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El fuego bajo el hielo por Laet

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Notas del capitulo:

Hola, hola, aquí está el nuevo capítulo. Es un poco raro, y Yuri... bueno, creo que no tiene mucho que ver con el original. Aún así, espero que os guste.


Ah, y gracias por los reviews, animan mucho :D

  -El observatorio Pulkovo recibe su nombre de la colina en la que está situado. Fue fundado por el astrónomo Struve el veintiuno de junio de mil ochocientos treinta y nueve y se considera…


  Un hombre de mediana edad había acudido a recibirlos. Llevaba el cabello, largo y completamente gris, atado en una coleta baja, una barba espesa y bien cuidada, y tenía unos ojos azules y cristalinos. Era Dimitri Ivanov.


  Después de darles un paseo por los amplios jardines y explicarles la historia del observatorio, los condujo a la entrada del edificio y llamó a un chico pelirrojo que ordenaba unos papeles con aire aburrido.


  -¿Te importaría acompañarlos a sus habitaciones?


  -No, claro. Seguidme.


  Los cuartos que les habían habilitado eran pequeños, individuales, utilizados de vez en cuando por los investigadores en las épocas de más ajetreo.


  Cuando ya sólo estaban Kai y Ray con el pelirrojo, éste dijo:


  -Suéltalo, el pobre debe de estar más que harto de estar encerrado.


  Detuvieron la marcha para que el bicolor abriese la jaula. Aldebarán salió de un salto y se enredó en los tobillos del chico de ojos azules, del mismo tono que los del señor Ivanov, que esbozó una sonrisa y acarició al gato.


  -Soy Yuri –dijo, mirando al oriental. Luego se volvió a Kai.-Veo que al fin has logrado hacer un amigo. No intentes ocultarlo –sonrió-, os vi charlando antes.


  -No es ningún secreto, Ivanov.


  -¿Y te llamas…?


  -Ray Kon. Encantado –estrechó la mano que el pelirrojo le tendió.


  Otros dos gatos, uno naranja y el otro gris perla, se acercaron corriendo, y Aldebarán se reunió con ellos.


  -Ya están juntos –murmuró Kai.


  -El pequeñajo gris es Rigel, y el anaranjado, Antares.


  -¿No hay en Rusia un solo gato con un nombre normal?-preguntó Ray.


  -Teniendo en cuenta que viven en un observatorio, creo que cuadra que tengan el nombre de una estrella –rebatió Yuri.


  -Así que estrellas… Eh, pero Aldebarán no vive aquí.


  -Pero cuando Kai lo rescató de las calles, lo trajo aquí para que lo cuidase, porque a su abuelo no le gustan los animales.


  -Y se tomó la libertad de ponerle ese nombre –concluyó el bicolor.


  -Bueno, Kai, ésta es tu habitación.


  -De acuerdo. Ya sé dónde está todo.


  -Muy bien. Ray, esa de enfrente será la tuya. ¿Qué tal si dejas tus cosas y te enseño las instalaciones?


  -Pues… -dudó, pero el bicolor parecía un poco cansado, así que tal vez era buena idea dejarlo un momento a solas-, vale.


  Dejó su bolsa sobre la cama y caminó junto a Yuri, que lo guió por todo el complejo, mostrándole principalmente las áreas de descanso, ya que el resto lo irían viendo durante las charlas y las observaciones.


  Finalmente, se detuvieron frente a un amplio ventanal desde el que se dominaban todos los jardines. Era una vista muy bella, con el suelo y los árboles espolvoreados de nieve.


  -¿Cuánto hace que conoces a Hiwatari?-preguntó el ruso tras unos minutos en silencio.


  -Poco más de dos meses.


  -¡Vaya! –los ojos azules se centraron en él, muy abiertos.-¿Cómo lo has conseguido?


  -¿El qué?-preguntó, confuso.


  -Lograr que te hable. Lo conozco desde hace más de tres años. Me dirige la palabra desde hace apenas dos –resumió.


