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El fuego bajo el hielo por Laet

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Notas del capitulo:

Bueno, esta vez no tardé tanto, creo. Aunque no sé si me convence del todo cómo terminé el capítulo... la verdad es que todo él es un poco extraño xD Bueno, espero que lo disfrutéis.

  Los ojos de Kai no se despegaban de la carretera, sin embargo buena parte de sus pensamientos se centraban en su padre, sentado en el asiento del copiloto con aire ausente. Hacía años que no lo veía tan mal, y le había sorprendido. Sabía que su padre aún arrastraba problemas, como el hecho de que era incapaz de mantener una relación duradera.


  Como le había dicho aquella misma mañana, ninguna de las mujeres con las que había estado en los últimos años era otra cosa que un pasatiempo, pero lo había atribuido a una falta de interés y no a que, como él, tuviese miedo de enamorarse.


  Siempre había pensado que su padre lo había superado antes que él.


  -Hmm… -Andrey se removió en su asiento. Parecía que empezaba a reaccionar.-¿Kai? ¿Dónde… dónde estamos?


  -Estamos llegando a casa –respondió el bicolor.


  -¿Se encuentra mejor?-llegó desde atrás la voz del pelirrojo.


  -Creo… que sí –miró a su alrededor. Vio a su hijo al volante y a Yuri en el asiento trasero, que lo miraba con preocupación. ¿No faltaba gente?-¿Dónde está Ekaterina? ¿Y no estaba con vosotros otro chico?


  -¿Ahora la llamas Ekaterina?-Kai se permitió una sonrisa burlona, aunque un tanto crispada por la angustia.-Dijo que prefería volver a su casa a pie, y también Ray… -pronunció el nombre del oriental en un suspiro. Algo le decía que no debería haberlo dejado solo, y no veía el momento de volver a casa y cerciorarse de que estaba bien y que todo eran imaginaciones suyas. Pero, claro, antes de marcharse tenía que asegurarse de que su padre se recuperara.


  -¿Qué me ha pasado exactamente?


  -Hablasteis. Salió el tema de mamá y… -no hizo falta que concluyese la frase para que su padre entendiese. Vaciló antes de añadir:-Nos diste un susto de muerte.


  Andrey parpadeó un par de veces, analizando la frase. La conclusión obvia era que Kai también estaba preocupado por él… pero eso no podía ser, ¿verdad? No, debía de haber oído mal, sí, seguro que su aturdida cabeza lo estaba interpretando mal… eso o su hijo intentaba ser condescendiente, porque Kai le odiaba. Sí, de lo contrario, ¿por qué no hacía sino evitarle? ¿Por qué dejaba tan claro que sólo quería alejarse de él?


  -¿Qué te tiene tan pensativo?-el joven de ojos grana lo sacó de sus cavilaciones. Estacionó el coche ante las escaleras que conducían a la puerta principal de la mansión.


  -No es nada, hijo –compuso como pudo una sonrisa. Abrió su puerta.-Gracias por traerme, siento haberos estropeado el día. No era mi intención. Será mejor que vuelvas con tu amigo.


  No había acabado de salir cuando oyó otras dos puertas abrirse, y en dos segundos tenía a Kai sosteniéndole la puerta mientras Yuri lo ayudaba a caminar.


  -Chicos, yo…


  -Ni sueñes con librarte de mí –declaró el joven bicolor, tomándolo del otro brazo-, no hasta que me haya asegurado de que estarás bien.


  -Kai… -musitó Andrey, anonadado. Desvió la mirada de la de su hijo porque se le estaban empañando los ojos.


  Sin una palabra más, Kai lo acompañó hasta su habitación, no sin antes pedirle a Yuri que avisase a su padre, y lo ayudó a tenderse en la cama. Seguramente la presencia de Dimitri le animaría. Era triste reconocerlo, pero sabía que su propia presencia no haría sino causarle más dolor.


