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El fuego bajo el hielo por Laet

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Notas del capitulo:

El título es un asco, si a alguien se le ocurre otro mejor, que me lo diga, por favor.


Bueno, pues además de eso quiero agradeceros vuestra paciencia infinita y vuestro apoyo, especialmente a quienes tienen a bien regalarme su inestimable opinión. Gracias. Espero que disfrutéis con este nuevo capítulo.

  De repente, hacía calor en aquel sótano inicialmente helado. La chaqueta le sobraba, así que se la quitó. Los músculos le ardían desde los antebrazos hasta los hombros, y la sensación comenzaba a extenderse por los pectorales. Cada vez que levantaba las pesas notaba los aguijonazos causados por el esfuerzo. Sus brazos ya prácticamente no le obedecían. Soltó las pesas y se sentó en el banco, intentando acompasar su respiración.


  Se apartó el pelo de la cara pasándolo por detrás de las orejas y echó una ojeada por encima de su hombro. Kai lo miró de reojo sin dejar de levantar las pesas, aparentemente sin esfuerzo, como si fuesen plumas.


  -¿Qué, ya te rindes?-le preguntó.


  Ray sonrió.


  -Sí, por hoy he tenido suficiente. Definitivamente no estoy tan en forma como tú.


  Volvió de nuevo la vista al frente y se acomodó mejor en el asiento, dedicándose a mirar por la ventana que tenía justo enfrente mientras deshacía distraídamente su trenza. La luz que entraba por ella bañaba su cuerpo enmarcando su silueta con una aureola dorada. Parecía que sería un día hermoso.


  El bicolor no podía apartar la mirada de su esbelta figura. Ahora que se había sacado la chaqueta del chándal podía apreciarla mejor. Sobre todo porque la camiseta era sin mangas. Podía ver claramente las gotas de sudor que discurrían por su piel centelleando bajo la luz que se colaba de la calle.


  Dejó las pesas con suavidad y se incorporó para apreciarlo con más comodidad. Le daba la espalda, pero podía imaginar perfectamente su expresión soñadora, sus ojos dorados siguiendo las brillantes motas de polvo flotando a su alrededor. No podía quitarle los ojos de encima, incluso ver sus ágiles dedos peinando su larguísima cabellera azabache le resultaba fascinante.


  Ray debió de notar el peso de su mirada, porque giró de nuevo su cabeza hacia él en un movimiento rápido, como lo hubiese hecho un gato.


  -¿Ocurre algo?


  El ruso sonrió ligeramente.


  -Me gusta mirarte, nada más.


  Su sonrisa se amplió al ver que las mejillas de Ray se teñían de un delicado carmín. No pudo resistirse a alargar la mano y acariciarle el rostro con suavidad, recorriendo su suave piel acanelada, siguiendo la línea de su sien, la curva del pómulo y acabando bajo la barbilla, que alzó un poco para poder hundirse en los pozos de oro líquido que eran sus ojos.


  -Kai… -murmuró el pelinegro repasándole con las yemas de los dedos las marcas azules marcadas en su pálida piel.-¿Te importa que te pregunte…?


  -¿Quieres saber por qué tengo los tatuajes?-Ray asintió.-Me los hice por mi hermano –en contra de lo que solía pasar cuando hablaba de Aleksandr, sonrió.-Le gustaba disfrazarse de guerrero, a veces le bastaba con una sábana de capa y un palo por espada.


  -Qué rico –sonrió con ternura.


  -Sus marcas de guerra eran dos triángulos de pintura azul en cada mejilla –explicó, pasándose una mano por los tatuajes-, pero a mi abuelo no le gustaba que se pintase la cara, cuando nuestros padres estaban fuera y nos quedábamos con él no le dejaba hacérselas –su rostro se ensombreció por un momento.-Le gritaba, y no me gustaba, así que me hice esto. Mi abuelo se puso hecho una fiera. Estuve encerrado en mi cuarto un mes, hasta que volvieron mis padres –concluyó con una sonrisa orgullosa.