  -También yo me pregunto a veces cómo es que le caí en gracia –se encogió de hombros.


  Yuri se rio.


  -Bueno, sea como fuere, es una gran noticia ver que empieza a relacionarse con alguien además de con su gato. Igual hasta consigues revivirlo.


  -¿Tú… tú crees?


  Eso sería estupendo. No había nada que quisiese más que ver a Kai feliz.


  -Sí… pero me temo que eso pasa por confesarle lo que sientes.


  Ray sintió deseos de que la tierra se lo tragase en aquel mismo instante.


  -Primero Max, luego Sveta, la anciana de la tienda, y, ahora, tú… ¿Es que soy tan obvio?


  Para su sorpresa, Yuri se partió de risa, lo cual lo molestó ligeramente. El pelirrojo trató de calmarse y volver a acompasar su respiración.


  -Perdona, Ray, no quería ofenderte –se disculpó secándose las lagrimitas que habían acudido a sus ojos.-No sé esas personas a las que has mencionado, hay gente con un talento especial para descifrar lo que sienten las personas, pero, en mi caso, es porque ya he estado en tu situación.


  Los ojos dorados del oriental se abrieron al máximo.


  -¿Kai y tú…?


  -Kai y yo nada –se apresuró a aclarar el pelirrojo.-Él es muy atractivo, inteligente, y al principio me atrajo mucho. Pero decidí que lo que sentía por él no iba a ninguna parte, y que el tiempo no iba a hacer que él me correspondiese. De hecho, ni siquiera sé si me considera un amigo. ¿Te ha hablado de su pasado?


  -Sí.


  -¿Cómo reaccionaste?


  -Quise… ayudarlo a superar todo aquello, pero me dijo que era mejor que no nos volviésemos a ver –se sonrojó-, y entonces me desmayé.


  -¿Te…? Oh, vaya –contuvo una sonrisa.


  -Pasamos como veinte días sin hablarnos.


  -Pero ya estáis arreglados.


  Ray asintió con la cabeza.


  -Me alegro. A mí me intimidó un poco cuando supe su historia… Tal vez esa sea la diferencia entre tú y yo.


  -Pero no estoy seguro de que deba decirle lo que siento.


  -Es cosa tuya, pero te lo advierto: Kai no va a reaccionar hasta que lo hagas. Ha cambiado desde la última vez que lo vi, pero apuesto a que su problema de ostracismo no ha desaparecido. Si se muestra más abierto es porque tú lo eres con él –le tocó con un dedo la punta de la nariz.-Si quieres saber lo que pasa en su corazón, tendrás que abrirle el tuyo, me temo.


  Volvieron a quedarse mirando el paisaje. Había comenzado a nevar con suavidad. El oriental sentía su corazón latiendo a mil. Yuri le puso una mano en el hombro. Su rostro había adoptado una expresión comprensiva.


  -¿Y tú, Yuri? ¿No vas a decirle que…?


  El ruso frunció el ceño, pero luego volvió a sonreír.


  -No temas por eso, aún le tengo cariño, pero ya no le quiero. Al final encontré a otra persona, alguien que siempre me había querido, pero que al principio no me lo dijo porque tenía miedo de que yo saliese huyendo.


  -Esa historia me suena –murmuró.


  -Es muy común –se encogió de hombros.-Mira, Ray, no creo que vayas a perder nada. Si Kai gusta de tu compañía, dudo que renuncie a ella sólo porque le quieras.


  -Lo tendré en cuenta.


  EL oriental reprimió un pequeño bostezo.


  -Hmm, será mejor que deje de darte la brasa, necesitarás descansar después del viajecito hasta aquí.


  Volvieron a la habitación que le había sido asignada a Ray y se despidieron. El oriental quitó sus cosas de la cama y se tiró sobre el colchón.


  Igual Yuri tenía razón, a lo mejor era buena idea confesarle a Kai, que… Una oleada de calor le subió al rostro. Otra gran dificultad era que se atreviese a hacerlo.


