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El fuego bajo el hielo por Laet

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Notas del capitulo:

¿Tardé mucho? No respondáis, yo sé que sí, pero bueno, antes no pudo ser. Además, quería que el capítulo fuese algo más largo que los últimos, como eran los del principio (los últimos son cada cual más corto que el anterior, prácticamente).


Ah, alguien comentó que por qué corté el capítulo anterior donde lo hice... es simple, quería dejaros con la intriga, así podéis especular y hacer apuestas sobre lo que pasará ;)


Espero que os guste... y si no, ya sabéis, dejáis vuestras opiniones y se cambia lo que haya que cambiar. Bueno, no me enrollo más, ¡que disfrutéis!

  -Ray Kon –repitió Andrey con suavidad. El pelinegro tragó saliva.-¿Podríamos hablar… -miró a su hijo-, a solas?


  -Papá…


  -Claro, señor –interrumpió el oriental. Sonrió a Kai para tranquilizarlo.


  -Acompáñeme, por favor.


  Ray siguió al hombre al interior de la mansión. El lugar era enorme. Los brillantes suelos de madera estaban cubiertos por mullidas alfombras de color granate con bordes dorados. Las paredes estaban llenas de cuadros y algunas fotografías. Ray se fijaba vagamente en ellas por el rabillo del ojo, hasta que una le hizo pararse en seco.


  El señor Hiwatari se detuvo al poco, extrañado al no oír sus pasos. Al volverse se encontró con que el muchacho contemplaba atentamente una fotografía, tan concentrado que ni se dio cuenta de que el hombre se le acercaba para ver qué estaba mirando.


  En la imagen aparecían dos chicos de cabello bicolor, sonriendo ampliamente. Ray reconoció enseguida a Kai, con aquellos ojos suyos de color escarlata. Parecía tan feliz… Tenía la barbilla apoyada en el hombro del otro chico, más pequeño que él, al que abrazaba por la espalda. Se le parecía mucho, con la salvedad de que tenía los ojos de un color azul muy oscuro, y su sonrisa reflejaba una inocencia y bondad inmensas.


  El oriental alargó la mano hasta casi rozar la imagen. Quiso que aquello fuese real, deseaba con toda su alma que Kai fuese feliz otra vez. Y el que debía de ser Aleksandr… aquel muchacho, su sola mirada desde la fotografía transmitía paz, ternura… Era el tipo de persona a quien uno querría nada más verlo. La idea de que alguien así hubiese muerto tan joven y de un modo tan brutal le partió el alma.


  -¿Te ha hablado de él?


  Ray dio un respingo. Se había olvidado del padre de Kai.


  -¿De Aleksandr? Sí –volvió la mirada a la fotografía.-Mis… mis condolencias. Tuvo que ser muy duro –dijo en voz más baja.


  Andrey respiró hondo. Sí, había sido muy duro, y aún le dolía. Miró con atención al oriental. Tenía los ojos brillantes, y hablaba con dificultad, como si tuviese un nudo en la garganta. Pero, ¿por qué? ¿Acaso fingía para ganarse su confianza? Bien, pues pronto aprendería a no jugar con él.


  -Vamos, por aquí –dijo con cierta brusquedad.


  Ray se apresuró a seguirlo. Andrey lo condujo hasta su despacho, en la última planta. Se sentó tras el gran escritorio de lustrosa caoba e indicó al joven que tomase asiento en una de las sillas que había al otro lado. El oriental intentaba mantenerse erguido, pero no podía evitar encogerse un poco y dirigir la mirada a sus manos, entrelazadas en su regazo. Obviamente se había dado cuenta de que no le caía bien, e interiormente quería que se lo tragase la tierra.


  El señor Hiwatari le resultaba intimidante, y aquella estancia no hacía sino acrecentar aquella sensación. Las altísimas estanterías de madera oscura llenas de libros bellamente encuadernados, las vitrinas con objetos claramente valiosos, la chimenea, el gran escritorio… todo allí hablaba de riqueza y poder. Tenía la misma sensación de no encajar que la de la primera vez que vio la que sería su casa mientras estuviese en Moscú.


