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El fuego bajo el hielo por Laet

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Notas del capitulo:

Hola, muchas gracias por vuestra paciencia. He aquí un nuevo (y extraño) capítulo.

  -Ya he hablado con mi padre, no debería volver a haber problemas.


  -Muchas gracias, Kai.


  -No hay de qué –colgó. Pulsó unas cuantas teclas y grabó el número de Sveta en la memoria del móvil.


  -Entonces, ya está todo solucionado, ¿no?-dijo Ray, que era quien le había proporcionado el teléfono de la chica.


  -Con Andrey tal vez –respondió Yuri-, pero Voltaire va a ser más complicado.


  El bicolor torció ligeramente la boca. Suspiró y se acomodó mejor en la silla de la cafetería, donde habían quedado con Ray después de la charla que Kai tuvo con su padre.


  El camarero lanzaba de vez en cuando miradas de reojo en su dirección. No sabía su nombre, conocía al bicolor sólo de vista, no es que fuese todos los días allí, ni mucho menos, pero tenía un aspecto difícil de olvidar. La razón por la que lo miraba era que nunca antes lo había visto acompañado. Y ahora charlaba amigablemente con aquellos dos chicos.


  -Disculpe –lo llamó un cliente.


  -¿En qué puedo servirle?


  -¿Podría…?


  Dos minutos después se acercaba a la mesa del bicolor y dejaba un vaso con un líquido rosado delante del muchacho de cabello azabache. Los tres lo miraron, interrogantes, en especial el oriental.


  -Yo no he…


  -Es de parte de aquel chico –dijo.


  Ray miró hacia donde el camarero le señalaba, y sus ojos dorados chocaron con unos de color turquesa.


  Desde su posición, acodado en la barra, Brooklin le sonrió y alzó su propia copa en su dirección, como en un brindis.


  -Será posible… -masculló el asiático.


  -¿Esto es un Anuska?-preguntó el pelirrojo al camarero.


  -Sí, señor –respondió antes de retirarse.


  -Hmm… -sonrió. Alargó la mano y cogió el vaso.-Gracias, amigo –le dijo en voz alta al de pelo naranja, imitando su gesto de brindis, y dio un largo sorbo a la bebida.


  Ver cómo la encantadora sonrisa de Brooklin quedaba congelada en sus labios le causó mayor deleite que el propio cóctel. Le lanzó una última sonrisa burlona que hizo que el inglés apartase la mirada con fastidio.


  -Gracias –murmuró el chico de ojos dorados.


  -Pensaba que estas cosas sólo las hacían en las pelis antiguas. ¿Suele molestarte ese chico?


  -Es la segunda vez que hace algo.


  -¿Qué fue lo primero?


  -Besarme a traición.


  Yuri casi se atraganta.


  -Es poco probable que vuelva a intentar eso –intervino Kai en tono burlón.-Puede que se le haya curado el labio, pero tardará mucho tiempo en olvidarlo.


  -¿Olvidar qué?-preguntó el pelirrojo.


  -El puñetazo que le di.


  -Eso no me lo habíais contado…


  -No fue agradable, Yuri.


  -Hmm… -entrecerró los ojos, que brillaron con frialdad.-¿Sabes? Nosotros podríamos hacer que se aleje de ti –propuso, refiriéndose a sus otros tres amigos.


  -No será necesario –atajó Kai-, Ray sabe defenderse. Además, también estoy yo.


  -Uno intenta ser amable y esto es lo que recibe –protestó el de cabello naranja, que ahora estaba en pie junto a ellos.


  -Hn, no esperarás que seamos los mejores amigos del mundo después de lo que hiciste –dijo Ray, mirándolo con evidente molestia.


  -Vamos, vamos, ¿no podríamos pasar página y ser amigos al menos?


  El chino entrecerró los ojos, pensativo. No sabía si fiarse de aquel chico.


  -Creo que no está muy convencido, cabeza de mandarina –rio Yuri.


  -¿Cabeza de mandarina?-repitió Brooklin, atónito. Sus dos amigos también se lo quedaron mirando.


  -Ignóralo –masculló el bicolor.


  -¡Kai! –protestó el pelirrojo, haciendo un puchero.


  -Volviendo al tema, Masefield –prosiguió Kai-, vas a tener que demostrar que se puede confiar en ti.


  -¿A qué te refieres, Hiwatari?


