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El fuego bajo el hielo por Laet

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Notas del capitulo:

Bueno, este capítulo parece más bien de relleno, pero es necesario.


Muchísimas gracias por estar ahí, sois geniales ^^

  Tenía algo frío y húmedo sobre la frente, y un olor a leche caliente y bollos inundaba la habitación. Notaba un gran cansancio, algo de picazón en la garganta y un desagradable regusto en el paladar.


  Un pitido breve quebró el silencio. Había alguien más en su cuarto, alguien cuyas cálidas manos apartaron un poco el cuello de su camisa para coger algo de su axila.


  -¿Cuánto tiene?-preguntó una voz profunda. En su densa mente no fue capaz de hacerla concordar con un nombre, a pesar de que estaba seguro de conocerla.


  -Treinta y ocho con siete –respondió otra, junto a él. Nada en el mundo le impediría reconocer ese tono.


  -Apenas le ha bajado.


  -Algo es algo. Ahora por lo menos parece relajado.


  Ray dedujo, entre lo que sentía y la conversación, que estaba enfermo, y por lo visto tenía bastante fiebre. Tomó aire para intentar decir algo, pero sólo consiguió que le diese un ataque de tos tan persistente que creyó que se ahogaba.


  Uno de los chicos, no supo quién, lo incorporó hasta sentarlo y le palmeó la espalda con suavidad hasta que la tos remitió.


  -Gracias –murmuró, con voz ronca.


  -Ray, estás despierto –percibió un gran alivio en la voz del bicolor.


  -Más o menos –se separó un poco de él y vio a un joven rubio, muy alto, que se acercó a la mesa que había frente a la cama.-¿Spencer?


  -Si esperabas a Yuri, lamento comunicarte que está bastante ocupado, así que, lo siento mucho, pero vas a tener que conformarte conmigo –le tendió una pastilla y un vaso de agua.-Toma, es para la fiebre.


  El oriental cogió la píldora y se la tragó junto con un sorbo de agua.


  -¿Cuánto llevo enfermo?


  -¿No lo recuerdas?-Kai frunció el ceño.


  -¿El qué?


  -Estuviste tosiendo toda la noche. Vine a ver cómo estabas y tuve que darte un jarabe para que pudieses dormir… Supongo que, con el cansancio, apenas te diste cuenta.


  -¿Y llevas aquí desde entonces?


  -Sí… intentando bajarte la fiebre.


  Bueno, eso explicaba por qué tenía aquel mal sabor de boca, y también el que las ojeras de Kai prácticamente llegasen hasta el suelo.


  -Yo he venido hace un rato para relevarlo –explicó el rubio-, pero, como puedes ver, no hay manera.


  -Muchas gracias, chicos –bajó la mirada, emocionado.


  Spencer le sonrió, y Kai lo abrazó con un poco más de firmeza. Ray no pudo evitar recordar lo que había pasado entre ellos el día anterior. Agradeció que el sonrojo de la fiebre ocultase el debido a sus sentimientos al respecto.


  -Ah, también he traído esto –dijo el de ojos azules, señalando una taza y un plato con bollos.-Deberías tomar al menos la leche caliente, si no tienes hambre. Te sentará bien.


  Ray aceptó la taza. El bicolor tuvo que ayudarle a sostenerla, porque estaba más débil de lo que parecía. Se sintió mejor cuando el líquido bajó por su garganta, calmando el picor y relajando su cuerpo con su calidez. Al terminar, Kai volvió a acostarlo y lo arropó con delicadeza.


  -Ahora tú también deberías descansar.


  -Estoy bien, Spencer –dijo secamente el bicolor.


  -Si tengo que arrastrarte hasta tu cuarto, lo haré, Hiwatari –se cruzó de brazos, amenazante.


  Mantuvieron un duelo de miradas desafiantes, pero el bicolor tuvo que darse por vencido. A fuerza bruta, Spencer tenía todas las de ganar, más aún estando él como estaba de cansado.


  Dirigió una última mirada a Ray, que le dedicó una adormilada sonrisa, y se levantó.


  -Cuídalo bien –dijo, antes de cerrar la puerta tras de sí.


  Spencer esbozó una media sonrisa burlesca, pero su gesto se dulcificó cuando se volvió hacia Ray.