  -Increíble… -dijo atónito.-Pero, ¿cuántos años tenías?


  -Doce o trece –Ray parpadeó, aún más perplejo.-Lo sé, fue una locura, pero… a Aleksandr le hizo muy feliz.


  -¿No se necesita permiso para tatuarse si eres menor de edad?


  -Se requiere una firma, sí… -asintió.


  Se miraron un momento antes de echarse a reír.


  -¿Qué dijeron tus padres? ¿Se enfadaron mucho?


  -No tanto como esperaba. Mi padre me hizo prometer que no falsificaría su firma nunca más, estuve otro mes sin salir de casa y ahí quedó todo. Habría sido peor si Aleksandr no hubiese intercedido por mí.


  Ray lo abrazó, aún con una sonrisa divertida. No era capaz de imaginarse la reacción de sus padres si hiciese algo semejante. Volvió a delinear aquellas marcas triangulares.


  -No es algo muy habitual, pero te sientan bien –decidió.


  Kai le dedicó una tímida media sonrisa de agradecimiento.


  -¿Quieres subir ya?


  -Vale –dijo poniéndose en pie y cogiendo la chaqueta.


  No había dado ni dos pasos cuando el bicolor lo agarró por la cintura y lo atrajo hacia sí para estamparle un beso en la mejilla. El oriental lo miró, un poco sorprendido. Kai seguía sonriendo con aquella mezcla de timidez y ternura. El ruso se encogió de hombros y explicó:


  -Eres la segunda persona que dice que le gustan.


  Ray no necesitaba que le dijese quién era la otra persona.


  Al entrar en el piso se encontraron a Yuri ya despierto, leyendo en el sofá.


  -¿Adónde habéis ido?-les preguntó sin volverse.


  -Al gimnasio –respondió Ray.


  El pelirrojo se giró y los miró. Parpadeó varias veces y suspiró.


  -Estáis locos, ¿lo sabíais? Y encima me dejáis solo. Sois unos desconsiderados –hizo un puchero.


  -¿A qué viene esa rabieta? No dirás que no has dormido bastante –dijo Kai.


  -Pues no, porque me despertaron.


  -¿Quién?-preguntó Ray.


  -Una amiga tuya llamó y me despertó. ¡Tienes demasiado alto el timbre del móvil! –lo acusó con una hosca mirada.


  -Lo sien… Espera, ¿quién me ha llamado?


  -Una tal… -se rascó la barbilla, intentando recordar el nombre-, ¿Maya Gong?-dijo, dubitativo.


  Ray frunció el ceño.


  -¿No será Mariah Wong?


  -Ah, sí, creo que sí. Tiene la voz demasiado chillona, al menos para alguien recién levantado, y es bastante susceptible –añadió con una sonrisa malévola.


  -Yuri, ¿qué le has hecho?


  -¿Quién, yo?-dijo, cambiando aquella sonrisa por un semblante de absoluta inocencia-, nada. ¿Cómo puedes pensar siquiera que yo le haya hecho algo?


  -¿Porque te conoce más de lo que crees?-sugirió Kai. Yuri le sacó la lengua como un niño malcriado y se rio al ver que el bicolor ponía los ojos en blanco y murmuraba algo como “será crío”.-Voy a ducharme –dijo antes de desaparecer por la puerta de su cuarto.


  El oriental fue a la cocina y volvió al salón con su móvil en la mano.


  -Oye, Ray –lo llamó el pelirrojo.


  -¿Hmm?


  -No te molestará que haya cogido tu teléfono, ¿no?


  -No, no me molesta –lo tranquilizó con una sonrisa.


  -¿Puedo preguntarte algo sobre esa chica?


  -Claro –dijo, un poco sorprendido. De repente volvía a parecerse al Yuri serio y afable que había conocido en el observatorio.


  -¿Qué relación tienes con ella?


  -Es mi ex –dijo para resumir. La verdad era que no sabía muy bien cómo describir su actual relación con ella. Prácticamente no habían hablado desde su ruptura.-Supongo que seguimos siendo amigos, al menos eso me gustaría. ¿Te dijo qué quería?