  -Dígame, señor Kon –Ray se esforzó por mirarle a los ojos-, ¿a qué se dedica?


  -Estudio música en el conservatorio, señor.


  -Músico… -masculló el hombre con cierto escepticismo.-¿Qué hay de sus padres?


  -Tienen un restaurante.


  -Hmm… Es de China, ¿no es así? ¿De qué parte?


  -De un pequeño pueblo en la provincia de Hubei.


  -Hubei, eso está… en el interior, ¿no?


  -Así es.


  El hombre se rascó la barbilla, pensando la siguiente tanda de preguntas.


  -¿Estudiaba música allí?


  -Sólo hasta los doce años, luego empecé a practicar por libre y… ahora lo he retomado. Me gusta tocar el violín, y querría dedicarme a ello.


  -No es un camino fácil. Quizás haría mejor volviendo a casa con sus padres.


  -No existen los caminos fáciles –repuso casi antes de que Andrey hubiese acabado de hablar-, si los hay, no llevan a ninguna parte. Antes o después uno tiene que luchar por lo que quiere para llegar lo más alto posible.


  >>Y, por si pensaba preguntármelo, acabé los estudios, y podría haber entrado en la universidad, pero tenía clara mi vocación, y he estado trabajando para costearme los estudios.


  Andrey lo miraba con sorpresa. En cuestión de unos instantes, el chico que tenía ante sí se había crecido, pasando de parecer un gatito asustado a ser un tigre orgulloso, ofendido por lo que intuía que el hombre estaba pensando: que era un aprovechado. Finalmente, había vuelto a retirar la mirada y a empequeñecer. Esbozó una media sonrisa. El propio Ray parecía sorprendido por su osadía. Así que tenía carácter… pero no gustaba de usarlo.


  -Te he molestado, ¿no es cierto?-dijo, abandonando el tratamiento de usted.


  -Yo… -sacudió la cabeza.-Lo siento, pero me imagino adónde llevan todas estas preguntas, y no me gusta –sus grandes ojos dorados chocaron con los iris granates del hombre, que, por alguna razón, se olvidó de respirar por un segundo.-Yo no busco su dinero, yo…


  -He oído eso muchas veces, chico –clavó en él una mirada dura.-No sé cómo es que has engañado a mi hijo, te felicito por ello, no es algo fácil de conseguir. Pero a mí no vas a enredarme en tu juego.


  Ray acusó la ofensa, pero no contraatacó. Simplemente suspiró y esperó a que terminase de hablar.


  -Entiendo que piense así, es natural, Kai es su hijo y usted sólo quiere protegerlo –fue lo que dijo. Andrey había adquirido un gran arsenal de réplicas cortantes a lo largo de su vida pero… aquel chico le estaba dando la razón.-No sé cómo puedo hacer para que me crea, pero yo no he obligado a Kai a estar conmigo. Simplemente le quiero y he tenido la suerte de que él me corresponda. No quiero hacerle ningún daño.


  El hombre cerró los ojos y se pasó una mano por su cabello, desconcertado. ¿Era verdad, podía confiar en el oriental?


  Ray, por su parte, se inclinó hacia atrás hasta apoyarse en el respaldo y respiró hondo, como si acabase de liberarse de un gran peso. Algo le decía que acababa de obtener una pequeña victoria.


  En lo que el señor Hiwatari pensaba qué más preguntar, el joven paseó de nuevo la mirada por la sala. Reparó en un cuadro sobre la chimenea en el que no se había fijado antes. En esta ocasión, sin embargo, le llamó poderosamente la atención. Era el retrato de una mujer de poco más de treinta años, o eso aparentaban sus dulces facciones. Su cabello castaño claro caía suelto hasta su cintura, y tenía unos preciosos ojos azules. Sencillamente hermosa, con una leve sonrisa curvando sus labios.


  Ray no necesitó preguntar quién era. Tanto Kai como Aleksandr habían heredado sus rasgos suaves y aquella tez, más clara que la de Andrey.