  -Cierra los ojos y procura dormir. Estaré por aquí si necesitas algo.


  El oriental obedeció, medio K.O., y lo último que se le ocurrió pensar fue que Ian tenía razón: a pesar de su aspecto duro y cerrado, Spencer era un buen amigo.


***


  Por la tarde, la fiebre prácticamente había desaparecido, gracias, sobre todo, a los cuidados de Spencer y Yuri. El pelirrojo había estado unas horas con él a mediodía para que su amigo pudiese estirar las piernas y comer algo.


  Se encontraba bien, así que acudió a la observación. Entró en la sala, y distinguió una única figura inclinada sobre el objetivo del telescopio. Se acercó tímidamente.


  -Hola –dijo en voz baja.


  -¿Hmm?-se volvió, sorprendido. Aún en la penumbra, la figura del bicolor resultaba inconfundible.-Ray, deberías estar en cama.


  -Mira quién habla. Esta mañana parecías un muerto viviente, Kai.


  El ruso ladeó la cabeza.


  -No creo que seas el más indicado para llamarle eso a nadie –se acercó a él, le puso una mano en la frente y luego bajo la barbilla.-No parece que tengas fiebre –murmuró-, pero como mañana vuelvas a estar mal, te ato a la cama.


  Habría resultado amenazador, pero con los brazos en jarras y aquel tono de preocupación, parecía una madre preocupada.


  -Siempre te estoy dando la lata –dijo Ray acongojado.-No sé cómo voy a hacer para compensártelo. No en vacaciones te dejo tranquilo.


  -Ray –deslizó los antebrazos sobre los hombros del oriental y entrelazó las manos detrás de su nuca-, ya has hecho mucho por mí, créeme.


  Sus rostros estaban tan cercanos que el pelinegro sentía el aliento del bicolor sobre su piel. Se aproximó un poco más, de forma inconsciente, pero giró la cabeza en el último momento.


  Quería besarle, le cosquilleaban los labios sólo con el recuerdo de su beso, y Kai, que debía de haber leído sus intenciones, no se había apartado… pero el ruso le había pedido tiempo, y lo peor que podía hacer era presionar más sus sentimientos.


  -¿Qué estabas viendo?-preguntó.


  Kai lo condujo hasta el telescopio.


  -Buscaba Mercurio.


***


  La visita había llegado a su fin.


  Después de recoger sus cosas y de ayudar a Kai a meter a Aldebarán en su jaula –el minino se resistió cuanto pudo y más, y, una vez encerrado, les dirigió una mirada llena de rencor-, tocó despedirse de los cuatro jóvenes rusos. Le dio mucha pena. Todos se habían portado muy bien con él.


  El día anterior, aunque ya estaba repuesto, se habían turnado para hacerle compañía. Bryan encontraba divertido hacer rabiar al bicolor. Era todo un reto conseguir enfadarlo de veras, pero el chico de pelo gris tenía un don para conseguirlo.


  Cuando Ray le preguntó al respecto, el ruso le confesó que prefería ver a Kai enojado que con su habitual expresión pétrea e indiferente.


  -Intenté hacerle reír, pero no hay chiste que le haga gracia, luego busqué historias con las que emocionarle, pero su vida es tan dramática que no hay manera, así que… -se encogió de hombros.


  El oriental sonrió, comprendiendo sus motivos. También había sentido el deseo de devolver la vida a aquellas facciones, aunque fuese a causa de la ira.


  -¡Oh, Ray! –Yuri se abrazó a él, emocionado.-¡Voy a echarte tanto de menos!


  -Yo también a ti.


  -Hmm… A mí nunca me abrazas de esa forma –protestó Bryan.


  -Venga ya, no seas tonto –el pelirrojo soltó a Ray para aferrarse al brazo de su novio y estamparle un beso en la mejilla.-Ya deberías saber lo mucho que te quiero –rononeó.


  -Si vais a montar una escena, largaos a otra parte –masculló Ian. Spencer lo secundó con un asentimiento de cabeza.


  -Gracias por haber cuidado de mí, chicos –dijo el oriental.


  -Ni lo menciones –el rubio le restó importancia con un gesto.


  -Vamos, el autobús ya va a salir –interrumpió Kai, que esperaba a varios metros, sin participar en la conversación.