  -Pues… no que yo recuerde. Sólo me pidió que te dijese que la llamases en cuanto pudieses.


  El pelinegro asintió en silencio y fijó su mirada en la pantalla del teléfono. Yuri no habría sabido descifrar su expresión, pero de algo estaba seguro, y era que a Ray no le hacía especial ilusión volver a hablar con aquella chica.


  Finalmente, el asiático oprimió una tecla y se llevó el aparato a la oreja.


***


  A miles de kilómetros de distancia, una suave sintonía comenzó a sonar. La joven, que hasta el momento había estado sumida en su propio mundo, dio un respingo. Soltó el pincel y la paleta y sacó del bolso su teléfono, con el corazón acelerado.


  -¿Sí?-dijo.


  -¿Mariah?-aquella voz… Cuánto la había echado de menos. Sonrió ampliamente y se pasó uno de sus rosados mechones de cabello por detrás de la oreja.-Hola, ¿cómo estás?-prosiguió.


  -Hola, Ray –dijo con un hilo de voz.-Te llamé antes, pero supongo que ya lo sabes.


  -Sí, bueno, si no, no te estaría llamando –repuso.


  No tenía intención de herirla, Mariah lo sabía, pero aún así no le sentaron muy bien aquellas palabras. <<Sólo me devuelve la llamada por educación, en realidad no quiere saber nada de mí>> pensó.


  -Ya… Es que, no sé si lo sabías ya, pero en enero voy a ir a Moscú. Me han ofrecido exponer algunos de mis cuadros y estaré por ahí unos días. Del cinco al nueve en principio.


   -Cierto, Lee me lo había comentado. Me alegro de que te vaya bien –dijo. Sonaba sincero, y eso la animó.


  -Espero que podamos vernos.


  -Estaría bien –hubo un momento de silencio antes de que Ray se animase a preguntar:-Y, bueno, ¿qué tal te va con…? ¿Enrique? Se llama así, ¿no?


  -Sí. Estamos… bien, sí, él es muy dulce y alegre y caballeroso… Visitamos a sus padres en la Toscana hace un par de semanas, y son encantadores.


  -Eso es estupendo –dijo Ray, pero no había pasado por alto su vacilación. Recordó que Lee había insinuado que Mariah estaba teniendo algún tipo de problema.-¿Dónde estáis ahora? No habré interrumpido nada, ¿no?-preguntó con tono ligero, pero en realidad estaba un poco preocupado.


  -Sólo estaba pintando. Roma es una ciudad preciosa y hace un día fantástico. Enrique está en una exposición con unas… con unas amigas.


  Bingo. Allí estaba el problema.


  -No te estarás comiendo el tarro con eso, ¿no?


  -¡Es que…! –se interrumpió. Había alzado demasiado la voz.-Enrique es un buen chico, y es agradable, y las chicas siempre se le acercan… Y no me extraña, porque… bueno… porque yo…


  -Porque también te cautivó a ti –la ayudó el pelinegro.


  -Sí… -suspiró.-Ray, a veces no sé… no sé si me quiere de verdad o si soy sólo una más.


  -Bueno, si sale contigo y te presenta a sus padres será por algo… digo yo. Vamos, no dejes que eso te afecte. Pero tampoco dejes que te menosprecie. Vales mucho como para permitir que te cambie por unas niñas tontas.


  -Gracias, Ray –le dijo de corazón-, eres un amor, ¿lo sabías?


  El chico se rió al otro lado de la línea. Podía imaginar perfectamente sus mejillas sonrojadas, como cada vez que alguien le dedicaba un cumplido.


  -Y… ¿cómo estás tú?


  -Bien, la verdad es que no puedo quejarme.


  -Espero que hayas hecho más amigos aparte del que me cogió antes –comentó.


  -Yuri no es tan malo. En realidad es un buen tipo, pero a veces le gusta molestar. Y tiene mal despertar –apostilló.