  -¿Cuáles son… -titubeó el hombre, lo cual no era normal en él, sacando al oriental de su ensimismamiento-, cuáles son tus intenciones con mi hijo? ¿Piensas… casarte con él?


  Ray enrojeció intensamente.


  -Qui-quizás… quizás sea… un poco pronto para hablar de eso –tartamudeó.


  -Sí, es probable –frunció el ceño. ¿Por qué había preguntado eso?


  -Voy en serio con él, si es lo que quiere saber –dijo con suavidad, aún sonrojado.


  La intensa mirada granate de Andrey lo evaluó de arriba a abajo. El joven no era como esperaba. Parecía sincero, con aquella mirada limpia. Lo cierto era que no le pegaba engañando a Kai.


  Físicamente, no podía negar que tenía un atractivo exótico. Sus ojos eran bonitos, de un inusual dorado, sus rasgos eran finos, con un cierto aire felino, y su larguísimo cabello se veía bien cuidado. No pudo evitar una leve sonrisa. Obviando el hecho de que Kon era un chico, tenía que reconocer que Kai tenía buen gusto.


  -Dijiste que trabajabas –retomó el interrogatorio, aunque con una postura más relajada que antes.


  -Sí, en un restaurante.


  -¿Camarero?


  -Al principio, luego me dejaron cocinar.


  -Así que cocinas. A Kai le gusta bastante. Aleksandr y él… -su rostro se ensombreció de golpe, al recordar al pequeño-, ellos solían trastear en la cocina. Una, tenían once y ocho años, vez lo dejaron todo lleno de harina y huevo. Kai se ofreció a limpiarlo todo, pero Aleksandr insistió en ayudarle.


  Ray sonrió al imaginar la escena. También Andrey acabó por sonreír, no sin cierta nostalgia.


  -¿Tienes hermanos, Ray?


  -No, señor. Pero mis amigos… he vivido con ellos el último año, así que es como si fuesen de mi familia.


  -Entonces puedes entender lo mucho que Kai ha sufrido -el joven asintió con la cabeza.-No sé hasta qué punto puedo fiarme, pero… te pido que le ayudes. Hasta ahora le has hecho bien, no es el mismo, se le ve más… vivo. Me gustaría que fuese feliz.


  Ray sostuvo su mirada sin vacilar.


  -Haré cuanto pueda. Se lo prometo.


***


  Kai, Yuri y Dimitri los esperaban en el salón. El bicolor sonrió aliviado al ver que Ray estaba bien y que su padre parecía más tranquilo.


  -Siento haberos hecho esperar –se disculpó Andrey con una sonrisa.


  -Descuida, amigo mío –lo tranquilizó el señor Ivanov.


  -Bueno, imagino que vosotros, chicos, querréis dar un paseo por la ciudad. Kai, no volváis muy tarde, está helando bastante y no es prudente conducir de noche.


  -Hn… -el bicolor asintió ligeramente con la cabeza.


  Ray y Yuri lo siguieron fuera de la estancia.


  -¿Todo bien, Ray?-preguntó cuando ya no podían oírles.


  -Eso creo, al final no ha sido tan malo conocer a tu padre.


  Kai sonrió.


  -¿Vamos donde siempre?-inquirió el pelirrojo.


  El otro ruso se encogió de hombros con indiferencia.


  -¿Dónde siempre?-repitió Ray intrigado.


  -Siempre que vengo a Moscú me gusta ir al restaurante Ermak. Preparan comida rusa típica de la zona de Siberia. Además, en el interior es como una cabaña nórdica.


  -Pero lo que a Yuri más le gusta es la bebida, ¿no es cierto?-sonrió el bicolor con burla.


  -No exageres… -se quejó el aludido.


  -No creo estar haciéndolo.


  El joven lo taladró con sus gélidos ojos azules.


  -Eres insufrible, Hiwatari, ¿lo sabías?


  -Sí –repuso con sencillez, y apuró el paso en dirección a la salida.


  Yuri lo seguía, soltando improperios contra él, mientras Ray se mantenía al margen. Ellos no podían verlo, pero Kai sonreía, divertido ante la rabieta del pelirrojo. No era inusual que le pinchase, pero siempre con el fin de que lo dejase en paz. Ahora, en cambio, se estaba divirtiendo. Era la primera vez que encontraba agradable su presencia.