  -¿Qué tal si te portas como persona y dejas tranquilo a Ray?


  -¡Ya he dicho que sólo quería ser amable!-exclamó.


  -Venga ya, naranjita –volvió a intervenir Yuri, ignorando la mirada asesina que le lanzó el inglés-, nadie invita a una copa como lo has hecho tú sólo para ser amable. O estás chalado o has visto demasiadas películas –concluyó, y terminó el último sorbo que quedaba de la bebida rosada.


  -Espero que te haya gustado –masculló Brooklin con sarcasmo.


  -Sí, mucho –sonrió el pelirrojo con descaro.-Pero lamento decirte que ya tengo novio, lo siento.


  -¿De veras hay alguien que te aguante?


  Kai esbozó una media sonrisa burlona que provocó que el ruso de ojos azules le lanzase una de sus miradas más frías, pero el bicolor ni se inmutó.


  -¿Puedo hacerte una pregunta, Hiwatari?-inquirió, ahora con seriedad.


  -Hn… -ladeó la cabeza y centró su mirada en él, una mirada no especialmente amistosa, pero tampoco hostil, por lo que el inglés lo interpretó como un “sí”.


  -Me gustaría saber… cómo es que haces para componer –tanto Yuri como Ray parpadearon, sorprendidos. Los ojos del bicolor se abrieron más, ligeramente, pero el de iris turquesa lo notó.-Mi música –explicó-, suena hueca, hermosa… pero no transmite absolutamente nada. Quiero saber cómo es que haces para…


  -Entiendo –lo cortó. Buceó un instante en sus ojos antes de responder a la pregunta.-¿Qué intentas que exprese tu música?


  -¿Cómo?


  -Hn… -se cruzó de brazos, intentando buscar las palabras adecuadas para hacerse entender.-¿En qué piensas cuando compones? ¿Te fijas sólo en qué nota irá mejor después siguiendo un estilo o…?


  -¿O…?-frunció el ceño, sin comprender.


  -¿…o te dejas guiar por lo que sientes en ese momento?-concluyó.


  Brooklin abrió la boca, pero no se le ocurrió nada que decir. Bajó la mirada hacia algún punto inconcreto, pensativo, y Kai supo que había captado la idea. Se levantó y fue hasta la barra a pagar las consumiciones.


  -Hmm… -el de cabellos naranja se rascó la barbilla, meditabundo.-Bueno, creo que yo también debería irme –dijo, aún algo ausente.-Ya nos veremos, Ray –le sonrió ligeramente y el oriental correspondió al gesto, aunque no le fue del todo fácil.-Por cierto, no me has dicho tu nombre –miró al pelirrojo.


  -Lo sé –sonrió con descaro, pero luego de unos segundos cambió aquella sonrisa por una más cordial.-Yuri Ivanov.


  -Brooklin Masefield… aunque creo que ya lo sabías. Bueno, me marcho. Adiós –dijo en voz algo más alta para que también el bicolor le oyese. Éste no se giró, pero le hizo un gesto de despedida con la mano.


  Ray respiró hondo cuando el inglés desapareció. Vaya, tenía que admitir que Brooklin no era tan molesto cuando se comportaba como persona.


  -Ray… -dijo el ruso-, ¿de qué iba todo eso de la música?


  -Es que Brooklin tiene algunos problemas a la hora de componer. Según él, le falta inspiración –cerró los ojos y recordó aquella breve conversación en la que le había pedido que fuese su musa. Aún se le revolvía el estómago al pensar en lo que había sucedido después… pero, ¿era justo seguir eternamente enfadado con él si ya había prometido dejarlo en paz?


  -¿Nos vamos?-preguntó el bicolor.


  -Sí –le sonrió ampliamente. Fuera como fuese, mientras estuviesen juntos todo estaría bien, ¿verdad?


***


  Toc, toc.


  -Adelante.


  -Disculpe, profesora Petrova, hay alguien que quiere verla –dijo una mujer con una fregona en la mano. Era una de las encargadas de la limpieza. ¿Qué hacía allí a esas horas? Ekaterina miró su reloj y se sorprendió. Era mucho más tarde de lo que había creído.


  -Ah… Sí, gracias, Olga, hágale pasar.


  -Sí, profesora.


  La mujer suspiró y aprovechó para estirar los brazos por encima de la cabeza, haciendo crujir levemente la espalda. No se dio cuenta de que alguien entraba en su despacho.