  -Ya le dije que lo sentía.


  -Tampoco te preocupes, sobrevivirá. Y sí, tengo algunos amigos más: mis compañeros de piso, Max y Tyson, y luego están Kai y Sveta, y otros chicos que conocí en San Petersburgo, igual que Yuri.


  -Ajá… -asintió. Dudó antes de hacer la pregunta que le estaba rondando.-¿Sales con alguien?-se hizo silencio al otro lado. Miró su teléfono por si se había cortado, pero no era así.-¿Ray?


  -Sí, estoy con alguien –admitió con cierta timidez.


  -Enhorabuena –dijo. Oyó algunas voces de fondo, palabras que no entendió.-¿Qué pasa?


  -Lo siento, tengo que colgar. El padre de Kai no se encontraba muy bien y quiero acompañarle a verlo.


  -Entiendo. Entonces ya nos veremos cuando vaya.


  -Llama cuando estés aquí, ¿vale?


  -Claro. Un beso.


  -Besos –se despidió y colgó.


  Mariah se quedó mirando el teléfono con aire ausente. ¿Por qué se sentía tan vacía? Ray tenía novia, ¿y qué? Era obvio que no iba a quedarse esperando a que ella quisiese volver con él, que reharía su vida. Pero aún así le dolía.


  Sacudió la cabeza y secó las lágrimas que aún no habían caído. Ray había tenido la caballerosidad de hacerse a un lado y dejarla ir con Enrique. Sabía que le había costado, pero hasta aquel momento no se había dado cuenta de cuánto. Ahora le tocaba a ella dejarle ser feliz, se lo debía, pero… ¿sería capaz de aguantar el tipo? ¿Sería capaz de verle con otra?


  Pensaba que con el tiempo se irían sus sentimientos por Ray, y durante un tiempo llegó a creer que amaba únicamente a Enrique. Sin embargo la decepción por no ser lo que había esperado, el príncipe azul que la querría sólo a ella, estaba haciendo que aquella ilusión se desmoronase.


  -¿Cómo puedo ser tan tonta?-murmuró desolada.


***


  -¿Qué tal?-preguntó Yuri.


  El pelirrojo se había mantenido en un respetuoso silencio durante toda la conversación, más que nada porque no entendía ni palabra. Lo que sí comprendió era que la inicial incomodidad de Ray por hablar con su ex se había esfumado.


  -Bien, quería decirme que en enero va a venir a Moscú.


  -¿Y eso?


  -Van a exponer sus cuadros –se puso en pie. Cruzó una mirada con Kai, recién duchado y vestido, que reposaba con la espalda apoyada en la pared.-Espero que no haya problema.


  -Sabes que no –dijo el bicolor.-Es tu amiga.


  Ray sonrió.


  -Me ducho y nos vamos, ¿vale?


  En cuanto el oriental entró en el dormitorio, Yuri vio que Kai no estaba tan contento con la idea como intentaba hacerles creer.


  -¿Qué ocurre? Y quiero la verdad.


  Los ojos rubí se cerraron unos segundos con cansancio antes de dirigirle una mirada algo apenada que dejó sorprendido a su amigo pelirrojo. Nunca antes había visto aquella tristeza en sus ojos.


  -Oí algunas cosas de la conversación –confesó cuando oyó el sonido de la ducha.-Creo que a Mariah no le va tan bien con su nuevo novio.


  -¿Y crees que volverá con ella? Ray nunca te haría eso.


  -Confío en Ray, pero no en ella. Lo que me preocupa es que Ray salga herido por culpa de las dudas de esa chica.


  -Te estás volviendo paranoico. ¿Cómo sabes que lo que ella quiere es volver con él? ¿Cómo sabes que tiene dudas?


  Kai volvió nuevamente la vista a la puerta del dormitorio.


  -Porque no me puedo imaginar que alguien deje a Ray sin arrepentirse de por vida –suspiró.

Notas finales:

Y esto es todo por hoy. La próxima vez más, y esperemos que mejor ;)


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