  Al llegar junto a su coche se giró. El joven Ivanov mantenía un gesto de fastidio. A su lado, el oriental intentaba calmarlo.


  -No sé cómo puedes soportar tenerlo como novio –mascullaba el ruso.-Es horrible.


  -Hmm… -el pelinegro torció un poco el gesto, incomodado por aquel comentario.-Conoces perfectamente la respuesta a eso, Yuri.


  -Yo lo… lo siento, no quería ofenderte…


  Ray negó con la cabeza. Su expresión se había suavizado un poco.


  -A Kai le gusta hacerte rabiar, no seas tan duro con él.


  -Mmm… -el pelirrojo lo miró largamente, con una media sonrisa-, qué caballeroso, saliendo en defensa de tu novio. Kai –se volvió hacia el bicolor-, más te vale cuidar bien de este chico tan adorable y que tanto te quiere, o me lanzaré sobre ti como una manada le lobos.


  Sus ojos escarlata relucieron. Era consciente de la suerte que tenía. Ray le había devuelto las ganas de estar vivo. A su lado podía olvidar el dolor y no ver su existencia como un penoso castigo. ¿Qué menos que regalarle todo el amor que era capaz de albergar en su corazón?


  -Descuida –murmuró.


  Kai conducía despacio, poniendo especial atención al suelo resbaladizo. Las máquinas quitanieves habían limpiado las carreteras, pero aún quedaban las traicioneras placas de hielo.


  Apenas les costó encontrar aparcamiento. Aún era bastante temprano, los que no estaban trabajando estarían haciendo las compras de última hora.


  El interior del restaurante sorprendió a Ray. No se parecía a nada que hubiese visto antes. Era luminoso, con amplios ventanales que dejaban ver los pinos que rodeaban el edificio, y las sólidas columnas de madera tallada en forma de espiral sostenían el piso superior sin necesidad de tabiques que bloqueasen la luz. Además de las lámparas que colgaban del techo, había otras sujetas a las paredes con forma de antorcha. Las paredes y techos estaban revestidos de madera, imitando troncos, y había hachas, espadas y cascos y pieles de aspecto antiguo como adornos. Las mesas y las sillas eran de madera de igual tonalidad, con los respaldos tallados con delicados dibujos. Realmente parecía la cabaña de una antigua tribu nórdica.


  Un camarero los condujo a una mesa del piso superior, algo alejados de las mesas que estaban ocupadas.


  -¿Y bien, Ray? ¿Qué te parece este sitio?-preguntó el pelirrojo mientras ojeaba la carta.


  -Es precioso, nunca antes había estado en un sitio así –sus ojos brillaban de curiosidad al pasearse por la estancia.-Cuando leía sobre la mitología nórdica, así es como imaginaba que debían de ser sus casas. Nunca pensé que existiría un sitio así.


  -¿Te interesa la mitología nórdica?-Kai puso toda su atención en él.


  El oriental esbozó una de aquellas sonrisas que el bicolor encontraba tan adorables.


  -Quería saber un poco acerca de vuestra cultura, ya que es muy diferente a la mía, y aunque la mitología hable de un pasado muy remoto, normalmente en toda sociedad permanece algo de sus raíces.


  -Muy inteligente por tu parte –asintió el pelirrojo-, pero en ese caso tendrías que lo único que nos interesa es pelear… lo cual es cierto en el caso de algunas personas –miró a Kai de soslayo-, pero no de todas.


  -Creo que Ray no se refería a que nos comportamos como hace miles de años –señaló el bicolor, ignorando olímpicamente la puya de su amigo.


  El pelirrojo parpadeó confuso, lo que hizo reír al oriental.


  -Me refiero a que queda una parte de ese espíritu en la gente de hoy día. Por lo que he podido comprobar, en Rusia las personas siguen siendo fuertes, orgullosas, estoicas… es lo que caracteriza a un pueblo que ha tenido que luchar por salir adelante, y no sólo contra sus enemigos, sino también contra un clima bastante duro.