***


  Abrió los ojos, ligeramente desconcertado. <<Vaya, me he quedado dormido>> pensó mientras se frotaba los ojos. Unos golpecitos sonaron en la puerta.


  -Adelante –dijo, ahogando un bostezo.


  La puerta se abrió y Yuri asomó por el hueco.


  -¿Te encuentras bien, Ray? Llevo un rato llamando.


  -Sí, es que me quedé dormido.


  -Íbamos a dar una vuelta por la ciudad antes de que se haga de noche, ¿te apetece venir?


  -Vale –se puso en pie de un salto, ordenó un poco su pelo y se puso el abrigo.


  Kai los esperaba en la entrada, con la espalda apoyada en la pared, y junto a él había otros tres jóvenes, que se mantenían a una cierta distancia del bicolor.


  -Bueno, os presento: chicos, él es Ray Kon; Ray, ellos son Spencer Petrov –señaló a un chico rubio de ojos azules, muy alto y musculoso-, Ian Papov –resultaba casi cómico verlo al lado de Spencer, que lo hacía parecer más bajo de lo que ya era-, y…


  -Bryan Kuznetsov –se adelantó el joven, de cabellos grises, ligeramente violáceos, y ojos muy claros, tendiéndole la mano.


  -Mucho gusto –respondió estrechándosela.


  -Bueno, entonces, ¿nos vamos ya?-preguntó el rubio.


  -Sí, no desesperes –dijo Yuri.-Venga, Ray, hoy seremos tus guías.


  Cuando salían por la puerta, Kai pasó por su lado y murmuró:


  -Lo cual significa que puedes acabar en cualquier parte excepto donde querías ir.


  Ray tosió, disimulando una carcajada.


  San Petersburgo era una ciudad muy hermosa, de calles anchas y pulcras, con edificios sencillamente bellos, cada uno a su manera. Le llamaron la atención los coloridos tejados en forma de gota en que culminaban la mayoría de los tejados de las iglesias.


  De los tres chicos que acababa de conocer, Bryan era el que se mostraba más abierto con él, ayudando a Yuri a hablarle de los sitios que recorrían.


  Ahora se encontraban en la plaza de San Isaac, donde había nada menos que cuatro iglesias, entre ellas, la imponente catedral de San Isaac de Auguste, rematada en una cúpula dorada. En el centro de la plaza se alzaba un monumento ecuestre a Nicolás I.


  Ray se acercó para hacerle una fotografía. El pedestal estaba decorado con esculturas de mujeres.


  -Lleva el uniforme de la guardia Kavalergardski, uno de los regimientos más importantes –el oriental se giró y vio a Kai.-Las cuatro mujeres son sus hijas y su esposa. Representan la fe, la sabiduría, la justicia y el poder.


  Ray no fue capaz de decir nada. Era la primera vez desde que habían salido que el bicolor le hablaba. También era la primera vez que él se apartaba de los otros chicos, ahora que lo pensaba.


  -¿No te hablas con ellos?-señaló con un gesto a los cuatro muchachos, que charlaban alegremente. No dejó de notar que Yuri tenía su brazo alrededor del de Bryan.


  -Son pareja –le aclaró Kai-, y se ponen un poco empalagosos cuando están juntos. En cuanto a Ian y Spencer –se encogió de hombros-, no es que haya tenido mucho trato con ellos.


  El pelinegro volvió a mirar la estatua. Sonrió.


  -Sabes bastante de la historia de aquí.


  -Veníamos mucho aquí de niños, y sigo volviendo de vez en cuando.


  Se había puesto un poco más serio.


  -Eh, vamos, anímate –dijo Ray con suavidad.-¿Te saco una foto con la estatua?


  Kai le devolvió una media sonrisa.


  -¿Por qué no mejor nos hacemos una juntos? Déjale la cámara a Yuri.


  El joven de ojos dorados fue hasta donde estaba el pelirrojo. Al oír su petición, Yuri no pudo evitar mirarlo fijamente con una sonrisa divertida.