  Por su parte, a pesar de sus protestas, Andrey tenía que admitir que se sentía estupendamente echado en su cama. Emitió un profundo suspiro y miró a su hijo. El muchacho pudo notar esta vez que su padre tenía los ojos húmedos y se le encogió el corazón. Tomó asiento a su lado.


  -Padre, ¿qué te…?-se interrumpió. Su padre, en un rápido movimiento, tiró de su brazo para atraerlo y lo atrapó en un abrazo. Kai se estremeció por el más que inesperado contacto. Tragó saliva.-¿Padre?-lo llamó, dubitativo.


  -Te quiero mucho, Kai.


  -¿Qué?-se incorporó un poco para mirarlo a la cara. Andrey le pasó una mano por la mejilla.


  -Eres lo más importante para mí, hijo. Ojalá… ojalá me hubiese ocupado de vosotros como es debido –dijo, refiriéndose también a Aleksandr.-Fue mi culpa.


  -No –gimió Kai. Un molesto nudo le hería la garganta.-Yo era su hermano mayor, tenía que haberle cuidado mejor…


  -Shhh… -lo hizo callar con suavidad.-Tenías quince años, eras poco más que un niño… no, fui yo el que falló, Kai.


  En esta ocasión fue Kai el que lo abrazó, tembloroso.


  -Creí que me odiabas –murmujeó.


  -Yo nunca podría odiarte –se incorporó y miró a su hijo, que lo contemplaba desde su regazo como cuando era un chiquillo, con los ojos acuosos por las lágrimas.-¿Así que… has estado todos estos años culpándote?


  -Aleksandr también era mi responsabilidad –dijo.


  Andrey esbozó una sonrisa triste.


  -Tendríamos que haber hablado de esto hace mucho –le revolvió el pelo con cariño y lo estrechó con más fuerza.-Echaba de menos esto.


  -Hmm… -Kai respiró hondo.-También yo –confesó.


***


  -Sí, yo –sonrió con cinismo.


  -¿Qué haces aquí?


  -Ah… -hizo un gesto hacia el edificio que quedaba a su izquierda, el bar-, trabajo aquí, pero, ¿sabes?, es hora de mi descanso y… creo que no es mal momento para zanjar nuestra… discusión -su sonrisa se hizo más amplia y perversa.


  Ray retrocedió otro paso. Todos sus músculos se habían tensado, preparados para atacar y defenderse. Salir corriendo hubiese sido quizás lo más sensato, pero no estaba dentro de sus planes volver a huir de aquel tipo.


  -Eres amigo de Kai, ¿no? Muy amigo, por lo que me pareció. Él no suele molestarse en salvar a la gente una segunda vez.


  -¿Y a ti qué te importa eso?


  -Mmm… verás, el caso es que también tengo una cuenta pendiente con Hiwatari y así –extrajo una navaja se su bolsillo-, mato dos pájaros de un tiro.


  Se lanzó a por él, pero el oriental esquivó el envite. Aún así, el ruso lo agarró del abrigo y de un tirón lo lanzó dentro del lúgubre callejón, sobre unas cajas.


  Ray se levantó con rapidez y puso distancia entre ambos, aunque eso implicaba internarse más en la calleja, lo cual no le gustaba ni un pelo, ya que una alta reja bloqueaba el paso.


  -¿Quién diablos eres? ¿Por qué estás tan obsesionado con hacer daño a Kai?


  El chico de ojos azules chasqueó la lengua.


  -Bueno –se encogió de hombros-, supongo que, si vas a morir por su causa, es justo que sepas lo que ese bastardo ha hecho. ¿Conoces su historia? ¿Sabes lo de su banda? ¿Que se cargó a un tío con sus propias manos y…?


  -Lo sé –le cortó Ray.-También sé que ellos mataron a su hermano –entrecerró los ojos, dirigiéndole una mirada fiera.


  -¿Y eso le da derecho a hacer lo que le venga en gana?


  El oriental desvió un momento la vista.


  -No, pero… pero Kai tenía un motivo para perder los estribos, ¿qué justificación tenían los asesinos de su hermano, eh?-preguntó alzando la voz.


