguir no lo haré-dijo Camus buscando el rostro de Milo.

--No es que no quiera...--dijo como con esfuerzo el de Escorpio.

--¿Nunca lo has hecho?-preguntó directamente el otro.

Por respuesta lo vio mover su rostro negativamente y sonrió con dulzura para acariciar su rostro de nuevo.

--Seré muy amable contigo Milo.

Con eso lo besó una vez más en el pecho y bajo de nuevo por su cuerpo besándolo y acariciándolo para apoderarse una vez más del turgente sexo con sus labios y seguir acariciándolo con sus dedos entre sus piernas; el dígito que estaba lubricado fue más firme en sus atenciones hasta que logró traspasar suavemente la estrecha intimidad y dio suaves giros tratando de hacer más sencillo el moverse. Milo se tensaba un poco aún pero procuraba tranquilizarse hundiendo sus dedos en el cabello azul de su compañero, lo único que le estaba dando soporte mientras el otro joven lo conducía por sendas de placer.

Lentamente Camus estaba logrando su objetivo de dilatarlo y se sintió más que satisfecho al encontrarse con que Milo estaba excitado, separando sus piernas voluntariamente pidiéndole con su varonil voz que continuara, así que liberó su sexo de sus labios para subir de nuevo por su cuerpo y apoderarse de su boca una vez más pero seguía ahora con dos dedos en el interior de su cuerpo preparándolo para lo que seguía.

--Milo...Milo...

Le susurraba el otro entre besos, el de Escorpio lo estrechó en sus brazos y no se opuso de ninguna manera cuando esos dedos se retiraron y algo más vasto comenzó a presionar contra su intimidad, quería decirle algo pero no pudo y Camus tembló un poco al entrar en él, lo hizo con cuidado, sin apresurarse pero el cuerpo de los dos se encendió como ascuas al sentirse y entre gemidos ahogados y voces apasionadas lograron sentirse por completo y quedarse quietos por unos segundos. Sus cuerpos se tensaron unos segundos y después se relajaron, fue en ese momento que empezaron con el movimiento de sus caderas, más firmes las de Camus pero no menos apasionadas las de Milo. Se buscaban entre besos y gemidos con miradas brillantes o los ojos cerrados, eso no importaba, todo lo que contaba era sentirse como se sentían en esos instantes en que se pertenecían y se convertían en uno.

Milo estrechaba con fuerza a Camus y éste respondía con pasión al cálido cuerpo del otro joven, se aferraron con intensidad y siguieron amándose en medio de la oscuridad de la noche, clamando cada uno por la fogosidad de su entrega, por esas sensaciones que los recorrían y los hacían más sensibles y llenaban todo su ser, ambos exclamando palabras sin sentido pero que declaraban su cercanía a la culminación. Sintieron que estaban a un paso de desmayarse, les faltaba el aliento y no veían nada de lo que les rodeaba, de pronto se sintieron vibrar y sus cuerpos se tensaban aprisionando al del otro contra ellos y llevándolos a los límites de su sensualidad. Se llamaron entre apasionados gritos y lograron juntos su completa satisfacción, apenas sintiendo como la esencia de su compañero quedaba en ellos, después vino la relajante fatiga y quedarse sin voz en la oscuridad.

 

 

Más relajados era el momento de hablar de nuevo, tenían que hacerlo pues las cosas no podían quedarse en ese punto.

--¿De verdad te irás Camus?

--No puedo quedarme Milo.

--Pero no quiero estar sin ti.

--Lo siento pero sabes que no puedo quedarme.

--Entonces ¿puedo ir contigo?

--¿Qué?

--Si, iré contigo adonde vayas para poder estar juntos y no separarnos.

--Pero Milo, tienes toda una vida aquí.

--La vida que quiero es contigo Camus.

Ante eso no dijeron más, sonrieron.

Esa misma madrugada se fueron juntos, dejando al padre de Milo con el disgusto de su vida pero ninguno de los dos se mostró mortificado por ello.

Los años pasaron, tiempo en el que no se podía pronunciar siquiera el nombre de Milo en las propiedades que fueran de los Escorpio, no, para su padre había sido una deshonra que su hijo se marchara de la manera en que lo había hecho, que renunciara a su futuro ¿Y todo para qué? Para largarse con un musiquillo cualquiera y andar por los polvorientos caminos sin techo sobre sus cabezas ni una cama digna para descansar al final del día, para no saber si habría comida caliente al día siguiente y ser más bien un mendigo. El padre del joven de los ojos azules sentía que no podía perdonar a su hijo por lo que había hecho.

Se estaba dedicando de lleno a sus tierras y a hacer dinero pues era lo único que había hecho por años, así además no pensaba en ese ingrato hijo que lo cubriera de deshonra con su huída, si quería ser un saltimbanqui pordiosero adelante, él no iba a buscarlo. Pero en la soledad la realidad era que el caballero sufría pensando en Milo ¿estaría bien? ¿Tendría una comida decente? ¿Descansaría sin frío? ¿No se enfermaría? Todos esos pensamientos llenaban su mente y no encontraba consuelo a ellos.

Sin embargo el consuelo llegó.

Sucedió que un día llegaron noticias de lejos, muy lejos, hablaban del joven Milo Escorpio, quien poseía una voz de maravillosa belleza, con esas canciones penetrantes, completas, ricas y luminosas su éxito y fama crecían y gracias a eso se presentó en casi todas las grandes ciudades. Se sabía que sus apariciones eran ampliamente esperadas y en ellas interpretaba gran parte de la música que era de su compañero, Camus. Su éxito fue instantáneo. Los monarcas y las cortes lo llenaron de favores y regalos.

Fue así que poco a poco el señor de Escorpio comenzó a sentir orgullo por la vida que había elegido su hijo, quizás no era lo que él había esperado pero era el destino que había elegido el joven, sobre todo era la vida que lo hacía feliz, entendía que cuando el amor encuentra su voz no hay forma de acallarla.

 

 

FIN

 

 

 

Notas finales:

Espero que les gustara, la semana que entra si nada sucede que me lo impida subo un fic de petición también, es un Shura con Shiryu que se llama Duelo, espero que les guste.

Atte. Zion no Bara

 


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