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El fuego bajo el hielo por Laet

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Notas del capitulo:

Hola, siento haberme retrasado, espero que os guste. Muchísimas gracias por estar ahí, y sobre todo os agradezco los reviews. Disfrutad del capítulo.

  ¿Por qué estaba allí, en mitad de un centro comercial, paseándose por todas las tiendas de ropa y accesorios? En primer lugar, porque Sveta era su amiga, y en segundo y más importante… ¡porque jamás creyó que le gustasen aquel tipo de sitios!


  Si no hubiese estado con ella en todo momento, habría jurado que aquella no era la chica que conocía. Por suerte, no era como algunas niñas que rondaban por los locales, gritando y pegando brincos cuando encontraban algo que les gustaba.


  -¿Qué te parece esta camiseta?-le preguntó su amiga.


  -Hmm… Muy floreada, ¿no buscabas algo oscuro?


  -Floreada, perfecto –dijo para sí.-Busco algo oscuro para mi hermana Valeria, pero a mi prima Lena seguro que le gusta más algo así.


  -Esto… ¿para cuánta gente compras regalos?


  -Para todos… lo cual os incluye a Max, a Tyson y a ti.


  -¿Qué? Pero, pero… no tienes por qué regalarme nada…


  Sveta le sonrió, de aquel modo dulce y ligero que la hacía parecer una niña buena.


  -Ya, pero quiero, me gusta hacer regalos. ¡Mira esa blusa!


  Ray la siguió entre las perchas, esquivando a las personas, mujeres en su mayoría. Los pocos hombres que había se arrastraban como almas en pena detrás de las chicas a las que acompañaban. Y el oriental no estaba mucho más entusiasmado.


  -¿Qué opinas, Ray?-le mostró una blusa negra con líneas abstractas en gris.


  -Opino que deberías haberte traído a Max, ¡yo no sé nada de moda! Y menos de ropa femenina –cruzó los brazos ante el pecho.


  -Ray, cielo… -dijo en tono paciente-, ¡no te estoy pidiendo que me digas cuál será la tendencia la próxima temporada! Todo lo que quiero es que me digas si te gusta. Además, aún no tengo el regalo de Max, pero el tuyo sí, y aunque él ya ha hecho sus compras, no sé si se resistiría a seguir comprando. Y así tú puedes ver si hay algo que te guste para… para quien sea.


  Ray iba a preguntar, aunque sabía que era en vano, qué le había comprado, pero la vacilación de Sveta en sus últimas palabras, intencionada o no, hizo que se acordase inmediatamente de Kai. Entornó los párpados, pensativo. ¿Qué podría gustarle al bicolor?


  -Por cierto, antes vi unos marcos muy lindos. ¿No buscabas uno para…?


  El oriental abrió los ojos y dibujó una sonrisa en su rostro.


  -Sveta –la cogió por los hombros, lo cual la sorprendió un poco.


  -Di-dime.


  -¿Crees que sería adecuado si…?-le contó su idea.


  La joven rusa se rascó la nariz, pensativa.


  -Desde luego, es un bonito detalle.


  -¿Tú crees? ¿No será algo… atrevido?


  -Es algo personal, en principio sólo demuestra que sois buenos amigos. Entonces… ¿qué me dices de esta camisa?


***


  Sacó su nuevo marco del envoltorio de papel de burbujas, un marco verde oscuro, metálico, que imitaba el mimbre trenzado, y le puso la fotografía que Yuri le había tomado con Kai y que había impreso el día anterior. Sonrió, satisfecho e ilusionado.


  Lanzó una mirada en derredor, pensando cuál sería el mejor sitio para colocarla. Le pareció un poco osado dejarla en la mesilla de noche: normalmente ahí se ponían las fotos de alguien con quien se tiene una relación muy estrecha, como los retratos de pareja. No pudo evitar sonrojarse ante aquel pensamiento.


  En la estantería estaba la de Mariah y él. La conservaba porque, después de todo, aún la consideraba su amiga, y aquella imagen pertenecía a un grato recuerdo. Tampoco le pareció muy apropiado ponerla a su lado.


  Finalmente, optó por colocarla sobre la cómoda. Allí estaba lo bastante cerca de la cama como para verla bien estando tumbado, pero no tanto como para que pudiese parecer que no podía vivir sin ver a Kai.