  -Je –esbozó de nuevo aquella sonrisa siniestra-, nadie le mandaba meterse donde no le llamaban.


  Ray gruñó entre dientes algo que el ruso no entendió. Mejor para él, en todo caso, ya que no fue nada agradable.


  -Está claro que no hay modo de hablar con la gente como tú –masculló frustrado el pelinegro.-En cualquier caso, aún no me has respondido. ¿Qué te pasa a ti con Kai? ¿Era algo tuyo el tipo al que mató y ahora quieres hacerle daño?


  Los ojos azules destellaron peligrosamente.


  -No. Soy el hermano del tipo al que dejó atado a una silla de ruedas por el resto de su vida –replicó con acritud.


  Ray frunció el ceño, pensativo, y entonces se hizo luz en su mente. Kai había mencionado a otro chico al que hirió de gravedad. Por lo visto, al final había sobrevivido. Aunque ahora estuviese inválido.


  -¿Y vas a vengarte por eso?


  -¡No lo digas como si no tuviese importancia! –gritó.


  -No quería decir eso –dijo Ray con precaución, alzando las manos como gesto de disculpa.-Es sólo que no vas a arreglar nada. El mal está hecho, lo único que vas a conseguir vengándote es que luego él vaya a por ti, y luego tus amigos irán a hacerle daño otra vez… y así eternamente –explicó, intentando por todos los medios parecer calmado. Si se ponían nerviosos aquello podía acabar en tragedia.


  -Sí, claro, tú puedes decirlo. No tienes ni idea de lo que hemos sufrido por culpa de ese…


  -No, no lo sé –admitió-, pero creo que tú tampoco entiendes por lo que él ha pasado.


  -Ni me interesa –sujetó con más fuerza su arma, gesto que no pasó desapercibido al de ojos dorados, que se preparó.-¡Sólo quiero verle destrozado a mis pies!


  Se abalanzó sobre Ray, pero el oriental estaba esperándolo, así que no sólo no lo rozó, sino que además recibió un fuerte puñetazo en el abdomen que le cortó la respiración y lo tiró de espaldas.


  El chino vaciló un segundo antes de darse la vuelta para salir de allí. Pero, apenas dio un par de pasos cuando el otro lo agarró por detrás, rodeándole el cuello con un brazo. Por suerte para Ray, se le había olvidado recoger la navaja, pero, aún así, aquello era muy peligroso. Se revolvió y pudo darle un codazo en el estómago. Insistió hasta que el ruso aflojó la presa y pudo soltarse, pero no se libró de recibir un fuerte golpe en el costado que lo dejó tendido cuan largo era.


  No sin cierta dificultad, Ray se incorporó un poco y vio que el chico se alejaba un poco para recoger su arma. Parecía que le costaba moverse, pero Ray también estaba dolorido, y la garganta aún le molestaba después de haber sido aprisionada. Consiguió ponerse en pie, pero el ruso ya estaba prácticamente sobre él.


  Maldita sea, se regañó, debería haber aceptado que le acercasen a casa. Ahora ya no tenía nada que hacer.


  Lanzó un par de golpes a la desesperada, pero eso no evitó que el castaño lo arrinconase contra la pared y, con toda la parsimonia del mundo, le colocase el agudo filo en el cuello.


  Ray cerró los ojos. Tenía miedo, un miedo espantoso. Una lágrima resbaló por su mejilla. No podía hacer nada. Iba a morir y Kai… Kai sufriría por su culpa.


  -Por favor, no lo hagas –suplicó.


  La hoja presionó levemente su piel, haciendo un fino corte. Pero no pasó de ahí. Por el momento.


  -Tal vez… pueda concederte una segunda oportunidad –Ray abrió los ojos. No le gustó nada el tono del chico.-Déjale, no te acerques a él, no vuelvas a relacionarte con él y te perdonaré la vida. Pero –advirtió-, ten en cuenta que, si no lo cumples o si le adviertes sobre mí, me enteraré… y entonces no habrá ninguna piedad. ¿Queda claro?


