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Las aventuras de Atobe Keigo por Neko uke chan

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Un escozor en sus ojos y un doloroso pálpito de su corazón fueron suficientes para darle fuerza a esa determinación que tenía a medias y esforzarse en darle un buen presente, y de paso hacerle feliz en lo que estuviese a su alcance. Porque si algo acababa de comprobar, era que Atobe no estaba del todo bien.


Bajó las escaleras con pesadez, a un paso el doble de lento en comparación con el que las había subido, observó a uno de los mayordomos a través del portón de la cocina dándole instrucciones a los cocineros y sintió el deseo de preguntarle el paradero de su novio en los próximos días; pero recordó que desde un principio se autoimpuso el mantenerse al margen de la vida social de Atobe Keigo…una figura pública que debía de mantener, costara lo que le costara. Si él mismo no se lo dijo debía significar que no era de gran importancia o sencillamente no le incumbía.


Volverá pronto, él lo dijo. Y no es como que se va para siempre una sonrisa sombría apareció sin querer, a la vez que volvía el ardor en sus orbes. Soy un mocoso, maldita sea se criticó a sus adentros, retirando las gotas saladas que se empezaban a acumular. Sacudió su cabeza hasta casi marearse y tropezar varios escalones, con una suerte de dioses al no caer y fracturarse, se acercó al mayordomo y pidió que le abriese la puerta principal ya que salir por el jardín trasero implicaba caminar innecesariamente.


–¿Se retira tan pronto, Akutagawa-san? – preguntó el hombre mayor, quien curiosamente y contrario a sus facciones, conservaba gran parte de su caballera tupida y negra; una incómoda mirada surgió en el tenista siendo captada por el mayordomo –Disculpe mi atrevimiento– hizo una leve reverencia y procedió a guiarlo hasta la puerta principal que abrió en el proceso; un tímido –Gracias, buenas tardes– recibió de parte del chico.


Llegó a su casa corriendo tras unas inesperadas gotas de lluvia que comenzaron chispear en su cabeza, cenó el doble de lo normal, leyó tres tomos de mangas que tenia atrasados de su serie favorita –que no había leído por las tareas– y completó en tiempo record el extenso cuestionario de psicología que debía entregar al día siguiente Me pregunto si las respuestas se ven afectadas por el estado de ánimo guardó las hojas en una carpeta y la metió en el bolso para no dejarlas –de nuevo– en su casa.


Se recostó en la cama con los brazos cruzados detrás su revuelta cabeza, suspiró con los ojos cerrados y se dedicó unos minutos a pensar en su idea de regalo, relegando a conciencia de su mente el hecho de que el cumpleañero se echaría en falta los próximos días.


A la mañana siguiente despertó diez minutos antes de la campana del despertador –todo un milagro– ya que su sueño, sino corrido, había sido superficial durante toda la madrugada.  Desayunó poco debido a que aún conservaba en el estómago más de la mitad de la cena y salió con tiempo de sobra a la secundaria porque no lo había malgastado atiborrándose en la comida. Al llegar a clases se enfrentó a la ausencia de su buchou.


El hecho de encontrarse con el asiento vacío era hasta cierto punto perturbante, no eran de la misma sección pero aun así se paseaba por el pasillo de su salón y se asomaba al ventanal, observando el sitio, inmóvil. Suspiró cansino y fue a paso rezagado hasta las canchas de tenis, tocaba práctica: excusa perfecta para distraerse.


Muy en contra de sus planes e intenciones, el hecho de entrenar sin su capitán gritando órdenes, alientos y regaños era aún más aplastante. Ninguno parecía verse muy afectado por su ausencia, unos más que otros se mostraban curiosos y extrañados, pero nada que retuviera miradas de búsqueda por largo rato. Hipócritas, cuando está aquí todos empiezan con el corito “Hyotei Hyotei” y cuando no, ¡ni preguntan por él! algo es su mirada         –posiblemente molesta– llamó la atención de Yuushi que se dirigía pesadamente al sitio donde yacía recostado el chico para suplir la función de Atobe.


–Jiroh, ¿qué tanto haces aquí? – preguntó a la distancia, quedándose de pie sin terminar el recorrido que debía hacer –…¿ocurre algo? No estás dormido– observó el ceño fruncido del aludido y el hecho de que no estaba secuestrado por Morfeo.


–Nada en especial. Solo lo de siempre…vagar– deshizo el hastío de su cara y  lo reemplazó por una sonrisa nerviosa, mientras se rascaba la barbilla. Oshitari afiló la vista y acomodó sus lentes sobre el puente de la nariz. –Si es así, entonces usa tu tiempo libre para entrenar. Sakaki-sensei te quitará el puesto de titular si vuelves a perder un partido–dio regreso sobre sus pasos y dejó al chiquillo reincorporándose.


–Sería lamentable si me quitan mi puesto de titular, es que ¡ésta chaqueta es muy cómoda y calentita! – se abrazó a su prenda y se la restregó por el rostro con un puchero.