  Sacudió la cabeza. Tanto tiempo con Sveta lo estaba afectando. Antes jamás se le hubiese ocurrido buscar un significado al lugar que ocupaba una fotografía. Aunque quizás no era culpa de la muchacha, sino que, simplemente, se debía a que estaba lo bastante enamorado de Kai como para que cada ínfimo detalle relacionado con él adquiriese una nueva importancia. En fin…


  Guardó en el armario el resto de sus compras. Había enviado ya los regalos de sus amigos de China. No podía predecir cuándo les llegarían, pero al menos ya se lo había quitado de encima.


  Al final, pasar la tarde con Sveta no había sido tan malo, aunque se le hizo raro, casi incómodo, ayudarla a escoger un colgante para su madre. Después de todo, era su profesora. Cosa que, por lo general, prefería obviar.


  -¡Basta ya! –el grito de Tyson resonó por todo el piso.


  Ray corrió al salón, donde se encontró con Max saliendo de la cocina a toda prisa y al chico de la gorra vociferando algo en un idioma que no entendía. Pero, por el tono, podía imaginar que le estaba llamando de todo menos bonito.


  -¿Qué sucede?-quiso saber.


  -¡Se ha vuelto loco! –gimió el rubio.


  -¡No pienso limpiar más! –declaró el japonés.


  -Sólo le he dicho que le había quedado una mancha –explicó Max.


  -¡Me lo has dicho como setecientas veces, Tate! –realmente debía de estar furioso. Él nunca llamaba por el apellido a sus amigos.-¡Estoy hasta las narices! –le lanzó el trapo húmedo que llevaba en la mano al estadounidense, que se agachó para esquivarlo.-¡No pienso limpiar más! –repitió.


  -Eso es repugnante, Tyson.


  -¡También tu actitud de crítico del tres al cuarto! ¡Niño mimado!


  -¡Repite eso!


  Ray se masajeó las sienes. Había agotado buena parte de su paciencia recorriendo tiendas de ropa y accesorios, y aquellos dos estaban empezando a causarle una linda migraña, así que…


  -¡¡¡BASTA YA LOS DOS!!!-rugió.


  Todo quedó en silencio. Seguramente su grito se habría oído por todo casi todo el edificio, o sin el casi, pero no le importó.


  Max y Tyson habían pegado un bote de la impresión, y habían acabado abrazados, mirándolo con cautela, como si al menor movimiento él les fuese a saltar al cuello.


  -Tyson –dijo, calmado, pero con un timbre grave y amenazador que nunca le habían oído vibrando en su voz-, ese no es motivo para perder los estribos, y Max, no deberías quejarte tanto, ya que Tyson se toma la molestia de limpiar.


  Los dos chicos permanecían inmóviles.


  -De ahora en adelante yo me encargo de la limpieza de la cocina, y punto.


  Se dio media vuelta y volvió a su cuarto. Una vez cerrada la puerta, se permitió una pequeña sonrisa. Vaya caras se les habían quedado.


  Pasó media hora antes de que se atreviesen a ir a hablar con él.


  -Adelante –los invitó a entrar, recuperado ya su tono amable.


  En ese momento, sus amigos eran la viva imagen del arrepentimiento.


  -¿Aún estás enfadado?-preguntó Tyson. El rubio aún parecía cohibido, y Ray se sintió un poco culpable por haberlos tratado de aquel modo.


  -Claro que no, sólo estaba molesto por los gritos.


  -Pues no me gustaría verte enojado –murmuró el japonés.


  -No me había dado la impresión de que tuvieses tanto carácter –osó decir Max.


  -Será que Hiwatari le influye mucho…


  El pelinegro se rio, lo cual relajó a los otros dos. Ya volvía a ser su Ray.


  -No te creas, siempre he tenido un poco de genio, sólo que no suelo sacarlo a pasear a menudo.


  -Lo tendremos en cuenta a partir de ahora –Tyson se ajustó la gorra.-En cuanto a la cocina…


  Ray entornó los ojos y sus iris dorados parecieron acerarse por un instante.


  -He dicho que me encargo yo, y no hay más que hablar –zanjó.


***


  El joven se removió, perdido en algún punto entre el sueño y la vigilia. Una especie de gruñido se escapó de su garganta. Se movió otra vez hasta quedar tumbado sobre su espalda y se frotó los ojos.


  Por lo general tenía un sueño muy pesado, pero por alguna razón se sentía incapaz de permanecer por más rato en cama. Se levantó y, con desgana, fue hasta la cocina. Se despejó de todo al ver que ya había alguien allí.


  -Hmm… ¿Ray?