  -Pasarse el día sentado en una oficina es más cansado de lo que la gente piensa, ¿eh?


  Ekaterina se azoró al ser descubierta en una pose tan informal.


  -Pues sí que es un poco… -calló al fijarse en quien acababa de entrar. Era el mismo hombre de aquella mañana, solo que esta vez sonreía con cierto nerviosismo que antes no había mostrado.-¿Otra vez usted?-dijo, demasiado cansada como para contener su molestia.


  -Sí, verá, yo…


  -¿Qué quiere ahora? ¿Disculparse o demandarme?


  -… Lo primero –reconoció a regañadientes.-He hablado con mi hijo y él… parece ser que usted le agrada como profesora. Además, tampoco tiene pensado abandonar su carrera por la música, así que supongo que todo lo que dije antes está fuera de lugar.


  Andrey no recordaba haberse disculpado ni una sola vez desde que era niño. Se le hacía extraño tener que pasar por todo aquello.


  -… Está bien, no pasa nada –masculló la mujer, que volvió a suspirar y miró el pequeño montón de papeles que aún le quedaba por revisar. Era poco, pero estaba muerta y… hambrienta, como su estómago no tardó en recordarle, lo cual le causó un nuevo sonrojo.


  El bicolor sonrió comprensivo, haciéndose cargo de lo duro que era aquello. Él también se veía obligado de vez en cuando a pasarse el día encerrado entre pilas de informes… era de lo más tedioso.


  -¿Me permite que la invite a comer?-preguntó con una suave sonrisa.


  -¿Habla en serio?-obviamente, no se esperaba semejante propuesta.


  -¿Cree que voy a tenderle una trampa?


  -De usted creo que no me extrañaría nada, y eso que acabo de conocerle.


  Compartieron una breve risa que rompió con la tensión del ambiente.


  -Entonces… ¿acepta?


  -Pues… De acuerdo, ¿por qué no?


  Cuanto más tiempo pasaba en compañía de aquel hombre, más impresionada se sentía… y también más cohibida. Por el aspecto de Andrey, su traje, a todas luces caro, y sus maneras había intuido que se trataba de alguien con una buena posición social y económica, pero no se esperaba todo aquello. Desde el coche que conducía hasta el lujoso restaurante al que la había llevado, todo eso era un exceso. Pero llegados a ese punto en que estaban, sentados el uno frente al otro en uno de los locales más caros de la ciudad, sería una completa grosería si se levantase y se fuese.


  -Tiene usted toda la pinta de querer salir corriendo de aquí –comentó el bicolor un poco apenado. La pobre lo estaba pasando fatal, y permanecía callada, con la cabeza fija en sus manos que retorcían la servilleta de su regazo.-Supongo que me he pasado un poco.


  Ekaterina rio con nerviosismo.


  -No estoy acostumbrada a esta clase de sitios, creo que no encajo mucho aquí –dijo, mirando de reojo a las personas sentadas en otras mesas.-Yo no pertenezco a este mundo.


  -No parece usted misma –hizo notar.


  -¿Qué?


  -Me refiero a la Ekaterina Petrova que no dudó en ponerme en mi lugar esta mañana.


  La mujer sonrió débilmente.


  -No me diga que quiere que vuelva a ser así con usted, señor Hiwatari.


  -Prefiero que no. En realidad me refería a… a que me gustaría verla cómoda. Se supone que intento compensarla, no torturarla. He metido la pata, ¿verdad?


  Se entristeció, de un modo genuino que dejó a Ekaterina aún más sorprendida.


  -Vamos… no es el fin del mundo –dijo con suavidad.-Aprecio su gesto, de veras.


  -¿Seguro?-preguntó dubitativo. Recibió una sincera sonrisa como respuesta que le hizo recuperar el buen humor.-Dígame, su hija… ¿era la chica que estaba esta mañana…?


  -Ah, sí, Svetlana. Es la menor de mis hijas. ¿Por qué lo pregunta?


  -Ella y Kai… creo que son algo así como amigos. Lo cierto es que no tengo demasiada idea. Mi hijo y yo no tenemos tanta relación como sería deseable –desvió la mirada, algo incómodo.


  -Pues… no sé si son muy amigos, a Sveta le cuesta un poco entablar amistad con la gente. Pero hay unos chicos de los que habla a veces: Max, Tyson, Ray… es posible que mencionase a su hijo, pero ahora no lo recuerdo.