 –Perfecta para dormir, ¿verdad? – escuchó la voz de Gakuto detrás del árbol donde había estado recostado y este salió de allí


–Mukahi-san,– le miró extrañado –¿qué haces aqu-…–fue interrumpido por el acróbata –…”¿por qué no estás entrenando?” pues lo mismo va para ti– refutó– Yuushi me envió a buscarte, ¡Así que vuelve a las canchas de una vez! – le gruñó, dando marcha hacia el campo de entrenamiento, maldiciendo a Oshitari por interrumpirle en su grandiosa demostración acrobática.


Jirou regresó a las canchas, se disculpó por la demora y se dispuso a concentrarse en los partidos que disputó, esforzándose en jugar como siempre, todos los partidos fueron ganados por los regulares, y alguno que otro integrante del club con talento superior a la media-baja. Antes de acabarse el horario de prácticas y ya en los vestidores, el chico decidió preguntar en general –con la intención de simular la mayor normalidad posible– si alguien sabia el paradero del Buchou.


–Me llamó esta mañana, dijo que estaba de camino a Francia y que volvería en tres o cuatro días– comentó Yuushi, terminando de cerrar su casillero –¡Ese Atobe! porque le dejó a cargo del club ¡Yuushi nos da órdenes como si fuésemos sus empleados! – se quejó Mukahi, terminando de darle los toques necesarios a su cortina de lacio cabello con un cepillo. Los demás rieron –Gakuto-senpai, lamento informarte que sólo a ti te trata como sirviente– siseó con malicia Hiyoshi.


–¡Bastardo!


–Ya, ya, de todas formas no puedes hacer mucho al respecto o saldrás perdiendo, ¿sabes? – Shishido se encogió de hombros, colocándose su gorra azul sobre la cabeza


 –Es cierto Gakuto-senpai, lo mejor sería que no se quejara demasiado…es una recomendación– Choutaro aún no se había quitado la camisa de titular, distraído por la conversación, hasta que tuvo la oportunidad de intervenir, restándole importancia al asunto con un leve ademán de mano.


 –¿Es que acaso soy el único de los mandados aquí? – preguntó irónico, viendo de mala gana a Oshitari. –Osu– se escuchó atrás, por las las duchas. Hasta Kabaji lo confirmaba.


Rieron estruendosamente, salvo el acróbata que quería que lo tragara la tierra. Jiroh se animó a participar en la charla (burla) hacia su senpai, con el fin de calmar un poco los ánimos –Mukahi-san, yo creo que esa es una peculiar manera de demostrar afecto–  por alguna extraña razón sintió que todos lo miraban y no se equivocó, sobre su espalda tenía los ojos fijos de sus compañeros, cosa que pudo confirmar al darse la vuelta.


 –¿Qué? ¿Dije algo mal? – preguntó nervioso, a la defensiva.


–No has dicho nada malo, Jiroh– respondió el tensai –Sólo es raro escucharte decir ese tipo de cosas– continuó Shishido, los demás corroboraron asintiendo. –¿En verdad? Jeje lo leí en un manga y se me ocurrió usarlo ahora– rió con normalidad, excusándose. Con observaciones perficases de los chicos, fueron saliendo de los vestidores tras cortas despedidas, dejándole solo.


–Definitivamente Jiroh está extraño


–No se puede evitar, sin Atobe pierde su norte– le respondió el tensai a Mukahi, posando una mano en el hombro de su pareja de dobles.


 –Mira quién habla Yuushi-senpai, que recurres a abusos autoritarios para tener a Mukahi-senpai cerca– habló burlonamente Ryou. Tras varios dimes y diretes, el grupo se dispersó en la entrada para dirigirse cada quien a su casa, Jiroh alcanzó a ver cómo partían todos y se sintió desanimado ante la idea de ser el antisocial del día. Suspiró y reacomodó su raqueta al hombro junto con su bolso.


No puedo dejar que esto me desanime Se dio un par de bofetadas y fue a trote hasta su hogar Tengo cosas más importantes en qué pensar se recordó al llegar a su habitación, y tras terminar su tarea con una dudosa facilidad, muy rápidamente para haberla realizado de manera correcta, se postró en su cama a darle los toques finales a su propósito.


 Ahora que lo pienso, nadie pareció recordar que su cumpleaños se acerca…al menos no que haya escuchado de nuevo se reprochó su distancia. –Qué más da, el compañerismo no es una de esas cualidades que muestran abiertamente, no todos– se refirió al grupo pensando realmente qué, en comparación con ellos, él era el niño de los Hyotei.


 Giró sobre su espalda, quedando arqueado contra la almohada que abrazaba Maldición…apenas es el primer día y ya te extraño apretó la pieza algodonada y se durmió en esa posición, con la inconsciente esperanza de que sus pensamientos le llegaran.


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