  Los rusos sonrieron, conformes con sus palabras.


  -¿Sabes, Ray? Realmente eres una persona muy sabia –se admiró Yuri. El joven chino se frotó la nariz, sonrojado.


  El camarero se acercó a tomarles nota. Dado que ninguna de las comidas que ofrecían le resultaba familiar, a excepción del kharcho, dejó que sus amigos pidiesen por él. Yuri insistió en pedir kvas –literalmente, “levadura” en ruso-, una bebida alcohólica hecha con harina de malta y centeno, pan de centeno y manzanas dejados fermentar en agua. Kai no lo probó, pero el pelirrojo no paró hasta que Ray le dio un trago. No solía beber alcohol, pero el kvas era suave y de sabor afrutado.


  -¿Tú no tomas, Kai?-preguntó el pelinegro, ya que al bicolor le gustaba el sabor a fruta.


  -La verdad es que le encanta –sonrió Yuri con sorna.


  -Sí, bueno… pero recuerda que yo tengo que conducir a la vuelta.


  -Ah, cierto –reconoció el chino.


  -Y dime, Kai, ¿este año también vas a escaquearte de la cena de Navidad?-preguntó el otro ruso.


  -No pinto nada allí –repuso llevándose el vaso de refresco a los labios.


  -Eres el hijo del anfitrión, yo diría que…


  El bicolor lo detuvo con una dura mirada.


  -Si me disculpáis, voy un momento al lavabo –murmuró y se levantó, dejándolos a solas.


  El pelirrojo suspiró y movió la cabeza negativamente.


  -De verdad, Ray, odio que pase estas fiestas él solo.


  -¿Tú tienes… algún interés particular en ir a esa cena o…?-se atrevió a preguntar.


  Yuri alzó las cejas, sorprendido.


  -¿Tienes una idea?


  -Bueno, yo… había pensado que, dado que a Kai le repele tanto estar con mucha gente, podríamos organizar una cena… nosotros tres.


  -¿Los tres? ¿Y no sobraré yo?-sonrió con picardía.


  -Hn… -Ray desvió la mirada hacia la ventana, totalmente ruborizado.


  -¿Hn?-repitió.-Jajaja, empiezas a hacer como Kai.


  -Yuri… -sus ojos dorados se centraron en él, con una frialdad más propia del bicolor que de él-, a veces eres molesto, ¿lo sabías?


  El pelirrojo se carcajeó.


  -¿Significa eso que aún no habéis…?


  -¡Yuri! –siseó, encarándolo con brusquedad.


  -¿Y se puede saber a qué esperas?


  El oriental parpadeó, confuso. Entonces… ¿no estaba bromeando? Sus mejillas adquirieron un color rojo aún más profundo. Aún no llevaban mucho juntos… además, él nunca había estado con un chico, y Kai… por lo que sabía, el bicolor nunca antes había tenido pareja.


  Yuri se hizo cargo de su apuro y zanjó la cuestión con un:


  -Bueno, eso no hay que forzarlo, todo a su tiempo. Respondiendo a tu anterior pregunta –dijo más serio-, para mí la fiesta esa no tiene mayor importancia, así que te ayudaré encantado. ¿Dónde pensabas organizar la cena? ¿En el piso de Kai?


  -¿Crees que él aceptará? Además, así ya no sería una sorpresa…


  -Podríamos tener algunas cosas ya preparadas. La cena se puede llevar ya hecha, pero a Kai le gusta cocinar, así que… -se encogió de hombros-, quizás eso podríamos hacerlo entre todos. Lo que sí necesitamos son adornos, porque dudo que él tenga –se rascó la barbilla, pensativo.


  -¿Adornos?


  -¿Qué es la Navidad sin adornos?


  -Lo que realmente es: un día como otro cualquiera –respondió otra voz.


  Sobresaltados, los chicos se volvieron y se encontraron con Kai, que ocupó su asiento. Por su aspecto tranquilo, parecía que sólo había oído aquello último.