  -¿Ray Kon?


  -Sí. Además es uno de mis alumnos.


  -Debe de ser por eso que se conocen –masculló para sí. La mujer alzó una ceja.-Ray Kon es el novio de Kai –admitió con un suspiro.


  -¿Ah, sí? Vaya… Aunque… supongo que tiene sentido. Las únicas veces que he visto a Kai hablando con alguien era con ese chico.


  Interrumpieron un momento la conversación en lo que les traían los platos que habían pedido. Comieron un rato en silencio hasta que Andrey se atrevió a reanudarla.


  -¿Qué impresión tiene usted de Ray?


  -Pues… -frunció el ceño.-¿Acaso no le conoce?


  -Tuve una charla con él, pero me gustaría saber algo más de él, y, siendo su profesora, imagino que tendrá una idea aproximada de su forma de ser.


  -Puedo decirle que se toma sus estudios en serio, en ese aspecto es muy responsable. No da problemas, es un chico bastante apacible y respetuoso. Recuerdo –dijo con una sonrisa-, que el primer día sugerí que Kai y él podrían trabajar bien juntos. Me parece que no le hizo mucha gracia, pero no se quejó, creo que por no llevarme la contraria.


  -Así que, en cierto modo, fue usted quien hizo que se conocieran –sonó ligeramente acusador.


  -Supongo, pero nunca habría imaginado que acabarían juntos.


  -No creo que nadie lo hubiese imaginado –admitió el hombre.


  -Es un buen chico –concluyó Ekaterina.


  -Hmm… -refunfuñó algo para sí.-No puedo evitar preocuparme.


  -Lo entiendo.


  -Además, es la primera vez que Kai se interesa por alguien de esa forma –expuso. Le alegraba ver que la mujer le comprendía. Dimitri seguramente desestimaría su preocupación. Después de todo, había encajado como si nada el que Yuri estuviese con un chico. ¡Con un chico! ¿Eh? Pero bueno, ¿desde cuándo a él le molestaban esas cosas? Sacudió la cabeza.-Maldita sea…


  -¿Se encuentra bien?-se preocupó.


  -Es sólo que… Dios mío, estoy empezando a pensar como mi padre –la profesora parpadeó, confundida.-El hijo de un amigo mío está también con un chico, y…


  -Estaba pensando en eso como si fuese malo -adivinó.


  -Pero no lo es –se llevó la copa a los labios: se le acababa de quedar la boca seca.


  -Fuimos educados de otra forma y siempre cuesta adaptarse –le restó importancia la mujer.-El caso es que sepa ver que no es algo malo y que no les desprecie.


  -Supongo –esbozó una sonrisa sin poderlo evitar.-¿Sabe?, habla como si hubiese pasado por esto.


  -Uhum –asintió.-Mi otra hija, Valeria. Me llevó algún tiempo asumirlo como algo normal… aunque no tanto como a mi ex-marido… -la última palabra se perdió en un murmullo, como si en realidad no hubiese querido pronunciarla.


  Andrey la miró con tristeza.


  -¿Fue muy duro?


  -No tanto para mí como para las niñas –suspiró.-Valeria era mayor de edad, así que se fue a vivir con su novia… fue entonces cuando nos enteramos.


  -¿Se encuentra bien?


  Ekaterina lo miró por unos segundos antes de recuperar su gesto sereno.


  -Sí, descuide. A todo esto, ¿qué opina su mujer?


  -… -su rostro se ensombreció notablemente.-Mi esposa falleció hace casi cuatro años.


  Ekaterina no supo qué decir. Desvió la mirada. Ahora era ella quien había metido la pata.


  -Lo siento mucho –murmujeó.


  Él asintió, pensativo.


  -Nunca superó perder a Aleksandr y… y yo no sé por qué le estoy hablando de esto. Lo lamento, no era esto de lo que quería hablar.


  -He sido yo quien ha sacado el tema.


  -No podía saberlo.


  -¿Quiere salir a que le dé el aire?-preguntó. Andrey estaba más pálido de lo normal y temía que le fuese a dar un mareo.


  -Sí, creo… que será lo mejor.


  Llamó a un camarero y pagó la cuenta. Tuvo que apoyarse en la mujer para caminar, y, si no se hubiese encontrado tan mal, se habría sentido avergonzado. Pero en ese momento sólo quería salir.