  -¿Foto de pareja?-dijo, de forma que sólo él lo escuchase.


  Ray bufó y volvió junto a su amigo bicolor, notando a su pesar que se estaba ruborizando.


  -Sea lo que sea que te haya dicho –comentó Kai, que había notado su sonrojo, cuando estuvo a su lado-, no hagas caso a ese idiota.


  -¡A ver, sonreíd un poco! –dijo Yuri.


  -Jajaja, ¿crees que Hiwatari sabrá?-se burló Bryan, lo bastante alto como para que Kai lo oyese. El bicolor se limitó a suspirar con resignación.


  -Lo que hay que aguantar, ¿eh?-dijo Ray, que se había apoyado en la barandilla que rodeaba el monumento.


  El ruso se colocó a su lado, compartiendo aquella sonrisa cómplice que ambos lucían cuando bromeaban.


  -Y que lo digas.


***


  Era bien entrada la noche, pero Ray seguía despierto. No se cansaba de ver aquella fotografía tomada apenas unas horas atrás. Kai, a su lado, sonriente, sus ojos carmesí brillando bajo la luz de la tarde… era hermoso.


  El detalle más importante, y que había logrado que las mejillas de Ray se encendiesen violentamente, era que el bicolor le había rodeado los hombros con un brazo. Sabía que era un gesto casual, una pequeña muestra de cercanía… pero era algo que jamás hubiese esperado de Kai.


  Las pocas veces que se habían abrazado era a causa de un sentimiento muy fuerte: compasión, alivio… desesperación, se dijo, recordando la noche del concierto. Aquel, sin embargo, había sido un gesto espontáneo que le chocaba un poco. Aunque no dejaba de ser muy agradable.


  Con un suspiro, apagó la cámara. Se durmió con una sonrisa en los labios.


***


  Se despertó bastante temprano, se dio una ducha, y ya estaba vestido, sentado en la cama, secándose el pelo, cuando llamaron a su puerta.


  -Adelante.


  -Buenos días, Ray –apareció Yuri.-Hora de desayunar. ¿Recuerdas dónde está el comedor?


  -Sí.


  -Perfecto, pues nos vemos luego.


  -Claro.


  Acabó de arreglarse y fue al comedor. Yuri se sentaba con los otros dos de su grupo. Parecía ser el encargado de hacer que los visitantes se sintiesen bien recibidos. Tenía facilidad para crear un ambiente agradable.


  En otra mesa aparte, estaban Kai y el padre de Yuri. Al verlo, el bicolor lo invitó a sentarse con ellos.


  -Hola Ray.


  -Buenos días, Kai, señor Ivanov.


  -Buenos días, muchacho, ¿has dormido bien?


  -Sí, señor.


  -Me alegro. Bueno, tendréis que disculparme, pero tengo que ir a preparar la charla. Que aproveche.


  -Gracias –respondieron los chicos.


  -¿Has pasado buena noche, Kai?


  -Sí… en cuanto los gatos se durmieron todo estuvo muy tranquilo –apoyó los codos en la mesa y reposó la barbilla en las manos. Parecía algo cansado.


  -Quizás deberías volver a la cama. Además, seguro que te sabes de memoria lo que va a explicar.


  -No he venido aquí para dormir. Y me gusta oír las historias sobre las constelaciones. Espero no quedarme dormido –lo miró.-Si ves que cabeceo, dame un codazo.


  -Hmm… si eso es lo que quieres… Luego no te quejes.


  La sala que iban a utilizar para las conferencias era donde se encontraba el proyector. Los sillones estaban ligeramente inclinados para poder ver el techo-pantalla con comodidad. Ray tomó asiento, y el bicolor se dejó caer a su lado. Entraron varias personas más, entre ellas los dos que estaban con Yuri en el comedor. Los demás debían de ser visitantes.


  Dimitri esperó en el umbral de una de las puertas hasta que todos estuvieron sentados para dirigirse al centro de la sala. Manipuló los mandos para apagar las luces, y sobre sus cabezas aparecieron un sinfín de estrellas.