  -¿Nunca has oído que la Navidad es una época de paz, alegría y amor, un tiempo para estar con los tuyos?


  -¿Y eso por qué? Para quienes están con los suyos a diario es un día como otro cualquiera, y para los que estamos todo el año sin saber de ellos no es más que una mascarada hipócrita y sin sentido. Si realmente te importasen las personas con las que vas a cenar, no esperarías a estar con ellas sólo un día al año.


  >>Es como San Valentín, realmente no significa nada, porque si en verdad amas a alguien, lo que tienes que hacer es demostrárselo a diario, y no esperar a una fecha arbitraria para hacerlo.


  Guardaron silencio durante un rato, digiriendo lo que Kai acababa de decir. El ambiente se había vuelto tan tenso como el tono de las palabras del bicolor. Ray bajó la mirada, avergonzado. Era verdad, si quería a Kai tenía que demostrárselo siempre.


  El joven de ojos escarlata lo miró, preocupado.


  -¿Qué te pasa, Ray? ¿Te encuentras bien?


  -Pasa que eres un soplagaitas, Kai –le espetó Yuri.-Apuesto a que el pobre Ray tenía pensado un plan genial para San Valentín, y ahora le has hecho sentir mal. Enhorabuena.


  El bicolor, sorprendido, no reaccionó ante el insulto, pero su mirada se llenó de culpabilidad.


  -¿Es eso, Ray?-preguntó, compungido.


  -No, tranquilo –le palmeó el hombro con cariño-, es sólo que hasta ahora nunca lo había pensado así, siempre he tenido esas fechas por importantes, y me estaba sintiendo un poco superficial.


  -Ray yo… lo siento… -se hubiese pegado por idiota, pero el joven asiático se agarró de su brazo y le dio un beso en la mejilla, haciéndole sentir reconfortado.


  -No pasa nada, Kai. Lo cierto es que tienes toda la razón. El amor no debe limitarse a un par de días al año.


  Kai sonrió y le hizo alzar el rostro con suavidad para besarlo.


  Al otro lado de la mesa Yuri carraspeó, algo incómodo.


  -Ejem, chicos… no quiero ser un aguafiestas, pero… estar sin Bryan me deprime, y ahora mismo no me estáis siendo de ayuda.


  -Hmm… yo tengo que aguantaros cuando voy a San Petersburgo, así que cierra el pico, Ivanov –le regañó el ruso de iris carmesí.


  El pelirrojo soltó un gruñido de inconformidad que les hizo sonreír.


  Olvidado aquel pequeño trance y con su comida en la mesa, el resto de la cena transcurrió con tranquilidad. Kai estaba descubriendo que, después de todo, no era tan malo estar acompañado.


***


  Acababan de dejar a Yuri en la mansión, y estaban en el piso de Kai. Aún no era muy tarde, y a Ray le apetecía pasar todo el tiempo posible con él. Estaba sentado en el cómodo sofá, con Aldebarán en su regazo, mientras Kai organizaba algunos cacharros en la cocina.


  Tenía una pregunta rondándole, pero le daba una vergüenza horrible hacerla.


  -¿Qué te tiene tan inquieto?-el aliento de Kai le acarició la nuca, sorprendiéndolo y haciéndole estremecerse.


  -No te había oído acercarte. No es nada.


  -Siempre que dices eso –lo abrazó por la espalda y apoyó su barbilla en la base del cuello del oriental-, es porque sí es importante para ti, pero te da apuro decirlo.


  Ray guardó silencio, con el corazón latiéndole a mil.


  -Es que no creo que… sea de mi incumbencia… -aún le costaba hablar cuando lo tenía tan cerca.


  -Eres mi novio –dijo Kai, como si eso les diese derecho a saberlo todo el uno del otro. Y así era, pero…


  -Pero hay cosas que…


  -¿Que…?-lo animó a seguir.


  -Si alguna vez hubo otra persona en tu vida, hay cosas que sólo os incumben a vosotros –dijo, incapaz de ser más explícito.


  Tampoco hacía falta. Kai captó al vuelo de qué iba aquello.