  Ray se quedó petrificado. No podía. Jamás heriría a Kai. Le amaba demasiado.


  -De acuerdo pues… mátame ahora, porque no pienso hacer eso –replicó con un aplomo impresionante, dada la situación.


  El ruso abrió la boca, sorprendido. ¿Por qué aquel idiota prefería morir? Le había dado una segunda oportunidad y… Bueno, no era asunto suyo. Obtendría el mismo resultado de todos modos, y eso era lo único que le importaba. Sin embargo, no podía apartar la vista de la intensa mirada dorada, llena de helada cólera, y no reaccionó hasta que el chino cerró los párpados. Incluso él se admiraba del valor del joven oriental.


  Si no hubiese estado tan pendiente del pelinegro, se habría dado cuenta de que ya no estaban a solas.


  -¡Aléjate de él!


  El ruso giró la cabeza a tiempo de ver una tabla alzada sobre su cabeza, pero no tuvo ocasión de esquivarla.


  Ray se llevó inconscientemente una mano al cuello, sin terminar de creerse que siguiese entero. Abrió lentamente los ojos y vio a su agresor inconsciente en el suelo y con un feo golpe en la cabeza. Alzó la mirada y reconoció la figura que se erguía a su lado, respirando entrecortadamente y aún con aquel trozo de madera en la mano. Los ojos se le llenaron de lágrimas y se lanzó a sus brazos.


  -Gracias, gracias, gracias… -murmuró una y otra vez en su oído.


  -R-Ray –farfulló, aún un poco anonadado por lo que acababa de pasar. Soltó la tabla y envolvió al lloroso oriental entre sus brazos.-Tranquilo, ya… ya pasó.


  El pelinegro se separó un poco de él para mirarlo a los ojos.


  -Gracias, Brooklin.


  El joven inglés le sonrió, aún un poco turbado, para hacer honor a la verdad, más por el hecho de que Ray le estuviese abrazando que por haber dejado a un tío inconsciente de un golpe. Estaban tan cerca… sólo con acercar un poco más sus rostros podría… Sacudió la cabeza.


  -Vamos, te acompaño hasta casa –dijo, logrando sobreponerse.


  Le pasó un brazo delicadamente por los hombros, en ademán consolador. Desechó las vanas esperanzas de que el pelinegro estuviese interesado en él. Sólo le había abrazado porque se sentía agradecido y aliviado. Nada más. Además, había estado a punto de dejarse matar por Kai. ¿Cómo competir con un amor tan grande?


***


  Le llevó un rato serenarse después de aquella conversación con su padre, pero ya volvía a ser más o menos el mismo de siempre. Ahora mismo tenía otra preocupación en mente, y era que no podía deshacerse de aquella sensación que le decía que algo pasaba con Ray. No era demasiado partidario de dar más importancia a la intuición que a la razón, pero esta vez no lograba evitar la opresión que sentía en el pecho.


  Yuri no dijo nada al respecto. El gesto preocupado de Kai lo mantenía callado.


  En cuanto hubo estacionado y cerrado el coche, el bicolor salió casi a la carrera hacia su piso. No se detuvo hasta que estuvo frente a su puerta. Rebuscó en sus bolsillos hasta que, tras unos segundos de confusión, recordó que Ray tenía sus llaves. Llamó con impaciencia al timbre. No tardaron más que unos segundos en abrirle, pero en su estado de nerviosismo le pareció demasiado tiempo. En cuanto la figura del pelinegro apareció ante él, lo estrechó entre sus brazos.


  -Menos mal que estás bien… -murmuró. Se separó un poco de él, sujetándolo por los hombros.-Estás bien, ¿verdad?


  -Kai, ¿qué te pasa?-preguntó, desconcertado. Era imposible que se hubiese enterado tan rápido.