  Ray miró a su amigo, que tenía los ojos cerrados. Vaciló un momento antes de darle un golpecito suave en el brazo. Kai esbozando una suave sonrisa, entreabrió los ojos. Se retrepó un poco más en el asiento y se tomó la libertad de apoyar la cabeza en el hombro del oriental, que dio un respingo.


  -¿Te molesto?-preguntó.


  -N-no. ¿Estás cómodo así?


  -Mucho.


  El corazón le latía a toda velocidad. Notaba el calor de su cuerpo y la cadencia de su respiración y su aroma… Era sencillamente perfecto.


  -Bienvenidos al curso de astronomía –dijo el señor Ivanov, y Ray tuvo que hacer un gran esfuerzo por prestarle atención.-Como seguramente todos sabéis, las estrellas son enormes aglomeraciones de gas, principalmente hidrógeno. Poseen altísimas temperaturas, causadas por las reacciones de fusión, que varían desde dos mil a setenta mil grados centígrados.


  >>El color de una estrella varía según su temperatura superficial. A pesar de que se suele asocial el rojo con el calor y el azul con el frío, las estrellas rojas son las de menor temperatura.


  Se detuvo un segundo para tomar aire.


  -Seguramente os habéis fijado en que no todas las estrellas se ven igual de brillantes. En el siglo segundo antes de Cristo, Hiparco, un astrónomo, geógrafo y matemático griego, hizo una clasificación de las estrellas según su luminosidad, del uno al seis, siendo el uno para las más brillantes. Desde la Tierra, Sirio es la estrella más brillante del cielo nocturno –con un puntero láser, señaló su ubicación.


  >>Actualmente, la escala viene dada por fórmulas logarítmicas, que asigna incluso valores negativos.


  >>Se asigna también una magnitud absoluta, según el brillo que tendrían si estuviesen a treinta y dos coma seis años luz. El Sol pasaría de menos veintitrés en la escala relativa a cinco en la absoluta.


  >>Existe una relación entre la luminosidad, la temperatura y el radio de la estrella…


  Continuó hablando del nacimiento, evolución y muerte de las estrellas, utilizando para ello vídeos e imágenes.


  Cuando pasó a hablar de las constelaciones, Kai se incorporó para mirar las líneas que iban apareciendo. Ray tuvo que resistir el impulso de cogerse de su brazo. Procuró seguir la charla.


  -Sí que debían de tener una imaginación impresionante para ver todas esas figuras –murmuró.


  El bicolor emitió una risa baja. Se miraron un momento, con intensidad. Fue como una descarga eléctrica. Y Ray no fue el único en sentir aquella turbación. Kai sacudió la cabeza y le preguntó:


  -¿De qué signo eres?


  -Virgo.


  -No te lo crees ni tú –sonrió.


  -¡Eh! –protestó, captando la segunda intención.


  -¿Tengo razón o no?


  Ray refunfuñó algo, dando gracias interiormente de que la oscuridad ocultase su sonrojo.


  -¿Cuál es el tuyo?-dijo, redirigiendo la conversación.


  -Leo.


  -Oh, no soy el único gato por aquí.


  La tensión entre ellos se había suavizado, pero había algo extraño entre ellos, o eso le pareció a Kai. Los ojos del oriental le había parecido particularmente bonitos… de hecho, todo él le había resultado hermoso bajo aquella última mirada.


  Hasta ahora le había parecido una persona particularmente agradable, pero se estaba empezando a fijar en él de un modo en el que nunca se había fijado en nadie.


  <<¿Qué me estás haciendo, Ray?>> se preguntó, volviendo a mirar las estrellas. Pero, sobre todo, se cuestionaba… ¿estaba bien que sintiese algo así por él?

Notas finales:

La descripción de la plaza la saqué de internet, el rollo de la charla, del curso de astronomía al que me apunté este curso.


Espero que haya sido de vuestro agrado. Hasta el próximo ^^


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