  El chino se giró para mirarlo.


  -Ah, Tyson, ¿ya estás despierto? ¿No te habré…?


  -Nah, es que no podía dormir más… ¿Y tú? ¿Qué haces cocinando a estas horas?


  -Yo, esto… -enrojeció levemente-, quería hacer algo para…


  -Ya, ya –cortó el japonés, pasándose una mano por el revuelto cabello-, no digas más –se acercó para echar una ojeada a los ingredientes que estaba mezclando.-¿Y qué vas a prepararle a tu chico?


  -Tyson –le regañó, azorado.-Son pasteles de luna.


  -¿Por qué te molestas? Tú quieres estar con él, ¿no?


  Ray le dio la espalda, volviendo a su tarea, para que no viese el profundo tinte rojo que se había extendido rápidamente por su rostro.


  -Sí que quiero… -admitió en voz baja-, pero no creo que sea algo que debas decir a la ligera.


  -No me estaba burlando de ti, Ray –se disculpó el nipón.-Si es lo que quieres, deseo que se cumpla.


  -Dime, Tyson… y, por favor, sé sincero… ¿tú crees que es posible que él… que él me…?


  -Ray –el joven hizo volverse al pelinegro para mirarlo a la cara, apoyando sus manos en los hombros del chino-, si te rechaza es porque, definitivamente, no está bien de la cabeza.


  -Ty… Tyson…


  -Realmente no sé si te merece, pero bueno, eso es cosa tuya. ¿Quieres que te ayude?


  -Pues… Claro… Gracias.


***


  A las cinco en punto estaba ante la puerta 2C. Cambió el peso de una pierna a otra, nervioso, y llamó al timbre. Tuvo que esperar sólo unos pocos segundos antes de que le abriesen y verse en la presencia del bicolor, que lo saludó con una sonrisa.


  -Buenas tardes, Ray.


  -Buenas tardes, Kai –entró en el piso.-Ten, esto es para ti.


  -¿Hmm?-lo miró con curiosidad, cerrando la puerta.


  -Son pasteles de luna, un postre típico de China.


  El ruso volvió a sonreír.


  -Muchas gracias –fue a dejar el paquete en la cocina; mientras, el oriental fue a sentarse al sofá con toda confianza.-¿Qué tal, alguna novedad?


  -Bueno, ayer estuve de compras con Sveta.


  -¿Divertido?-en lugar de sentarse en la butaca, lo hizo en el sillón, al lado de su amigo.


  -No fue tan malo, pero acabé bastante cansado. Y en casa Tyson y Max estuvieron discutiendo y… -se rascó la barbilla, un poco avergonzado-, les grité para que parasen… Los asusté bastante.


  -¿Tú gritando?-alzó una ceja.-No me lo imagino. Pero hiciste bien.


  El pelinegro rió.


  -¿Y tú?


  El gesto de Kai se volvió de hastío.


  -Reunión de inversores, nada interesante. Mi abuelo insiste en que debo ir aprendiendo, pero, la verdad, cuanto más tiempo paso con esa gente, más pienso que debería dedicarme a otra cosa.


  -Supongo que es duro ser empresario.


  -No puedes confiar en nadie, cada uno mira por sí mismo, y todos pueden apuñalarte por la espalda en cuanto te despistas. Pero lo peor es cuando te encuentras con que te has convertido en uno de ellos.


  -Tú no eres así, Kai.


  -¿Estás seguro?-le dirigió una mirada intensa, pero el oriental no vaciló.


  -Sí, lo estoy.


  Pasaron varios segundos más, con los ojos clavados los unos en los otros, rojo contra dorado. El ruso alargó una mano para rozar la mejilla acanelada de Ray, totalmente embelesado.


  -Aún no puedo creer que seas real –susurró-, que haya tenido la suerte de conocerte.


  Ray suspiró y cerró los ojos cuando los dedos del bicolor subieron por hasta su sien y se hundieron en su cabello. Volvió a abrirlos para ver el rostro de Kai muy cerca del suyo. Faltaban sólo unos centímetros para que sus labios se uniesen, pero ninguno de los dos dio el paso.


  Kai pareció despertar. Sonrió y le dio un beso en la frente.


  -¿Te apetece tomar algo?


  -…


  -¿Ray?


  -¿Eh? Ah, sí, vale –bajó la mirada, ruborizado.