  -Te parecerá una locura pero… tenía la sensación de que te había pasado algo y… -se fijó en su gesto compungido, y fue entonces cuando también fue consciente de la presencia del joven de cabello naranja en el interior de su piso.-¿Masefield?


  -¿Qué hace ese aquí?-inquirió Yuri.


  -¿Qué pasa, Ray?-dijo Kai con suavidad. Confiaba en el oriental y sabía que tenía que haber una buena razón para la presencia del inglés allí.


  -Yo… -miró dubitativo a su espalda.


  -Deberías decírselo –dijo el de ojos turquesa.


  Se sentaron los cuatro en los sofás, Ray acurrucado contra el bicolor, buscando la protección que él siempre le daba. Con ayuda de Brooklin les contó lo sucedido en aquel callejón, cuando creía que iban a matarlo, y cómo el inglés había aparecido para salvarlo. Un largo silencio prosiguió al relato mientras los dos rusos digerían la información.


  Kai fue el primero en reaccionar, abrazando con más fuerza a Ray, como si temiera que fuese a evaporarse en el aire.


  -No quiero que vuelvas a separarte de mí –dijo, de modo que sólo el oriental pudo oírlo.


  El pelinegro se aferró a su camisa y apoyó la cabeza en su pecho. Si de él dependiese, nada ni nadie lo movería nunca de allí. La mano de Kai subía y bajaba por su espalda, reconfortándolo.


  -Te quiero –murmuró.


  -Y yo a ti, Ray.


  Yuri contemplaba la escena profundamente enternecido. Desvió la mirada hacia Brooklin, que, a pesar de la leve sonrisa que le produjo la tierna estampa, parecía abatido por algo.


  -Gracias por todo, Masefield –le dijo.


  -¿Hmm?-centró su atención en el pelirrojo.-Sí… No hay de qué.


  -No creo que nunca pueda agradecértelo como es debido –intervino Kai-, pero, si hay algo que pueda hacer por ti, lo que sea…


  Nunca había imaginado que Hiwatari pudiese ser tan humano. Ahora entendía todo. Sacudió la cabeza con una sonrisa.


  -Me basta con que cuides de Ray –dijo para su sorpresa.-Y ahora, si me disculpáis, tengo cosas que hacer y… -miró su reloj-, ya llego tarde.


  -Gracias –le dijo Ray una vez más, recibiendo una amplia sonrisa como respuesta.


  Se quedaron callados un rato después de que Brooklin se fuese. Yuri estaba más serio que de costumbre.


  -Habría que hacer algo con ese tío –declaró después de un rato.-Denunciarlo, tal vez, y que lo encierren.


  -Eso no iba a solucionar nada –suspiró Kai.-No es sólo él, y no van a parar hasta verme muerto.


  -Pero tiene que haber alguna forma… -murmuró el pelinegro. No podía ser que no hubiese solución.


  -Matarlos a todos –propuso el pelirrojo con una sonrisa siniestra.


  -Empiezas a hablar como Bryan –le reprochó el de ojos escarlata.


  La mirada de Yuri se iluminó ante la mención de su chico.


  -Espero que no estés pensando…


  -¿Por qué no?-sonrió triunfante.-Piénsalo. Esos canallas no se han atrevido nunca a tocarte, aunque fueses tú solo contra todos. Apuesto a que, si Bryan, Ian y Spencer nos echasen una mano, podríamos sacarlos a patadas de la ciudad –Kai resopló.-Tú piénsalo, ¿vale?


  -Hn…


  -¿Tú que dices, Ray?


  -Yuri… ahora mismo, lo único que quiero es pasar tranquilo lo que queda de Navidad –suspiró.


  -Me parece justo –asintió el pelirrojo.-No te preocupes. Estamos contigo.


  Ray sonrió, y su sonrisa se amplió aún más cuando Kai le besó cariñosamente en la frente. No podía tener miedo estando con ellos.

Notas finales:

No sé por qué puse a Brooklin de héroe del día, es un personaje que no me gusta nada, en fin... no quedó mal, ¿no?


Bueno, pues hasta la próxima ;)


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