  Había un parque al otro lado de la calle. Andrey le pidió que lo llevase hasta allí y prácticamente se desplomó en el primer banco que encontraron. Normalmente estar rodeado de árboles le ayudaba a serenarse, pero esta vez le estaba costando más de lo normal. Hacía mucho que no recordaba de una forma tan vívida el incidente que, cuatro años atrás, le había arrebatado a sus seres más queridos. Porque, de algún modo, también le había quitado a Kai.


  -¿Papá?


  Aquella voz… Alzó la mirada y se encontró con Kai corriendo hacia él, seguido por otras dos personas.


  -¿Qué le ha pasado?-preguntó el joven. Al parecer no le sorprendía demasiado verla allí.


  -Estábamos hablando y se ha encontrado mal. Creo… que mencioné algo que no debía.


  -Papá… -lo llamó, sacudiendo suavemente sus hombros, ya que apenas reaccionaba.


  -Estoy bien, estoy bien… -murmuró.


  Kai resopló.


  -¿Tienes el coche cerca?-se desesperó un poco al no recibir respuesta.-Padre…


  -Está allí –repuso la mujer, señalando el vehículo.


  El muchacho se volvió hacia sus acompañantes.


  -Voy a tener que llevarlos. Lo siento, Ray.


  El oriental negó con la cabeza y le sonrió, comprensivo.


  -Te ayudaré a cargarlo hasta el coche –se ofreció Yuri.-¿Quieres que te acompañe a casa, Ray?


  -No hace falta, no queda lejos.


  Kai metió una mano en su bolsillo y le lanzó las llaves de su piso.


  -Nos vemos luego, ¿vale?


  -Claro.


  -¿Quiere que la acerque a su casa, profesora?


  -No es necesario, gracias Kai –murmuró. Aún estaba un tanto afectada.


  -¿Seguro? No es molestia –dijo el pelirrojo.


  -Prefiero ir dando un paseo.


  Ray se quedó un rato de pie a su lado, mientras los otros dos chicos llevaban a Andrey hasta el coche. Era una imagen chocante después de haber conocido al imponente hombre que era normalmente.


  -Ray –lo llamó la mujer.


  -Dígame, profesora. ¿Se encuentra bien? ¿Quiere que la acompañe?


  -Estoy bien, sólo me preguntaba… ¿quién es Aleksandr?-preguntó, aún recordando su conversación con Andrey.


  -Oh –el asiático bajó la mirada-, era el hermano pequeño de Kai. Murió, bueno… lo mataron. Su madre falleció poco después. Fue… una época difícil para ellos.


  -Entiendo.


  Se mantuvieron en silencio un rato hasta que la mujer se levantó y se despidió de él, rechazando de nueva cuenta la ayuda que el joven volvió a ofrecerle.


  Ray decidió ir también a su casa. Kai le había dicho que, si quería, podía coger algunas de sus cosas y llevarlas a su piso, para no tener que ir y volver todos los días. A pesar de las insinuaciones que Yuri había hecho al respecto, el joven oriental no tuvo problema en aceptar. Agradeció haberlo hecho. Probablemente al bicolor le vendría bien tener a alguien cerca después de lo que le había sucedido a su padre.


  -Eh, gatito –lo llamó alguien.


  El pelinegro miró a su alrededor, pero no encontró a quien le había hablado. La calle estaba prácticamente desierta. Y eso no le gustó. A su derecha, entre un bar y un edificio de viviendas, había un estrecho callejón, demasiado oscuro para su gusto. Se alejó de él instintivamente.


  -¿Tienes miedo?-preguntó la voz con burla.


  Entrecerró los ojos y distinguió a alguien moviéndose detrás de unas cajas. Parecía que las estuviese apilando. Quizás se trataba de un empleado del bar que sacaba las cajas de botellas vacías. Pero el caso era que le sonaba aquella voz.


  La persona en cuestión avanzó hasta la entrada del callejón, hasta donde llegaba la luz, sonriendo despectivamente.


  -¿Me recuerdas? Aún tenemos una cuenta pendiente, gatito.


  Ray abrió los ojos por la sorpresa. Pero pronto fueron otros sentimientos los que lo inundaron.


  -Tú –escupió.

Notas finales:

Hmm... bueno, ya me diréis qué os ha parecido. De momento, os dejo con la intriga. Nos leemos :D


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