  -¡Voy! –dijo el chino.


  -Oye, Ray –el pelirrojo se lo llevó a un aparte.-Me gustaría pedirte un favor.


  -Claro, Yuri.


  -Por favor, ayuda a Kai a liberarse de su pasado. Sé que no es nada fácil, pero creo que si alguien puede conseguirlo… ése eres tú.


  -Haré todo cuanto pueda.


  -Buen viaje. Cuídate.


  -Tú también.


  Se despidió brevemente de Dimitri, que estaba junto al autocar, y luego subió, seguido por Kai. Se sentó en el lado de la ventana y saludó con la mano a los cuatro rusos.


  Cuando se perdieron de su vista, un brillo de tristeza adornó sus ojos dorados.


  -No te preocupes, es probable que los veas pronto –dijo el bicolor, sentado junto a él.-Visitan bastante Moscú.


  -Ojalá –suspiró, mirando distraídamente el paisaje.


  -¿Preferirías quedarte con ellos?


  Ray se volvió hacia él, clavando sus pupilas en las del ruso, que se estremeció internamente bajo la intensidad de aquella mirada.


  -Si por mí fuese, estaría en mil sitios a la vez, pero no puedo hacerlo y, puestos a elegir… -se arrellanó en su asiento-, la verdad es que me encanta estar contigo. Además –sonrió-, Sveta está intentando hacer que Tyson tenga limpia la cocina, ¡como para perdérselo!


  -Desde luego, esa chica tiene paciencia.


  -Max está encantado con ella.


  -Y si de paso le enseña modales, yo también. Aunque eso sería un milagro.


  -No sé qué problema tenéis el uno con el otro, de verdad.


  Kai dejó escapar una risita baja.


  -No todos tenemos tu talento para hacer amigos Ray.


***


  -¡Ray! –Max se abrazó a él de un modo similar al que lo había hecho Yuri aquella mañana.-¿Qué tal ha ido todo?


  -Muy bien, ha sido muy interesante.


  -¿Algún percance?-preguntó Tyson palmeándole el hombro.


  -Pues… anteayer tuve algo de fiebre, pero nada serio.


  -Hmm… -el japonés taladró a Kai con la mirada.


  -¿Vas a echarme la culpa por cada cosa que le pase?-rezongó el bicolor.


  -Puede.


  Kai entrecerró los ojos, lanzándole una gélida mirada.


  -Mea culpa –intervino el chino.-Salí por la noche sin abrigo y me cogió un poco el frío. Además, Kai me estuvo cuidando.


  -Vamos a tener que nombrarle tu niñera oficial –sonrió Tyson con sorna.


  -Eh, venga, que no tengo cinco años –protestó Ray.


  -No me digas que no es como si lo fuese.


  -Creo que a Sveta le va más ese puesto. Por lo que he oído, hasta ha conseguido adiestrarte a ti –dijo el ruso con calma -el japonés gruñó, con el rostro encendido por la rabia y la vergüenza.-Yo me marcho ya.


  -De acuerdo. ¿Nos vemos mañana?


  -Me temo que mañana no voy a poder, pero pasado estoy libre, si quieres.


  -Claro, ¿a qué hora?


  -¿A las cinco en mi casa?


  -Muy bien.


  En cuanto el ruso se alejó, Max le dio un codazo amistoso.


  -¿Y qué? ¿Se lo has dicho?


  Ray se sonrojó.


  -Sí, lo hice.


  -¿¡En serio!?-el rubio sonrió ampliamente. Tyson no se emocionó tanto, pero también esbozó una sonrisa.-¿Y qué te respondió?


  -Todavía nada.


  -Lo siento.


  -No, tranquilo. Ahora sé que, al menos, no va a dejar de se mi amigo.


  -¿Y eso te vale?-preguntó el japonés.


  -Sí, Tyson –sonrió-, me vale.

Notas finales:

Hmm... bueno, básicamente quería darle un poquitín de protagonismo a Spencer (siempre me ha dado mucha rabia que él, Ian y Bryan tengan tan poco papel en la serie, y Yuri no es que tenga mucho más) por eso incluí esta parte (al principio no iba a hacerla). Prometo que el próximo será más interesante.


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