  El ruso volvió a mostrar su sonrisa, esta vez enternecida. El joven oriental era aún más tierno cuando se sonrojaba. Tenerlo cerca siempre le hacía mandar a paseo su seriedad… y su sentido común. ¿Cómo se le ocurría acariciarlo y acercarse a él de aquel modo? ¿En qué estaba pensando?


  -En nada –se respondió en voz baja mientras ponía a calentar agua.


  Cogió una bandeja y colocó sobre ella algunos de los pasteles de luna.


  Oyó abrirse la ventana y a continuación la voz de Ray. Supuso que Aldebarán acababa de llegar y el oriental lo había dejado entrar. No se equivocó, ya que pronto tuvo al gato a su lado pidiendo comida.


  -Sí, sí, deja de protestar –se apresuró a servirle.


  Terminó de preparar la infusión y fue al salón con la bandeja y un par de tazas.


  -¿Tienen algo particular estos pasteles?-preguntó.-¿Cómo estos símbolos?


  -Son los caracteres de “longevidad” y “armonía”. Normalmente llevan más decoración, pero es un poco complicada de hacer –Kai asintió con la cabeza, animándolo a continuar.-Son típicos del Festival de Mitad de Otoño, cuando mejor se ve la Luna. Está relacionado con la leyenda de Chang’e, la diosa lunar de la inmortalidad.


  El ruso se mostró interesado en su cultura, lo cual hizo sentir bien a Ray, y reafirmó su idea de que Kai era una persona considerada, y no un ser retorcido y malvado.


  La tarde discurrió con rapidez, demasiada para su gusto, porque cuando se quiso dar cuenta, su reloj de muñeca marcaba casi las nueve.


  -Creo que debería irme.


  -Te acompaño, ya está oscuro.


  -Muchas gracias.


  Caminaban con calma, ambos con pocas ganas de despedirse, pero ya no había modo de alargarlo más. Ray se despidió brevemente, iba a poner un pie en el primer escalón cuando Kai lo agarró del brazo.


  -Espera un momento –el chino lo miró, interrogante.-Ya es hora de que te responda, ¿no crees?


  Y sin más se inclinó hacia él y lo besó. Fue una caricia suave al principio, aunque se fue volviendo algo más intensa a medida que cogieron confianza. Ray rodeó su cuello, y el ruso hizo lo mismo con su cintura. Le gustaba aquel beso… y también la persona a la que estaba besando.


  Se separaron a regañadientes.


  -Yo también te quiero, Ray.


***


  -Hola, Ray –saludó Max al oír la puerta abrirse.


  -¡Maxie! –para variar, fue el oriental el que lo abrazo, con una sonrisa de oreja a oreja.-¡Me quiere, Maxie!


  -Eso es fabuloso, Ray, enhorabuena.


  El oriental lo soltó y se secó una lagrimita que se le había escapado.


  -Felicidades –dijo Tyson desde la cocina.


  -¡Gracias! Voy a llamar a Lee –añadió yendo a su cuarto. Se tumbó en su cama y marcó el número en su teléfono móvil. No tuvo que esperar mucho antes de que su amigo respondiese.


  -¿Diga?


  -Hola, Lee, soy Ray…


  -¡Ray! Qué bien que llamas, tengo algo que contarte. Pero habla tú primero, supongo que querías algo.


  -Sí, verás, es que… -se mordió el labio. Le costaba expresar lo feliz que se sentía-, Kai me acaba de decir que también me quiere.


  -Ah… -pareció atragantarse un momento.-Me alegro, me alegro mucho por ti, amigo.


  -¿Pero?-preguntó el pelinegro, un poco preocupado por el tono de Lee.


  -Pues… que va a haber una exposición de arte en Moscú, en enero, y… han invitado a Mariah a participar.


  Ray se incorporó y se sentó en el borde de la cama.


  -Eso es bueno, ¿no? Es mi amiga, estará bien verla.


  -Supongo…


  -¿Le ha pasado algo?


  Lee dudó unos segundos.


  -Está bien, es sólo… tonterías, nada por lo que debas inquietarte –cambió su tono por uno más alegre.-Me alegro mucho de que Kai y tú estéis juntos. Y, ¿cómo te declaraste?


  -Oh, eso… -sonrió recordando aquel súbito beso en el observatorio-, fue algo bastante patético…

Notas finales:

Pensaba cortarlo cuando Kai dice lo de "ya es hora de que te responda", pero encima de que lo subo tarde, no iba a ser mala persona.


Ahora toca saber... ¿qué va a pasar con Mariah?


Hasta el próximo capítulo ^^


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