  -No he tenido ninguna relación antes, y tampoco he… estado con nadie antes –aclaró.-¿Es eso lo que te preocupaba?


  -Un poco… era más curiosidad que otra cosa. ¿Te molesta que yo…?


  -Para mí no tiene la menor importancia lo que hayas hecho o dejado de hacer con Mariah –se levantó, soltando a Ray.-No me importa que hayas estado con veinte personas antes… Lo único que me importa es que estás conmigo porque me quieres –le sonrió con dulzura, y Ray no pudo menos que corresponder al gesto, emocionado.-Por cierto, estaba pensando que… si no quieres estar solo, podrías pasar la noche aquí –dijo.-Sólo dormir  –se apresuró a añadir, no sin cierto sonrojo.


  -Lo había entendido –murmujeó Ray, tan sonrojado como él.


  Apartaron la mirada el uno del otro. Era extraño lo cargado que parecía de pronto el ambiente. Ray se sorprendió al ver a Kai tan tímido de repente. Él, que siempre se veía tan seguro de sí mismo, tan dueño de la situación… era curioso, casi gracioso, verlo de aquella forma. Tan humano. Qué tontería, se dijo de pronto, claro que Kai era humano, y por muy maduro que pareciese la mayor parte del tiempo, no por eso dejaba de ser un muchacho de su edad.


  -Ahm… ¿seguro que no te importa que me quede?-dijo, rompiendo el tenso silencio.


  -En absoluto. Eh… te dejaré un pijama. Puedes… cambiarte en el baño.


  -Uhum… -asintió.


  Ray se cambió con rapidez. Se miró en el espejo del lavabo. El pijama, de rayas verticales celestes y blancas y con botones, le iba bastante grande, y se notaba especialmente en la camisa porque, aunque Kai era delgado, su pecho y hombros eran amplios.


  Daba un poco de risa vestido de esa guisa, o eso pensó él, porque al bicolor más bien le pareció al verlo que era una estampa de lo más tierna. Parecía casi un niño pequeño, o lo habría parecido si hubiese sido más bajo y sin aquellos ojos de mirada intensa.


  -Te sienta bien –murmuró el bicolor.


  Ray tardó un poco en responderle. El ruso llevaba un pijama que consistía en un pantalón largo de color negro y una camiseta blanca de manga corta que, a pesar de no ser ceñidos, dejaba intuir la escultural figura del joven. Era una imagen bastante… distrayente.


  -Gracias –dijo, no muy convencido.


  -En serio, me gusta cómo te queda –sonrió con sinceridad.


  El oriental sonrió levemente.


  -¿Dónde dejo mi ropa?


  -Puedes ponerla en el armario.


  Ray acomodó sus cosas en un rincón y dejó sus zapatos junto a los del ruso. Al darse la vuelta, vio a Kai sentado al estilo indio sobre la cama, con las mantas ya apartadas, mirándolo. Parecía agradarle el simple hecho de contemplarlo.


  El oriental se acomodó en el otro lado de la cama, guardando una distancia prudente que no duró por mucho rato, ya que Kai lo atrajo hacia sí para darle un beso.


  -Buenas noches, Ray –estiró el brazo para apagar la luz, sin despegar la mirada de aquellos felinos iris dorados, y luego se movió hasta quedar ambos tumbados sobre el lecho.


  -Buenas noches, Kai –sintió cómo el ruso echaba las mantas sobre ambos y lo abrazaba, así que se acurrucó un poco más contra él. Notaba claramente su respiración pausada y sus latidos, algo más serenos que los suyos, pero aún así fuertes y algo acelerados. Sonrió maravillado, sin acabar de creerse todavía que Kai sintiese algo tan profundo por él.


  Poco a poco se fue quedando dormido, arrullado por el sonido pulsátil del corazón del ruso, que de ningún modo podía ser de hielo.

Notas finales:

Bueno, esperaré a ver qué me decís ^^


Hasta la próxima entrega (esto de que las historias vayan por fascículos es terrible, ¿no creéis? xD pero bueno, yo también sé lo que se siente, que ando esperando a que se actualicen unas cuantas :p).


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